La Palabra da fruto por la acción del Espíritu Santo

La carta apostólica “Aperuit illis”(30-IX-2019), con la que el papa Francisco establece el “Domingo de la Palabra de Dios”, es un texto importante para los educadores de la fe. Constituye un pequeño tratado sobre la importancia de la Palabra de Dios en la vida cristiana y en la evangelización.

La primera referencia la constituye el misterio pascual, es decir, la muerte y resurrección de Cristo para nuestra salvación. Entre Cristo y las Sagradas Escrituras hay una relación tan estrecha que ellas no se entienden sin Él y viceversa.

Al dedicar un Domingo del Año Litúrgico a la Palabra de Dios, el papa desea, sobre todo, “que la Iglesia reviva el gesto del Resucitado que abre también para nosotros el tesoro de su Palabra para que podamos anunciar por todo el mundo esta riqueza inagotable” (n. 2).

Con esta carta quiere contribuir a valorar el hecho de que “en las diferentes Iglesias locales hay una gran cantidad de iniciativas que hacen cada vez más accesible la Sagrada Escritura a los creyentes, para que se sientan agradecidos por un don tan grande, con el compromiso de vivirlo cada día y la responsabilidad de testimoniarlo con coherencia” (Ibid.).

 

Eficacia de la Palabra de Dios

Ya el Concilio Vaticano II dedicó su Constitución “Dei Verbum” a la Palabra de Dios. En 2008, Benedicto XVI presidió el sínodo sobre la Palabra de Dios, que concluyó con la publicación de la exhortación Verbum Domini (2010). “En este documento –señala el papa actual con referencia a esa exhortación– en particular se profundiza el carácter performativo de la Palabra de Dios, especialmente cuando su carácter específicamente sacramental emerge en la acción litúrgica” (Ibid.). Caracter performativo quiere decir que la Palabra de Dios, sobre todo durante la celebración litúrgica, no se limita a decir algo, sino que lo hace. Así lo explica el documento citado:

“En efecto, en la historia de la salvación no hay separación entre lo que Dios dice y lo que hace; su Palabra misma se manifiesta como viva y eficaz (cf. Hb 4,12), como indica, por lo demás, el sentido mismo de la expresión hebrea dabar”.

“Igualmente –­continúa la explicación­–, en la acción litúrgica estamos ante su Palabra que realiza lo que dice. Cuando se educa al Pueblo de Dios a descubrir el carácter performativo de la Palabra de Dios en la liturgia, se le ayuda también a percibir el actuar de Dios en la historia de la salvación y en la vida personal de cada miembro”.

Así se dice, al mismo tiempo, que Dios sigue actuando, a través de la liturgia, en la historia de la salvación, lo mismo que en la vida de los cristianos. En efecto, y de ahí la importancia tanto de la formación bíblica como de la formación litúrgica.

La carta de Francisco recoge a pie de página un párrafo de ese documento de Benedicto XVI (Verbum Domini) que se refiere a la “sacramentalidad” de la Palabra de Dios. Esto se explica ahí “en analogía”, es decir, en comparación con la Eucaristía, en la que bajo las apariencias del pan y del vino comulgamos el cuerpo y la sangre de Cristo. En efecto, el término sacramentalidad evoca ese modo de ser de los sacramentos, signos visibles de una gracia invisible.

De un modo parecido a lo que acontece con la Eucaristía, dice el texto, “la proclamación de la Palabra de Dios en la celebración comporta reconocer que es Cristo mismo quien está presente y se dirige a nosotros para ser recibido» (Exhort. Ap. Verbum Domini, 56).

Esa presencia de Cristo a través de las Sagradas Escrituras, especialmente cuando se leen y proclaman en la liturgia, es la que se Francisco quiere resaltar estableciendo el III Domingo del Tiempo ordinario como Domingo de la Palabra. Estará “dedicado a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios” (n. 3).

Además, se desea contribuir así a “fortalecer los lazos con los judíos y a rezar por la unidad de los cristianos” (Ib.). Las dos referencias tienen como trasfondo el hecho de que los judíos han sido los primeros depositarios de la Sagrada Escritura (Antiguo Testamento) y que todos los cristianos (también, por tanto, los no católicos) estamos invitados a ponernos “en actitud de escuchar el camino a seguir para llegar a una auténtica y sólida unidad” entre nosotros (Ibid.).

A continuación, se dan algunas indicaciones para que en ese día la Palabra de Dios quede debidamente resaltada en las celebraciones litúrgicas de modo que todos los fieles la valoren cada día más, la conozcan y la profundicen, y también la mediten para que les sirva como alma de su oración (“lectio divina”).

Es bello cómo se relata en la Biblia la primera vez que el Pueblo de Dios –en el Antiguo Testamento– volvió a leer la Sagrada Escritura, a la vuelta del exilio de Babilonia, durante la fiesta de las Tiendas.

El pueblo se reunió en Jerusalén, en una de las puertas del templo (la “Puerta del Agua”, situada al oriente), “como un solo hombre” (Ne 8, 1). Ahí les explicaron el sentido de todo lo que habían vivido. Su reacción fue la emoción y las lágrimas de alegría:

“Este día está consagrado al Señor, vuestro Dios. No estéis tristes ni lloréis” –les dijeron el gobernador y el escriba– (y es que todo el pueblo lloraba al escuchar las palabras de la ley). […] “¡No os pongáis tristes; el gozo del Señor es vuestra fuerza!”» (Ne 8,8-10).

 

La mesa de la Palabra y la mesa de la Eucaristía

También es bella la explicación que sigue, del papa para nosotros. Ante todo, la Bibliano es patrimonio de unos pocos –escogidos o expertos–, sino que pertenece a todos los cristianos, al pueblo de Dios, convocado para escucharla y reconocerse en esa Palabra. “La Biblia es el libro del pueblo del Señor que al escucharlo pasa de la dispersión y la división a la unidad. La Palabra de Dios une a los creyentes y los convierte en un solo pueblo” (n. 4).

En esa unidad generada por la escucha de la Palabra de Dios, los pastores tienen una responsabilidad especial para explicar las Sagradas Escrituras y hacerlas accesibles a la comunidad cristiana. Esto se concreta sobre todo en la homilía. Tiene como objetivo “ayudar a profundizar en la Palabra de Dios, con un lenguaje sencillo y adecuado para el que escucha” (n. 5), así como mostrar la “belleza de las imágenes que el Señor utilizaba para estimular a la práctica del bien” (Exhort. Evangelii gaudium, 142.

“De hecho –añade Francisco–, para muchos de nuestros fieles esta es la única oportunidad que tienen para captar la belleza de la Palabra de Dios y verla relacionada con su vida cotidiana”. Por tanto, se pide a los pastores el esfuerzo para prepararla a partir de la oración personal, la brevedad y la concreción para que esa Palabra alcance los corazones de los que escuchan y dé fruto. También se pide esto, de modo distinto, para la tarea de los catequistas.

Como Jesús mismo explicó a los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 13-35), toda la Escritura habla de Cristo. Y señala Francisco: “Puesto que las Escrituras hablan de Cristo, nos ayudan a creer que su muerte y resurrección no pertenecen a la mitología, sino a la historia y se encuentran en el centro de la fe de sus discípulos”.

De hecho entre la fe y las Sagradas Escrituras hay un vínculo profundo: “Porque la fe proviene de la escucha y la escucha está centrada en la palabra de Cristo (cf. Rm 10,17), la invitación que surge es la urgencia y la importancia que los creyentes tienen que dar a la escucha de la Palabra del Señor tanto en la acción litúrgica como en la oración y la reflexión personal” (n. 7).

También las Sagradas Escrituras son inseparables de la Eucaristía. El Concilio Vaticano II recuerda que son como “dos mesas” que, juntas, alimentan a los creyentes: la mesa de la Palabra de Dios y la mesa del Cuerpo de Cristo (cf. Const. Dei Verbum, 21).

Es Cristo resucitado –observa el papa– quien a diario parte la Palabra y Pan en la comunidad de los creyentes: “Para esto necesitamos entablar un constante trato de familiaridad con la Sagrada Escritura, si no el corazón queda frío y los ojos permanecen cerrados, afectados como estamos por innumerables formas de ceguera” (n. 8).

La Sagrada Escritura y los sacramentos son, pues, inseparables. Como señala el libro del Apocalipsis (3, 20), en palabras de Francisco, “Jesucristo llama a nuestra puerta a través de la Sagrada Escritura; si escuchamos y abrimos la puerta de la mente y del corazón, entonces entra en nuestra vida y se queda con nosotros” (Ibid.).


Palabra de Dios y salvación en Cristo

Se detiene el papa en tres aspectos de la Sagrada Escritura, inspirándose en la segunda carta de san Pablo a Timoteo: finalidad salvífica de la Escritura, su sentido espiritual y su fundamento en la Encarnación del Hijo de Dios.

a) Si bien los libros de la Biblia tienen un innegable fundamento histórico, “la Biblia no es una colección de libros de historia, ni de crónicas, sino que está totalmente dirigida a la salvación integral –salvación del mal y de la muerte– de la persona” (n. 9).

b) Para alcanzar esa finalidad salvífica, el Espíritu Santo, bajo la guía de la Iglesia, nos abre al sentido espiritual del texto. Así nos libera del riesgo de permanecer encerrados en el mero texto escrito sin pasar a su significado, cayendo en una inspiración fundamentalista. El Espíritu Santo transforma la Escritura en Palabra viva de Dios, que tiene un carácter inspirado, dinámico y espiritual (cf. n. 7).

