“Confiesa tus pecados en la iglesia, y no te eleves a la oración con mala conciencia. Esta es la forma de vida. . . . En el día del Señor reuníos, partid el pan y dad gracias, después de confesar vuestras transgresiones para que vuestro sacrificio sea puro” ( Didaché 4:14, 14:1 [70 d. C.]).
“Juzgarás con justicia. No harás cisma, sino que pacificarás a los que contienden reuniéndolos. Confesarás tus pecados. No irás a la oración con mala conciencia. Este es el camino de la luz” ( Carta de Bernabé 19 [AD 74]).
“Porque todos los que son de Dios y de Jesucristo, también están con el obispo. Y todos los que, en el ejercicio de la penitencia, vuelvan a la unidad de la Iglesia, éstos también serán de Dios, para que puedan vivir según Jesucristo” ( Carta a los Filadelfianos 3 [AD 110]).
“Porque donde hay división e ira, Dios no habita. A todos los que se arrepienten, el Señor les concede el perdón, si se vuelven penitenciales a la unidad de Dios ya la comunión con el obispo” (ibid., 8).
“[Los discípulos gnósticos] han engañado a muchas mujeres. . . . Sus conciencias han sido marcadas como con hierro candente. Algunas de estas mujeres hacen una confesión pública, pero otras se avergüenzan de hacerlo, y en silencio, como si se privaran de sí mismas la esperanza de la vida de Dios, o apostatan por completo o dudan entre los dos caminos” ( Contra las herejías 1: 22 [189 d. C.]).
“[Respecto a la confesión, algunos] huyen de este trabajo como una exposición de sí mismos, o lo posponen día a día.
Supongo que son más conscientes de la modestia que de la salvación, como los que contraen una enfermedad en las partes más vergonzosas del cuerpo y rehúyen darse a conocer a los médicos; y así perecen con su propia timidez” ( Arrepentimiento 10:1 [AD 203]).
“[El obispo que dirige la ordenación del nuevo obispo orará:] Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. . . . Derrama ahora ese poder que viene de ti, de tu Espíritu real, que diste a tu amado Hijo, Jesucristo, y que él otorgó a sus santos apóstoles. . .
y concédele a este tu siervo, a quien has escogido para el episcopado, [el poder] de apacentar tu santo rebaño y de servir sin mancha como tu sumo sacerdote, ministrando día y noche para propiciar sin cesar delante de ti y para ofrecerte los dones de tu santa Iglesia, y por el Espíritu del sumo sacerdocio para tener autoridad para perdonar los pecados, según tu mandato” ( Tradición Apostólica 3 [215 d. C.]).
“[Un último método de perdón], aunque duro y laborioso [es] la remisión de los pecados a través de la penitencia, cuando el pecador . . . no rehuye declarar su pecado a un sacerdote del Señor y buscar medicina, a la manera de quien dice: 'Dije: "Ante el Señor me acusaré de mi iniquidad"'” ( Homilías sobre Levítico 2: 4 [248 d. C.]).
“El apóstol [Pablo] igualmente da testimonio y dice: ' . . . Cualquiera que comiere el pan o bebiere la copa del Señor indignamente, será culpable del cuerpo y de la sangre del Señor' [1 Cor. 11:27].
Pero [los impenitentes] rechazan y desprecian todas estas advertencias; antes de que sus pecados sean expiados, antes de que hayan hecho una confesión de su crimen, antes de que su conciencia haya sido purgada en la ceremonia y de la mano del sacerdote. . . ultrajan el cuerpo y la sangre [del Señor], y con las manos y la boca pecan contra el Señor más que cuando lo niegan” ( Los caducos 15:1–3 (251 d. C.)).
“De cuánto mayor fe y saludable temor son los que . . . confesar sus pecados a los sacerdotes de Dios con sinceridad y con dolor, haciendo abierta declaración de conciencia. . . .
Os suplico, hermanos, que todo aquel que ha pecado, confiese su pecado mientras esté en este mundo, mientras su confesión sea aún admisible, mientras la satisfacción y la remisión hechas por medio de los sacerdotes sean aún agradables ante el Señor” (ibid., 28). ).
“Los pecadores pueden hacer penitencia por un tiempo determinado, y de acuerdo con las reglas de disciplina venir a la confesión pública, y por imposición de la mano del obispo y el clero recibir el derecho a la Comunión.
[Pero ahora algunos] con su tiempo [de penitencia] aún incumplido. . . son admitidos a la Comunión y se presenta su nombre; y mientras aún no se ha hecho la penitencia, aún no se ha hecho la confesión, aún no se les imponen las manos del obispo y del clero, se les da la Eucaristía; aunque está escrito: 'Cualquiera que comiere el pan o bebiere la copa del Señor indignamente, será culpable del cuerpo y de la sangre del Señor' [1 Cor. 11:27]” ( Cartas 9:2 [253 d. C.]).
“Y no pienses, queridísimo hermano, que o el valor de los hermanos disminuirá, o que los martirios fracasarán por esta causa, que la penitencia se relaja a los caídos, y que se ofrece la esperanza de la paz [es decir, la absolución] al penitente. . . . Porque a los adúlteros les es concedido incluso un tiempo de arrepentimiento, y les es dada la paz” (ibid., 51[55]:20).
“Pero me asombra que algunos sean tan obstinados como para pensar que no se debe conceder el arrepentimiento a los caídos, o suponer que se debe negar el perdón al penitente, cuando está escrito:
'Recuerda de dónde has caído, y arrepiéntete. , y hacer las primeras obras' [Ap. 2, 5], lo que ciertamente se dice al que evidentemente ha caído, ya quien el Señor exhorta a levantarse con sus obras [de penitencia], porque está escrito: 'La limosna libra de la muerte' [Tob. 12:9]” (ibíd., 51[55]:22).
“Vosotros [sacerdotes], pues, que sois discípulos de nuestro ilustre médico [Cristo], no debéis negar un curativo a los que necesitan curación. Y si alguno descubre su herida delante de ti, dale el remedio del arrepentimiento.
Y al que se avergüenza de dar a conocer su debilidad, anímalo para que no te la oculte. Y cuando os lo haya revelado, no lo hagáis público, no sea que por ello los inocentes sean tenidos por culpables por nuestros enemigos y por los que nos odian” ( Tratados 7:3 [AD 340]).
“Es necesario confesar nuestros pecados a aquellos a quienes está confiada la dispensación de los misterios de Dios. Se encuentra que aquellos que hacían penitencia en la antigüedad lo hicieron antes que los santos. Está escrito en el Evangelio que confesaron sus pecados a Juan el Bautista [Mat. 3:6], pero en Hechos [19:18] se confesaron a los apóstoles” ( Reglas Brevemente Tratadas 288 [AD 374]).
“Los sacerdotes han recibido un poder que Dios no ha dado ni a los ángeles ni a los arcángeles. Se les dijo: 'Todo lo que atéis en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares, será desatado.
Los gobernantes temporales tienen ciertamente el poder de obligar; pero sólo pueden atar el cuerpo. Los sacerdotes, en cambio, pueden atar con un lazo que pertenece al alma misma y trasciende los mismos cielos.
