Asunción de la Virgen (Assumption of the Virgin) Jacopo Palma
La ausencia de información fuera de los textos bíblicos ha llevado a algunos a dudar infundadamente de su existencia. La importancia de las funciones que le fueron encomendadas en la primitiva comunidad cristiana y la seriedad en el cumplimiento de las mismas le acreditan como hombre de confianza y de prestigio para resolver las tensiones existentes en los orígenes del cristianismo.
Estamos ante una personalidad de talla indiscutible, que puede haber sido adornada con algún rasgo añadido, pero en modo alguno haber sido inventada para explicar determinados problemas existentes que exigirían la intervención de una persona solvente.
Silas era judeo-cristiano, en el mejor sentido de la palabra: un judío convertido al cristianismo. Perteneció a la segunda generación cristiana que le reconoció una autoridad indiscutible. Las razones de la misma puede haber sido su categoría de ciudadano romano (Hch 16, 37-38) y, sobre todo, la de ser profeta (Hch 15, 32), profundo conocedor del mensaje cristiano y anunciador infatigable del mismo.
Estas dos características eran las más adecuadas para servir de mediador o puente entre el Evangelio, libre de la ley judía, tal como era predicado por Pablo, y la necesidad de las adiciones de la misma para completar la eficacia salvadora de la fe, como pretendía la facción o tendencia cristiano-judaizante.
Representantes de esta tendencia habían logrado infiltrarse en la comunidad de Antioquía y habían perturbado la tranquilidad con que vivían su fe. Pues bien, las autoridades de Jerusalén consideraron que Silas y Judas, llamado Barsabas, eran las dos personas indicadas para exponer a la comunidad de Antioquía el resultado de las deliberaciones del Concilio de Jerusalén, que se había pronunciado por la libertad del Evangelio frente a la ley judía.
Una decisión definitiva que, además, desautorizaba a aquellos que se habían presentado como representantes o delegados de la Iglesia de Jerusalén para predicar lo contrario. Lo habían hecho sin contar con ella. Era necesario desenmascararlos.
Las exigencias de observar la ley judía, que presentaban como necesarias para salvarse, eran meras opiniones de unos fanáticos que no querían renunciar a las prácticas habituales del judaísmo (Hch 15, 22). Los elegidos son considerados como «varones principales entre los hermanos», que debían acompañar a Pablo y a Bernabé, que habían sido considerados por la Iglesia de Antioquía como sus representantes para resolver aquella importantísima cuestión en diálogo con las autoridades de la Iglesia.
Silas y Judas tenían la misión de respaldar la autoridad de Pablo y de Bernabé frente a quienes presumían de ostentar la delegación recibida de la Iglesia de Jerusalén para introducir sus propias opiniones.
Dada la delicada misión que Silas, juntamente con Judas, había recibido no podemos considerarlo como representante de una postura teológica o eclesial destacadas.
Tal vez ahí vieron las autoridades de la Iglesia de Jerusalén su capacidad para apaciguar las tensiones existentes entre la tendencia a seguir manteniendo la obligación de observar la ley judía (petrinismo, santiaguismo o conservadurismo, como ha sido llamada) y la del Evangelio puro y desnudo, libre de adherencias o mixtificaciones procedentes del judaísmo (paulinismo, liberalismo progresista, frente a las exigencias aludidas). Es claro que la neutralidad de Silas era relativa, ya que se le descubre fácilmente como más cercano y partidario de Pablo y de «su» evangelio.
De hecho, una vez cumplida su misión, se quedó en Antioquía (Hch 15, 34). Aquella comunidad, pletórica de vida, estaba preparando la gran misión, que nosotros conocemos como el segundo viaje misionero o apostólico de Pablo. Y Silas se integró en el grupo de los que la llevarían a efecto. Esta decisión y la consiguiente actitud y actividad le hace acreedor al calificativo de gran misionero, roturador de nuevas tierras.
Pablo le considera como absolutamente fiable y, por tanto, el compañero más adecuado para visitar las iglesias cristianas que ya habían surgido con motivo de otras actividades apostólicas (Hch 15, 40); ambos se hallan solos ante el motín levantado en Filipos contra ellos por la predicación del Evangelio, que había tenido como consecuencia la liberación del espíritu pitónico de una esclava que lo posesía y que la convertía, por esta razón, en una fuente de ingresos para sus amos (Hch 16, 19); Pablo y Silas fueron encarcelados y durante la noche siguieron con tan buen ánimo que hacen oración y alaban a Dios; de este modo expresan su fe ejercitando su tarea evangelizadora ante los presos; fue una manera de comunicarles el anuncio liberador (Hch 16,25); el carcelero reconoció la dignidad singular de aquellos presos que le impresionaron porque no habían huido de la cárcel pudiendo haberlo hecho y, arrojándose a sus pies, manifestó su deseo de salvarse, lo que debía hacer para conseguirlo y se bautizó con todos los suyos (Hch 16, 29).
Su actividad en Tesalónica hizo surgir un buen grupo de adeptos a Pablo y Silas (Hch 17, 4). Su éxito exasperó a los dirigentes judíos que intentaron eliminar a los apóstoles. El libro de los Hechos hace una excepción honrosa considerando a Pablo y a Silas como apóstoles (Hch 17, 5) y repite la excepción hecha también a favor de Pablo y Bernabé. (Téngase en cuenta que, fuera de estas dos excepciones, el libro de los Hechos reserva el título únicamente para los Doce.)
La situación conflictiva suscitada en Tesalónica les obliga a seguir viaje hacia Atenas, que era la meta donde Pablo tenía puestos sus ojos (Hch 17, 16 ss.). En Berea quedaron Silas y Timoteo con el encargo recibido de Pablo para que se le incorporasen lo antes posible (Hch 17,5). Del encuentro en Atenas nos informa Hechos 18, 5.
Como misionero incansable le encontramos en Corinto con Pablo y Timoteo (2Co 1, 19). Allí influyó decisivamente en la formación de aquella comunidad. Desde su prolongada estancia en Corinto los tres integrantes más importantes del equipo evangelizador –Pablo, Silvado y Timoteo–, escriben en carta común, por dos veces, a los tesalonicenses (1Ts y 2Ts 1, 1), ala-bando su permanencia en la fe y estimulándolos a continuar manteniendo en su conducta los principios determinantes de la vida cristiana.
La última referencia a Silvano nos la ofrece la primera Carta de Pedro. Silvano aparece como el portador de la carta (1P 5, 12), porque era conocido entre sus destinatarios desde su actividad conjunta con Pablo en aquella zona. La Iglesia de Babilonia (1P 5, 13) se refiere, sin duda, a Roma. Así es designada también en el libro del Apocalipsis.
Las demás noticias extrabíblicas: que fuese obispo de Corinto, que sufrió el martirio en Macedonia, que sus restos fue-ron trasladados el 691 a Thérouanne (Francia), pertenecen al terreno de la leyenda.
FELIPE F. RAMOS
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San Benito, por quien Joseph Razinger nunca ha escondido su admiración --días antes de ser elegido Papa, el 1 de abril, le dedicó una histórica conferencia con el título «Europa, en la crisis de las culturas», como constató, tuvo un papel decisivo para que el viejo continente saliera de la «noche oscura de la historia» en la que había caído tras la caída del Imperio Romano en la Edad Media.