Esto sigue sucediendo hoy. “Por tanto –dice Francisco–, es necesario tener fe en la acción del Espíritu Santo que sigue realizando una peculiar forma de inspiración cuando la Iglesia enseña la Sagrada Escritura, cuando el Magisterio la interpreta auténticamente (cf. Dei Verbum, 10) y cuando cada creyente hace de ella su propia norma espiritual” (n. 10 del texto del papa)

c) El Concilio explica además que la Palabra de Dios ha asumido nuestro lenguaje humano haciéndose carne en Jesucristo (lo que llamamos la Encarnación del Hijo de Dios), en un contexto histórico y cultural determinado y con consecuencias para todos los tiempos y lugares.

Ya antes de Cristo, la Palabra de Dios se transmite por tradición en el Pueblo de Israel y con la venida de Cristo la Palabra de Dios es transmitida por la Tradición viva de la Iglesia. Por eso decimos que la fe bíblica se basa en la Palabra viva, no en un mero libro (cf. n. 11).



La Palabra da fruto por la acción del Espíritu Santo

Finalmente, Francisco señala los frutos principales de las Sagradas Escrituras en la vida cristiana y, por tanto, en la misión evangelizadora de la Iglesia.

Ante todo, el Antiguo Testamento no se hace nunca “viejo”: sigue “latiendo” en el Nuevo, transformado por el único Espíritu Santo que ha inspirado a ambos. La Sagrada Escritura se hace eficaz en aquel que la escucha, trata de compartirla con otros y hacerla vida –aunque esto a veces resulte exigente–, para vivir en profundidad nuestra relación con Dios y con nuestros hermanos (cf. n. 12).

La Escritura nos interpela sobre todo para saber recibir el amor de Dios y responderle mediante el amor nuestro a Dios y a los demás, es decir, mediante la caridad, acudiendo a las necesidades materiales y espirituales de quienes nos rodean (cf. Lc 16, 29).

De ahí que señale el papa: “Escuchar la Sagrada Escritura para practicar la misericordia: este es un gran desafío para nuestras vidas. La Palabra de Dios es capaz de abrir nuestros ojos para permitirnos salir del individualismo que conduce a la asfixia y la esterilidad, a la vez que nos manifiesta el camino del compartir y de la solidaridad” (n. 13).

La escena de la transfiguración del Señor (cf. Lc 9, 33) tiene lugar durante la fiesta de las Tiendas, cuando –como vimos al principio– se leía el texto sagrado al pueblo a partir del regreso del exilio. A la vez, la transfiguración anticipa la gloria de Jesús, para animar a los apóstoles antes de la pasión del Señor.

Aquí también sirve, observa Francisco, la comparación entre lo que pasa con el cuerpo de Cristo –que es transfigurado volviéndose blanco y brillante– y la vida de los cristianos. Con el alimento de la Sagrada Escritura el Espíritu Santo hace que los cristianos vayan identificándose con Cristo glorioso. Para eso hace falta, como dice el Concilio, “pasar de la letra al espíritu” (cf. n. 14 y Dei Verbum, 38).

Estos frutos que da la Palabra de Dios cuando se hace vida en los cristianos se ven de modo excelente en María. Jesús llama bienaventurada a su Madre porque creyó en el cumplimiento de lo que el Señor le había dicho (cf. Lc 1, 45), Cuando entre la multitud ciertas personas exclamaron admiradas: “Feliz el vientre que te llevó”, Jesús replicó: “Más bien, felices quienes oyen y custodian la Palabra de Dios” (Lc 11, 27-28).

“Esto –observa san Agustín– equivale a decir: también mi madre, a quien habéis calificado de feliz, es feliz precisamente porque custodia la Palabra de Dios; no porque en ella la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, sino porque custodia la Palabra misma de Dios mediante la que ha sido hecha y que en ella se hizo carne” (Tratado sobre el evangelio de Juan, 10,3).

Concluye el papa deseando “que el domingo dedicado a la Palabra haga crecer en el pueblo de Dios la familiaridad religiosa y asidua con la Sagrada Escritura, como el autor sagrado lo enseñaba ya en tiempos antiguos: esta Palabra ‘está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que la cumplas’ (Dt 30,14)”.

 

Fuente: Iglesia y Nueva Evangelización

10 logros de Juan Pablo II

El pontificado de Juan Pablo II batió muchos récords. Pero, más allá de los números, fue un periodo en el que la Iglesia católica respondió a los desafíos de su tiempo gracias a la guía de Juan Pablo II.

Lucha por la libertad

"No tengáis miedo. Sólo Él tiene palabras de vida eterna”.
Uno de los desafíos era la existencia de dos bloques y la Guerra Fría que dividía al mundo en dos. Juan Pablo II había sufrido en carne propia la opresión de losregímenes nazi y comunista. Su papel fue imprescindible en la caída del comunismo en Europa. Uno de sus primeros viajes fue a su Polonia natal, en 1979. Supuso un antes y un después y llenó de coraje a los polacos para luchar por su libertad.
PAPADO GLOBAL
Juan Pablo II fue un Papa viajero que llegó a todos los rincones del mundo. Hizo 104 viajes internacionales y visitó 130 países. En kilómetros, dio 30 vueltas al mundo. Hubo dos países que quiso pero no pudo visitar: China y Rusia.
DIÁLOGO CON MUSULMANES Y JUDÍOS
Definió a los judíos como "hermanos mayores” y se convirtió en el primer Papa queentró en una sinagoga desde los tiempos de Pedro. Además rezó frente al Muro de las Lamentaciones. También fue el primer Papa que besó un Corán y entró en una mezquita.
ENCUENTRO DE ASÍS
En esa línea por fomentar el diálogo entre religiones, Juan Pablo II fue pionero al convocar el encuentro de oración por la paz de Asís. El primero se celebró en 1986 y 150 representantes de 12 religiones respondieron a su llamada.
NO A LA GUERRA
Varios conflictos abiertos ensombrecieron el panorama internacional durante su pontificado: Ruanda, Kosovo, Sudán, Irak o la guerra de los Balcanes. El Papa, que había sobrevivido a la II Guerra Mundial, no se mantuvo callado y se convirtió en la voz de la humanidad en contra de la violencia.
"Deteneos, deteneos delante del niño”.
SANTOS
Juan Pablo II trabajó para nombrar santos a personas cercanas a su tiempo. Elevó alos altares a cientos cuya vida es un ejemplo para los cristianos de hoy. Por ejemplo, beatificó por primera vez a un matrimonio conjuntamente: Luigi y Maria Beltrame.
CARTA A LAS MUJERES
Juan Pablo II se preocupó por la mujer de un modo nuevo. Fue el primer Papa que escribió una carta dirigida a las mujeres, Mulieris Dignitatem, en la que las invitaba a a reflexionar sobre su responsabilidad personal, cultural, social y eclesial.
DIGNIDAD DE LA ENFERMEDAD
Debilitado por la enfermedad, Juan Pablo II mantuvo su actividad hasta el último momento. Convirtió su enfermedad en una enseñanza para un mundo que apostaba ya por la cultura del descarte.
PERDÓN
Además de rehabilitar a Galileo Galilei, en el Jubileo del Año 2000, Juan Pablo IIentonó un 'mea culpa' por los errores cometidos por la Iglesia. Fue un momento histórico que el Papa definió como una purificación de la memoria que permitiría a los cristianos entrar en el tercer milenio más abiertos a Dios.
UN PAPA PARA LOS JÓVENES
Juan Pablo II entendió que los jóvenes necesitaban un acompañamiento y una atención especial. Ideó unos encuentros exclusivamente para ellos: las Jornadas Mundiales de la Juventud. El Papa se sentía como uno más entre los jóvenes.
"Si vives con los jóvenes tienes que convertirte en un joven”.
En sus casi 27 años de pontificado fueron muchos los hitos que sobrepasó y las metas que alcanzó pero, por encima de todo, fue capaz de llegar a millones de cristianos hablando, de tú a tú, al corazón de cada uno de ellos.

 

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Se venera la roca exacta donde el Señor habría apoyado los alimentos en la multiplicación de los panes y los peces

En Tierra Santa, recibe el nombre de Tabgha un paraje a unos tres kilómetros al oeste de Cafarnaún, que se extiende desde la orilla del mar de Genesaret tierra adentro; además, se suele aplicar de modo más restrictivo a una pequeña parte de esa región: el sitio donde se recuerda la multiplicación de los cinco panes y los dos peces, con los que el Señor dio de comer a una muchedumbre de cinco mil hombres.

 

De los relatos sobre este milagro recogidos en los evangelios, el de san Marcos ofrece algunos detalles que permiten localizarlo cerca de Cafarnaún, junto a la ribera del lago, en una zona deshabitada donde crecía hierba abundante:

Reunidos los apóstoles con Jesús, le explicaron todo lo que habían hecho y enseñado. Y les dice:
—Venid vosotros solos a un lugar apartado, y descansad un poco.
Porque eran muchos los que iban y venían, y ni siquiera tenían tiempo para comer. Y se marcharon en la barca a un lugar apartado ellos solos. Pero los vieron marchar, y muchos los reconocieron. Y desde todas las ciudades, salieron deprisa hacia allí por tierra y llegaron antes que ellos. Al desembarcar vio una gran multitud y se llenó de compasión por ella, porque estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas. Y cuando ya se hizo muy tarde, se acercaron sus discípulos y le dijeron:
—Este es un lugar apartado y ya es muy tarde; despídelos para que vayan a las aldeas y pueblos de alrededor, y compren algo de comer.
Y les respondió:
—Dadles vosotros de comer.
Y le dicen:
—¿Es que vamos a ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?
Él les dijo
—¿Cuántos panes tenéis? Id a verlo.
Y después de averiguarlo dijeron:
—Cinco, y dos peces.

