¿Cómo transmitir a las nuevas generaciones el tesoro de una historia de fe y testimonio que tuvo lugar hace siglos en Japón, y de la que quedan pocas huellas en los documentos históricos?
Una respuesta ha surgido en el mundo del manga, dado que la historia que hay que contar a los chicos y chicas de hoy tuvo lugar en Japón.
Apreciados en todos los rincones del planeta por un público cada vez más numeroso, los cómics manga llevan mucho tiempo fascinando a grandes y pequeños. Pero más allá de las aventuras de superhéroes ficticios, los mangas también pueden narrar historias reales, como la de los “cristianos ocultos” de Japón. Durante más de dos siglos, estos fieles mantuvieron su fe en secreto tras la prohibición del cristianismo y la expulsión de los misioneros a partir del 1600.
Sin sacerdotes ni iglesias, las comunidades cristianas japonesas se organizaron en la clandestinidad. El jefe de la aldea lideraba la comunidad, fijaba las festividades religiosas según el calendario litúrgico y conservaba los libros sagrados.
El catequista enseñaba a los niños, mientras que aquellos que conocían las fórmulas bautismales administraban el sacramento. Un heraldo recorría las casas anunciando los domingos, las fiestas cristianas y los días de ayuno y abstinencia.
La autora de este manga es Kan Takahama, quien presentará su proyecto en Italia del 17 al 20 de marzo en un ciclo de conferencias organizado por la Embajada de Japón ante la Santa Sede y la Archidiócesis de Lucca.
Estos encuentros, que se celebrarán en Roma y Lucca, conmemoran el 440 aniversario de la “Embajada Tensho”, la primera delegación japonesa que visitó la Santa Sede en marzo de 1585. El nombre de la embajada hace referencia al décimo año de la era Tensho, según el calendario japonés de la época.
Kan Takahama
La idea de enviar a Europa a jóvenes dignatarios japoneses surgió del jesuita italiano Alessandro Valignano, quien desde 1573 desarrollaba actividades misioneras en Extremo Oriente.
Eligió personalmente a dos muchachos de tres de las principales familias cristianas daimyō de Japón.
Los daimyō eran poderosos señores feudales que gobernaron gran parte del país desde el siglo X hasta mediados del siglo XIX, durante el inicio del periodo Meiji.
A la expedición se unieron otros dos jóvenes nobles y un pequeño grupo de acompañantes, entre ellos el jesuita Diogo de Mesquita, quien actuó como guía e intérprete.
Este viaje, que duró ocho años (de 1582 a 1590), tenía como propósito dar a conocer Japón a la Iglesia europea y disipar los estereotipos sobre el país nipón.
La historia de la artista Takahama también está vinculada a este episodio. Originaria de Amakusa, su ciudad natal fue el lugar donde, en 1591, la Compañía de Jesús fundó un colegio para la formación de sacerdotes japoneses.
Allí, los jóvenes de la Embajada Tensho continuaron sus estudios tras su regreso a Japón, gracias a la imprenta de Gutenberg que trajeron consigo. Con su ayuda, se imprimieron los primeros libros cristianos en Japón.
Durante los 250 años de persecución, las regiones de Amakusa y Nagasaki se convirtieron en refugios para los cristianos, quienes mantuvieron su fe a pesar de la ausencia de sacerdotes. Hoy, estas regiones están reconocidas como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Takahama descubrió por casualidad documentos antiguos sobre la persecución de los cristianos en el archivo de su casa. Desde entonces, ha aprendido a leerlos y descifrarlos, recopilando además tradiciones orales que nunca fueron transcritas, en un esfuerzo por reconstruir la historia de los “cristianos ocultos” locales.
De esta investigación nace su obra “Shishi to Botan” (León y Peonías), inspirada en un hecho real: la revuelta de campesinos cristianos en 1638, liderada por el samurái cristiano Amakusa Shiro que fue brutalmente reprimida.
Pero ¿cómo se traslada la investigación histórica al cómic manga? Esta será la cuestión central de las conferencias de Takahama, que se celebrarán los días 17 y 18 de marzo en Roma (en la Pontificia Universidad Gregoriana y la Pontificia Universidad Salesiana) y el 20 de marzo en el Palacio Arzobispal de Lucca.
Peregrinación de las Siete Iglesias es una iniciativas para Roma del Jubileo 2025
Tradición heredada de San Felipe Neri en el siglo XVI, la Peregrinación de las Siete Iglesias es una de las iniciativas propuestas para el Jubileo 2025. Siguiendo las huellas de los primeros mártires del cristianismo en Roma, se invita a los peregrinos a realizar esta "gran caminata con paradas espirituales", como explica Marc Reverdin, autor de una nueva guía de la peregrinación.
En la ciudad de las mil iglesias, la tradicional Peregrinación de las Siete Iglesias invita a sumergirse en la historia milenaria de la Iglesia católica en Roma. Es un recorrido de 25 kilómetros salpicado por las cuatro basílicas mayores y otras tres basílicas (Santa Cruz de Jerusalén, San Sebastián y San Lorenzo).
Santa Croce in Gerusalemme - Roma
En los primeros siglos después de Cristo, muchos cristianos fueron martirizados en Roma, la ciudad que gobernaba todo el Mediterráneo. Tal fue el caso de Pedro, apóstol de Cristo y pescador de Galilea, y de Pablo, ciudadano romano convertido al cristianismo.
Una peregrinación ligada a los jubileos
Después de que el cristianismo se convirtiera en religión oficial bajo el emperador Constantino, con el Edicto de Milán de 313, el culto a los mártires salió de las catacumbas y se hizo público. Se construyeron basílicas en los lugares de los mártires, como la primera basílica de San Pedro, en el emplazamiento del circo de Calígula.
"Fue el Papa San Gregorio Magno, en el siglo VI, quien organizó por primera vez una ruta para invitar a los peregrinos a venir a rendir homenaje a las reliquias de los mártires, Pedro, Pablo, luego Sebastián, Esteban, Lorenzo...", explica Marc Reverdin, autor de una reciente guía sobre la peregrinación a las Siete Iglesias.
Luego, a partir de 1300, el Papa Bonifacio VIII instituyó el primer Jubileo, invitando a los fieles a peregrinar a Roma, ya que la ciudad de Jerusalén había quedado bajo dominio mameluco. "Visitar las reliquias de los grandes santos fundadores de la Iglesia se convirtió en una obligación para los peregrinos".
Marc Reverdin, autor de una nueva guía de la peregrinación a las Siete Iglesias.
Una oferta espiritual antes de la Cuaresma
Finalmente, San Felipe Neri formalizó en el siglo XVI lo que se convertiría en la "peregrinación de las siete iglesias" (ndr, en español más conocida como "la visita a las siete iglesias").
"El Renacimiento italiano fue una época en la que se quería acercarse a las masas, poco alfabetizadas pero también poco cristianizadas", señala Marc Reverdin, francés afincado en Roma desde hace unos diez años. Responsable de la parroquia Chiesa Nuova, en el centro de Roma, San Felipe quiere ofrecer una alternativa alegre y espiritual al libertinaje moral que recorría las calles de Roma durante el Carnaval, antes de la Cuaresma.
Este "gran paseo, un poco pastoral, marcado por etapas espirituales" comienza en la Basílica de San Pedro, lugar de sepultura de Pedro, a quien Jesús confió su Iglesia. Continúa a lo largo del Tíber hacia San Pablo Extramuros, y luego prosigue subiendo hasta la basílica de San Sebastián, donde el soldado romano fue atravesado por las flechas. Bajo la iglesia se encuentran las catacumbas utilizadas por los cristianos para sus entierros durante las persecuciones de los primeros siglos.
