Una de las escenas más tiernas es, sin duda alguna, la visitación de María a su prima Isabel.
María, la ya Madre de Dios, se pone en camino sin demoras, con prontitud.
“Por aquellos días, María se levantó, y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá; y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel”1. La criatura más perfecta que ha salido de las manos de Dios, en cuanto conoce la noticia delembarazo de su anciana prima, no lo duda, no repara en dificultades, ni le amedrenta el largo y difícil viaje. Al contrario, María, la ya Madre de Dios, se pone en camino sin demoras, con prontitud. Quiere darse, servir, ayudar, anticiparse a sus necesidades. ¡Menudo ejemplo el de María! ¡Qué grandeza! ¡Qué señorío!
“Vuelve tus ojos a la Virgen y contempla cómo vive la virtud de la lealtad. Cuando la necesita Isabel, dice el Evangelio que acude «cum festinatione», —con prisa alegre. ¡Aprende!”2.Y entre ellas, ¡cómo me hubiera gustado verles preparar la canastilla desde un rinconcito!, se desborda todo un mundo de ayuda fraternal, de amistad, de confidencias, de risas nerviosas, contagiosas, esperanzadas. La espera ha sido larga para Isabel, quedan pocos meses para tener a su hijo en los brazos, pero se sienten bienaventuradas, pletóricas de agradecimiento por lo que Dios ha hecho en ellas… “porque para Dios nada hay imposible”3.
“Dichosa tu que has creído, porque se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor”4. Isabel, movida por el Espíritu, alaba así la fe de María. Una fe sólida, firme, que tras el anuncio del Arcángel, sin reservas ni dudas, entrega su corazón y su vida a la Voluntad del Señor. Su corazón “oye con atención lo que Dios quiere, pondera lo que no entiende, pregunta lo que no sabe. Luego, se entrega toda al cumplimiento de la voluntad divina: he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”5.
La fe de María es una “fe vivida”, una “fe operativa”. Se ha fiado de Dios, y desde ese mismo instante, nada más pronunciar su “fiat” generoso, la colaboración a los planes divinos, sus continuos actos de fe en sus obras, es total.
Y al oír estas palabras, María desborda de alegría y de gozo. Fiel a la sabiduría divina, siente el deseo de cantar, con humildad, con confianza, las maravillas que Dios ha hecho con ella. Y entona un canto maravilloso lleno de agradecimiento:
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.6
“María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa”7.Mientras hizo falta, María, madre de Dios, acompañó y cuidó a Isabel. Ella sabe muy bien que servir es amar, “con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza”8. Ahora, una vez llevada a fin su tarea, vuelve a su casa. Tiene muchas cosas que preparar todavía…
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1 Lc 1,39-40
2 San Josemaría Escrivá de Balaguer,Surco, n.371
3 Lc 1, 36-37
4 Lc 1, 45
5 San Josemaría Escrivá de Balaguer, Es Cristo que pasa, n.173
6 Lc 1, 46-55
7 Lc 1,56
8 Dt 6, 5
EL DOGMA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD EN EL CRISTIANISMO PRIMITIVO
La Santísima Trinidad en los primeros cristianos
¿Evolucionan los dogmas en la Iglesia? Teniendo en cuenta el desarrollo histórico de la Iglesia, podríamos decir que si bien no evolucionan en cuanto a su contenido (la verdad es la misma ayer, hoy y mañana), se desarrollan en cuanto a la conciencia que de ellos va adquiriendo la Iglesia. Así, el tiempo ha permitido que la terminología vaya enriqueciéndose para expresar de forma más precisa, lo que la Iglesia ha creído siempre.
Los padres de la Iglesia primitiva ya utilizaban el término “Trinidad”
Respecto al dogma sobre la unidad de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, ya en los primeros cristianos surge el término “Trinidad”, como una forma de definir el misterio de que hay un solo Dios en Tres Personas distintas que tienen una misma naturaleza o sustancia.
Aunque algunas personas defienden que la doctrina Trinitaria fue “inventada” bajo la influencia del paganismo sobre el cristianismo, nada mejor que estudiar el testimonio de los primeros cristianos anteriores al Concilio de Nicea (año 325) para conocer cuál fue el verdadero desarrollo de la doctrina Trinitaria a lo largo de la historia.
El Testimonio de los primeros cristianos
1. La Didaché
La Didaché es un excelente testimonio del pensamiento de la Iglesia primitiva, y lo mencionamos por incluir un testimonio de cómo la fórmula bautismal Trinitaria era utilizada por la Iglesia Primitiva.
“Acerca del bautismo, bautizad de esta manera: Dichas con anterioridad todas estas cosas, bautizad en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo en agua viva.” (Didaché, VII, 1)
2. El Martirio de Policarpo (155 d.C.)
Es una carta de la Iglesia de Esmirna a la comunidad de Filomeno donde se narra el martirio de San Policarpo, discípulo directo del apóstol San Juan y obispo de Esmirna. Es uno de los escritos apostólicos que hace uso de las bellas doxologías Trinitarias que expresan tan claramente el dogma Trinitario.
“A Él [Jesucristo] sea la gloria con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.” (Martirio de Policarpo, XXII, 3)
3. Arístides de Atenas(mitad del siglo II)
Dejó una apología de la fe dirigida al emperador Adriano César. En dicha apología Arístides utiliza la fórmula Trinitaria mencionando a las tres Personas Divinas.
“Este tuvo doce discípulos, los cuales, después de su ascensión a los cielos, salieron a las provincias del Imperio y enseñaron la grandeza de Cristo, al modo que uno de ellos recorrió nuestros mismos lugares predicando la doctrina de la verdad, pues conocen al Dios creador y artífice del universo en su Hijo Unigénito y en el Espíritu Santo, y no adoran a ningún otro Dios fuera de éste.” (Arístides, Apología XV, 2)
4. Atenágoras de Atenas(178 d.C.)
Atenágoras aún sin usar el término Trinidad es bastante explícito al definirla. He aquí su forma de explicar la Trinidad:
“Así, pues, suficientemente queda demostrado que no somos ateos, pues admitimos a un solo Dios increado y eterno e invisible, impasible, incomprensible e inmenso, sólo por la inteligencia a la razón comprensible… ¿Quién, pues, no se sorprenderá de oír llamar ateos a quienes admiten a un Dios Padre y a un Dios Hijo y un Espíritu Santo, que muestran su potencia en la unidad y su distinción en el orden?” (Atenágoras de Atenas, Súplica en favor de los cristianos)
5. San Ireneo de Lyon(140 d.C.- 202 d.C.)
San Ireneo en su célebre tratado “Contra las Herejías” expresa con claridad la fe Trinitaria de la Iglesia en un Solo Dios Padre, un Solo Señor Jesucristo y en el Espíritu Santo. Jesucristo es para los cristianos “Señor y Dios y Salvador y Rey”. Particularmente importante es el testimonio de San Ireneo sobre que dicha doctrina es predicada y creída por todas las Iglesias del orbe, cual si tuvieran una sola boca o un solo corazón, ya que este testimonio es bastante anterior al concilio de Nicea.
