Desde su debut, The Chosen se ganó el favor del público y la crítica por su retrato íntimo y humano de la historia de Jesús de Nazareth y sus discípulos. En esta quinta temporada, el creador Dallas Jenkins se centra en los días previos a la crucifixión, incluyendo los conflictos políticos y religiosos que se intensifican a medida de que el Maestro desafía las expectativas de su pueblo.
“La mesa está puesta. El pueblo de Israel recibe a Jesús como rey mientras sus discípulos esperan su coronación. Pero, en lugar de enfrentarse a Roma, él cambia por completo el significado de la festividad judía. Con su poder amenazado, los líderes religiosos y políticos del país harán todo lo posible para asegurarse de que esta cena de Pascua sea la última de Jesús”, expresa la sinopsis oficial.
Jonathan Roumie, quien interpreta a Jesús en la serie, adelantó que esta entrega será la más desafiante a nivel emocional. En entrevista con The 700 Club, describió la temporada como “un bulldozer, una oleada de emociones y conflictos”.
El actor además destacó la reacción de su personaje ante estos momentos dolorosos y cruciales para su ministerio. “Hemos llegado al punto en que la humanidad de Jesús está en total exhibición. Se va a convertir en el siervo sufrido, y sus respuestas a ello serán completamente humanas”, expresó.
“Ver que todos sus amigos lo abandonan, ya sabes, la desolación, la soledad, la desesperanza, cómo ellos se sienten sobre Jesús. Hay mucha humanidad concentrada aquí”, resumió sobre los nuevos episodios.
El reparto principal de The Chosen regresa para la quinta temporada, encabezado por Jonathan Roumie como Jesús. Junto a él estarán Shahar Isaac (Simón Pedro), Elizabeth Tabish (María Magdalena), Paras Patel (Mateo), Luke Dimyan (Judas), entre otros.
Siguiendo el modelo de la cuarta temporada, The Chosen: La última cena tendrá un estreno cinematográfico antes de estar disponible en streaming.
La primera parte de la temporada estará disponible a partir del 10 de abril en cines latinoamericanos y se pueden adquirir boletos en preventa. Su distribución está a cargo de Trafalgar Releasing.
Tras su emisión en pantalla gigante, la temporada 5 llegará a streaming en algún momento de 2025, confirmó una nota de prensa. En los Estados Unidos, la plataforma que albergará todas las temporadas de The Chosen será Prime Video.
Las estrellas de esta producción volverán a reencontrarse directamente con sus fanáticos en México el próximo 2 de abril, durante un evento exclusivo en Plaza Carso.
Actores como Shahar Isaac (Simón Pedro), Paras Patel (Mateo), Abe Bueno-Jallad (Santiago el Mayor), Vanessa Benavente (María) y Luke Dimyan (Judas) asistirán a la premiere, que incluirá una “Teal-Carpet” donde los seguidores podrán saludarlos antes de la proyección de los primeros dos episodios.
Además, se han programado eventos especiales en Brasil y España, considerando el impacto global de la serie.
La quinta temporada de The Chosen es el preludio para la siguiente entrega, en la que la historia bíblica de Jesús llega a la tensión máxima con el evento de la crucifixión. Fiel a su plan narrativo, la sexta temporada (que retratará el sufrimiento final de su protagonista) tiene su estreno previsto para 2026.
Comienza el Miércoles de Ceniza, cuando el sacerdote impone ceniza en la frente o en la cabeza de los católicos para invitarles a la penitencia.
Las cenizas proceden de las ramas de olivo bendecidas el Domingo de Ramos del año precedente.
Todos los viernes de Cuaresma la Iglesia católica propone no comer carne como signo de penitencia. También propone vivir cierto ayuno el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.
Además invita a los cristianos a vivir otras formas de piedad como dar limosna, hacer alguna peregrinación o practicar alguna otra privación voluntaria para preparar la Semana Santa.
“Fueron detenidos los adolescentes catecúmenos Revocato y Felicidad, ésta compañera suya de servidumbre; Saturnino y Secúndulo, y entre ellos también Vibia Perpetua, de noble nacimiento, instruida en las artes liberales, legítimamente casada, que tenía padre, madre y dos hermanos, uno de éstos catecúmeno como ella, y un niño pequeñito al que alimentaba ella misma. Contaba unos veintidós años.
A partir de aquí, ella misma narró punto por punto todo el orden de su martirio (y yo lo reproduzco, tal como lo dejó escrito de su mano y propio sentimiento).
“Cuando todavía -dice- nos hallábamos entre nuestros perseguidores, como mi padre deseara ardientemente hacerme apostatar con sus palabras y, llevado de su cariño, no cejara en su empeño de derribarme:
- Padre –le dije-, ¿ves, por ejemplo, ese utensilio que está ahí en el suelo, una orza o cualquier otro?
- Lo veo –me respondió.
- ¿Acaso puede dársele otro nombre que el que tiene?
- No.
- Pues tampoco yo puedo llamarme con nombre distinto de lo que soy: cristiana.
[…]
De allí a unos días, se corrió el rumor de que íbamos a ser interrogados. Vino también de la ciudad mi padre, consumido de pena, se acercó a mí con la intención de derribarme y me dijo:
- Compadécete, hija mía, de mis canas; compadécete de tu padre, si es que merezco ser llamado por ti con el nombre de padre. Si con estas manos te he llevado hasta esa flor de tu edad, si te he preferido a todos tus hermanos, no me entregues al oprobio de los hombres. Mira a tus hermanos; mira a tu madre y a tu tía materna; mira a tu hijito, que no ha de poder sobrevivir.
Depón tus ánimos, no nos aniquiles a todos, pues ninguno de nosotros podrá hablar libremente, si a ti te pasa algo.
Así hablaba como padre, llevado de su piedad, a par que me besaba las manos, se arrojaba a mis pies y me llamaba, entre lágrimas, no ya su hija, sino su señora. Y yo estaba transida de dolor por el caso de mi padre, pues era el único de toda mi familia que no había de alegrarse de mi martirio. Y traté de animarlo, diciéndole:
- Allá en el estrado sucederá lo que Dios quisiere; pues has de saber que no estamos puestos en nuestro poder sino en el de Dios.
Y se retiró de mi lado, sumido en la tristeza.
Otro día, mientras estábamos comiendo, se nos arrebató súbitamente para ser interrogados, y llegamos al foro o plaza pública. Inmediatamente se corrió la voz por los alrededores de la plaza, y se congregó una muchedumbre inmensa. Subimos al estrado. Interrogados todos los demás, confesaron su fe.
