En el sur de Italia, en las cercanías de la ciudad de Lecce, se encuentra la Reserva Natural de Le Cesine, donde arqueólogos y estudiantes de doctorado de la Universidad de Salento (Apulia), de la Universidad de Ege (Esmirna, Turquía), la Universidad de Roma Tor Vergata y de la Universidad Politécnica de Turín han iniciado una campaña arqueológica en torno a unas ruinas acuáticas encontradas en 2020. En la identificación, se constató que databan de la época romana.
Fueron encontradas a unos 15 metros de la orilla y a una profundidad que oscila entre menos de un metro y 3,5 metros. Allí se encuentra el conocido como sector A, donde los arqueólogos descubrieron los cimientos de un muelle de aproximadamente ocho metros de ancho y al menos 90 metros de largo formado por grandes bloques de piedra que antiguamente estaban superpuestos y que ahora se encuentran dispersos debido a la acción y la fuerza de las olas.
Se ha observado también la presencia de grandes bloques paralelepípedos con un lado en forma de cilindro colocados a intervalos bastante regulares —interpretables como posibles bolardos—, también derrumbados, y otros bloques trabajados y canales. En la misma alineación, pero más mar adentro, hay otros bloques dispuestos en líneas paralelas y perpendiculares (sector B). Parte de esta estructura ya se había visto y documentado en la década de 1990.
El sector C, por su parte, corresponde a la zona de la denominada iglesia sumergida. Se trata de los restos de un edificio con una base excavada en un afloramiento rocoso y muros de hormigón elevados; la posible identificación con una torre-faro —una hipótesis aún por verificar—. Durante esta campaña, también se elaborará un modelo digital tridimensional de este elemento.
Pero también hay estructuras en tierra, algunas de las cuales ya se conocen —una serie de cuencas excavadas en la roca, una probable instalación de producción de sal y algunas habitaciones al norte, que posiblemente daten de finales del periodo republicano— y otras que han salido a la luz durante esta campaña, más al sur.
Los arqueólogos han teorizado a partir de las pruebas en tierra y mar la posible existencia de un complejo portuario cuya reconstrucción es el objetivo principal de esta campaña, que continuará durante el mes de septiembre. Este descubrimiento no hace sino añadirse a los muchos monumentos que completan la riqueza del patrimonio costero y sumergido de los municipios de Lecce y Vernole de época romana, medieval y moderna varados a lo largo de esta costa.
"Aceptamos de inmediato la invitación de la profesora Auriemma y entendimos que, además de la fundamental importancia histórica y científica de los descubrimientos que se están produciendo en nuestra zona costera, nos encontramos ante la posibilidad de ser protagonistas silenciosos de la redacción de una página inédita de la historia de nuestro mar y de nuestra costa", subraya el alcalde del municipio de Vernole, Mauro De Carlo.
"Por eso nuestro deseo de acompañar las actividades de excavación es fuerte, teniendo la máxima disposición a colaborar, a difundir los resultados de los trabajos realizados gracias a la organización de jornadas de puertas abiertas y conferencias sobre el tema de la arqueología del paisaje costero".
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Casi 1.000 cristianos aterrados en Pakistán pasaron la noche de este miércoles 16 de agosto en campos de caña de azúcar y escaparon muy a penas de turbas enfurecidas que se dispusieron a atacar sus hogares, destruyendo todo hasta la última bombilla.
Informando de una visita a Jaranwala, cerca de Faisalabad, donde los islamistas llevaron a cabo este miércoles 16 de agosto una ola de terror, fuentes cercanas a la organización benéfica católica Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) dijeron que 21 lugares de culto habían sido atacados, muchos de ellos incendiados.
La fuente de ACN, que no puede ser nombrada por razones de seguridad, dijo que en una amplia zona, tanto rural como urbana, los hogares cristianos habían sido atacados en lo que dijo tenía todas las características de un acto de violencia premeditado: “Muchas de las familias pasaron la noche en los campos de caña de azúcar, hasta 1,000 personas.
Habían estado huyendo, tratando de encontrar un lugar donde pudieran descansar. Algunos de ellos regresaron a sus hogares desesperados por algo para comer, pero cuando llegaron a casa, encontraron todo destruido: nada para sentarse, nada para beber, ni siquiera una bombilla”.
Al describir el ataque integral contra iglesias de todas las denominaciones, dijo: “En las iglesias que han atacado, todo está destruido… el altar, las estatuas, no queda nada. No puedo comenzar a describir lo que le hicieron a las estatuas de Jesús y María”.
El contacto de ACN dijo que cuando llegó a Jaranwala, la policía le aconsejó que se quitara el rosario y le pusiera el parabrisas, advirtiéndole que podría regresar y encontrar el auto destruido o desaparecido: “Mientras viajábamos por el área, pudimos ver cómo las casas de los cristianos estaban dispersas: 50 o 60 aquí, dos o tres allá y, sin embargo, todas las casas cristianas han sido atacadas, no queda nada”.
Sus comentarios se producen después de que el arzobispo Benny Travas publicara una carta condenando la violencia y criticando el historial de justicia de las autoridades para los cristianos que sufren actos de violencia: “Una vez más, tenemos las mismas viejas condenas y visitas de los políticos y otros funcionarios del gobierno expresando su solidaridad con la comunidad cristiana y que ‘se hará justicia’ pero en realidad nada se materializa y todo se olvida”.
Al describir cómo los disturbios fueron provocados por acusaciones de blasfemia en Jaranwala, el arzobispo Travas dijo:
“Como líder de la comunidad cristiana católica que reside en Karachi, simplemente no puedo comprender cómo mi gente mostraría falta de respeto a cualquier religión o libro religioso. Nosotros, como comunidad cristiana, hemos mostrado una y otra vez nuestra fidelidad a la nación de Pakistán y, sin embargo, incidentes como… Jaranwala muestran que en realidad somos ciudadanos de segunda clase para ser aterrorizados y asustados a voluntad”.
