"En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea; Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene; en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y se fue por toda la región del Jordán proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías (Is 40, 3-4): Una voz clama: "En el desierto abrid camino a Yahvé, trazad en la estepa una calzada recta a nuestro Dios. Que todo valle sea elevado, y todo monte y cerro rebajado; vuélvase lo escabroso llano, y las breñas planicie". (Lc 3, 1-4)
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Saint John in the Desert. Tomb of Saint Elisabeth.
"El fundador de los jesuitas, San Ignacio, ideó los ejercicios espirituales, una serie de meditaciones que ayudan a las personas a comprender cómo seguir a Jesús en sus propias vidas”.
"Tal vez soy una persona que sólo busca acumular dinero o quizá estoy paralizado por mis propios miedos. Quizá lo correcto sea probar una nueva profesión o ser más atrevido a la hora de hablar de mi fe o mis valores porque no tengo el valor suficiente o como tengo miedo a hacer el ridículo, no lo hago. No soy lo suficientemente libre para hacer lo que debería”.
"Lo digo mil veces. Prefiero una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma”.
"Hay muchas personas alejadas de la Iglesia que, en realidad, no han tenido mucho contacto con la religión. No les importa la religión, de ninguna forma. Por eso, ese espíritu de 'salir a las periferias' se centra en ellos”.
Durante los últimos siete meses, en el sur del estado de Kaduna, en el centro-norte de Nigeria, se han registrado incesantes ataques a comunidades cristianas en los que han muerto 178 personas. En una declaración de los obispos católicos de la provincia de Kaduna enviada a la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), los obispos denuncian: “Oscuras nubes de violencia envuelven nuestra tierra. Nuestro país está en las firmes garras de la Parca (la Muerte). En los últimos años, los perpetradores de esta violencia se han apoderado de la tierra y han puesto a nuestras fuerzas de seguridad a la defensiva”.
En los últimos diez años, el principal desafío de Nigeria ha sido contener al grupo terrorista Boko Haram. Hace dos años, los militares anunciaron que habían reducido el peligro. “Pero”, indican los obispos, “nuestra alegría duró poco ya que la situación ha ido empeorando progresivamente. Hoy día, casi todos los estados del norte están en manos de estos perpetradores de violencia y muerte. En los últimos tres años, hemos sido testigos de incesantes ataques y saqueos de comunidades enteras por parte de bandidos en estados como Benue, Kebbi, Plateau, Kaduna, Katsina, Nasarawa, Níger, Sokoto y Zamfara. Miles de vidas se han perdido por estos bandidos que operan con implacable desenfreno.” Y añaden: “Los estragos de Boko Haram, de los pastores de ganado, los secuestradores y los bandidos nos han convertido a todos en víctimas”.
El padre Sam Ebute sabe de primera mano de lo que hablan los obispos. El misionero de la Sociedad de Misiones Africanas (SMA) tiene su sede en Kagoro, una de las comunidades afectadas, donde trabaja como director para la promoción de vocaciones. Recientemente ha tenido que enterrar a 21 de sus feligreses, asesinados en uno de los ataques: “Ocurrió alrededor de las 23:20 horas del 21 de julio en la aldea de Kukum Daji, a unos diez minutos en coche de Kagoro. La comunidad celebraba un encuentro de jóvenes cuando, de repente, escucharon disparos y ruidos de hombres gritando. Supieron de inmediato de qué se trataba, porque allí se repitió lo que ya habían visto suceder en Agwala, Doka, Kaura y Zangon Kataf”, relata el padre Ebute a ACN.
“En menos de dos horas, los bandidos asesinaron a 17 jóvenes, la mayoría chicas, mientras que otras cuatro personas murieron de camino al hospital o en el hospital, sumando un total de 21. Otros 30 resultaron gravemente heridos y tuvieron que ser atendidos en los hospitales de Kafanchan y Kaduna”.
No ha sido la primera vez que el sacerdote ha tenido que enterrar a fieles: “Durante cuatro años, desde que me ordené sacerdote en 2016, he estado enterrando a mis feligreses. En 2017, tuve que enterrar a una mujer que había sido asesinada junto con sus cuatro hijos por la noche. En 2018, en la parroquia de Tsonje también tuvieron que enterrar a cuatro personas que fueron asesinadas. En 2019, en Zunruk, siete jóvenes fueron asesinados a plena luz del día mientras jugaban al fútbol”.
