Lo más probable es que Cristo celebrase la Pascua el día anterior al día oficial
Tradiciones, símbolos y gestos del “Pésaj” o cena pascual que pudo vivir el Señor en la Última Cena y que permiten entenderla mejor. Entrevista a Bernardo Estrada, profesor de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz.
¿Cómo se desarrolló la Última Cena?
Lo más probable es que Cristo celebrase la Pascua el día anterior al día oficial, como ya ha señalado en alguna ocasión Benedicto XVI.
Es una cuestión sobre la que se debate, pero no resultaría extraño, pues en aquellos días confluía tanta gente en Jerusalén (unas 250.000 personas, cuando la población normal era de 35.000), que no se podían sacrificar todos los corderos en una sola jornada.
Así que el viernes era el verdadero día para inmolar corderos.
Efectivamente: anticipando la Última Cena, el verdadero Cordero pudo ser sacrificado en la Cruz el viernes, el día de la Pascua.
Como en cualquier fiesta hebrea, el inicio lo determinaba la mujer de la casa: cuando veía que el sol se oculta detrás de la casa del vecino, o cuando contemplaba la primera estrella en el cielo, encendía las velas: con ese gesto, comenzaba la cena.
Simbólicamente, esa luces recordaban la creación del mundo por Dios, cuyo inicio los hebreos sitúan en este mes del Nissán, el “mes de las espigas”, pues es cuando comienza a crecer la nueva vida (aunque tras el medievo, esa datación cambió).
¿Es así como Pascua y Creación se relacionan?
En cualquier caso, luego –con Cristo– hemos comprendido un significado más profundo (la Pascua es la nueva Creación).
Que esta festividad se celebrase en el “mes de las espigas” hace ver que las fiestas de Israel van ligadas en su origen a fiestas agrícolas: la Pascua coincide con la fecha de la cosecha del primer trigo y al nacimiento de los primeros animales (corderos, etc); en Pentecostés llega la verdadera cosecha; mientras que la fiesta de los Tabernaculos está unida a la cosecha de la vendimia.
Por eso el pan, el vino y el cordero son tan importantes. Dios –primero en Egipto y luego con el Señor Jesús– ha ido dando un sentido nuevo y más profundo a estas celebraciones.
Volviendo a la Última Cena, ¿cómo se disponían los invitados?
Aunque la cena iniciaba de pie, luego se recostaban formando un cuadrado: la gente se apoyaba sobre el brazo izquierdo, prácticamente acostada, y comía con la mano derecha. A la derecha del Señor se situaría el más digno, probablemente Pedro; y a la izquierda estaría Juan, quien pudo descansar así sobre el pecho del Señor.
Ejemplo de preparación actual del Séder (o cena pascual) hebrea. Desde la destrucción del Templo, no se repite el sacrificio de los corderos.
¿Cómo empezó el Señor la Última Cena?
Podemos suponer que siguió el “orden de la Pascua”: es decir, la división de la cena en cuatro partes, cada una de las cuales se concluía con una copa de vino.
Entonces: la primera copa...
La cena comienza con una bendición (salmos 113 y 114), tras la que se toma la primera copa de vino mientras se dice: “Bendito seas Tú, Adonai nuestro Dios, rey del universo, quien creó el fruto de la vid”.
La segunda...
Antes de beber la segunda, alguno recuerda un grande acontecimiento: la “Haggadah” o la narración de la fuga de Egipto, tal y como se cuenta en el libro del Éxodo. El vino que se bebe a continuación les recuerda las diez plagas que azotaron al pueblo egipcio.
Última Cena de la Capilla Sixtina
¿Cuándo lavó el Señor los pies a los Apóstoles?
Si bien no tenemos certeza, quizá fue tras esta segunda copa, que es cuando se realiza tradicionalmente la primera ablución o lavado de manos, al que el Señor quiso dar un profundo significado.
Luego vienen las “bendiciones”, una serie de preguntas que hace la persona más anciana o más digna a la más joven: “¿Ma nishtaná halaila hazé micol haleilot?” (¿Por qué esta noche es diferente de todas las otras noches?) . Podemos imaginar que Cristo o san Pedro harían esas preguntas a san Juan.
¿Y tras el lavado?
Es cuando empieza la cena propiamente dicha. El más digno distribuye el primer pan ázimo, o Matzá , mientras repite esta bendición: “Bendito eres Tú, nuestro Señor, Rey del universo, que extraes pan de la tierra”. Pudo ser en este momento cuando el Señor consagró el Pan, aunque no podemos estar seguros.
Como se sabe, ese pan sin levadura –que se comerá más veces a lo largo de la cena– recuerda la prisa con que escaparon del Faraón. Además, cada comensal tiene delante un cuenco con hierbas amargas que se sumergen en el Jaroset , una salsa especial (agua salada y algún condimento), que les recuerda el sufrimiento de aquella huída.