Por fin me llegó a mí también el turno. Y de pronto apareció mi padre con mi hijito en los brazos, y me arrancó del estrado, suplicándome:
- Compadécete del niño chiquito.
Y el procurador Hilariano, que había recibido a la sazón el ius gladii o poder de vida y muerte, en lugar del difunto procónsul Minucio Timiniano:
- Ten consideración –dijo- a las canas de tu padre; ten consideración a la tierna edad del niño. Sacrifica por la salud de los emperadores.
Y yo respondí:
- No sacrifico.
- Luego ¿eres cristiana?
- Sí, soy cristiana.
Y como mi padre se mantenía firme en su intento de derribarme, Hilariano dio orden de que se lo echara de allí, y aun le golpearon. Yo sentí los golpes de mi padre como si a mí misma me hubieran apaleado. Así me dolí también por su infortunada vejez. […]
Luego, al cabo de unos días, Pudente, soldado lugarteniente, oficial de la cárcel, empezó a tenernos gran consideración, por entender que había en nosotros una gran virtud. Y así, admitía a muchos que venían a vernos con el fin de aliviarnos los unos a los otros.
Mas cuando se aproximó el día del espectáculo, entró mi padre a verme, consumido de pena, y empezó a mesarse su barba, a arrojarse por tierra, pegar su faz en el polvo, maldecir de sus años y decir palabras tales, que podían conmover la creación entera. Yo me dolía de su infortunada vejez.
[…]
En cuanto a Felicidad, también a ella le fue otorgada gracia del Señor, del modo que vamos a decir:
Como se hallaba en el octavo mes de su embarazo (pues fue detenida encinta), estando inminente el día del espectáculo, se hallaba sumida en gran tristeza, temiendo se había de diferir su suplicio por razón de su embarazo (pues la ley veda ejecutar a las mujeres embarazadas), y tuviera que verter luego su sangre, santa e inocente, entre los demás criminales.
Lo mismo que ella, sus compañeros de martirio estaban profundamente afligidos de pensar que habían de dejar atrás a tan excelente compañera, como caminante solitaria por el camino de la común esperanza. Juntando, pues, en uno los gemidos de todos, hicieron oración al Señor tres días antes del espectáculo.
Terminada la oración, sobrecogieron inmediatamente a Felicidad los dolores del parto. Y como ella sintiera el dolor, según puede suponerse, de la dificultad de un parto trabajoso de octavo mes, díjole uno de los oficiales de la prisión:
- Tú que así te quejas ahora, ¿qué harás cuando seas arrojada a las fieras, que despreciaste cuando no quisiste sacrificar?
Y ella respondió:
- Ahora soy yo la que padezco lo que padezco; mas allí habrá otro en mí, que padecerá por mí, pues también yo he de padecer por Él.
Y así dio a luz una niña, que una de las hermanas crió como hija. […]
Martirio de las santas Felicidad y Perpetua
Como el tribuno los tratara con demasiada dureza, pues temía, por insinuaciones de hombres vanos, no se le fugaran de la cárcel por arte de no sabemos qué mágicos encantamientos, se encaró con él Perpetua y le dijo:
- ¿Cómo es que no nos permites alivio alguno, siendo como somos reos nobilísimos, es decir, nada menos que del César, que hemos de combatir en su natalicio? ¿O no es gloria tuya que nos presentemos ante él con mejores carnes?
El tribuno sintió miedo y vergüenza, y así dio orden de que se los tratara más humanamente, de suerte que se autorizó a entrar en la cárcel a los hermanos de ella y a los demás, y que se aliviaran mutuamente; más que más, ya que el mismo Pudente había abrazado la fe.
[…]
Mas contra las mujeres preparó el diablo una vaca bravísima, comprada expresamente contra la costumbre. Así, pues, despojadas de sus ropas y envueltas en redes, eran llevadas al espectáculo. El pueblo sintió horror al contemplar a la una, joven delicada, y a la otra, que acababa de dar a luz. Las retiraron, pues y las vistieron con unas túnicas.
La primera en ser lanzada en alto fue Perpetua, y cayó de espaldas; pero apenas se incorporó sentada, recogiendo la túnica desgarrada, se cubrió la pierna, acordándose antes del pudor que del dolor. Luego, requerida una aguja, se ató los dispersos cabellos, pues no era decente que una mártir sufriera con la cabellera esparcida, para no dar apariencia de luto en el momento de su gloria.
Así compuesta, se levantó, y como viera a Felicidad tendida en el suelo, se acercó, le dio la mano y la levantó. Ambas juntas se sostuvieron en pie, y, vencida la dureza del pueblo, fueron llevadas a la puerta Sanavivaria. Allí, recibida por cierto Rústico, a la sazón catecúmeno, íntimo suyo, como si despertara de un sueño (tan absorta en el Espíritu había estado), empezó a mirar en torno suyo, y con estupor de todos, dijo:
- ¿Cuándo nos echan esa vaca que dicen?
Y como le dijeran que ya se la habían echado, no quiso creerlo hasta que reconoció en su cuerpo y vestido las señales de la acometida. Luego mandó llamar a su hermano, también catecúmeno, y le dirigió estas palabras:
- Permaneced firmes en la fe, amaos los unos a los otros y no os escandalicéis de nuestros sufrimientos. […]
Mas como el pueblo reclamó que salieran al medio del anfiteatro para juntar sus ojos, compañeros del homicidio, con la espada que había de atravesar sus cuerpos, ellos espontáneamente se levantaron y se trasladaron donde el pueblo quería. Antes se besaron unos a otros, a fin de consumar el martirio con el rito solemne de la paz.
Todos, inmóviles y en silencio, se dejaron atravesar por el hierro; pero señaladamente Sáturo (que era quien los había introducido en la fe y que se había entregado voluntariamente al conocer su encarcelamiento para compartir así su suerte), como fue el primero en subir la escalera y en su cúspide estuvo esperando a Perpetua, fue también el primero en rendir su espíritu.
En cuanto a ésta, para que gustara algo de dolor, dio un grito al sentirse punzada entre los huesos. Entonces ella misma llevó a su garganta la diestra errante del gladiador novicio. Tal vez mujer tan excelsa no hubiera podido ser muerta de otro modo, como quien era temida del espíritu inmundo, si ella no hubiera querido.