El último ataque ha sido en Kukum Daji. Todas estas comunidades están en zonas donde los misioneros llevan a cabo su ministerio, y todas ellas pertenecen a la parroquia principal de San José de Kagoro, en la diócesis de Kafanchan. “Durante las últimas siete semanas, hemos estado enterrando a nuestros feligreses sin vislumbrar un final. Estos últimos ataques nos han dejado a todos atemorizados, y especialmente con miedo a lo desconocido, porque no sabemos cuándo ocurrirán las próximas rondas de ataques y qué las desencadenará. No podemos practicar nuestra fe en paz. No confiamos en la seguridad de nuestros hogares”, ha señalado el misionero.
Esta situación afecta a la vida diaria: “Nuestros movimientos están limitados, nuestros fieles no pueden realizar libremente sus actividades. Ahora es temporada de cosecha, pero no se atreven a ir a sus campos por miedo a ser atacados allí. Han dejado que sus cultivos perezcan. Es como si nos dejaran morir a causa de nuestra fe.»
Cuando se le pregunta acerca de su tarea como sacerdote y misionero, el padre Ebute contesta: “Cuando eres pastor de los fieles y se producen tales ataques, es tan duro para ti como para ellos. No obstante, debes estar a su disposición para consolarlos, rezar por ellos y animarlos a conservar su fe en Dios y a mantenerse firmes. Ofrecemos apoyo espiritual, moral y material lo mejor que podemos”.
“La población del sur de Kaduna, en su dolor, se siente abandonada por su gobernador”, critican los obispos en la declaración. El P. Ebute está de acuerdo: “Lo que hace todo esto aún más difícil es el hecho de que el Gobierno no tome medidas decisivas para frenar la amenaza. Eso es lo más devastador y frustrante. Otra cosa que es difícil es predicar el perdón, la reconciliación, la paz y el amor a personas cuyos medios de vida les han sido arrebatados, cuya prosperidad disminuye y es destruida como resultado de estos ataques”.
A pesar de los asesinatos, la indescriptible violencia, de todo el dolor y sufrimiento, el misionero deposita su confianza en Dios: “En esta situación, me consuela el hecho de que Dios no está muerto y que nos está viendo. Su tiempo llegará. Él nos ha dicho en el Salmo 46, 10 que confiemos en Él. La sangre de estos mártires no será en vano”.
ACN, Adie Offiong y María Lozano.-
“Eres Jardín cerrado, hermana mía, esposa, eres jardín cerrado, fuente sellada”.
Era Lázaro un judío de buena posición social, perteneciente a una familia muy conocida en toda Palestina y muy relacionado con familias distinguidas de Jerusalén. Vivía en Betania, pequeña aldea situada a quince estadios de Jerusalén, junto al camino que unía la capital teocrática con el valle del Jordán. La familia componíase de tres miembros: Lázaro y sus dos hermanas, Marta y María.
Nunca se habla de sus padres ni de otros familiares, señal de que aquellos habían pasado a mejor vida y de que los tres hermanos vivían solos en la casa. De vez en cuando se aumentaba la familia con la llegada de Cristo y de sus apóstoles, que encontraban en casa de Lázaro amplio y cariñoso acogimiento.
En sus viajes de Jericó a Jerusalén pasaba Jesús junto a Betania y no dejaba nunca de entrar a saludar a su familia amiga. Otras veces, cansado de luchar en Jerusalén contra los escribas y fariseos, tomaba al anochecer el camino de Betania y descansaba allí de sus fatigas apostólicas. No era Lázaro el jefe de familia, o, al menos, no era él el encargado de obsequiar a los visitantes y de llevar el peso de la casa. Estas funciones de amo y dueño de casa las ejercía su hermana Marta, acaso porque Lázaro fuera mucho más joven que ella o porque la enfermedad le imposibilitaba ejercerlas por sí mismo.