Entonces les mandó que acomodaran a todos por grupos sobre la hierba verde. Y se sentaron en grupos de cien y de cincuenta. Tomando los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y empezó a dárselos a sus discípulos para que los distribuyesen; también repartió los dos peces para todos. Comieron todos hasta que quedaron satisfechos. Y recogieron doce cestos llenos de los trozos de pan y de los peces. Los que comieron los panes eran cinco mil hombres

(Mc 6, 30-44. Cfr. Mt 14, 13-21; Lc 9, 10-17; y Jn 6, 1-15. Además, san Mateo (15, 32-39) y san Marcos (8, 1-10) narran la segunda multiplicación).

La roca

La piedra, sobre la que el Señor puso el pan, ahora se ha transformado en altar
Los primeros cristianos enseguida identificaron Tabgha con el lugar donde habría sucedido este hecho, al igual que recordaban allí el monte donde Jesús había pronunciado las bienaventuranzas y también la ribera donde se había aparecido después de resucitado, cuando propició la segunda pesca milagrosa.

En el caso de la multiplicación de los panes y los peces, se veneraba la roca exacta donde el Señor habría apoyado los alimentos. La peregrina Egeria, que recorrió Tierra Santa en el siglo IV, nos ha transmitido un testimonio muy valioso acerca de la existencia de una iglesia en aquel sitio:

«No lejos de allí [de Cafarnaún] se ven los escalones de piedra, sobre los que estuvo de pie el Señor. Allí mismo, por encima del mar, hay un campo cubierto de hierba, con heno copioso y muchas palmeras, y junto a esas, siete fuentes, cada una de las cuales provee agua abundantísima. En ese prado el Señor sació al pueblo con cinco panes y dos peces. Conviene saber que la piedra, sobre la que el Señor puso el pan, ahora se ha transformado en altar.

De esta piedra, los visitantes se llevan trocitos para su salud, y aprovecha a todos. Junto a las paredes de esta iglesia pasa la vía pública, donde el apóstol Mateo tenía el telonio. En el monte que está allí cerca hay una gruta, en la que el Señor, subiendo, pronunció las bienaventuranzas» (Appendix ad Itinerarium Egeriae, II, V, 2-3 (CCL 175, 99)).

A juzgar por los datos mencionados en otros testimonios posteriores, el santuario que conmemoraba la multiplicación de los panes y los peces existía aún en el siglo VI. Sin embargo, debió de sufrir los efectos de las invasiones de los persas —en el año 614— o los árabes —en el 638—, pues el peregrino Arculfo no encontró más que unas pobres ruinas a finales del siglo VII (Cfr. Adamnani, De Locis Sanctis II, XXIII (CCL 175, 218)).

La iglesia nunca fue reconstruida, e incluso la memoria del emplazamiento primitivo se debilitó, hasta llegar a confundirse con el antiguo de las bienaventuranzas. El estado de abandono terminó en el siglo XIX, cuando el lugar fue adquirido por la Sociedad Alemana de Tierra Santa. Esto facilitó las primeras excavaciones arqueológicas, realizadas en 1911, que fueron completadas con otros estudios en 1932, 1935 y 1969.

La iglesia sigue la planta de la basílica bizantina del siglo V, de la que se conserva gran parte del pavimento en mosaico. Firma: Berthold Werner (Wikimedia Commons).

 

Estas investigaciones permitieron comprobar la existencia de dos iglesias: una más pequeña, de mediados del siglo IV, que sería la que visitó Egeria; y otra más grande, de tres naves, edificada en la segunda mitad del siglo V. Pero sobre todo, confirmaron la exactitud de la tradición recibida, al traer a la luz los restos del altar, la roca venerada con muestras de haber sufrido la extracción de numerosos fragmentos, y un mosaico que representa una cesta con panes flanqueada por dos peces.

Los vestigios de aquellas dos iglesias son hoy visibles en el moderno santuario, terminado en 1982, que forma parte de un monasterio benedictino. La basílica retoma el perímetro y la planta en forma de T de la construcción bizantina del siglo V: de tres naves separadas por recias columnas y arcos de medio punto, con transepto y un ábside en la nave central.

En el presbiterio, bajo el altar, destaca la roca ya referida por Egeria; cuando se construyó la segunda iglesia, en el siglo V, fue arrancada de su posición primitiva y corrida unos metros, para colocarla en el sitio destinado normalmente a las reliquias. Delante de la roca, en el pavimento de mosaico, se encuentra la imagen de los peces y el cesto con panes, como un sello para ratificar la tradición del lugar.

Podría datarse entre los siglos V y VI. Con sus trazos sencillos y los colores cálidos de las teselas, tiene una gran fuerza evocadora: cualquier lector del evangelio comprende inmediatamente el hecho que recuerda.

Alrededor del altar se encontraron los vestigios más valiosos: la roca venerada como el sitio donde el Señor apoyó los panes y los peces, y el mosaico que confirma esa tradición. Firma: Leobard Hinfelaar.

Hay otros restos de indudable valor arqueológico y artístico: a la derecha del altar, a través de un cristal, se pueden ver los cimientos de la iglesia del siglo IV; en algunos muros, los sillares se apoyan sobre la fábrica bizantina de piedra basáltica; y en el piso, se conserva una gran parte del pavimento original en mosaico, que sigue un diseño geométrico en las naves pero muestra una gran riqueza de motivos figurativos en los lados del transepto, con representaciones de varias especies de aves y plantas que tienen su hábitat en el mar de Genesaret.

Basándose en una inscripción hallada junto al altar, esta ornamentación con influencias del valle del Nilo se atribuye a Martyrios, que había sido monje en Egipto y fue patriarca de Jerusalén entre los años 478 y 486.

En el mosaico donde figuran los peces y el canasto con panes, delante del altar, vemos solo cuatro panes representados. Aunque se desconocen las intenciones del artista que diseñó aquel pavimento, cuando los benedictinos a cargo del santuario lo muestran a los peregrinos suelen dar un sentido teológico a la falta del quinto pan: ha de buscarse sobre el altar, durante la Santa Misa, identificado con la Eucaristía. En efecto, la fe cristiana siempre ha visto prefigurado el don de este sacramento en la multiplicación de los panes y los peces (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1335).

 

El pan de vida

Este vínculo se manifiesta con particular fuerza en el cuarto evangelio, donde san Juan completa el relato del milagro con otros hechos que sucedieron después. La narración ocupa el capítulo sexto: después de haber saciado a la multitud con los cinco panes y los dos peces, los discípulos se embarcan y se dirigen a Cafarnaún; en medio de la travesía, dificultada por el fuerte viento, el Señor les alcanza caminando sobre el lago; al día siguiente, las gentes salen en busca de Jesús y lo encuentran en la sinagoga de Cafarnaún, donde les recibe con estas palabras:

El mosaico con el cesto de panes flanqueado por dos peces puede datarse entre finales del siglo V y principios del VI. Firma: Berthold Werner (Wikimedia Commons).

—En verdad, en verdad os digo que vosotros me buscáis no por haber visto los signos, sino porque habéis comido los panes y os habéis saciado. Obrad no por el alimento que se consume sino por el que perdura hasta la vida eterna, el que os dará el Hijo del Hombre, pues a este lo confirmó Dios Padre con su sello (Jn 6, 26-27).

Así comienza el discurso del Pan de Vida, en el que el Señor revela el misterio de la Eucaristía. Su riqueza es tan grande que se considera «el compendio y la suma de nuestra fe» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1327): «sacramento de la caridad, la Santísima Eucaristía es el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre» (Benedicto XVI, Exhort. apost. postsinodal Sacramentum caritatis, 22-II-2007, n. 1).

En el santo sacrificio del altar, oblación de valor infinito, que eterniza en nosotros la Redención (Es Cristo que pasa, n. 86), el Señor sale al encuentro del hombre, se hace verdadera, real y sustancialmente presente, con el Cuerpo y la Sangre junto con su alma y su divinidad (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1373-1374).

En los lados del transepto, el pavimento está decorado con mosaicos bizantinos que muestran una clara influencia del valle del Nilo, al representar la flora y la fauna del lugar: flamencos, garzas, nutrias, cormoranes, cisnes, patos... Firma: Berthold Werner (Wikimedia Commons).

El Dios de nuestra fe no es un ser lejano, que contempla indiferente la suerte de los hombres: sus afanes, sus luchas, sus angustias. Es un Padre que ama a sus hijos hasta el extremo de enviar al Verbo, Segunda Persona de la Trinidad Santísima, para que, encarnándose, muera por nosotros y nos redima. El mismo Padre amoroso que ahora nos atrae suavemente hacia Él, mediante la acción del Espíritu Santo que habita en nuestros corazones (...).

El Creador se ha desbordado en cariño por sus criaturas. Nuestro Señor Jesucristo, como si aún no fueran suficientes todas las otras pruebas de su misericordia, instituye la Eucaristía para que podamos tenerle siempre cerca y —en lo que nos es posible entender— porque, movido por su Amor, quien no necesita nada, no quiere prescindir de nosotros (Es Cristo que pasa, n. 84).

