Bonifacio o Winfrido es justamente designado como apóstol de Alemania, si bien es verdad que ya antes de él otros misioneros habían predicado el Evangelio en diversas regiones de este territorio, y a pesar de que algunas de estas regiones, como Baviera y Turingia, constituían ya importantes núcleos de cristiandad.
A él se debe, en efecto, en primer lugar, el haber generalizado y sistematizado, mucho más que los anteriores misioneros, la evangelización de la mayor parte de Alemania, y, por otra parte, el haber organizado de una manera definitiva la jerarquía de estos vastos territorios, procediendo en toda esta labor en inteligencia con los Romanos Pontífices. Mas con todo este trabajo de evangelización de Alemania y organización de sus iglesias no se agotó la actividad de este grande apóstol.
Esta comprende una segunda parte, a la que suelen atender menos los historiadores, pero que tuvo extraordinaria importancia en la vida de San Bonifacio. Es la regeneración y reorganización de la Iglesia de los Francos, que se hallaba en gran decadencia. Así, pues, San Bonifacio es apóstol de Alemania y reorganizador de la Iglesia franca.
Llamábase Winfrido y nació hacia el año 680, según todas las probabilidades, en el territorio de Wessex, de una familia profundamente cristiana. Contando sólo cinco años, atraído por el ejemplo y las palabras de unos monjes, manifestó a sus padres el deseo de seguirlos, y, después de vencer su persistente oposición, pudo dirigirse a la escuela del monasterio de Exeter. Contaba entonces sólo siete años y durante otros siete pudo poner los más sólidos fundamentos a su formación humanística y sacerdotal. A los catorce se trasladó al monasterio de Nursling, de la diócesis de Winchester, donde, ingresado en la Orden, recorrió los estudios superiores del llamado Trivio y Cuatrivio, en los que salió tan aventajado que bien pronto pudo ser allí mismo renombrado maestro. De ello nos dejó una excelente prueba en una gramática latina que compuso en este tiempo.
Pero mucho más que en los estudios profanos, que constituían la base de la formación humanística y filosófica, aventajóse Winfrido en los eclesiásticos, que más directamente debían servirle para los ideales apostólicos que ya entonces acariciaba en su interior. Por esto consta que estudió de un modo especial la Sagrada Escritura y la dogmática o teología, tal como entonces se proponía, al mismo tiempo que realizaba los primeros ensayos de predicación entre la gente humilde y sencilla del pueblo. Todo esto, unido a un espíritu profundamente religioso, a la práctica de todas las virtudes monásticas y a un abrasado amor de Dios y del prójimo, le prepararon convenientemente para la grande obra a que Dios lo destinaba.
Precisamente entonces eran frecuentes las salidas de Inglaterra de monjes misioneros, que partían para el centro y norte de Europa, donde se entregaban con toda su alma a la evangelización de aquellos territorios, todavía paganos. Hallábase entonces en la región de Frisia (la actual Holanda) el gran apóstol San Willibrordo, y continuamente llegaban a los monasterios de Inglaterra e Irlanda voces en demanda de nuevos misioneros. Winfrido, pues, que se hallaba a la sazón en la plenitud de su vida, sintióse llamado por Dios a este inmenso campo de apostolado, y, después de obtener, tras largas luchas, el permiso de su abad, partió para el Continente, junto con otros dos compañeros, el año 716.
Mas no había llegado todavía la hora de Dios. La situación del norte de Europa era insegura, por lo cual Winfrido se convenció de que su labor apostólica sería inútil. Así, pues, volvióse a su monasterio de Nursling, donde, a la muerte del abad Wimbert, trataron los monjes de elegirlo a él. No sin mucho esfuerzo consiguió, al fin, verse libre de esta dignidad, pues su única obsesión era volver al Continente para entregarse de lleno a su evangelización. Convencido, pues, de que, para dar verdadera eficacia a su labor, era necesario recibir una comisión directa del Papa, dirigióse el año 718 a Roma.
Era el primer viaje que hacía a la Ciudad Eterna. El papa San Gregorio II le recibió con muestras de extraordinaria satisfacción, cambióle su nombre de Winfrido por el de Bonifacio; instruyóle ampliamente sobre el modo de introducir en los pueblos germanos la doctrina cristiana, la liturgia y administración romana, y en la primavera de 719 le dio una comisión especial para los pueblos del centro de Europa.
Atravesando, pues, Bonifacio la Baviera y el centro de Alemania dirigióse a Frisia, donde providencialmente había muerto su rey Radbod, y su sucesor, unido con los francos, se mostraba favorable a la predicación del Evangelio. Allí, pues, al lado del veterano apóstol San Willibrordo, pasó el novel misionero Bonifacio tres años. Este aprendizaje fue de grandísima utilidad para él. Sin embargo, resistiendo a las instancias de San Willibrordo, quien, ya anciano, deseaba nombrarle sucesor suyo, y siguiendo las instrucciones del Papa, se dirigió a Hesse, donde inició su primera gran campaña de predicación. En este tiempo se le juntó uno de sus más fieles colaboradores, llamado Gregorio. Para dar más firmeza y regularidad al trabajo misionero estableció pronto su primer monasterio en Amöneburg. El resultado de sus primeros trabajos fueron millares de conversiones y el establecimiento de numerosas cristiandades.
Ante las primeras noticias de los éxitos obtenidos el Papa le llamó a Roma, donde, bien informado de su espíritu y de sus métodos de predicación, así como también de los nuevos campos que se abrían al Evangelio, le consagró obispo el 30 de noviembre, fiesta de San Andrés, del año 722. A esta dignidad, que tanto ascendiente debía dar a Bonifacio, añadió el Papa una carta especial para Carlos Martel, con el objeto de que obtuviera de éste su apoyo oficial para tan importante empresa, y asimismo gran cantidad de reliquias, el Código oficial canónico y otras cosas que contribuían a dar mayor autoridad al misionero.
Armado, pues, Bonifacio de su nueva autoridad episcopal y de todas estas nuevas armas, dirigióse a Carlos Martel, quien, a la vista de la carta pontificia, puso al servicio del misionero todo el apoyo de su poder. En esta forma entró de nuevo Bonifacio en Alemania y se dispuso a continuar la obra comenzada en Hesse. Para ello realizó entonces una de las más sublimes hazañas de su vida misionera, con el objeto de deshacer la superstición pagana, que constituía el principal obstáculo del Evangelio. Efectivamente, en un día señalado con anticipación, para hacer presencia de gran multitud de paganos, dio con sus propias manos algunos golpes de hacha y luego hizo derribar la encina sagrada de Geismar, a la que los gentiles profesaban gran veneración. Al ver, pues, los paganos que sus dioses no hacían nada para vengar aquel ultraje, reconocieron su impotencia, y a partir de este hecho se mostraron mejor dispuestos para recibir el Evangelio. Con la madera de aquella encina hizo Bonifacio construir una iglesia dedicada a San Pedro, y a corta distancia de ella levantó el monasterio de Fritzlar, que fue en adelante uno de los puntos de apoyo de su obra misionera.