“Que el Verbo, o sea el Hijo, ha estado siempre con el Padre, de múltiples maneras lo hemos demostrado. Y que también su Sabiduría, o sea el Espíritu estaba con El antes de la creación.” (Ireneo de Lyon, Contra las herejías IV,20,3)
6. Teófilo de Antioquía(180 d.C.)
Así como Tertuliano sería el primero en utilizar el vocablo latino Trinitas, San Teófilo sería el primero en utilizar la palabra griega Τριας (trinitas) para expresar la unión de las tres Divinas Personas en Dios.
“Los tres días que preceden a la creación de los luminares son símbolo de la Trinidad, de Dios, de su Verbo y de su Sabiduría.”
“Teniendo, pues, Dios a su Verbo inmanente en sus propias entrañas, le engendró con su propia sabiduría, emitiéndole antes de todas las cosas. A este Verbo tuvo El por ministro de su creación y por su medio hizo todas las cosas….Este se llama principio, pues es Príncipe y Señor de todas las cosas por Él fabricadas.” (Teófilo de Antioquia, Ad Autolycum, II,15)
7. Tertuliano(160 – 220 d.C.)
Fue el primero en aplicar el vocablo latino Trinitas(Trinidad) a las tres divinas Personas. En “De pudicitia” escribe:
“..Para la misma iglesia es, propiamente y principalmente, el Espíritu mismo, en el cual es la Trinidad de Una Divinidad – Padre, Hijo y Espíritu Santo.” (Tertuliano, Sobre la modestia, 21)
En “Adversas Praxean” da una explicación de la doctrina Trinitaria aún más completa. Afirma que el Hijo es “de la substancia del Padre”: Filium non aliunde deduco, sed de substantia Patris, y el Espíritu es “del Padre por el Hijo”: Spiritum non aliunde deduco quam a Patre per Filium.
“Si la pluralidad en la Trinidad te escandaliza, como si no estuviera ligada en la simplicidad de la unión, te pregunto: ¿cómo es posible que un ser que es pura y absolutamente uno y singular, hable en plural: “Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra”?
Tertuliano se sirve del término “persona” para explicar que la Palabra (lógos) es distinto del Padre en “en el sentido de persona, no de substancia, para distinción, no para división” y la cual aplica también al Espíritu Santo a quien llama “la tercera persona”.
8. Orígenes (185 – 254 d.C.)
Orígenes utiliza frecuentemente el término Trinidad y que el Hijo procede el Padre, y dado que Dios es eterno, sigue que este acto de generación es también eterno, por lo que el Hijo no tiene principio y no hubo un tiempo en que Él no existiera.
De este modo, se opone con antelación a la herejía del arrianismo que afirmaría posteriormente lo opuesto: que hubo un tiempo en que el Hijo no existía.
9. Justino Mártir (165 d.C.)
En su primera apología distingue claramente y por orden a las Tres Personas Divinas:
“Y luego demostraremos que con razón honramos también a Jesucristo, que ha sido nuestro maestro en estas cosas y que para ello nació, el mismo que fue crucificado bajo Poncio Pilato, procurador que fue de Judea en tiempo de Tiberio César, que hemos aprendido ser el Hijo del mismoverdadero Dios y a quien tenemos en segundo lugar, así como al Espíritu profético tenemos en el tercero.” (Justino Mártir, Apología I, 13,3)
10. San Cipriano de Cartago (205 – 258 d.C.)
Nació hacia el año 205, probablemente en Cartago. Se dedicó en su juventud a la retórica. En 248, San Cipriano fue elegido obispo de Cartago.
Cipriano de Cartagodeclara la divinidad de Cristo numerosas veces, y afirma que quien niegue que Cristo es Dios no puede ser templo de Dios.
“Después de la resurrección, cuando el Señor envió los apóstoles a las naciones, Él les ordenó bautizar a los gentiles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo… Cristo mismo ordenó que las naciones sean bautizadas en la completa y unida Trinidad.” (Cipriano de Cartago, Carta 73,18)
11. Dionisio de Roma (Siglo III)
Siendo Papa desde el 259 al 268 combatió el modalismo y el subordinacionismo. En la carta a Dionisio de Alejandría el Papa dice “Es necesario, sin embargo, que la palabra divina [Jesucristo] esté unida con Dios del Universo; y el Espíritu Santo debe respetar y morar en Dios. Por tanto la Trinidad Divina debe ser reunida en Una, una cumbre, como si fuera – quiero decir, el Dios Omnipotente del Universo.”
“Ni entonces podemos dividir en tres cabezas divinas la maravillosa y divina monarquía, ni desacreditar llamando “obra” la dignidad y excelente majestad de nuestro Señor, pero debemos creer en Dios, el Padre Todopoderoso, y en Jesús su Hijo , y en el Espíritu Santo, y sostenemos que a el Dios del universo la Palabra está unida.” (Carta a Dionisio de Roma a Dionisio de Alejandría)
Conclusión
Después de haber estudiado los principales testimonios patrísticos anteriores al Concilio de Nicea (325 d.C.) no es difícil darse cuenta que la doctrina Trinitaria no es ninguna novedad y mucho menos un invento del paganismo. La Iglesia fue fiel en reconocer que hay un solo Dios, siendo el Padre Dios, el Hijo Dios, y el Espíritu Santo Dios, y esta verdad era comprendida y enseñada con mayor o menor claridad en la Iglesia de los primeros cristianos.
Es claro también que la mayoría de ellos rechazaban abiertamente tanto el arrianismo (que afirmaba que Jesucristo era un dios menor creado subordinado al Padre y que alguna vez no existió) y el modalismo (que afirmaba que había una sola Persona Divina en Dios, siendo el Hijo el Padre y viceversa, pero manifestados de manera diferentes).
Ciertamente algunos padres no comprendieron en su totalidad el misterio Trinitario, cosa totalmente comprensible en una materia de tanta complejidad. Han sido precisamente conflictos tan graves como el arrianismo y otras herejías, las que han dado oportunidad a la Iglesia para profundizar en estas verdades de fe.
Eusebio es también es el mayor filólogo de la Iglesia antigua
También conocido como Eusebius Pamphili - "Eusebio, amigo de Pánfilo". Fue obispo de Cesarea y se le conoce como el padre de la historia de la Iglesia porque sus escritos están entre los primeros relatos de la historia del cristianismo primitivo.
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Vivió bajo la persecución de Diocleciano, asistió a los cambios que trajeron la paz a la Iglesia, y se encontró enseguida en el centro de la controversia arriana.
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Nació probablemente en Cesarea de Palestina, hacia el 263. Fue discípulo de Pánfilo de Cesarea y, a través de él, de Orígenes, y conservó siempre una gran veneración por ambos. Cesarea era entonces un centro importante del saber, por obra de Orígenes, y la biblioteca que éste había fundado era extremadamente rica. El año 313, Eusebio comienza a ser obispo de Cesarea.