Y esta renovación la promovió gracias al monaquismo y a su espiritualidad, plasmada en la famosa Regla de los monjes.
«Por su moderación, su humanidad y su sobrio discernimiento entre lo esencial y lo secundario en la vida espiritual, ha podido mantener su fuerza iluminadora hasta hoy», constató el pontífice en su reflexión dirigida en la Plaza de San Pedro a algo más de 20 mil peregrinos.
Al proclamar el 24 de octubre de 1964 a San Benito patrono de Europa, recordó, Pablo VI pretendía reconocer «la obra maravillosa desempeñada por el santo a través de la Regla para la formación de la civilización y de la cultura europea».
«Hoy Europa, que acaba de salir de un siglo profundamente herido por dos guerras mundiales y por el derrumbe de las grandes ideologías que se han revelado como trágicas utopías, se encuentra en búsqueda de la propia identidad», constató.
«Para crear una unidad nueva y duradera, ciertamente son importantes los instrumentos políticos, económicos y jurídicos, pero es necesario también suscitar una renovación ética y espiritual que se inspire en las raíces cristianas del continente, de lo contrario no se puede reconstruir Europa», añadió.
«Sin esta savia vital, el hombre queda expuesto al peligro de sucumbir a la antigua tentación de querer redimirse por sí mismo, utopía que de diferentes maneras, en la Europa del siglo XX, ha causado, como ha revelado el Papa Juan Pablo II "un regreso sin precedentes en la atormentada historia de la humanidad"».
«Al buscar el verdadero progreso, escuchemos también hoy la Regla de san Benito como una luz para nuestro camino», recomendó el obispo de Roma.
«El gran monje sigue siendo un verdadero maestro del que podemos aprender el arte de vivir el verdadero humanismo», concluyó.
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 9 abril 2008 .-
Benedicto XVI considera que el mundo y, en particular Europa, necesita «una renovación ética y espiritual», inspirada en los valores cristianos, para poder recuperar un «verdadero humanismo».Fue la conclusión a la que llegó este miércoles en la audiencia general en la que presentó la figura de san Benito de Nursia, fundador de los benedictinos, padre del monaquismo occidental, quien vivió entre los siglos V y VI, y a quien este Papa considera como «patrono» de su pontificado.
Benito, por quien Joseph Razinger nunca ha escondido su admiración --días antes de ser elegido Papa, el 1 de abril, le dedicó una histórica conferencia con el título «Europa, en la crisis de las culturas»--, como constató, tuvo un papel decisivo para que el viejo continente saliera de la «noche oscura de la historia» en la que había caído tras la caída del Imperio Romano en la Edad Media.
Y esta renovación la promovió gracias al monaquismo y a su espiritualidad, plasmada en la famosa Regla de los monjes.«Por su moderación, su humanidad y su sobrio discernimiento entre lo esencial y lo secundario en la vida espiritual, ha podido mantener su fuerza iluminadora hasta hoy», constató el pontífice en su reflexión dirigida en la Plaza de San Pedro a algo más de 20 mil peregrinos.
Al proclamar el 24 de octubre de 1964 a san Benito patrono de Europa, recordó, Pablo VI pretendía reconocer «la obra maravillosa desempeñada por el santo a través de la Regla para la formación de la civilización y de la cultura europea».
«Hoy Europa, que acaba de salir de un siglo profundamente herido por dos guerras mundiales y por el derrumbe de las grandes ideologías que se han revelado como trágicas utopías, se encuentra en búsqueda de la propia identidad», constató.
Para crear una unidad nueva y duradera, ciertamente son importantes los instrumentos políticos, económicos y jurídicos, pero es necesario también suscitar una renovación ética y espiritual que se inspire en las raíces cristianas del continente, de lo contrario no se puede reconstruir Europa», añadió.
«Sin esta saviavital, el hombre queda expuesto al peligro de sucumbir a la antigua tentación de querer redimirse por sí mismo, utopía que de diferentes maneras, en la Europa del siglo XX, ha causado, como ha revelado el Papa Juan Pablo II "un regreso sin precedentes en la atormentada historia de la humanidad"».
«Al buscar el verdadero progreso, escuchemos también hoy la Regla de san Benito como una luz para nuestro camino», recomendó el obispo de Roma.«El gran monje sigue siendo un verdadero maestro del que podemos aprender el arte de vivir el verdadero humanismo», concluyó.Ha sido la última audiencia general antes del viaje apostólico de Benedicto XVI a los Estados Unidos, que tendrá lugar del 15 al 20 de abril.
Fecha de nacimiento desconocida: nombrado Papa hacia el año 140 hasta el 154. De acuerdo con la lista más antigua del Papado, dado por Ireneo, (adv. Haer.", II, XXXI; cf. Eusebius, "Hist. Eccl.", V, VI). Pío fue el noveno sucesor de S. Pedro. Las fechas dadas en el catalogo liberiano de su pontificado (146-61), son por un mal cálculo de los primeros cronistas, y no pueden ser admitidos como validos. El único dato cronológico que poseemos es supuesto por el año de la muerte de San Policarpo de Esmirna, el cual esta referido con gran certeza al año 155-6.
En su visita a Roma en el año anterior a su muerte, Policarpo se presento ante Aniceto, el sucesor de Pío. Obispo de allí. Por consecuencia la muerte de Pío debió haber ocurrido cerca del año 154. El "Liber Pontificalis" dice que el padre de Pío era Rufino y lo declara nativo de Alquileia, sin embargo es probablemente una conjetura de autor que había escuchado de Rufino de Alquileia. (a finales del siglo IV).
Sabemos por una nota en el "liberian catalogue" (in duchesne, "Liber Pontificales", I,5), que es confirmada por el fragmento "Muratoriam" /ed. Preuschen, "Analecta", I, Tubingen, 1910), esto lo conocemos por un hermano de este Papa, llamado Hermas, publicado en El Pastor /ver HERMAS). Si la información del de la cual, el autor extrae, concerniente a sus condiciones personales y estado social (primero esclavo y después hombre libre) fueron históricas, nosotros podríamos conocer mas acerca del origen del Papa, su hermano. Sin embargo es probable que lo que Hermas cuenta de si mismo sea una ficción.
Durante el pontificado de Pío, la Iglesia Romana, fue visitada por varios herejes, que buscaban propagar sus falsas doctrinas entre los fieles de esta capital. El gnóstico Valentín que había hecho su aparición como Papa Higinio, continuo mostrando esas herejías, aparentemente no sin éxito.
El gnóstico Cerdos estuvo activo también en Roma, en este perdido, durante el cual Marción llegaba a la capital. Excomulgado por Pío, el último fundador de esta doctrina herética (Ireneo, "Adv.haer.", III, iii). Tambien maestros católicos visitaron la iglesia romana, el más importante fue San Justino, el cual expuso las enseñanzas cristianas, durante el pontificado de Pío y el de su sucesor.
De esta manera, adquiere una gran actividad la comunidad cristiana de Roma, la cual es claramente visitada como el centro de la iglesia. El "Liber Pontificalis" habla de la decisión de este Papa de que los judíos convertidos al cristianismo deberían ser admitidos y bautizados. No sabemos que quiere decir con esto, sin duda aquí el autor de "Liber pontificalis", como casi siempre, refiere al Papa un decreto válido en la iglesia de su proPío tiempo.