Y a continuación, el cordero.
Efectivamente: previamente, había sido sacrificado en el templo por un sacerdote, o bien por el cabeza de familia. No se le tenía que haber roto ningún hueso y debía ser consumido entero.
La Última Cena, Juan de Juanes, c. 1562, óleo sobre tabla, 116 × 191 cm, Museo del Prado, Madrid.
¿Por qué la importancia del Cordero?
Cristo es el “Cordero de Dios”, cuyo sacrificio libera a los hombres. Para los judíos, el cordero es el animal cuya sangre en las puertas de sus casas había liberado a sus primogénitos del ángel de la muerte en Egipto. Desde aquella liberación, que precede y permite la huída por mar Rojo, comían el cordero tal y como les había indicado Moisés.
Faltan dos copas de vino.
La tercera se bebe al terminar la cena. Se llama “copa de redención”, y con ella se recuerda el derramamiento de la sangre de los corderos inocentes que redimieron a Israel en Egipto; es la copa en la que se “da gracias”, por lo que se supone que es en esta copa cuando el Señor ofreció su Sangre a sus discípulos.
¿Y la última?
La cuarta, ya antes de marcharse, va unida al gran himno final: el Hallel, una preciosa oración compuesta por los salmos 115 a 118. Se sirve también una quinta copa, que no se bebe: esa quinta copa es para Elías, a quien el pueblo hebreo espera para que anuncie la venida del Mesías (en Malaquías 4,5). Cuando la cena se termina se manda un niño a la puerta a abrirla y ver si está Elías. Cada año, el niño regresa desanimado y el vino se derrama sin que nadie lo beba.
Profecías del Antiguo Testamento sobre la Resurrección
Aparte de la necesidad salvadora de la pasión del Mesías, los profetas también profetizaban Su Resurrección de entre los muertos y la subsiguiente gloria.
Después de describir los padecimientos de Cristo, Isaías finaliza su relato con las siguientes palabras:
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación: verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento.
Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores." (Is. 53:10-12).
En otras palabras, el Mesías vivirá de nuevo después de la muerte para encabezar el Reino de los rectos y estará moralmente contento por los sufrimientos soportados por Él personalmente.
La resurrección de Cristo también fue profetizada por el rey David en su salmo 16, donde habla de parte de Cristo, diciendo:
"Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa esperanzada. Porque no me abandonarás en la región de los muertos ni dejarás a tu fiel ver la corrupción. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha" (Sal. 16:8-11).
El profeta Oseas asimismo tiene mención de la resurrección al tercer día, aunque su profecía se expone en plural:
«Vamos, volvamos al Señor. Porque él ha desgarrado, y él nos curará; él nos ha golpeado, y él nos vendará. En dos días nos volverá a la vida y al tercero nos hará resurgir; viviremos en su presencia"(Os. 6:1-2; véase: 1 Cor. 15:4).
Además de las profecías directas referentes a la inmortalidad del Mesías, lo testifican en realidad también aquellos pasajes del Antiguo Testamento, en los cuales el Mesías se llama Dios. (Sal. 2, 45, 110, Is. 9:6, Jer. 23:5, Miq. 5:2, Mal. 3:1).
Resulta que Dios por Su naturaleza es inmortal. De la misma manera, podemos concluir acerca de la inmortalidad del Mesías cuando leemos vaticinios referentes a Su eterno Reino (Gen. 49;10, 1Sam. 7:13, Sal 2, 132:11, Ezq. 7:13). Todos saben que el eterno Reino presupone la existencia del eterno Rey.
Por lo tanto resumiendo el contenido de este capítulo observamos que los profetas del Antiguo Testamento se expresaban con mucha determinación y claridad al hablar de los padecimientos redentores, la muerte y luego la gloriosa resurrección del Mesías. El tenía presentes a los que iba a salvar. El origen de estas verdades, reveladas por los profetas, constituyen posteriormente la base de la fe cristiana.
También describió vivamente la pasión de la cruz del Salvador el rey David en su salmo 22. Pero aunque en este salmo el texto se desarrolla en primera persona, naturalmente el rey David no pudo escribir de sí mismo, pues no soportó dichos padecimientos. Sólo figura como un prototipo del Mesías, refiriendo proféticamente a su propia persona lo que en realidad pertenecía a su Descendiente Cristo.
Es notable que algunas palabras de este salmo fueron pronunciadas literalmente por Cristo crucificado. A continuación vamos a presentar algunas frases del salmo 22, y paralelamente los correspondientes contextos Evangélicos.