Cuando estalló la gran crisis arriana, no parece que Eusebio se diera cuenta de la gravedad del problema.
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Al principio defendió a Arrio; luego se pronunció por la divinidad del Hijo, pero se opuso al empleo del término homousios, pues le parecía que llevaba al modalismo, e insistía en que esa divinidad del Hijo se debe formular con expresiones bíblicas, y no con términos filosóficos; al final acabó firmando las actas del concilio de Nicea, aunque protestando interiormente.
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Poco después, en la reorganización del partido pro arriano que siguió casi enseguida de la terminación del concilio, se alió abiertamente con Eusebio de Nicomedia, el obispo de la corte que acaudillaba ahora esta facción.
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Tuvo una actuación destacada en el sínodo de Antioquía (330) que substituyó al obispo de esta ciudad por uno arriano, y en el sínodo de Tiro (335), que excomulgó a San Atanasio. También escribió dos tratados contra el obispo Marcelo de Ancira, niceno, que fue depuesto poco después. Eusebio murió el año 339.
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Era grande su admiración por Constantino, el emperador cristiano que había acabado de una vez no sólo con la última y más violenta de las persecuciones, sino con la precariedad de los períodos de paz; a cambio recibió de Constantino un trato de favor. Eusebio fue su principal consejero en materias teológicas, y no hay que excluir que inspirara más de una de las medidas tomadas por el emperador contra los obispos nicenos.
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Sin embargo, su posición doctrinal se suele definir como semiarriana pues, aunque se oponía a la terminología de Nicea, defendía que el Hijo era Dios.
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Eusebio de Cesarea no es un pensador profundo, y su estilo no es elegante ni diáfano. En cambio su erudición era inmensa, y notable su espíritu de investigador. Entre los padres griegos, sólo Orígenes le supera en la amplitud de sus conocimientos, tanto sagrados como profanos.
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Por eso, mientras sus obras de controversia tienen en general un valor relativo a causa de esta misma falta de profundidad, sus obras de historia son una mina de información; a algunos autores cristianos y a sus obras los conocemos sólo a través de él, pues a menudo cita textualmente largos párrafos de sus escritos. De manera que Eusebio se considera como el fundador de la Historia de la Iglesia y, podríamos también añadir, de la Patrología. Son esas obras históricas las que le han dado su merecida fama.
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La primera que escribió, en los alrededores del 303, es la Crónica; se conserva en una traducción armenia del siglo vi que a su vez se basa en una revisión hecha por el mismo Eusebio. Es un resumen de la historia de la humanidad, desde los principios conocidos, en la que sigue a una serie de autores clásicos; su segunda parte está formada por unos cuadros sincrónicos construidos a partir de Abraham.
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Con ella pretendía demostrar que la religión judía, de la que la cristiana es continuación, es la más antigua de todas. El sentido crítico de Eusebio es bueno, y esta obra constituye una de las fuentes en que más se ha podido apoyar la investigación histórica moderna.
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La Historia eclesiástica cubre desde los principios hasta el año 324. Es sobre todo una colección muy valiosa de hechos y documentos de la vida de la Iglesia, recogidos también con un notable sentido crítico. Su intención es apologética, pues se propone presentar las listas de obispos de las sedes principales, los testigos de la tradición y los herejes, los castigos de Dios a los judíos, las persecuciones de los cristianos y los martirios, seguidos de la victoria final de la Iglesia. Tuvo un gran éxito y fue muy copiada y conocida, tanto en Oriente como en Occidente. Es una de las fuentes mejores que tenemos para conocer la antigüedad cristiana.
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Los mártires de Palestina describe la persecución del año 303 al 311, y los hechos que narra son bien conocidos del autor, contemporáneo de ellos.
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Eusebio escribió también panegíricos de Constantino, al que ya hemos dicho que apreciaba y admiraba. La Vida de Constantino es un escrito encomiástico, dentro de un género literario muy común entonces, dedicado a la memoria del emperador; la Alabanza de Constantino fue escrita en el 30 aniversario de Constantino como emperador (335). Ambos contienen datos históricos de interés.
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Nuestro autor es uno de los últimos que escribe apologías en las que aprovecha las ideas de los apologistas anteriores y añade otras muchas suyas. Son las que siguen. La Introducción general, en parte perdida..
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La Preparación evangélica y la Demostración evangélica, dos partes de una sola obra, la primera de las cuales se conserva en su totalidad y la segunda parcialmente; la primera de ellas trata de denunciar los errores de las religiones paganas para probar la superioridad de la religión judía; la segunda trata de mostrar cómo y en qué sentido la religión cristiana es continuación de la judía; ambas están escritas con la mirada puesta en las críticas de Porfirio, contra el que Eusebio había escrito un libro que se ha perdido.
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Este es un extractos de la obra Historia Eclesiástica de Eusebio de Cesarea.
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Finalmente la Teofanía, conservada en una traducción siríaca, es la última de las que compuso, y expone la manifestación de Dios a través de la encarnación del Verbo. A estas obras apologéticas se podría añadir aún otra, muy breve y que se conserva, Contra Hierocles, el gobernador de Bitinia.
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En el terreno de las Sagradas Escrituras y de la exégesis, Eusebio continuó con la labor de restitución del texto bíblico que había iniciado Orígenes; compuso una tabla para localizar fácilmente los pasajes comunes de los cuatro evangelios (cánones eusebianos); preparó un diccionario geográfico de los lugares nombrados en la Biblia (Onomasticón) que se conserva, y que era una parte de uña obra más completa de geografía bíblica. También tiene algunas obras de exégesis (de los Salmos, de Isaías) y tratados destinados a esclarecer algunos puntos obscuros (preguntas y respuestas sobre los evangelios, la poligamia de los patriarcas, la Pascua).
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Las obras dogmáticas de las que tenemos noticia son: la Defensa de Orígenes, escrita en colaboración con su maestro Pánfilo y de la que nos ha llegado sólo una pequeña parte. Contra Marcelo, que se conserva, en la que defiende su postura antinicena y rechaza los ataques del obispo niceno Marcelo de Ancira. Sobre la teología eclesiástica, que también se conserva, y en la que sigue refutando a Marcelo de Ancira, al mismo tiempo que muestra algunas tendencias origenistas.
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De sus cartas, que sin duda eran muy numerosas, sólo tres nos han llegado completas.
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Benedicto XVI dedicó una de sus catequesis a presentar la figura de este obispo. La recogemos a continuación:
BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 13 de junio de 2007
Eusebio de Cesarea
Queridos hermanos y hermanas:
En la historia del cristianismo antiguo es fundamental la distinción entre los primeros tres siglos y los que siguieron al concilio de Nicea del año 325, el primero ecuménico. Como "bisagra" entre los dos períodos están el así llamado "viraje constantiniano" y la paz de la Iglesia, así como la figura de Eusebio, obispo de Cesarea en Palestina, que fue el exponente más cualificado de la cultura cristiana de su tiempo en contextos tan variados como la teología, la exégesis, la historia y la erudición. Eusebio es conocido sobre todo como el primer historiador del cristianismo, pero también como el mayor filólogo de la Iglesia antigua.