El arzobispo Joseph Arshad de Islamabad-Rawalpindi y presidente de la Conferencia de Obispos Católicos describió los ataques de ayer como “un acto abominable que contradice la esencia misma de la paz, el respeto y la tolerancia que nuestra nación se esfuerza por defender. Hago un llamado urgente al gobierno de Punjab para que tome medidas rápidas, decisivas y resueltas contra los responsables de perpetrar este acto atroz. Los culpables deben ser identificados, detenidos y llevados ante la justicia”.
Los comentarios de los arzobispos se producen cuando el ministro principal interino de Punjab, Mohsin Naqvi, prometió este jueves 17 de agosto restaurar todas las iglesias y hogares afectados en unos pocos días.
Mientras tanto, según informes locales, se han desplegado en la zona 3.000 policías, incluidas fuerzas de élite. Hasta anoche, la policía local informó haber realizado 700 arrestos.
Los administradores del distrito han impuesto una prohibición de siete días a todas las formas de reunión, excepto las organizadas por el gobierno.
El gobierno de Punjab ordenó una investigación para investigar el incidente, con términos establecidos por el primer ministro interino Anwaarul Haq.
https://es.zenit.org/
Ayer por la manaña, fui tranquilamente a la Capilla Sixtina a votar. Nunca habría imaginado lo que estaba punto de ocurrir.
Era el 26 de agosto de 1978. El cardenal Albino Luciani tomó el nombre de sus dos predecesores, Juan XXIII y Pablo VI, los papas del concilio, para convertirse en Juan Pablo I.
Explicó que tomó ese nombre para honrar a quienes le habían nombrado obispo y cardenal. Juan Pablo I fue el primer pontífice en llevar un nombre compuesto.
Su pontificado fue breve pero dejó gestos muy elocuentes. Fue el primero en no usar la tiara pontificia y, sobre todo, humanizó mucho más el papado a hablar con sencillez el dialecto de su región.
STEFANIA FALASCA
Fundación Vaticana Juan Pablo I
El dialecto es el idioma familiar. Y la liturgia del Concilio que daba protagonismo a los idiomas locales suponía también una novedad absoluta. De esta manera, el mensaje de la verdad cristiana podía llegar a todos. Y él, con su sencillez, encarnó esto.
Como obispo de Vittorio Veneto Albino Luciani participó en el Concilio Vaticano II. Dejó muchas notas personales que se conservan en los archivos del Vaticano. En ellas emerge lo mucho que este evento impactó en su trabajo como obispo y más adelante como Patriarca de Venecia.
FLAVIA TUDINI, archivista, Archivo Apostólico Vaticano
Tenemos un diario casi cotidiano de los trabajos del Concilio Vaticano II, un cuaderno con reflexiones personales sobre qué significa ser obispo.
Y podemos ver cómo lo aplicó a sus homilías y en el gobierno pastoral de su diócesis.
Aunque su pontificado solo duró 33 días, su personalidad sencilla y su buen humor conquistaron tanto a católicos como a no creyentes. De hecho, su sucesor, Juan Pablo II, decidió llevar su mismo nombre.
El patriarca Albino Luciani deja por última vez Venecia a las 6 de la mañana el 10 de agosto, acompañado solo por su secretario. Salida casi secreta, nadie lo espera para despedirlo.
Son los últimos instantes que transcurre en la ciudad de las lagunas a donde había llegado ocho años antes y de la que se había alejado poco y solamente por breves periodos. Un fotógrafo, que se había quedado al acecho durante toda la noche, conseguirá tomar la imagen del cardenal que desde la puerta trasera del patriarcado sube a la lancha.
En Roma Luciani se aloja en el convento de los padres Agostinianos, frente al ex Santo Oficio, a dos pasos de la plaza de San Pedro. Come en el comedor con los frailes que lo ven a menudo pasear en el jardín recitando el rosario. Es muy puntual a las congregaciones generales de los cardenales, pero no toma nunca la palabra.
“Parecía casi que se escondiese, que tuviera miedo a dejarsever”, contarán después del cónclave algunos “colegas” cardenales. Las reuniones más o menos secretas, durante las cuales los grupos de cardenales intercambian ideas y hablan de las candidaturas, no lo ven nunca presente. Una ausencia de la que se dan cuenta.
El 21 de agosto, cuando faltan cuatro días para el inicio del cónclave, el cardenal brasileño Aloisio Lorscheider, arzobispo de Fortaleza, define en una entrevista el perfil del nuevo Papa:
“Un hombre de la esperanza... No debería intentar imponer soluciones cristianas a los no cristianos. Debería ser sensible a los problemas sociales, abierto al diálogo... Debería ser antes que nada un buen pastor... respetar y alentar a la colegialidad de los obispos... Se debería haber buscado una solución para controlar la natalidad, no en oposición a la Humanae vitae, sino como su proseguimiento”.
Un retrato de papa Luciani. Así, mientras muchos periódicos pintan al patriarca como un gris conservador por las noticias y opiniones recogidas por los intelectuales del clero venecianos que se habían enfrentado a él, los cardenales latinoamericanos progresistas, que ya lo conocen, deciden apoyar su candidatura.
El cardenal africano Hyacinthe Thiandoum, arzobispo de Dakar, conoce desde hace años a Luciani y en 1977 fue su huésped en Venecia durante cinco días. “Antes de irme”, escribió Thiandoum en un artículo publicado en la revista “30 Días” (julio-agosto 1998), “no vacilé en manifestar algunas impresiones y reflexiones basadas todas en una única certeza, la de haber estado junto al futuro Pontífice de la Iglesia Católica. Convicción que hice notar sin vacilación a don Diego, su secretario particular”.