¡Oh fortísimos y beatísimos mártires! ¡Oh de verdad llamados y escogidos para gloria de nuestro Señor Jesucristo! El queesta gloria engrandece, honra y adora, debe ciertamente leer también estos ejemplos, que no ceden a los antiguos, para edificación de la Iglesia, a fin de que también las nuevas virtudes atestigüen que es uno solo y siempre el mismo Espíritu Santo el que obra hasta ahora, y a Dios Padre omnipotente y a su Hijo Jesucristo, Señor nuestro, a quien es claridad y potestad sin medida por los siglos de los siglos. Amén.”
(BAC, D. RUIZ BUENO, ACTAS DE LOS MÁRTIRES, 419-440)
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En él pide a los fieles hacer examen de conciencia y vencer lo que llama la “tentación de la autorreferencialidad”; o de pensar que Dios no perdona de verdad los propios pecados.
También propone como ejercicio el conocer más de cerca la realidad de algún migrante. Dice que puede servir para descubrir lo que Dios pide para ser mejores viajeros que van hacia la casa del Padre.
La Cuaresma de este año empieza el 5 de marzo y es bastante probable que el papa no participe en la celebración del Miércoles de Ceniza, que tiene lugar en las afueras del Vaticano.
El año pasado participó y pidió aprovechar este tiempo litúrgico para conocerse mejor y promover una conversión personal profunda.
FRANCISCO
Significa mirarnos por dentro y tomar conciencia de quiénes somos realmente, quitándonos las máscaras que a menudo usamos, disminuyendo el ritmo de nuestro frenesí, abrazando la vida y la verdad de nosotros mismos. La vida no es una actuación, y la cuaresma nos invita a bajar del escenario de la ficción para volver al corazón, a la verdad de lo que somos.
La Cuaresma es el tiempo litúrgico de ayuno y penitencia que sirve a los cristianos para preparar la Semana Santa.
La celebración de la Pascua del Señor, constituye, sin duda, la fiesta primordial del año litúrgico. De aquí que, cuando en el siglo II, la Iglesia comenzó a celebrar anualmente el misterio pascual de Cristo, advirtió la necesidad de una preparación adecuada, por medio de la oración y del ayuno, según el modo prescrito por el Señor. Surgió así la piadosa costumbre del ayuno infrapascual del viernes y sábado santos, como preparación al Domingo de Resurrección.
Paso a paso, mediante un proceso de sedimentación, este período de preparación pascual fue consolidándose hasta llegar a constituir la realidad litúrgica que hoy conocemos como Tiempo de Cuaresma.
Influyeron también, sin duda, las exigencias del catecumenado y la disciplina penitencial para la reconciliación de los penitentes.
La primitiva celebración de la Pascua del Señor conoció la praxis de un ayuno preparatorio el viernes y sábado previos a dicha conmemoración.
A esta práctica podría aludir la Traditio Apostolica, documento de comienzos del siglo III, cuando exige que los candidatos al bautismo ayunen el viernes y transcurran la noche del sábado en vela.
Por otra parte, en el siglo III, la Iglesia de Alejandría, de hondas y mutuas relaciones con la sede romana, vivía una semana de ayuno previo a las fiestas pascuales.
De todos modos, como en otros ámbitos de la vida de la Iglesia, habrá que esperar hasta el siglo IV para encontrar los primeros atisbos de una estructura orgánica de este tiempo litúrgico. Sin embargo, mientras en esta época aparece ya consolidada en casi todas las Iglesias la institución de la cuaresma de cuarenta días, el período de preparación pascual se circunscribía en Roma a tres semanas de ayuno diario, excepto sábados y domingos.
Este ayuno prepascual de tres semanas se mantuvo poco tiempo en vigor, pues a finales del siglo IV, la Urbe conocía ya la estructura cuaresmal de cuarenta días.
El período cuaresmal de seis semanas de duración nació probablemente vinculado a la práctica penitencial: los penitentes comenzaban su preparación más intensa el sexto domingo antes de Pascua y vivían un ayuno prolongado hasta el día de la reconciliación, que acaecía durante la asamblea eucarística del Jueves Santo. Como este período de penitencia duraba cuarenta días, recibió el nombre de Quadragesima o cuaresma.
Durante el primer estadio de organización cuaresmal se celebraban tan sólo las reuniones eucarísticas dominicales, si bien entre semana existían asambleas no eucarísticas: los miércoles y viernes.
Pero a finales del siglo VI las reuniones del lunes, miércoles y viernes celebraban ya la eucaristía. Más tarde, se añadieron nuevas asambleas eucarísticas los martes y sábados. Por último, el proceso se cerró bajo el pontificado de Gregorio II (715-731), con la asignación de un formulario eucarístico para los jueves de cuaresma.
Hacia finales del siglo V, el miércoles y viernes previos al primer domingo de cuaresma comenzaron a celebrarse cómo si formaran parte del período penitencial, probablemente como medio de compensar los domingos y días en los que se rompía el ayuno.
Dicho miércoles, los penitentes por la imposición de la ceniza, ingresaban en el orden que regulaba la penitencia canónica.
Cuando la institución penitencial desapareció, el rito se extendió a toda la comunidad cristiana: este es el origen del Miércoles de Ceniza o «Feria IV anerum».
El proceso de alargamiento del período penitencial continuó de forma irremediable. Esta anticipación del ayuno cuaresmal no es una práctica exclusivamente romana: se encuentra también en Oriente, y en diversas regiones de Occidente.
Probablemente se trata de una praxis originada en la ascesis monástica y más tarde propagada entre la comunidad cristiana, aunque resulte difícil conocer sus características.
El significado teológico de la Cuaresma es muy rico. Su estructura de cuarentena conlleva un enfoque doctrinal peculiar.
En efecto, cuando el ayuno se limitaba a dos días —o una semana a lo sumo—, esta praxis litúrgica podía justificarse simplemente por la tristeza de la Iglesia ante la ausencia del Esposo, o por el clima de ansiosa espera; mientras que el ayuno cuaresmal supone desde el principio unas connotaciones propias, impuestas por el significado simbólico del número cuarenta.
En primer lugar, no debe pasarse por alto que toda la tradición occidental inicia la Cuaresma con la lectura del evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto: el período cuaresmal constituye, pues, una experiencia de desierto, que al igual que en el caso del Señor, se prolonga durante cuarenta días.
En la Cuaresma, la Iglesia vive un combate espiritual intenso, como tiempo de ayuno y de prueba. Así lo manifiestan también los cuarenta años de peregrinación del pueblo de Israel por el Sinaí.
Otros simbolismos enriquecen el número cuarenta, como se advierte en el Antiguo y Nuevo Testamento. Así, la cuarentena evoca la idea de preparación: cuarenta días de Moisés y Elías previos al encuentro de Yahveh; cuarenta días empleados por Jonás para alcanzar la penitencia y el perdón; cuarenta días de ayuno de Jesús antes del comienzo de su ministerio público.