En Cesarea, donde probablemente nació Eusebio alrededor del año 260, Orígenes se había refugiado procedente de Alejandría, y allí había fundado una escuela y una gran biblioteca. Precisamente con estos libros se habría formado, alguna década después, el joven Eusebio. En el año 325, como obispo de Cesarea, participó en el concilio de Nicea, desempeñando un papel de protagonista.
Suscribió el Credo y la afirmación de la plena divinidad del Hijo de Dios, definido por eso "de la misma sustancia" del Padre (homooúsios tõ Patrí). Es prácticamente el mismo Credo que rezamos todos los domingos en la sagrada liturgia.
Eusebio, sincero admirador de Constantino, que había dado la paz a la Iglesia, sintió por él estima y consideración. Celebró al emperador, no sólo en sus obras, sino también con discursos oficiales, pronunciados en el vigésimo y en el 30° aniversario de su llegada al trono, y después de su muerte, acaecida en el año 337. Dos o tres años después murió también Eusebio.
Estudioso incansable, en sus numerosos escritos Eusebio trata de reflexionar y hacer un balance de tres siglos de cristianismo, tres siglos vividos bajo la persecución, recurriendo en gran parte a las fuentes cristianas y paganas conservadas sobre todo en la gran biblioteca de Cesarea. Así, a pesar de la importancia objetiva de sus obras apologéticas, exegéticas y doctrinales, la fama imperecedera de Eusebio sigue estando vinculada en primer lugar a los diez libros de su Historia eclesiástica.
Fue el primero en escribir una historia de la Iglesia, que sigue siendo fundamental gracias a las fuentes que Eusebio pone a nuestra disposición para siempre. Con esta Historia logró salvar del olvido seguro numerosos acontecimientos, personajes y obras literarias de la Iglesia antigua. Se trata, por tanto, de una fuente fundamental para el conocimiento de los primeros siglos del cristianismo.
Nos podemos preguntar cómo estructuró y con qué intenciones redactó esta nueva obra. Al inicio del primer libro, el historiador presenta los temas que pretende afrontar en su obra:
"Es mi propósito consignar las sucesiones de los santos apóstoles y los tiempos transcurridos desde nuestro Salvador hasta nosotros; el número y la magnitud de los hechos registrados por la historia eclesiástica y el número de los que en ella sobresalieron en el gobierno y en la presidencia de las iglesias más ilustres, así como el número de los que en cada generación, de viva voz o por escrito, fueron los embajadores de la palabra de Dios; y también quiénes, cuántos y cuándo, impulsados por el deseo de innovación hasta el error, se proclamaron públicamente a sí mismos introductores de una ciencia falsa y devoraron sin piedad, como lobos crueles, al rebaño de Cristo; (...) así como también el número, el modo y el tiempo de los ataques de los paganos contra la Palabra divina y la grandeza de cuantos, por defenderla afrontaron duras pruebas de sangre y torturas; y además los martirios de nuestros propios tiempos y la protección benévola y propicia de nuestro Salvador" (1, 1, 1-2).
De esta manera, Eusebio abarca diferentes aspectos: la sucesión de los Apóstoles, como estructura de la Iglesia, la difusión del Mensaje, los errores, las persecuciones por parte de los paganos y los grandes testimonios que constituyen la luz de esta "Historia". En todo esto, a través de él resplandecen la misericordia y la benevolencia del Salvador.
Así Eusebio inaugura la historiografía eclesiástica, abarcando su narración hasta el año 324, cuando Constantino, después de la derrota de Licinio, fue aclamado como único emperador de Roma. Se trata del año precedente al gran concilio de Nicea, que después ofrece la "summa" de lo que la Iglesia había aprendido —doctrinal, moral e incluso jurídicamente— en esos trescientos años.
La cita que acabamos de referir del primer libro de la Historia eclesiástica contiene una repetición seguramente voluntaria. En pocas líneas repite el título cristológico de Salvador, y hace referencia explícita a "su misericordia" y a "su benevolencia". Así podemos descubrir la perspectiva fundamental de la historiografía de Eusebio: es una historia "cristocéntrica", en la que se revela progresivamente el misterio del amor de Dios a los hombres.
Con genuina sorpresa, Eusebio reconoce que "de todos los hombres de su tiempo y de los que han existido hasta hoy en toda la tierra, sólo Jesús es llamado y confesado como Cristo (es decir Mesías y Salvador del mundo), y todos dan testimonio de él con este nombre, recordándolo así tanto los griegos como los bárbaros. Además, todavía hoy entre sus discípulos, en toda la tierra, es honrado como rey, es contemplado como superior a un profeta y es glorificado como el verdadero y único sumo sacerdote de Dios; y, por encima de todo esto, es adorado como Dios por ser el Logos preexistente, anterior a todos los siglos, y habiendo recibido del Padre el honor de ser digno de veneración.
Y lo más singular de todo es que los que estamos consagrados a él no lo honramos solamente con la voz o con los sonidos de nuestras palabras, sino con una completa disposición del alma, llegando incluso a preferir el martirio por su causa a nuestra propia vida" (1, 3, 19-20).
Así se destaca otra característica que será una constante en la antigua historiografía eclesiástica: la "intención moral" que entraña la narración. El análisis histórico nunca es un fin en sí mismo; no sólo busca conocer el pasado; más bien, apunta con decisión a la conversión, y a un auténtico testimonio de vida cristiana por parte de los fieles. Es una guía para nosotros mismos.
De esta manera, Eusebio interpela encarecidamente a los creyentes de todos los tiempos sobre su manera de afrontar las vicisitudes de la historia, y de la Iglesia en particular. Nos interpela también a nosotros: ¿Cuál es nuestra actitud ante las vicisitudes de la Iglesia? ¿Es la actitud de quien se interesa de ellas por simple curiosidad, buscando quizá el sensacionalismo y el escándalo a toda costa?
¿O es más bien la actitud llena de amor, y abierta al misterio, de quien sabe por la fe que puede descubrir en la historia de la Iglesia los signos del amor de Dios y las grandes obras de la salvación por él realizadas? Si esta es nuestra actitud, no podemos menos de sentirnos impulsados a dar una respuesta más coherente y generosa, un testimonio de vida más cristiano, para comunicar los signos del amor de Dios también a las futuras generaciones.
"Hay un misterio", no se cansaba de repetir el cardenal Jean Daniélou, eminente estudioso de los Padres: "Hay un contenido oculto en la historia. (...) El misterio es el de las obras de Dios, que constituyen en el tiempo la realidad auténtica, oculta detrás de las apariencias. (...) Pero esta historia que Dios realiza en favor del hombre, no la realiza sin él. Quedarse en la contemplación de las "grandes hazañas" de Dios significaría ver sólo un aspecto de las cosas. Ante ellas está la respuesta de los hombres" (Saggio sul mistero della storia, Brescia 1963, p. 182).
