La entrevista que presentamos a continuación se publicó en 2011 en la revista Nuestro Tiempo de la Universidad de Navarra. Nos parece una magnífica oportunidad de conocer mejor a Luis de Moya.
El 2 de abril de 1991, por la tarde, Luis de Moya volvía de Ciudad Real. Había hecho una visita de un par de días a sus padres, aprovechando las vacaciones de Semana Santa. Tenía 38 años y daba clase de Ética Moral en la Escuela de Arquitectura, donde también trabajaba de capellán. A cincuenta kilómetros de Pamplona su coche se salió de la autopista.
El accidente le provocó lesiones irreversibles: una “interrupción medular completa a partir de la c-4”, que le supuso la pérdida de sensibilidad y movimiento desde la clavícula hasta los pies. Del accidente no recuerda nada, pero, ya en el hospital, poco después de despertar, se hizo cargo de que tenía la cabeza en su sitio. Pensó entonces que, con ayuda, podría ser el mismo de antes, aunque sin moverse de una silla de ruedas. Y así ha sido. Han pasado veinte años desde aquel fatídico martes de abril.
Luis de Moya ha pasado meses en el hospital, se ha sometido a largos procesos de rehabilitación, le han tenido que llevar varias veces a Urgencias por distintas infecciones, e incluso le han admistrado la unción de enfermos en más de una ocasión.
Hoy vive el colegio mayor Aralar, en Pampona, y, según cuenta, es consciente de que en la tierra está de paso, y de que lo importante aún está por llegar. Hace unos años, con ocasión de un encuentro celebrado en Santiago de Compostela, escribió una ponencia sobre El valor del sufrimiento: “El cielo hay que ganárselo con esfuerzo”, explicó entonces. Y en ello está.
Dios me ha ayudado mucho a ver la vida humana de un modo más radical. ¿En qué consiste el ser humano? En la grandeza de ser persona. Si no, podemos ver la vida como algo egoísta: basamos nuestra felicidad y nuestra plenitud en lo que podemos hacer y en lo que nos podemos divertir, y no caemos en la cuenta de que, en definitiva, lo importante es el amor. Me he dado cuenta de que la vida del hombre es mucho más rica. Siendo sacerdote veo siempre, muy en primer término, las decisiones que Dios ha tomado conmigo, y que Dios me quiere. No puedo pensar lo que eso supone; por consiguiente, es lo que debo hacer: es la voluntad de Dios.
Sí, lo ejerzo con bastante normalidad. Concelebro la Santa Misa y suelo predicar, confesar y hablar con gente como cualquier sacerdote. Es suficiente con tener bien la cabeza.
Claro. Buceo bastante en Internet. Las redes sociales las conozco poco, aunque ahora estoy en Facebook y tengo muchos amigos. A través de Internet saco adelante cantidad de cosas: tengo mi página web, Fluvium, que tiene bastantes suscriptores online.
Me levanto temprano, por aquello de que “A quien madruga, Dios le ayuda”. En concreto, vienen a buscarme a las 6.30. Con el aseo y todas estas cosas me dejo llevar, porque yo no puedo. Después hago media hora de oración, desayuno, rezo el breviario y concelebro la Santa Misa.
Es entonces cuado empiezo a ver cosas, a trabajar en Fluvium.org y a leer algunas noticias de la mañana. En medio hago un descanso, en el que aprovecho para rezar el rosario, y enseguida viene la comida. Después me realizan una serie de ejercicios para que las articulaciones no se anquilosen: se llama movilización pasiva.
Por la tarde aprovecho para trabajar y para leer otro tipo de cosas, como novelas, hasta la noche. Después ceno y a dormir. Es un día bastante convencional. Los domingos por la tarde voy un rato a la Clínica a confesar. Hubo una época en la que daba clase, pero luego pasé un tiempo bastante mal, con infecciones; me di cuenta de que no me sentaba bien y dejé de hacerlo.
Cualquiera que se viera aislado de la familia y de los amigos se sentiría fatal. En eso todas las personas somos iguales. El afecto y el cariño de un padre o de un hermano no se pueden comprar: o se dan gratuitamente o no hay manera. Quizá esto sea más evidente en mi caso porque o me mueven o no me muevo. Yo soy del Opus Dei y recuerdo especialmente algunos detalles que el Padre (monseñor Javier Echevarría) ha tenido conmigo. También los tuvo don Álvaro del Portillo. Por ejemplo, cartas que me han escrito y comentarios que me han hecho. Creo que lo más importante es el trato con la gente. Y la verdad es que yo he tenido la suerte de que me quieran. Todos los días recibo muestras de cariño.