Puesta ya en marcha la misión de Hesse, el año 725 pasó a Turingia, donde ya anteriormente había sido introducido, pero no había arraigado el cristianismo, y allí continuó desarrollando su actividad apostólica. En todas partes encontraba al pueblo dispuesto a escuchar la palabra de Dios. Lo único que faltaban eran misioneros. Por esto insistió constantemente a los monasterios ingleses en demanda de nuevas fuerzas, y, en efecto, fueron llegando muchos monjes misioneros durante los años siguientes. Bien pronto fundó en Turingia, cerca de Gotha, el monasterio de Ordruf, que fue su base de operaciones en aquel territorio. Entre los nuevos misioneros son dignos de mención San Lull, que fue el sucesor de San Bonifacio en la sede de Maguncia, y San Esteban, su futuro compañero de martirio. Llegaron asimismo religiosas, que iniciaron la rama femenina del monacato en Turingia y Hesse. Entre ellas se distinguieron Santa Tecla, Santa Walburga y sobre todo la prima del mismo San Bonifacio, Santa Lioba.
Cerca de diez años hacía que trabajaba en estas regiones de Hesse y Turingia, alentado siempre por San Gregorio II, cuando este gran Papa murió en 731. Su sucesor, San Gregorio III (731-741), conociendo perfectamente el celo y la santidad de San Bonifacio, le envió en 732 el palio arzobispal, constituyéndole metropolitano de toda la Alemania al otro lado del Rhin, a lo que añadía una amplia facultad para fundar nuevos obispados en todos aquellos territorios.
Algunos años más tarde, en 737, hizo su tercer viaje a Roma, con el objeto de tratar detenidamente con el Romano Pontífice sobre la organización definitiva de las iglesias germanas. Entonces recibió de Gregorio III el nombramiento de legado apostólico con poder general sobre todos aquellos territorios, y en Montecassino obtuvo uno de sus mejores auxiliares, al monje San Willibald, y otros misioneros. Con estos nuevos poderes y nuevos auxiliares dirigióse, ante todo, a Baviera, cuyas cristiandades reorganizó e introdujo una plena jerarquía con los obispados de Salzburgo, Ratisbona, Freising, Passau y otros.
Una vez organizada la iglesia de Baviera, volvió a su campo de operaciones de Hesse y Turingia, donde creó los obispados de Erfurt para Turingia, Buraburg para Hesse y Wurzburgo para Franconia; algo más tarde organizó el obispado de Eichstätt. El año 741, mientras realizaba esta obra fundamental de estabilización de aquellas iglesias, fundó la abadía de Fulda, tan célebre en lo sucesivo, y donde debían luego descansar sus restos mortales.
Este mismo año 741 entró San Bonifacio en un nuevo campo de su actividad, al que tal vez han prestado menos atención los historiadores, y que da una idea completa de la magnitud de la obra apostólica de San Bonifacio. En efecto, su encendido amor de Dios y su celo por las almas no se contentó con la evangelización y organización de las iglesias germanas, sino que realizó también una completa regeneración y reorganización de la Iglesia en Francia. Esta se encontraba, en efecto, en un estado de general decadencia. Muerto el año 741 Carlos Martel, su hijo Carlomán heredó los territorios orientales de Austrasia y Pipino los occidentales de Neustria. Entonces, pues, el piadoso Carlomán, que conocía perfectamente el celo apostólico de San Bonifacio, le invitó para que acudiera a sus dominios con el fin de reformar la disciplina eclesiástica. Aceptó Bonifacio la invitación y comenzó al punto su tarea. Esta se dirigió principalmente a los elementos eclesiásticos, los clérigos, obispos y monasterios. Mas, para dar más eficacia a su acción reformadora, apoyada siempre por Carlomán y más tarde por Pipino, celebró una serie de concilios, célebres en la historia de la Iglesia de Francia.
El primero tuvo lugar en Austrasia en 742. Es el primer concilio germánico. Del resultado que con él obtuvo San Bonifacio puede juzgarse por las disposiciones reformadoras que se tomaron. Se atacó a la raíz del mal, ordenando la devolución de los bienes eclesiásticos. Se urgió el derecho de los obispos y se dieron severas disposiciones contra los vicios de simonía e incontinencia del clero. Todas estas disposiciones fueron luego proclamadas como leyes del Estado. En 743 celebráronse otros dos sínodos en Austrasia. El año siguiente solicitó también Pipino la intervención de San Bonifacio en los territorios de Neustria, donde se celebraron dos sínodos y se introdujeron todas las normas reformadoras de Austrasia. El año 745 se pudo celebrar ya un concilio general para ambos territorios. El resultado fue a todas luces visible. A los cinco años de labor de San Bonifacio la Iglesia franca quedaba completamente regenerada.
El concilio general germano del año 747 fue la mejor confirmación de los resultados obtenidos por la grandiosa obra de San Bonifacio. En él todo el episcopado franco firmó la llamada Carta de la verdadera profesión de fe y de la unidad católica y la mandaron a Roma. De este modo toda la Germania y toda Francia quedaban, por la obra de San Bonifacio, íntimamente unidas con Roma.
Pero esto mismo señala otro punto culminante de la vida de San Bonifacio. Hasta este tiempo poseía una comisión general para todos aquellos territorios. El nuevo papa Zacarías juzgó llegado el tiempo de nombrar a San Bonifacio arzobispo de Maguncia, constituyendo esta sede como primada de Alemania y Francia. De este modo se completaba la unidad de la obra de San Bonifacio. Apenas realizado esto, perdió el mismo año 747 a su principal apoyo, Carlomán, quien se retiró a un monasterio. Pero su hermano Pipino el Breve, que unió entonces toda Francia, continuó prestándole el mismo apoyo. La obra de Bonifacio continuó, pues, produciendo los más sazonados frutos, no obstante los disturbios promovidos por algunos caracteres turbulentos.
Pero, entretanto, San Bonifacio, ya de avanzada edad, obtuvo el nombramiento de su discípulo y colaborador Lull como sucesor suyo en la sede de Maguncia. Pero su ardiente espíritu misionero no encontraba mejor descanso que el campo de sus primeros trabajos apostólicos. Dirigíase, pues, entonces a la región de Frisia, donde con aliento juvenil se entregó de lleno al trabajo misionero entre los gentiles, todavía numerosos en aquel territorio. Los primeros éxitos de esta nueva y última campaña del veterano apóstol le rejuvenecieron extraordinariamente. Sentíase allí como en su propio elemento. Organizaron las cosas para celebrar una confirmación en el campo de Dokkum; y el 5 de junio de 754, cuando esperaba a los nuevos cristianos para administrarles este sacramento, cayeron sobre él unos gentiles fanáticos y le martirizaron junto con cincuenta y dos compañeros. Enterrado primero en Utrecht, más tarde fue trasladado a Maguncia y luego a Fulda.