También hoy, muchos siglos después, Eusebio de Cesarea nos invita a los creyentes a asombrarnos, a contemplar en la historia las grandes obras de Dios para la salvación de los hombres. Y con la misma fuerza nos invita a la conversión de vida. De hecho, no podemos quedar insensibles ante un Dios que nos ha amado así. El amor exige que toda la vida se oriente a la imitación del Amado. Hagamos todo lo que esté a nuestro alcance para dejar en nuestra vida una huella transparente del amor de Dios.
A los participantes en la Plenaria de la Comisión de Arqueología Sacra el Papa expresa su aprecio por el trabajo de valorización de las catacumbas que testimonian la espera en la resurrección. Es oportuna la decisión de ampliar el número de lugares accesibles, afirmó. Detenerse ante las tumbas de los mártires nos hace confrontarnos con el ejemplo valiente de estos cristianos, siempre actual, y nos invita a rezar por tantos hermanos y hermanas que hoy sufren persecución por su fe en Cristo.
Valorizar, en vista del Jubileo, las peregrinaciones a las catacumbas cristianas, en particular a las tumbas de los mártires, signo de esperanza y de vida. Este es el mensaje de Francisco contenido en su discurso de esta mañana a los participantes en la reunión plenaria de la Pontificia Comisión de Arqueología Sacra. Estos lugares, de hecho, son cementerios, señaló el Papa, dormitorios, son testimonio, por tanto, de la espera de la resurrección.
El Papa Francisco recibió en audiencia a los miembros de la Comisión, encabezada por el presidente monseñor Pasquale Iacobone, custodios del patrimonio de fe y arte de las catacumbas cristianas de Italia, y mostró su aprecio por el compromiso de implicar especialmente a jóvenes estudiantes en la protección, investigación y restauración de estos lugares.
En este sentido, elogió, en particular, la creación de las Jornadas de las Catacumbas, que han fomentado la participación de familias y jóvenes en talleres educativos, la tematización en canales sociales, la concesión de becas y la colaboración con universidades.
También se están llevando a cabo diversos proyectos en diferentes regiones «que conducen a continuos e interesantes descubrimientos». Considerando que durante el Jubileoserán precisamente las catacumbas uno de los destinos más significativos, el Papa se detuvo destacando su evocación a la esperanza, hasta tal punto que se alinean bien con el tema del Año Santo. Y presentó algunos ejemplos:
Allí encontramos los numerosos signos de la peregrinación de los primeros cristianos: pienso, por ejemplo, en los importantísimos grafitos de los llamados triclia de las catacumbas de San Sebastián, la Memoria Apostolorum, donde se veneraban juntas las reliquias de los apóstoles Pedro y Pablo. A continuación, descubrimos en estos caminos los símbolos y las representaciones cristianas más antiguas, que dan testimonio de la esperanza cristiana.
En las catacumbas, todo habla de esperanza: de vida más allá de la muerte, de liberación de los peligros y de la propia muerte por obra de Dios, que en Cristo, el buen Pastor, nos llama a participar en la dicha del Paraíso, evocada con figuras de plantas exuberantes, flores, prados verdes, pavos reales y palomas, ovejas pastando... ¡Todo habla de esperanza y de vida!
Valorizar la visita a las tumbas de los mártires
Las catacumbas son «cementerios», es decir, «dormitorios», recordó el Pontífice, que valoró como «propicia y oportuna» la decisión de ampliar el número de lugares de catacumbas accesibles a los peregrinos, en virtud de que se trata de lugares que hablan a todos, no sólo a quienes viven la experiencia de la fe, y acogió con satisfacción la propuesta de la Comisión de valorizar, para el Jubileo, las visitas a las Tumbas de los Mártires:
Ellas testimonian la espera, la esperanza del cristiano, que cree en la resurrección de Cristo y en la resurrección de la carne. La peregrinación a las catacumbas es, por tanto, un itinerario en el que experimentar el sentido de la espera y la esperanza cristianas. [...] Detenerse ante ellas nos enfrenta al ejemplo valiente de estos cristianos, siempre actual, y nos invita a rezar por tantos hermanos y hermanas que hoy sufren persecución por su fe en Cristo.
Originario de Epiro, Eleuterio fue Papa de 175 a 189. Tolerante con la herejía del montanismo, luchó contra el gnosticismo y el marcionismo, contra los cuales emitió un decreto solemne. A él se debe la celebración de la Pascua el domingo. Está enterrado en el Vaticano, junto a San Pedro.
Eleuterio nació en el Imperio Romano en Nicópolis, que era una ciudad antigua en Epiro.
El futuro Papa nació alrededor del año 130 d.C.
Murió en 199 d. C. cerca de finales de julio.
La Iglesia cree que murió como mártir, pero no enumera una causa oficial de muerte.
Su papado comenzó alrededor del año 174 d.C.
El papado del Papa San Eleuterio terminó en 199 d.C.
Víctor I se convirtió en el próximo Papa después de Eleuterio.
Vida temprana
Eleuterio nació en el pequeño pueblo de Nicópolis alrededor del año 130 d.C. Sus padres le dieron el nombre de Eleuterio al nacer, y decidió usar su nombre oficial cuando se convirtió en Papa. Después de decidir ayudar a la Iglesia, se convirtió en diácono y trabajó con obispos en la Iglesia de Roma, incluidos Soter y Anicetus, quienes más tarde servirían como papas dentro de esa Iglesia. El Papa San Soter murió pocas semanas antes de que Eleuterio se convirtiera en Papa.
Montanista
El papado de Eleuterio estuvo marcado por su postura contra el movimiento montanista. Iniciado por un hombre llamado Montano, este movimiento difería de la postura oficial de la Iglesia. Montano viajó por la región con dos mujeres y, a menudo, afirmó que el trío era la encarnación humana del Espíritu Santo. El Papa Eleuterio se vio obligado a hablar en contra del movimiento y se adjuntó a varias cartas sobre ellos.
Decreto de alimentos
Uno de los únicos decretos papales atribuidos a Eleuterio es uno que involucra comida. Declaró que los cristianos no deberían rechazar la comida que se les ofreciera o la comida que estaba disponible para ellos como venía de Dios. Existe la creencia de que el decreto fue emitido primero por otro papa y que Eleuterio simplemente lo reeditó. Los historiadores también creen que esta fue su forma de hablar en contra de quienes siguieron otros movimientos religiosos que incluían leyes dietéticas como la fe judía.
Misión a Gran Bretaña
Los historiadores de hoy también creen que el Papa Eleuterio estuvo involucrado en misiones a Gran Bretaña. Lucius, que era el rey de Britan, supuestamente escribió una carta al Papa en la que afirmaba que quería convertirse. Esta historia se remonta al menos al siglo VIII cuando un inglés escribió sobre ella en un libro. También hay algunas afirmaciones de que la historia apareció en una biografía de papas publicada en el siglo VI.