Sí, pero eso no quiere decir que no tenga también mis malos momentos. No quiere decir que no me queje y que a veces proteste, y que no mande al cuerno al que tengo al lado. Pero son momentos aislados, nada más. Y por otro lado, tengo que caer en la cuenta de que vale la pena que me esfuerce más.
No, no siempre es fácil. Hay un refrán que dice: “Quien bien te quiere, te hará llorar”. Es una cosa que agradezco, aunque en el momento me pueda sentar mal. Luego, cuando estoy más sereno, lo pienso y digo: “Gracias, Juan, por aquello que me dijiste”.
Se trata de caer en la cuenta de que una sonrisa puede hacer muchísimo bien en tu entorno, en el de cualquiera. En el fondo, estás manifestando que lo que hacen por ti funciona, que vale la pena hacerlo, y que, en definitiva, vale la pena querer. A veces cuesta, es verdad, aunque no siempre. Otras veces te sale con normalidad porque te encuentras a gusto, porque quieres agradecerlo.
Sí. Pero no hay que olvidar que los demás están ahí porque quieren ayudarte. En el fondo quieren saber si lo que hacen vale la pena, y la sonrisa viene a demostrárselo.
Es muy importante tener al lado a una persona en la que confías. Parece algo fácil, pero no lo es. Hay gente con la que he vivido mucho tiempo y con la que no termino de conectar. En cambio, hay personas con las que congenio en poco tiempo. Son personas con las que me gusta estar, con las que me siento cómodo. No sé exactamente por qué ocurre esto, pero es así, y es muy importante. Intento ser humilde sabiendo que necesito ayuda: eso de ser autónomo se ha acabado.
Son tres cuestiones vitales. Puede parecer una exageración, pero estar sin la silla de ruedas supone para mí estar todo el día tumbado. Sin mi ordenador, no podría trabajar, y sin mi coche no iría a ningún lado.
Me tienen que dar de comer y hacer todo, pero hay otras cosas que dependen de mi iniciativa y de mi ilusión, de mi tratamiento y del tiempo, y que sí me permiten ser independiente. Por otro lado, eso de ser autónomo, sí, es así, pero hasta cierto punto. En el fondo, para todo necesitamos ayuda. No es bueno ser autónomo: es bueno que la persona que trata de orientar su vida hacia Dios se sienta necesitado y caiga en la cuenta de que es objeto de la misericordia de Dios, de la vida de Dios. ¿Quién no lo es?
No. Ves las cosas más claras. Pero las grandes verdades no cambian en ningún momento. Pienso que, si me muero mientras duermo, me encontraré con Dios al despertar. ¿Radical diferencia? No. En el fondo son cosas ya sabidas. Lo digo con la experiencia de haberme encontrado así en tres o cuatro ocasiones: veía que efectivamente mi vida pendía de un hilo. En esos casos, hay que cerrar los ojos y tener confianza en Dios.
No. Lo mismo que en cualquier situación. Si no hubiera sido sacerdote, vaya usted a saber.
Lo que es necesario es caer en la cuenta, de un modo habitual, de que estamos aquí para la eternidad, no solamente para disfrutar de una vida de unos pocos años.
Lo comparto, pero esa experiencia no tendría que ser exclusiva de personas que se encuentran en una situación como la mía o que han superado un cáncer, sino de cualquier persona. Además de los que sufren un dolor quizá más evidente, hay muchos que se encuentran con el dolor en algún momento. Es más fácil que encuentre el dolor quien ama más.
El dolor siempre va a existir, en mayor o menor medida, de un modo o de otro. El dolor le viene bien al hombre, desde que nace hasta que muere. Se considera un auténtico valor cuando está bien encauzado.
Una cosa que tengo bien clara es que soy una permanente ocasión para que los demás encuentren a Dios y para que le amen. Ayudar a una persona limitada siempre engrandece más al que ayuda que al que es ayudado. Ya lo dijo Jesús: “Lo que hicisteis con uno de estos más pequeños, conmigo lo hicisteis”.
Sí: porque Dios ha querido. Y punto.
No, porque Dios es bueno. Y Dios sabe más, nos comprende. Hay que aceptarlo.
Que no echen cuentas continuamente de lo que han perdido, que eso ya se sabe. Que no se van a curar, a menos que ocurra un milagro. Y de momento, es mejor no pensar en los milagros. Se trata de hacer aquello que se puede hacer. Cualquiera comprobará entonces que es capaz de pasárselo bien.
Me llena de alegría. Y cuando uno además ha estado en los medios y en la opinión pública, más todavía. Es también un estímulo, algo que me ayuda y me hace ver la importancia que tiene el ser coherente con mis convicciones. Digamos que, de algún modo, la vida de otros depende de mí y que puedo darles mi ejemplo.