Basílica de San Sebastián.
El itinerario continúa hacia San Juan de Letrán, catedral del Sumo Pontífice, y justo al lado la basílica de la Santa Cruz de Jerusalén, con las reliquias de la Pasión traídas de Jerusalén por Santa Elena, madre de Constantino. Los peregrinos terminan su viaje en la basílica de San Lorenzo Extramuros, que alberga las reliquias del primer mártir, San Esteban, y finalmente de Santa María la Mayor.
Una adaptación del recorrido
"Hay muchas otras iglesias notables en la ruta", explica el autor de la guía, como la abadía de las Tre Fontane, lugar del martirio de Pablo, y la iglesia de San Bartolomé, en la Isla Tiberina. Sin embargo, esto añade muchos kilómetros, mientras que el viaje completo dura unas 8 horas, a veces más dependiendo de la duración de las paradas en las distintas basílicas. Marc Reverdin recomienda empezar con la misa en San Pedro a las 7 de la mañana.
También recomienda hacer algunos cambios en el itinerario, ya que las calles de Roma han cambiado desde el siglo XVI y algunas se han vuelto muy concurridas, muy lejos del "paseo campestre" imaginado por San Felipe. Además, para quienes no deseen recorrer 25 kilómetros a pie, es posible realizar varias etapas en transporte público.
Por último, la nueva guía editada por los Píos Establecimientos de Francia indica, para cada tramo, diversas oraciones inspiradas en las estaciones de la Pasión de Cristo o en los misterios del rosario. Una sugerencia espiritual que podría interesar a los millones de peregrinos que se esperan en Roma para el Jubileo de 2025.
Documental "Corazón de Padre" muestra milagros actuales desconocidos atribuidos a San José
La película Corazón de Padre muestra que San José no es un personaje del pasado, sino que está muy presente en la vida de personas del siglo XXI.
Sus productores entrevistaron por todo el mundo a gente de toda y clase condición que asegura haber recibido la ayuda del santo, un personaje cuyo mensaje, asegura el director del largometraje, es más actual que nunca.
ANDRÉS GARRIGÓ
Director, “Corazón de Padre”
Hay una necesidad de recuperar la persona del padre, del varón, que es el centro junto con la madre de la familia, que está partido en brecha, destrozado intelectualmente y ante la opinión pública por los movimientos radicales.
La película se apoya en las narraciones del padre Donald Calloway en su libro “Consagración a San José: Las maravillas de nuestro padre espiritual”. Entre otras cosas cuenta cómo él mismo, tras una adolescencia conflictiva se convirtió y cómo le fue ayudando en su vida espiritual la devoción a San José.
ANDRÉS GARRIGÓ
Director, “Corazón de Padre”
Él dice: De todos los títulos que tiene San José, patrón de la familia, patrón de los obreros, patrón de la buena muerte. Miles de cosas. Para mí el mejor es terror de los demonios.
Porque lo que espanta más al demonio son las virtudes de San José, que son la humildad y la castidad, estas son las que faltan más hoy en día en el mundo.
Este largometraje documental ha recibido gran acogida en países como Brasil. Y espera seguir tocando el corazón de católicos de todo el mundo para recordar que la historia de quien hizo las veces de padre de Jesús no ha terminado y que está más vivo que nunca.
A San José, Dios le encomendó la enorme responsabilidad y privilegio de ser el esposo de la Virgen María y custodio de la Sagrada Familia. Por eso es el santo que más cerca está de Jesús y de la Santísima Virgen María.
Su fiesta es el 19 de marzo y el Papa Francisco nos ha invitado a que nos fijemos de forma especial en la figura de San José. Para eso, ha señalado cuáles son las dos virtudes principales que definen al padre de Jesús: “José es el hombre que sabe acompañar en silencio” y es “el hombre de los sueños”.
Biografía de San José
Tanto San Mateo como San Lucas nos hablan de San José como de un varón que descendía de una estirpe ilustre: la de David y Salomón, reyes de Israel. Los detalles de esta ascendencia son históricamente algo confusos: no sabemos cuál de las dos genealogías, que traen los evangelistas, corresponde a María y cuál a San José, que era su padre según la ley judía. No sabemos si su ciudad natal fue Belén, a donde se dirigió a empadronarse, o Nazaret, donde vivía y trabajaba.
Sabemos, en cambio, que no era una persona rica: era un trabajador, como millones de otros hombres en todo el mundo; ejercía el oficio fatigoso y humilde que Dios había escogido para sí, al tomar nuestra carne y al querer vivir treinta años como uno más entre nosotros.
La Sagrada Escritura dice que José era artesano. Varios Padres añaden que fue carpintero. San Justino, hablando de la vida de trabajo de Jesús, afirma que hacía arados y yugos (S. Justino, Dialogus cum Tryphone, 88, 2, 8 (PG 6, 687).); quizá, basándose en esas palabras, San Isidoro de Sevilla concluye que José era herrero. En todo caso, un obrero que trabajaba en servicio de sus conciudadanos, que tenía una habilidad manual, fruto de años de esfuerzo y de sudor.
De las narraciones evangélicas se desprende la gran personalidad humana de José: en ningún momento se nos aparece como un hombre apocado o asustado ante la vida; al contrario, sabe enfrentarse con los problemas, salir adelante en las situaciones difíciles, asumir con responsabilidad e iniciativa las tareas que se le encomiendan.
Quién fue San José de Nazaret en la Iglesia Católica
La Iglesia entera reconoce en San José a su protector y patrono. A lo largo de los siglos se ha hablado de él, subrayando diversos aspectos de su vida, continuamente fiel a la misión que Dios le había confiado.
En el siglo XVII, el Papa Gregorio XV instituyó por primera vez una fiesta litúrgica en su nombre.
Durante 1870, el santo Papa Pío IX nombró a san José patrono universal de la Iglesia.
A partir de entonces, León XIII dedicó una encíclica al santo patriarca
A los 100 años de este documento, San Juan Pablo II escribió la exhortación apostólica Redemptoris custos.
El papa Francisco publicó también una carta sobre san José en 2020, bajo el título «Patris corde», «Corazon de padre»
En palabras de San Josemaría, San José es realmente Padre y Señor, que protege y acompaña en su camino terreno a quienes le veneran, como protegió y acompañó a Jesús mientras crecía y se hacía hombre.
Tratándole se descubre que el Santo Patriarca es, además, Maestro de vida interior: porque nos enseña a conocer a Jesús, a convivir con El, a sabernos parte de la familia de Dios. Este Santo nos da esas lecciones siendo, como fue, un hombre corriente, un padre de familia, un trabajador que se ganaba la vida con el esfuerzo de sus manos.
Las virtudes de José de Nazaret
José obrero era un artesano de Galilea, un hombre como tantos otros. En su día solo había paternidad y trabajo, todos los días, siempre con el mismo esfuerzo. Y, al acabar la jornada, una casa pobre y pequeña, para reponer las fuerzas y recomenzar.
Pero el nombre de José significa, en hebreo, Dios añadirá. Dios añade, a la vida santa de los que cumplen su voluntad, dimensiones insospechadas: lo importante, lo que da su valor a todo, lo divino. Dios, a la vida humilde y santa de José, añadió la vida de la Virgen María y la de Jesús, Señor Nuestro.
Vivir de la fe, estas palabras se ven realizadas con creces en San José. Su cumplimiento de la voluntad de Dios es espontáneo y profundo.