Pocas horas antes del inicio del cónclave, el arzobispo de Dakar invita a almorzar al cardenal Luciani en su residencia romana, en un convento de monjas en la calle De Gasperi. Después de haber dejado la mesa, los dos cardenales se acomodaron en una pequeña sala para tomar el café.
Y entonces fue que Thuiandoum se dirigió a Luciani diciéndole “mi patriarca, le esperamos”. Luciani, adivinando demasido bien el pensamiento del cardenal, le respondió: “Yo soy el patriarca de Venecia”. Thiandoum respondió más explícito: “Nosotros estamos con usted”. Y Luciani, subrayando su más total extrañeza a los ojos del cónclave, replicó: “Esto no tiene nada que ver conmigo”.
La tarde del 25 de agosto de 1978 el patriarca deja el convento de los Agostinianos para entrar en clausura en la Capilla Sixtina. Baja a la portería llevando su maleta. Y dice a un fraile:
“Esperemos que sea rápido. Mi maleta está preparada para volver a Venecia”. Más que parecer convencido, la frase parece un gesto supersticioso. Luciani sabe que está “en peligro”, pero espera que esto no ocurra. El día antes escribe una carta a la sobrina Pia. Según monseñor Gioacchino Muccin, obispo emérito de Feltre-Belluno, de ésta y de otra carta se evidencia que “tenía temor e intentaba esconderlo con sus parientes”.
“Querida Pia...”, escribe Luciani, “hoy hemos concluido el pre-cónclave con la última Congregatio generalis”. Después, echadas a suerte las celdas, hemos ido a verla. A mí me ha tocado el número 60, un saloncito adaptado como habitación para dormir. Y como en el seminario de Feltre en 1923: cama de hierro, un colchón, y un cuenco para lavarse. En el 61 está el cardenal Tomasek de Praga.
Más allá los cardenales Tarancón (Madrid), Medeiros (Boston), Sin (Manila), Malula (Kinshasa). Falta Australia y se podría decir que está “concentrado” todo el mundo. No se cuanto durará el cónclave. Difícil encontrar una persona que se enfrente a tantos problemas, hay cruces muy pesadas. Por fortuna, yo estoy fuera de peligro.
Es ya muy grave la responsabilidad de votar en esta circunstancia”. La segunda carta es del 25 de agosto y está dirigida a su hermana, Antonia Luciani en Petri. “Querida hermana, te escribo antes de entrar en el cónclave.Son momentos de gran responsabilidad: a pesar de que no hay ningún peligro para mí –no obstante las habladurías de los periódicos-- votar a un papa en estos momentos es un peso”.
“Esas 'habladurías'”, subraya el obispo Muccin, “y ese insistir en el hecho de que “yo estoy fuera de peligro” tienen para él un “sabor agridulce” y se parecen al tono de algunas cartas escritas a los familiares de Sotto il Monte, y, una también a mí, del cardenal Roncalli antes del cónclave de octubre de 1958. La que estaba dirigida a mí terminaba incluso con un Silentium meum loquitur tibi (mi silencio te habla, nda).
De los tres patriarcas de Venecia convertidos en sucesores de Pedro en este siglo, fue una sorpresa absoluta solo la elección del cardenal Giuseppe Sarto en el cónclave del 1903”.
En la tarde del viernes 25 de agosto de 1978, cuando los 111 cardenales electores ingresaron en la Capilla Sixtina, la de Luciani es mucho más que una candidatura genérica. Dentro del recinto del cónclave los cardenales sufren por el calor y por la organización no adecuada de sus exigencias: en muchas habitaciones no hay agua corriente, los baños son comunes. Ya una semana antes el cardenal Giuseppe Siri, veterano absoluto de los cónclaves habiendo vivido ya dos, dirá al amigo periodista Benny Lai:
“El cónclave no durará más de tres días, máximo cuatro. Después de tres días no se puede vivir en estas condiciones. Igual se coge una silla y se la hace papa con tal de salir de aquí. ¿Sabe qué es lo que llevo conmigo en clausura? Media botella de cognac. No para mí sino para el elegido. Lo he hecho en precedentes cónclaves y ha servido, me crea”.
“Mi habitación era un horno”, recordará el cardenal Suenens en su libro 'Recuerdos y esperanzas', “una especie de sauna. Es difícil imaginar lo que significa dormir en un horno. Había solo una ventana pero estaba sellada. Al día siguiente, con las fuerzas de las manos, conseguí abrirla: qué don divino el oxígeno y un poco de aire fresco. Se podía correr el riesgo de ponerse enfermo”.
Sábado 26 de agosto, después de la celebración de la Misa y del desayuno, los 111 cardenales se encontraron en la Capilla Sixtina para la primera votación. El cónclave aparentemente no se presentaba fácil: son necesarios para la elección al menos 75 votos, dos tercios más uno del consenso.
“Se podía creer que el cónclave iba a ser largo y difícil”, dirá el cardenal Franz Koening, arzobispo de Viena. En realidad era evidente desde la primera votación quienes eran los verdaderos candidatos.
Según las confidencias del cardenal de Guatemala Mario Casariego, que había sido consagrado obispo por Juan XXIII el 27 de diciembre de 1958 junto a Luciani, éste habría sido el resultado de la primera votación: Giuseppe Siri 25 votos, Albino Luciani 23, Sergio Pignedoli 18, Sebastiano Baggio 9, Franz Koenig 8, Paolo Bertoli 5, Eduardo Pironio 4, Pericle Felici 2 y Aloisio Lorscheider 2. Uno de los dos votos obtenidos por el cardenal brasileño había sido con toda probabilidad del cardenal Luciani.
El segundo escrutinio se lleva a cabo inmediatamente, sin pausa. Luciani ve aumentar en modo considerable los votos que llegan hasta 53, mientras Siri mantiene prácticamente invariables los suyos (de 25 baja a 24). Las otras preferencias se pierden y por primera vez sobre algunas fichas aparece el nombre del arzobispo de Cracovia Karol Wojtyla.