¿No les dio [Dios] todos los poderes del cielo? 'A quienes perdonéis los pecados', dice, 'les son perdonados; cuyos pecados se los retuviereis, les quedan retenidos.' ¿Qué mayor poder hay que este?
El Padre ha dado todo el juicio al Hijo. Y ahora veo al Hijo poniendo todo este poder en manos de los hombres [Mat. 10:40; Juan 20:21–23]. Son elevados a esta dignidad como si ya fueran recogidos en el cielo” (El sacerdocio 3:5 [387 d. C.]).
“Para aquellos a quienes se les ha otorgado [el derecho de atar y desatar], está claro que o ambos están permitidos, o está claro que ninguno está permitido. Ambos están permitidos a la Iglesia, ninguno está permitido a la herejía. Porque este derecho se ha concedido sólo a los sacerdotes” ( Penitencia 1:1 [AD 388]).
“Si la serpiente, el diablo, muerde a alguien en secreto, infecta a esa persona con el veneno del pecado. Y si el que ha sido mordido guarda silencio y no hace penitencia, y no quiere confesar su herida. . . entonces su hermano y su maestro, que tienen la palabra [de la absolución] que lo curará, no podrán ayudarlo muy bien” ( Comentario sobre Eclesiastés 10:11 [AD 388]).
“Cuando hayas sido bautizado, guarda una buena vida en los mandamientos de Dios para que puedas conservar tu bautismo hasta el final. No os digo que viviréis aquí sin pecado, pero son pecados veniales de los que esta vida nunca carece. El bautismo fue instituido por todos los pecados.
Para los pecados leves, sin los cuales no podemos vivir, se instituyó la oración. . . . Pero no cometáis aquellos pecados por los que tendríais que ser separados del cuerpo de Cristo. ¡Dios nos libre! Porque aquellos a quienes ves haciendo penitencia han cometido delitos, ya sea adulterio o alguna otra enormidad.
Por eso están haciendo penitencia. Si sus pecados fueran leves, bastaría la oración diaria para borrarlos. . . . En la Iglesia, por tanto, hay tres modos de perdonar los pecados: en el bautismo, en la oración y en la mayor humildad de la penitencia” (Sermón a los catecúmenos sobre el Credo 7:15, 8:16 [AD 395]).
La datación por radiocarbono indica que el edificio, en Samahij, Bahréin, estuvo ocupado entre mediados del siglo IV y mediados del siglo VIII, cuando fue abandonado después de que la población se convirtiera al Islam.
Las excavaciones, realizadas por arqueólogos británicos y bahreiníes, bajo un montículo en un cementerio de la aldea revelaron un edificio con 8 habitaciones supervivientes. Estos incluían una cocina, un refectorio o comedor, una posible sala de trabajo y tres salas de estar. Había sobrevivido porque tenía una mezquita construida posteriormente sobre él.
Es posible que el edificio fuera el palacio del obispo de la diócesis de la que formaba parte Samahij, llamado Meshmahig en las fuentes históricas, y una corrupción de Samahij. Los registros indican que la relación entre Meshmahig y las autoridades de la iglesia central no siempre fue fluida, ya que un obispo fue excomulgado en el año 410 y, a mediado del siglo VII, otro obispo fue condenado por desafiar la unidad de la Iglesia.
Anteriormente, el puñado de edificios cristianos que se encontraban esparcidos por el Golfo se encontraban en pequeñas localidades remotas de Irán, Kuwait, los Emiratos Árabes Unidos y el este de Arabia Saudita, la mayoría de fecha posterior. Samahij es diferente porque se encuentra en el corazón de un asentamiento moderno.
El edificio estaba muy bien construido con paredes de piedra, enlucido por dentro y con pisos de yeso. Los zócalos y los agujeros indicaban dónde se habían fijado las puertas y los bancos internamente, y la cocina contenía varios fogones hechos con las bases o tapas de ánforas como recipientes de almacenamiento.
Los ocupantes tenían un buen nivel de vida, comían carne de cerdo, que desapareció tras la conversión islámica, pescado, mariscos y diversos cultivos que están en proceso de análisis.
El descubrimiento de cuentas de piedra semipreciosa de cornalina y numerosos fragmentos de cerámica de origen indio indican que estaban involucrados en el comercio, especialmente con la India.
La comunidad también utilizaba objetos de cristal, incluidos pequeños vasos de vino, una costumbre que desapareció en la era islámica. La docena de monedas de cobre recuperadas por los arqueólogos sugiere que utilizaban monedas acuñadas en el Imperio sasánida.
En el edificio se encontraron torbellinos y agujas de cobre, por lo que es posible que allí se produjeran textiles para su uso en el culto.
La identidad cristiana de los habitantes se muestra en 3 cruces de yeso encontradas, dos que habrían decorado el edificio y una que podría haber sido llevada o guardada como recuerdo personal, y en grafitis grabados con el yeso que incluyen parte de lo que parecen ser partes de un Crisóstomo y un pez, ambos símbolos cristianos primitivos.
El edificio fue excavado entre 2019 y 2023 como parte de un proyecto dirigido por el profesor Timothy Insoll, del Instituto de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Exeter, y el Dr. Salman Almahari, de la Autoridad de Cultura y Antigüedades en Bahréin.
El profesor Tim Insoll dijo en un comunicado: "Nos sorprendió descubrir que alguien también había dibujado parte de una cara en una concha de perla en betún, tal vez para un niño que vivía en el edificio. Esta es la primera evidencia física encontrada en la Iglesia Nestoriana en Bahréin y brinda una visión fascinante de cómo vivía, trabajaba y rezaba la gente".
Ahora se está construyendo un museo en el sitio para preservar y presentar esta notable supervivencia y está previsto que abra en 2025.
La verdadera libertad está en decir "sí" a Dios, a pesar de que muchas veces se piensa lo contrario, aclara Benedicto XVI.
Esta fue la consigna que dejó a los 15 mil fieles que participaron en la mañana de este miércoles en la audiencia general, dedicada a presentar la figura de san Máximo, monje del siglo VI, heroico "confesor" de la fe en la voluntad humana y divina de Jesús.
Su oposición a la herejía del monotelismo --que sólo reconocía en Cristo una voluntad, la divina, negando la humana--, desencadenó la ira del emperador Constante II, que buscó hacer cambiar de opinión a Máximo con todos los medios.
Sometió al monje a un extenuante proceso, a pesar de que ya había superado los ochenta años, en el que fue condenado, junto a dos compañeros, a la mutilación de la lengua y de la mano derecha para impedirles hablar y escribir. Máximo murió dos años después, el 13 de agosto de 662.
La dura vida que soportó Máximo hace que su pensamiento se identifique sobre todo con el drama de Jesús Getsemaní, explicó el Papa a los peregrinos que tuvieron que soportar un tremendo calor.
"En este drama de la agonía de Jesús, en la angustia de la muerte, de la oposición entre la voluntad humana de no morir y la voluntad divina, que se ofrece a la muerte, se realiza todo el drama humano, el drama de nuestra redención", afirmó.
El Papa recogió en estas palabras la lección de san Máximo: "Adán (y Adán somos nosotros) pensaba que el "no" era la cumbre de la libertad.Sólo quien puede decir "no" sería realmente libre; para realizar realmente su libertad el hombre debería decir "no" a Dios".