Porque la historia del Santo Patriarca fue una vida sencilla, pero no una vida fácil. Después de momentos angustiosos, sabe que el Hijo de María ha sido concebido por obra del Espíritu Santo. Y ese Niño, Hijo de Dios, descendiente de David según la carne, nace en una cueva. Ángeles celebran su nacimiento y personalidades de tierras lejanas vienen a adorarle, pero el Rey de Judea desea su muerte y se hace necesario huir. El hijo de Dios es, en la apariencia, un niño indefenso, que vivirá en Egipto.
En su Evangelio, San Mateo pone constantemente de relieve la fidelidad de José, que cumple los mandatos de Dios sin vacilaciones, aunque a veces el sentido de esos mandatos le pudiera parecer oscuro o se le ocultara su conexión con el resto de los planes divinos.
Fe, amor y esperanza
En muchas ocasiones los Padres de la Iglesia hacen resaltar esta firmeza de la fe de San José. La fe de José no vacila, su obediencia es siempre estricta y rápida.
Para comprender mejor esta lección que nos da aquí el Santo Patriarca, es bueno que consideremos que su fe es activa. Porque la fe cristiana es lo más opuesto al conformismo, o a la falta de actividad y de energía interiores. En las diversas circunstancias de su vida, el Patriarca no renuncia a pensar, ni hace dejación de su responsabilidad. Al contrario: coloca al servicio de la fe toda su experiencia humana.
Fe, amor, esperanza: estos son los ejes de la vida del Santo y los de toda vida cristiana. La entrega de José de Nazaret aparece tejida de ese entrecruzarse de amor fiel, de fe amorosa, de esperanza confiada. Eso nos enseña la vida de San José: sencilla, normal y ordinaria, hecha de años de trabajo siempre igual, de días humanamente monótonos, que se suceden los unos a los otros.
San José el padre de Jesús
A través del ángel, Dios mismo le confía a José cuáles son sus planes y cómo cuenta con él para llevarlos adelante. José está llamado a ser padre de Jesús; esa va a ser su vocación, su misión.
José ha sido, en lo humano, maestro de Jesús; le ha tratado diariamente, con cariño delicado, y ha cuidado de El con abnegación alegre.
Con San José, aprendemos lo que es ser de Dios y estar plenamente entre los hombres, santificando el mundo. Tratad a José y encontraréis a Jesús. Tratad a José y encontraréis a María, que llenó siempre de paz el amable taller de Nazaret.
José de Nazaret cuidó del Hijo de Dios y, en cuanto a hombre, le introdujo en la esperanza del pueblo de Israel. Y eso mismo hace con nosotros: con su poderosa intercesión nos lleva hacia Jesús. San Josemaría, cuya devoción a san José fue creciendo a lo largo de su vida, decía que Él es realmente Padre y Señor, que protege y acompaña en su camino terreno a quienes le veneran, como protegió y acompañó a Jesús mientras crecía y se hacía hombre.
Dios exige continuamente más, y sus caminos no son nuestros humanos caminos. San José, como ningún hombre antes o después de él, ha aprendido de Jesús a estar atento para reconocer las maravillas de Dios, a tener el alma y el corazón abiertos.
La fiesta de San José
La fiesta de San José pone ante nuestra mirada la belleza de una vida fiel. José se fiaba de Dios: por eso pudo ser su hombre de confianza en la tierra para cuidar de María y de Jesús, y es desde el cielo un padre bueno que cuida de la fidelidad cristiana.
La solemnidad de San José es el 19 de marzo y la fiesta de San José obrero(Día Internacional del trabajo) es el 1 de mayo. También está incluido en la Fiesta de la Sagrada Familia (30 de diciembre) y sin duda forma parte de la historia de la Navidad.
Los siete domingos de san José
Son una costumbre de la Iglesia para preparar la fiesta del 19 de marzo. Dedicando al Santo Patriarca los siete domingos anteriores a esa fiesta en recuerdo de los principales gozos y dolores de su vida.
La meditación de los“dolores y gozos de san José” ayuda a conocer mejor al santo Patriarca y a recordar que también él afrontó alegrías y dificultades
Fue el Papa Gregorio XVI quien fomentó la devoción de los siete domingos de san José, concediéndole muchas indulgencias; pero S.S. Pío IX les dio actualidad perenne con su deseo de que se acudiera al Santo, para aliviar la entonces aflictiva situación de la Iglesia universal.
Un día, alguien preguntó a san Josemaría cómo acercarse más a Jesús: «Piensa en aquel hombre maravilloso, escogido por Dios para hacerle de padre en la tierra; piensa en sus dolores y en sus gozos. ¿Haces los siete domingos? Si no, te aconsejo que los hagas».
«¡Qué grandeza adquiere la figura silenciosa y oculta de san José –decía san Juan XXIII– por el espíritu con que cumplió la misión que le fue confiada por Dios. Pues la verdadera dignidad del hombre no se mide por el oropel de los resultados llamativos, sino por las disposiciones interiores de orden y de buena voluntad»
Devoción del Papa Francisco
“Yo quisiera también decirles una cosa muy personal. Yo quiero mucho a san José. Porque es un hombre fuerte y de silencio. Y tengo en mi escritorio tengo una imagen de san José durmiendo.
Y durmiendo cuida a la Iglesia. Sí, puede hacerlo. Nosotros no. Y cuando tengo un problema, una dificultad, yo escribo un papelito y lo pongo debajo de la figura del Santo para que lo sueñe. Esto significa para que rece por ese problema”.
El «Santo del silencio»
No conocemos palabras expresadas por él, tan solo conocemos sus obras, sus actos de fe, amor y de protección. Él protegió a la Inmaculada Madre de Dios y fue el padre de Jesús en la tierra. Sin embargo, no hay ninguna cita de él en los Evangelios. Más bien, fue un silencioso y humilde servidor de Dios que desempeñó su rol cabalmente.
“Guardián del Señor"
Uno de los primeros títulos que utilizaron para honrarlo fue “nutritor Domini”, se remonta al menos al siglo IX.
San José tiene múltiples patronazgos
Es el patrón de la Iglesia Universal, la buena muerte, las familias, los padres, las mujeres embarazadas, viajeros, inmigrantes, artesanos, ingenieros y trabajadores. Es también el patrón de las Américas, Canadá, China, Croacia, México, Corea, Austria, Bélgica, Perú, Filipinas y Vietnam.
Oración mencionada en ‘Patris corde’ con el que se concede
el don de indulgencias especiales con ocasión del Año de San José
"I am Patrick" es un docudrama sobre San Patricio estrenado el Día de San Patricio de 2020 en cines de EEUU, con la idea de estar dos días en cines y pasar después a plataformas y vídeo.
Seán T. Ó Meallaigh interpreta al joven Patricio, y al santo ya mayor lo interpreta John Rhys-Davies, que ha sido Gimli (y la voz de Bárbol) en El Señor de los Anillos, rey de los elfos en las Crónicas de Shannara, el amigo musulmán de Indiana Jones y mil papeles aventureros más.
La película ha sido dirigida y escrita por Jarrod Anderson con el objetivo de dejar claro el sentido cristiano del personaje y despojarle de algunas leyendas que no tratan en realidad de la fe.
El director se ha documentado mucho sobre la época del santo, el hundimiento de la Britania romana en siglo V, con los historiadores Charles Doherty, Elva Johnson y los escritores Thomas O’Loughlin y el sacerdote Billy Swan. El Patricio que ve el espectador es un hombre que ha sufrido, ha crecido y se ha volcado como misionero en un pueblo muy alejado de la fe.