Versículos 7-8: "Pero yo soy un gusano, no un hombre, vergüenza de la gente, desprecio del pueblo; al verme, se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza". Marcos15, 29: "Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo: «Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz»".
Versículo 17: "Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores; me taladran las manos y los pies". Lucas 23, 33: "Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda".
Versículo 18: "puedo contar mis huesos. Ellos me miran triunfantes, se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica". Mateo 27, 35. "Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes".
Versículo 8: "Remítese á Jehová, líbrelo; Sálvele, puesto que en él se complacía." Esta frase fue repetida literalmente por los sumos sacerdotes y escribas, Mat. 27:43. "Confió en Dios, que lo libre si es que lo ama, pues dijo: “Soy Hijo de Dios”»".
Versículo 2-3: "A pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza. Dios mío, de día te grito,
y no respondes; de noche, y no me haces caso". Mateo 27, 46: A la hora nona, Jesús gritó con voz potente: Elí, Elí, lemá sabaqtaní (es decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»).
Aparte de eso, el profeta Isaías (50, 4-11) había registrado los siguientes detalles referentes a los padecimientos del Mesías, que se han cumplido literalmente (expresados en primera persona):
"El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos. El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos.
El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Mi defensor está cerca, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos, ¿quién me acusará? Que se acerque. Mirad, el Señor Dios me ayuda, ¿quién me condenará? Mirad, todos se consumen como un vestido, los roe la polilla.
Quien de vosotros teme al Señor y escucha la voz de su siervo, aunque camine en tinieblas, sin ninguna claridad, que confíe en el nombre del Señor, que se apoye en su Dios.
Todos vosotros que atizáis el fuego y os ceñís con flechas incendiarias, caed en la hoguera de vuestro fuego, entre las flechas que habéis encendido. Esto recibiréis de mi mano: yacer en el tormento".
Este texto lo podemos comparar con Mateo 26, 67: "Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon diciendo: «Haz de profeta, Mesías; dinos quién te ha pegado»".
Bajo la luz de estas profecías se hace comprensible la misteriosa profecía del patriarca Jacob destinada a su hijo Judá. Profecía completa (Gen. 49, 9-11):
"Judá es un león agazapado, has vuelto de hacer presa, hijo mío; se agacha y se tumba como león o como leona, ¿quién se atreve a desafiarlo? No se apartará de Judá el cetro, ni el bastón de mando de entre sus rodillas, hasta que venga aquel a quien está reservado, y le rindan homenaje los pueblos".
En esta profecía el León por su poder y majestad simboliza al Mesías, Quien deberá nacer de la tribu de Judá. La pregunta del patriarca acerca de quien pudiera levantar al dormido león habla alegóricamente de la muerte del Mesías, que se denomina por la Sagrada Escritura "El león de la tribu de Judá" (Apoc. 5, 5).
Acerca de la muerte del Mesías hablan también las palabras proféticas finales de lavar los vestidos en el zumo de uvas. La uva es símbolo de la sangre. Las palabras referentes a la asna y el pollino resultaron cumplidas cuando el Señor Jesucristo, antes de su Pasión en la cruz, entró (triunfalmente) a Jerusalén. En el capítulo siguiente veremos la predicción del profeta Daniel acerca del tiempo cuando tuvo que padecer el Mesías.
El Antiguo Testamento recoge cómo diariamente se ofrecían sacrificios a Dios por el Sumo Sacerdote: los ofrecía por sí mismo y por el pueblo. Pero, además, a lo largo del año había unos tiempos sagrados y fiestas en los que se ofrecían sacrificios especiales, y que se vivían con especial intensidad por el pueblo.
Había tres fiestas que eran las mayores del año y que se preparaban cuidadosamente: la de la Pascua, la de Pentecostés y la de los Tabernáculos. Siempre estas fiestas ayudaban al pueblo a recordar la providencia de Dios y les movían para agradecer de manera especial todo lo que les había dado.
Nos vamos a detener en la fiesta de la Pascua. Era una fiesta de pastores en la que ofrecían las primicias de sus rebaños. Se instituyó para conmemorar con la cena del cordero la liberación de la esclavitud egipcia y la sangre rociada en las casas de los judíos que liberó de la muerte a sus primogénitos.
Cada jefe de familia debía matar un cordero —como hicieron sus antepasados en Egipto— y comerlo con verduras amargas, en compañía de su familia.
La fiesta duraba siete días, durante los cuales sólo estaba permitido pan ácimo. No debía haber en las casas pan fermentado, para recordar así la salida apresurada de Egipto e inculcar la santidad de vida y pureza de corazón.
Se ofrecía el sacrificio y luego se celebraba la cena de Pascua con muchos ritos y gran solemnidad. Pascua significa en hebreo “el paso”. En latín significa, en cambio, “los pastos”. Se Cruzan estos dos significados dando un sentido aun mayor a la Pascua: “el paso del buen Pastor”.