Es un día de acción de gracias. En cierta medida, lo ocurrido aquel 2 de abril de hace 20 años fue como una especie de Gracia de Dios porque me ha ayudado a vivir la vida mucho más intensamente, a darme cuenta de que lo que realmente importa son las personas, que están puestas en este mundo por Dios, y para Él.
Por supuesto que me cambiaría ahora mismo a como estaba antes, no soy masoquista. Pero me han pasado tantas cosas buenas en todo este tiempo, que no querría haberlas vivido de ninguna otra forma. Lo que quiero es poder seguir celebrando cada 2 de abril dando gracias a Dios.
Texto Chus Cantalapiedra [Com 02] Fotografía Manuel Castells [Com 87]
En esa época tuvo lugar el famoso episodio con el que los artistas recuerdan al soldado Martín, quien cuando cabalgaba a caballo, rasgó con su espada su capa militar para ofrecérsela a un mendigo aterido por el frío.
CIUDAD DEL VATICANO
En el Ángelus del 11 noviembre de 2007, Benedicto XVI presentó a los jóvenes, enfermos y recién casados el ejemplo de san Martín de Tours, cuya fiesta fue celebrada este martes por la Iglesia.
San Martín, nacido in Panonia (hoy Hungría), hijo de un oficial del ejército romano. Siendo muy joven, él mismo se unió a la caballería imperial, prestando servicio en Galia, motivo por el cual es también considerado como patrono de los soldados.
En esa época tuvo lugar el famoso episodio con el que los artistas recuerdan al soldado Martín, quien cuando cabalgaba a caballo, rasgó con su espada su capa militar para ofrecérsela a un mendigo aterido por el frío.
San Martín de Tours parte su túnica (El Greco)
Tras dejar el ejército en el año 356, se retiró a Ligugé, en la región de Poitiers, donde con un grupo de discípulos fundó un monasterio, que pronto se haría famoso en toda Galia.
Elegido obispo de Tours, en el año 371, difundió del cristianismo en toda la Galia occidental.
Martín fue uno de los santos más populares de Europa occidental. Miles de parroquias y pueblos tomaron su nombre. En Francia hay al menos 4.000 iglesias dedicadas al santo.
"Que sea para vosotros, queridos jóvenes, empuje para una fidelidad evangélica cada vez más generosa", dijo el Papa al final de la audiencia general al despedirse de los 15 mil peregrinos presentes en la plaza de San Pedro.
"Que sea para vosotros, queridos enfermos, aliento para confiar en el Señor que nunca abandona a sus hijos en el momento de la prueba", añadió.
Por último, dirigiéndose a los recién casados, les deseó que el santo sea "estímulo para respetar y servir con valentía la vida humana, que es un don de Dios".
SAN MARTÍN DE TOURS
San Martín fue Obispo de Tours. Célebre santo del siglo IV, cuyo culto se extendió extraordinariamente por toda Europa. Nació en Szombathely (Panonia, actual Hungría) el año 316, si se acepta la cronología recientemente defendida por Griffe, que es la que seguiremos. Parece ser que se encontraba allí su padre, de guarnición, pues era tribuno militar. La educación la recibió, sin embargo, en Pavía. A los 15 años (331) entró en la carrera militar, sirviendo en la guardia imperial de a caballo.
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San Martín de Tours rompe su capa para darle parte a un pobre. |
Preparado así por la práctica de la caridad, recibe el año 334 el bautismo, sin tener todavía una situación definitiva en la milicia. Ingresa en ésta definitivamente el año 336 y persevera en ella 20 años hasta que en 356 se separa del ejército.
Siendo oficial de la guardia imperial Martín debió de acompañar al césar Juliano cuando, en diciembre 355, dejó Milán para acudir a las Galias. El joven príncipe pasa en Vienne toda la primera parte del año 356, ya que hasta el 24 de junio no le encontramos en Autun, en camino hacia la frontera del Rhin.
Durante su estancia en Vienne o en su región, se interesa por el Concilio de Beziers, en el que el obispo de Poitiers, S. Hilario, mostraba una fiera independencia frente a la facción arriana, lo que provocó por parte del emperador Constancio una sentencia de exilio.
Si, como parece seguro, el Concilio de Beziers se celebró en la primavera del 356, se explica bien que Martín oyese hablar de S. Hilario y admirase, como testifica Sulpicio Severo, su celo de defensor de la ortodoxia.
Juliano está en Worms en el verano del 356 y allí obtiene Martín su separación del ejército. Marcha a Oriente, visita su tierra natal, donde logra convertir a su madre, y regresa después a Milán, donde hace un ensayo de vida monástica cerca de la ciudad hasta que el obispo arriano le expulsa.