Una tardía leyenda, se refiere a la fundación de dos iglesias, la "titulus pudentis" (ecclesia Pudentiana) y la "titulus Praxedis", del tiempo de este Papa, del cual se supone también, que construyo un baptisterio cerca y haber ejercido funciones episcopales allí. (Acta SS., IV May, 299 sqq.; cf. De Rossi, "Musaici delle chiese di Roma: S. Pudenziana, S. Prassede").
Sin embargo esta leyenda, no tiene credibilidad histórica. Estas dos iglesias vinieron a existir en el siglo IV, y es posible que ellas sustituyeron a las casas cristianas en las cuales los fieles de Roma se reunían para los servicios divinos antes del tiempo de Constantino.
La leyenda sin embargo puede no estar alejada, en sus pruebas de este hecho. En muchos escritos posteriores (e.g. Liber Pontificalis) el "Pastor" o "Shepherd" en el trabajo de Hermas, esta erróneamente aceptado como el nombre del autor, y desde el puesto de Pastor y Obispo Romano le es asignado un importante papel en la fundación de esas iglesias.
Dos cartas escritas al Obispo Justo de Viena (P.L., V, 1125 sq.; Jaffé, "Regesta", I, 2º ed., pp. 7 sq.) adjudicadas a Pío, no son autenticas. La fiesta de San Pío se celebra el día 11 de Julio.
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El incendió estalló el 19 de julio del 64 y duró, según Suetonio, seis días y siete noches, pero en seguida comenzó de nuevo en la propiedad de Tigelino, lo que alimentó las sospechas contra el emperador, y continuó durante otros tres días, como consta por de una inscripción (CIL VI, 1, 829, que establece su duración en nueve días).
Los modernos tienden a negar la responsabilidad directa de Nerón en el incendio: todas las fuentes, sin embargo, concuerdan en decir que se vieron a personas que avivaban el incendio cuando ya había comenzado. Para los que dan la culpa a Nerón esta gente actuaba iussu principis, «por orden del emperador», para los que defienden su inocencia, según los cuales el incendio había estallado por negligencia, por autocombustión, por el calor estival, por el viento, esa gente lo hacía «para poder llevar a cabo con más libertad sus robos».
Para Suetonio y para Dión, sin embargo, estas personas eran cubiculari (camareros] del emperador e incluso soldados, y su presencia puede autorizar las peores sospechas. De la comparación entre Tácito y Suetonio se infiere además que las precauciones que se tomaron y las intervenciones de socorro fueron interpretadas como pruebas de la culpabilidad de Nerón: sobre todo la destrucción, llevada a cabo por los soldados con el fuego, de edificios cercanos a lo que será luego la Domus aurea y la prohibición a sus legítimos propietarios de acercarse a sus casas para salvar lo salvable y recuperar los cadáveres de sus muertos alimentaron muchas sospechas.
También contribuyó a estas sospechas el hecho de atribuirle al emperador un móvil concreto: no tanto el que Suetonio y Dión, pero no Tácito, aceptan como seguro, el deseo de ver morir Roma bajo su reinado, como Príamo había visto sucumbir Troya (deseo coronado con el famoso canto), sino también y sobre todo el desprecio por la vieja Roma, con sus calles estrechas y sus viejos edificios, y la voluntad de aventurarse en una gran empresa urbanística, convirtiéndose en el nuevo fundador de Roma.
Tácito es el único, entre nuestras fuentes, que dice que Nerón inventó la falsa acusación contra los cristianos para acallar las voces que le acusaban del incendio (Anales XV, 44). La noticia le llega naturalmente de una fuente que considera el incendio intencional (para los partidarios de la tesis el incendio casual no había culpables), por tanto, con toda probabilidad, de Plinio.
Para Plinio, como para Tácito, los cristianos eran inocentes del incendio de Roma y el suplicio que se les había infligido era digno de piedad, pero los cristianos, no culpables por el incendio, eran culpables, para nuestra fuente, de una exitiabilis superstitio (funesto culto). El testimonio de Tácito, claramente hostil contra los cristianos por su superstitio, pero convencido de su inocencia respecto al incendio, muestra la falta de fundamento de la hipótesis de aquellos, entre los modernos, que acusan a los cristianos de haber quemado Roma a causa de su fe en la inmediata parusía (el regreso de Cristo a la tierra).
La distinción entre la falsa acusación de incendiarios, que afectó según Tácito sólo a los cristianos de Roma, y la de superstitio illicita (culto ilícito), la única que conoce Suetonio (Nero, 16,2), que afectó a los cristianos de todo el imperio, no es, como a menudo se cree, el resultado de dos versiones del mismo hecho narrado por dos fuentes distintas, sino el efecto de dos decisiones distintas, de las cuales la segunda es seguramente anterior a la primera.
La Primera Epístola de San Pedro (4,15), que en mi opinión se puede fechar entre el 62 y el 64, prevé la posibilidad de que los cristianos puedan ser imputados por ser cristianos no sólo en Roma, sino en todo el Imperio, y presupone una hostilidad ampliamente difundida (cf 1 Pe 4, 12), que bien cuadra con las acusaciones de flagittia (crímenes infamantes), que según Tácito hacía que el vulgus (la gente común) aborreciera a los cristianos.
Pero si la atmósfera de la Primera Epístola de San Pedro es la que presupone Tácito, la imputación por cristianismo es ciertamente la que Suetonio conoce y no puede referirse a un edicto imperial (como la imputación por el incendio de Roma), sino sólo a un senadoconsulto, al que correspondía, en edad julio-claudia, decidir sobre las cuestiones religiosas.
La institutum (institución) de la que habla Suetonio, la institutum Neroniarum de que habla Tertuliano (Ad nationes I, 7,14), no es un edicto ni un senadoconsulto, sino un antecedente de hecho: es la aplicación que Nerón, dedicator damnationis nostrae (autor de nuestra condena, Tertuliano, Apolgeticum V,3), hace inmediatamente después del 62 del senadoconsulto con que en el 35 había sido rechazada la propuesta de Tiberio de reconocer la licitud del culto de Cristo y que había hecho del cristianismo una superstitio illicita en todo el imperio.
El veto de Tiberio había impedido la aplicación del senadoconsulto y la situación no había sufrido cambios hasta el 62, cuando la ejecución de Santiago el Menor en Judea, decidida por el sumo sacerdote Ananos, fue posible por la ausencia momentánea del gobernador romano.
Pero en el 62 tuvo lugar un cambio decisivo, no sólo en las relaciones entre el Imperio y los cristianos, sino en toda la política de Nerón: es el momento del abandono de Séneca de la vida pública, de la muerte de Burro, substituido en la Prefectura del pretorio por Tigelino, del repudio de Octavia y de las bodas con la judaizante Popea, de la ruptura con los estoicos de la clase dirigente y del abandono definitivo de la línea julio-claudia del principado por un dominio de tipo orientalizante y teocrático.