La primera fumata, al final de la mañana, es negra. “Recuerdo que el sábado por la mañana, saliendo de la Capilla Sixtina, encontramos al patriarca Luciani”, recuerda el cardenal húngaro Lazlo Lékai, “entonces le dijimos: “Los votos están aumentando”. Él bromeó: “Esto es solo un temporal de verano”. Una respuesta parecida de Luciani obtendrá el cardenal africano Joseph Malula, que cuenta haber abrazado al patriarca antes del inicio de las votaciones de la tarde “porque estaba claro que algo se estaba preparando”.
Decisivo para la elección es la pausa del almuerzo. Durante esas horas el cardenal español Vicente Enrique y Tarancón reúne a algunos colegas cardenales en su habitación para decidir cuál es la actitud que hay que tener frente a una elección que parecía ya inevitable entre Luciani y Siri.
“Estaban presentes los cardenales Suenens, Alfrink, Koenig, Cordeiro y otros más... Hablamos entre nosotros porque nos sentíamos fuera de la pista”. Tarancón deja caer que muchos cardenales progresistas se orientan hacia Luciani incluso si inicialmente lo consideraban “un hombre tímido... Entrando en el cónclave suponía que Luciani podría ser la solución del tercer día, después de distintas votaciones”.
“Después de las primeras votaciones”, recuerda el cardenal Silvio Oddi, “salió inmediatamente el nombre. Inesperado. Luciani, ¿por qué no? Dijeron en tantos. Una persona buena, inteligente y pía. Y el consenso se difundió rápidamente. Pensamos en él como en un nuevo Pío X, también él patriarca de Venecia, un Papa bueno y santo”.
Se vota por tercera vez, y a las 16,30 el nombre del patriarca resuena en la Capilla Sixtina con unos sesenta votos. Falta poco a la elección. Y es entonces que el cardenal Felici manda una nota a Luciani dirigida “al nuevo Papa”, una pequeña Vía Crucis. “Gracias”, respondió inmediatamente el patrica, “pero no está todavía decidido”. “Después del tercer escrutinio”, dijo Juan Pablo I, “me hubiera gustado desaparecer sin que nadie se diera cuenta”.
El cuarto escrutinio comienza en un clima de creciente excitación. Según las reconstrucciones más acreditatas, Luciani obtiene 101 votos sobre 111.
“Una mayoría extraordinaria, tres cuartos de los votos para una personalidad poco conocida”, observará el cardenal Suenens. “El martes sucesivo a la elección”, cuenta Camillo Bassotto, biógrafo de papa Luciani, “nos encontramos en audiencia privada con el Papa, junto al vicario de la diócesis de Venecia, monseñor Bosa. A penas Juan Pablo I nos recibió, en la habitación anterior del estudio privado, monseñor Bosa le preguntó: “Santidad, ¿es cierto que ha sido elegido por unanimidad?”. Y el Papa: “Casi por unanimidad”.
Cuando el nombre del elegido resuena por la 75 vez, en la Capilla Sixtina estalla un caluroso aplauso. “Nos pusimos en pie a aplaudir”, cuenta el cardenal Enrique y Tarancón, “pero no lo vimos. Estaba agachado en su silla, se había hecho pequeño pequeño, quería casi esconderse”. Al final de la votación, Luciani aparece “preocupado y angustiado”. Pero cuando el cardenal Siri, Villot y Felici se le acercan para preguntarle si acepta la elección, el patriarca responde “acepto”. Y anuncia querer llamarse “Juan Pablo I”.
Después de vestir el hábito blanco, el más pequeño de los tres preparados por el sastre pontificio Gammarelli, que le estaba sin embargo demasiado ancho, el nuevo Papa vuelve a entrar en la Capilla Sixtina para recibir el homenaje de los cardenales: “Soy un pobre Papa, soy un humilde Papa...” repite a todos pidiéndoles rezar.
Poco después de las 19 una densa fumata de color gris inicia a salir desde la chimenea de la Capilla Sixtina. No se entiende si es blanca o negra. Pero la intensidad creciente del humo y un cierto movimiento que se ve dentro de los grandes balcones de San Pedro hace intuir que la elección se haya producido.
La aparición del cardenal protodiacono Pericle Felice en la logia central de San Pedro lo confirma. El cardenal lee la fórmula y anuncia: “Habemus Papam”. Antes de que llegue a pronunciar el apellido del elegido la multitud aplaude. Basta solo con el nombre de pila, Luciani es el único de los 111 en el cónclave que se llama Albino.
A las 19,31 el nuevo Papa hace su primera aparición desde el balcón. Sonríe, está visiblemente emocionado. El hábito blanco, demasiado grande, se le escurre de un lado. Juan Pablo I habría querido dirigir alguna palabra a la multitud, pero el ceremoniero, monseñor Virgilio Noè, le dice que no se suele hacer.
Leyendo la fórmula de la bendición “Urbi et Orbi”, Luciani tiene la voz rota de la emoción. Mientras vuelve y se dirige hacia el aula, reprocha bromeando a los cardenales: “Que Dios os perdone por lo que habéis hecho”. El cónclave ha terminado pero Juan Pablo I, por sorpresa, pide a los cardenales que se queden una noche más para poder cenar todos juntos, y en la mesa se sienta en el mismo sitio que ocupaba los días anteriores. Un cardenal español, que desea por fín fumar, se acerca al Papa y le pide el permiso. “Le permito hacerlo a condición de que el humo sea blanco”, responde irónicamente el nuevo Papa.
ANDREA TORNIELLI
http://vaticaninsider.lastampa.it
Entramos en la Basílica del Santo Sepulcro, en el corazón de este templo se encuentra el lugar donde Jesús fue sepultado y al tercer día resucitó. Podemos entrar sin hacer colas en la cámara del Sepulcro y ver el lugar donde resucitó Jesús que está protegido por unas láminas de mármol y que cada año recibe la visita de millones de católicos que lo veneran.