Entre la familia de Lázaro y Jesús existía una amistad sincera y profunda. No especifican los evangelistas en qué radicaba esta confraternidad, pero una piadosa tradición afirma que ello se debía a que Lázaro llevaba una vida profundamente religiosa, ajustando su conducta a las prescripciones de la ley mosaica, de manera que podían aplicársele las palabras que pronunció Cristo a propósito de Natanael: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay dolo (Jn 1,47).
Apenas hubo oído hablar del Salvador y le hubo visto, se prendó del mismo, convirtiéndose en su verdadero discípulo. Tanto Lázaro como sus hermanas formaban parte, muy probablemente, de un grupo de piadosos israelitas que esperaban la redención de Israel. Eran muchos los que anhelaban oír la voz del Mesías, tantas veces preanunciado por los profetas, para deshacerse de la antigua ley, desfigurada por los fariseos, y abrazar !a ley de gracia.
Es también posible que la familia de Lázaro formara parte del movimiento religioso capitaneado por un grupo monástico residente en la región de Qumrán, al noroeste del mar Muerto, que se obligaba, entre otras cosas, a ejercer la hospitalidad.
El mejor elogio que puede hacerse de Lázaro lo hallamos en una frase que nos ha legado el evangelista San Juan al relatar las incidencias de la enfermedad de Lázaro. Afirma el evangelista que, habiendo enfermado Lázaro, sus hermanas enviaron un recado a Jesús, diciéndole: Señor, el que amas está enfermo (Jn 11,3).
La mencionada frase entraña un profundo contenido. El amor que sentía Jesús hacia Lázaro está patente en las pocas palabras que pronuncia. No es posible que el divino Maestro tuviese predilección por él si no hubiese atesorado Lázaro en su corazón el fascinante talismán de la santidad. Entre Jesus y las almas podría establecerse este paralelismo: Jesús ama a las almas en la medida que éstas atesoran más grados de perfección, de tal manera que a mayor santidad, más predilección por parte de Cristo.
El amor que Jesús profesaba a Lázaro aparece visiblemente en el diálogo mantenido entre Él y las hermanas del Santo. Informado el Maestro de la enfermedad que aquejaba a Lázaro por los mensajeros que le mandaron Marta y María, no partió inmediatamente a la cabecera del enfermo, sino que, como afirma San Juan, permaneció en el lugar en que se hallaba dos días más, pasados los cuales dijo a los discípulos: Vamos otra vez a Judea (Jn 11,7). Enterada Marta de que Jesús estaba por llegar, voló a su encuentro, se arrodilló a sus pies y, anegada en lágrimas, le dijo:
—Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que cuanto pidieras a Dios te lo concederá.
Respondióle Jesús:
—Tu hermano resucitará.
—Sé—dícele Marta—que resucitará en la resurrección en el ultimo día.
Jesús dijo entonces:
—Yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en mí aun cuando hubiera muerto, vivirá, y quien vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?
—Sí, Señor—dijo Marta—; yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo, el que viene al mundo.
Y dicho esto se fue a llamar a su hermana, diciéndole secretamente:
—Está aquí el Maestro y te llama.
Apenas María oyó estas palabras, se levantó apresurademente, abandonando a los asistentes, y, rápida como el entusiasmo de su corazon, salió al encuentro del Maestro. Los judíos que estaban con ella, viendo que María se levantaba y salía de prisa, la siguieron creyendo que iba a la tumba para llorar allí. Cuando María llegó a donde estaba Jesús, viéndole, postróse a sus pies, diciendo:
—Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.
Jesús, al ver llorar a María y a los judíos, se estremeció en su espíritu y se conturbó.
—¿Dónde lo habéis puesto?—dijo.
Contestáronle:
—Señor, ven y velo.
Y Jesús lloró. Y, al presenciar los judíos cómo gruesas lágrimas brotaban de sus ojos, exclamaron:
—¡Cómo le amaba!
Jesús, frente a la tumba de Lázaro, se estremece y llora. Las lágrimas son palabras del corazón. Manda Jesús que se quite la losa del sepulcro y con voz fuerte exclama: Lázaro sal fuera. Salió el muerto atado de pies y manos y el rostro envuelto en un sudario. El Dominador de la muerte, ante la estupefacción de los presentes, añadió: Soltadle y dejadle ir (Jn 11,17-44). Las delicadas manos de sus dos hermanas apresúranse a cumplir el mandato de Cristo, soltando las trabas que oprimían el cuerpo redivivo del que hacía cuatro días que había muerto.