Cristianos y estoicos fueron atacados en los mismos años y juntos acusados ante la opinión pública: aerumnosi Solones (Solones atormentados), según Persio (Satirae III, 79), eran los estoicos en la opinión de la gente ignorante, saevi Solones (Solones despiadados) son llamados los cristianos en un grafito de Pompeya; según la Primera Epístola de San Pedro (4,4) son calumniados «porque no participan con los demás en ese libertinaje desbordado». El clima en el que se hacen estas acusaciones es el mismo: contra los estoicos de la clase dirigente se usó el arma política de la lex maiestatis (ley para la defensa del Estado); contra los cristianos fue suficiente proponer el viejo senadoconsulto del 35.
Robert, Hubert (1733-1808): L'incendie de Rome (le 18 juillet 64) (The Fire of Rome, 18 July 64). Entre le 18 et le 24 juillet, la ville de Rome est devastee par un vaste incendie qui aurait ete cause par l'empereur Neron. Pour detourner les soupcons, ce dernier accuse et persecute les chretiens. 18eme siecle.. Le Havre, Musee des Beaux-Arts*** Permission for usage must be provided in writing from Scala.
La primera víctima de la decisión neroniana de acusar a los cristianos basándose en el viejo senadoconsulto fue, creo yo, Pablo, que era muy conocido en los ambientes de la corte: esta imputación está atestiguada en la Segunda Carta a Timoteo, escrita en el otoño de un año que podría ser el 63 (cf. 2Tim 4, 21). Pablo está encarcelado de nuevo en Roma, pero esta vez espera una condena, pero no por el incendio (porque se trata de un encarcelamiento “civil”, Pablo puede pedir libros y una capa).
La detención y condena de Pedro debieron ocurrir, junto con la de los demás cristianos de Roma, después del incendio del 64: su martirio, murió crucificado en los horti neroniani (los jardines de Nerón), no puede separarse, como revela la comparación entre la descripción de Clemente Romano (1Cor 5) y la de Tácito (Anales XV, 44), del de la multitudo ingens –poly plethos (ingente multitud) que Nerón ofreció como espectáculo, con un circense ludicrum (espectáculo circense), al pueblo de Roma, poniendo a disposición hortos suos (sus jardines).
Guarducci ha pensado en las fiestas del 13 de octubre del 64, unos meses después del incendio, cuando la persistencia de las sospechas contra Nerón le pudo aconsejar al emperador buscar chivos expiatorios.
Son los vestigios de lo que más adelante llegarán a ser nuestras parroquias actuales. San Pablo menciona en la carta a los Romanos 16, 3-5 la existencia de la casa privada de un matrimonio cristiano que se utiliza como iglesia:
"Saluden a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús. Ellos arriesgaron su vida para salvarme, y no sólo yo, sino también todas las Iglesias de origen pagano, tienen con ellos una deuda de gratitud. Saluden, igualmente, a la Iglesia que se reúne en su casa."
El mismo San Pablo menciona en Hechos 28, 30-31 :
"Pablo estuvo dos años en una casa alquilada; allí recibía a todos los que iban a verlo, predicando el reino de Dios y enseñando las cosas referentes al Señor Jesucristo con toda libertad y sin obstáculo alguno."
Otro testimonio es el del Padre de la Iglesia Justino (100/165), quien en varios de sus textos menciona que los cristianos se reúnen en sus casas para celebrar los Misterios. Las domus ecclesiae podían recibir también el nombre de titulus y solían ser las típicas viviendas romanas de dos plantas en las cuales, por medio de nuevos tabiques, se construían las salas necesarias para el buen desarrollo del acto eucarístico, bautizos, ágapes…
“En el dibujo se ve cómo los cristianos se encuentran bajo el pórtico de un bloque de viviendas, a la puerta de su local, en una calle típica de la Roma imperial. En los pilares de este pórtico hay dibujos que muestran los primeros símbolos cristianos: el pez, el crismón, el ancla y el anagrama de Jesús, para identificar la proximidad de una domus ecclesiae”. (J. Oliver-Bonjoch)
Como es lógico, a medida que se fue desarrollando la comunidad cristiana, también se fueron modificando las domus ecclesiae para adaptarse mejor al uso que los primeros cristianos hacían de ellas, incluyendo espacios específicos para cada una de las actividades que realizaban. Además de las salas que ya hemos mencionado, van apareciendo otras dedicadas a la formación doctrinal, tanto a los ya bautizados (fieles) como a los catecúmenos, salas de tipo administrativo o incluso se les añade una sala que sirve de modesta vivienda al presbítero a cargo de la domus ecclesiae.
Evidentemente la sala más importante de todas las de una domus ecclesiae es la destinada a la celebración de la Eucarístia. Era la de mayor tamaño y se dividía en dos partes a través de un arco o puerta. En la primera estancia se reunían los fieles y los catecúmenos hasta que, durante la celebración Eucarística, fuera a dar comienzo la Consagración. En este momento los catecúmenos debían retirarse a la segunda estancia junto con los demás oyentes que todavía no formaban parte de la comunidad de fieles, mientras se realizaba una oración especial dedicada a ellos, pues tenían vedado ver como se realizaba la Consagración.
Era habitual que las domus ecclesiae o titulus llevaran por nombre el del propietario original de la vivienda. Estos nombres se han ido manteniendo a pesar de nuevas construcciones de templos posteriores en el mismo lugar. Un claro ejemplo lo tenemos en la titulus Clementis, la cual originariamente pertenecía a un tal Clemens, que con el tiempo se convirtió en iglesia de Clementis, y que en la actualidad se conoce como la Basílica de San Clemente de Letrán. En una época posterior solamente los mártires y, más adelante, los santos podrán dar su nombre a un templo católico.
En torno a la mitad del siglo II y mediados del III, las domus ecclesiae se habían convertido en las principales estructuras del cristianismo en Roma, Dura Europos, Antioquia, Capharnaum, Parentium, Mediolanum, Aquileia y otras ciudades de Hispania. Este hecho está avalado por una gran cantidad de datos escritos así como por excavaciones arqueológicas.
Paulatinamente la religión cristiana fue aceptada dentro del Imperio romano, hasta llegar a convertirse en la religión oficial. Fruto de esa aceptación social, durante este nuevo período las domus ecclesiae fueron poco a poco dejando paso al uso de basílicas, grandes edificios de origen pagano, que fueron adaptadas para el culto cristiano.
Según la tradición, se trata de la casa del apóstol Simón Pedro. Se sitúa en Cafarnaún y ha sufrido un gran número de intervenciones a lo largo de su historia. Una de sus primeras transformaciones fue al convertirse en una domus ecclesiae a mediados del siglo IV. Además de celebrarse el rito Eucarístico, era un centro de peregrinación de los primeros cristianos, pues en la Casa de San Pedro, en la que Jesucristo vivió, curó, enseñó e instruyó a los discípulos (Mc 3,20; Mc 4,10-11; Mc 3,31-35).
La casa o estancia original paso a ser el centro de un gran complejo religioso.
“Mediante un nuevo atrio, construido en la parte oriental de la sala y pavimentado con cal blanca, los fieles podían acceder al lugar venerado, repavimentado con yeso policromado y dividido en dos por una gran arcada mediana que sostenía el nuevo techo de terraza. Una renovada decoración pictórica recubrió las paredes de la sala: sobre un fondo homogéneo blanco-crema se pintaron sujetos no ilustrados como paneles geométricos, bandas de color y racimos de fruta y flores.