Con justicia se le ha dado el título de apóstol de Alemania en el más amplio sentido de la palabra. San Bonifacio es uno de los más excelentes ejemplos de los grandes misioneros de la Iglesia católica de todos los tiempos. Su encendido amor de Dios y de las almas le comunicó la fuerza necesaria para vencer las mayores dificultades y trabajar hasta derramar su sangre por la fe que predicaba. El resultado de su obra apostólica, verdaderamente admirable, se extendió a toda Alemania y a Francia.
BERNARDINO LLORCA, S. I.
Junio 4
San Quirino de Tivoli
obispo y mártir
Etimológicamente significa “del dios Qurinal”. Viene de la lengua latina. Fue uno de los cinco mártires de los primeros siglos. Todos sabemos ya los duros golpes que les infligían a los cristianos por el sólo hecho de confesarse como tales.
Los emperadores pensaban que era una afrenta contra el imperio y sus muchos dioses protectores.
El Quirino de hoy fue el primero que recibió el martirio. Su cuerpo lo enterraron en las catacumbas de san Ponciano, una vez que lo sacaron del río Tíber, en donde lo habían arrojado.
Pero según César Baronio, está en la iglesia de san Lorenzo de Tivoli. Pero hay otro santo con el mismo nombre que se celebra también en este día.
Fue obispo en el año 309 cuando Diocleciano hacía de las suyas contra los creyentes. Lo mandó prender para que, delante de todo el mundo, hiciera sacrificios a los dioses, tal y como prescribía el edicto imperial.
Con la fuerza interior que Dios da a sus amigos, rechazó tal oferta. Entonces lo metieron en la cárcel. Incluso en ella no dejaba de predicar y enseñar la vida de Jesús. De este modo, pudo convertir al guardián Marcelo.
Al cabo de los tres días, otro juez le hizo recapacitar en su decisión. Y se mantuvo fiel en su fe.
Cansado y al mismo tiempo admirado de su valentía, dictaminó que lo echaran al río Sava con una piedra atada al cuello.
Los cristianos recogieron su cuerpo y le dieron sepultura. Ya en el siglo V se lo llevaron a Roma y lo colocaron en un mausoleo, detrás de la basílica de san Sebastián en la Via Apia.
Su nombre se hizo muy popular entre los romanos para designar a los Sabinos y los Quirites
1700 AÑOS DEL MARTIRIO DE SAN QUIRINO EN CROACIA
El arzobispo de Zagreb, enviado especial del Papa a las celebraciones
CIUDAD DEL VATICANO, jueves 28 de mayo de 2009 (ZENIT.org)
El séptimo centenario del martirio del obispo San Quirino se celebrará en la ciudad croata de Krk el próximo 4 de junio.
El Papa nombró el 4 de abril al cardenal Josip Bozanic, arzobispo de Zagreb, su enviado especial a las celebraciones, según informa un comunicado publicado este jueves por la Oficina de Información de la Santa Sede.
Le acompañará una misión formada por el vicario general de Krk y responsable de la promoción y la coordinación de la pastoral familiar diocesana, monseñor Ivan Kordic, y el prepósito del Capítulo de la catedral de Krk, archivista de la curia diocesana y profesor de historia eclesiástica y patrología, monseñor Franjo Velcic.
Benedicto XVI ha dirigido al cardenal Bozanic una carta, escrita en latín para la ocasión, en la que ensalza la figura de San Quirino y explica algunos detalles de su vida y su martirio.
Como recuerda el pontífice en su carta, el obispo fue martirizado en Sirmium a causa de su fe cristiana hace 1.700 años. Murió ahogado en un río, al que fue lanzado con una roca atada al cuello.
SAN MARCELINO ERA UN SACERDOTE MUY RESPETADO Y SAN PEDRO UN CRISTIANO PIADOSO QUE EXPULSABA DEMONIOS.
ESTOS MÁRTIRES, QUE MURIERON DECAPITADOS, FUERON VENERADOS YA POR LOS PRIMEROS CRISTIANOS.
SUS NOMBRES APARECEN EN EL CANON ROMANO.
Estatua de San Marcelino
La Iglesia celebra su fiesta el 2 de junio.
VIDA
San Marcelino era una sacerdote muy estimado en Roma, y San Pedro un cristiano piadoso con un don especial para la expulsión de demonios. Su gran fervor no podía pasar oculto ante los enemigos del cristianismo, que acusaron a Pedro como enemigo de los dioses del Imperio ante el magistrado Sereno, durante la persecución del emperador Diocleciano (primeros años del siglo IV). Allí en la prisión, pese a los tormentos a los que le someten, predica con gran entusiasmo. El carcelero, llamado Artemio, tenía una hija poseída por un demonio y retó a Pedro a liberarse de sus cadenas e ir a su casa a sanar a su hija. Cuando Pedro se presentó en la casa por la noche y expulsó al demonio, el carcelero con su familia y algunos prisioneros se convirtieron al cristianismo. San Marcelino ayudó a Pedro a darles doctrina a estos cristianos recientes.
Estatua de San Pedro
Disgustados por estos sucesos, los gobernadores mandaron prender a Marcelino y a Pedro y les dijeron que si no ofrecían incienso a los dioses los condenarían a muerte. Ante su negativa, los apalearon y encerraron en los calabozos a la espera de que perecieran de hambre. Aquella misma noche son liberados y vuelven con los nuevos cristianos. Marcelino y Pedro permanecerán junto a ellos unos días preparándoles para el martirio. Ante estos hechos, Sereno obligará a Artemio que ofrezca sacrificios a Júpiter, pero ante su negativa ordenara que le decapiten y que a su mujer y a su hija las entierren vivas bajo unas losas. Marcelino y Pedro serán de nuevo capturados y condenados a ser degollados.
Por temor a una revuelta, les condujeron a un bosque cercano en secreto y, tras hacerles cavar su propia tumba, los decapitaron, después los enterraron en lo más profundo del bosque para que nadie supiera donde estaban enterrados. El verdugo, al ver que habían muerto santamente, se convirtió y dijo a los cristianos donde estaban sepultados. Estos los recogieron y enterraron en una catacumba de Roma cerca de la vía Labicana.
Más tarde el emperador Constantino construirá una basílica sobre la tumba de los mártires y sepultara allí tras su muerte a su madre, santa Elena.
Las crónicas narran cómo los restos de estos santos han producido numerosos milagros.
Más tarde el Papa Virgilio (siglo VI) introdujo los nombres de los santos Marcelino y Pedro en el canon romano de la Misa, garantizando así el recuerdo y la devoción por parte de Los fieles.
CULTO
El papa Dámaso I, que abrió sus catacumbas, también remarco el epitafio en latín con detalles de su muerte que adornan su sepultura. Estos mártires ya fueron venerados por los primeros cristianos.