Pero si la realidad virtual le parece poco, también puede ver en imágenes reales los Santos lugares. Podrá recorrer todos los rincones del templo construido en el siglo IV por el emperador Constantino. Volviendo a la realidad virtual, puede visitar la capilla del hallazgo de la Cruz donde Santa Elena, madre del emperador, descubrió los restos de la Cruz de Jesús. La capilla contigua está dedicada a Santa Elena.
Nos acercamos ahora a la Iglesia de la Natividad de Jesús en Belén. El templo se construyó sobre el lugar donde según la tradición la Virgen María dio a luz a Jesús, exactamente aquí rodeado de iconos y candelabros está el altar del Nacimiento.
Otro lugar para descubrir es donde estuvo la Cruz en la que murió Jesús, que se venera protegido bajo un altar para que los peregrinos recen.
El tour ofrece muchas posibilidades, por ejemplo, una sección para los más pequeños con juegos donde conocer, acompañado de una paloma, los Santos Lugares; y otro espacio con una amplia galería de fotografías.
Si está planeando visitar Tierra Santa, la web le ofrece incluso un mapa interactivo donde muestra qué lugares visitar y dónde sucedieron los hechos de la vida de Jesús en Jerusalén. Por ejemplo, podrá conocer las catorce estaciones del Via Crucis, el camino final de Jesús hacia el Calvario.
Estructuras que podrían identificarse como los restos del Teatro de Nerón han sido reveladas en una investigación arqueológica llevada a cabo por la Superintendencia Especial de Arqueología de Roma en el patio interior del Palazzo della Rovere, sede de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén, ubicado cerca del Vaticano.
La excavación ha revelado una estratigrafía detallada que abarca desde la época tardorrepublicana hasta el siglo XV, según informó el Ministerio de Cultura de Italia.
"Se trata de un descubrimiento de suma importancia", explica Daniela Porro, superintendente especial de Roma, "que daría testimonio de un edificio excepcional de la época julio-claudia (desde el 27 a.C. hasta el 68 d.C.), el teatro donde Nerón ensayaba sus representaciones poéticas y musicales, conocido por referencias antiguas pero nunca antes hallado".
Capitel romano hallado durante las excavaciones en el área atribuida al antiguo teatro de Nerón. Imagen cedida por la Superintendencia Especial de Roma.
Este sitio forma parte de la extensa propiedad de la familia Julio-Claudia, donde Calígula había erigido un gran circo para carreras de caballos y Nerón había construido un teatro, tal como lo mencionaron Plinio, Suetonio y Tácito.
Entre otras cosas, en su obra Anales el historiador y senador romano Tácito menciona a Cristo, su ejecución por Poncio Pilato y la existencia de los primeros cristianos en Roma, destacando este hecho en el contexto del gran incendio que afectó a la ciudad durante el reinado de Nerón en el año 64.Ç
Los restos que han sido descubiertos incluyen columnas lujosamente esculpidas en mármol, refinadas decoraciones de estuco y espacios de servicio, posiblemente almacenes para vestuario y decorados. Estos elementos, junto con la avanzada técnica de construcción y los sellos de ladrillo, permiten identificar los edificios encontrados como el Theatrum Neronis mencionado en fuentes antiguas.
Se han hallado raros ejemplares de copas de vidrio, jarras y cerámica, insignias de peregrinos, objetos de hueso y moldes para rosarios, así como bestiarios al borde de los caminos. Según los expertos arqueólogos, estos elementos atestiguan la evolución de la zona durante la Edad Media, entre actividades productivas y peregrinaciones a la tumba del Apóstol Pedro, el primer Papa.
Este descubrimiento está relacionado con el martirio de los cristianos después del famoso incendio de Roma en el 64 d.C. En esa época, Nerón, quien había sido emperador romano desde el año 54 d.C., transformó el circo de Calígula en un escenario macabro para ejecutar a decenas de cristianos, a quienes acusó de ser responsables del incendio de la ciudad.
Esto ocurrió en la zona conocida como el Vaticanum, adyacente a la recién descubierta área arqueológica, antes mencionada.
En este contexto, es relevante recordar que el 29 de junio de 2020, después del Ángelus en la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, el Papa Francisco honró a los protomártires de la ciudad, quienes perdieron la vida bajo el régimen de Nerón. El Santo Padre recordó a los mártires decapitados, quemados vivos y asesinados en esta misma tierra.
Anualmente, la Iglesia conmemora el martirio de más de 900 cristianos, asesinados durante el gobierno de Nerón el 30 de junio. La historia narra que el crecimiento de la comunidad cristiana desencadenó el rechazo del Senado romano hacia esta nueva religión, considerándola ilícita alrededor del año 35 d.C.
Nerón, con el objetivo de eludir la culpa del incendio de Roma, acusó a los cristianos, difamándolos como practicantes del canibalismo y comportamiento incestuoso. Esto desencadenó persecuciones en las que muchos cristianos perdieron la vida.
En este sentido, los Apóstoles Pedro y Pablo se unieron a una multitud de elegidos que sufrieron tormentos por su fe, convirtiéndose en ejemplos notables, según escribió el Papa San Clemente I en una carta a los Corintios.
+ info -
https://www.primeroscristianos.com/primeros-martires-romanos/
Santa Elena es conocida como la patrona de los matrimonios rotos, ya que su marido se divorció de ella tras 20 años juntos. La dejó por una mujer de una de las familias imperiales de Roma. También se la conoce como la patrona de los arqueólogos.
A los 56 años, Santa Elena se trasladó a Roma y se convirtió al cristianismo. Después, peregrinó a Tierra Santa, donde descubrió muchos de los principales lugares históricos que hoy visitan los cristianos.