Los cristianos que llegaron a Cafarnaún comenzaron a dejar huella de su paso escribiendo su nombre o el monograma de Jesús y algunas invocaciones litúrgicas en las paredes de la sala.
Entre estos peregrinos se encuentra también la famosa Egeria Pedro, transformada en iglesia. Hecho excepcional fue el hallazgo de fragmentos de yeso pintados y grafitos en el interior de la sala venerada, que fueron reutilizados para elevar las cotas del pavimento de la iglesia posterior.
La disposición de la zona se concluyó con la construcción de una maciza pared de protección de las estructuras que la aisló del resto de la ciudad y que supuso también la demolición de alguna habitación. El acceso a toda la zona sagrada se realizaba por el norte y daba acceso a una nueva arteria de caminos.
Por los dos lados del nuevo atrio de acceso a la sala de oración se creó un espacio pavimentado de tierra batida y cal, superficie sólida para el tráfico peatonal. Un par de habitaciones adosadas al norte de la sala venerada servían probablemente para contener accesorios litúrgicos y las ofertas de los fieles.
Los hallazgos encontrados en las otras habitaciones de la ínsula indican su uso continuado como vivienda.” (extraído de la página web http://www.cafarnaun.custodia.org de los misioneros franciscanos en Tierra Santa).
Dura Europos es una antigua población siria que fue destruida por los sasánidas probablemente entre el siglo II y III. Gracias a excavaciones arqueológicas iniciadas en el siglo XX hemos podido conocer la existencia en ella de una domus ecclesiae.
Alrededor de la domus ecclesiae o titulus de Dura Europos se construyó un barrio cristiano, al igual que el barrio judío se organizaba en torno a la sinagoga. La domus ecclesiae de Dura Europos se organizaba en torno a un patio principal y parece ser que constaba de dos alturas, pues en las excavaciones se encontró una escalera.
Las estancias de la domus ecclesiae estaban comunicadas entre sí. Como es característico, estaba dividida en dos salas para separar a los fieles de los catecúmenos, y se accedía a ella por medio de una gran entrada con escalones.
Existía un salón de grandes dimensiones al fondo, que poseía otra entrada, el cual se cree que servía para celebrar los ágapes. En esta domus ecclesiae podemos encontrar un baptisterio con una piscina bautismal de reducidas dimensiones, decorada con pinturas religiosas de temática salvífica. La capilla cristiana, recubierta de frescos, fue descubierta en 1933 y trasladada íntegramente a la Universidad de Yale.
Bajo la actual basílica de San Martino ai Monti se han encontrado vestigios de una domus ecclesiae identificada como Titulus Aequitii. Como hemos comentando al principio del artículo, era habitual que estas pequeñas iglesias tomaran el nombre del propietario de la casa: en este caso el dueño de la casa privada romana se llamaba Equizio.
Esta domus ecclesiae fue construida entre el siglo II y III y, según los restos arqueológicos, se trataba de un edificio rectangular de dos plantas con un patio central. Se cree que era en la planta baja dónde se realizaba el culto. Es una planta que contiene una gran sala a la izquierda, la cual estaría destinada a la celebración Eucarística, dividida por un arco detrás del cual se situarían los catecúmenos.
Al fondo habría otras dos salas que podrían haber servido para dar catequesis. La sala de la derecha probablemente sería utilizada para los ágapes. En la Titulus Aequitii no se han encontrado restos de piscina bautismal. La planta superior seguramente se siguiera utilizando como vivienda privada.
Video sobre la domus ecclesiae de los santos Pablo y Juan, que fueron martirizados en el siglo IV.
Ilustraciones tomadas de wikipedia, iismarches, cafarnaun.custodia. Studyblue, pinterest, infocatolica. romanoimperio, oliverbonjoch-drawings.blogspot y francescocorni.
https://arquitecturaycristianismo.com
Una forma de ver The Chosen es descargarse gratuitamente The Chosen App: la han descargado 20 millones de personas. La serie tiene 10 millones de seguidores en redes sociales. Otra forma es entrar en la web de RTVE (Televisión Española), donde está accesible la primera temporada. Hay fuentes que sospechan que es de los productos más visionados de la oferta online de RTVE.
Además, las Temporadas 1, 2 y 3 se pueden ver en las plataformas de pago Movistar+ y Acontra+. Es una de las teleseries más vistas de la historia de la televisión.
Estos días se estrenan los capítulos de la Temporada 4 en español de España en YouTube, pero permanecerán ahí sólo unos días. Será en: https://www.youtube.com/@thechosentves .
Las tres primeras temporadas de The Chosen pronto se doblarán en más de 50 idiomas.Quiere además ser en el futuro la más traducida del mundo, a 600 idiomas distintos. Los donativos de los espectadores aportaron casi 100 millones de dólares para las 4 temporadas, aunque ahora recoge fondos de otras muchas formas.
Lo cierto es que ver un capítulo diario o semanal de Chosen es amable, agradable y hasta relajante. Aunque la cuarta temporada se empieza a poner oscura, en la mayoría de capítulos sabemos lo que vamos a encontrar: vamos a pasar una hora con viejos amigos, los apóstoles. Vamos a ver a Jesús dejando fascinados a nuevos personajes.
"Bien hecho, Jesús", decimos, porque ya somos de los suyos y viajamos con Él. Sabemos que esta hora veremos algún hermoso milagro. Y conoceremos un poco más a cada uno de los amigos con los que viajamos, y haremos algún amigo nuevo.
Los primeros capítulos de la primera temporada son los más flojos y lentos. Pero rápidamente gana en complejidad y humanidad, al sumar "elegidos" a la trama. No pasa nada por empezar la serie por el capítulo 4 o la segunda temporada. La música, el trabajo de los actores y los guiones cada vez más atrevidos narrativamente (con incursiones en el Antiguo Testamento o en el pasado de los personajes) hacen esta serie cada vez más robusta.
Chosen es una teleserie larga. Quiere tener siete temporadas. No es una película apresurada de dos horas. The Chosen tiene tiempo para explicar la historia de Jesús y sus amigos con tranquilidad. Eso es nuevo, eso no había pasado antes en el mundo audiovisual.Y crea una complicidad con el espectador, como tantas otras teleseries largas.
Los apóstoles ya no son una comparsa confusa: cada uno de ellos lo reconocemos por su cara, su ropa, su historia, sus traumas... Los Elegidos son ellos, y también nosotros que les acompañamos.
Otro encanto de The Chosen es que cada uno de ellos tiene una vida real, previa y creíble. Tenía una vida antes de Jesús, Él se la transforma, pero siguen teniendo multas que pagar y parientes con los que tratar. No son alegorías, ni decorado: viven, y sus vidas se entrelazan. Aprenden cosas, y emprenden otras. Nosotros crecemos con ellos, y así quedamos enganchados.
Jesús ha creado una comunidad con gente de lo más diverso en la Temporada 4 de The Chosen.
También nos fascina ver la creación de la comunidad. Los que eran no pueblo con cierta rapidez pasan a ser pueblo. "Ven y verás", dicen, ¡y la televisión es ver!