La Cuaresma es un período de preparación para la celebración de las solemnidades pascuales: iniciación cristiana y reconciliación de los penitentes.
Por último, la tradición cristiana ha interpretado también el número cuarenta como expresión del tiempo de la vida presente, anticipo del mundo futuro.
El Concilio Vaticano II(cfr. SC 109) ha señalado que la Cuaresma posee una doble dimensión, bautismal y penitencial, y ha subrayado su carácter de tiempo de preparación para la Pascua en un clima de atenta escucha a la Palabra de Dios y oración incesante.
El período cuaresmal concluye la mañana del Jueves Santo con la Misa crismal —Missa Chrismalis— que el obispo concelebra con sus presbíteros. Esta Misa manifiesta la comunión del obispo y sus presbíteros en el único e idéntico sacerdocio y ministerio de Cristo. Durante la celebración se bendicen, además, los santos óleos y se consagra el crisma.
El tiempo de Cuaresma se extiende desde el miércoles de Ceniza hasta la Misa de la cena del Señor exclusive. El miércoles de Ceniza es día de ayuno y abstinencia; los viernes de Cuaresma se observa la abstinencia de carne. El Viernes Santo también se viven el ayuno y la abstinencia.
Ver Cuaresma en Wikipedia
El 26 de septiembre de 2024, el papa Francisco creó la primera diócesis del país. Y el pasado mes de noviembre Francisco se dirigió a la Iglesia católica estonia con ocasión del centenario de la creación de su administración apostólica, al poco de ser erigida en diócesis. El pontífice felicitó a la Iglesia por su “ejemplo de fe”, a pesar de “décadas de sufrimiento, ocupación y opresión”, y afirmó que “este admirable legado de fe y caridad alentará a la actual generación de sacerdotes, religiosos y fieles laicos”.
La nueva diócesis está encabezada por Mons. Philippe Jourdan, administrador apostólico desde 2005, que llegó de Francia en 1996 y ha adquirido la ciudadanía estonia. En una entrevista para la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) Mons. Jourdan presenta la situación de los católicos en el país.
ACN: ¿Cuál es la situación religiosa en Estonia?
Mons. Jourdan: Estonia sigue siendo uno de los países más secularizados de Europa: alrededor de un 25% de la población es creyente y el resto se declara no creyente, aunque, en realidad, mucha gente cree sin saber realmente en qué cree. Curiosamente, mientras que en el resto de Europa la secularización avanza cada vez más, estos porcentajes se han mantenido bastante estables aquí en los últimos 25 años.
¿Por qué hay tan pocos católicos en Estonia?
La Iglesia católica desapareció de Estonia en el siglo XVI, coincidiendo con la reforma luterana. Durante dos siglos y medio estuvo prohibida y no resurgió hasta principios del siglo XIX. Pero entonces, el país sufrió 50 años de dominio soviético. Por lo tanto, Estonia tiene una historia única como bisagra entre dos mundos que rechazaban el catolicismo.
¿Está cambiando la situación?
Sí, la comunidad católica no deja de crecer. En 1970 éramos menos de una decena y ahora somos entre 7.000 y 10.000. Siempre hemos tenido solicitudes de bautizos pero, desde hace dos a tres años, los catecúmenos son cada vez más jóvenes. No cabe duda de que, desde el Covid-19 y la guerra de Ucrania, los jóvenes de hoy se plantean más preguntas existenciales y algunos también se han dado cuenta de que el ideal postsoviético, que es muy consumista (algo comprensible tras un periodo de gran pobreza), no les llena plenamente.
¿Quiénes forman hoy la comunidad católica de Estonia?
Una mitad son estonios “étnicos”, conversos o hijos de conversos, mientras que la otra mitad son ruso parlantes (el 30% de la población estonia actual es ruso parlante), en parte procedentes de Bielorrusia o Ucrania, y de rito latino u oriental. Además, desde hace 4 a 5 años, contamos con algunos inmigrantes procedentes de todo el mundo.
¿Por qué se ha erigido ahora esta primera diócesis?
Hace cien años, en 1924, el papa Pío XI creó una administración apostólica. Se trataba de una situación temporal, hasta que la Iglesia creciera y se estructurara. Obviamente, los 50 años de régimen soviético frenaron este crecimiento, pero ahora por fin podemos dotar a la Iglesia en este país de una estructura oficial. En la actualidad, contamos con una diócesis con diez provincias (8 de rito latino y 2 de rito oriental) y con 15 sacerdotes de distintas nacionalidades… Es la culminación de un largo camino que ha hecho muy feliz a todo el mundo.
¿Cómo ha acogido la Iglesia luterana esta noticia?
¡Con gran alegría! La creación de esta diócesis ha sido muy bien acogida y ampliamente difundida por la prensa local. El ecumenismo ha avanzado mucho en los últimos años, pues católicos y protestantes han logrado superar siglos de división. Además, compartimos las mismas preocupaciones sobre las cuestiones sociales, la guerra en Ucrania…
¿Cuál es su sentimiento tras haber tomado posesión como obispo de esta nueva diócesis?
Evidentemente, mi deseo es que sigamos creciendo, madurando y organizándonos. Pero, sobre todo, debemos conservar nuestra mayor fuerza, que es la oración. A veces nos sentimos un poco impotentes, pero el Señor no nos deja solos: la Providencia Divina siempre nos ha acompañado. Por tanto, debemos proseguir con nuestra misión, sin descanso, para fomentar las vocaciones y ser portadores de esperanza para todos los que nos rodean.
Hace un poco más de tres millones de años, las placas tectónicas de Arabia y África empezaron a alejarse, ensanchando así la falla del Rift a la que pertenecen el Mar Muerto y el valle del Jordán. Como el nivel del mar estaba entonces más alto que ahora, las aguas del Mediterráneo penetraban en esta depresión formando una laguna.
Con la última glaciación bajó drásticamente el nivel del mar. La laguna se quedó atrapada y se transformó en un lago cerrado en forma de lengua. Por ello, los geólogos le llamaron Lisán (lengua en árabe). Aumentó rápidamente la tasa de salinidad de las aguas del lago por la fuerte evaporación. La sal se acumuló en anchas capas sobre el fondo.
Aquella evolución fue muy lenta. Desde el siglo XX, sin embargo, el Mar Muerto sufrió unos cambios dramáticos y repentinos causados por la actividad humana. La construcción de una presa de agua al sur del Lago de Tiberíades y el desvío de todos los afluentes del río Jordán redujeron dramáticamente las entradas de agua en el Mar Muerto.