Según la tradición, Santa Elena descubrió la Vera Cruz en Jerusalén, así como los clavos de la crucifixión de Jesús. Llevó consigo a Roma reliquias que ahora pueden visitarse en la Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén.
Pero su contribución a Roma no se detiene ahí. También se cree que trajo la escalera que recorrió Jesús durante su Pasión.
La tumba de Santa Elena se encuentra en Roma, en un yacimiento arqueológico construido por su hijo Constantino. Otras reliquias suyas se encuentran en los Museos Vaticanos.
https://www.primeroscristianos.com/el-descubrimiento-de-la-santa-cruz-en-jerusalen-entre-la-historia-y-la-leyenda-de-santa-elena/
Frecuenta las catacumbas de San Calixto y un día, pensando que su juventud habría sido la mejor protección para la Eucaristía, se ofrece para llevar el Pan consagrado a los encarcelados y a los enfermos.
Pero a lo largo del camino encuentra a algunos jóvenes paganos que se dan cuenta que Tarsicio lleva algo apretado bajo su manto e intentan arrebatárselo. El muchachito no cede y entonces lo golpean a patadas, alguno toma unas piedras y se las tira.
Tarsicio resiste y logra no hacer profanar las hostias. Ya agonizante, lo socorre a escondidas un oficial pretoriano convertido al cristianismo, que lo lleva al sacerdote de su comunidad. Entre las manos cerradas, apretadas al pecho, hay todavía un pedazo de tela con la Eucaristía.
Después de la muerte, Tarsicio es sepultado en las catacumbas de San Calixto. En el epitafio, redactado por el Papa Dámaso I, se indica el año 257. Estas palabras escritas en las catacumbas de San Calixto, llegadas a través de varios testimonios, nos recuerdan su martirio:
“Mientras un grupo de malvados se arremetía contra Tarsicio
queriendo profanar la Eucaristía que llevaba,
él, herido a muerte, prefirió perder la vida
antes que entregar a los perros rabiosos
el cuerpo celeste de Cristo”.
Acerca del protomártir de la Eucaristía se refiere también una tradición oral según la cual sobre su cuerpo no fue encontrado el Santísimo Sacramento.
Según tal tradición, la Partícula Consagrada, defendida con la vida por el joven acólito, se había transformado en carne de su carne. Una única Hostia unida a su cuerpo y ofrecida a Dios.
ver en wikipedia
No habían pasado dos décadas desde la Ascensión de Cristo, y la semilla del Evangelio ya se había esparcido por numerosas ciudades del Imperio. En Roma, la Buena Nueva tuvo acogida entre algunos judíos que profesaban a Jesús de Nazaret como el Salvador; entre ellos, Aquila, un tejedor de tiendas de campaña. Procedía de la diáspora por la Anatolia del Norte, la actual Turquía.
Su mujer, Priscila —abreviado, Prisca —, era romana. Según una antigua tradición, estaba emparentada con el senador Caio Mario Pudente Corneliano, que hospedaba a San Pedro en su casa en el Viminale. Aunque no hay fuentes escritas que lo testimonien, existen pinturas del Príncipe de los Apóstoles administrando el Bautismo a una joven llamada Prisca.
En los albores de nuestra era, el Estado romano confundía a los cristianos con los judíos, hasta el punto de ofrecerles los mismos privilegios: libre ejercicio del culto y dispensa de obligaciones incompatibles con el monoteísmo, como el culto al emperador. A finales de los años cuarenta, surgieron discrepancias dentro de la comunidad judía acerca de la cuestión mesiánica, y las controversias llegaron a oídos del emperador Tiberio Claudio César.
Claudio se había mostrado benévolo con los judíos, pero el temor de una posible revuelta fue motivo suficiente para exiliarlos de Roma, al menos por un tiempo. Un oficial de la corte imperial, el historiador Suetonio, narra escuetamente el decreto del año 49: iudaeos impulsore Chresto assidue tumultuantis Roma expulit (“expulsó de Roma a los judíos, pues provocaban desórdenes a causa de Cresto”). «Se ve queClaudio no conocía bien el nombre del Señor —en lugar de Cristo dice Cresto — sólo tenía una idea muy confusa de lo que había sucedido». Forzados a dejar la Ciudad Eterna, Aquila y Priscila se trasladaron a Corinto, la capital de Acaya.
Los jóvenes inmigrantes debieron abrirse camino en una ciudad cosmopolita. Por sus calles desfilaban griegos, romanos, africanos, judíos... Las tradiciones y mentalidades más diversas convergían en la capital: del levante sirio llegó el culto a Melkart y Astaré; de Roma, los espectáculos sangrientos; los frigios implantaron la veneración a Cibeles, la madre de los dioses.
Además, Corinto estaba consagrada a Afrodita. A primera vista, el panorama no presentaba facilidades para que arraigara la vida cristiana. Corinto se emplazaba entre oriente y occidente como escenario clave para quien fuera capaz de dar un nuevo rumbo a la historia. Los corintios frecuentaban las numerosas termas, teatros y basílicas, y los intelectuales tenían acceso a escuelas filosóficas de gran relieve.
La misma ciudad que abría sus puertas a costumbres inhumanas y a todo tipo de novedades, acogió a este matrimonio cristiano entre sus habitantes. Como era núcleo de la industria de la púrpura y del tejido, Aquila no tardó en instalar su propio taller en un local abierto a la calle.
Llevaban pocos meses viviendo en Acaya, cuando un viajero pidió asilo en su casa. El huésped llegaba de Atenas, abatido, después de dirigirse a personas ávidas de oír nuevos discursos, pero que no hacían caso de las palabras ni se preocupaban de su contenido: sólo les interesaba tener algo de qué hablar. Tiempo después, San Pablo recordaba su entrada en Corinto: “me he presentado ante vosotros débil, y con temor y mucho temblor"
Aquila y Priscila no soñaban encontrarse con el Apóstol en Acaya. Además de alojarlo en su propio hogar, Aquila compartió el taller con San Pablo, pues también era fabricante de tiendas.