El Señor no se cansa de buscar la cercanía de cada hombre, lo acompaña en su camino y, en el colmo de su misericordia, se hace alimento para divinizarnos: Jesús se quedó en la Eucaristía por amor..., por ti.
—Se quedó, sabiendo cómo le recibirían los hombres... y cómo lo recibes tú.
—Se quedó, para que le comas, para que le visites y le cuentes tus cosas y, tratándolo en la oración junto al Sagrario y en la recepción del Sacramento, te enamores más cada día, y hagas que otras almas —¡muchas!— sigan igual camino.

 

Fuente: Gloria Tv .

 

Entrevista a Raad Salam Naaman, escritor iraquí

Raad Salam Naaman se define como cristiano, católico y caldeo de origen mesopotámico, «y a mucha honra», y recuerda que proviene de Mesopotamia, la cuna de la civilización, hoy convertida en la convulsa república iraquí.

«Cuando llegué a España en 1995 creían que pertenecía a una secta o que era un converso, pero no soy ni árabe ni musulmán, somos los habitantes originarios del territorio, conquistado por el Islam en el siglo VII y que se convirtió por el filo de la espada». Este profesor universitario, doctor en Filología Árabe estudios islámicos, publica un nuevo libro: 'Los primeros cristianos. Los cristianos orientales'.

-¿Existe una estrategia de limpieza religiosa en Oriente Medio?

-La persecución en Oriente ha existido siempre, desde la llegada del Islam. Desde que era pequeño me han tratado como ciudadano de segunda. Había 2.000.000 de cristianos en tiempos de Sadam y hoy quedan 200.000 y no saben qué les espera. Yo me peleé con mi profesor de Historia porque alegaba que el Islam había conquistado, no liberado, y me condujeron al despacho del director del colegio donde entre ambos y el imán del centro me molieron a palos y después me denunciaron por blasfemia, castigada con la pena de muerte. Mi padre tuvo que pagar para librarme de esa sentencia.

-Su historia es una relación de acosos.

-Un tío mío, que era editor, publicó mi tesina, que comparaba el apóstol Pablo y al segundo califa ortodoxo Omar. Ambos extendieron sus respectivas credos, el primero predicando el amor y el segundo, a través de la fuerza. Estuvo un mes a la venta. Los radicales islámicos quemaron vivo a mi pariente y yo tuve que esconderme.

-¿Cómo se puede luchar contra el peligro del fanatismo?

-Es una falacia decir que se ha vencido al Estado Islámico. No se ha acabado con él, sólo con su territorio, pero hay 10.000 de sus militantes en Europa.

-¿Y cómo apoyar a los cristianos que resisten en sus hogares de Irak o Siria en una atmósfera hostil?

-Hay un plan para vaciar esos países de cristianos, sus ciudadanos originales, impulsado por Irán, Arabia Saudí, Catar, Turquía y otros países del Golfo. Hemos de apoyarlos a través de la fe, que sientan nuestro apoyo. No quiero que salgan de mi país, porque perderíamos nuestra identidad, tradiciones y cultura.

 

Diario Sur

La Arqueología Cristiana

Es la rama de la ciencia arqueológica cuyo objeto es el estudio de los antiguos monumentos cristianos. La historia moderna, que se empeña en la reconstrucción de la vida primitiva de los cristianos, tiene dos fuentes de información de dónde echar mano, denominadas: fuentes literarias y monumentales. Por fuentes literarias comúnmente se entiende los restos aún existentes de la literatura cristiana primitiva. Las fuentes monumentales están conformadas por los objetos de diversas clases que sobreviven de la antigüedad, que fueron producidos por los cristianos o bajo la influencia de los mismos: inscripciones sepulcrales, pinturas, esculturas, iglesias, además de los objetos de las artes menores. El objetivo de la arqueología cristiana, tal como se dijo, es investigar todo lo que sea posible, relativo a las maneras y costumbres de los primitivos cristianos, a partir de los monumentos de dicha antigüedad. Cualquier intento de determinar las fechas que abarca el período denominado en forma libre “Antigüedad Cristiana”, que luego dio lugar al período medieval, es por necesidad más o menos arbitrario. Como una consecuencia de esta dificultad, existen diferencias de opiniones entre los arqueólogos, acerca de la forma cómo deben asignarse los límites de ella. Sin embargo, autoridades como De Rossi y Le Blant, miran el principio del siglo séptimo (600 D.C.), o la muerte de Gregorio el Grande (604), como una fecha que marca suficientemente bien el final de la antigüedad, y el principio del período medieval. En la Galia y en Alemania, los monumentos retuvieron mucho de su carácter antiguo hasta un siglo después.

Sumario Histórico

El honor de inaugurar el estudio científico de la antigüedad cristiana pertenece al monje agustiniano Onofrio Panvinio, quien en 1554 y 1568, publicó dos importantes trabajos sobre las basílicas de Roma (DE PRÆCIPUIS URBIS ROMÆ SANCTIORIBUS BASILICIS), y uno sobre los cementerios y ritos fúnebres de los primeros cristianos (DE RITU SEPELIENDI MORTUOS APUD VETERES CHRISTIANOS ET DE EORUM CŒMETERIIS). Diez años después de la publicación del último trabajo, algunos trabajadores descubrieron (31 de Mayo de 1578), un antiguo cementerio subterráneo en la Vía Salaria, que contenía inscripciones y frescos de carácter cristiano indiscutiblemente. Entre los primeros en visitar el cementerio recientemente descubierto, fue el historiador eclesiástico Baronius, quien, aunque reconoció la importancia de lo encontrado, no tomó parte en las exploraciones de sus contemporáneos; había éste iniciado su gran trabajo histórico, “ANNALES ECCLESIASTICI”, cuya composición copó toda su atención. En los quince años siguientes, las únicas personas que intentaron algunas exploraciones en las catacumbas fueron, un dominico español, Alfonso Ciacconio y dos laicos flamencos, Felipe de Winghe y Juan l’Heureux. Ciacconio no terminó nada de importancia. Las investigaciones de los dos exploradores flamencos prometían mejores resultados, pero sus escritos permanecieron sin publicar, y como consecuencia, no influenciaron a sus contemporáneos.

 

El primero en iniciar la exploración sistemática de los antiguos cementerios romanos o catacumbas, fue el “Padre de la Arqueología Cristiana” Antonio Bosio, nacido en Malta en 1575; fue colocado a temprana edad al cuidado de un tío que habitaba en Roma como procurador de los Caballeros de Malta; a los dieciocho años su interés fue atraído por los estudios de los primitivos monumentos sepulcrales romanos, y desde esa fecha hasta su muerte en 1629, un período de 36 años, dedicó su vida a la exploración de las catacumbas. Tres años después de su muerte, 1632, los resultados de sus exploraciones y estudios se hicieron conocer a todo el mundo mediante una publicación italiana, “TOMA SOTTERRANEA” , editada por el Oratoriano Severano, y publicada bajo el patrocinio de la Orden de Malta. El gran mérito de este trabajo fue reconocido de inmediato, y llevó a su publicación en latín, por Aringhi en 1651, para beneficio de todos los sabios de Europa. El carácter científico de las exploraciones de Bosio ha sido recientemente confirmado por un descubrimiento interesante: De Rossi afirmaba, a pesar de su admiración por Bosio, que los cementerios de San Marcos y Marcelino, en el que el Papa Dámaso estaba enterrado, quedaba a la derecha de la Vía Ardeatina y no a la izquierda como Bosio decía; en 1902 se descubrieron por Wilpert las criptas del Papa Dámaso y la de Marcos y Marcelino en el lugar indicado por Bosio. A pesar de la importancia del trabajo de Bosio, éste es defectuoso al menos en un aspecto; las copias de las pinturas de las catacumbas hechas para el trabajo “ROMA SOTTERRANEA” son muy imprecisas, de acuerdo a Wilpert; este fallo debe adjudicarse a los copistas de Bosio. Por más de doscientos años luego de la muerte de este último, se hizo muy pocos avances en las exploraciones de dichas catacumbas, el mayor tesoro de monumentos de la primitiva cristiandad. Los escritores protestantes en su conjunto, ignoraron los descubrimientos de Bosio o los refutaron, para su satisfacción, sin siquiera haber visto los monumentos; aún Bingham, cuyo trabajo sobre las antigüedades cristianas fue publicado cerca de un siglo después de la primera edición del de Bosio, no hizo uso de los resultados de este último; tampoco los autores católicos mostraron aprecio por los monumentos, en forma similar a sus coetáneos protestantes. A diferencia de Rossi, Bosio no fundó una escuela de arqueólogos entrenados para continuar los trabajos felizmente inaugurados; como consecuencia cesaron todas las investigaciones a su muerte. Fabretti dedicó sólo un capítulo (VIII) a las inscripciones de los cristianos en su colección publicada en 1699; veintiún años después, Boldetti, que cuidaba de las catacumbas, publicó un trabajo apologético de poco valor, “Cementerios de los Santos Mártires y Antiguos Cristianos de Roma”. De gran mérito es un trabajo de Buonarotti acerca de los vidrios fúnebres (Florencia, 1716); pero este siglo dieciocho será más recordado por la destrucción de los cementerios que por el trabajo de los arqueólogos. Bajo la dirección de Boldetti, numerosas inscripciones se movieron de los lugares donde originalmente estaban colocadas, y se dispersaron en las diversas iglesias de Roma, sin indicaciones claras de los lugares donde se tomaron. Estas inscripciones fueron posteriormente recogidas por Benedicto XIV (1740-1758) en el Museo de los Cristianos del Vaticano, del cual fue su fundador. Muchos invaluables frescos fueron destruidos o dañados durante el siglo dieciocho. Debería haber sido natural esperar que el establecimiento de un departamento, en conexión con la Biblioteca del Vaticano, destinado a la reunión de las inscripciones cristianas y otras reliquias de la primitiva Iglesia, elevase la curiosidad de los anticuarios romanos; pero este no fue el hecho. Por varios años luego de la muerte de Benedicto XIV nadie tuvo interés por las catacumbas; cerca de 1780, Seroux d’Agincourt visitó varios de los cementerios antiguos y copió varios frescos para su publicación en “HISTOIRE DE PART PAR LES MONUMENTS” (París 1823); pero no se satisfizo únicamente con las copias; siguiendo el ejemplo de otros exploradores en el mismo campo, a menudo estaba deseoso de tener las pinturas originales, originando una destrucción mucho más sistemática que sus predecesores.