Catacumbas de los santos
Su sepulcro se menciona ya en el Martyrologium Hieronymianum, que menciona que Marcelino era un sacerdote y que Pedro era un exorcista. En el Martyrologium el dia en el que se les celebra es el 2 de junio, y su sepulcro esta localizado en “los dos laureles”, en la tercera milla de la Vía Labicana.
A partir del siglo VII, se sepulcro es convierte en un lugar de peregrinación, y su dia de fiesta es recordado con liturgias locales y hagiografias. De acuerdo con el Liber Pontificalis, Constantino el Grande, mandó construir una basílica en su honor, esta estructura se construyo en tiempos de Dámaso y fue destruido por los godos. Contastino tomó a su madre, Santa Elena, y le construyoóuna tumba en esta iglesia, y donó para la iglesia una patena de oro de treinta y cinco libras de peso (15,88 Kg. de peso). Honorio I y Adrian I más adelante repararán la iglesia.
Los nombres de San Marcelino y San Pedro aparecen en la liturgia Ambrosiana. Sus nombres se mencionan en la plegaria eucarística primera.
Las reliquias de estos dos santos fueron trasladadas a Seligenstad, Alemania, en el siglo IX. Fueron enviadas por el papa Gregorio IV a Einhard, secretario personal de Carlomagno, quien a su vez las envio a dicha ciudad. En el 829, Einhard construyó una iglesia en su honor y se convirtió en su primer abad. Sigebert, Aimoin y Rabanus Maurus mencionan este traslado. Más adelante, en 1523, el papa Alejandro VI trasladará sus reliquias a su antigua iglesia.
Estos santos tienen una gran devoción en Alemania y en Roma, donde sus reliquias se han visto envueltas en numerosos milagros.
ICONOGRAFIA
Se les representa como a dos hombre de mediana edad con tonsuras y palmas del martirio en sus manos, y en ocasiones sostienen una corona cada uno. En las catacumbas antes citadas se puede observar un fresco de los siglos IV y V que les representa con aureolas y barbas cortas, cerca del cordero de Dios. En otro fresco de lo siglos V y VI, en las catacumbas de pontian aparecen sin barba y junto a San Polio. Tienen una iglesia dedicada en Imbersago.
¿Sabes quiénes eran los santos Marcelino y Pedro? Mártires en Roma año 304
Mártires en Roma año 304, durante la persecución de Diocleciano. Su fiesta se celebra el 2 de junio. Marcelino y Pedro se encuentran entre los Santos romanos que se conmemoran diariamente en el canon de la Misa. San Marcelino era un sacerdote muy respetado y san Pedro un cristiano piadoso que expulsaba demonios. Estos mártires, que murieron decapitados, fueron venerados ya por los primeros cristianos.
Nos ha dejado noticias de su muerte el papa san Dámaso, que las oyó de boca del mismo verdugo. El martirio tuvo lugar durante la persecución de Diocleciano. Fueron decapitados en un bosque, pero sus cuerpos fueron trasladados y sepultados en el cementerio llamado Ad duas lauros, en la vía Labicana, donde después de la paz de Constantino se erigió una basílica.
VIDA
San Marcelino era una sacerdote muy estimado en Roma, y San Pedro un cristiano piadoso con un don especial para la expulsión de demonios. Su gran fervor no podía pasar oculto ante los enemigos del cristianismo, que acusaron a Pedro como enemigo de los dioses del Imperio ante el magistrado Sereno, durante la persecución del emperador Diocleciano (primeros años del siglo IV). Allí en la prisión, pese a los tormentos a los que le someten, predica con gran entusiasmo. El carcelero, llamado Artemio, tenía una hija poseída por un demonio y retó a Pedro a liberarse de sus cadenas e ir a su casa a sanar a su hija. Cuando Pedro se presentó en la casa por la noche y expulsó al demonio, el carcelero con su familia y algunos prisioneros se convirtieron al cristianismo. San Marcelino ayudó a Pedro a darles doctrina a estos cristianos recientes.
Marcelino sacerdote y Pedro exorcista
Disgustados por estos sucesos, los gobernadores mandaron prender a Marcelino y a Pedro y les dijeron que si no ofrecían incienso a los dioses los condenarían a muerte. Ante su negativa, los apalearon y encerraron en los calabozos a la espera de que perecieran de hambre. Aquella misma noche son liberados y vuelven con los nuevos cristianos. Marcelino y Pedro permanecerán junto a ellos unos días preparándoles para el martirio. Ante estos hechos, Sereno obligará a Artemio que ofrezca sacrificios a Júpiter, pero ante su negativa ordenara que le decapiten y que a su mujer y a su hija las entierren vivas bajo unas losas. Marcelino y Pedro serán de nuevo capturados y condenados a ser degollados.
Por temor a una revuelta, les condujeron a un bosque cercano en secreto y, tras hacerles cavar su propia tumba, los decapitaron, después los enterraron en lo más profundo del bosque para que nadie supiera donde estaban enterrados. El verdugo, al ver que habían muerto santamente, se convirtió y dijo a los cristianos donde estaban sepultados. Estos los recogieron y enterraron en una catacumba de Roma cerca de la vía Labicana.
Más tarde el emperador Constantino construirá una basílica sobre la tumba de los mártires y sepultara allí tras su muerte a su madre, santa Elena. Las crónicas narran cómo los restos de estos santos han producido numerosos milagros.
Más tarde el Papa Virgilio (siglo VI) introdujo los nombres de los santos Marcelino y Pedro en el canon romano de la Misa, garantizando así el recuerdo y la devoción por parte de Los fieles
CULTO
El papa Dámaso I, que abrió sus catacumbas, también remarco el epitafio en latín con detalles de su muerte que adornan su sepultura. Estos mártires ya fueron venerados por los primeros cristianos. Su sepulcro se menciona ya en el Martyrologium Hieronymianum, que menciona que Marcelino era un sacerdote y que Pedro era un exorcista. En el Martyrologium el dia en el que se les celebra es el 2 de junio, y su sepulcro esta localizado en “los dos laureles”, en la tercera milla de la Vía Labicana.
Catacumbas de los santos. Vía Labicana
A partir del siglo VII, se sepulcro es convierte en un lugar de peregrinación, y su dia de fiesta es recordado con liturgias locales y hagiografias. De acuerdo con el Liber Pontificalis, Constantino el Grande, mandó construir una basílica en su honor, esta estructura se construyo en tiempos de Dámaso y fue destruido por los godos. Contastino tomó a su madre, Santa Elena, y le construyoóuna tumba en esta iglesia, y donó para la iglesia una patena de oro de treinta y cinco libras de peso (15,88 Kg. de peso). Honorio I y Adrian I más adelante repararán la iglesia.
Los nombres de San Marcelino y San Pedro aparecen en la liturgia Ambrosiana. Sus nombres se mencionan en la plegaria eucarística primera.