Durante algún tiempo se refugia en un islote de la costa ligur con un sacerdote, y allí le llega la noticia de que S. Hilario ha vuelto a Poitiers, terminado su exilio. Inmediatamente corre a su lado. Pero en Milán y en la isla ha tomado gusto a la vida monástica.
Por eso, apoyado por S. Hilario, funda un monasterio en Ligué, realizando así su más hondo deseo porque, como se ha dicho con mucha razón, «S. Martín fue soldado por fuerza, obispo por obligación, monje por gusto». Pero aquella vida tranquila, al margen de los afanes del cuidado pastoral y de las querellas teológicas, iba a durar poco tiempo.
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El episcopado galo-romano había cedido en aquellos tiempos al espíritu del mundo. La figura de Martín iba a suponer un contraste profundo con los demás obispos.
Para acentuar más la concepción que él tenía del episcopado, uno de sus primeros actos fue fundar el monasterio de Marmoutiers, junto a su ciudad episcopal, monasterio que pasaría a constituir un auténtico semillero de obispos y sacerdotes reformadores en medio del relajado clero de las Galias de entonces.
El obispado de Martín iba a constituir todo un programa de renovación pastoral, reuniendo los tres tipos de santidad entonces conocidos: el de los ascetas, que encarnó en su austeridad y penitencia; el de los pontífices, como obispo de Tours, y el de los misioneros, por la actividad que como tal desarrolló.
Frente a los restos del paganismo, todavía vivientes, Martín adoptó una actitud extraordinariamente dinámica y combativa. Llegaba al pueblo, rodeado de sus discípulos, convocaba a la multitud y, uniendo a la persuasión la autoridad, conseguía la demolición del templo pagano y el derribo de los árboles sagrados.
Su atractivo personal debía de ser extraordinario, como lo demuestra este ascendiente sobre las masas paganas, no menos que el que ejerció sobre personalidades tan fuertes como S. Paulino de Nola, Sulpicio Severo y otros personajes de su época.
Un episodio habría de ocasionarle grandes remordimientos y aumentar al mismo tiempo su celebridad: Martín logró salvar la vida al hereje Prisciliano y sus seguidores, condenados a muerte por el Emperador. Con ello, a Martín se le consideró en cierto modo responsable del posterior desarrollo de la herejía priscilianista.
Sin embargo, su interés por Prisciliano fue evidentemente fruto de su caridad y de su tesis de que no es la violencia el mejor medio de combatir las herejías. Tanta firmeza no podía menos de acarrearle enemistades. Se hizo una gran campaña contra él, que iba desde acusarle de hipócrita hasta señalarle como contagiado de priscilianismo.
Los obispos salidos de su escuela van siendo relegados, los concilios se reducen a estériles querellas de precedencia y la obra del santo es ridiculizada y criticada. Él se retira a su diócesis y prosigue allí su tarea pastoral hasta que muere en torno al año 397 (el 8 noviembre).
La narración de unas palabras suyas pronunciadas en Candes, pueblecito en la confluencia de los ríos Vienne y Loira, constituye una de las más bellas páginas de la literatura cristiana, que con justos méritos ha pasado a las lecciones y aun a los responsorios del Breviario el día de su fiesta: «Señor, si aún soy necesario -decía, respondiendo a sus discípulos que le pedían que siguiera viviendo-, no rehúso el trabajo. Que tu voluntad se realice plenamente».« ¡Oh, feliz varón, comenta la liturgia, que ni temió morir ni rehusó la vida! ».
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San Martín de Tours |
La explosión de entusiasmo y veneración que tras su muerte se produjo fue impresionante. El pueblo le proclamó como santo. Pronto se elevó una modesta capilla sobre su tumba, que S. Perpetuo, sucesor suyo en Tours, transformó en importante basílica.
Excavaciones realizadas en 1952-1953 dieron resultados interesantes sobre aquel conjunto arqueológico: restos de una pequeña villa galo-romana, desaparecida probablemente en 275, y un segundo monumento, de fines del siglo IV, de estructura absolutamente singular, por su inmenso ábside casi semicircular, de 32 metros de diámetro. Es una manifestación más del culto que se le tributó, constituyendo uno de los más frecuentados lugares de peregrinación.
La Vida que de él escribió Sulpicio Severo, bien directamente, bien a través de las versiones métricas de Paulino de Périgueux y de Venancio Fortunato, tuvo una resonancia inmensa, así como los cuatro libros que su sucesor S. Gregorio de Tours (muerte 594) dedicó a contar sus milagros.