Con el advenimiento de la primera mitad del siglo diecinueve empezó una nueva era en los estudios arqueológicos; el trabajo de M. Raoul Rochete “DISCOURS SUR L’ORIGINE ETC. DES TYPES QUI CONSTITUENT L’ART DU CHRISTIANISME” (París, 1834), y su “TABLEAU DES CATACOMBES DE ROME” (París, 1837), tuvo el mérito de elevar el interés sobre los monumentos cristianos en Roma, aunque sus conclusiones no fueron del todo convincentes. En Italia, Sarti, Settele, Pasquini, De Minicis, Valentín, Manara, Cordero y otros, produjeron trabajos de menor importancia sobre los cementerios subterráneos, los sarcófagos cristianos, y las primitivas basílicas de su país. El honor de inaugurar trabajos realmente importantes pertenece al Padre Jesuita Marchi, quien fue el primero en demostrar la diferencia esencial entre las areneras, o fosos de arena de los alrededores de Roma y las galerías de las catacumbas; en 1841 publicó el primer volumen de lo que pretendió ser un trabajo exhaustivo sobre el arte de los primitivos cristianos, pero por varias razones fue incapaz de completar lo iniciado. Pero Marchi había tomado con él, en el momento de empezar a consagrar una atención especial a los monumentos cristianos en Roma (1841), a un hombre joven de menos de 20 años, que estaba destinado a tomar el trabajo de Bosio y elevar la arqueología cristiana a la dignidad de una ciencia; este fue Giovanni Battista de Rossi (1822-1894); este importante trabajo iniciado por él, junto con sus resultados, fueron de gran importancia para la historia de la Iglesia primitiva, que pudieron obtenerse por investigaciones sistemáticas, efectuadas con principios científicos; ninguno más calificado que él mismo para ejecutar sus planes; hecho reconocido por el Papa Pío IX, quien le comisionó para iniciar el trabajo destinado a ser muy fructífero.

El trabajo de De Rossi que mejor revela su inmenso aprendizaje y el método científico con que llevó a cabo sus investigaciones se muestra en su “ROMA SOTTERANEA” (Roma, 1864-77, en 3 volúmenes) El tiempo transcurrido entre la publicación de su último volumen de su obra, verdaderamente magna, ha confirmado esencialmente las teorías de su autor sobre las condiciones civiles y religiosas de los primeros cristianos, lo mismo que el carácter simbólico de su arte. En 1863 empezó la publicación de su “BULLETINO D’ARCHEOLOGIA CRISTIANA”, una revista casi tan indispensable para el estudioso de la arqueología cristiana como la “ROMA SOTTERANEA”; De Rossi dejó a su muerte una escuela de arqueólogos, entrenados en sus métodos científicos, capaces de continuar con su labor. Los tres primeros discípulos, Armellini, Stevenson y Marucchi, han publicado numerosos trabajos con los resultados de sus propias investigaciones, o popularizando los resultados generales de los descubrimientos arqueológicos cristianos, además de continuar la publicación de la revista bajo el título “NUOVO BULLETTINO D’ARCHEOLOGIA CRISTIANA”. Un publicista que ha cumplido un trabajo considerable, de valor permanente, dentro del dominio de la arqueología cristiana, es el jesuita Garrucci; su publicación más importante fue la “Historia del Arte Cristiano” en 6 volúmenes, que contiene 500 ilustraciones; muchas de ellas se han encontrado imprecisas y deben usarse con cuidado; su texto también ha sido superado, en gran medida, por el de los escritores más recientes. Los mejores resultados, desde la muerte de De Rossi, son atribuibles a un sacerdote alemán, cuyo amor por los estudios arqueológicos lo llevó a Roma hace dos décadas: Monseñor Joseph Wilpert. Él mismo se dedicó, de manera especial, al estudio de la pintura primitiva cristiana, un departamento de la arqueología, al cual, De Rossi fue incapaz de darle la atención requerida para esta materia; en 1889, Wilpert publicó su “PRINCIPIENFRAGEN DER CHRISTLICHEN ARCHAOLOGIE”, un folleto defendiendo los principios de interpretación de la escuela de arqueología romana, en contra de los ataques de autores alemanes no católicos; en 1892 apareció su estudio sobre “DIE GOTTGEWEIHTEN JUNGFRAUEN”, una valiosa contribución sobre los orígenes de la vida religiosa; en 1895 publicó su “FRACTIO PANIS”, donde describe el ciclo de las representaciones sagradas en la cripta de Santa Priscila, conocida como la Capilla Griega, y muestra su relación con la escena principal pintada en esa capilla, la Eucaristía, o banquete sagrado, escena del ábside, que apropiadamente llama la fracción del pan. El significado de las figuras orantes, que tan frecuentemente se bosquejan en las primitivas tumbas, fue el primero en explicarlo satisfactoriamente en su “CYCLUS CHRISTOLOGISCHER GEMALDE” (1891). Su trabajo mayor es “MALEREIGN DER KATAKOMBEN ROMS” (Friburgo, 1903), que consiste en dos volúmenes de tamaño folio, uno de fotografías que reproducen más de 600 frescos de las catacumbas la mitad de ellas en colores; el otro contiene el texto, en donde el autor, después de explicar sus principios de interpretación, clasifica y describe los diversos ciclos de pintura fúnebre, e interpreta su significado simbólico. Otro sacerdote alemán residente en Roma, Monseñor de Waal, fundador y editor de “ROMISCHE QUARTALSCHRIFT”, ha escrito extensamente sobre materias arqueológicas; uno de los artículos más conocidos es una inscripción, con ilustraciones, del sarcófago de Junios Bassus (Rodney, 1900)

El ímpetu dado al estudio de los monumentos de los primitivos cristianos, por los descubrimientos de De Rossi, se sintió, inmediatamente, en cada país europeo. Dos sacerdotes ingleses, Northcote y Brownlow, estuvieron entre los primeros que apreciaron la importancia de su trabajo, que popularizaron en su excelente “ROMA SOTTERRANEA” (Londres, 1869). Northcote publicó también un útil trabajo sobre las inscripciones de los primeros cristianos bajo el título “EPITAPHS OF THE CATACOMBS” (Londres, 1878). El primero de estos trabajos fue traducido al francés por Allard; el libro de Kraus “ROMA SOTTERRANEA” fue parcialmente una traducción por Northcote y Brownlow, y parcialmente un trabajo original. El diccionario de Smith y Cheetham “DICTIONARY OF CHRISTIAN ANTIQUITIES” (Londres, 1875*1881), es una evidencia del influjo de las exploraciones romanas sobre los protestantes ingleses; el manual de Lowrie “MONUMENTS OF THE EARLY CHURCH” (Nueva York, 1901), da testimonio del interés de los protestantes norteamericanos sobre los resultados de los estudios arqueológicos. En Francia, entre los primeros en ser influenciados por el reavivamiento de De Rossi, fueron el Abate Martigny, quien en 1865 publicó su “DICTIONAIRE DES ANTIQUITÉS CHRÉTIENNES”, Perret con “CATACOMBES DE ROME”, trabajo pretencioso y de poco valor, con ilustraciones imprecisas y un texto poco confiable, Deshassayn de Richemont con “CATACOMBES DE ROME” aparecido en 1870, y al año siguiente la traducción mencionada con anterioridad. Estos trabajos prestaron un buen servicio como manuales populares; empero otras investigaciones de gran importancia fueron desarrolladas por otro arqueólogo francés, Edmont Le Blant; su primer volumen, “INSCRIPTIONS CHRÉTIENNES DE LA GAULE” apareció en 1856, el segundo en 1865 y el tercero en 1892; posteriormente llegaron dos volúmenes sobre los sarcófagos cristianos de Arles y de Francia (París,1878-86), y varios estudios sobre epigrafía cristiana. En 1906 inició su aparición un trabajo excelente y muy útil, “DICTIONNAIRE D’ARCHÉOLOGIE ET DE LITURGIE” de Cabrol y Leclercq; los descubrimientos del Conde Vogüé en la parte central de Siria y en Tierra Santa fueron de gran importancia para la historia de la arquitectura del cristianismo primitivo. Los escritos del Padre Delattre y de Stephen Gsell son indispensables para el estudio de los monumentos cristianos del norte de África. En Alemania, el profesor Franz Xaver Kraus hizo más, probablemente, que cualquier otro escritos para popularizar los resultados de los estudios arqueológicos cristianos. Además de su “ROMA SOTTERRANEA”, Kraus editó su excelente “REAL ENCYKLOPADIE DER CHRISTLICHEN ALTERHUMER”, y publicó en tres volúmenes una historia del arte cristiano, del cual sólo el primero trata de la arqueología cristiana; siendo la obra más completa que haya aparecido sobre esas materias; también este autor publicó en dos volúmenes una colección de inscripciones cristianas de las tierras del Rin, además de un gran número de monografías de carácter arqueológico. Entre los arqueólogos protestantes puede mencionarse a Víctor Schultze, cuyos estudios sobre las catacumbas de Nápoles y Siracusa y su “ARCHAOLOGIE DER ALTCHRISTLICHEN KUNST” son de importancia. Sólo pueden darse algunos nombres de alemanes que han contribuido dentro del último siglo con estos estudios: Muller, Ficker, Krumbacher, Strzygowski, Kirsch, Kaufmann, y Baumstark.