El milagro tuvo gran resonancia; el nombre de Lázaro corría de boca en boca y su persona habíase convertido en signo de contradicción. "De la misma manera que el sol brilla sobre el barro y lo endurece, y brilla sobre la cera y la ablanda, así este gran milagro de nuestro Señor endureció algunos corazones para la incredulidad y ablandó a otros para la fe" (Fulton Sheen).
El pueblo sencillo acudía a Betania llevado por la curiosidad de ver a un ser redivivo, saludar a la familia y congratularse con ella del gran milagro que en su favor había obrado Cristo. "Muchos de los judíos que habían venido a María y vieron lo que había hecho (Jesús) creyeron en El" (Jn 11,45).
Debió convertirse Betania en meta de peregrinaciones, porque, según el Evangelio, una gran muchedumbre de judíos supo que Jesús estaba allí, y vinieron no sólo por Jesús, sino por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos (Jn. 12,9). Para los que le habían visto muerto y cerrado durante cuatro días en el sepulcro, era Lázaro una prueba irrefutable del poder taumatúrgico de Cristo.
Lo comprendieron así los príncipes de los sacerdotes, los cuales, alarmados por el número creciente de conversiones, resolvieron matar a Lázaro. Pero aún más: viendo que Jesús multiplicaba sus milagros y temiendo que todos creyeran en Él, reuniéronse en consejo y determinaron hacerle morir.
Como no había llegado todavía su hora, Jesús ya no andaba en público entre los judíos, antes se retiró a una región próxima al desierto de Judá, donde moró con sus discípulos. En Jerusalén se le buscaba afanosamente, preguntando si subiría a la fiesta de la Pascua. Muchos temían que Jesus no asistiría a la misma, pues los príncipes de los sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes para que, si alguno supiese dónde estaba, lo indicase, a fin de echarle mano (Jn 11,57).
Buscaban los hombres la manera de dar muerte al que era la resurrección y la vida, creyendo que de ellos dependía el momento y el día de su ejecución. Sin embargo, al prenderle (Mt 26,53-56), hízoles saber Cristo que se entregaba voluntariamente en sus manos y que ofrecía su vida para la redención del mundo porque era ésta la voluntad del Padre celestial. La resurrección de Lázaro fue lo que selló su muerte. Puesto que una piedra acababa de ser quitada de su sepulcro y Lázaro era llamado para que volviera a la vida. Caifás, en representación de las autoridades, profetizó que Jesús había de morir por el pueblo, y no solo por el pueblo, sino para reunir en uno todos los hijos de Dios (Jn 11,51-52).
La resurrección de Lázaro puso en ridículo a las autoridades judías. Todas sus acusaciones contra Jesús se derrumbaban estrepitosamente. Los hechos eran patentes: un hombre había muerto y Jesús lo resucitó al cabo de cuatro días. ¿Habéis oído cosa semejante? No se atrevieron las autoridades a negar la veracidad del hecho; no podían, porque muchos hombres de Jerusalén y Betania habían sido testigos oculares de los acontecimientos, siguieron el curso de la enfermedad de Lázaro, le vieron morir, asistieron a la conducción de su cadáver y divisaron el movimiento de la piedra, que, girando sobre sí misma, cerró la boca del sepulcro.
Al cuarto día, cuando el cadáver presentaba señales evidentes de putrefacción—Ya hiede, decía su hermana Marta—, la voz imperiosa de Cristo le grita: Lázaro, sal fuera. Lo que no hicieron entonces los enemigos de Jesús, lo han intentado sus sucesores, los racionalistas modernos. Para Paulus, Lázaro sufrió un síncope; creyéndole muerto, lo llevaron al sepulcro. Al llegar Cristo y mandar abrirlo, una ráfaga de aire fresco penetró en la caverna, reanimando al que equivocadamente habían dado por muerto.
Renán propone otra explicación no menos grotesca: cuando Jesús llegó a Betania, Lázaro estaba curado; pero sus dos hermanas, ruborizadas por haber molestado a Jesús al haberle obligado a venir, quisieron reparar la falta proporcionándole la ocasión de obrar un milagro. Prestóse Lázaro a dejarse vendar brazos y piernas, envolver su cabeza con un sudario y tenderse como un muerto en el sepulcro de familia.