Las historias de este rey viajaron por Europa y llegaron hasta Suiza. Como no hay ninguna evidencia que demuestre que el rey existió, la historia sobre la carta del rey también puede ser falsa. Algunos piensan que la carta era real pero que provenía de un rey diferente.
Muerte
Aunque Eleuterio figura como Papa dentro de la Iglesia y tiene un día festivo, no se menciona en los registros cómo murió. Probablemente murió en 199 d.C., que también figura como el final de su papado. Aunque algunos piensan que murió mártir, otros piensan que murió por causas naturales con problemas provocados por el sufrimiento que experimentó a manos de sus oponentes.
La Iglesia hizo enterrar a Eleuterio en la Colina del Vaticano cerca de algunos de los otros papas primitivos y no muy lejos del Papa San Pedro. Más tarde, su cuerpo fue trasladado a dos lugares diferentes de Roma.
¿Por qué la fiesta de Corpus Christi?
La solemnidad del Corpus Christi tuvo origen en un contexto cultural e histórico determinado: nació con el objetivo de reafirmar abiertamente la fe del Pueblo de Dios en Jesucristo vivo y realmente presente en el santísimo sacramento de la Eucaristía".
El Papa Benedicto XVI explica así la historia de esta fiesta, que remonta al siglo XIII
Santa Juliana de Cornillón tuvo una vision que “presentaba la luna en su pleno esplendor, con una franja oscura que la atravesaba diametralmente. El Señor le hizo comprender el significado de lo que se le había aparecido. La luna simbolizaba la vida de la Iglesia sobre la tierra; la línea opaca representaba, en cambio, la ausencia de una fiesta litúrgica(…) en la que los creyentes pudieran adorar la Eucaristía para aumentar su fe, avanzar en la práctica de las virtudes y reparar las ofensas al Santísimo Sacramento (…).
La buena causa de la fiesta del Corpus Christi conquistó también a Santiago Pantaleón de Troyes, que había conocido a la santa durante su ministerio de archidiácono en Lieja. Fue precisamente él quien, al convertirse en Papa con el nombre de Urbano IV, en 1264 quiso instituir la solemnidad delCorpus Christi como fiesta de precepto para la Iglesia universal, el jueves sucesivo a Pentecostés.
Detalle del relicario donde se custodia el corporal con las huellas del milagro eucarístico acontecido el 1263 en Bolsena. Se encuentra en la catedral de Orvieto (Italia).
Hasta el fin del mundo
En la bula de institución, titulada Transiturus de hoc mundo (11 de agosto de 1264) el Papa Urbano alude con discreción también a las experiencias místicas de Juliana, avalando su autenticidad, y escribe:
«Aunque cada día se celebra solemnemente la Eucaristía, consideramos justo que, al menos una vez al año, se haga memoria de ella con mayor honor y solemnidad. De hecho, las otras cosas de las que hacemos memoria las aferramos con el espíritu y con la mente, pero no obtenemos por esto su presencia real. En cambio, en esta conmemoración sacramental de Cristo, aunque bajo otra forma, Jesucristo está presente con nosotros en la propia sustancia. De hecho, cuando estaba a punto de subir al cielo dijo: “He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20)».
El Pontífice mismo quiso dar ejemplo, celebrando la solemnidad del Corpus Christien Orvieto, ciudad en la que vivía entonces. Precisamente por orden suya, en la catedral de la ciudad se conservaba —y todavía se conserva— el célebre corporal con las huellas del milagro eucarístico acontecido el año anterior, en 1263, en Bolsena.
Un sacerdote, mientras consagraba el pan y el vino, fue asaltado por serias dudas sobre la presencia real del Cuerpo y la Sangre de Cristo en el sacramento de la Eucaristía. Milagrosamente algunas gotas de sangre comenzaron a brotar de la Hostia consagrada, confirmando de ese modo lo que nuestra fe profesa.
Textos que remueven
Urbano IV pidió a uno de los mayores teólogos de la historia, santo Tomás de Aquino —que en aquel tiempo acompañaba al Papa y se encontraba en Orvieto—, que compusiera los textos del oficio litúrgico de esta gran fiesta. Esos textos, que todavía hoy se siguen usando en la Iglesia (himno Adorote Devote), son obras maestras, en las cuales se funden teología y poesía.
Son textos que hacen vibrar las cuerdas del corazón para expresar alabanza y gratitud al Santísimo Sacramento, mientras la inteligencia, adentrándose con estupor en el misterio, reconoce en la Eucaristía la presencia viva y verdadera de Jesús, de su sacrificio de amor que nos reconcilia con el Padre, y nos da la salvación.(…)
Adoración eucarística en Hyde Park, en Londres, septiembre de 2010
Una «primavera eucarística»
Quiero afirmar con alegría que la Iglesia vive hoy una «primavera eucarística»: ¡Cuántas personas se detienen en silencio ante el Sagrario para entablar una conversación de amor con Jesús! Es consolador saber que no pocos grupos de jóvenes han redescubierto la belleza de orar en adoración delante del Santísimo Sacramento.
Pienso, por ejemplo, en nuestra adoración eucarística en Hyde Park, en Londres. Pido para que esta «primavera eucarística» se extienda cada vez más en todas las parroquias, especialmente en Bélgica, la patria de santa Juliana. El venerable Juan Pablo II, en la encíclica Ecclesia de Eucharistia, constataba que «en muchos lugares (…) la adoración del Santísimo Sacramento tiene diariamente una importancia destacada y se convierte en fuente inagotable desantidad.
La participación fervorosa de los fieles en la procesión eucarística en la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo es una gracia del Señor, que cada año llena de gozo a quienes participan en ella. Y se podrían mencionar otros signos positivos de fe y amor eucarístico» (n. 10).
Recordando a santa Juliana de Cornillón, renovemos también nosotros la fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Como nos enseña el Compendio del Catecismo de la Iglesia católica, «Jesucristo está presente en la Eucaristía de modo único e incomparable. Está presente, en efecto, de modo verdadero, real y sustancial: con su Cuerpo y con su Sangre, con su alma y su divinidad. Cristo, todo entero, Dios y hombre, está presente en ella de manera sacramental, es decir, bajo las especies eucarísticas del pan y del vino» (n. 282).
Queridos amigos, la fidelidad al encuentro con Cristo Eucarístico en la santa misa dominical es esencial para el camino de fe, pero también tratemos de ir con frecuencia a visitar al Señor presente en el Sagrario. Mirando en adoración la Hostia consagrada encontramos el don del amor de Dios, encontramos la pasión y la cruz de Jesús, al igual que su resurrección.