El sacrificio era el momento más importante. Había dos tipos de sacrificios: cruentos e incruentos. En los cruentos se sacrificaban los animales más nobles y preciosos. Sólo permitían animales vacunos, ovejas y cabras; en ciertos casos tórtolas o palominos. Las víctimas debían ser sanas, sin defecto, perfectas y de cierto vigor.
En los sacrificios incruentos se ofrecían productos vegetales que servían de alimento al hombre: cereales, harina, trigo... El ritual del sacrificio constaba de cinco pasos: presentación de la víctima, imposición de las manos, inmolación, aspersión de la sangre y combustión de la víctima o de parte de ella, pues lo restante servía de alimento.
“El que ofrecía el sacrificio debía llevar por su mano la víctima al altar del Atrio, imponerle las manos sobre la cabeza en señal del entrega a Dios y de sustitución, confesar sus pecados e inmolarla también por su mano junto al lado oriental del altar.
Un sacerdote, ayudado a veces por los levitas, recogía la sangre en una copa y rociaba después con ella, según la clase e importancia del sacrificio, el altar de los holocaustos o del incienso, el velo que cubría el Sancta Sanctorum o el Arca de la Alianza. Con esto se hacía entrega a Dios de la vida del animal y de la del oferente, a quien la víctima sustituía.
Por fin, partido el animal en pedazos, se quemaban todos o parte de ellos en el altar, juntamente con las ofrendas, mientras los sacerdotes intercedían por el oferente” .
La destrucción de la víctima significaba que Dios aceptaba ese sacrificio. Por eso el fuego del altar era santo, porque procedía de Dios. Los sacrificios eran agradables a Dios porque expresaban el alejamiento del pecado, la entrega a Dios, pero sobre todo eran figura del sacrificio único, verdadero e infinitamente grato de Jesucristo a Dios Padre en la Misa.
Este sacrificio además de ser el más agradable a Dios tiene un valor infinito, y es un sacrificio perfecto y para siempre.
“En el Santo sacrificio de la Misa tenemos un sacrificio perpetuo. Este solo sacrificio es suma y recapitulación del las virtudes de todos los sacrificios: es la más sublime alabanza, perfectísima acción de gracias, ferventísima súplica y eficacísima reconciliación.
En el rito de este sacrificio se pone también de manifiesto la semejanza de los sacrificios de la Antigua Alianza con el de la Nueva, y la superioridad de éste sobre aquellos” . (Schuster, Ignacio – Holzmmer, Juan B. "Historia bíblica", tomo primero (Antiguo Testamento), Editorial Litúrgica Española, Barcelona, p. 281).
La Comida Pascual es una especie de preparación de la Misa que enfoca nuestra atención en el corazón del misterio pascual, el Cordero que fue sacrificado y nos redimió de la esclavitud con su sangre.
La Última Cena, fue la celebración de la pascua judía, un "séder", una solemne comida sacrificial llevada a cabo de acuerdo con los antiguos ritos judíos por nuestro Señor y sus apóstoles. Aquí queremos reconstruir los acontecimientos de esa solemne comida, según se narra en el Evangelio y de la que los eruditos nos dicen de la pascua en el tiempo de Cristo.
Realmente la Última Cena fue la "última", en parte porque fue la celebración final de los ritos pascuales de la nueva ley, la Pascua Cristiana.
La última Cena es el momento decisivo cuando los símbolos y profecías de antaño del Antiguo Testamento son reemplazados para siempre por los hechos y cumplimiento del Nuevo Testamento. Los evangelistas omitieron a la hora de narrar esa Cena muchos detalles que daban como conocidos por sus lectores judíos.
¿Por qué nuestro Señor toma el cáliz dos veces en la narración de San Lucas en la Última Cena? (Lc. 22: 17-20). Por qué San Pablo habla de la "Copa de bendición" (1Cor 10,16). Por qué se dijo un salmo antes de que los Apóstoles dejaran el Cenáculo? (Mt. 26: 30).
Estas y otras frases cobran nuevo significado a la luz de los antecedentes judaicos. La Cena Pascual también nos ayudará a entender y a profundizar en las ceremonias litúrgicas de la Semana Santa y la Pascua, empapadas como están de figuras y alusiones al Antiguo Testamento.
"Esta es la solemnidad pascual en la cual el verdadero Cordero, fue sacrificado..." "Oh noche bendita que desposeyó a los egipcios y enriqueció a los hebreos...". Al mismo tiempo comprendiendo más claramente el contexto en el cual Cristo escogió instituir la Santa Eucaristía, se enriquecerá nuestra participación en la Misa.