No tuvo Cristo gran trabajo en reanimar al que estaba realmente vivo. Otros racionalistas eliminan el milagro recurriendo a la tesis de la alegoría: descartada la realidad histórica del milagro, dicen, la resurrección de Lázaro no es otra cosa que una composición literaria, o sea, un símbolo que pretende desarrollar el conocido tema, tan del agrado de Cristo, y que enuncia el evangelio de San Juan con las palabras Yo soy la resurrección y 1a vida (Jn 11,25). Para ellos la tesis crea el hecho.
Después de su resurrección llevó Lázaro una vida normal. Seis días antes de la Pascua fue Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos (lo. 12,1). La familia amiga le dispuso una cena, en la cual Marta servía, y Lázaro era de los que estaban a la mesa con Él. Los judíos se enteraron que Cristo estaba en Betania y fueron allí.
Al día siguiente continuaba en Jerusalén el entusiasmo por Jesús. Le rendía testimonio la muchedumbre que estaba con Él cuando llamó a Lázaro del sepulcro y le resucitó de entre los muertos. Por esto le salió al encuentro la multitud, porque habían oído que había hecho este milagro. Entre tanto los fariseos se decían: Ya veis que no adelantamos nada, ya veis que todo el mundo se va en pos de El (Jn. 12,17-19). Esto último cabe decir de las hipótesis que los racionalistas han forjado para eliminar el milagro de la resurrección de Lázaro.
Una hipótesis sucede a otra, sin que el pueblo se entere de su existencia. El alma popular, limpia del orgullo intelectual, sigue creyendo en la realidad del milagro y abriga la persuasión de que todo lo puede Aquel que es la resurrección y la vida. Sabe que Cristo vino al mundo para que todos tengan vida, y la tengan abundante (Jn 10,10). A Lázaro, junto con la vida del alma, devolvió Cristo la vida del cuerpo.
LADISLAO GUIM CASTRO, O. F. M.
Predicó en nombre de Jesucristo. "Los pobres son su prójimo" , decían los del lugar. A lo que él replicaba; "Son más que mi prójimo; son mis hermanos, mis hijos en espíritu" . Y en provecho de ellos vendió sus vastas heredades, vistió el sayal de peregrino y comenzó su misión evangelizadora con los menesterosos, los enfermos y los huérfanos.
Recorrió Florencia y se dirigió a la ciudad de Milán. El gobernador Anolino interrogó a los guardias: "¿,Quién es ese hombre que habla sobre la fe de un nazareno llamado Jesús y todos lo siguen?" Dio orden de que lo encarcelaran y al día siguiente se presentó en su celda. Su presencia llevaba un fin: persuadirlo a que adorase a los dioses de Roma.
Como Nazario se negase, fue flagelado y expulsado de Milán. Llevó entonces a la Galia su prédica evangelizadora. Un domingo, orando en la población de Melia, una mujer, llamada Marionilla, llegó con un niño, su hijo. "Aquí está Celso le dijo , para que lo bautices y lo instruyas en tu fe, la que recompensa con la vida eterna".
La gracia del Señor resplandeció sobre Celso. Nazario y Celso maestro y discípulo, sembraron, con sus eficaces pláticas y la ejemplaridad de sus vidas, aquella semilla de la cual habla el evangelio; y esta semilla "cayó toda en tierra fértil".
En la ciudad de Tréveris ambos realizaron milagros. En compañía de los recién convertidos entonaban cánticos sagrados y en las procesiones pregonaban la paz entre los hermanos y entre los pueblos.
Arrestados los dos y llevados a la cárcel, se los condenó a muerte. La tradición refiere que fueron milagrosamente salvados y volvieron a Italia. En Milán, el gobernador Anolino por segunda vez los hizo encarcelar. Como Nazario era ciudadano romano y pertenecía a la nobleza, el gobernador consultó la sentencia con Nerón.
Conducidos a la plaza mayor de Milán, fueron decapitados, el 28 de julio del año 68. Los cristianos recogieron sus cadáveres y los sepultaron en un huerto de extramuros.