Fuentes literarias

El conocimiento de la primitiva sociedad cristiana, derivado de los estudios sobre los monumentos cristianos más antiguos, ha arrojado luz sobre muchos aspectos obscuros de la historia de la Iglesia primitiva, que eran conocidos a través de la literatura que ha llegado hasta nosotros desde los primeros tiempos del cristianismo. Es igualmente cierto que el estudio de los monumentos cristianos es imposible hacerlo sin el estudio de las diversas fuentes literarias de la antigüedad cristiana. La literatura y los monumentos se suplementan los unos a los otros. Entre las primeras fuentes iniciales, indispensables para el estudio de los monumentos, es el arte cristiano del primer siglo, inspirado por las Sagradas Escrituras; después de éste siguen, el Martirologio, las liturgias cristianas, ciertas oraciones litúrgicas, en particular aquellas relacionadas con la muerte, los calendarios de la Iglesia, los llamados Libros Pontificales, especialmente el “LIBER PONTIFICALIS”, los antiguos misales y ritos sacramentales, en general toda la literatura cristiana hasta bien entrados los tiempos medievales; especialmente útiles fueron los itinerarios de los peregrinos a causa de las indicaciones que contenían referentes a la topografía de los antiguos cementerios subterráneos de la Roma cristiana.

Carácter de los monumentos primitivos y resultados principales de las investigaciones arqueológicas cristianas

Los principales monumentos de los primitivos cristianos se han encontrado en las catacumbas de Roma; las partes más antiguas datan del primer siglo de la era cristiana, así que, cualquier información que proporcionen nos dan una estampa del período apostólico; debe tenerse presente que todos esos monumentos son de carácter fúnebre; nadie puede esperar encontrar en las inscripciones de los modernos cementerios católicos una exposición completa de teología católica, ni tampoco pueden verse exposiciones de dogmas en los frescos e inscripciones de las catacumbas. Cualquier información que razonablemente pueda esperarse de dichos monumentos, debe tener relación con las ideas sobre la muerte que estaban en las mentes de quienes los erigían; dentro de ese alcance y un poco mas allá, los monumentos son perfectamente claros. Las inscripciones y pinturas de las catacumbas, lo mismo que los sarcófagos tallados del siglo cuarto y posteriores, exhiben, de manera inequívoca, las creencias de sus autores acerca de la existencia más allá de la tumba.

 

Inscripciones

Las inscripciones cristianas son en extremo simples, apenas si mencionan el nombre del difunto, acompañado de una breve oración por su alma: “Reina, puedes vivir en el Señor Jesús”, “La paz esté contigo”, “En paz”, “En Dios”; hacia el siglo tercero, estas fórmulas se habían ampliado hasta incluir la Trinidad y la Comunión de los Santos; el sacramento del Bautismo es aludido implícitamente en la mención de los neófitos, con inscripciones como: “FIDEM ACCEPIT - Recibió la fe”, “POST SUSCEPTIONEM SUAM – Después su bienvenida”, o la Eucaristía como en los dos famosos epitafios de Abercius de Hierópolis y Pectorius de Autun. También se mencionan los tres grados más elevados de la jerarquía y algunas de las órdenes menores, lo mismo que las viudas y vírgenes consagradas; frecuentemente se hace referencia a miembros de la comunidad. Aún más interesante, tal vez, son las deducciones que legítimamente se pueden extraer de ciertas peculiaridades de estos primitivos monumentos cristianos; la igualdad de todos ante Dios, por ejemplo, es enseñada a través del silencio elocuente de los epitafios, sobre los rangos o títulos mundanos de los difuntos; las alusiones a esclavos y hombres libres, tan comunes en las inscripciones contemporáneas paganas, se encuentran en unos pocos epitafios cristianos, y eso, de manera muy bondadosa. Aún más notable, es el silencio de las inscripciones cristianas sobre las persecuciones, en un momento donde eran inminentes; ningún pensamiento sobre sus perseguidores fue dado, ya que el pensamiento de los seguidores de Cristo estaba absorbido por el mundo más allá de la tumba; y con referencia a este mundo mejor, habían recreado una confianza perfecta; el nombre dado a su último lugar de descanso, “cementerio” (KOIMETERIUM, DORMITORIUM, lugar de descanso), revela su confianza en las promesas del Salvador. Las inscripciones métricas, erigidas en la cuarta centuria por el Papa Dámaso (366-384), manifiestan la gran veneración en que se tenían los mártires, y al mismo tiempo, proporcionan datos invaluables su historia.

 

Pintura

Siguiendo la costumbre de decorar las tumbas de los amigos muertos, los cristianos de Roma, desde el primer siglo, empezaron a adornar con frescos las cámaras sepulcrales de las catacumbas; de esta forma ellas fueron la “cuna del arte cristiano”; aunque algunos de los escritores cristianos de los primeros siglos miraron esta producción artística con sospecha, la Iglesia de Roma nunca pareció tener dudas sobre esta materia: el arte es sí mismo es indiferente, ¿por qué no adoptarlo y purificarlo? Esto fue precisamente lo que se hizo; de esta forma el proceso de purificación se inició, aún en las pinturas más antiguas de las catacumbas, con fechas de finales del primer siglo. La ornamentación pictórica de las tumbas de las familias Afiliana y Flaviana, que pertenecen a este período, aunque principalmente decorativas con caracteres como las de las tumbas paganas, están libres de motivos indelicados o idolátricos. Los cimientos del arte específicamente cristiano yacen en el primer siglo, tal como se puede ver en unos pocos frescos que representan a Daniel en el foso de los leones, Noé en el arca, y el Buen Pastor; todos ellos fueron símbolos, y el simbolismo fue la característica especial del arte cristiano a lo largo del siglo cuarto; la fuente de inspiración para este simbolismo fue la Biblia; no se procedió al azar en la selección de las materias de las Sagradas Escrituras, o los temas que los motivaron, sino que se siguieron ciertas regulaciones definidas, que fueron sugeridas por el hecho que los frescos iban a ser parte de la ornamentación fúnebre; la idea dominante al hacer la selección de los temas fue que debían ser adaptables, como símbolos, a las condiciones después de la muerte de quienes yacían en las tumbas que erigían, de acuerdo a la visión que prevalecía entre los cristianos. Las liturgias fúnebres, consecuentemente, las oraciones por los muertos y las invocaciones de igual tenor, servían para la escogencia de los símbolos. Así por ejemplo, en las Letanías para la Partida del Alma, aún en uso, tenemos la invocación: “Salva, ¡Oh Señor!, el alma de tu siervo, como Tú salvaste a Daniel del foso de los leones”; la figura de Daniel, de pie entre los dos leones, tan frecuentemente representada en las catacumbas, fue, de esa manera seleccionada, por su idoneidad para representar las condiciones del alma del cristiano después de la muerte. Desde el punto de vista de la doctrina y la disciplina, muchas de ellas son de gran importancia; por ejemplo, respecto a los sacramentos, el ciclo de frescos relativos al bautismo, algunos de ellos de la segunda centuria, muestran claramente que el bautismo era administrado por inmersión, mientras que varios de los ciclos de la Eucaristía muestran la creencia del carácter de sacrificio de la misa. En numerosos frescos se manifiesta la creencia en la divinidad de Cristo, y la virgen María ocupa un lugar prominente en el pensamiento de los cristianos de los primeros tres siglos; lo que es aparente por las diversas representaciones de María (la más antigua de la primera mitad del siglo segundo), con el Niño Salvador en sus brazos. El desarrollo gradual de la idea de la importancia del lugar de María en el esquema de la redención, es deducido por comparación de los frescos más tempranos con los últimos de la Madre y el Niño; una pintura de la última mitad del siglo tercero, en la catacumba de Santa Priscila, la representa como modelo para una virgen que toma el velo; mientras que un fresco, hacia la mitad de la cuarta centuria, en el Cementerio Mayor, María es vista en actitud de oración, intercediendo, de acuerdo a la interpretación de Wilpert, con su Hijo Divino, por los amigos sobrevivientes de la persona difunta, en donde esta representación aparece. El dogma de la comunión de los santos se expresa claramente en estas pinturas, como en las inscripciones de las catacumbas. Las figuras de personas que oran, son símbolos de los difuntos en el cielo que interceden ante Dios por los amigos, aún miembros de la Iglesia Militante. Otros frescos representan el juicio particular, con los santos en actitud de abogados, suplicando al Juez su admisión a los Cielos. San Pedro y San Pablo también fueron temas favoritos de los artistas cristianos en Roma, especialmente durante el siglo cuarto; el fresco más antiguo de San Pedro, en el cementerio de Las Dos Puertas, representa al Príncipe de los Apóstoles leyendo de un rollo, en el carácter de “Legislador del Nuevo Pacto”. El lugar destacado en que se tenían a las autoridades eclesiásticas, está representado por el atuendo especial con el que eran representadas; los sacerdotes que administraban el Bautismo están ataviados con su túnica y palio, dos artículos de su atavío, que junto a las sandalias, constituían el vestido reservado a los personajes de carácter sagrado.