La Comida Pascual es una especie de preparación de la Misa que enfoca nuestra atención en el corazón del misterio pascual, el Cordero que fue sacrificado y nos redimió de la esclavitud con su sangre.
Y así nos prepara para entrar más de lleno en cada Misa, porque la Vigilia Pascual no fue únicamente el fin del viejo rito, sino el principio del nuevo. San Atanasio dice: "Cuando nos reunimos y comemos la carne de nuestro Señor y bebemos su sangre, celebramos la Pascua".
La ceremonia de la Cena Pascual nos permite representar los eventos de la vigilia pascual como un drama-oración, para prepararnos para la verdadera representación de la vigilia pascual en la Santa Misa. Pero, ¿por qué Cristo usó la Cena Pascual para instituir la Eucaristía?
Es importante que pensemos que esto representa la elección deliberada y completamente considerada de Cristo. Él envía a sus discípulos a preparar el Cenáculo. Él se preocupa acerca del tiempo y el lugar exacto y arregla todo cuidadosamente de antemano, diciéndole:
Ardientemente deseaba comer esta Pascua con vosotros antes de padecer; porque os digo que no la comeremos hasta que sea cumplida en el Reino de Dios (Lc. 22: 15-16).
La historia del Éxodo de Egipto que la Iglesia lee en preparación a los misterios pascuales, es la más grande parábola de nuestra Redención en el Antiguo Testamento.
Cada detalle es significativo. Y, dentro de todos los acontecimientos de la Antigua Ley, el más significativo de todos es la sangre del cordero sacrificado salpicada en las puertas de los hijos de Israel para que el ángel vengador, que vino a matar al primogénito en toda casa de Egipto, "pasa de largo" las casas de los hebreos.
La sangre del cordero profetiza el verdadero cordero cuya sangre liberó al mundo de la esclavitud del pecado.
Dios ordenó que esta primera Pascua fuera conmemorada solemnemente en una festividad anual; la gente debía sacrificar un cordero y participar de su comida con pan ázimo y lechuga silvestre (un recuerdo de la huida apresurada de Egipto, cuando no hubo tiempo de llevar consigo pan con levadura), en agradecimiento por la libertad que fue un regalo de Dios.
La fiesta de la Pascua anual llegó a ser un acontecimiento de primera importancia en la religión de Israel.
Gradualmente el ritual llegó a ser más elaborado; gradualmente también la Pascua llegó a ser no únicamente una memoria del agradecimiento a Dios por la bondad de Israel en el pasado, sino como una profecía del futuro; justamente como Dios había una vez conducido al pueblo escogido, lejos de la esclavitud, para que un día los guiara al nuevo éxodo, a la era futura del Mesías.
En el tiempo de nuestro Señor, la comida pascual ya no se comía de pie y apresuradamente, sino reclinados alrededor de la mesa de fiesta.
En gran contraste a esa noche de huida, 1,500 años antes, la atmósfera era de amor y alegría espiritual. Pero el corazón verdadero de la celebración permanecía el mismo a través de los siglos: sacrificio y banquete sacrificial, celebrado en acción de gracias.
Ahora podemos empezar a ver por qué Cristo escogió este momento para su sacrificio. Esta fiesta familiar del pueblo escogido, celebrada por el pueblo como un todo y con un corazón, existía para que pudiera ser transformada en la gran fiesta de la comunidad cristiana, demostrando caridad, uniendo más íntimamente en un solo cuerpo aquellos alimentados por el único Pan divino.
La primera pascua fue conmemorada en una Comida Pascual; la segunda Pascua, el sacrificio de Cristo, nuestra Pascua, fue realizada en la Santa Misa, la Comida Pascual del Nuevo Testamento.
En el marco de la Pascua el significado del sacrificio se aclara: "Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros" (Lc 22,19) para que vosotros podáis "pasar de largo" de la muerte en el pecado a la vida de Dios. En este contexto se aclara también que el nuevo sacrificio tendrá también su banquete sacrificial:
"En verdad os digo que, si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre no tendréis vida en vosotros". (Jn 6,54).
En la última Cena, Cristo con toda humildad y reverencia guardó la Pascua con sus discípulos, observando en detalle su ritual. Pero cuando la Cena iba a concluir, Él reemplazó el antiguo rito con el nuevo. Él tomó el pan, lo bendijo y partió y lo que les dio a sus discípulos ya no era simplemente el pan sin levadura de la Pascua.
Él tomó el cáliz lo bendijo y lo que les dio ya no era únicamente el ofrecimiento de la Pascua, sino él misterio del Nuevo Pacto que se acababa de establecer. El momento supremo, anticipado en la conmemoración de la Pascua a través de los siglos, había llegado. La redención del hombre iba a realizarse.