Más de trescientos años después, en 395, fue revelado a san Ambrosio como él mismo ha escrito el lugar donde estaban los sagrados despojos. Refieren las crónicas que éstos estaban como si ese mismo día hubiesen sido sepultados. San Ambrosio los hizo trasladar a la iglesia de los Apóstoles, que acababa de hacer construir.
Los habitantes de Milán reverencian a estos dos santos como a sus dos patronos.
Por otra parte, en el martirologio jeronimiano, y posteriormente en todos los calendarios y martirológios, se consigna en este día y en Barcelona el nacimiento al cielo de San Cucufate.
Evidentemente, la vida de San Cucufate, tal como se nos refiere en la "Ieyenda de oro" de la Edad Media, presenta muchos rasgos característicos de las leyendas, tan frecuentes en todas las naciones cristianas. Sin embargo, la circunstancia de que ya Prudencio en su tiempo nos comunique con tanta precisión el hecho del martirio de San Cucufate en Barcelona, indica con suficiente claridad que, al menos, los hechos fundamentales de su martirio responden a la realidad. Téngase presente que Prudencio debió escribir dicha obra hada el año 380 y que el martirio de San Cucufate debió ocurrir el año 305 ó 306. Por consiguiente, se trataba de hechos relativamente recientes y que, por referirse a los mártires cristianos, tan venerados por todos los fieles, permanecían en la memoria de todos.
Hay más. El testimonio de Prudencio sobre la verdad del martirio de San Cucufate adquiere un valor muy especial si se le considera juntamente con los demás que presenta el poeta en el mismo himno. Pues bien; así como debemos decir que todos esos mártires a que alude Prudencio son realmente históricos, aunque tal vez en las Actas o Pasiones correspondientes se hayan mezclado rasgos legendarios, lo mismo debemos decir de San Cucufate.
Esto supuesto, es difícil, y aun prácticamente imposible, señalar no sólo con precisión, pero ni aun aproximadamente, cuáles son en el martirio de San Cucufate los datos históricos y cuáles los legendarios. En general podemos afirmar que los hechos fundamentales de su valor y constancia, de su ardiente fe y de su heroísmo en derramar su sangre por defenderla, son históricos y responden a la realidad. En cambio, entran, sin duda, en el campo de la leyenda multitud de rasgos accidentales o circunstanciales del martirio, particularmente la multitud de tormentos a que es sometido, los milagros estupendos y repetidos y las muertes de los perseguidores de San Cucufate. En todo caso, persiste la ejemplaridad del martirio como modelo para todo cristiano de nuestros días.
He aquí, pues, lo que se nos ha transmitido sobre el martirio de San Cucufate:
Era de origen africano, y nació de padres nobles y cristianos en la población de Scila. Enviado, con su hermano Félix, a Cesarea de la Mauritania para aprender las letras humanas, hizo allí grandes progresos, no sólo en el estudio, sino más aún en el espíritu. Mas, como ambos se sintieran animados de un intenso deseo del martirio, teniendo noticias de que había estallado una sangrienta persecución contra los cristianos, partieron para España y desembarcaron en Barcelona.
Al entender, pues, que el prefecto Daciano, atravesando las Galias, se dirigía a España, mientras Félix se dirigió a Gerona, Cucufate decidió esperarlo en Barcelona, mientras se preparaba con especiales oraciones para el martirio. Al mismo tiempo se dedicó al oficio de mercader, procurando ejercitar la caridad con los hermanos cristianos. Llegado, pues, Daciano a Barcelona, como entretanto se había dado a conocer Cucufate por su eximia caridad con los pobres y necesitados y por sus obras de celo, fue bien pronto delatado.
Preso, pues, por orden del juez, fue encerrado en un calabozo, donde se trató primero por todos los medios posibles de inducirle a que sacrificara a los ídolos. Mas, como persistiera con la mayor firmeza en la confesión de la fe, fue entregado en manos del prefecto Galerio para ser torturado. Este, en efecto, presa de una fiera rabia contra los cristianos, lo entregó a doce robustos soldados, con la orden de que por turno le azotaran y con las uñas de hierro y con los escorpiones lo despedazaran hasta que le quitaran la vida. Aplicáronle al punto tan inhumano tormento, y ya estaba el cuerpo del mártir completamente dilacerado cuando, por justo castigo de Dios, los verdugos se sienten heridos de ceguera y el prefecto cae herido de muerte, mientras Cucufate es milagrosamente sanado de sus heridas.