"La naturaleza humana de Cristo también llevaba en sí esta tendencia, pero la superó pues Jesús comprendió que el "no" no es lo máximo de la libertad humana".
"Lo máximo de la libertad es el "sí", la conformidad con la voluntad de Dios. Sólo en el "sí" el hombre llega a ser realmente él mismo; sólo en la gran apertura del "sí", en la unificación de su voluntad con la divina, el hombre llega a estar inmensamente abierto, llega a ser "divino"".
"Ser como Dios era el deseo de Adán, es decir, ser completamente libre. Pero no es divino, no es completamente libre el hombre que se encierra en sí mismo; lo es si sale de sí mismo, en el "sí" llega a ser libre".
"Este es el drama de Getsemaní: "que no se haga mi voluntad, sino la tuya". Transfiriendo la voluntad humana en la voluntad divina nace el verdadero hombre, así somos redimidos".
En esta lección de Máximo, concluyó, "vemos que está en juego todo el ser humano; está en juego toda nuestra vida".
La intervención del Santo Padre forma parte del ciclo de catequesis que está ofreciendo los miércoles sobre las grandes figuras de la historia de la Iglesia.
Filomena, considerada una joven mártir de la Iglesia primitiva, no aparece registrada en ningún martirologio hasta el siglo XIX. El 25 de mayo de 1802, mientras se llevaban a cabo excavaciones arqueológicas en las catacumbas de Santa Priscila, en la Vía Salaria de Roma, se encontró una cripta sellada con tres losas de terracota; estaba rodeada de símbolos que presuntamente aludían al martirio y a la virginidad de la persona ahí enterrada; los símbolos eran: ancla, tres flechas, una palma y una flor.
Llevaban la inscripción «Lumena — Pax Te — Cum Fi». Al leer desde la línea de en medio según la antigua tradición de comenzar el epitafio desde esta línea, se obtuvo el texto correcto que se leería como «Pax tecum Filumena», que en latín quiere decir «La paz sea contigo, Filomena».
Al abrir la tumba descubrieron un esqueleto que era de huesos pequeños y notaron, a la vez, que el cuerpo había sido traspasado por flechas. Al examinar los restos, los cirujanos atestiguaron la clase de heridas recibidas y los expertos coincidieron en que el cuerpo encontrado se trataba de una chica joven de 12 o 13 años.
Cerca de su cabeza tenía un jarrón roto que contenía lo que se interpretó como sangre seca, aunque otras fuentes sostienen que eran restos de perfumes. El recipiente con restos de sangre, fue relacionado con la costumbre de los primeros cristianos al sepultar a los mártires; también por el signo de la palma. Posteriormente se colocó su cuerpo en una caja de ébano forrada en seda y se entregó a la Iglesia, el 10 de agosto de 1805. Sus reliquias se trasladaron a la Parroquia de la Virgen de la Gracia de Mugnano, donde se encuentra su santuario.
Cuando era joven, Pauline Jaricot fue sanada por la intercesión de santa Filomena de una enfermedad cardíaca. En honor de la santa fundó tres asociaciones católicas: la Asociación del Rosario Viviente, la Sociedad para la Propagación de la Fe y la Asociación de la Santa Niñez.
Estas reliquias fueron llevadas a Mugnano del Cardinale, provincia de Avelino, a la iglesia dedicada a la Virgen de las Gracias, donde se encuentran aún hoy en día.
En esta ciudad comienzan a suceder los primeros milagros, narrados por Mons. De Lucia. Al saber de los milagros, el Papa León XII concedió al Santuario la lápida original, que había sido trasladada anteriormente al lapidario Vaticano.
En 1833, la "Revelación" de la religiosa Sor María Luisa de Jesús contribuyó a la difusión del culto a Santa Filomena en Europa y en América. De esta manera, personajes conocidos, como Paulina Jaricot -fundadora de la Obra de la Propagación de la Fe y del Rosario viviente- y el santo Cura de Ars recibieron la curación completa de sus males por intercesión de la santa, y desde entonces fueron devotos fervientes.
San Juan Maria Vianney, era muy devoto de santa Filomena. Cierto día enfermó de gravedad y prometió ofrecer 100 Misas en honor de Santa Filomena. Cuando la primera Misa estaba siendo ofrecida, cayó en éxtasis y se le escuchó murmurar varias veces “Filomena”. Al volver en sí, exclamó que estaba curado y se lo atribuyó a la santa.
En los últimos años se han realizado diversas investigaciones han esclarecido información acerca de la identidad e historicidad de Santa Filomena, un estudio realizado en 2005 a petición del entonces obispo de Nola, Ms. Giovanni Braschi reveló que la época en la que murió la santa fue principios del siglo II, dando como fecha aproximada los años 200-202 D.C. echando por tierra la leyenda decimonónica que la hacía contemporánea de Diocleciano, y demostrando que su martirio ocurrió durante el reinado del emperador Septimio Severo.
Hagiógrafos actuales aseguran que las dudas que rodean su vida y la fantasiosa leyenda creada en torno a ella no son causa para dejar de venerar a esta santa, más bien son pruebas para asegurar la veracidad y legitimidad de su culto, defendiendo el hecho que Santa Filomena fue una mártir más en la historia del cristianismo, y su valentía para entregar la Vida por Jesucristo es más que suficiente para venerarla.
Los papas fueron generosos con Santa Filomena. Incluso el Papa Gregorio XVI le concedió, además de la aprobación de culto público, un oficio, una misa especial y una lectura adecuada en el Breviario (actual Liturgia de las Horas ). El Papa [León XIII]] aprobó el uso del famoso "Cordón de Santa Filomena", así como la eregiu la Cofradía de Santa Filomena en Francia.
A su vez, San Pío X extendió la Archiconfraria de Santa Filomena a todo el mundo. Por lo tanto, su popularidad pronto se extendió, con sus devotos más memorables, João Maria Batista Vianney , Madalena Sofía Barat, Pedro Eymard y Pedro Chanel, todos ellos santos de la Iglesia Católica.
La “Santita” del Cura De Ars, como muchos llaman a Santa Filomena, fue venerada en particular por san Pío de Pietrelcina desde que era niño. La llamaba la “princesita del Paraíso” y a quien osaba poner en discusión su existencia, respondía que las dudas eran fruto del demonio y repetía: “¡Puede ser que no se llame Filomena! ¡Pero esta Santa ha hecho milagros y no ha sido su nombre quien los ha hecho!”.
La devoción a Santa Filomena se extendió por todo el mundo principalmente a través del gran fenómeno que fue la emigración italiana de finales del siglo XIX y principios del Siglo XX , cuyos inmigrantes llevaron sus devociones a los países donde se establecieron. Por lo tanto, fuera de Italia , hay fieles devotos de Santa Filomena en Brasil , Estados Unidos, México y Australia , por ejemplo.
Aún hoy en día, Filomena intercede por muchas almas y numerosos fieles peregrinan para rezar ante sus restos. Es considerada la protectora de los afligidos y de las jóvenes parejas, y muchas veces ha donado la alegría de la maternidad a madres estériles.
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Como responsable de las actividades caritativas en la diócesis de Roma, San Lorenzo administra los bienes y las ofertas para ayudar a los pobres, huérfanos y viudas.