John Rhys-Davies (muy popular como el enano Gimli en El Señor de los Anillos) es San Patricio
"Soy galés y siempre me gusta recordar a mis amigos irlandeses que su santo patrón era originalmente galés", explica Rhys-Davies en una entrevista con Peter Chattaway. Luego matiza: era un britano previo a la invasión de los anglos y sajones, "se habría considerado un britano céltico". A Rhys-Davies le gusta la historia y le apasiona el personaje.
"Este hombre extraordinario toma una de las partes del mundo más primitivas, salvajes, brutales, paganas, con sacrificios humanos, y en un par de siglos, literalmente debido a él y a la cristianización de Irlanda, el país se convierte en la Atenas del norte, de una forma extraña, en el extremo del mundo civilizado, en la época que llamamos, neciamente, las Eras Oscuras. Es una de las grandes luces de aprendizaje y erudición", proclama el actor.
Rhys-Davies explica algo que le hizo pensar durante el rodaje: para escribir con pluma y tinta hay que pararse cada pocos segundos a mojar la tinta... y eso ayuda a pensarse las cosas. "No tenían nuestra habilidad de simplemente borbotear palabras, como hacemos; tenían que pensar", señala.
San Patricio era ciudadano romano en Britania, un adolescente de familia rica, secuestrado a los 16 años, esclavizado por piratas irlandeses. Aprendió a vivir como un esclavo, en pobreza, como pastor, durante 6 años. Rhys-Davies enumera sus logros. "Vivía en una colina desnuda, con apenas unas ropas de pieles para mantenerse medio helado. Es un gigante. Su cristianismo es práctico en las circunstancias más duras y terribles.
Lo suyo no son unos minutos de glamur, es toda una vida: de un origen privilegiado, ser secuestrado, maltratado como esclavo, tanto como un hombre puede sufrirlo, y reencontrando su fe, escapando... y con esa necesidad de volver con sus captores para convertirles y perdonarles. Es un gigante"
Gordon Robertson, productor de la película y CEO de The Christian Broadcasting Network (CBN), habló al Catholic World Report sobre su entusiasmo por el personaje.
Gordon Robertson explica por qué le admira el espíritu misionero de San Patricio
"Hace 25 años un amigo me regaló una copia de su 'Confesión', en que escribe de su vida. Yo era un misionero en la India, y el texto me habló. Predicó en un entorno de gente que no conocía a Dios ni la Escritura. Empecé a usar antes de predicar su famosa oración: 'Cristo conmigo, Cristo ante mí, Cristo detrás de mí, Cristo en mí, Cristo bajo mí, Cristo sobre mí...'".
Robertson señala que no sólo fue valiente al escapar de su esclavitud, sino, sobre todo, al decidir volver a evangelizar a sus captores. "Volvió sin armas, viajando por un país hostil, donde podían matarle o volverle a esclavizar, y cada día su vida estaba en riesgo", señala.
Le admiran dos cosas del santo que le hacen asombrosamente moderno. "En primer lugar, en su Carta a los soldados de Corotico, se opone con fuerza al tráfico sexual. También se mantuvo firme contra la esclavitud. Es fascinante, porque escribía en el siglo V". El productor espera que la película y el ejemplo del santo ayude a suscitar vocaciones misioneras.
"Decidimos usar sus propias palabras. Nos han llegado dos de sus escritos: su Confesión y su Carta a los Soldados de Corotico. La película se basa sobre todo en su confesión. Añadimos algunas cosas, como cuando enciende un fuego en una colina contra las órdenes del druida del rey. Pensamos que había fuentes históricas suficientes para apoyarlo. En esta película oyes lo que Patricio escribió de sí mismo. Incluso el título, 'I Am Patrick', se eligió porque así empieza su confesión".
El productor detalla que los escenarios -y todo lo demás- se filmó en Inglaterra e Irlanda, en lugares históricamente ligados al santo. "En Inglaterra construimos una villa romana, parecida a la que debió tener Patricio de joven. Su padre era un patricio romano que recaudaba impuestos", recuerda.
Por supuesto, el equipo de rodaje tuvo problemas con el clima, siempre lluvioso. Para la escena final lograron un momento soleado: "fue un momento especial".
Explica que al principio Rhys-Davies iba a ser sólo la voz del narrador, pero al escuchar sus textos, decidieron que interpretara también al santo anciano. Sean O’Meallaigh, que interpreta al santo en la mediana edad, había interpretado 10 años antes al Patricio joven en la televisión irlandesa y se conocía la historia.
"Si alguien cree que el Día de San Patricio es sólo cosa de cerveza y tréboles, está muy lejos del Patricio histórico", afirma el productor, que se declara fan del libro de Thomas Cahill "De cómo los irlandeses salvaron la civilización" (Belacqua, 2007), que describe el papel de los monasterios y misioneros irlandeses conservando la cultura, explorando y creando centros civilizadores.
San Cirilo de Jerusalén nos invita hoy a revestirnos con las vestiduras de Cristo
Si Cirilo de Jerusalén estuviera entre nosotros hoy, simplemente podría desafiarnos a profundizar un poco más en nuestras devociones de Cuaresma.
En la primavera de 347, Cirilo de Jerusalén entregó una serie de enseñanzas a los catecúmenos de Jerusalén. En la introducción a estas conferencias, Cirilo les dijo a sus auditores: “Este encargo os doy, antes de que entre Jesús, el Esposo de las almas… Se os permite un aviso largo; tienes cuarenta días para arrepentirte…”
Sentado en la magnífica y recién terminada Iglesia del Santo Sepulcro, Cirilo pronunció una apasionada súplica por el arrepentimiento genuino, la conversión y la aceptación de una forma de vida completamente nueva.
“Incluso Simón el Mago vino una vez a la fuente: fue bautizado, pero no fue iluminado; y aunque sumergió su cuerpo en agua, no iluminó su corazón con el Espíritu: su cuerpo descendió y subió, pero su alma no fue sepultada con Cristo, ni resucitó con Él”, Cirilo advirtió a los catecúmenos.
Tuvo que ser un momento poderoso para los oyentes de Cirilo. Sentado en el mismo lugar donde Cristo pasó tres días en la tumba, luego resucitó de entre los muertos, la poderosa retórica de Cirilo debió de conmoverlos en lo más hondo. Y, de hecho, sus palabras todavía siguen teniendo hoy el mismo poder, porque al leerlas de nuevo, recordamos cuán débiles son nuestros propios preparativos de Cuaresma, y nos incitan a una conversión genuina.
En el prólogo de las Conferencias catequéticas de Cirilo, el lector moderno puede encontrar la verdadera esencia, el espíritu, por así decirlo, de la comprensión de la Iglesia primitiva del propósito de la Cuaresma. Lo primero que se nota, entonces, es que, en el entendimiento de Cirilo, la Cuaresma era para los creyentes: los que ya estaban bautizados, y los que estaban en los últimos días de su preparación para el Bautismo. Leemos al final del prólogo:
“Estas Lecturas de Catequesis, para aquellos que han de ser iluminados, las podéis prestar a los candidatos al Bautismo y a los creyentes que ya están bautizados, para leer, pero no podéis dar nada ni a los Catecúmenos ni a ningún otro que no sea cristiano…” La fe básica en Cristo es un requisito previo para la auténtica observancia de la Cuaresma. Las disciplinas de la Cuaresma no tienen sentido y no pueden dar frutos genuinos sin fe.