Evolución del Mar Muerto. Fuente: Travel Tales of Life.
En su ribera norte, se retiraron las aguas del Mar Muerto sobre varios centenares de metros, en menos de un siglo. La cuenca sur del Mar Muerto sigue en vida únicamente por el agua que recibe de la cuenca norte. Actualmente, el nivel baja de 1,25 metros al año.
Para salvar el Mar Muerto se estudiaron varios proyectos. Uno de ellos consistía en traer agua del Mediterráneo, pero la barrera de las montañas de Judea resultó un obstáculo insuperable. Otro, más realista, proponía construir un conducto entre el Mar Muerto y el Mar Rojo. No se materializó por falta de cooperación entre Israel y Jordania.
A causa de la bajada tan repentina del nivel del Mar, se colapsó parte del litoral formando cráteres y se abandonaron muchos balnearios, creando así escenarios dignos de películas de distopías.
Ruinas del hotel balneario “Lido” construido en los años 1930, al norte del Mar Muerto, durante el mandato británico. Henri Gourinard
Litoral norte del Mar Muerto. En los años 1930, llegaban las aguas hasta la casita. Henri Gourinard
Todas estas características naturales hacen del Mar Muerto un lugar fascinante. Pero su carácter único reside sobre todo en su inserción en la historia bíblica.
Aparece en la Biblia por primera vez en el libro del Génesis, cuando Abraham – entonces llamado Abram – y Lot decidieron separarse para evitar riñas entre los pastores de sus ganados. Fue en sus entornos donde Lot escogió establecerse.
“Alzando Lot sus ojos, vio toda la hoya del Jordán enteramente regada – antes de que destruyera Yavé a Sodoma y Gomorra –, que era como el paraíso de Yavé. Eligió, pues, Lot la hoya del Jordán, y se dirigió al oriente, separándose el uno del otro. Abram habitó en la tierra de Canaán, y Lot moró en las ciudades de la hoya del Jordán, asentando su tienda hasta Sodoma.” – Génesis 13:10-12
Llama la atención la insistencia sobre la fertilidad de la zona tal como la describe la Biblia. A pesar de su aridez, el valle de Jordán y el Mar Muerto – su prolongación hacia el sur – disfruta del agua que cae sobre los montes de Judea (la tierra de Canaán escogida por Abraham) y de unas contadas, pero relativamente abundantes, fuentes de agua dulce, como la de Ein Guedi.
Mapa de Madaba. Crédito: Erich Lessing/Art Resource, NY. Fuente: National Geographic
El profeta Ezequiel se refiere a estas aguas en su visión del Templo:
“y me dijo: Hijo de hombre, estas aguas van a la región oriental, bajan el Arabá y desembocan en el mar, en aquellas aguas pútridas, y éstas se sanearán. Y todos los vivientes que nadan en las aguas, por dondequiera que entre este río, vivirán, y el pescado será allí abundantísimo (…)” – Ezequiel 47:8-9
Estos peces aparecen en el “mapa de Madaba” (Jordania), un mosaico del siglo VI que representa Palestina y sus lugares santos. En la desembocadura del Jordán con el Mar Muerto, el artista dibujó unos peces grandes combatiendo la corriente para no entrar en las aguas “pútridas” del Mar Muerto.
Dicho relato viene acompañado de una trama situada en 1989, y que consiste en unas conversaciones entre sor Lucía y el profesor Nichols en el carmelo de Santa Teresa de Coimbra. Estas conversaciones actualizan los milagros de Fátima, poniendo en diálogo la fe de sor Lucía (Sonia Braga) con el positivismo escéptico del profesor (Harvey Keitel).
En realidad, esta confrontación atraviesa toda la película, al mostrar cómo los poderosos de la comarca se oponen con todas sus fuerzas al movimiento de fe que se ha generado en el pueblo con motivo de las apariciones.
A la negación del milagro se unen aquellos que consideran que la Virgen no ha escuchado sus peticiones, y que dan más importancia a sus propias ideas que a la imponencia de los hechos sobrenaturales.
La película describe las principales características de un proceso de conversión personal, pero también comunitario, con sus noches oscuras incluidas.
La película está rodada con mucha sensibilidad y no carece de cierto lirismo. La recreación de los ambientes de época está muy cuidada y es convincente.
De la interpretación de actores cabe destacar la de la joven Stephanie Gil, española de 15 años, en el papel de la pastora Lucía, y que es sorprendentemente brillante, dada su edad. Una película notable, y que dados los tiempos que corren es un auténtico milagro. Estupendo cine familiar.
Director: Marco Pontecorvo
País: Estados Unidos
Año: 2020
Género: Drama
Público: Todos
El Señor un día le dijo a Simón: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Estas palabras del Hijo de Dios, calaron profundamente en el corazón y la vida de los primeros cristianos, quienes reconociendo desde la fe la asombrosa elección de este sencillo pescador de Galilea; rodearon a nuestro primer Papa con el respeto, la veneración y la obediencia.
Después de la Resurrección y Ascensión del Señor, Pedro, obediente a la indicación del Señor de confirmar a sus hermanos en la fe, emprendió un fecundo apostolado que lo llevaría a salir de Palestina y recorrer varios lugares hasta llegar a Roma, la capital del Imperio Romano.
La Fiesta de la “Cátedra de San Pedro” tiene su origen en el reconocimiento de todos los fieles, del servicio peculiar del obispo de Roma de guiar a confirmar a la Iglesia en la unidad. La cátedra es la "sede", asiento o sitial, desde donde un obispo gobierna su diócesis. Por eso es que el templo en donde está la sede del obispo se llama Catedral.
La fiesta se celebra desde los comienzos el 22 de febrero, como aparece consignado en el más antiguo calendario romano, el Cronógrafo, que es del año 354.
Lo que sucede es que en Roma el año terminaba con el mes de febrero. Los últimos días de ese mes, los romanos recordaban a sus difuntos, visitando sus tumbas y celebrando una serie de ritos en ellas. Los primeros cristianos, también visitaban a sus padres en la fe en este mes y como era obvio, las tumbas de Pedro en el Vaticano y de Pablo en la carretera de Ostia eran las más visitadas.
Por lo tanto, esta fiesta era al principio una conmemoración fúnebre de Pedro, que era organizada por toda la comunidad cristiana de Roma en honor de su fundador. En estas reuniones se solían tener banquetes en las tumbas de los mártires, en los que se ponía una silla vacía simbolizando la participación en este caso de Pedro.