En su juventud, su camino fue truncado por el drama de la persecución: en el año 258 se proclamó el edicto del emperador Valeriano por el que todos los obispos, presbíteros y diáconos deben morir. San Lorenzo fue capturado junto a otros diáconos y al Papa Sixto II. El Pontífice fue asesinado el 6 de agosto.
El emperador prometió a Lorenzo que salvaría su vida si le entregaba “los tesoros de la Iglesia”. El Santo mostró al emperador los enfermos, indigentes y marginados. Estos, afirmó, son los tesoros de la Iglesia. Cuatro días más tarde, el 10 de agosto, también san Lorenzo fue martirizado.
Inicialmente, Lorenzo se libra con el objetivo de obtener información sobre los bienes de la comunidad. Pero Lorenzo, después de repartir entre los pobres las pocas posesiones que entonces tenía la Iglesia, presenta a las autoridades romanas una multitud muy numerosa de pobres, lisiados y ciegos. "Estos", dice, "son los tesoros de la Iglesia".
"Lorenzo, famoso diácono de la Iglesia de Roma, confirmó su servicio caritativo con el martirio bajo Valeriano (258), cuatro días después de la decapitación del Papa Sixto II.
Según una tradición ya difundida en el siglo IV, soportó intrépidamente un atroz martirio en la parrilla, después de repartir los bienes de la comunidad a los pobres a los que calificó como los verdaderos tesoros de la Iglesia... (Misal Romano)"
Según narra una antigua “pasión” recogida por san Ambrosio, san Lorenzo fue quemado en una parrilla. San Ambrosio, en el “De Officiis”, imagina un encuentro entre Lorenzo y el Papa Sixto II camino del martirio. En el encuentro, Lorenzo dice:
“¿Dónde vas, padre, sin tu hijo? ¿Hacia dónde te apresuras, santo obispo, sin tu diácono? Tú nunca ofreciste el sacrificio sin tu ministro. ¿Qué te disgustó de mí, padre? ¿Tal vez me consideras indigno?
Ponme a prueba, para ver si has escogido un ministro indigno para la distribución de la Sangre del Señor. ¿Negarás a aquel que admitiste a los misterios divinos que sea tu compañero en el momento de verter la sangre?
Su martirio fue una prueba suprema de amor. San León Magno, en una homilía, comenta de esta manera el suplicio de san Lorenzo:
“Las llamas no pudieron vencer la caridad de Cristo; el fuego que lo quemaba era más débil que el que ardía en su interior”.
Y agrega: “El Señor quiso exaltar hasta tal punto su nombre glorioso en todo el mundo, de Oriente a Occidente, que la misma gloria que vino a Jerusalén a causa de Esteban, tocó también a Roma por mérito de Lorenzo”.
Tras su muerte, el cuerpo de San Lorenzo fue colocado en una tumba en la vía Tiburtina. En ese lugar, el emperador Constantino erigió una Basílica, restaurada en el siglo XX después de los daños provocados por el bombardeo americano sobre Roma el 19 de julio de 1943, durante la Segunda Guerra Mundial.
En el lugar donde tuvo lugar el martirio se construyó la iglesia de San Lorenzo en Panisperna. Según algunas fuentes el nombre de Panisperna deriva de la costumbre de los frailes y las clarisas de distribuir a los pobres, el 10 de agosto, "panis et perna", pan y jamón.
El martirio de San Lorenzo ha inspirado también obras de arte, dichos populares y poesías. Giovanni Pascoli escribió en la poesía “X agosto”en el que interpreta la "lluvia" de estrellas fugaces como un río de lágrimas celestiales:
“San Lorenzo, io lo so perché tanto
di stelle per l'aria tranquilla
arde e cade, perché sì gran pianto
nel concavo cielo sfavilla”…
San Lorenzo, yo sé por qué tantas
estrellas por el aire tranquilo
arden y caen, por qué tan gran llanto
en el cielo cóncavo reluce…
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Hay que señalar que en estos primeros testimonios los detalles concretos sobre su pasión son muy escasos. Solamente el papa San Dámaso habla genéricamente de las diversas torturas que padeció, y más en concreto de la del fuego, pero sin aludir concretamente al tormento de las parrillas.
Hasta San Ambrosio (+397) no se conoce ningún otro detalle. Éste refiere detenidamente varios episodios de su martirio, lo que supone que ya para entonces existía la Passio Laurentii. Esta misma tradición se refleja también en el himno que Prudencio le dedica. De su Pasión se conservan tres versiones, compuestas entre los siglos V y VII.
Durante el año 258, el emperador Valeriano dictó un Decreto de persecución. Según él, los obispos, sacerdotes y diáconos debían ser ejecutados en el acto; los cristianos ricos, privados de sus bienes, y, si no apostataban, ejecutados también.
La primera víctima ilustre en la persecución, en Roma, fue el papa San Sixto II. Estaba con su clero celebrando el natalicio de un mártir en el cementerio de Pretextato, junto a la Vía Apia, cuando lo prendieron; allí mismo lo mataron, siendo enterrado en el vecino cementerio de Calixto, en la cripta de sus predecesores.
De este suceso arranca la Pasión de Lorenzo, el protodiácono de San Sixto. Según ella, al salir el Papa para el martirio, Lorenzo se le acerca, quejándose de que fuera a la muerte solo, sin “su diácono”. San Sixto lo consuela, asegurándole que lo seguirá en seguida, y le manda que, entre tanto, distribuya los bienes de la Iglesia a los pobres.
Muy pronto le prenden, y lo presentan ante el Emperador (Decio, según la Pasión), que le pide cuentas de los bienes que administra. Lorenzo pide tiempo para presentarlas; convoca a los pobres que socorría, unos 1500 por aquellos años, y se presenta de nuevo con ellos. “Estos son nuestros tesoros”, le dice; y el Emperador enfurecido, le somete a tormento.
Lo azotan, lo despedazan, le aplican planchas candentes, sin resultado. Convierte a un soldado, Román, que es martirizado en el acto. Nuevos tormentos, con la decisión final de someterlo al suplicio de las parrillas: asarlo a fuego lento hasta que expirara. Estando en este suplicio tremendo, tiene aún fuerzas para decirles que “pueden ya darle la vuelta y comer de la parte asada”.
Murió dando gracias a Dios por haberle hecho digno del cielo. Hipólito, el jefe de los soldados que lo custodiaban, a quién había conseguido convertir antes, y el sacerdote Justino, lo enterraron en una propiedad privada, en el Campo Verano, junto a la Vía Tiburtina.
El primero que narra muchos detalles sobre el juicio de San Lorenzo es San Ambrosio, menos de un siglo después del martirio, tiempo no excesivo que podría explicar la pervivencia de una tradición. Pero hay autores que niegan la objetividad de estas actas.
Su argumento principal es que la persecución de Valeriano, dirigida contra la Jerarquía de la Iglesia, no pretendía la apostasía; mandaba que una vez identificados, fueran sin más ejecutados; y así murió efectivamente San Sixto.