Escultura

Durante los primeros tiempos de la Iglesia la escultura cristiana fue casi desconocida; muchas razones se han dado para esta circunstancia, la principal de ellas, además de su costo, estriba en la dificultad práctica de producir trabajos, indistintamente cristianos, sin conocimiento de los gobernantes y de un público hostil. Sólo sobreviven algunas estatuas y sarcófagos con representaciones de las Sagradas Escrituras, pertenecientes a los tres primeros siglos; la escultura cristiana empezó su verdadero desarrollo en el siglo cuarto, durante el tiempo de paz decretado por Constantino. Las principales esculturas de este período se encuentran en los numerosos sarcófagos que se encuentran principalmente en Roma, Ravena y en varios lugares de Francia, donde fueron enterrados los cristianos de la época de Constantino y posteriormente. Siendo monumentos fúnebres, los temas simbólicos de los frescos fueron también apropiados para los sarcófagos. Pero los escultores cristianos rápidamente cayeron bajo la influencia del nuevo desarrollo del arte cristiano, visto por primera vez en las basílicas erigidas por Constantino; sus símbolos de triunfo, junto con las escenas históricas delineadas en sus paredes, también se encuentran en los sarcófagos cristianos, al lado de algunos de los símbolos más primitivos y sagrados de las catacumbas. La transición del arte simbólico al histórico es, consecuentemente, mejor representado en los sarcófagos tallados del siglo cuarto y posteriores.

Basílicas

De acuerdo a los Hechos de los Apóstoles, los primeros cristianos acostumbraban a reunirse en casas privadas para la celebración de la liturgia: “fraccionando el pan de casa en casa” (Hch 2.46). Los primeros locales independientes para el culto cristiano, fueron las casas de aquellos de entre ellos, que poseían edificios lo suficientemente grandes para acomodar un gran número de personas. Bajo el reinado de Constantino, la costumbre establecida en la Iglesia de Jerusalén de reunirse en residencias privadas para la celebración de la liturgia, parece que se siguió en forma general; parece muy probable, que fuesen iglesias del tipo basílica que se encuentra en Asia Menor antes de Constantino. La iglesia de Nicomedia, destruida en la persecución de Dioclesiano, se construyó en el siglo tercero; de acuerdo a una antigua tradición, la casa del Senador Pudens en Roma, también como la de Santa Cecilia, fueron usadas para tal propósito. El romance conocido como “El Reconocimiento de Clementina” tiene dos referencias interesantes sobre esta materia: el autor habla de un cierto Maro quien invitó a San Pedro a predicar en un salón de su mansión, capaz de albergar a quinientas personas; y en otra lugar, habla de un nombre llamado Teófilo, quién tenía un salón en su casa consagrado como iglesia. Las iglesias cristianas del siglo cuarto, conocidas como basílicas, derivan su nombre y algunas de sus principales características, ya de las basílicas públicas, como las del foro romano, o de las basílicas privadas de las grandes mansiones, tales como los salones de Maro y Teófilo. Estaban conformadas por un gran salón de forma oval, divididas por columnas entre una nave central y dos o cuatro pasillos; el ábside, en el extremo opuesto a la entrada al salón, hereda, de acuerdo con Kraus y otros, de las iglesias primitivas en los cementerios, estructuras con tres ábsides, dos de ellas pueden aún verse en el cementerio de San Calixto; el ábside, sin embargo, es una característica que se encuentra en las dos basílicas de Trajano y Majencio. El atrio en frente de la entrada, es una característica de la basílica cristiana, no vista en las basílicas civiles, y evidentemente es una reminiscencia de la iglesia doméstica de los primeros tres siglos

El baptisterio erigido en forma adyacente a las basílicas, fue, como regla general, de forma circular o poligonal. Los edificios circulares también se erigieron como mausoleos; dos de los mejores ejemplos son la iglesia de Santa Constanza en Roma y el mausoleo del Rey Teodorico en Ravena. Siguiendo los precedentes de la iglesia del Santa Sepulcro en Jerusalén, en algunas ocasiones se erigían iglesias circulares u octagonales; la iglesia de San Vital en Ravena es la estructura occidental de este tipo mejor conocida. La decoración inferior de las basílicas cristianas exhibió el nuevo desarrollo del arte cristiano; los símbolos bosquejados en las catacumbas eran perfectamente apropiados para el propósito para el cual se hicieron, pero un diferente estilo de adorno fue exigido en los edificios cuyo objeto no estaba asociado inmediatamente con la muerte. Sin embargo, la iglesia de Cristo había tenido un gran triunfo sobre el paganismo, lo que sugirió a los artistas cristianos del tiempo de Constantino la idea de conmemorar la victoria en las basílicas; de esta forma vino en existencia un nuevo simbolismo representando a Cristo triunfante en su trono; en los frescos y mosaicos de las basílicas fueron representadas frecuentemente escenas de la vida de Cristo o del Antiguo Testamento, que sirvieron no sólo como adornos, sino como excelentes ilustraciones de las Sagradas Escrituras

Las artes menores

Bajo este encabezado usualmente se clasifican lo que tiene que ver como telas, vestidos litúrgicos y otros elementos, objetos de devoción, artículos domésticos, monedas y medallas, e ilustraciones en miniatura. Los últimos objetos son especialmente importantes para la historia del arte en la Edad Media

 

Hassett, Maurice. "Christian Archaeology." The Catholic Encyclopedia. Vol. 3. New York: Robert Appleton Company, 1908. <http://www.newadvent.org/cathen/03705a.htm>.

Traducido por Hugo Barona Becerra

El 1 de mayo de 2011 por primera vez un Papa beatificó a su predecesor: Juan Pablo II

Apenas seis años después de su muerte Benedicto XVI lo elevó a los altares en una ceremonia multitudinaria que atrajo a casi un millón y medio de personas a la Ciudad Eterna.

La ciudad de Roma se volcó con la beatificación del papa polaco que hablaba 'romanesco', el dialecto que hablan los romanos, y toda la ciudad se engalanó para celebrar ese día.

 

 

 

El cardenal John Henry Newman será canonizado el 13 de octubre en el Vaticano

La primera vez que vino a Roma lo hizo como anglicano, con una visión negativa de la Iglesia católica.

SOR MARY BIRGIT
Centro Internacional de Amigos de Newman
“La llegada de Newman fue de sentimientos encontrados, porque en aquel tiempo él estaba convencido de que el Papa era el Anticristo. Y, por supuesto, Roma un lugar de herejía. Digámoslo así”.

 

 

Al mismo tiempo, su interés por los primeros cristianos, que dieron su vida por la fe en estas calles, y la belleza de la ciudad, le animaron a conocer mejor el catolicismo.

SOR MARY BIRGIT
Centro Internacional de Amigos de Newman
“Por otra parte él estaba fascinado por la belleza de Roma, por las iglesias, por el arte que encontraba. Por ejemplo, le encantaban las fuentes de la Plaza de San Pedro. Pensaba que eran maravillosas y con encanto. Y sí, una vez declaró que Roma se mostraba cada día más maravillosa. A él le gustaba ver toda esta belleza”.

Su proceso de conversión a la Iglesia católica fue lento, pero firme. Y a Roma volvería para formarse como sacerdote, en el Colegio de Propaganda Fidei, en la Piazza di Spagna.

SOR MARY BIRGIT
Centro Internacional de Amigos de Newman
“Vino en 1846 para estudiar en el seminario. Así que fue una etapa importante en su vida, para su futuro. Fue en Roma donde sería ordenado como sacerdote católico, fue en Roma donde conoció el Oratorio de San Felipe Neri y decidió entrar en esa congregación. Y aquí recibió una tarea por parte del Papa. La tarea era la de fundar el Oratorio en Inglaterra. Esto fue fundamental en su vida”.

La última vez que John Henry Newman vino a Roma fue para ser nombrado cardenal. Un reconocimiento a su extraordinaria labor intelectual para dar a conocer el catolicismo en el mundo anglosajón.

Fuente: Rome Reports

 

Arqueólogos en Jerusalén han encontrado los restos de la piscina de Siloam, donde Jesús curó la vista de un ciego

"Vio, al pasar, a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos: "Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?". Respondió Jesús: "Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios. Tenemos que trabajar en las obras del que me ha enviado mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo." Dicho esto, escupió en tierra,hizo barro con la saliva, y untó con el barro los ojos del ciego y le dijo: "Vete, lávate en la piscina de Siloé" (que quiere decir Enviado). El fue, se lavó y volvió ya viendo". (Jn. 9, 1-7) 

Piscina de Siloé - La curación del ciego de nacimiento

La historia cuenta que Jesús puso arcilla en los ojos de un hombre y le dijo que se los lavara en las aguas puras de la piscina. Lo hizo y se le devolvió la vista. Arqueólogos en Jerusalén han encontrado los restos de la piscina de Siloam, donde la Biblia asegura que Jesús curó la vista de un ciego.
Es muy interesante este milagro pues ayuda a identificar los lazos entre las acciones de Cristo y los antiguos rituales judíos. Bajo lo que ahora es el barrio árabe de Silwan, los arqueólogos han empezado a sacar de la tierra los restos de la piscina. Allí todavía corre agua en la canaleta que la trae de una cercana fuente natural.
Esta piscina fue usada por los judíos para actos rituales durante unos 120 años hasta finales del año 70, cuando los romanos destruyeron el templo judío. Muchos de los actos de Jesús están relacionados directamente con los rituales judíos y esta curación del ciego es un ejemplo de ello. Jesús puso arcilla en los ojos del hombre y le dijo que se los lavara en las aguas puras de la piscina, lo cual restauró su vista, según consta en el Evangelio de San Juan, capítulo 9, 1-7.
Durante los últimos cuatro meses, los arqueólogos han develado el área de 50 metros de largo de la piscina y un canal que llevó agua hacia ella desde la fuente de Silwan. Hace pocos años, un camino de piedra que llevaba desde ella al templo fue encontrado. "Desde el momento en que encontramos esto hace cuatro meses estábamos ciento por ciento seguros de que era la piscina de Siloam'', dijo el arqueólogo Eli Shukron.
Stephen Pfann, estudioso de la Biblia, asegura que las aguas de esta piscina eran consideradas tan puras que podrían curar incluso a un leproso. Pfann indicó que Jesús con seguridad eligió curar al ciego con el agua más pura disponible, debido a que la gente con discapacidades tenía prohibido ingresar al templo."
 