Al pasar la gran festividad de Pedro y Pablo al 29 de junio, en la fiesta de febrero que hoy celebramos se "quiso honrar... la promoción del Pescador de Galilea al cargo de Pastor supremo de la Iglesia".
Una tradición piadosa veneraba a una sencilla silla de madera como la sede o cátedra en donde se había sentado el apóstol. En esta silla se sentaron muchos Papas durante algunas importantes celebraciones litúrgicas. En 1666, el gran arquitecto Bernini, construyo en la Basílica de San Pedro un imponente altar coronado con un vitral del Espíritu Santo, para honrar esta reliquia.
Juan Pablo II recordó que "la festividad litúrgica de la Cátedra de San Pedro subraya el singular ministerio que el Señor confió al jefe de los apóstoles, de confirmar y guiar a la Iglesia en la unidad de la fe. En esto consiste el 'ministerium petrinum', ese servicio peculiar que el obispo de Roma está llamado a rendir a todo el pueblo cristiano.
Misión indispensable, que no se basa en prerrogativas humanas, sino en Cristo mismo como piedra angular de la comunidad eclesial". "Recemos -dijo- para que la Iglesia, en la variedad de culturas, lenguas y tradiciones, sea unánime en creer y profesar las verdades de fe y de moral transmitidas por los apóstoles".
La cátedra es en realidad el trono que Carlos el Calvo regaló al papa Juan VIII y en el que fue coronado emperador el día de Navidad del año 875. Carlos el Calvo era nieto de Carlomagno. Durante muchos años la silla fue utilizada por el papa y sus sucesores durante las ceremonias litúrgicas, hasta que fue incorporada al Altar de la Cátedra de Bernini en 1666.
Tradiciones, leyendas y creencias afirmaron durante muchos años que la silla era doble y que algunas partes se remontaban a los primeros días de la era cristiana e incluso que la utilizó San Pedro en persona. La silla ha sido objeto de numerosos estudios a lo largo de los siglos y la última vez que fue extraída del nicho que ocupa en el altar de Bernini fue durante un período de seis años, entre 1968 y 1974.
Los análisis efectuados en aquella ocasión apuntaban a que se trataba de una sola silla cuyaspartes mas antiguas eran del siglo VI. Lo que se había tomado por una segunda silla era en realidad una cubierta que servía tanto para proteger el trono como para llevarlo en procesión.
Todos los años en esta fecha, el altar monumental que acoge la Cátedra de San Pedro permanece iluminado todo el día con docenas de velas y se celebran numerosas misas desde la mañana hasta el atardecer, concluyendo con la misa del Capítulo de San Pedro.
Cada 22 de febrero, el altar monumental que acoge la Cátedra de San Pedro, es iluminado con multitud de velas para significar la unidad de la Iglesia fundada sobre este Apóstol.
San Pedro fija su sede en Roma como cabeza de la Iglesia - año 42 o 44
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Lucia Dos Santos nació el 22 de marzo de 1907 en el seno de una humilde familia de pastores de Aljustrel, una pequeña localidad a 160 kilómetros de Lisboa. Hija de António dos Santos y María Rosa Ferreira, Lucia era la pequeña de siete hermanos.
A los seis años, el día que hizo la primera comunión, recibió una caricia de la Virgen. Durante la ceremonia, nada más recibir el sacramento, se dirigió a una capilla lateral de la iglesia, y desde allí pudo ver cómo la imagen de la Señora le dirigía una sonrisa.
A menos de cincuenta metros de la familia Dos Santos, vivían sus primos, los Marto. El 11 de junio de 1908 nacía allí Francisco, un muchacho tímido y reservado que desde pequeño adquirió gran devoción por la Eucaristía.
Dos años más tarde, nacía la pequeña de la familia, Jacinta, una niña alegre y jovial que con gran vivacidad cumplía sus labores de pastorcilla.
Los tres primos, de edades similares y gran afinidad entre ellos, se encargaban de cuidar el rebaño. De esta manera, a primera hora de la mañana se reunían y juntos marchaban a cuidar las ovejas, mientras cantaban, bailaban y se divertían.
Ajenos a los acontecimientos convulsos que desestabilizaban el continente europeo, los pastorcillospasaban su infancia feliz, cumpliendo con sus labores campestres. Nunca se hubieran imaginado el papel decisivo que iban a ocupar en la historia del siglo XX.
Los hechos sobrenaturales iniciaron poco antes de 1917. Como narra Lucia en sus memorias, en la primavera de 1916, mientras los tres niños cuidaban el rebaño en Loca do Cabeço, vieron a cierta distancia “una luz más blanca que la nieve, distinguiéndose la forma de un joven trasparente y más brillante que el cristal traspasado por los rayos del sol.”
Aquél joven se presentó como el Ángel de la paz, y arrodillado en tierra inclinó la frente hasta el suelo e invitó a los pastorcillos a rezar con él:
“Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman” Después de repetir esto tres veces se levantó y dijo: “Orad así. Los Corazones de Jesús y María están atentos a la voz de vuestras suplicas” Y desapareció…
A mediados de verano, la aparición se repitió, y una vez más el Ángel de Portugal instó a los jóvenes a que rezaran y ofrecieran sacrificios.
Por último, a finales de septiembre del mismo año, el Ángel hizo su última aparición mientras los pastorcillos rezaban el rosario. En sus manos sujetaba un Cáliz, que quedó suspendido en el aire mientras se arrodillaba a rezar. Después se levantó y dio la comunión a los niños. Jacinta y Francisco era la primera vez que la recibían.
Estos acontecimientos quedaron grabados en el corazón de los tres jóvenes y les causaron una gran impresión, pero no sintieron la necesidad de comunicar a nadie lo que les había sucedido.
De esta manera, pasaron los meses mientras la vida transcurría con normalidad en Aljustrel. Todo cambió el 13 de mayo de 1917.
Los pastorcillos habían salido, como de costumbre, a pastorear el rebaño familiar. Hacia el mediodía, escucharon un fuerte relámpago. Atemorizados ante la proximidad de una posible tormenta, emprendieron el regreso a casa. De repente, a pocos pasos de ellos, sobre una encina, contemplaron a una señora hermosísima, todo luz, más resplandeciente que el sol.
Empezaron una conversación. Ella indició que venía del Cielo y pidió a los niños que fueran a aquel lugar el día trece de cada mes. Les prometió que irían al Cielo si rezaban el rosario todos los días para alcanzar la paz en el mundo. Y después, desapareció.