En esto se diferenció esta persecución de la antecedente de Decio y de la siguiente de Diocleciano. Éstos se sirvieron de las torturas para conseguir apostasías, que era lo que pretendían. Por tanto, según esos autores, el tormento de las parrillas se había introducido en la tradición del martirio de San Lorenzo por influencia de otras pasiones.
En Roma fue uno de los santos de culto más popular, siendo muy abundantes las basílicas a él dedicadas, ya desde el siglo IV, y durante toda la Edad Media. Las más importantes fueron: San Lorenzo Extramuros, erigida por Constantino sobre su sepulcro en el Campo Verano; San Lorenzo inDamaso, obra de este papa, edificada en el lugar en el que hasta entonces ocuparon los archivos de la Iglesia; San Lorenzo in Panisperna, donde se guardaban las parrillas; etc. Cada una de ellas se ponía en relación con algún pasaje de los referidos en la Pasión.
En Roma, su fiesta litúrgica seguía en importancia a la de los Apóstoles Pedro y Pablo. Tenía vigilia solemne, celebrada en la Basílica del Verano; su fiesta era seguida de octava; y su nombre fue incluido en el canon romano de la Misa. Fuera de Roma, también fue muy venerado en Occidente durante la Edad Media.
En la liturgia hispánica también lo encontramos, ya desde antes de la invasión musulmana; y existe una versión española de la Pasión. Su culto pudo comenzar en el sigloV y se celebraba el 10 de agosto, como en Roma.
¿Había nacido en Huesca, o al menos en España? Parece que hay que responder negativamente a esta pregunta; al menos no hay ningún testimonio antiguo que lo sufrague. Por otra parte, sería muy extraño el silencio de Prudencio, tan dispuesto siempre a cantar las glorias martiriales españolas. La crítica moderna rechaza esta tradición. Los testimonios que la apoyan no son anteriores al siglo IX. En concreto, se trata del Martirologio de Adón, que en la larga noticia que le dedica, afirma ser natural de España.
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ANTECEDENTES HISTÓRICOS
En la antigüedad, los romanos y los griegos solían coronar con rosas a las estatuas que representaban a sus dioses como símbolo del ofrecimiento de sus corazones. La palabra rosario significa "corona de rosas".
Siguiendo esta tradición, las mujeres cristianas que eran llevadas al martirio por los romanos, marchaban por el Coliseo vestidas con sus ropas más vistosas y con sus cabezas adornadas de coronas de rosas, como símbolo de alegría y de la entrega de sus corazones al ir al encuentro de Dios.
Por la noche, los cristianos recogían sus coronas y por cada rosa, recitaban una oración o un salmo por el eterno descanso del alma de las mártires.
ORIGEN Y DESARROLLO
En la Edad Media, se saluda a la Virgen María con el título de rosa, símbolo de la alegría. El bienaventurado Hermann le dirá: «Alégrate, Tú, la misma belleza. / Yo te digo: Rosa, Rosa», y en un manuscrito francés medieval se lee: «cuando la bella rosa María comienza a florecer, el invierno de nuestras tribulaciones se desvanece y el verano de la eterna alegría comienza a brillar». Se adornan las imágenes de la Virgen con una «corona de rosas» y se canta a María como «jardín de rosas» (en latín medieval rosarium); así se explica la etimología del nombre que ha llegado a nuestros días.
En esa época, los que no sabían recitar los 150 salmos del Oficio divino los sustituían por 150 Avemarías, acompañadas de genuflexiones, sirviéndose para contarlas de granos enhebrados por decenas o de nudos hechos en una cuerda. A la vez se meditaba y se predicaba la vida de la Virgen. En el s. XIII, en Inglaterra, el abad cisterciense Étienne de Sallai escribe unas meditaciones en donde aparecen 15 gozos de NuestraSeñora, terminando cada una de ellas con un Avemaría.
Sin entrar en una discusión crítico-histórica pormenorizada sobre los detalles del origen último del Rosario en su estructura actual, podemos afirmar que es, sin duda, Santo Domingo de Guzmán el hombre que en su época más contribuyó a la formación del Rosario y a su propagación, no sin inspiración de Santa María Virgen. Motivo fue el extenderse la herejía albigense, a la que combatió, «no con la fuerza de las armas, sino con la más acendrada fe en la devoción del Santo Rosario, que fue el primero en propagar, y que personalmente y por sus hijos llevó a los cuatro ángulos del mundo...» (León XIII, Enc. Supremi apostolatus, 1 sept. 1883).
A finales del s. XV los dominicos Alain de la Rochelle en Flandes, Santiago de Sprenger y Félix Fabre en Colonia, dan al Rosario una estructura similar a la de hoy: se rezan cinco o quince misterios, cada uno compuesto por diez Avemarías.
Se estructura la contemplación de los misterios, que se dividen en gozosos, dolorosos y gloriosos, repasando así en el ciclo semanal los hechos centrales de la vida de Jesús y de María, como en un compendio del año litúrgico y de todo el Evangelio. Por último se fija el rezo de las letanías, cuyo origen en la Iglesia es muy antiguo.
La devoción al Rosario adquirió un notable impulso en tiempos de León XIII añadiéndose a las letanías lauretanas la invocación «Reina del Santísimo Rosario».
En los últimos tiempos ha contribuido de manera especial a la fundamentación y propagación de esta devoción mariana los hechos milagrosos de Lourdes y Fátima: «la misma Santísima Virgen, en nuestros tiempos, quiso recomendar con insistencia esta práctica cuando se apareció en la gruta de Lourdes y enseñó a aquella joven la manera de rezar el Rosario.
ESTRUCTURA
La forma típica y plenaria del rezo del Rosario, con 150 Avemarías, se ha distribuido en tres ciclos de misterios, gozosos, dolorosos y gloriosos a lo largo de la semana, dando lugar a la forma habitual del rezo de cinco decenas de Avemarías, contemplando cinco misterios -diarios (la costumbre suele asignar al domingo, miércoles y sábado los gloriosos; los gozosos al lunes y jueves y los dolorosos al martes y viernes), rezándose al final de los cinco misterios las letanías lauretanas. Juan Pablo II añadió el ciclo de misterios luminosos los jueves.
Los tres grupos de misterios nos recuerdan los tres grandes misterios de la salvación. El misterio de la Encarnación nos lo evocan los gozos de la Anunciación, de la Visitación, de la Natividad del Señor, su Presentación en el templo y la Purificación de su Madre y, por último, su encuentro entre los doctores en el Templo.
El misterio de la Redención está representado por los diversos momentos de la Pasión: la oración y agonía en el huerto de Getsemaní, la flagelación, la coronación de espinas, el camino del Calvario con la Cruz a cuestas y la crucifixión.
El misterio de la vida eterna nos lo evoca la Resurrección del Señor, su Ascensión, Pentecostés, la Asunción de María y su Coronación como Reina.
«Todo el Credo pasa, pues, ante nuestros ojos, no de una manera abstracta, con fórmulas dogmáticas, sino de una manera concreta en la vida de Cristo, que desciende a nosotros y sube a su Padre para conducirnos a Él. Es todo el dogma cristiano, en toda su profundidad y esplendor, para que podamos de esta manera y todos los días, comprenderlo, saborearlo y alimentar nuestra alma con él» (R. Garrigou-Lagrange, La Madre del Salvador y nuestra vida interior, 3 ed. Buenos Aires 1954, 261).