Se sostiene generalmente que nuestro Señor celebró la Pascua con sus discípulos el jueves en la noche, anticipando en un día la Pascua legal de los discípulos. El Viernes Santo, a la hora precisa en que los corderos pascuales eran sacrificados en el Templo, símbolo elocuente del cumplimiento de las profecías el Cordero de Dios consumaba su sacrificio en la Cruz.
El Viejo Pacto entre Dios y el pueblo escogido había sido sellado por la sangre de muchas víctimas. El Nuevo Pacto estaba ahora sellado por la sangre de la única víctima perfecta.
El cordero figurado era reemplazado por le Cordero verdadero. El sacrificio ahora había sido hecho perfecto. Este mismo sacrificio profetizado en la Pascua judía, cumplido en el Calvario, es renovado en cada Misa. Tan a menudo como nosotros los cristianos, el pueblo escogido del Nuevo Testamento, comamos el pan y bebamos el vino, celebramos el misterio pascual.
Como dice San Juan Crisóstomo, en cada Misa "es Cristo, quien aquí y ahora celebra la Pascua con sus discípulos. Y la mesa del altar es nada menos que la mesa de la Última Cena".
Esta representación de la Comida Pascual es, entonces una preparación para el misterio pascual, como es renovada en cada Misa, y más especialmente como es celebrado el Jueves Santo y durante toda la Semana Santa...ahora que las ceremonias litúrgicas del Jueves Santo, Viernes Santo y Sábado Santo han sido restauradas a las horas de la noche, la dramatización puede hacerse apropiadamente a cualquier hora antes de la Misa del Jueves , y quizá mejor la noche del Miércoles Santo.
"Celebración de la Cena Pascual", de Mons. Mario De Gasperín
The Chosen ya va por su tercera temporada, y las dos primeras podrán verse desde Jueves Santo en Movistar
La teleserie The Chosen (Los Elegidos) lleva ya años asombrando por su financiación de crowfunding y su éxito de público, pero desde este Jueves Santo será mucho más accesible al público español al poder visionarse desde Movistar Plus+.
La serie nos muestra cómo Jesús va llamando a sus apóstoles, y las vidas, heridas e ilusiones que cada uno de estos trae consigo. Ha sido traducida a 56 idiomas, lleva más de 500 millones de visionados en 142 países distintos y es la primera adaptación cinematográfica en varias temporadas sobre la vida de Jesús. Su objetivo es ambicioso: alcanzar las 7 temporadas con un total de 50 episodios.
Para evitar la dictadura de las grandes corporaciones del cine, el equipo de esta teleserie se financia directamente con pequeños donativos y ha logrado el mayor crowdfunding en la historia audiovisual: 19.000 personas donaron 11 millones de dólares para la primera temporada, y para la segunda y tercera temporada, se han recaudado más de 40 millones de dólares.
En España ha debutado en la plataforma acontra+, donde se convirtió en el contenido más demandado por sus abonados.
A partir de este Jueves Santo, en Movistar Plus+ se podrán ver las dos primeras temporadas. También estarán disponibles los capítulos especiales "El pastor", sobre la primera Navidad que inspiró posteriormente a la producción de la serie, y "Los mensajeros".
Además de en Movistar Plus+ y en acontra+, la serie, que tuvo un estreno selectivo en cines de España, está disponible en DVD y Blu-ray.
Entre sus logros figura el haberse situado como la segunda serie más popular de todos los tiempos según el ranking del sitio especializado IMDB, solo por detrás de "Breaking Bad".
La tercera temporada se estrenó el pasado mes de noviembre en cines de Estados Unidos certificando una vez más su éxito, alcanzando la tercera posición del Box Officeen su primer fin de semana. Ese estreno batió un récord en películas de fe: más de 8 millones de dólares recaudados en un sólo día.
La historia está protagonizada por Jonathan Roumie en el papel de Jesús, un católico que a menudo habla de su fe y relación con Dios. Le acompañan Shahar Isaac, Elizabeth Tabish, Paras Patel, Erick Avari, Yasmine Al-Bustami, Noah James, Amber Shana Williams y Vanessa Benavente, entre otros.
Fiel al espíritu bíblico, valiente en su apuesta musical y tratamiento del humor que humaniza a los personajes, esta producción ha enganchado al público. Ha recibido premios como el de Actuación más inspiradora en televisión en los MovieGuide Awards para Jonathan Roumie, o el premio Film & TV Impact en los K-Love Fan Awards.
En España, se ha hecho con el premio a la Mejor serie sobre el hecho religioso de los XXVII Premios Alfa y Omega de este mismo año, así como con el Premio BRAVO de la Conferencia Episcopal Española.