A pesar de la resistencia de sus padres, asustados por los acontecimientos narrados por sus hijos, Lucia, Francisco y Jacinta volvieron al lugar un mes más tarde, el 13 de junio, tal como les había indicado la Señora. Ella apareció a la hora. Los tres podían verla, sin embargo, Francisco no era capaz de oír sus palabras. En esa aparición la Virgen anunció que los dos hermanos pronto serían llevados al Cielo y les dio la misión de establecer en el mundo la devoción al Corazón Inmaculado. Después, abrió las manos y les mostró un corazón rodeado de espinas que lo punzaban por todas partes. Y poco a poco empezó a alejarse.
Mientras tanto, en Aljustrel se había corrido el rumor de que los pequeños estaban viendo a la Virgen, de modo que se causó gran revuelo. El párroco no consideraba aquello algo divino, por el contrario, temía que fuera una visión diabólica. Esto atemorizó a Lucia, por lo que el 13 de julio ella había perdido el interés por ir a encontrarse con la Señora. Sin embargo, persuadida por sus primos, terminó dirigiéndose a Cova de Iria. Esta vez, iban acompañados de cerca de dos mil curiosos.
La Virgen volvió a aparecer y les pidió que no dejaran de rezar el rosario, con la intención de que la guerra terminara. Lucia, muy turbada por las contradicciones, pidió a la Señora un signo para que su familia creyera, a lo que Ella prometió hacer un gran milagro en octubre.
El 13 de agosto los niños no pudieron cumplir su cita, pues el alcalde del pueblo los retuvo en el calabozo, con el fin de lograr que dejaran de mentir a todo el pueblo. No obstante, nada consiguió, ni con amenazas de muerte, ya que los niños estaban dispuestos a dar la vida por cumplir con su promesa. No tenían miedo, pues la Virgen les había prometido el Cielo.
La aparición de agosto tuvo lugar el día 19. Sin que ellos se lo esperasen, la Señora apareció y pidió a los niños oraciones y sacrificios por los pecadores.
La valentía de los niños frente al alcalde provocó que muchos de los ciudadanos de la zona creyeran en las palabras de los pastorcillos, de modo que para la aparición de septiembre un gran número de gente se congregó en el lugar. Ellos no podían ver nada, pero en el momento en que llegó la Virgen notaron una extraña presencia. La Señora volvió con su súplica acostumbrada, recordó que un mes más tarde tendría lugar un gran milagro y se alejó, mientras del cielo llovían como flores blancas o copos de nieve que desaparecían antes de llegar al suelo.
El 13 de octubre, miles de personas se había congregado en el lugar. Amaneció lluvioso y frío, de modo que Cova di Iría se había convertido en un gran charco de barro. Al mediodía Lucia anunció la llegada de la Virgen. Se hizo un gran silencio y la Señora habló:
“Quiero decirte que hagan aquí una capilla en mi honor, que soy Nuestra Señora del Rosario, que continuéis rezando el Rosario todos los días, la guerra va a terminar y los soldados volverán pronto a sus casas.”
Después de estas palabras, se elevó y desapareció. La lluvia cesó inmediatamente y las nubes se abrieron. Apareció el sol como una luna de plata y empezó a girar vertiginosamente sobre sí mismo, lanzando en todas las direcciones rayos de luz amarillos, verdes, rojos, azules… que coloreaban el cielo, los árboles y a la incontable muchedumbre.
De repente, dio la sensación de que el sol se caía. La gente comenzó a gritar y a arrodillarse atemorizada, rezando en voz alta. A los diez minutos, la esfera cesó y todo volvió a la normalidad. Los vestidos y la tierra, empapados por la intensa lluvia, quedaron completamente secos. Cerca de 70.000 personas fueron testigos de los sucesos.
Después de los acontecimientos sobrenaturales, la vida volvió a la normalidad en la localidad. En el lugar indicado, pronto se levantó una Capelinha en honor a la Virgen del Rosario, tal como había pedido la Señora en la última aparición.
En diciembre de 1918 Francisco cayó enfermo, víctima de una neumonía. Falleció el 4 de abril del año siguiente, tras una dolorosa enfermedad que ofrecía por la conversión de los pecadores. Jacinta murió el 20 de febrero de 1920. Días antes había sido trasladada a Lisboa. Su mayor miedo era morir sola. Sin embargo, estando en cama, la Virgen fue a visitarla y le prometió que bajaría a buscarla cuando llegara su hora.
Lucia, inició el Noviciado como Carmelita en 1925. Gracias a ella conocemos con detalle los hechos sucedidos en 1917, pues gracias a su gran memoria pudo relatar todo lo ocurrido. Falleció el 13 de febrero de 2005 con fama de santidad. A lo largo de toda su vida siguió recibiendo apariciones de la Virgen.
Francisco y Jacinta fueron beatificados el 13 de mayo del 2000 por San Juan Pablo II; y en el centenario de la primera aparición de la Virgen, el Papa Francisco los proclamó santos en el lugar donde se llevaron a cabo los sucesos.
En la aparición del 13 de julio, la Virgen reveló a los pastorcillos tres secretos con expresa prohibición de revelarlo a nadie. En 1941, Sor Lucia los puso por escrito y se los entregó al Papa para favorecer el proceso de canonización de sus primos.
El primer secreto era una visión del infierno. Sor Lucia lo narra en sus memorias:
Vimos como un mar de fuego y en él sumergidos los demonios y las almas, como brasas transparentes y negras o broncíneas, con forma humana, que fluctuaban en el incendio, levantadas por las llamas que de ellas mismas salían juntamente con nubes de humo, cayendo en toda dirección, así como el caer de las centellas en los grandes incendios, sin peso ni equilibrio, entre gritos y gemidos de dolor y desesperación, que horrorizaban y hacían estremecer de espanto. Los demonios se distinguían por sus formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes como negros carbones en ascua. Esta visión duró un momento; y debemos agradecer a Nuestra Madre celestial el habernos prevenido antes con la promesa de llevarnos al Cielo; de otra suerte, así lo creo, habríamos muerto de terror y espanto.
La segunda se refiere a la devoción del Inmaculado Corazón de María. La vidente continúa:
Asustados y como para pedir socorro, levantamos la vista hacia Nuestra Señora, la cual nos dijo bondadosa y tristemente: “Habéis visto el infierno, a donde van a parar las almas de los pobres pecadores. Para sacarlas Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Corazón Inmaculado. Si se hiciere lo que os diré, muchas almas se salvarán y vendrán en la paz. La guerra está para terminar; pero si no dejaren de ofender a Dios, en el reinado de Pio XI empezará otra peor. Cuando vieres una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal, que os da Dios, de que va a castigar al mundo por sus crímenes. Mediante la guerra, el hambre y las persecuciones contra la Iglesia y contra el Padre Santo.