Juan Pablo II incluyó en el rezo del Rosario los Misterios de Luz, que incluye varias escenas de la vida de Jesús que faltaban por considerar: el Bautismo, las Bodas de Caná, el Anuncio del Reino, la Transfiguración y la institución de la Eucaristía.
INSTITUCIÓN DE LA FIESTA DEL SANTO ROSARIO
El 7 de octubre de 1571 se llevó a cabo la batalla naval de Lepanto, en la cual los cristianos vencieron a los turcos. Los cristianos sabían que si perdían esta batalla, su religión podía peligrar y por esta razón confiaron en la ayuda de Dios a través de la intercesión de la Santísima Virgen. El Papa San Pío V pidió a los cristianos rezar el rosario por la flota.
Días más tarde llegaron los mensajeros con la noticia oficial del triunfo cristiano. Posteriormente, instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias el 7 de octubre.
Un año más tarde, Gregorio XIII cambió el nombre de la fiesta por el de Nuestra Señora del Rosario y determinó que se celebrase el primer domingo de Octubre (día en que se había ganado la batalla). Actualmente se celebra la fiesta del Rosario el 7 de Octubre y algunos dominicos siguen celebrándola el primer domingo del mes.
J. FERRER SERRATE , M. GARCIA MIRALLES (GER)
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Durante medio siglo, hasta más o menos el su caída en el año 612 a. C. Nínive fue la ciudad más grande del planeta. Todas las rutas comerciales del Tigris cruzaban por ella y así, ejercía como puente entre Oriente y Occidente. Cuentas las Escrituras que Jonás consiguió que esta gran urbe de pecadores hiciera penitencia.
En la llanura de Nínive, vivían en junio de 2014 más de 120.000 cristianos. Era la zona con mayor población creyente del país y tras la toma del poder del Dáesh, tuvieron que huir de su casa. Muchos de ellos, todavía no han regresado. Nínive es cuna de civilización. El cristianismo llegó en los primeros siglos y siempre ha contado con una presencia de bautizados significativa.
Esta zona permaneció ocupada por islamistas hasta 2016, pero aunque fue liberada, la población cristiana no parecía regresar. Sus casas habían sido destruidas, sus colegios y sus hospitales, también. Cuando el autodenominado Estado Islámico abandonó la región, las infraestructuras estaba completamente en ruinas, entre ellas dos importantes iglesias. La población estaba dispersa: muchos llegaron a campos de refugiados pero otros muchos tuvieron que emigrar.
Unas de las primeras en regresar a la llanura fueron unas religiosas dominicas. «La consagración es una llamada a través de la cual Dios construye el Reino de los Cielos. Allí donde llegan los monjes, pueden convertir el desierto en un paraíso, y la presencia de las monjas y su llegada a la aldea siniestrada y demolida es un signo de gran reconstrucción», dijo el entonces arzobispo caldeo Paul Thabet el día de la consagración de su monasterio recién construido.
Diez años después de la brutal conquista de los terroristas, no se tienen datos sobre los cristianos que vuelven a casa. El regreso está siendo lento, «cauteloso», lo define Michaeel Najeeb, arzobispo caldeo de Mosu. Si bien, opina que se está produciendo «un verdadero cambio».
«Tras la liberación, la gente empezó a respirar mejor y se restableció la infraestructura de Mosul y de la llanura de Nínive, junto con el orden en las calles, la construcción y, lo más importante, la seguridad», explica en una entrevista con Vatican News. Añade que ahora los ciudadanos pueden por fin caminar a medianoche o de madrugada sin ningún problema.
Las familias cristianas no regresan no porque no quieran, sino en muchos casos porque no pueden. El arzobispo caldeo de Mosul, que recibió la visita del Papa Francisco en 2021, explica que el principal obstáculo de quienes huyeron son los problemas económicos. «La gente ha perdido casi todo. Se quedaron desnudos cuando se vieron obligados a abandonar Mosul y la llanura de Nínive, llevando sólo la ropa mínima. Todo lo que tenían fue saqueado. Estas personas deben empezar desde cero», cuenta.
Muchos refugiados le consultan en busca de alguna garantía para poder volver a su casa. «Nadie puede ofrecérselas, ni siquiera la Iglesia, que también lo ha perdido todo», explica Najeeb. Esta es el impedimento retornar a la llanura: la falta de confianza en un futuro en la región.
FUENTE: www.eldebate.com
Si formara parte de una cordillera, con sus 558 metros sobre el nivel del mar apenas llamaría la atención. Sin embargo, por su aislamiento y forma cónica —que sugiere la de un volcán aunque su origen sea calcáreo—, y por elevarse más de 300 metros sobre el terreno circundante, parece de una altura imponente. Destaca la notable vegetación de sus laderas, cubiertas siempre de encinas, lentiscos y plantas montaraces, y en primavera, de lirios y azucenas.
Vista panorámica sobre el valle de Esdrelón y, al fondo, la depresión del río Jordán. El complejo de la izquierda está formado por el monasterio y la iglesia greco-ortodoxa; fue construido en el siglo XIX sobre ruinas de época cruzada. En la parte más alta del monte, destacan la basílica de la Transfiguración -orientada al este- y el convento franciscano. La puerta del Viento queda fuera del encuadre. Foto: Israel Tourism (Flickr).
Desde su cumbre, una ancha meseta donde además abundan los cipreses, se divisa un hermoso panorama. Estas características convirtieron al Tabor en escenario para los cultos de los pueblos cananeos, que veneraban a los ídolos en las cimas; pero también para las fortificaciones militares, como atalaya sobre la región: de lo uno y de lo otro hubo en ese lugar, donde las huellas de la presencia humana se remontan a hace setenta mil años.
Según los relatos del Antiguo Testamento, fue en las inmediaciones del Tabor donde Débora reunió en secreto a diez mil israelitas al mando de Barac, que pusieron en fuga al ejército de Sísara (Cfr. Jc 4, 4-24); allí mataron los madianitas y amalecitas a los hermanos de Gedeón (Cfr. Jc 8, 18-19); y una vez conquistada la tierra prometida, el monte delimitó las fronteras entre las tribus de Zabulón, Isacar y Neftalí (Cfr. Jos 19, 10-34), que lo tenían por sagrado y ofrecían sacrificios en su cumbre (Cfr. Dt 33, 19).
El profeta Oseas fustigó ese culto porque, sin duda, en su tiempo no era solo cismático, sino también idolátrico (Cfr. Os 5, 1). Finalmente, encontramos una prueba de la fama del Tabor en su uso como imagen literaria: el salmista lo une al Hermón para simbolizar en los dos todos los montes de la tierra (Cfr. Sal 89, 13); y Jeremías lo compara con el descollar de Nabucodonosor sobre sus enemigos (Cfr. Jr 46, 18).
Aunque en el Nuevo Testamento no aparece citado por su nombre, la tradición enseguida identificó el Tabor con el lugar de la transfiguración del Señor: se llevó con él a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a un monte para orar. Mientras él oraba, cambió el aspecto de su rostro, y su vestido se volvió blanco y muy brillante. En esto, dos hombres comenzaron a hablar con él: eran Moisés y Elías que, aparecidos en forma gloriosa, hablaban de la salida de Jesús que iba a cumplirse en Jerusalén.