Las reliquias de estos dos santos fueron trasladadas a Seligenstad, Alemania, en el siglo IX. Fueron enviadas por el papa Gregorio IV a Einhard, secretario personal de Carlomagno, quien a su vez las envio a dicha ciudad. En el 829, Einhard construyó una iglesia en su honor y se convirtió en su primer abad. Sigebert, Aimoin y Rabanus Maurus mencionan este traslado. Más adelante, en 1523, el papa Alejandro VI trasladará sus reliquias a su antigua iglesia.
Estos santos tienen una gran devoción en Alemania y en Roma, donde sus reliquias se han visto envueltas en numerosos milagros.
ICONOGRAFIA
Se les representa como a dos hombre de mediana edad con tonsuras y palmas del martirio en sus manos, y en ocasiones sostienen una corona cada uno. En las catacumbas antes citadas se puede observar un fresco de los siglos IV y V que les representa con aureolas y barbas cortas, cerca del cordero de Dios. En otro fresco de lo siglos V y VI, en las catacumbas de pontian aparecen sin barba y junto a San Polio. Tienen una iglesia dedicada en Imbersago.
La oración más antigua dirigida a la Virgen. “Sub tuum praesidium”
Sub tuum praesidium
Recogemos este texto sobre una de las primeras oraciones dirigidas a la Virgen por los primeros cristianos. La oración Sub tuum praesidium es un testimonio entrañable, probablemente el más antiguo y el más importante en torno a la devoción a Santa María.
Se trata de untropario(himno bizantino) que llega hasta nosotros lleno de juventud.
Es quizás el texto más antiguo en que se llama Theotokos a la Virgen, e indiscutiblemente es la primera vez que este término aparece en un contexto oracional e invocativo.
En un papiro egipcio
Edgar Lobel, experto en papirología de la Universidad de Oxford, dedicó su vida al estudio de los papiros encontrados en Egipto. Como es conocido, el clima extremadamente seco de la mayor parte de Egipto ha hecho que se conserven multitud de fragmentos de papiros antiquísimos, con textos de hace milenios, en griego y en copto. Muchos de estos textos se habían perdido. En otros casos, los papiros sirven para confirmar la antigüedad de textos que sí que se habían conservado a través de sucesivas copias o traducciones.
Uno de estos papiros, descubierto en las proximidades de la antigua ciudad egipcia de Oxirrinco, contenía una oración a la Virgen. Y no cualquier oración, sino una plegaria que continuamos rezando hoy en día, la oración Sub tuum praesidium. La versión latina es:
Sub tuum praesidium confugimus, Sancta Dei Genitrix. Nostras deprecationes ne despicias in necessitatibus nostris, sed a periculis cunctis libera nos semper, Virgo gloriosa et benedicta.
La versión castellana, es muy conocida:
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!
Y la versión en griego clásico, que es precisamente la que se encontró en el papiro. Basta fijarse con detenimiento en la foto del papiro para reconocer las palabras griegas originales:
Cabe destacar la presencia del término Theotokos (en este caso, Theotoke, en vocativo), es decir, “Madre de Dios”.
Dos siglos después, en el Concilio de Éfeso, se reconoció de forma solemne que este título era adecuado para la Virgen María, contra el parecer de Nestorio.
Es decir, en Éfeso, la Tradición de la Iglesia fue defendida contra los que preferían sus propios razonamientos a la enseñanza de siempre de la Iglesia.
Resulta impresionante rezar esta oración, sabiendo que los cristianos la rezaban ya, por lo menos, en el año 250 d.C., que es la fecha en la que EdgarLobel dató el papiro en el que se encontraba.
Nosotros no la hemos recibido de los arqueólogos, sino de la tradición de la Iglesia, a través del latín en el caso de la Iglesia Latina o del griego y el eslavonio antiguo en Oriente.
Resulta agradable, sin embargo, que la arqueología nos muestre una vez más que la tradición no es algo inventado, sino que verdaderamente nos transmite la herencia que los primeros cristianos recibieron de Cristo y de los Apóstoles.
Theotokos, la Madre de Dios
La oración Sub tuum praesidium es un testimonio entrañable, probablemente el más antiguo y el más importante en torno a la devoción a Santa María. Se trata de untropario(himno bizantino) que llega hasta nosotros lleno de juventud. Es quizás el texto más antiguo en que se llama Theotokos a la Virgen, e indiscutiblemente es la primera vez que este término aparece en un contexto oracional e invocativo.
G. Giamberardini, especialista en el cristianismo primitivo egipcio, en un documentado estudio ha mostrado la presencia del tropario en los más diversos ritos y las diversas variantes que encuentra, incluso en la liturgia latina.
La universalidad de esta antífona hace pensar que ya a mediados del siglo III era usual invocar a Santa María como Theotokos, y que los teólogos, como Orígenes, comenzaron a prestarle atención, precisamente por la importancia que iba adquiriendo en la piedad popular. Simultáneamente esta invocación habría sido introducida en la liturgia.
En el rito romano, su presencia está ya testimoniada en el Liber Responsalis, atribuido a San Gregorio Magno y es copiado en el siglo IX en la siguiente forma: “Sub tuum praesidium confugimus, Sancta Dei Genitrix”. Algunos manuscritos de los siglos X y XI, presentan unas deliciosas variantes de esta oración, manteniendo intacta la expresión Santa Dei Genitrix, en estricta fidelidad a la Theotokos del texto griego.
Se trata de traducciones fidelísimas del texto griego, tal y como aparece en el rito bizantino, en el que se utiliza la palabra griega eysplagknían, para referirse a las entrañas misericordiosas de la Madre de Dios.
La consideración de la inmensa capacidad de las entrañas maternales de la Madre de Dios está en la base de la piedad popular que tanta importancia dio al título Theotokos para designar a la Madre de Jesús.
Y quizás como lo más importante sea el hecho de que el testimonio del Sub tuum praesidium levanta la sospecha de que el título Theotokos se origina a mediados del siglo III en la piedad popular como invocación a las entrañas maternales de Aquella que llevó en su seno a Dios. Esta vez, quizás, la piedad popular fue por delante de la Teología. Al menos, es muy verosimil que así fuese.
Los fieles que, con sencillez, rezan esta oración a la Sancta Dei Genitrix, laTheotokos, la Madre de Dios, porque la han recibido de manos de la Iglesia, son los que están más cerca de lo que transmitieron los primeros cristianos y, por lo tanto, más cerca de Cristo.
La versión latina esta oración ha sido inmortalizada en la música especialmente por Antonio Salieri y Wolfgang Amadeus Mozart.
FUENTES:
Lucas F. Mateo-Seco, La devoción mariana en la primitiva Iglesia
Cfr G. Giamberardini, Il “Sub tuum praesidium” e il titolo Theotokos nella tradizione egiziana, en “Marianum” 31 (1969) 350-351; A.M. Malo, La plus ancienne prière à notre Dame, en De primordis cultus mariani, cit., t. 2, 475-485.