Eran unos desconocidos reticentes entre ellos y ahora son un pueblo, una familia, hermanos. A nuestros jóvenes eso les fascina, porque muchos no tienen hermanos, y sus amigos son virtuales. ¿Podría yo vivir así?, se plantean muchos, asombrados.
Los scouts, en cambio, les entienden: "mira, como nosotros, mucho caminar, plantar tiendas, vivir con austeridad en el campo y reírse mucho". Pero es que esa es la definición de Israel y de la Iglesia, pueblo que camina, con el Verbo que "plantó su tienda entre nosotros".
La Iglesia debería ser esa comunidad de amigos de Jesús que caminan juntos, aunque cada uno tenga sus manías y debilidades, como recoge el filme.
Otro aspecto curioso de The Chosen es que no nos cae mal casi ningún personaje. Incluso los soldados romanos, incluso sus espías, incluso los fariseos... a medida que avanza la serie, vemos que todos tienen algo salvable, todos están metidos en algún engranaje del que no tienen toda la culpa, enmarañados en sus pecados y rutinas pero ¡no nos molestaría que se sumasen a nuestra alegre banda! Hay sitio para todos.
Es como si la serie nos enseñara a mirarlos como mira Jesús, con compasión y esperanza. Jesús, pensamos, puede transformarles a ellos. Y quizá también a mí.
Otro punto fuerte de The Chosen, que el director Dallas Jenkins anunció desde el principio, es que habría milagros, demonios y cosas sobrenaturales, sin explicaciones psico-sociológicas, sino fieles al texto bíblico. Así atrajo a mucho a su crowfunding inicial. Y, efectivamente, ahí tenemos milagros y curaciones y expulsión de demonios, más que en el Evangelio. Y encajan muy bien, sin chirriar, porque ya encajaban bien en los textos.
El peor, del que se quejan casi todos los espectadores católicos, es la figura de la Virgen María. Es verdad que no es obligatorio que María tenga que ser hermosa o bella, la Biblia no dice nada. Pero es un personaje que se queda corto y no nos encaja nunca. El espectador católico se sale de la historia para pensar en la actriz y los guionistas. Sí, todos sabemos que es difícil dar vida a un ser humano sin inclinación al pecado, la Llena de Gracia, la Kejaritomene que dice el ángel.
Si los guionistas no sabían cómo hacerlo, hubiera sido mejor limitar sus apariciones. Unaescena en la que habla de cómo fue el parto, "lleno de suciedad", encaja mal con el parto virginal, y además era innecesaria si no quería molestar al público católico. Pero no deja de ser una actriz contando cosas. Quizá por las quejas de este capítulo, los guionistas evitaron meterse en polémicas sobre Santiago y Judas, los "hermanos" de Jesús (primos, según los católicos, ortodoxos, coptos y toda la cristiandad antes de Lutero). La serie no les especifica ningún parentesco.
También es extraño el personaje de Juan Bautista y su contraste con Jesús, como si Jesús tuviera que pedirle mesura y cuidado. Sabemos que dijo que "no hay nadie más grande nacido de mujer que Juan Bautista" y reconocía todo su poder profético, herencia de los dones del profeta Elías (tema poco desarrollado).
Otro punto débil son esos diálogos y escenas que el espectador español ve que son "muy americanos". A veces hablan como una congregación evangélica americana. Otras veces, como unos pequeños empresarios de EEUU. Hay un diálogo absurdo entre Pedro y su esposa sobre el momento de tener hijos o de aplazarlos, como si una pareja joven judía del siglo I pensara en algo distinto a tener muchos hijos (parecen desconocer que "los hijos son como flechas en la aljaba del arquero"), con una mentalidad anticonceptiva moderna.
La serie no entiende muy bien el concepto de familia extensa, con multitud de primos y sobrinos entrando y saliendo, y más vida en la calle que en las casas. Y hay mucha vida "nocturna", gastando velas como si la cera fuera gratis.
También hay soluciones absurdas en el tema racial. Les parece que la proporción de negros en Judea y Galilea en el siglo I coincidía, curiosamente, con la de Estados Unidos. Vale que Tamar es etíope, pero hay casos peores. En la tercera temporada vemos a San José en la infancia de Jesús...¡y San José es negro! Claro, se supone que no aporta su genética a Jesús, pero ¿eso no llamó la atención a todos los vecinos? Es absurdo se mire como se mire y entra en la moda absurda moderna del "color blind" en que cualquiera puede hacer de cualquier raza.
Además, si escuchamos la serie en inglés, y sabemos un poco de acentos, vemos que unos hablan con acento de Texas, otros escocés, otros inglés, otros de Oriente medio o de la India, otros nigeriano... un caos de acentos absurdos.
Por suerte, cuando escuchamos la versión en AContra+, con actores de doblaje al español, todo eso desaparece y se gana mucha credibilidad. Además, la versión de AContra+ ha recurrido a expertos católicos y evangélicos para buscar traducciones del texto bíblico que encaje bien con lo que se usa en España, que no resuene con connotaciones extrañas. Tiene mérito, porque los evangélicos en España, muy influidos por EEUU, a menudo han usado traducciones arcaizantes o americanizantes.
Hay críticos preocupados por el efecto espiritual de la serie. Efectivamente, quien se vea las 7 temporadas habrá pasado más de 60 horas con estos personajes y estos guionistas, y con un corazón abierto, puesto que son las historias con las que Dios ha querido llegar a sus hijos, entremezcladas con otras, obra de los cineastas.
No mucha gente pasa 60 horas rezando con el mismo icono o la misma imagen o cuadro. Esta serie -como cualquier otra- es algo que puede colonizar la imaginación visual.
Los guionistas y directores nos dicen que solo es una obra narrativa, que el que quiera la verdadera Palabra de Dios acuda a la Biblia y el que quiera rezar con la Palabra de Dios que lo haga con la Biblia.
Pero muchos espectadores insisten en que con The Chosen han encontrado a Jesús, a un Jesús, dicen, "real, vivo", algunos detallan que es un Jesús "empático", un "Jesús que sonríe y cercano". Otros dicen eso de la Iglesia, es decir, de los amigos de Jesús.
¿Qué quieren decir con esto? Quieren decir que creían en Jesús pero viéndolo como un icono, un símbolo, no alguien real. Es distinto conocer al Rey de España por verlo en una foto de despacho que tenerlo como amigo íntimo que te cuenta chistes y cena contigo. Jesús quiere ser nuestro amigo íntimo, y muchos sólo le conocen como Rey de foto oficial. La teleserie rompe eso con imaginación, humor, tramas, escenas.
Jesús dijo: "no os he llamado siervos, sino amigos". Él quiere una relación personal. Sí, Él dice: "vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os digo". Pero esa tarea es solo una parte de la amistad. Amistad es trato interpersonal, es escucharse, es mirarse y tratarse de cerca, es conocerse; no es sólo servir, como el criado al amo.
No basta con tenerlo por jefazo o Señor (teórico) sino por Hermano que nos hace hijos del Padre. Jesús es como un líder de chavales callejeros que ofrece a su pandilla entrar en la casa de su Padre, y The Chosen nos muestra visualmente como es esa pandilla y esa amistad.