La muerte de Juan Pablo II desencadenó que millones de peregrinos acudieran a Roma para despedir al Papa.
El 2 de abril de 2005, a las 21.37, el corazón deJuan Pablo II dejó de latir. Fue un momento muy emocionante, más de 60.000 personas estaban reunidas en la plaza de San Pedro rezando durante la agonía del Papa polaco.
En Roma, conmemoración de santa Balbina, cuyo título erigido en el Aventino muestra la veneración que se tributó a su nombre.
Patronazgos: protectora contra el bocio y el dolor de cuello.
BALBINA, MATRONA ROMANA, FUNDADORA DE LA IGLESIA HOMÓNIMA
Hija del tribuno romano Quirino, fue bautizada, cuenta la tradición, por el Papa Alejando I junto con su padre convertido al cristianismo. Arrestada con su padre por orden del emperador Adrián, fue decapitada después de largas torturas alrededor del 130 y sepultada en la vía Apia.
En el Martirologio Romano anterior a la última reforma se leía: «En Roma, Santa Balbina, virgen, hija de san Quirino, mártir, que fue bautizada por el papa Alejandro y escogió a Cristo como su esposo en santa virginidad; después de terminar su curso en este mundo, fue sepultada en la Vía Apia, cerca de su padre.»
Este relato, el tradicional de la santa, desgraciadamente depende de la inserción completamente gratuita del martirologista Adón, quien tomó ciertos detalles de las «Actas del papa Alejandro», que Beda prudentemente pasó por alto, y usó los nombres de Quirino, Teodora y Balbina para llenar tres nombres dejados en blanco en el mes de marzo. Las así llamadas «Actas de Balbina» son meramente un tardío plagio de las actas de Alejandro.
Todo lo que sabemos es que a mitad del camino entre la Vía Apia y la Vía Ardeatina, hubo un monasterio de Balbina, probablemente llamado así, porque fue construido en las propiedades de una dama cristiana, llamada Balbina. Por otra parte, parece que hubo una Balbina, llamada hija de Quirino, pero no puede haber sido la misma, ya que la primera vivió en época muy anterior y fue sepultada en la catacumba de Pretéxtato.
Balbina fue honrada en una pequeña iglesia del siglo IV, en el Aventino, que llevó su nombre, pero es difícil determinar de cuál Balbina se trataba. La fecha que le asigna el Martirologio (anterior al 595) proviene de que esa pequeña iglesia es el único dato cierto que tenemos.
La fabulosa historia de Santa Balbina está publicada en el Acta Sanctorum, marzo, vol. III, pero está sacada de las Actas de Alejandro, en una versión en la que Balbina es presentada como mártir. Ver también Dom Quentin, Les martyrologes historiques, especialmente pp. 113 y 490; Leclercq en Dictionnaire d'Archéologie chrétienne et de Liturgie, vol. II, pp. 137-157; y J. P. Kirsch, Die Römischen Titelkirchen im Altertum, pp. 94-96.
Los trabajos muestran cómo era el monasterio que allí hubo en el siglo IV.
Los vestigios del antiguo monasterio de la era bizantina que una vez estuvo en esta zona resurgen lentamente gracias a las excavaciones y trabajos de limpieza del área arqueológica.
GIULIA SPADANUDA Estudiante de doctorado en Topografía Cristiana (PIAC)
Estoy sacando a la luz esta zona que debería pertenecer al monasterio del siglo VI, para luego poder documentarlo con un dron y ver mejor los límites de todos los entornos desde arriba.
El 15 de marzo, los arqueólogos del Pontificio Instituto de Arqueología Cristiana (PIAC) iniciaron una misión plurianual de rehabilitación e investigación en el yacimiento arqueológico del Campo de los pastores, en Beit Sahour. Aquí, según la tradición, los ángeles anunciaron el nacimiento de Jesús a los pastores. El lugar pertenece a la Custodia de Tierra Santa, con la que PIAC ha firmado un convenio:
Mons. CARLO DELL’OSSO Secretario Pontificio Instituto de Arqueología Cristiana (PIAC)
Nuestro mayor deseo es hacerlo utilizable y al mismo tiempo volver sobre la importancia de este sitio desde un punto de vista histórico y religioso.
Fr. FRANCESCO PATTON Custodio de Tierra Santa
Los trabajos arqueológicos ayudan a mantener viva esta tradición típica de la Custodia de Tierra Santa y son también una vía para que los fieles locales recuperen su propia historia y una tradición muy importante, muy significativa y muy larga.