En segundo lugar, vemos que, para Cirilo, aunque prevé un arduo trabajo espiritual por parte del creyente durante la Cuaresma, sabe que en última instancia la obra de salvación, el proceso de perfección en nuestras almas, pertenece a Dios: “Dios, que conoce vuestros corazones, y observa quién es sincero y quién es hipócrita, es poderoso tanto para guardar a los sinceros como para dar fe al hipócrita."
Cirilo estaba perfectamente convencido de que Dios puede transformar nuestros esfuerzos vacilantes e insinceros en conversión y fe genuinas. Cirilo planteó el asunto de esta manera:
“Posiblemente, también, has venido con otro pretexto. Es posible que un hombre esté deseando cortejar a una mujer y haya venido aquí por ese motivo. La observación se aplica de la misma manera a las mujeres también a su vez. Un esclavo tal vez también desee complacer a su amo, y un amigo a su amigo. Yo tomo este cebo por el anzuelo, y te recibo, aunque viniste con un mal propósito, pero como a uno que ha de ser salvado por una buena esperanza.”
Un tercer tema, quizás el más importante de todos, surge de una lectura atenta del prólogo de Cirilo. Cirilo entendió que, para un cristiano, la conversión inicial y el bautismo son solo el comienzo. La vigilancia constante, el arrepentimiento constante, son necesarios para que una vida cristiana llegue segura a puerto: “Grande es el bautismo que está delante de ti…. Pero hay una serpiente junto al camino que vigila a los que pasan; mirad que no os muerda con la incredulidad”.
Vistos así, la oración, el ayuno y la limosna de la Cuaresma adquieren su verdadero sentido. Existen para preparar al creyente, mediante actos voluntarios de renuncia a sí mismo, para resistir las tentaciones que se nos presenten en la vida diaria. Una persona que puede comer voluntariamente alimentos sencillos durante la Cuaresma para dar más a los pobres podrá resistir mejor las tentaciones de la avaricia y el egoísmo que el mundo nos presenta.
Fue en este contexto que Cirilo invitó a sus candidatos al bautismo a comenzar sus cuarenta días de renuncia: “Si la moda de vuestra alma es la avaricia, vestíos de otra moda y entrad. Despojaos de la moda anterior, no la ocultéis. Quitaos, os lo ruego, la fornicación y la inmundicia, y vestíos el manto más brillante de la castidad. Este encargo os doy, delante de Jesús el Esposo de las almas, entrad y mirad sus formas. Se os permite un aviso largo; tienes cuarenta días para arrepentirte: tienes plena oportunidad, tanto para quitarte y lavarte, como para vestirte y entrar.”
El contenido práctico de la catequesis de Cirilo se revela a través de una lectura atenta de las conferencias 1 y 2, que tratan los temas del arrepentimiento y el perdón.
En la primera lectura, después de leer Is 1,16: “Lávate y límpiate; apartad de delante de mis ojos la maldad de vuestras obras…”, Cirilo recomienda a sus oyentes que confiesen sus pecados y perdonen a los que han pecado contra ellos: “Este es el tiempo de la confesión: confiesa lo que has hecho de palabra o de hecho…
Si tienes algo contra algún hombre, perdónalo: vienes aquí para recibir el perdón de los pecados, y también debes perdonar al que ha pecado contra ti”.
En la segunda conferencia, Cirilo reforzó esta enseñanza hablando de los beneficios que experimenta el alma cuando se libera de la carga de los pecados no perdonados:
“Entonces el pecado es, como hemos dicho, un mal terrible, pero no incurable; temible para el que se aferra a ella, pero fácil de curar para el que, por arrepentimiento, se la quita. Pues supongamos que un hombre sostiene fuego en su mano; mientras retenga el carbón encendido, es seguro que se quemará; pero si hubiera apartado el carbón, habría arrojado también la llama con él.”
Parece claro, al leer estos pasajes, que existe una diferencia definitiva entre la forma en que Cirilo y sus contemporáneos veían la Cuaresma y la forma en que la vemos hoy. Tal vez, hay mucho que podríamos aprender de Cirilo. Quizás nuestra visión es demasiado pequeña. Tendemos a mordisquear los bordes de nuestros vicios.
Estamos contentos si somos capaces de pasar cuarenta días sin comer chocolate, o usar nuestra palabrota menor favorita. Cirilo nunca se habría contentado con resultados tan pequeños (por valiosos que sean), y tampoco habría permitido que su congregación estuviera satisfecha.
Para Cirilo, los cuarenta días de preparación para el Bautismo eran para iniciar el arrepentimiento profundo que cambia la vida y conduce a una nueva creación. En el corazón de la catequesis bautismal de Cirilo, estaba la idea de que, aquellos que se levantan de las aguas del bautismo, han muerto a su antigua forma de vida, emergiendo ahora como una nueva creación.
En su tercer discurso, les dijo a sus candidatos:
“Habiendo descendido muertos en pecados, resucitáis vivificados en justicia. Porque si habéis sido unidos a la semejanza de la muerte del Salvador (Rom 6, 5), también seréis tenidos por dignos de su resurrección”.
Pero el sacramento, aclara Cirilo, no es como los rituales mágicos de los paganos. Sin un arduo trabajo por parte del receptor, la gracia podría ser recibida en vano: “esto no es un asunto ligero, ni una unión ordinaria e indiscriminada según la carne, sino la elección del Espíritu que todo lo escudriña según la fe”.
Siendo así, los cuarenta días de preparación, para Cirilo, eran esenciales, y la oración, el ayuno y la limosna de la Cuaresma eran necesarios para preparar el alma para la adecuada recepción del inmenso don del Bautismo.
Cirilo consideraba la limosna como el signo visible más claro del verdadero arrepentimiento: “¿Qué, pues, debes hacer? ¿Y cuáles son los frutos del arrepentimiento? El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene (Lc 3, 11)… y el que tiene comida, haga lo mismo . ¿Disfrutarías de la gracia del Espíritu Santo y, sin embargo, juzgarías a los pobres como indignos del alimento corporal?”
Dar limosna es, para Cirilo, una señal clara de que el candidato se ha arrepentido de su antigua codicia, egoísmo e insensibilidad con los pobres, y ha comenzado a ver a los pobres como seres humanos, dignos de respeto, amor y asistencia.
Pero, más allá de esto, para Cirilo, la entrega de bienes materiales tiene el mismo propósito que el ayuno; somos desapegados de los bienes menores que nos impiden apreciar plenamente la majestad, el asombro y el amor infinito de Dios, y recordamos que nunca estaremos verdaderamente satisfechos hasta que comamos la rica comida y el buen vino del banquete escatológico de Dios.
Cirilo insinuó esto hacia el final de su catequesis bautismal. Les dijo a los candidatos que, en el momento de su bautismo:
“Los ángeles bailarán a su alrededor y dirán: '¿Quién es ésta que sube con vestiduras blancas, apoyándose en su amado?'... Y Dios les conceda que, cuando hayan terminado, en el transcurso del ayuno, se acuerden de lo que digo, y dando fruto en buenas obras, estén irreprensibles junto al Esposo espiritual…”
Y así, en medio de su aparente severidad, vemos el corazón pastoral de Cirilo, que amaba tanto a su rebaño que anhelaba verlo bañado por la luz de su salvador.
¿Qué pueden aprender hoy los catequistas y predicadores de Cirilo? Si Cirilo estuviera entre nosotros hoy, ¿Qué nos diría? Tal vez, simplemente nos desafiaría a profundizar un poco más en nuestras devociones de Cuaresma. Cirilo no era ajeno a los desafíos de presentar el Evangelio en una sociedad rica. La Iglesia estaba experimentando una afluencia de nuevos conversos, muchos de los cuales eran sinceros.