Por eso son millares los pueblos que llevan su nombre, las iglesias que le tienen por titular e incontables las manifestaciones artísticas a que ha dado lugar: leyendas, lírica, escultura, pintura, etc.
LAMBERTO DE ECHEVERRÍA.
BIBL.: «Bibliotheca Hagiographica Latina», n. 5617-5666, 825-830; AIGRAIN, L'Hagiographie, París 1953, 19,159,162,165-166,182,232, 237,271,298-299,302-303,349-358 y 375; J. M. RESSE, Le tombeauMARTINEZ CAMPOS, ARSENIO - MARTINEZ DE IRALA, DOMINGOde Saint Martin á Tours, París 1922; P. MONCEAUX, Saint Martin de Tours. Récits de Sulpice Sévére mis en /ranpais avec une introduction, París 1927; H. DELEHAYE, St. Martín et Sulpice Sévére, Bruselas 1920. Para la cronología es decisivo el estudio de E. GRIFFE, Le chronologie des années de jeunesse de saint Martin, «Bulletin de littérature ecclésiastique» (1961) 114-118 y «L'ami du clergé» 71 (1961) 642-650; 1. LAHACHE y M. LISERANI, Martino de Tours, en Bibl. Sanct. 8,1248-1291
Antes de la Oración del Ángelus Francisco explicó que la Catedral de Roma san Juan de Letrán hace de madre de todas las iglesias de la ciudad y del mundo. “Con el termino madre nos referimos no tanto al edificio sagrado de la Basílica material –dijo-, cuanto a la obra del Espíritu Santo, que en este edificio se manifiesta, fructificando mediante el ministerio del Obispo de Roma, en todas las comunidades que permanecen en unidad con la Iglesia que él preside”.
Con la fiesta de hoy afirmó el Papa “profesamos en la unidad de la fe, el vínculo de comunión que todas las Iglesia locales, esparcidas sobre la tierra, tienen con la Iglesia de Roma y con su Obispo, sucesor de Pedro”.
El templo material hecho de ladrillos –reflexionó, es signo del templo espiritual del cual Cristo es la piedra viva y donde cada cristiano, por el bautismo, forma parte del edificio de Dios.
Después de la oración del Ángelus y la bendición, Francisco recordó que 25 años atrás caía el muro de Berlín, que por tanto tiempo partió en dos la ciudad y fue símbolo de la división ideológica de Europa y el mundo entero.
Vista de la fachada de la Basílica de San Juan de Letrán.
La caída fue posible gracias al fatigoso empeño de tantas personas, entre ellos Juan Pablo II. Y pido rezar para que con la ayuda del Señor y la colaboración de todos los hombres de buena voluntad, se difunda siempre más la cultura del encuentro, capaz de hacer caer todos los muros que todavía dividen al mundo y no suceda mas que personas inocentes sean perseguidas y asesinadas a causa de fe y de su religión.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!,
Hoy la liturgia recuerda la Dedicación de la Basílica de Letrán, que es la catedral de Roma y que la tradición define “madre de todas las iglesias de la ciudad y del mundo”. Con el término “madre” nos referimos no tanto al edificio sagrado de la Basílica, cuanto a la obra del Espíritu Santo que en este edificio se manifiesta, fructificando mediante el ministerio del Obispo de Roma, en todas las comunidades que permanecen en la unidad con la Iglesia que él preside.
Cada vez que celebramos la dedicación de una iglesia, se nos recuerda una verdad esencial: el templo material hecho de ladrillos es un signo de la Iglesia viva y operante en la historia, esto es, de aquel “templo espiritual”, como dice el apóstol Pedro, del cual Cristo mismo es “piedra viva, rechazada por los hombres, pero elegida y preciosa delante de Dios” (1 Pedro 2,4-8).
Jesús, en el Evangelio de la liturgia de hoy, hablando del templo ha revelado una verdad asombrosa, esto es: que el templo de Dios no es solamente el edificio hecho con ladrillos, sino que es su Cuerpo, hecho de piedras vivas.
En virtud del Bautismo, cada cristiano, forma parte del “edificio de Dios”(1 Cor 3,9), es más, se convierte en la Iglesia de Dios. El edificio espiritual, la Iglesia comunidad de los hombres santificados por la sangre de Cristo y por el Espíritu del Señor resucitado, pide a cada uno de nosotros ser coherentes con el don de la fe y cumplir un camino de testimonio cristiano.
Y no es fácil - lo sabemos todos - la coherencia en la vida, entre la fe y el testimonio; pero nosotros debemos ir hacia adelante y tener en nuestra vida esta coherencia cotidiana. “¡Esto es un cristiano!”, no tanto por aquello que dice, sino por aquello que hace; por el modo en que se comporta. Esta coherencia que nos da vida es una gracia del Espíritu Santo que debemos pedir.