Es verdad que la teleserie tiene puntos débiles. Pero es más grave que la Iglesia ofrezca pastoral, sacramentos, catequesis y caridad y, pese a eso, muchos que van al templo (o no) sigan viendo en Jesús una marca o eslogan, un símbolo como la foto del Rey o la bandera, y no un amigo real que está vivo.
Si The Chosen triunfa es porque nos invita a acompañarles como un amigo más, como un discípulo, a los pies de su Maestro, un maestro que nos sonríe y nos dice "sígueme".
Trailer de la Cuarta temporada: se pone más oscuro, las profecías del Siervo Sufriente, varón de dolores...
Fuente - religión en libertad
No habían pasado dos décadas desde la Ascensión de Cristo, y la semilla del Evangelio ya se había esparcido por numerosas ciudades del Imperio. En Roma, la Buena Nueva tuvo acogida entre algunos judíos que profesaban a Jesús de Nazaret como el Salvador; entre ellos, Aquila, un tejedor de tiendas de campaña.
Procedía de la diáspora por la Anatolia del Norte, la actual Turquía. Su mujer, Priscila —abreviado, Prisca —, era romana. Según una antigua tradición, estaba emparentada con el senador Caio Mario Pudente Corneliano, que hospedaba a San Pedro en su casa en el Viminale. Aunque no hay fuentes escritas que lo testimonien, existen pinturas del Príncipe de los Apóstoles administrando el Bautismo a una joven llamada Prisca.
En los albores de nuestra era, el Estado romano confundía a los cristianos con los judíos, hasta el punto de ofrecerles los mismos privilegios: libre ejercicio del culto y dispensa de obligaciones incompatibles con el monoteísmo, como el culto al emperador. A finales de los años cuarenta, surgieron discrepancias dentro de la comunidad judía acerca de la cuestión mesiánica, y las controversias llegaron a oídos del emperador Tiberio Claudio César.
Claudio se había mostrado benévolo con los judíos, pero el temor de una posible revuelta fue motivo suficiente para exiliarlos de Roma, al menos por un tiempo. Un oficial de la corte imperial, el historiador Suetonio, narra escuetamente el decreto del año 49: iudaeos impulsore Chresto assidue tumultuantis Roma expulit (“expulsó de Roma a los judíos, pues provocaban desórdenes a causa de Cresto”).
«Se ve que Claudio no conocía bien el nombre del Señor —en lugar de Cristo dice Cresto — sólo tenía una idea muy confusa de lo que había sucedido». Forzados a dejar la Ciudad Eterna, Aquila y Priscila se trasladaron a Corinto, la capital de Acaya.
Los jóvenes inmigrantes debieron abrirse camino en una ciudad cosmopolita. Por sus calles desfilaban griegos, romanos, africanos, judíos... Las tradiciones y mentalidades más diversas convergían en la capital: del levante sirio llegó el culto a Melkart y Astaré; de Roma, los espectáculos sangrientos; los frigios implantaron la veneración a Cibeles, la madre de los dioses.
Además, Corinto estaba consagrada a Afrodita. A primera vista, el panorama no presentaba facilidades para que arraigara la vida cristiana. Corinto se emplazaba entre oriente y occidente como escenario clave para quien fuera capaz de dar un nuevo rumbo a la historia. Los corintios frecuentaban las numerosas termas, teatros y basílicas, y los intelectuales tenían acceso a escuelas filosóficas de gran relieve.
La misma ciudad que abría sus puertas a costumbres inhumanas y a todo tipo de novedades, acogió a este matrimonio cristiano entre sus habitantes. Como era núcleo de la industria de la púrpura y del tejido, Aquila no tardó en instalar su propio taller en un local abierto a la calle.
Llevaban pocos meses viviendo en Acaya, cuando un viajero pidió asilo en su casa. El huésped llegaba de Atenas, abatido, después de dirigirse a personas ávidas de oír nuevos discursos, pero que no hacían caso de las palabras ni se preocupaban de su contenido: sólo les interesaba tener algo de qué hablar. Tiempo después, San Pablo recordaba su entrada en Corinto: “me he presentado ante vosotros débil, y con temor y mucho temblor"
Aquila y Priscila no soñaban encontrarse con el Apóstol en Acaya. Además de alojarlo en su propio hogar, Aquila compartió el taller con San Pablo, pues también era fabricante de tiendas.
Los Hechos de los Apóstoles cuentan poco acerca de los ratos de labor en el taller de Aquila. Debían de ser momentos de gran concentración, porque los tejedores incluso estaban eximidos de una ley que prescribía ponerse de pie al ver pasar a ciertos personajes distinguidos, para no desatender su tarea.
Uno de los hechos más relevantes de la historia tuvo lugar a finales del 50 o principios del 51, durante aquellos días de trabajo cotidiano. Timoteo y Silas llegaron a Corinto para hablar con San Pablo: traían noticias de los de Tesalónica, que sufrían violentas persecuciones por parte de quienes se resistían a aceptar el Evangelio.
El Apóstol decidió escribirles para fortalecerlos en la fe y aclarar dudas en torno a la suerte de los difuntos y a la segunda venida del Señor. La primera Carta a los Tesalonicenses es, cronológicamente, el primer libro del Nuevo estamento.
Las horas en el taller contaron momentos de expansión de la fe, no sólo por la actuación del Apóstol sino también por la de Aquila y Priscila y de otros cristianos, gentes desconocidas. En pocos años, la Iglesia de Acaya llegó a ser una de las más importantes. Recibieron el Bautismo tanto Crispo, el jefe de la sinagoga, como Erasto, el tesorero de la ciudad; Tercio, quien más tarde sería secretario de Pablo; Ticio Justo, miembro de la colonia romana, que vivía en una gran casa junto a la sinagoga; Estéfanas —un prosélito— y su familia.
Se bautizaron libertos, artesanos y esclavos en una ciudad que parecía sorda a las mociones de la gracia. Pablo recordaría más tarde a los corintios: “ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los injuriosos, ni los rapaces es heredarán el Reino de Dios. Y esto erais algunos. Pero habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre de Jesucristo el Señor y en el Espíritu de nuestro Dios”.
Despuntaba el otoño del año 52, cuando San Pablo dejó Corinto, después de una intensa labor apostólica que le supuso sufrir duras incomprensiones y la expulsión de la sinagoga. Aquila y Priscila le acompañaron a Éfeso. Esta vez no salían por la fuerza, como en su exilio de Roma.
La fe les presentaba proyectos que años antes no hubieran vislumbrado. “Los cristianos —escribía Orígenes— no desaprovechan nada de lo que está en su mano para extender su doctrina en el universo entero. Para conseguirlo, hay quien se ha dedicado a ir de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo,para llevar a los demás al servicio de Dios”.
Junto a Silas y Timoteo, que formaban el séquito del Apóstol, llegaron a destino, después de una travesía de casi diez jornadas.
La nave ancló en el puerto de Palermo, una desembocadura del río Caistro, y los viajeros subieron a la pequeña barca que los dejó en Éfeso, la capital del Asia proconsular. Pablo se detuvo allí poco tiempo, pues debía continuar hacia Siria. Aunque los judíos del lugar le rogaron que se quedara, el Apóstol se despidió de ellos, con la promesa de volver.