Los Hechos de los Apóstoles cuentan poco acerca de los ratos de labor en el taller de Aquila. Debían de ser momentos de gran concentración, porque los tejedores incluso estaban eximidos de una ley que prescribía ponerse de pie al ver pasar a ciertos personajes distinguidos, para no desatender su tarea. Uno de los hechos más relevantes de la historia tuvo lugar a finales del 50 o principios del 51, durante aquellos días de trabajo cotidiano.
Timoteo y Silas llegaron a Corinto para hablar con San Pablo: traían noticias de los de Tesalónica, que sufrían violentas persecuciones por parte de quienes se resistían a aceptar el Evangelio. El Apóstol decidió escribirles para fortalecerlos en la fe y aclarar dudas en torno a la suerte de los difuntos y a la segunda venida del Señor. La primera Carta a los Tesalonicenses es, cronológicamente, el primer libro del Nuevo estamento.
Las horas en el taller contaron momentos de expansión de la fe, no sólo por la actuación del Apóstol sino también por la de Aquila y Priscila y de otros cristianos, gentes desconocidas. En pocos años, la Iglesia de Acaya llegó a ser una de las más importantes. Recibieron el Bautismo tanto Crispo, el jefe de la sinagoga, como Erasto, el tesorero de la ciudad; Tercio, quien más tarde sería secretario de Pablo; Ticio Justo, miembro de la colonia romana, que vivía en una gran casa junto a la sinagoga; Estéfanas —un prosélito— y su familia.
Se bautizaron libertos, artesanos y esclavos en una ciudad que parecía sorda a las mociones de la gracia. Pablo recordaría más tarde a los corintios: “ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los injuriosos, ni los rapaces es heredarán el Reino de Dios. Y esto erais algunos. Pero habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre de Jesucristo el Señor y en el Espíritu de nuestro Dios”.
Despuntaba el otoño del año 52, cuando San Pablo dejó Corinto, después de una intensa labor apostólica que le supuso sufrir duras incomprensiones y la expulsión de la sinagoga. Aquila y Priscila le acompañaron a Éfeso. Esta vez no salían por la fuerza, como en su exilio de Roma. La fe les presentaba proyectos que años antes no hubieran vislumbrado.
“Los cristianos —escribía Orígenes— no desaprovechan nada de lo que está en su mano para extender su doctrina en el universo entero. Para conseguirlo, hay quien se ha dedicado a ir de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, para llevar a los demás al servicio de Dios” Junto a Silas y Timoteo, que formaban el séquito del Apóstol, llegaron a destino, después de una travesía de casi diez jornadas.
La nave ancló en el puerto de Palermo, una desembocadura del río Caistro, y los viajeros subieron a la pequeña barca que los dejó en Éfeso, la capital del Asia proconsular. Pablo se detuvo allí poco tiempo, pues debía continuar hacia Siria. Aunque los judíos del lugar le rogaron que se quedara, el Apóstol se despidió de ellos, con la promesa de volver.
Éfeso era el centro de la provincia más populosa de Asia, donde vivía una importante colonia de hebreos que gozaban del libre ejercicio de la religión. Algunos, venidos de la diáspora, se habían unido a la predicación de Juan el Bautista, en el Jordán. Después se dispersaron, y comenzaron a proclamar a Jesús por cuenta propia. Hablaban de Cristo, pero no sólo no habían recibido el Espíritu Santo, sino que ni siquiera tenían noticia de que existiera el Paráclito. Tal era la condición de Apolonio —abreviado, Apolo—, “hombre elocuente y muy versado en las Escrituras”.
San Lucas precisa que era natural de Alejandría de Egipto, centro importante de la teología judía, donde se profundizaba en la relación entre el Logos, la razón creadora del mundo, y la Revelación contenida en el Antiguo Testamento. Uno de los jefes más reconocidos era el judío Filón, que buscaba conciliar el pensamiento platónico con la enseñanza de las Escrituras. Es posible que Apolo fuera educado en esta cultura de amplios horizontes, abierta a la verdad. Un día, Aquila y Priscila escucharon la predicación de Apolo en la sinagoga.
Reconocieron el esplendor de un discurso mesiánico y notaron que “en la mente de ese hombre ya se había insinuado la luz de Cristo: había oído hablar de El, y lo anuncia a los otros. Pero aún le quedaba un poco de camino, para informarse más, alcanzar del todo la fe, y amar de veras al Señor”.
Cuando el joven terminó de hablar, “le tomaron consigo y le expusieron con más exactitud el camino de Dios.” El hombre docto atendió las razones. Una vez descubierto el camino, se dispuso a emprenderlo y pidió ser bautizado. Como Apolo pensaba viajar a Acaya, le animaron a presentarse ante la iglesia de Corinto, y escribieron a los discípulos para que le recibieran. Allí fue “de gran provecho, con la gracia divina, para los que habían creído, pues refutaba vigorosamente enpúblico a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús es el Cristo.“
Por la carta de San Pablo a los romanos —escrita hacia el año 57— sabemos que Aquila y Priscila regresaron a la Urbe: “saludad a Priscila y Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús, a quienes damos gracias no sólo yo sino también todas las iglesias de los gentiles, y saludad a la iglesia que se reúne en su casa.”
Este tipo de reunión es precisamente lo que en griego se llama “ekklesia”, en latín “ecclesia”, en italiano “chiesa”, en español “iglesia” que quiere decir convocación, asamblea, reunión. La casa de Aquila y Priscila se asentaba probablemente en los cimientos de la actual iglesia de Santa Prisca, en el Aventino. Las excavaciones arqueológicas de los años 1933 a 1966 descubrieron dos edificios de los siglos I y II. En el del siglo II, se encontró un lugar de culto al dios Mitra.