La Iglesia, en el origen de su vida y de su misión en el mundo, no ha sido más que una comunidad constituida para confesar la fe en Jesucristo Hijo de Dios y Redentor del hombre, una fe que obra por medio de la caridad - ¡van juntas! También hoy la Iglesia está llamada a ser en el mundo la comunidad que, radicada en Cristo por medio del bautismo, profesa con humildad y valentía la fe en Él, dando testimonio de ella en la caridad.
Con esta finalidad esencial deben ordenarse también los elementos institucionales, las estructuras y los organismos pastorales. Para esta finalidad esencial: testimoniar la fe en la caridad. La caridad es precisamente la expresión de la fe, y la fe, es la explicación y el fundamento de la caridad.
La Fiesta de hoy, nos invita a meditar sobre la comunión de todas las Iglesias, es decir, de esta comunidad cristiana. Por analogía nos estimula a comprometernos para que la humanidad pueda superar las fronteras de la enemistad y la indiferencia, para construir puentes de comprensión y diálogo, para hacer del mundo entero una familia de pueblos reconciliados entre sí, fraternos, y solidarios.
De esta nueva humanidad la Iglesia misma es signo y anticipación, cuando vive y difunde con su testimonio el Evangelio, mensaje de esperanza y de reconciliación para todos los hombres.
Invocamos la intercesión de María Santísima, para que nos ayude a convertirnos como ella, en “casa de Dios”, templo vivo de su amor.
"Este año conmemoramos otro significativo aniversario: veinte años de la caída delMuro de Berlín, símbolo elocuente del fin de los regímenes totalitarios del Este europeo. "La caída del Muro, -escribió Juan Pablo II-, igual que el derrumbe de los peligrosos simulacros y de la ideología opresiva, demostró que las libertades fundamentales, que dan significado a la vida humana, no pueden ser reprimidas ni sofocadas durante mucho tiempo”.
"Esa frontera de muerte durante muchos años dividió nuestra patria y separó a la fuerza a hombres, familias, vecinos y amigos. Entonces, muchos vieron en lo que ocurrió el 9 de noviembre de 1989 el inicio inesperado de la libertad, tras una larga y dolorosa noche de violencia y opresión, por un sistema totalitario que, a fin de cuentas, conducía al nihilismo, a un vaciado de las almas. En la dictadura comunista no había ninguna acción considerada mala por sí misma o siempre inmoral. Lo que servía a los objetivos del partido era bueno, por muy inhumano que fuera”.
"Hoy algunos se preguntan si el orden social occidental es mucho mejor y más humanitario. De hecho, la historia de la República Federal de Alemania es la prueba de que sí lo es. Porque invita a los hombres a dar la prioridad, con responsabilidad ante Dios Creador, la prioridad a la dignidad humana en cualquier legislación estatal, a respetar el matrimonio y la familia como fundamento de toda sociedad, a tener consideración y respeto por lo que es sagrado para otras personas”.
El 15 de noviembre de 2024 es la fecha escogida para que ‘Gladiator 2′ se estrene en cines después de adelantar una semana su fecha de estreno inicial.
La secuela de la legendaria película ya se ha mostrado en multitud de imágenes y tráilers, donde podemos ver la epicidad y el cariño que cada uno de los componentes del casting le han puesto a la película.
Un reparto destacado en el que Paul Mescal interpretará a Lucio, pero también habrá figuras como Denzel Washington, Connie Nielsen y Derek Jacobi. Además, Pedro Pascal, May Calamawi, Lior Raz, Peter Mensah, Joseph Quinn, Tim McInnerny y Matt Lucas aparecen en la película.
‘Gladiator’ es una de las películas más destacadas de la carrera de Ridley Scott. La cinta estrenada en el año 2000 tenía un final que no hacía pensar a nadie que tendría una secuela, pero ahora, más de dos décadas después tendremos su estreno en cines con un Scott que estará a pocos días de cumplir los 87 años de edad.
No son muchos los actores y actrices de la primera película que regresan, siendo Connie Nielsen en el papel de Lucilla una de las pocas que lo hará. Su hijo, Lucio Vero, protagonizará esta secuela pero no será Spencer Treat Clark el que vuelva a interpretar al sobrino del emperador Cómodo, un papel que toma Paul Mescal.