El lugar está en la ciudad de David y se puede vistiar. Se trata de un lugar Santo, pues Jesús lo conocía bien ya que estuvo allí muchas veces. El agua pura que cura y limpia es símbolo del agua del bautismo que lava nuestros pecados. Siempre necesitamos de agua para limpiarnos, y de la misma manera esta piscina y este agua son imagen de la necesidad que siempre tenemos de la gracia para purificarnos de nuestras faltas.

 

http://unsacerdoteentierrasanta.blogspot.com.es

Ayuda a la Iglesia Necesitada ha mostrado cómo es la situación en Siria tras 8 años de guerra civil

La reconstrucción del país es más difícil para las minorías, especialmente la cristiana. Ellos, además de sufrir el conflicto armado, padecieron la persecución por parte de fundamentalistas islámicos.

El padre Talal Mtanis Taalab es de Maaloula. Cuenta cómo en su ciudad los que antes eran vecinos se convirtieron en perseguidores. Un día entraron en casa y asesinaron a varios familiares suyos y amigos.

 

 

P. TALAL MTANIS TAALAB
Tras una larga discusión, mis familiares dijeron: Nacimos cristianos y moriremos cristianos. Mataron al primero, seguramente después de haberlo torturado, y lo mismo con el segundo, que era hijo único y un hombre muy pacífico. Hicieron lo mismo con un estudiante de ingeniería. Le dijeron que debía decidir. Que si quería tener futuro debía unirse a ellos. Les dio la misma respuesta: nací cristiano y moriré cristiano. Mataron a los tres disparando en la cabeza y el corazón.

Para apoyar a los cristianos de Siria, Ayuda a la Iglesia Necesitada ha puesto en marcha varias iniciativas para recoger fondos. Desde 2011 ha llevado a cabo 813 proyectos y destinado más de 36 millones de euros.

Se trata de proyectos hechos para reconstruir no solo las casas, sino los corazones de sus habitantes.

P. TALAL MTANIS TAALAB
Rezamos por cada familia, por cada madre, por cada hermano, porque sus lágrimas aún son abundantes. Que Dios les ofrezca consuelo y paz.

La población de Siria ha descendido desde los 22 millones y medio a los 18. De ellos, 12 millones han perdido su casa. Además, el 80% del total tiene dificultades para acceder al agua potable y el 64% está en situación de necesidad humanitaria grave.

Javier Romero

RomeReports

"Amó la pobreza para seguir a Cristo con dedicación y libertad total"

Benedicto XVI explica la figura de San Francisco de Asis

CIUDAD DEL VATICANO, 27 de enero de 2010 (VIS).-

Benedicto XVI dedicó la catequesis de la audiencia general de los miércoles, celebrada en el Aula Pablo VI, a San Francisco de Asís (1181/82-1226), un "auténtico gigante de la santidad que sigue fascinando a tanta gente de toda edad y de diferentes credos religiosos".

Francisco, explicó el Papa, pertenecía a una rica familia y transcurrió una juventud azarosa. A los veinte años tomó parte en una campaña militar y fue hecho prisionero. A su regreso a Asís comenzó un proceso de conversión espiritual que le llevó a abandonar gradualmente su estilo de vida mundano. En la ermita de San Damiano, Francisco tuvo una visión en la que Cristo, desde el crucifijo, le hablaba invitándole a reparar su Iglesia.

Esa invitación "reviste un simbolismo profundo" porque el estado ruinoso de la ermita, representa también "la situación dramática e inquietante de la Iglesia en aquella época, con una fe superficial que no forma ni transforma la vida, un clero poco entregado asu tarea. (...) Una descomposición interior de la Iglesia, de su unidad, debido al auge de movimientos heréticos. Y sin embargo, en el centro de esta Iglesia en ruinas está el Crucifijo que habla y llama a la renovación, llama a Francisco".

El Santo Padre habló también de la coincidencia entre ese acontecimiento y el sueño del Papa Inocencio III en el mismo año, 1207, cuando el pontífice soñó cómo se derrumbaba la basílica de San Juan de Letrán, y un fraile "pequeño y miserable" la apuntalaba para impedir su caída. El Papa reconocerá en el fraile a San Francisco, que fue a verlo a Roma dos años más tarde.

"Inocencio III -comentó Benedicto XVI- era un Papa potente, de gran cultura teológica y también de poder político, pero no es él quien renueva la Iglesia. Es el fraile "pequeño y miserable", es Francisco, llamado por Dios. Pero, por otra parte, es importante saber que Francisco no renueva la Iglesia sin o contra el Papa, sino en comunión con el Papa. Las dos realidades van juntas: el sucesor de Pedro, los obispos y la Iglesia fundada en la sucesión de los apóstoles y el carisma nuevo que el Espíritu crea en aquel momento para renovar la Iglesia".

Después de renunciar a la herencia paterna en 1208, el santo decidió vivir en la pobreza y dedicarse a la predicación, y un año más tarde, acompañado de sus primeros seguidores, viajó a Roma para someter al Papa Inocencio III el proyecto de una nueva forma de vida cristiana.

Hablando de la diatriba entre el Francisco de la tradición y el Francisco que algunos definen histórico, el Papa subrayó que es cierto que el santo "quería seguir la Palabra de Cristo, sin glosa, (...) en toda su radicalidad y verdad", pero "también es verdad que sabía que Cristo no es nunca solo mío sino siempre nuestro, (...) que yo no puedo reconstruir Su voluntad y Su Palabra contra la Iglesia".

Asimismo es  verdad que Francisco, al principio "no quería crear una nueva orden", con los procedimientos canónicos necesarios, pero "entendió con sufrimiento y dolor que todo debe tener su orden y que el derecho de la Iglesia es necesario para dar forma a la renovación, y así se insertó (...) de todo corazón en la comunión de la Iglesia con el Papa y los obispos".

Tras mencionar la incorporación de Santa Clara a la escuela de Francisco y elogiar los frutos que la Segunda Orden franciscana, la de las Clarisas, ha dado a la Iglesia, Benedicto XVI habló del viaje del santo en 1219 a Egipto para entrevistarse con el sultán Melek-el Kamel y poder predicar allí también el Evangelio de Jesús. "En una época caracterizada por un fuerte enfrentamiento entre Cristianismo e Islam -dijo- Francisco, armado sólo de su fe y de su mansedumbre, recorrió con eficacia los caminos del diálogo. (...) Es un modelo en que tendrían que inspirarse hoy también las relaciones entre cristianos y musulmanes: promover un diálogo en la verdad, en el respeto recíproco y en la comprensión mutua". 

También se refirió el Papa a la posible estancia de Francisco en Tierra Santa, y subrayó que sus hijos espirituales hicieron de los Santos Lugares un ámbito privilegiado de su misión. "Pienso con gratitud -añadió- en los grandes méritos de la Custodia franciscana de Tierra Santa".

Francisco, que murió en 1226, "tendido en la tierra desnuda" de la Porciúncula,  "representa un "alter Christus" porque "efectivamente su ideal era ser como Jesús, (...) imitar sus virtudes. En particular, quiso dar un valor fundamental a la pobreza interior y exterior enseñándola también a sus hijos espirituales. (...) El testimonio de Francisco, que amó la pobreza para seguir a Cristo con dedicación y libertad total, sigue siendo también para nosotros una invitación a cultivar la pobreza interior, para crecer en la confianza en Dios, uniendo asimismo un estilo de vida sobrio y un despego de los bienes materiales".

El Santo Padre subrayó que en el Pobrecillo de Asís, "el amor por Cristo se expresó especialmente en la adoración al Santísimo Sacramento", y recordó que el santo admiraba a los sacerdotes "porque habían recibido el don de consagrar la Eucaristía".  "No olvidemos nunca esta enseñanza -dijo el Papa dirigiéndose a sus hermanos en el sacerdocio-. La santidad de la Eucaristía nos exige ser puros y vivir de forma coherente con el Misterio que celebramos".

Otra característica de la espiritualidad del santo es "el sentido de la fraternidad universal y el amor por la creación que le inspiró el célebre "Cántico de las Criaturas". Un mensaje muy actual porque (...) sólo es sostenible un desarrollo que respete la creación y no perjudique el ambiente" y "también la construcción de una paz sólida está ligada al respeto de lo creado. Francisco nos recuerda que en la creación se despliega la sabiduría y la benevolencia del Creador".

El Santo Padre concluyó recordando que Francisco fue "un gran santo y un hombre alegre. (...) Efectivamente, entre la santidad y la alegría hay una relación íntima e indisoluble. Un escritor francés dijo que en el mundo sólo hay una tristeza: la de no ser santos".

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