Pero muchos también buscaban simplemente una ventaja política o económica. Cirilo tomó a todos los interesados y los desafió a la conversión profunda y duradera a la que Cristo nos llama a todos, el tipo de conversión que se traduce en abundantes frutos del Espíritu Santo. ¿Haremos acaso menos hoy?
Maewyn Succat, es el nombre con el que Patricio fue bautizado. Nació en la Britania Romana entre el año 385 y el 392 en el seno de una familia cristiana.
Cuando tenía quince o dieciséis años fue raptado por un puñado de piratas irlandeses que lo llevaron al norte de Irlanda y lo vendieron como esclavo.
Un muchacho que reza
En su “Confesión”, en la que se firma “Patricius” y en la que relata la experiencia de aquellos años, escribe:
“El amor por Dios y el temor a Él crecieron en mí, y así la fe. En un solo día rezaba cien oraciones, y de noche casi otras tantas. Rezaba en los bosques y sobre los montes, incluso antes de la aurora. Ni la nieve, ni el hielo, ni la lluvia parecían tocarme”.
Después de seis años de prisión, Patricio tuvo en sueños la premonición de la libertad ya próxima y, obedeciendo a la visión que tuvo mientras dormía, escapó de la vigilancia y recorrió a pie los casi doscientos kilómetros que lo separaban de la costa. Allí logró que algunos marineros se apiadaran de él y lo embarcaron con ellos hasta volver a Britania, donde pudo volver a abrazar a su familia.
Una visión
Pocos años después, Patricio tuvo otra visión, que también describe en la “Confesión”:
“Vi a un hombre que venía hacia mí, como procedente de Irlanda; su nombre era Victorio, llevaba consigo algunas cartas, y me entregó una. Leí la primera línea: ‘Invocación de los irlandeses’. Mientras leía, me pareció escuchar la voz de la gente que habitaba en la foresta de Vocluto (el lugar de su prisión), cerca del mar occidental, y me pareció que me imploraran, llamándome ‘joven siervo de Dios’, para que fuera con ellos”.
Esta visión incitó a Patricio que prosiguió sus estudios de formación, hasta que fue ordenado presbítero por Germán, Obispo de Auxerre. Sin embargo, su sueño de evangelizar Irlanda aún no estaba próximo a realizarse. Su candidatura al ministerio episcopal, con vistas a su envío a Irlanda, fue obstaculizada en base a una presunta falta de preparación debida a la irregularidad de sus estudios; lo que fue durante mucho tiempo un dolor para Patricio que en la “Confesión” admite:
“No he estudiado como otros que se han nutrido en medida igual del derecho y de la Sagrada Escritura y desde la infancia han perfeccionado su lengua. Yo, en cambio, he tenido que aprender una lengua extranjera. Algunos me acusan de ignorancia y de tener una lengua balbuciente, pero en realidad está escrito que las lenguas balbucientes aprenden rápidamente a hablar de paz”.
Obispo en Irlanda
Finalmente, en una fecha imprecisada, entre los años 431 y 432, Patricio fue consagrado Obispo de Irlanda por el Papa Celestino I, y llegó a Slane el 25 de marzo del 432. El Obispo que lo había precedido, Paladio, había regresado a su patria desanimado después de menos de dos años de misión.
Patricio se encontró entonces con que tuvo que afrontar innumerables dificultades: el jefe de una de las tribus trató de que fuera asesinado, y durante sesenta días fue encarcelado, pero a pesar de las tribulaciones, Patricio continuó durante casi cuarenta años su obra misionera, llegando a convertir a miles de irlandeses, introduciendo la vida monástica y estableciendo la sede episcopal en Armagh.
El trébol
Según la tradición, San Patricio solía explicar el misterio de la Trinidad mostrando el trébol, en el que las tres hojitas están unidas por un único tallo. El primer testimonio escrito de esto se remonta sólo al 1726, pero la tradición podría tener raíces mucho más antiguas.
Las imágenes de San Patricio lo retratan con una cruz en una mano y un trébol en la otra. Por esta razón El trébol es hoy el símbolo de la fiesta de San Patricio, que cae el 17 de marzo, día de su muerte acaecida en el año 461 en Saúl. Sus restos fueron trasladados y sepultados en la Catedral de Down, que desde entonces se denomina Down Patrick.
Es una antigua tradición en la Iglesia preparar la fiesta de San José, el 19 de marzo, con la contemplación de los dolores y gozos del Santo Patriarca durante los siete domingos anteriores a su fiesta.
DOLORES Y GOZOS DE SAN JOSÉ
De la mano de san José iremos contemplando los dolores: aquellos momentos en los que tuvo que pasar las pruebas que el Señor le tenía preparadas, los momentos que se entregó de forma plena al querer de Dios, aun sin comprender del todo lo que tenía guardado para él.
También iremos meditando los gozos desan José: la alegría y la felicidad de compartir su vida junto a su esposa, la Santísima Virgen y el Niño. El gozo de saberse en las manos de un Dios que le había escogido para tan gran tarea.
Los cristianos siempre han visto en san José un ejemplo de entrega y de fe en Dios y podemos considerarlo maestro de oración. Fue él, después de la Virgen, quien más de cerca trató al Niño Dios, quien tuvo con él el trato más amable y sencillo.
Antífona (para todos los días):
¡Oh feliz Varón, bienaventurado José! A quién le fue concedido no sólo ver y oir al Hijo de Dios, a quién muchos quisieron ver y no vieron , oir y no oyeron, sino también abrazarlo, besarlo, vestirlo y custodiarlo.
V: Rogad por nosotros bienaventurado San José. R: Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amen.
PRIMER DOMINGO
Oh castísimo esposo de María, glorioso San
José: qué aflicción y angustia la de vuestro corazón
en la perplejidad en que estabais, sin saber si debíais
abandonar o no a vuestra esposa sin mancilla.
Pero cuál no fue también vuestra alegría, cuando
el ángel reveló el gran misterio de la Encarnación.
Por ese dolor y gozo, os pido consoléis nuestro
corazón ahora y en nuestros últimos dolores, con
la alegría de una vida justa y de una santa muerte,
semejante a la vuestra, asistidos de Jesús y de María.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
SEGUNDO DOMINGO
Oh bienaventurado patriarca glorioso San José,
escogido para ser padre adoptivo del Hijo de Dios
hecho hombre: el dolor que sentisteis, viendo nacer al
Niño Jesús en tan gran pobreza, se cambio de pronto
en alegría celestial al oír el armonioso concierto de los
ángeles, y al contemplar las maravillas de aquella noche
tan resplandeciente.
Por este dolor y por este gozo, alcanzadnos
que después del camino de esta vida vayamos a
escuchar las alabanzas de los ángeles, y a gozar de los
resplandores de la gloria celestial.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
TERCER DOMINGO
Oh ejecutor obedientísimo de las leyes divinas,
glorioso San José: la sangre preciosísima que el
redentor derramó en su circuncisión os traspasó el
corazón, pero el nombre de Jesús, que entonces se le
impuso, os confortó, llenándoos de alegría.