Uno de los actores que más se esperaba ver en ‘Gladiator 2′ era Djimon Hounsou, una cara muy reconocible y que todo hacía indicar que volvería a interpretar a Jubo, el esclavo amigo de Máximo, pero al final no formará parte de la película. Por otra parte, si estará Derek Jacobi, que fue el senador Graco en la cinta original.
en Wikipedia
Con la muerte concluye el tiempo de realizar buenas obras y de merecer ante Dios. Para resucitar con Cristo, es necesario morir con Cristo, es necesario "dejar este cuerpo para ir a morar cerca del Señor" (2 Co 5,8).
En esta "partida" (Flp 1,23) que es la muerte, el alma se separa del cuerpo. Se reunirá con su cuerpo el día de la resurrección de los muertos (cf. Credo del Pueblo de Dios, 28).
Gracias a Cristo, la muerte cristiana tiene un sentido positivo. "Para mí, la vida es Cristo y morir una ganancia" (Flp 1, 21). "Es cierta esta afirmación: si hemos muerto con él, también viviremos con él" (2 Tm 2, 11). La novedad esencial de la muerte cristiana está ahí: por el Bautismo, el cristiano está ya sacramentalmente "muerto con Cristo", para vivir una vida nueva; y si morimos en la gracia de Cristo, la muerte física consuma este "morir con Cristo" y perfecciona así nuestra incorporación a El en su acto redentor:
Para mí es mejor morir en (eis) Cristo Jesús que reinar de un extremo a otro de la tierra. Lo busco a El, que ha muerto por nosotros; lo quiero a El, que ha resucitado por nosotros. Mi partida se aproxima ...Dejadme recibir la luz pura; cuando yo llegue allí, seré un hombre (San Ignacio de Antioquía, Rom. 6, 1-2).
En la muerte Dios llama al hombre hacia Sí. Por eso, el cristiano puede experimentar hacia la muerte un deseo semejante al de San Pablo: "Deseo partir y estar con Cristo" (Flp 1, 23); y puede transformar su propia muerte en un acto de obediencia y de amor hacia el Padre, a ejemplo de Cristo (cf. Lc 23, 46):
Mi deseo terreno ha desaparecido; ... hay en mí un agua viva que murmura y que dice desde dentro de mí "Ven al Padre" (San Ignacio de Antioquía, Rom. 7, 2).
Yo quiero ver a Dios y para verlo es necesario morir (Santa Teresa de Jesús, vida 1).
Yo no muero, entro en la vida (Santa Teresa del Niño Jesús, verba).
La visión cristiana de la muerte (cf. 1 Ts 4, 13-14) se expresa de modo privilegiado en la liturgia de la Iglesia:
La vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo.(MR, Prefacio de difuntos).
La muerte es el fin de la peregrinación terrena del hombre, del tiempo de gracia y de misericordia que Dios le ofrece para realizar su vida terrena según el designio divino y para decidir su último destino. Cuando ha tenido fin "el único curso de nuestra vida terrena" (LG 48), ya no volveremos a otras vidas terrenas. "Está establecido que los hombres mueran una sola vez" (Hb 9, 27). No hay "reencarnación" después de la muerte.
La Iglesia nos anima a prepararnos para la hora de nuestra muerte ("De la muerte repentina e imprevista, líbranos Señor": antiguas Letanías de los santos), a pedir a la Madre de Dios que interceda por nosotros "en la hora de nuestra muerte" (Ave María), y a confiarnos a San José, Patrono de la buena muerte:
Habrías de ordenarte en toda cosa como si luego hubieses de morir. Si tuvieses buena conciencia no temerías mucho la muerte. Mejor sería huir de los pecados que de la muerte. Si hoy no estás aparejado, ¿cómo lo estarás mañana? (Imitación de Cristo 1, 23, 1).
Y por la hermana muerte, ¡loado mi Señor!
Ningún viviente escapa de su persecución;
¡ay si en pecado grave sorprende al pecador!
¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!
(San Francisco de Asís, cant.)
Catecismo de La iglesia Católica
“Nunca como ahora debemos estudiar la vida de los primeros cristianos para aprender de ellos a conducirnos en tiempo de persecución. ¡Cómo obedecían a la Iglesia, cómo confesaban a Jesucristo, cómo se preparaban para el martirio, cómo oraban por sus perseguidores, cómo perdonaban, cómo amaban, cómo bendecían al Señor, cómo alentaban a sus hermanos!”.
Nace el 3 de diciembre de 1874 en Linares Jaén. Desde muy joven decide ser sacerdote y entra en el seminario, donde se forma en un ambiente sencillo de oración, estudio y alegría, que siempre recordará. En Jaén oye hablar del Padre Manjón y admira la labor socioeducativa que realiza en las cuevas del Sacromonte, en Granada.