El hallazgo reafirma la existencia de una domas ecclesiae en sus cimientos, porque era habitual levantar templos paganos donde se había celebrado la liturgia cristiana, para tratar de erradicar la fe en Jesucristo.En la casa del siglo I, se reconoció el titulus Priscae: la tablilla que indicaba quién era el titular de la casa. Con el tiempo —hacia el siglo III— la cura pastoral hizo necesaria la división de la ciudad de Roma en varios tituli, o centros, que hoy llamaríamos parroquias.
Benedicto XVI comenta que, a la gratitud por la fidelidad de esas primeras iglesias de las que habla San Pablo en su Carta a los romanos, “se debe unir también la nuestra, pues gracias a la fe y al compromiso apostólico de fieles laicos, de familias como las de Aquila y Priscila, el cristianismo ha llegado a nuestra generación(…).
Para arraigar en la tierra, para desarrollarse ampliamente, era necesario el compromiso de estas familias, de estas comunidades cristianas, de fieles laicos que ofrecieron el “humus” al crecimiento de la fe. Y sólo así crece siempre la Iglesia.
Toda casa puede transformarse en una pequeña iglesia. No sólo en el sentido de que en ella tiene que reinar el genuino amor cristiano, hecho de generosidad y atención recíproca, sino más aún, en el sentido de que toda la vida familiar, en virtud de la fe, está llamada a girar en torno al único señorío de Jesucristo”.
No sabemos cuánto tiempo permanecieron Aquila y Priscila en Roma. Hacia el año 67 se encontraban en Éfeso, pues San Pablo les envía saludos, en su carta a Timoteo.
Algunos autores hablan de un nuevo regreso del matrimonio a la Ciudad Eterna o, al menos, de Prisca.
En todo caso, los datos biográficos que han llegado a nuestros días son suficiente motivo de gratitud a quienes siguieron los planes de Dios, yendo de una ciudad a otra.
Historia, antigüedades y espléndidos mosaicos en una ciudad única: Séforis. Capital de Galilea en tiempos de Jesús, una vez al año se llena de cristianos porque ésta, según una tradición apócrifa, es la ciudad de los santos Joaquín y Ana.
Para nosotros es muy bonito, más o menos 250-300 fieles vienen de Nazaret y alrededores. Un día en el que no hay silencio monástico sino que se eleva la oración católica cristiana. Todas las personas pueden participar y celebrar misa con nosotros.
Dos monjes de la congregación del Verbo Encarnado custodian los restos de la Basílica de los cruzados, que se encuentra en un terreno comprado por la Custodia de Tierra Santa en 1841.
Es sin duda una alegría, es una gracia de Dios estar aquí donde estuvo la casa de Santa Ana. Aquí vivió la Virgen niña; quizás jugó aquí en el jardín y también lo más probable es que José y Jesús vinieran por negocios. Estamos en Séforis, la capital de Herodes en ese momento. Estoy feliz de ser parte de esto tan grande: Renovar la peregrinación a este lugar "escondido" pero muy importante porque aquí podemos ver claramente la santificación en la vida diaria.
Una ciudad situada a pocos kilómetros de Nazaret, de la que no hablan ni el Antiguo ni el Nuevo Testamento, que sin embargo —según escribió el historiador Flavio Josefo— en el siglo I d.C. se convirtió en “la joya de Galilea”.
Se trata de una cisterna de agua que data del siglo I d.C. Es parte del sistema de agua que solía traer agua a Tzippori. Los romanos desarrollaron el sistema que traía agua de los manantiales de toda la zona, y la almacenaban en uno de los aljibes, por ejemplo, este.
En los siglos II y III, Séforis aparece como una típica ciudad romana: cardo y decumanus, calles pavimentadas, distritos comerciales y residenciales y un teatro con más de 3.000 asientos. Todo para una población mixta: judíos, cristianos y paganos.
En la época romana, en la época pagana, en la época de Jesús, había un templo aquí, un templo romano pagano. Estaba ubicado aquí y conectado al camino. Posteriormente con la llegada del cristianismo, en el siglo IV, el templo fue transformado en iglesia. Aquí construyeron una gran iglesia: lo que veis aquí son los restos de un gran ábside.
Aquí, en cambio, están los restos de capiteles de la gran basílica en cuyos lados se ven cruces.
Estamos en el barrio judío de Tzippori. Está fechado en el siglo I o II. Y lo que podemos ver de la excavación son muchas casas pequeñas. Cada uno de ellos cuenta con instalaciones para la preparación de alimentos, pero también cuentan con baños rituales, lo que llamamos mikveh, que ha formado parte de la vida judía desde la antigüedad hasta nuestros días. Recogían agua del techo y la llevaban a los baños rituales.
Son muchas las maravillas del pasado que resurgen: desde el fuerte de los cruzados, pasando por el teatro hasta una casa con el famoso pavimento de mosaico dedicado a Dionisio y los gozos de la vendimia.
Podemos admirar este antiguo mosaico del siglo II. Podemos ver personajes e historias de la vida y sucesos del Dios Dionisio.
Pero me gustaría centrarme en esta hermosa figura: la “Mona Lisa de Galilea”.
Esta pequeña obra está realizada con cientos de pequeñas piedras de más de 20 colores diferentes. Cupido se puede identificar junto a ella, por lo que los eruditos piensan que se trata de la diosa Venus, Afrodita.
La Autoridad de Parques Nacionales de Israel propone el "camino de María". Un recorrido que une todos los lugares: desde el aljibe del siglo I, los restos de época bizantina hasta la judería, y finaliza en el monasterio de la Sagrada Familia. Concentración de historia y fe: esto es lo que ofrece la antigua Séforis.