Éfeso era el centro de la provincia más populosa de Asia, donde vivía una importante colonia de hebreos que gozaban del libre ejercicio de la religión. Algunos, venidos de la diáspora, se habían unido a la predicación de Juan el Bautista, en el Jordán. Después se dispersaron, y comenzaron a proclamar a Jesús por cuenta propia.
Hablaban de Cristo, pero no sólo no habían recibido el Espíritu Santo, sino que ni siquiera tenían noticia de que existiera el Paráclito. Tal era la condición de Apolonio —abreviado, Apolo—, “hombre elocuente y muy versado en las Escrituras”.
San Lucas precisa que era natural de Alejandría de Egipto, centro importante de la teología judía, donde se profundizaba en la relación entre el Logos, la razón creadora del mundo, y la Revelación contenida en el Antiguo Testamento.
Uno de los jefes más reconocidos era el judío Filón, que buscaba conciliar el pensamiento platónico con la enseñanza de las Escrituras. Es posible que Apolo fuera educado en esta cultura de amplios horizontes, abierta a la verdad. Un día, Aquila y Priscila escucharon la predicación de Apolo en la sinagoga.
Reconocieron el esplendor de un discurso mesiánico y notaron que “en la mente de ese hombre ya se había insinuado la luz de Cristo: había oído hablar de El, y lo anuncia a los otros. Peroaún le quedaba un poco de camino, para informarse más, alcanzar del todo la fe, y amar de veras al Señor”.
Cuando el joven terminó de hablar, “le tomaron consigo y le expusieron con más exactitud el camino de Dios.” El hombre docto atendió las razones. Una vez descubierto el camino, se dispuso a emprenderlo y pidió ser bautizado. Como Apolo pensaba viajar a Acaya, le animaron a presentarse ante la iglesia de Corinto, y escribieron a los discípulos para que le recibieran. Allí fue “de gran provecho, con la gracia divina, para los que habían creído, pues refutaba vigorosamente en público a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús es el Cristo.“
Por la carta de San Pablo a los romanos —escrita hacia el año 57— sabemos que Aquila y Priscila regresaron a la Urbe: “saludad a Priscila y Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús, a quienes damos gracias no sólo yo sino también todas las iglesias de los gentiles, y saludad a la iglesia que se reúne en su casa.”
Este tipo de reunión es precisamente lo que en griego se llama “ekklesia”, en latín “ecclesia”, en italiano “chiesa”, en español “iglesia” que quiere decir convocación, asamblea, reunión. La casa de Aquila y Priscila se asentaba probablemente en los cimientos de la actual iglesia de Santa Prisca, en el Aventino. Las excavaciones arqueológicas de los años 1933 a 1966 descubrieron dos edificios de los siglos I y II.
En el del siglo II, se encontró un lugar de culto al dios Mitra. El hallazgo reafirma la existencia de una domas ecclesiae en sus cimientos, porque era habitual levantar templos paganos donde se había celebrado la liturgia cristiana, para tratar de erradicar la fe en Jesucristo.En la casa del siglo I, se reconoció el titulus Priscae: la tablilla que indicaba quién era el titular de la casa. Con el tiempo —hacia el siglo III— la cura pastoral hizo necesaria la división de la ciudad de Roma en varios tituli, o centros, que hoy llamaríamos parroquias.
Benedicto XVI comenta que, a la gratitud por la fidelidad de esas primeras iglesias de las que habla San Pablo en su Carta a los romanos, “se debe unir también la nuestra, pues gracias a la fe y al compromiso apostólico de fieles laicos, de familias como las de Aquila y Priscila, el cristianismo ha llegado a nuestra generación (…).
Para arraigar en la tierra, para desarrollarse ampliamente, era necesario el compromiso de estas familias, de estas comunidades cristianas, de fieles laicos que ofrecieron el “humus” al crecimiento de la fe. Y sólo así crece siempre la Iglesia.
Toda casa puede transformarse en una pequeña iglesia. No sólo en el sentido de que en ella tiene que reinar el genuino amor cristiano, hecho de generosidad y atención recíproca, sino más aún, en el sentido de que toda la vida familiar, en virtud de la fe, está llamada a girar en torno al único señorío de Jesucristo”.
No sabemos cuánto tiempo permanecieron Aquila y Priscila en Roma. Hacia el año 67 se encontraban en Éfeso, pues San Pablo les envía saludos, en su carta a Timoteo.
Algunos autores hablan de un nuevo regreso del matrimonio a la Ciudad Eterna o, al menos, de Prisca.
En todo caso, los datos biográficos que han llegado a nuestros días son suficiente motivo de gratitud a quienes siguieron los planes de Dios, yendo de una ciudad a otra.
Para las ceremonias religiosas en honor a un santo, si éste ha sido mártir y ha muerto por sus creencias, los sacerdotes nos vestimos de rojo. En el caso de las fiestas en honor a San Fermín así lo hacemos porque sufrió martirio y lo del pañuelo rojo es una interpretación de la gente de esta costumbre religiosa.
Es por ello que antes del lanzamiento del cohete la gente lo lleva en la muñeca, en el bolsillo o en la mano, y los exhibe al aire cuando quien se encarga de inaugurar las fiestas grita: "Viva San Fermín, Gora San Fermín". Una vez que empieza la fiesta el pañuelo ocupa su sitio en el cuello o la cabeza o como la imaginación y la moda estime oportuno.
San Fermín
El pañuelo tiene un origen religioso. Según el párroco de la Iglesia de San Lorenzo de Pamplona, que es donde se encuentra la capilla en honor a San Fermín, Jesús Labari:
"No se sabe a ciencia cierta y con hechos probados el momento en el que se comenzó a usar el pañuelo, pero sí conocemos sus motivos. Para las ceremonias religiosas en honor a un santo, si éste ha sido mártir y ha muerto por sus creencias, los sacerdotes nos vestimos de rojo.
En el caso de las fiestas en honor a San Fermín así lo hacemos porque sufrió martirio y lo del pañuelo rojo es una interpretación de la gente de esta costumbre religiosa."
Se sabe que el pañuelo rojo es anterior a la costumbre de vestir de blanco que es más reciente. De hecho, Miguel Javier Urmeneta, cuando era alcalde de Pamplona en la década de los sesenta, procuró que las peñas extendieran el uso de la vestimenta blanca y lo consiguió.
Además hay otras teorías que apoyan lo de los pañuelos. Algunos creen que sirve para citar al toro ya que al parecer los morlacos van al rojo.
Otras gentes de Pamplona refuerzan la idea del pañuelo en una costumbre de la ciudad de Pamplona que reforzaría la del martirio de San Fermín y que es la del Voto de las Cinco Llagas. Éste se instauró en 1599 como acción de gracias por la erradicación de una epidemia de peste que mató a un tercio de la población de Pamplona.
Fue más efectivo que los medicamentos -que no había- colocar en el pecho de los enfermos un sello con la representación de las Cinco Llagas de Cristo. Dada la efectividad de la medida y en agradecimiento, las autoridades de la Ciudad decidieron celebrar perpetuamente este voto llamado "de las Cinco Llagas". La representación de éstas llagas es precisamente muy similar a como queda un pañuelo al cuello.