Adoración Eucarística durante la Jornada Mundial de la Juventud, Madrid 2011
Fuente de alegría
Precisamente a través de nuestro mirar en adoración, el Señor nos atrae hacia sí, dentro de su misterio, para transformarnos como transforma el pan y el vino. Los santos siempre han encontrado fuerza, consolación y alegría en el encuentro eucarístico. Con las palabras del himno eucarístico Adoro te devote repitamos delante del Señor, presente en el Santísimo Sacramento: «Haz que crea cada vez más en ti, que en ti espere, que te ame». Gracias.
BENEDICTO XVI, Audiencia general, 17 de noviembre de 2010 Leer texto
La Santísima Trinidad no es el producto de razonamientos humanos, es el rostro con el que Dios mismo se ha revelado, no desde lo alto de una cátedra, sino caminando con la humanidad, y es precisamente Jesús que nos ha revelado al Padre y nos que nos ha prometido al Espíritu Santo
Hoy es el Domingo de la Santísima Trinidad. La luz del tiempo pascual y de Pentecostés renueva cada año en nosotros la alegría y el asombro de la fe: reconozcamos que Dios no es algo vago, nuestro Dios no es un Dios spray, es concreto, no es un abstracto, sino que tiene un nombre: "Dios es amor".
No un amor sentimental, emotivo, sino el amor del Padre que está al origen de cada vida, el amor del Hijo que muere en la cruz y se eleva, el amor del Espíritu que renueva al hombre y almundo. Pensar que Dios es amor nos hace tanto bien, porque nos enseña a amar, a darnos a los otros como Jesús se ha dado a nosotros. Y camina con nosotros y Jesús que camina con nosotros en el camino de la vida.
La Santísima Trinidad no es el producto de razonamientos humanos, es el rostro con el que Dios mismo se ha revelado, no desde lo alto de una cátedra, sino caminando con la humanidad, y es precisamente Jesús que nos ha revelado al Padre y nos que nos ha prometido al Espíritu Santo.
Dios ha caminado con su pueblo en la historia del pueblo de Israel. Y Jesús ha caminado siempre con nosotros. Nos ha prometido el Espíritu Santo que es el fuego y nos enseña todo eso que nosotros no sabemos, que dentro de nosotros nos guía, nos da buenas ideas y buenas inspiraciones.
Hoy alabamos a Dios no por un misterio particular, sino por Él mismo, "por su gloria inmensa", como dice el himno litúrgico. Lo alabamos y le damos gracias porque es Amor, y porque nos llamar a entrar en el abrazo de su comunión, que es vida eterna.
Confiamos nuestra alabanza a las manos de la Virgen María. Ella, la más humilde entre las criaturas, gracias a Cristo ya ha llegado a la meta del peregrinaje terreno: está ya en la gloria de la Trinidad.
Por esto, María nuestra madre, la Virgen brilla para nosotros como signo de segura esperanza.Es la madre de la esperanza, en nuestro camino, en nuestra vía es la madre de la esperanza, es la madre también que nos consuela, la madre de la consolación y la madre que nos acompaña en el camino.
Ahora rezamos a la Virgen, todos juntos a nuestra madre que nos acompaña en el camino.
Para preparar la fiesta de la Santísima Trinidad con esta devoción milenaria
La Santísima Trinidad es el misterio central de nuestra fe. Es la fuente de todas las gracias y el misterio inefable de la vida íntima de Dios. La fiesta, que se celebra el domingo después de Pentecostés, fue establecida para todo Occidente en 1134 por el Papa Juan XII.
El Trisagio Angélico se reza durante tres días, empezando el viernes antes de esta fiesta. Es una oración de adoración y alabanza a la Trinidad Beatísima.
Conoce la oración más antigua a la Santísima Trinidad: el Trisagio
La oración del Trisagio (palabra que significa «tres veces Santo»), o Trisagio Seráfico o Angélico, como también se le conoce a esta oración, es la más antigua que tenemos a la Santísima Trinidad. Pues, de hecho, está compuesta principalmente por las palabras que hallamos en el libro del Profeta Isaías, cuando aún el misterio mismo de la Trinidad no se había revelado a los hombres. Un breve pasaje del profeta nos narra una visión mística:
«El año de la muerte del rey Ozías vi al Señor sentado en un trono excelso y elevado, y sus haldas llenaban el templo. Unos serafines se mantenían erguidos por encima de él; cada uno tenía seis alas: con un par se cubrían la faz, con otro par se cubrían los pies, y con el otro par aleteaban. Y se gritaban el uno al otro: «Santo, santo, santo, Yahveh Sebaot: llena está toda la tierra de su gloria.». Se conmovieron los quicios y los dinteles a la voz de los que clamaban, y la Casa se llenó de humo. Y dije: «¡Ay de mí, que estoy perdido, pues soy un hombre de labios impuros, y entre un pueblo de labios impuros habito: que al rey Yahveh Sebaot han visto mis ojos!» Entonces voló hacia mí uno de los serafines con una brasa en la mano, que con las tenazas había tomado de sobre el altar, y tocó mi boca y dijo: «He aquí que esto ha tocado tus labios: se ha retirado tu culpa, tu pecado está expiado.» Y percibí la voz del Señor que decía: «¿A quién enviaré? ¿y quién irá de parte nuestra»? Dije: «Heme aquí: envíame.»» (Isaías 6, 1-8)
El Trisagio Angélico se reza durante tres días, empezando el viernes antes de esta fiesta. Es una oración de adoración y alabanza a la Trinidad Beatísima.
En el nombre del Padre, y del Hijo,
y del Espíritu Santo. Amén.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
V. Gloria al Padre…
R. Como era en el principio…
Primera decena
En primer lugar, dicen todos la deprecación Santo Dios… ; después, como de costumbre, alternan la oración dominical el sacerdote (o el que dirige el rezo de las oraciones) y los demás; a continuación, se repiten nueve veces los versos siguientes, diciendo el sacerdote (o el que dirige el rezo de las oraciones) A Ti la alabanza… y respondiendo todos: Santo...; al terminar se añade: Gloria al Padre…
Santo Dios, Santo fuerte, Santo inmortal,
ten misericordia de nosotros.
Padre nuestro…
V. A Ti la alabanza, a ti la gloria,
a Ti hemos de dar gracias por los siglos
de los siglos, ¡oh Trinidad beatísima!
R. Santo, Santo, Santo Señor Dios
de los ejércitos. Llenos están los
cielos y la tierra de tu gloria.
V. Gloria al Padre…
R. Como era en el principio…
Las Otras dos decenas se dicen del mismo modo, comenzando por las palabras Santo Dios...
Al terminar la última decena, todos dicen la siuiente antífona.
Antífona
A ti Dios Padre no engendrado,
a ti Hijo unigénito,
a ti Espíritu Santo Paráclito,
santa e indivisa Trinidad,
con todas las fuerzas de nuestro corazón
y de nuestra voz, te reconocemos, alabamos y bendecimos;
gloria a ti por los siglos de los siglos.