El acceso al templo está limitado a un máximo de 50 personas a la vez
Por razones de seguridad y para evitar contribuir a la expansión del coronavirus
El Santo Sepulcro reabre hoy sus puertas tras dos meses de cierre, tras haber superado el peor pico de la crisis, que en Jerusalén ha tenido una expansión mucho más moderada que en la mayoría de países europeos.
“Siguiendo la evolución de la situación en Tierra Santa, los jefes de las tres comunidades custodias de la Basílica del Santo Sepulcro y de la Resurrección, queremos informarles de que a partir del domingo 24 este lugar sagrado estará accesible de nuevo a los fieles para visitas y rezos”, aseguraban los líderes religiosos en un comunicado.
Por razones de seguridad y para evitar contribuir a la expansión del coronavirus, el acceso al templo está limitado a un máximo de 50 personas a la vez, será obligatorio llevar puesta mascarilla y se impedirá la entrada a quien tenga fiebre alta u otros posibles síntomas de la enfermedad, informaron las autoridades religiosas.
También se exige mantener una distancia mínima de dos metros entre los asistentes y se pide evitar “actos de devoción que puedan incluir contacto físico como tocar y besar las piedras, iconos, vestimentas y al personal de la Basílica”.
A primera hora de la mañana, con la apertura brevemente de las puertas, Efe constató que no se produjeron aglomeraciones de ciudadanos esperando entrar y que todo transcurrió en calma. Aunque en la zona sigue sin haber turistas, ya que Israel cierra sus fronteras a los extranjeros o les exige hacer una cuarentena de quince días en un domicilio privado, son muchos los cristianos palestinos que están deseando volver a este y otros templos de Jerusalén.
A pesar de que en los últimos dos meses la Basílica ha estado cerrada a las visitas, la vida en su interior continuaba, con el día a día religioso de los representantes de las tres iglesias cristianas que tienen su custodia: los franciscanos, los greco-ortodoxos y los armenios.
Fray Salvador Rosas, presidente de la fraternidad de franciscanos del santuario, narró a Efe en una visita exclusiva al santuario cerrado cómo ha transcurrido la vida dentro durante la pandemia.
Cada día, los religiosos se levantaban de madrugada para celebrar las misas matinales, aunque sin feligreses, y tras la comida seguían con la oración de vísperas y una procesión que se hace a diario desde inicios del siglo XIV "para recordar la pasión, muerte y resurrección de Cristo" en catorce altares distintos.
Rituales que, desde hoy, podrán volver a contar con fieles participantes, aunque muchos menos de lo habitual y, por el momento, separados.
Con información de EFE
29 de Mayo
San Maximino, Obispo
Maximino nació al comienzo del siglo IV el Poitiers (Aquitania), al sudoeste de la antigua Galia. Provenía de un hogar muy piadoso.
La santidad de Agricio, obispo de Tréveris, llevó a Maximino a dejar el suelo natal e ir en busca de aquel prelado, para recibir lecciones de religión, ciencias y humanidades. El santo reconoció en el recién llegado una lúcida inteligencia y un firme amor a la doctrina católica, razón por la cual le confirió las sagradas órdenes. En el ejercicio de estas funciones hizo en breve tiempo notables progresos.
Al morir Agricio, conocidos por el pueblo los atributos de Maximino, por voluntad unánime éste fue su sucesor, ocupando la cátedra de Tréveris en el año 332.
Perturbaba en aquel tiempo en la Iglesia el arrianismo, doctrina que negaba la unidad y consustancialidad en las tres personas de la santísima Trinidad; según ellos el Verbo habría sido creado de la nada y era muy inferior al Padre. El Verbo encarnado era Hijo de Dios, pero por adopción.
Contra esta interpretación, que disminuía el misterio de la encarnación y el de la redención del hombre, se levantó Atanasio, obispo de Alejandría, que se había de constituir en el campeón de la ortodoxia.
Reinaba entonces el emperador Constantino el Grande, a quien los herejes engañaron acumulando calumnias sobre Atanasio, y así lograron que lo desterraste a Tréveris en el año 336. Allí Maximino lo recibió con evidencias de la veneración que le profesaba y trató por todos los medios de suavizar la situación del desterrado. Lo mismo hizo con Pablo, obispo de Constantinopla, también forzado a ir a Tréveris después de un remedo de sínodo arriano. Al morir Constantino, el hijo mayor, Constantino el Joven, su sucesor en Occidente, devolvió a Atanasio la sede de Alejandría.
En el año 345, Maximino concurrió al concilio de Milán, donde los arrianos, cuyo jefe era Eusebio de Nicomedia, fueron otra vez condenados. Considerado indispensable para cimentar la paz de la Iglesia celebrar un nuevo concilio ecuménico. Maximino lo propuso al emperador Constante; éste, hallándolo conveniente, escribió a su hermano Constantino, concertándose para tal reunión la ciudad de Sárdica (hoy Sofía, capital de Bulgaria).
Los arrianos quisieron atraer al emperador a su secta y justificar la conducta seguida contra Atanasio. Pero Maximino alertó al emperador, defendiendo así al obispo sin culpa; y Atanasio fue nuevamente restablecido.
Vuelto a su Iglesia, Maximino hizo frente a las necesidades, socorriendo a los pobres. Su familia residía en Poitiers y allá fue a visitarlos, pero murió al poco tiempo en esa ciudad, en el año 349. La fecha de hoy recuerda la traslación de sus reliquias a Tréveris.
El coronavirus, una tragedia para la arqueología bíblica de dimensiones aún difíciles de evaluar
La pandemia de coronavirus está afectando muy gravemente a la arqueología bíblica, a consecuencia de la restricción de los viajes a Tierra Santa, de las penurias presupuestarias de algunos organismos y de las medidas de confinamiento decretadas por Israel y por la Autoridad Palestina.
Uno de los principales problemas es la disminución de vigilancia sobre los lugares actualmente en excavación, que están siendo saqueados por bandas organizadas de traficantes.
Según denuncia una organización judía denominada Guardianes de lo Eterno, al menos cien enclaves arqueológicos en Judea y Samaria han sido asaltados en los últimos dos meses. Citan, en concreto, Hirbet Astunah en el Valle de Shiloh, Tel Parsin al norte de Samaria y la reserva natural del Monte Kabir. Aunque no ha podido evaluar completamente los daños, éstos son permanentes.
Asimismo, y según la agencia Jewish News Syndicate (JNS), la Autoridad Palestina ha aprovechado la falta de vigilancia para tomar el control sobre Tel Aroma, una antigua fotaleza asmonea en el norte de Samaria, asumiéndolo en un acto oficial como herencia palestina.
Por otro lado, el mayor programa arqueológico protestante estadounidense en Tierra Santa, que depende del Southwestern Baptist Theological Seminary, fue cancelado a principios de abril de forma indefinida, lo que ha afectado a cinco profesores y 25 estudiantes de postgrado. La institución ha alegado los problemas presupuestarios que supone la pérdida de ingresos causada por el parón económico de la pandemia y los gastos que supone la adaptación a la nueva realidad post-confinamiento. Chris McKinny, arqueólogo del proyecto Tel Burna, lamentó esta decisión: “Si las instituciones académicas evangélicas vinculadas tradicionalmente a la arqueología bíblica no mantienen su compromiso con esta disciplina, ¿quién lo hará?”.