Por este dolor y por este gozo, alcanzadnos el vivir
alejados de todo pecado, a fin de expirar gozosos con
el santísimo nombre de Jesús en el corazón y en los
labios.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
CUARTO DOMINGO
Oh santo fidelísimo, que tuvisteis parte en
los misterios de nuestra redención, glorioso San
José: aunque la profecía de Simeón acerca de los
sufrimientos que debían pasar Jesús y María, os causó
dolor a par de muerte, sin embargo, os llenó también
de alegría, anunciándoos al mismo tiempo la salvación
y resurrección gloriosa, que de ahí se seguiría para un
gran número de almas.
Por ese dolor y por ese gozo, conseguidnos ser
del número de los que por los méritos de Jesús y por la
intercesión de la bienaventurada Virgen María han de
resucitar gloriosamente.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
QUINTO DOMINGO
Oh custodio vigilante, familiar íntimo del Hijo de
Dios hecho hombre, glorioso San José: cuánto sufristeis
teniendo que alimentar y servir al Hijo del Altísimo,
particularmente en vuestra huída a Egipto, pero cuán
grande fue también vuestra alegría teniendo siempre
con vos al mismo Dios, y viendo derribados los ídolos de
Egipto.
Por este dolor y por este gozo, alcanzadnos alejar
para siempre de nosotros al tirano infernal, sobre todo
huyendo de las ocasiones peligrosas, y derribar de
nuestro corazón todo ídolo de afecto terreno, para que,
ocupados en servir a Jesús y María, vivamos tan sólo
para ellos, y muramos gozosos en su amor.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
SEXTO DOMINGO
Oh ángel de la tierra, glorioso San José, que
pudisteis admirar al Rey de los Cielos, sometido a
vuestros más mínimos mandatos; aunque la alegría
al traerle de Egipto se turbó por temor de Arquelao,
sin embargo, tranquilizado luego por el ángel vivisteis
dichoso en Nazaret con Jesús y María.
Por este dolor y por este gozo, alcanzadnos la
gracia de desterrar de nuestro corazón todo temor
nocivo; de poseer la paz de la conciencia, de vivir
seguros con Jesús y María, y de morir también asistidos
de ellos.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
SÉPTIMO DOMINGO
Oh modelo de toda santidad, glorioso San José,
que, habiendo perdido sin culpa vuestra al Niño Jesús,
le buscasteis durante tres días con profundo dolor, hasta
que lleno de gozo le encontrasteis en el Templo, en
medio de los doctores.
Por este dolor y gozo os suplicamos, con palabras
salidas del corazón, intercedáis en nuestro favor, para
que no nos suceda jamás perder a Jesús por algún
pecado grave. Mas si por desgracia le perdiéramos,
haced que le busquemos con tal dolor, que no nos
deje reposar hasta encontrarle favorable, sobretodo en
nuestra muerte, a fin de ir a gozarle en el cielo y cantar
eternamente con Vos sus divinas misericordias.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
FINAL (para todos los días):
Acordaos Ohpurísimo Esposo de María, oh dulce protector mío San José, que jamás se oyó decir que haya dejado de ser consolado uno solo de cuantos han acudido a vuestra protección e implorado vuestro auxilio.
Con esta confianza vengo a vuestra presencia y me encomiendo a Vos fervorosamente, oh padre nutricio del Redentor. No desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas piadosamente. Amén.
Oración:Oh Dios, que por providencia inefable os dignasteis escoger al bienaventurado José para esposo de vuestra Santísima Madre: os suplicamos nos concedáis la gracia de que, venerándole en la tierra como a nuestro protector, merezcamos tenerle por intercesor en los cielos. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria, por las intenciones del Papa. Es conveniente hacerlo confesando y comulgando.
“Para que yo pueda venir a las naciones irlandesas, a predicar el Evangelio”
San Patricio es uno de los santos más populares del mundo. Lo conocen creyentes y no creyentes. Ahora su historia cobra vida en la película "I Am Patrick", “Yo soy Patricio”.
GORDON ROBERTSON
Productor Ejecutivo "I Am Patrick" “Fue capturado en Gran Bretaña cuando era un niño de 16 años. Los piratas irlandeses lo llevaron a la isla y lo vendieron como esclavo. Pasó seis años como esclavo, y durante ese tiempo, en lugar de quejarse, aprendió a escuchar la voz del Señor”.
La cinta combina recreaciones históricas, entrevistas con expertos y los propios escritos del santo, para contar la vida de un hombre que entregó todo a Dios.
“¿Por qué este hombre se pondría en peligro entre enemigos que no conocen a Dios?”
“La gente pensaba que esta misión era una locura, que sus esfuerzos por cristianizar Irlanda estaban condenados al fracaso".
GORDON ROBERTSON
Productor Ejecutivo "I Am Patrick" “Espero que inspire a personas que no creen en Dios, que les enseñe a rezar. Que digan: 'Dios, veo lo que hiciste a San Patricio. Veo que le hablaste. Veo que lo salvaste cuando era esclavo. ¿Podrías hablarme? ¿Podrías mostrarme tu presencia? ¿Podrías ser mi salvador? Estas son las preguntas que espero que la película inspire a personas en todas partes”.
A pesar de estar ambientada en la Irlanda del siglo V, la vida de San Patricio sigue siendo un ejemplo de fortaleza y perseverancia ante desafíos de hoy.
GORDON ROBERTSON
Productor Ejecutivo "I Am Patrick" "San Patricio es un personaje para hoy, para el mundo moderno. Es alguien que inspirará a la gente a asumir el reto de decir: 'Aquí estoy yo. Envíame' ".
Como muchos cines están cerrados debido a la emergencia sanitaria, la película estará disponible en Internet. Mientras tanto, en su web iampatrick.com se puede comprar el DVD.
Una costumbre de los primeros cristianos: el Retiro espiritual
Esta práctica espiritual es algo común en la Iglesia desde los primeros siglos: siempre que una persona buscaba prepararse para una misión, o, simplemente, notaba la urgencia de corresponder con mayor entrega a los toques de la gracia, procuraba intensificar su trato con el Señor.
El papa Francisco acude todos los años a sus ejercicos espirituales: "Quien vive los ejercicios espiritualesde modo auténtico experimenta la atracción, el encanto de Dios, y vuelve renovado, transfigurado a la vida ordinaria, al ministerio, a las relaciones cotidianas, trayendo consigo el perfume de Dios”.
También desde el comienzo de su Pontificado, Benedicto XVI recomendó los días de retiro espiritual, particularmente los que se hacen en completo silencio (Discurso a un grupo de Obispos en visita ad limina, 26-XI-2005). Y en el tradicional Mensaje para la Cuaresma de este año 2011, refiriéndose al Evangelio del segundo domingo, el de la Transfiguración del Señor, insiste: es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: Él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal (cfr. Hb 4, 12) y fortalece la voluntad de seguir al Señor.
Un poco de historia
Retiro es la traducción del latín recessus, que significa apartarse, retirarse. Cuando este aislamiento tiene un fin religioso, un motivo sobrenatural, hablamos propiamente de retiros espirituales.
La idea de retirarse, para tratar de hablar más íntimamente con Dios y hacer oración, es inherente a la naturaleza humana. Algunas veces, las más, este retiro consistirá en el recogimiento interior necesario para facilitar ese diálogo del alma con Dios.
En la Sagrada Escritura se hallan abundantes testimonios de esos retiros del hombre para ir a un encuentro personal más directo con Dios. Tampoco hay que olvidar el papel que juega el desierto en la vida de Israel, como pueblo escogido de Dios.
Moisés, los Profetas y San Juan Bautista constituyen un precedente en el que se inspiraron los primeros Padres del desierto: San Atanasio, en la Vida de San Antonio, cita a Elías como modelo de los solitarios.