V. Bendigamos al Padre, y al Hijo, con el Espíritu Santo.
R. Alabémosle y ensalcémosle por todos los siglos.
Oración
Oh Dios todopoderoso y eterno, que con la luz de la verdadera fe diste a tus siervos conocer la gloria de la Trinidad eterna, y adorar la Unidad en el poder de tu majestad:
haz, te suplicamos, que, por la firmeza de esa misma fe, seamos defendidos siempre de toda adversidad.
Para preparar la fiesta de la Santísima Trinidad con esta devoción milenaria
La Santísima Trinidad es el misterio central de nuestra fe. Es la fuente de todas las gracias y el misterio inefable de la vida íntima de Dios. La fiesta, que se celebra el domingo después de Pentecostés, fue establecida para todo Occidente en 1134 por el Papa Juan XII.
El Trisagio Angélico se reza durante tres días, empezando el viernes antes de esta fiesta. Es una oración de adoración y alabanza a la Trinidad Beatísima.
En el nombre del Padre, y del Hijo,
y del Espíritu Santo. Amén.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
V. Gloria al Padre…
R. Como era en el principio…
Primera decena
En primer lugar, dicen todos la deprecación Santo Dios… ; después, como de costumbre, alternan la oración dominical el sacerdote (o el que dirige el rezo de las oraciones) y los demás; a continuación, se repiten nueve veces los versos siguientes, diciendo el sacerdote (o el que dirige el rezo de las oraciones) A Ti la alabanza… y respondiendo todos: Santo...; al terminar se añade: Gloria al Padre….
Santo Dios, Santo fuerte, Santo inmortal,
ten misericordia de nosotros.
Padre nuestro…
V. A Ti la alabanza, a ti la gloria,
a Ti hemos de dar gracias por los siglos
de los siglos, ¡oh Trinidad beatísima!
R. Santo, Santo, Santo Señor Dios
de los ejércitos. Llenos están los
cielos y la tierra de tu gloria.
V. Gloria al Padre…
R. Como era en el principio…
Las Otras dos decenas se dicen del mismo modo, comenzando por las palabras Santo Dios…
Al terminar la última decena, todos dicen la siuiente antífona.
Antífona
A ti Dios Padre no engendrado,
a ti Hijo unigénito,
a ti Espíritu Santo Paráclito,
santa e indivisa Trinidad,
con todas las fuerzas de nuestro corazón
y de nuestra voz, te reconocemos, alabamos y bendecimos;
gloria a ti por los siglos de los siglos.
V. Bendigamos al Padre, y al Hijo, con el Espíritu Santo.
R. Alabémosle y ensalcémosle por todos los siglos.
Oración
Oh Dios todopoderoso y eterno, que con la luz de la verdadera fe diste a tus siervos conocer la gloria de la Trinidad eterna, y adorar la Unidad en el poder de tu majestad:
haz, te suplicamos, que, por la firmeza de esa misma fe, seamos defendidos siempre de toda adversidad.
In nómine Patris et
Fílii et Spiritus Sancti.
Amen.
V. Dómine, lábia mea apéries.
R. Et os meum annuntiábit
láudem tuam.
V. Deus, in adiutórium
meum inténde.
R. Dómine, ad adiuvándum
me festína.
V. Glória Patri...
R. Sicut erat in princípio...
Sanctus Deus, Sanctus fortis,
Sanctus immortális, miserére nobis.Pater noster...
V. Tibi laus, Tibi glória, Tibi
gratiárum áctio in sæcula
sempitérna, o Beáta Trínitas!
R. Sanctus, Sanctus, Sanctus
Dóminus Deus exercítuum.
Pleni sunt cceli et terra gloria tua.V. Glória Patri...
R. Sicut erat...
Antiphona.
Te Deum
Patrem ingénitum,
te Fílium unigénitum,
te Spíritum Sanctum
Paráclitum, sanctam
et indivíduam Trinitátem,
toto corde et ore confitémur,
laudámus atque benedícimus:
Tibi glória in sæcula.
V. Benedicámus Patrem,
et Fílium cum Sancto Spíritu.
R. Laudémus et superexaltémus
eum in sæcula.
Oremus:
Omnípotens
sempitérne Deus, qui dedísti
fámulis tuis in confessióne
veræ fídei, ætérne Trinitátis
glóriam agnóscere, et in
poténtia maiestátis adoráre
Unitátem; quæsumus,
ut eiúsdem fídei firmitáte,
ab ómnibus semper muniámur
adversis. Per Chrístum
Dóminum nóstrum.
R. Amen.
Líbera nos, salva nos,
vivífica nos, o Beáta Trínitas!
Santísima Trinidad. Masaccio
El Trisagio Angélico a la Santísima Trinidad
Para preparar la fiesta de la Santísima Trinidad con esta devoción milenaria
La Santísima Trinidad es el misterio central de nuestra fe. Es la fuente de todas las gracias y el misterio inefable de la vida íntima de Dios. La fiesta, que se celebra el domingo después de Pentecostés, fue establecida para todo Occidente en 1134 por el Papa Juan XII.
El Trisagio Angélico se reza durante tres días, empezando el viernes antes de esta fiesta. Es una oración de adoración y alabanza a la Trinidad Beatísima.
En el nombre del Padre, y del Hijo,
y del Espíritu Santo. Amén.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
V. Gloria al Padre…
R. Como era en el principio…
Primera decena
En primer lugar, dicen todos la deprecación Santo Dios… ; después, como de costumbre, alternan la oración dominical el sacerdote (o el que dirige el rezo de las oraciones) y los demás; a continuación, se repiten nueve veces los versos siguientes, diciendo el sacerdote (o el que dirige el rezo de las oraciones) A Ti la alabanza… y respondiendo todos: Santo...; al terminar se añade: Gloria al Padre…
Santo Dios, Santo fuerte, Santo inmortal,
ten misericordia de nosotros.
Padre nuestro…
V. A Ti la alabanza, a ti la gloria,
a Ti hemos de dar gracias por los siglos
de los siglos, ¡oh Trinidad beatísima!
R. Santo, Santo, Santo Señor Dios
de los ejércitos. Llenos están los
cielos y la tierra de tu gloria.
V. Gloria al Padre…
R. Como era en el principio…
Las Otras dos decenas se dicen del mismo modo, comenzando por las palabras Santo Dios...
Al terminar la última decena, todos dicen la siuiente antífona.
Antífona
A ti Dios Padre no engendrado,
a ti Hijo unigénito,
a ti Espíritu Santo Paráclito,
santa e indivisa Trinidad,
con todas las fuerzas de nuestro corazón
y de nuestra voz, te reconocemos, alabamos y bendecimos;
gloria a ti por los siglos de los siglos.
V. Bendigamos al Padre, y al Hijo, con el Espíritu Santo.
R. Alabémosle y ensalcémosle por todos los siglos.
Oración
Oh Dios todopoderoso y eterno, que con la luz de la verdadera fe diste a tus siervos conocer la gloria de la Trinidad eterna, y adorar la Unidad en el poder de tu majestad:
haz, te suplicamos, que, por la firmeza de esa misma fe, seamos defendidos siempre de toda adversidad.