Pedro y los que estaban con él se encontraban rendidos por el sueño. Y al despertar, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban a su lado. Cuando estos se apartaron de él, le dijo Pedro a Jesús: —Maestro, qué bien estamos aquí; hagamos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías —pero no sabía lo que decía (Lc 9, 28-33; Mt 17, 1-4; Mc 9, 2-5).
La exploración arqueológica en el Tabor ha puesto de manifiesto la existencia de un santuario en el siglo IV o V —que algunos testimonios antiguos atribuyen a santa Elena—, construido sobre los vestigios de un lugar de culto cananeo. Más adelante, las narraciones de algunos peregrinos de los siglos VI y VII se refieren a tres basílicas, en recuerdo de las tres tiendas mencionadas por san Pedro, y a la presencia de un gran número de monjes.
De hecho, se ha encontrado un pavimento en mosaico de esa época, y consta que el Concilio V de Constantinopla, en 553, erigió un obispado en el Tabor. Durante la dominación musulmana, aquella vida eremítica fue decayendo, y en el año 808 se encargaban de las iglesias dieciocho religiosos con el obispo Teófanes.
Aunque en el Nuevo Testamento no aparece citado por su nombre, la tradición enseguida identificó el Tabor con el lugar de la transfiguración del Señor
A partir del año 1101, y mientras duró el reino latino de Jerusalén, se estableció una comunidad de benedictinos en el Tabor. Restauraron el santuario y levantaron un gran monasterio, protegido por una muralla fortificada. Esta no fue suficiente para resistir los ataques sarracenos, que conquistaron la abadía y, entre 1211 y 1212, la convirtieron en un bastión de defensa. Aunque se permitió a los cristianos volver a tomar posesión del lugar algo después, la basílica fue de nuevo destruida en 1263 por las tropas del sultán Bibars.
El monte quedó abandonado hasta la llegada de los franciscanos, en 1631. Desde entonces, consiguieron mantener la propiedad no sin dificultades; estudiaron y consolidaron las ruinas existentes, pero aún debieron pasar tres siglos para que fuese construida una nueva basílica: la actual, terminada en 1924.
Basilica of the Transfiguration
Hoy en día, los peregrinos suben al Tabor por una carretera sinuosa, trazada a principios del siglo XX para facilitar el abastecimiento de materiales durante la construcción del santuario. La llegada a la cima está marcada por la puerta del Viento —en árabe, Bab el-Hawa—, un resto de la fortaleza musulmana del siglo XIII, cuyos muros rodeaban toda la planicie de la cumbre. En el lado norte de esta extensión, se encuentra la zona greco-ortodoxa; y en el lado sur, la católica, a cargo de la Custodia de Tierra Santa.
Desde la puerta del Viento, una larga avenida flanqueada de cipreses conduce hasta la basílica de la Transfiguración y el convento franciscano. Delante de la iglesia, pueden verse las ruinas del monasterio benedictino del siglo XII, aunque también hay vestigios de la fortaleza sarracena. De hecho, esta se edificó aprovechando los cimientos de la basílica cruzada, los mismos sobre los que se apoya el santuario actual, de tres naves, que ocupa el plano del precedente.
La fachada, con el gran arco entre las dos torres y los frontones triangulares de las cubiertas, transmite al mismo tiempo bienvenida e invitación a elevar el alma. Al atravesar las puertas de bronce, esta sensación se multiplica: la nave central, separada de las laterales por grandes arcos de medio punto, se convierte en una escalera tallada en la roca que desciende hasta la cripta; y encima, muy elevado, destaca el presbiterio, que tiene detrás un ábside en el que está representada la escena de la Transfiguración sobre un fondo completamente dorado.
La evocación del misterio queda subrayada por una particular luminosidad, conseguida gracias a los ventanales abiertos en la fachada, los muros de la nave central y el ábside de la cripta.
Iglesia de la Transfiguración del Señor (Galilea)
El proyecto de la basílica respetó, incluyéndolos, algunos vestigios de las iglesias anteriores: junto a la puerta, las dos torres se construyeron encima de unas capillas con ábsides medievales, hoy dedicadas al recuerdo de Moisés y de Elías; y en la cripta, aunque la bóveda primitiva cruzada fue cubierta por un mosaico, el altar es el mismo y también quedan a la vista restos de mampostería en los muros.
Además, recientemente se excavó una pequeña gruta al norte del santuario, debajo del lugar identificado como el refectorio del monasterio medieval: las paredes contenían inscripciones en griego y algunos monogramas con cruces, rastros quizá del cementerio de los monjes bizantinos que habitaron la montaña.
En la transfiguración, Jesús muestra su gloria divina, confirmando así la reciente confesión de Pedro —tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo (Mt 16, 16. Cfr. Mc 8, 29; y Lc 9, 20)-, y, de este modo, también fortalecer la fe de los Apóstoles ante la proximidad de la Pasión (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 555 y 568), que ya ha empezado a anunciarles (Cfr. Mt 16, 21; Mc 8, 31; y Lc 9, 22).
La presencia de Moisés y Elías es bien elocuente: ellos «habían visto la gloria de Dios en la Montaña; la Ley y los profetas habían anunciado los sufrimientos del Mesías» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 555). Además, los evangelistas narran que, cuando todavía Pedro estaba proponiendo hacer tres tiendas, una nube de luz los cubrió y una voz desde la nube dijo:
—Este es mi Hijo, el Amado, en quien me he complacido: escuchadle (Mt 17, 5. Cfr. Mc 9, 7; y Lc 9, 34-35).
Glosando este pasaje, algunos Padres de la Iglesia subrayan la diferencia entre los representantes del Antiguo Testamento, Moisés y Elías, y Cristo: «ellos son siervos, Este es mi Hijo (...). A ellos los quiero, pero Este es mi Amado: por tanto, escuchadle (...). Moisés y Elías hablan de Cristo, pero son siervos como vosotros: Este es el Señor, escuchadle» (San Jerónimo, Comentario al Evangelio de san Marcos, 6).
Para Benedicto XVI, el sentido más profundo de la transfiguración «queda recogido en esta única palabra. Los discípulos tienen que volver a descender con Jesús y aprender siempre de nuevo: "Escuchadlo"» (Joseph Ratzinger/Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. Desde el Bautismo a la Transfiguración, p. 368).
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Miguel Gil
Los primeros vestigios de su celebración en occidente proceden de fuentes hispánicas del siglo X, si bien en el siglo XI ya se conmemoraba por toda la iglesia latina. En 1457 se incluyó en el calendario universal de la Iglesia romana, en recuerdo de la liberación de Belgrado de manos de los turcos el 22 de julio de 1456. Por último, el Misal Romano de San Pío V (1570) unificó la fecha de su celebración el día 6 de agosto.
Los evangelios sinópticos(según San Mateo, San Marcos y San Lucas) relatan que Jesús subió a un monte a orar con algunos de los apóstoles, y mientras oraba se transformó el aspecto de su rostro, y su vestido se volvió blanco y resplandeciente. Aparecieron junto a él Moisés y Elías.