El proyecto nació casi de manera fortuita, pero sin duda providencial:
Fr. SIMONE SCHIAVONE ofm conv. Estudiante de doctorado en Arqueología Arquitectónica (PIAC)
Estuve en Tierra Santa por primera vez entre 2017 y 2018 y el primer lugar que visité fue el Campo de los Pastores. Teniendo al Padre custodio a mi lado, me mostró el yacimiento arqueológico y me dijo: 'Mira lo que puedes hacer'. Hace dos años, el rector de nuestro instituto me pidió que buscara un yacimiento en el Medio Oriente. Me vinieron a la mente las palabras del Padre Custodio. Todo este proyecto nació de ahí.
Después de un año "preparatorio" de limpieza del lugar, mapeo y estudio de los datos adquiridos, la campaña de excavación real comenzará en 2024 en las áreas ya conocidas y posiblemente en otras cercanas. Actualmente son visibles algunos restos de la zona litúrgica y la zona industrial.
Fr. SIMONE SCHIAVONE ofm conv. Estudiante de doctorado en Arqueología Arquitectónica (PIAC)
Estamos en el ábside de lo que debió ser la capilla del monasterio. El padre Corbo identificó dos fases: un primer ábside del siglo IV y otro posterior del siglo VI. Hemos sacado a la luz los muros de la primera capilla del monasterio, la del siglo IV y esto ya nos ha permitido identificar la técnica constructiva de esa época.
GABRIELE CASTIGLIA Ayudante de Cátedra de Topografía Cristiana (PIAC)
Estamos en un punto dedicado a la vida diaria del monasterio. Arriba tenemos toda la parte relacionada con la producción de vino y aceite, mientras que en esta zona probablemente —según la interpretación del padre Corbo, que excavó aquí en la década de 1950— había animales, ganado, todo ello ligado a la vida cotidiana del monasterio.
La voluntad es que el proyecto tenga un impacto positivo en el territorio, tanto en términos de valorización del propio lugar como desde el punto de vista social, con la implicación de instituciones y profesionales locales.
Mons. CARLO DELL’OSSO Secretario Pontificio Instituto de Arqueología Cristiana (PIAC)
El interés del PIAC en este lugar tiene que ver con nuestra misión: La recuperación de yacimientos arqueológicos, lugares importantes desde el punto de vista histórico y arquitectónico, son parte de esa recuperación de la Creación que quiere el Santo Padre.
Dominus Flevit - El llanto, signo de la humanidad de Jesucristo, Jesús lloró
El 8 de marzo comenzaron las peregrinaciones cuaresmales de los franciscanos en el Santuario del Dominus Flevit. Una antigua tradición para mantener viva la memoria de los cristianos de los primeros siglos: celebrar en los lugares donde sucedieron los hechos de la Pasión.
La Santa Misa fue celebrada por Fr. Alberto Pari, secretario de Tierra Santa y concelebrada por los frailes de la Custodia.
El Santuario de Dominus Flevit fue construido por el arquitecto Antonio Barluzzi entre 1953 y 1955 en el lugar que recuerda el episodio evangélico en el que Jesús lloró sobre Jerusalén. Y del "llanto de un Dios que se hizo carne" habló en su homilía Fr. Alessandro Coniglio, profesor del Studium Biblicum Franciscanum.
Fr. ALESSANDRO CONIGLIO, ofm Profesor Studium Biblicum Franciscanum - Jerusalén El Dios que llora por nosotros es el Dios de Jesucristo, que se hace hombre y comparte plenamente nuestra propia condición humana, porque está tan implicado en la historia humana que no puede ser plenamente cada uno de nosotros. No mira impasible la condición miserable del hombre pecador, sino que e
ntra en la historia porque tiene esta preocupación por el bien del hombre, al que está ligado con un pacto de alianza eterna.
Incluso hoy, ante la historia del hombre inmerso en diversas situaciones de pecado, Dios quiere llamar a sus hijos a volver a él a través de su llanto.
Fr. ALESSANDRO CONIGLIO, ofm Profesor Studium Biblicum Franciscanum - Jerusalén Dios llora por nuestro pecado. Pero nuestro pecado toma mil formas diferentes. En particular podemos pensar en los pecados sociales, pensamos en la guerra, en las diversas guerras del mundo, pensamos en el asesinato, en el aborto, pensamos en las ofensas contra la vida humana en general, en la eutanasia y en los ataques a la familia.
Pensemos en todas las condiciones en las que personalmente como pecadores, nosotros individualmente —y luego también como sociedad— nos hemos dejado arrastrar al pecado, en lugar de volvernos hacia Dios que llora precisamente porque está ofendido por este pecado nuestro. Porque quiere llamarnos a sí mismo a través de sus lágrimas. Jesús también lloró por su amigo Lázaro
Un camino de Cuaresma que llevará cada miércoles a franciscanos, peregrinos y cristianos locales a hacer una parada en los Lugares de la Pasión: desde Getsemaní hasta los Santuarios de la Flagelación.