Jesucristo mismo, «lleno del Espíritu, partió del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto, donde estuvo cuarenta días» (Lc 4,1-2). Después de la Ascensión de Cristo encontramos a los Apóstoles y a un grupo numeroso de fieles reunidos dentro del Cenáculo, en compañía de la Virgen Santísima, esperando la efusión delParáclito que Jesús les había prometido.
Los primeros cristianos
La famosa frase de Cicerón «numquam minus solus quam cum solus sum» (nunca estoy menos solo que cuando estoy solo) adquirió carta de naturaleza en toda la literatura espiritual cristiana desde San Ambrosio: él la transcribió dándole un sentido profundamente cristiano.
Al final del siglo IV, dentro de las instituciones que más han progresado -los eremitas, en Egipto; los cenobitas, ya sean de San Antonio, de San Pacomio o de San Basilio-, a pesar de notorias diferencias, existe un ideal común: el servicio exclusivo de Dios y la separación del mundo; el aislamiento y el silencio; la penitencia corporal y la reglamentación de la oración, junto con la lectura espiritual y la recitación de los salmos.
Culmina esta etapa con la aparición de la figura egregia de San Agustín y, más concretamente, con lasConfesiones, que constituyen de hecho una valiosa guía para introducirnos en el mundo del retiro espiritual.
En los siglos sucesivos, la vida monástica, introducida ya en el Occidente europeo, va a adquirir un desarrollo extraordinario, hasta llegar a la época de San Bernardo.
Se generaliza, como práctica entre los monjes, la costumbre de dedicarse durante unos días y por entero a la vida de piedad, después de haber hecho la profesión religiosa; y, en este sentido, puede hablarse con rigor de un retiro espiritual.
Pero la expresión retiros o ejercicios espirituales no ha adquirido todavía carta de ciudadanía.
Ejercitar el alma
En el siglo XII, G. de Saint-Thierry, emplea muchas veces la expresión spiritualia exercitia (ejercicios espirituales), contraponiéndola a los exercitia corporalia; para San Bernardo nuestra santificación toda es realmente un ejercicio espiritual.
Los autores cristianos de los primeros siglos comenzaron por usar la palabra exercitium en su sentido genérico, haciendo referencia a la lucha ascética necesaria para contrarrestar la inclinación al pecado y, en algún caso concreto, a la virtud indispensable para hacer frente al martirio.
En la segunda mitad del s. XIII, San Buenaventura recomienda el mentale exercitium sobre uno mismo, sobre la vanidad del mundo, sobre los novísimos y sobre la gloria; aconseja la meditación de la Pasión de Jesucristo y recomiendael cambio de vida, la huida del pecado, la contrición, la confesión frecuente, la meditación, el examen de conciencia, etc.
Vivir la vida de Cristo
En el siglo XIV aparece una obra de especial interés, las Meditationes vitae Christi, de Caulis. Los exercitia comprenden la meditación y la contemplación, el examen de conciencia y, en general, el tema central de la oración debe ser la vida de Cristo.
El beato Enrique Suso hace un gran esfuerzo para difundir la devotio, recluida en el convento, a todos los cristianos, enseñando los caminos de perfección.
En la célebre Vita Iesu Christi, de L. de Sajonia, se recomienda meterse dentro en la contemplación de los pasajes evangélicos, haciéndose presente y así meditar la vida de Jesucristo.
Ya en el siglo XV, J. Gerson nos ofrece un intento de sistematización de los exercitia spiritualia y aconseja a las personas devotas que hagan estas prácticas bajo la guía de un director que conozca la Sagrada Escritura, que sea piadoso y discreto, que no le falte experiencia; recomienda algunos temas para la oración y expone un método, que no se debe imponer nunca.
La espiritualidad de los siglos XIV y XV se hace cada vez más cristocéntrica, con una gran preferencia por la Humanidad de Jesucristo, sobre todo por la Pasión.
En la España del siglo XV, el abad de Montserrat García Ximénez de Cisneros dio, con su Ejercitatorio, un paso decisivo en la sistematización de los ejercicios espirituales; propuso un método claro, preciso, orgánico y completo para hacer ejercicios espirituales de acuerdo con un plan perfectamente programado dedicado a la conciencia, a la vida contemplativa, a la identificación con la voluntad de Dios y a la necesidad de la perseverancia.
Esta obra tuvo mucha influencia en San Ignacio de Loyola, quien fue, en 1522, recién convertido, al monasterio de Montserrat.
San Ignacio dividió los ejercicios espirituales en cuatro semanas, de la misma forma que el Ejercitatorio, si bien los temas de las meditaciones no están distribuidos de la misma forma.
Los ejercicios espirituales ignacianos, sin embargo, se distinguen porque tienen un fin específico: la elección de estado, que es la espina dorsal del sistema, el punto hacia el cual todo converge; y no hay ninguna duda de que este método ha supuesto un medio muy eficaz para que muchas personas se decidan a servir a Dios.
San Juan Pablo II recordó la importancia de los retiros espirituales con estas palabras: "Quisiera reavivar vuestra llama apostólica estimulándoos en tres puntos que me parecen muy importantes. Evangelizad vuestra propia vida; continuad siempre en estado de conversión [...]. Dedicad algún tiempo al retiro y a la revisión de la vida."
El Papa Francisco nos habla también de la importancia de esta práctica cristiana: "El que vive los ejercicios espirituales con autenticidad, experimenta la atracción, la fascinación de Dios, y regresa renovado y transfigurado a la vida habitual, al ministerio, a las relaciones cotidianas, llevando consigo la fragancia de Cristo”.
“Los hombres y las mujeres de hoy necesitan encontrar a Dios y conocerlo “no de oídas”... Un buen curso de Ejercicios Espirituales contribuye a renovar en quien participa la adhesión incondicional a Cristo y ayuda a entender que la oración es el medio insustituible de unión al Crucificado”.
“Retiros los hacían ya los primeros cristianos. Después de la Ascensión de Cristo al Cielo encontramos a los Apóstoles y aun grupo numeroso de fieles reunidos dentro del Cenáculo, en compañía de la Virgen Santísima, esperando la efusión del Paráclito que Jesús les había prometido. Allí los halla el Espíritu Santo perseverantes unanimiter in oratione (Hch 1, 14), metidos en la oración.De igual modo se comportaron aquellas almas que en la primitiva cristiandad, sin apartarse de la vida de los otros, se entregaban a Dios en sus casas; y los anacoretas que marchaban a los desiertos, para dedicarse en soledad al trato con Dios... ¡y al trabajo! (...). Todos los cristianos que se han preocupado sinceramente por su alma, han hecho de un modo u otro sus retiros. Porque se trata de una práctica cristiana”. (San Josemaría)
BIBL.: J. LECLERCQ, A. RAYEZ, P. DEBONGNIE, Exercices spirituels, en DSAM 4,1902-1933; P. POURRAT, La Spiritualité Chrétienne, III, París 1947; GARCÍA XIMÉNEZ DE CISNEROS, Ejercitatorio de la vida espiritual, Madrid 1957; G. M. COLOMBÁS, un reformador benedictino, García Ximénez de Cisneros, Montserrat 1955; S. IGNACIO DE LOYOLA, Exercicios spirituales. Autógrafo español, 10 ed. Madrid 1962; lo, Exercitia spiritualia Sancti Ignatii de Loyola et eorum Directoria (ed. crítica de A. C'ODINA), Madrid 1919; I. IPARRAGuiRRE, Historia de los ejercicios de S. Ignacio, 2 vol. Bilbao 1946-1955.