Los apóstoles dormían mientras tanto, pero al despertar vieron a Jesús junto a Moisés y Elías. Pedro sugirió que hicieran tres tiendas: para Jesús, Moisés y Elías. Entonces apareció una nube y se oyó una voz celestial, que dijo: "Éste es mi Hijo elegido, escuchadle". Los discípulos no contaron lo que habían visto.
A los pocos días ocurrió la Transfiguración. Desde que Jesús comenzó su vida pública sus triunfos y gloria han ido en aumento.
Tras el discurso del Pan de vida se ha producido un giro notable; los milagros serán menos frecuentes, su predicación menos popular, y las cosas que se dicen tendrán un mayor contenido. Jesús hablará varias veces de su muerte y vivirá, de ordinario, retirado con los suyos. La transfiguración se realiza sólo ante los más íntimos: Juan, Pedro y Santiago, pero tiene un gran valor de revelación en muchos aspectos.
"Sucedió unos ocho días después de estas palabras, que tomó consigo a Pedro, a Juan y a Santiago, y subió a un monte para orar. Mientras él oraba, cambió el aspecto de sus rostro y su vestido se volvió blanco, resplandeciente. Y he aquí que dos hombres estaban conversando con él: eran Moisés y Elías que, aparecidos en forma gloriosa, hablaban de la salida de Jesús que había de cumplirse en Jerusalén. Pedro y los que estaban con él se encontraban rendidos por el sueño. Y al despertar, vieron su gloria y a los dos hombres que con él estaban.
Cuando éstos se apartaron de él, dijo Pedro a Jesús: Maestro, qué bien estamos aquí, hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías; no sabiendo lo que decía. Mientras decía esto, se formó una nube y los cubrió con su sombra. Al entrar ellos en la nube, se atemorizaron. Y salió una voz desde la nube, que decía: este es mi Hijo, el elegido, escuchadle. Cuando sonó la voz, se quedó Jesús solo. Ellos guardaron silencio, y a nadie dijeron por entonces nada de lo que habían visto"(Lc). El monte estaba lejos de Cesarea de Filipo, van caminando al lugar de gran belleza con las vistas a la llanura de Esdrelón.
La oración de Jesús era siempre intensa y, muchas veces, en silencio. Esta oración llevaba a Jesús a una unión con el Padre especial. Era hablar y escuchar. Darse y recibir. Amar y ser amado, unión total en todos los niveles del ser de Cristo. Jesús adora con toda su humanidad. Pero pocas veces se manifiesta esa unión al exterior. Ahora, cuando las batallas más duras están a punto de empezar, conviene que lo interno se manifieste exteriormente.
Y la gloria de la divinidad se manifiesta en su rostro: "brillante como el sol", y en los mismos vestidos, "resplandecientes de luz". No parece que se trate de una visión espiritual, sino una realidad palpable en el cuerpo de Jesús. Los apóstoles ven a Cristo glorioso como nunca le habían visto. Es un preludio del reino que ha venido a traer, de la resurrección que ya ha anunciado, de la gloria del cielo para los que crean en Él y sean fieles.
La reacción es de estupor: se despiertan sorprendidos de lo que están viendo. Un gozo inexplicable, como un reflejo del de Jesús, les invade. "Qué bien se está aquí" es el comentario, como intentando detener el tiempo en situación tan feliz.
Pero hay más; junto a Jesús aparecen Moisés y Elías. Ambos habían tenido una especial revelación de Dios en el monte Sinaí. Moisés recibe la revelación de Dios, de su nombre y de su Ley y con ella el mandato de liberar y formar un pueblo según la alianza de los padres; y lo hizo. Elías, mucho más tarde, recibe la misión de recuperar la fidelidad del pueblo a esa Alianza.
Moisés, al final de su vida, pide a Dios ver su rostro, y ahora le es manifiesto su rostro humano, en Jesucristo. Elías busca a Dios, y le encuentra en una suave brisa; ahora está ante Él de un modo humano, humilde y real. Sorprende el tema de su conversación: la muerte de Jesús en Jerusalén. La antigua Alianza alcanzará su plenitud en la Pasión de Jesús. Las profecías del Mesías como Siervo doliente son certeras.
El amor llegará al límite de no detenerse ante nada. Todo lo anterior era figura de lo que había de suceder. Sin embargo, no deja de ser sorprendente la mezcla de cruz y muerte con la gloria de Jesús en esta Transfiguración. Una lógica nueva se está desarrollando. Entenderla requerirá una fe espiritual, una fe que permita conocer al mismo Dios que manifiesta su gloria en la humildad.
Y la máxima humildad es ser humillado, poder defenderse y, aún más, vencer, pero aceptar la derrota para triunfar de un modo superior a un enemigo como el pecado que tiene su raíz en el orgullo y la rebeldía.
La voz del Padre resuena en la transfiguración, como se oyó en el Jordán: "Este es mi Hijo el predilecto, escuchadle". El Amado que va a demostrar que el hombre puede también amar al máximo, y les pide fe. Una fe que deberá actualizarse también cuando no entiendan su conducta y que deberá agudizarse cuando le vean derrotado.
Y pasó la transfiguración. Breve, como todo lo dichoso, menos en el cielo que será para siempre. La referencia de Pedro a las tres tiendas quizá tiene que ver con la próxima fiesta de los tabernáculos, o, sencillamente, a querer prolongar la dicha que experimenta. Pero deben atender a lo que se les revela pues Cristo es el nuevo legislador. Al oír la voz "los discípulos cayeron sobre su rostro presos de un gran temor. Se acercó Jesús a ellos y tocándoles, dijo: "Levantaos, no tengáis miedo" y cuando se levantaron no vieron a nadie, sino a Jesús solo"(Mt).
"Mientras bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto, hasta que el Hijo del Hombre resucitara de entre los muertos. Ellos retuvieron estas palabras, discutiendo entre sí qué era lo de resucitar de entre los muertos.
Y le hacían esta pregunta: ¿Por qué dicen los fariseos y los escribas que Elías ha de venir primero? El les respondió: Elías vendrá antes y restablecerá todas las cosas; pero, ¿cómo está escrito del Hijo del Hombre que padecerá mucho y será despreciado?
Sin embargo, yo os digo que Elías ya ha venido e hicieron con él lo que quisieron, según está escrito de él"(Mc).
Explica el Señor más a fondo su muerte y su resurrección. El Mesías ha de padecer mucho y ser despreciado; pero vencerá incluso a la muerte, cosa que ningún hombre puede hacer. Esta es la lucha. Es como una decisión irrevocable del Padre y del Hijo. Ya se ha cumplido el tiempo de la misericordia, ahora será el tiempo de la justicia, pero de un modo sorprendente: el Justo llevará sobre sí los pecados de todos, pagando por ellos.
Y ante la pregunta sobre Elías les dice que el Bautista era el Elías que había de venir, el profeta de fuego que anuncia la nueva Alianza.
El Reino de Dios se ha hecho transparente por unos momentos, el monte Tabor es como un nuevo Sinaí; pero conviene bajar al valle donde están todos ajenos a losucedido en las alturas. Pedro, Juan y Santiago callan y reflexionan por el nuevo curso de los acontecimientos.
Enrique Cases,
Tres años con Jesús,