Según informa Shelley Neese en The Jerusalem Post, la mayor parte de las excavaciones se han suspendido. La cancelación de los vuelos a Israel ha implicado de facto la suspensión de todas las abundantes visitas y peregrinaciones de voluntarios que cada verano acuden a Tierra Santa a colaborar en las tareas de rescate de antigüedades. Como señala Neese, “los arqueólogos que trabajan en Israel están acostumbrados a parones repentinos por la difícil situación política, pero lo que esperan es misiles, no un enemigo microscópico”.
De hecho, para Shimon Gibson, arqueólogo de Jerusalén profesor en la Universidad de Carolina del Norte en Charlotte, la detención de las investigaciones en el Monte Sión es la primera en doce años. Y Scott Stripling, del Southwestern Baptist Bible Seminary, ha tenido que cancelar su cuarto año de excavaciones en Shiloh: “Ahora mis perspectivas son ya el verano de 2021”, lamenta. Lo mismo le ha pasado Aren Maeir, arqueólogo de la Universidad Bar-Ilan, con sus trabajos en Gath, la posible patria de Goliat, quien, resignado, admite que “lo que ha podido esperar tres mil años puede esperar un año más”.
Moshe Manies muestra la bala que le devolvió un antiguo ladrón de antigüedades.
Con todo, al menos hay una buena noticia para la arqueología israelí relacionada con la Covid-19. El periodista Moshe Manies publicó en su perfil de Facebook que un hombre le había entregado, para que la devolviese a la Autoridad de Antigüedades, una bala catapultada por los romanos durante el asedio a Jerusalén en el año 70. El anónimo donante la robó durante su turbulenta juventud cuando fue expuesta en la Ciudad de David. Con el paso de los años se ha convertido en judío ortodoxo y le remordía la conciencia.
“Un símbolo de esperanza”, dice Neese, “en que, al final de todo, lo más valioso de todo es el corazón humano”.
Los primeros cristianos recordaban la Ascensión
En el Monte de los Olivos, el lugar donde se recuerdan los últimos instantes que Jesús pasó en la Tierra, los franciscanos de la Custodia de Tierra Santa celebraron la fiesta de la Ascensión.
Las celebraciones en Jerusalén comenzaron la tarde del 20 de mayo con la entrada solemne del vicario custodial, fray Dobromir Jasztal, en la capilla de la Ascensión, donde solo una vez al año, con motivo de esta solemnidad, está permitido celebrar la Eucaristía. Después, los frailes y las hermanas rezaron Vísperas y Completas al aire libre, frente a la capilla.
Luego, los religiosos, junto con algunos otros laicos, realizaron la procesión solemne que dio tres vueltas alrededor del edículo de época cruzada, que conserva una roca donde la tradición reconoce la huella del pie derecho de Jesús.
Los primeros cristianos recordaban la Ascensión reuniéndose en una gruta en el Monte de los Olivos, donde habría sucedido el episodio bíblico, según se lee en los Hechos de los Apóstoles (Hch 1, 12). El actual edículo es todo lo que queda de una iglesia cruzada, destruida por los musulmanes, que compraron el lugar en 1198 y desde entonces ha sido propiedad del waqf islámico de Jerusalén.
Una primera iglesia fue construida ya en el siglo cuarto: según algunos, en 390, por Poimenia, una devota romana, mientras que los escritos de Eusebio indican que fue en 333, por obra del emperador Constantino, a petición de su madre, Elena. La iglesia fue destruida dos veces en el transcurso de los siglos, hasta la reconstrucción de los cruzados. El edificio del edículo, que aún hoy perdura, fue transformado en mezquita, pero actualmente no se utiliza para el culto.
El 21 de mayo, festividad de la Ascensión, los frailes celebraron varias misas en la capilla del Monte de los Olivos, desde la mañana temprano. La misa solemne, presidida por el vicario custodial, fray Dobromir Jasztal, se celebró al aire libre, fuera de la capilla. “La Ascensión al Padre es un hecho que completa la comprensión de la resurrección misma, hasta la efusión del don del Espíritu Santo”, dijo el vicario en su homilía.
Ascendiendo al Padre, Jesús no se aleja de sus discípulos, permanece con ellos con su obra y les encarga una misión:
«Id, pues, yhaced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y delHijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28, 19-20).
“La comprensión del misterio de la salvación y de la misión encomendada llega con el tiempo y, sobre todo, con la disposición personal a recibir el don del Espíritu Santo que se ha prometido – explicaba fray Dobromir –. Hoy, a dos mil años de distancia, tambiénpodemos sentir la tentación de preguntarnos: Señor, ¿cuándo vendrás a recogernos a todos, para llevarnos allí donde has ascendido y hacernos disfrutar de la felicidad y la gloria a las que estamos llamados?
Lamentablemente, tampoco recibiremos una respuesta que tenga una fecha o cualquier otra indicación precisa. Nosotros también recibimos la invitación a no mirar el cielo sino permanecer en la tierra y, como los discípulos de entonces, mirar a nuestro alrededor para ver dónde y cómo podemos encontrar la presencia del Señor”.
El vicario concluyó diciendo que no le pidamos al Señor otros milagros para nosotros: “Pidamos la luz y la fuerza del Espíritu para poder servirle a Él en los hermanos, unirnos a Dios y alcanzar la gloria que celebramos en este lugar”.
"Para entrar en la gloria de Dios exige la fidelidad cotidiana a su voluntad, aun a costa de sacrificios y del cambio de nuestros programas"
16 abril 2013,- El Papa en la audiencia general ha continuado la explicación del Credo y ha hablado de la Ascensión de Jesús al Cielo. Francisco dijo en el resumen en español de la catequesis que “para entrar en la gloria de Dios exige la fidelidad cotidiana a su voluntad, aun a costa de sacrificios y del cambio de nuestros programas”.
Jesús "subió a los cielos y está sentado a la diestra del Padre."
RESUMEN CATEQUESIS DE LA AUDIENCIA GENERAL EN ESPAÑOL:
Queridos hermanos y hermanas:
En el Credo confesamos nuestra fe en Cristo, que «subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre». ¿Qué significa esto para nosotros? Ya al comienzo de su subida a Jerusalén, Jesús ve también esta otra «subida» al cielo con la que culmina su «éxodo» de esta vida, pero sabiendo que la vuelta a la gloria del Padre pasa por la cruz, por la obediencia al designio divino de amor por la humanidad. También nosotros hemos de saber que entrar en la gloria de Dios exige la fidelidad cotidiana a su voluntad, aun a costa de sacrificios y del cambio de nuestros programas.