Para impedir esto vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado y la Comunión reparadora en los primeros sábados.
Si atendieren a mi súplica, Rusia se convertirá y habrá paz. Si no, difundirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones contra la Iglesia; los buenos serán martirizados, el Padre Santo tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán aniquiladas… El Padre Santo me consagrará Rusia, la cual se convertirá. Y se concederá al mundo un periodo de paz.
El texto del tercer secreto debía conocerse, según la voluntad de sor Lucia, en 1960. Sin embargo, Juan XXIII no quiso revelar el misterio. Fue san Juan Pablo II el que lo hizo, el 26 de junio del año 2000, un mes más tarde de la beatificación de Jacinta y Francisco.
Vimos en una luz inmensa, que es Dios, algo semejante a como se ven las personas en el espejo, cuando delante pasó un obispo vestido de blanco. Tuvimos el presentimiento de que era el Santo Padre. Vimos varios otros obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una escabrosa montaña, encima de la cual estaba una gran cruz, de tronco tosco, como si fuera de alcornoque como la corteza. El Santo Padre, antes de llegar allí, atravesó una gran ciudad, media en ruinas y medio trémulo, con andar vacilante, apesadumbrado de dolor y pena. Iba orando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino.
Llegando a la cima del monte, postrado, de rodillas a los pies de la cruz, fue muerto por un grupo de soldados que le disparaban varios tiros y flechas, y así mismo fueron muriendo unos tras otros los obispos, los sacerdotes, religiosos, religiosas y varias personas seglares.
Caballeros y señoras de varias clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la cruz estaban dos ángeles. Cada uno con una jarra de cristal en las manos, recogiendo en ellos la sangre de los mártires y con ellos irrigando a las almas que se aproximaban a Dios”.
Se han dado muchas interpretaciones del significado del enigmático texto del tercer secreto. Muchos lo relacionan con el atentado que sufrió san Juan Pablo II el 13 de mayo de 1981 en la plaza de San Pedro.
En 1980, en un momento en el que el mundo estaba divido por el telón de acero, Juan Pablo II, preguntado por el tema dijo que sus antecesores no habían revelado el secreto “por no alentar el poder del mundo comunista a hacer movimientos”. Del mismo modo, criticó a los que desearon conocer el misterio únicamente por curiosidad y sensacionalismo. Y tomando un rosario, concluyó: “Aquí está el remedio contra este mal. Rece, rece y no pida nada más”.
En 1984, el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el carden Joseph Ratzinger, futuro Benedicto XVI, dijo que el tercer milagro podía referirse a “los peligros que amenazan la fe y la vida del cristiano, y por lo tanto del mundo”.
Años más tarde, ya siendo Papa, volvió a referirse al secreto el 11 de mayo de 2010, durante la rueda de prensa llevado a cabo en el avión que le llevaba a realizar su primera visita pastoral a Fátima, con motivo del décimo aniversario de la beatificación de Francisco y Jacinta. Dijo al respecto “que los sufrimientos actuales de la Iglesia por los abusos sexuales contra niños cometidos por sacerdotes forman parte de los que anunció el Tercer secreto de Fátima”.
Una parte fundamental del misterio de Fátima, tal como se ha visto en las sucesivas apariciones de la Virgen, es la necesidad de Consagrar el Mundo al Inmaculado Corazón de María, haciendo una mención especial a Rusia, que en aquel momento era sacudida por el comunismo.
En 1929 la Virgen se apareció ante sor Lucia y le comunicó que había llegado el momento de realizar la Consagración. Así se lo hizo saber al Papa Pío XI. Sin embargo, no se llegó a realizar. La religiosa escribió que, si se hubiera hecho en el momento en el que fue mandado, tal vez se hubiera evitado la dominación comunista.
La primera consagración se hizo en 1931 por el Episcopado portugués. Esto supuso un renacimiento católico en el país. No obstante, Lucia anunció que con el aquel acto no se cumplía el deseo de la Virgen, pues debía ser el Santo Padre quien consagrara el mundo al Corazón Inmaculado de María.
San Juan Pablo II viajó a Fátima en 1982, y allí hizo una primera consagración. Pero la vidente le comunicó que debía hacerse en Roma. Además, si no se hacía pronto, se corría el riesgo de entrar en una tercera guerra mundial. En aquél entonces, el riesgo era inminente, pues el conflicto entre Estados Unidos y Rusia estaba en un momento álgido.
El 25 de marzo de 1984, Fiesta de la Anunciación, Juan Pablo II consagra una vez más el mundo, incluido Rusia, al Inmaculado Corazón de María, en unión espiritual con todos los obispos del mundo. Más tarde Lucia hizo llegar al Papa la noticia de que la Virgen le había revelado que aquella era la definitiva y satisfacía su deseo, de modo que se evitaría el surgimiento de una nueva guerra.
Hoy en día Fátima es un lugar de peregrinación que recibe al año miles de visitas. Personas de todo el mundo viajan a Portugal para rezar en el lugar donde se apareció la Virgen. A pocos metros de la Capelinha, donde se encuentra la imagen de la Virgen del Rosario, se construyó la basílica donde reposan los cuerpos de los santos pastorcillos y de sor Lucia.
Muchos milagros han sido aprobados por intercesión de la Virgen de Fátima y de los jóvenes pastorcillos.
San Pablo VI fue el primer pontífice en visitar el Santuario, el 13 de mayo de 1967, con motivo del cincuenta aniversario de las apariciones. Allí pudo reunirse con Lucia y celebrar una misa multitudinaria, donde invocó a la Reina de la Paz para pedir por la unidad de la Iglesia y por los frutos del Concilio Vaticano II.
Juan Pablo II viajó a Fátima en tres ocasiones. La primera, en 1982, un año después del atentado que casi termina con su vida. Allí agradeció a la Virgen su protección. Volvió en 1991, y su última visita fue en el año 2000, con la salud bastante empeorada, para beatificar a Jacinta y Francisco.
Benedicto XVI visitó el lugar en el año 2010, en el décimo aniversario de la beatificación. Por último, el Papa Francisco celebró la canonización de los dos pastorcillos el 13 de mayo de 2017, centenario de la primera aparición, ante una explanada abarrotada de fieles.
Ver en Wikipedia
Santuario de Nuestra Señora de Fátima – Sitio oficial