El seminarista Poveda se aficiona a enseñar la Doctrina a los niños más pobres que "le seguían".En 1905 se traslada a Covadonga donde reflexiona sobre la importancia de la educación y la necesidad de no separar la fe y la ciencia.
Consciente de la importancia del Estado en la educación, insiste en el protagonismo del maestro y la necesidad de cristianos en la escuela. Publica diversos escritos sobre la problemática educativa y la formación del profesorado, por lo que ha sido calificado de "Educador de educadores" y pedagogo.
Funda la Institución Teresiana, aprobada por el Papa Pío XI como Pía Unión de Fieles a nivel internacional para que hombres y mujeres, desde sus diversas profesiones y especialmente en el ámbito de la educación y la cultura, trabajen por la transformación humana y social, según el Evangelio con el espíritu de los primeros discípulos de Cristo:
"hay que amar mucho a la Iglesia, hay que vivir la vida de los primeros cristianos", decía.
Pocos días antes de morir, en julio de 1936 escribía:
“Nunca como ahora debemos estudiar la vida de los primeros cristianos para aprender de ellos a conducirnos en tiempo de persecución. ¡Cómo obedecían a la Iglesia, cómo confesaban a Jesucristo, cómo se preparaban para el martirio, cómo oraban por sus perseguidores, cómo perdonaban, cómo amaban, cómo bendecían al Señor, cómo alentaban a sus hermanos!”.
El 28 de julio, coincidiendo con los primeros días de la Guerra Civil española, Pedro Poveda, confesándose "sacerdote de Jesucristo", muere como mártir de la fe. Fue canonizado por Juan Pablo II el 4 de mayo de 2003, en la visita del Papa a España.
Pedro Poveda (1874-1936), promovió un amplio movimiento de espiritualidad seglar, cuyo centro está hoy constituido por la Institución Teresiana, asociación por él fundada.
La productora católica Industrious Family Films ha lanzado el cortometraje Fabiola sobre la vida de la santa de los primeros siglos del cristianismo, con el objetivo de recaudar fondos para producir una película que tendrá 140 minutos de duración.
El corto muestra la escena que conduce al martirio de Santa Inés, patrona de las jóvenes, las novias y de la pureza, y está disponible en inglés, español, francés y urdu, un idioma mayoritariamente hablado en Pakistán e India.
La obra se basa en la novela titulada Fabiola or, the Church of the Catacombs (Fabiola, o La Iglesia de las catacumbas), escrita por el Cardenal Nicholas Wiseman (1802 – 1865), sobre la experiencia de los primeros cristianos y mártires.
“Fabiola es la historia de una noble romana pagana que, sin darse cuenta, se rodea de cristianos de todas las clases: esclavos, mendigos, pretorianos e incluso colegiales que defienden su fe ante la tortura y la muerte, desafiándola a elegir entre su existencia mimada y felizmente ignorante o la vida austera de los cristianos que admira”.
El sitio web de la cinta, para cuya producción ya se puede colaborar, señala que “esta película será la quinta producción de la familia Bowen, que lleva haciendo películas en familia desde 2017. La hija mayor, Mary Beth, es la directora creativa y guionista de Fabiola. Ha dirigido películas desde que tenía dieciséis años”.
“Faustina, la segunda hija, es la directora de producción y guionista principal de Fabiola. Escribe guiones y entrena actores desde que tenía catorce años”, prosigue el sitio web.
Matt y Kathleen Bowen, los papás de la familia y productores de Fabiola comenzaron la empresa familiar en 2014, junto con Mary y Faustina.
El peruano Cristian García Zelada, premiado en el 2022 en el Festival Internacional de Cine Católico Mirabile Dictu en Roma, estuvo a cargo de la producción y edición del doblaje del corto al castellano.
“Agradezco a Dios y a Cristian García, que confió en mí para encargarme de la traducción del guión al español, la dirección del doblaje y el doblaje del personaje de Santa Inés en Fabiola”, dijo al respecto Cynthia Pérez Gonzáles, especialista en medios digitales para ACI Prensa y ACI África, agencias de EWTN News.
Pérez indicó asimismo que Leonela Alarcón y Josías Tineo doblaron al español las voces de Santa Fabiola y el soldado romano respectivamente, a quienes también agradeció por “enriquecer este trabajo con su talento y experiencia en la actuación”.
“Fue una experiencia muy divertida y emocionante a nivel creativo y personal, que me ha permitido potenciar aún más mis talentos y ponerlos al servicio de Dios. Espero que la historia toque el corazón de mucha gente y que la vida de los primeros cristianos nos ayude a buscar siempre la verdad y anhelar la santidad”, añadió.
Para más información y para colaborar en la realización de la cinta, puede ingresar a https://www.industriousfamily.com/fabiola.html