El íntimo coloquio de Jesús con el Padre antes de la Pasión nos enseña, además, cómo la oración nos da la fuerza de ser fieles al proyecto de Dios. Después, Jesús asciende a los cielos bendiciendo, un gesto sacerdotal para mostrar que, desde el seno del Padre, intercede siempre por nosotros. Él nos ha abierto el paso para llegar a Dios, y nos atrae hacia él, nos protege, nos guía e intercede por nosotros. Mirar a Jesucristo, que asciende a los cielos, es una invitación a testimoniar su Evangelio en la vida cotidiana, con la vista puesta en su venida gloriosa definitiva.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular al grupo de la Arquidiócesis de Mérida, con su Pastor, Mons. Baltasar Enrique Porras Cardozo, así como a los venidos de España, Argentina, Panamá, Venezuela, México y otros países latinoamericanos. Contemplemos a Cristo, sentado a la derecha de Dios Padre, para que nuestra fe se fortalezca y recorramos alegres y confiados los caminos de la santidad. Muchas gracias
Traducción del texto completo de la catequesis del Santo Padre en italiano
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
en el Credo, encontramos la afirmación de que Jesús "subió a los cielos y está sentado a la diestra del Padre." La vida terrenal de Jesús culmina en el evento de la Ascensión, que es cuando Él pasa de este mundo al Padre, y se levanta a su derecha. ¿Cuál es el significado de este evento? ¿Cuáles son las consecuencias para nuestra vida? ¿Qué significa contemplar a Jesús sentado a la diestra del Padre? Sobre esto,dejémonos guiar por el evangelista Lucas.
Partimos en el momento en que Jesús decide emprender su última peregrinación a Jerusalén. San Lucas anota: "Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén" (Lc 9,51). Mientras "asciende" a la Ciudad santa, donde se llevará a cabo su "éxodo" de esta vida, Jesús ve ya la meta, el Cielo, pero sabe que el camino que lo lleva de nuevo a la gloria del Padre pasa a través de la Cruz, a través de la obediencia al designio divino de amor por la humanidad. El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que "la elevación en la Cruz significa y anuncia la elevación de la ascensión al cielo" (n. 661). También nosotros tenemos que tener claro en nuestra vida cristiana, que entrar en la gloria de Dios exige la fidelidad cotidiana a su voluntad, incluso cuando requiere sacrificio, y requiere a veces cambiar nuestros planes. La Ascensión de Jesús ocurre concretamente en el Monte de los Olivos, cerca del lugar donde se había retirado en oración antes de lau pasión para permanecer en profunda unión con el Padre: una vez más, vemos que la oración nos da la gracia de vivir fieles al proyecto Dios.
Al final de su Evangelio, San Lucas narra el acontecimiento de la Ascensión de una manera muy sintética. Jesús llevó a los discípulos "hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios "(24,50-53). Me gustaría destacar dos elementos de la narración. En primer lugar, durante la Ascensión Jesús cumple el gesto sacerdotal de la bendición y los discípulos seguramente expresan su fe con la postración, se arrodillan inclinando la cabeza. Este es un primer punto importante: Jesús es el único y eterno Sacerdote, que con su pasión atravesó la muerte y el sepulcro y resucitó y ascendió a los cielos; está con Dios Padre, donde intercede por siempre en nuestro favor (Cf. Heb 9:24). Como afirma San Juan en su primera epístola Él es nuestro abogado.
¡Qué lindo escuchar esto! Cuando uno ha sido convocado por el juez o tiene un juicio, lo primero que hace es buscar a un abogado para que lo defienda. Nosotros tenemos uno que nos defiende siempre, nos defiende de las insidias del diablo, nos defiende de nosotros mismos, de nuestros pecados. Queridísimo hermanos y hermanas, tenemos a este abogado, no tengamos miedo de acudir a él para pedir perdón, pedir la bendición, pedir misericordia. Él nos perdona siempre, es nuestro abogado, nos defiende siempre ¡No olviden esto! (cf. 2:1-2). La Ascensión de Jesús al Cielo nos da a conocer esta realidad tan reconfortante para nuestro camino: en Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, nuestra humanidad ha sido llevada a Dios; Él nos ha abierto el paso; es como un guía enla escalada a una montaña, que llegado a la cima, nos tira de nosotros y nos lleva a Dios. Si confiamos a Él nuestra vida, si nos dejamos guiar por Él estamos seguros de estar en buenas manos, en las manos de nuestro Salvador, de nuestro abogado.
Un segundo elemento: San Lucas menciona que los Apóstoles, después de ver a Jesús ascender al cielo, regresaron a Jerusalén "con gran alegría." Esto parece un poco extraño. Normalmente cuando nos separados de nuestros familiares, de nuestros amigos, de una manera definitiva, principalmente debido a la muerte, hay en nosotros una tristeza natural, porque no vamos a ver nunca más su rostro, no vamos escuchar su voz, no podremos disfrutar más de su afecto, de su presencia. En cambio, el evangelista pone de relieve la profunda alegría de los Apóstoles. ¿Por qué? Porque, con la mirada de la fe, entienden que, aunque no está ante sus ojos, Jesús permanece con ellos para siempre, no los abandona y, en la gloria del Padre, los soporta, los guía e intercede por ellos.
San Lucas narra el hecho de la Ascensión también al comienzo de los Hechos de los Apóstoles, para enfatizar que este evento es como el anillo que engancha y conecta la vida terrenal de Jesús con la de la Iglesia. Aquí, San Lucas también menciona la nube que saca a Jesús de la vista de los discípulos, los cuales permanecían con la mirada puesta en el cielo mientras Jesús subía hacia Dios (cf. Hch 1,9-10). Entonces aparecieron dos hombres vestidos de blanco, instándoles a no quedarse inmóviles. “Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir” (Cf. Hechos 1:10-11). Es precisamente la invitación a la contemplación del Señorío de Jesús, para recibir de Él la fuerza para seguir y dar testimonio del Evangelio en la vida cotidiana: contemplar y actuar, ora et labora, nos enseña San Benito, ambas son necesarias en nuestra vida de cristianos.
Queridos hermanos y hermanas, la Ascensión no indica la ausencia de Jesús, sino que nos dice que Él está vivo entre nosotros de una manera nueva; ya no está en un preciso lugar del mundo tal como era antes de la Ascensión; ahora está en el señorío de Dios, presente en todo espacio y tiempo, junto a cada uno de nosotros. En nuestra vida nunca estamos solos: tenemos este abogado que nos espera, que nos defiende, No estamos nunca solos. El Señor crucificado y resucitado nos guía; con nosotros hay muchos hermanos y hermanas que en el silencio y la oscuridad, en la vida familiar y laboral, en sus problemas y dificultades, en sus alegrías y esperanzas, viven cotidianamente la fe y llevan al mundo, junto con nosotros, el señorío del amor de Dios, en Cristo Jesús resucitado, ascendido al Cielo, nuestro abogado. Gracias.