Ante tan estupendos milagros gran multitud del pueblo abandona la superstición pagana y abraza la fe de Cristo; pero, entretanto, el nuevo prefecto Maximiano, sucesor de Galerio, ordena a los verdugos asar cruelmente al mártir en las parrillas y, para aumentar la tortura, untar el cuerpo asado con vinagre y pimienta. El mártir, por su parte, puesto en medio del tormento, entona salmos al Señor, y con un nuevo milagro es sanado repentinamente, mientras los verdugos perecen en el fuego. Ciego de rabia el prefecto, y atribuyendo todas estas maravillas a arte diabólica, manda inmediatamente que se encienda un gran fuego y en él se queme el mártir; mas, puesto Cucufate en medio de la ingente llama, sumido en oración al Señor, permanece enteramente ileso, mientras la llama se extingue por completo.
Desconcertado y confuso el prefecto Maximiano, ordena volver al mártir a la cárcel, para decidir él durante la noche lo que se deberá hacer. Mas, durante aquella noche, es recreado el mártir con un resplandor celeste en su prisión, con el cual, ilustrados los carceleros, penetraron en la verdadera luz interior y creyeron en Cristo. Al tener, pues, noticia de todo esto, ciego de ira Maximiano, manda flagelar al mártir con azotes de hierro hasta quitarle la vida; pero, mientras se le aplicaba tan inhumano tormento, por efecto de la oración del mártir arde en llamas la carroza del prefecto Maximiano, y, mientras se dirigía al templo para sacrificar a los ídolos, muere presa de las llamas, al mismo tiempo que los ídolos caen al suelo hechos pedazos.
Finalmente, el nuevo prefecto Rufo, escarmentado en sus predecesores, no se atrevió a aplicar ningún tormento al mártir, sino que, pronunciando la sentencia contra Cucufate, ordena que lo pasen por la espada. Así, pues, habiendo superado la crueldad del fuego, del hierro y de todos los tormentos, herido por la espada obtuvo la palma del martirio el 25 de julio. El martirio tuvo lugar en las afueras de la ciudad, en el campamento militar denominado Castrum Octavianum, que es la actual población de San Cugat del Vallés, junto a Barcelona.
La memoria de San Cucufate se mantuvo fresca en Barcelona y en toda la Península, según se manifiesta claramente en las palabras de Prudencio, citadas al principio, y en los breves elogios de los martirológios. Desde el siglo VIII existió en el Castro Octaviano, un monasterio dedicado a San Cucufate (o San Cugat), de quien se suponía que se conservaban las reliquias. Sin embargo, conforme a una tradición, la cabeza había sido llevada a Francia. Este monasterio de San Cugat recibió su forma definitiva en los siglos XII y XIII y se conservó hasta la supresión general de 1835. El edificio se puede admirar todavía en nuestros días.
Son curiosas, por otra parte, las noticias que sabemos sobre los recuerdos de San Cucufate en Francia. En efecto, consta que FuIrado, abad del monasterio de San Dionisio, se procuró algunas reliquias de San Cucufate y las depositó en un monasterio fundado por él en Alsacia. Su nombre antiguo era La Celle-de-FuIrad; pero se cambió entonces con el de San Cucufate. Pero el año 835 el abad Hildnin hizo llevar estas reliquias a San Dionisio, de París. De hecho, consta que desde el siglo IX la devoción a San Cucufate se extendió por los alrededores de París. En las proximidades de Rucil, en medio del bosque, hay un pequeño lago que ostenta el nombre de Saint Cucufat. Según algunos investigadores, hubo allí en otros tiempos una capilla dedicada al Santo, de la que todavía en el siglo XVIII se conservaba la memoria, acudiendo el pueblo para ciertas peregrinaciones. Se le designaba con el nombre transformado de Saint Quiquenfat. Otros nombres vecinos de Guinelat, Conat y Coplian son interpretados como recuerdos de San Cugat.
BERNARDINO LLORCA, S. I.
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 27 de octubre de 2010 .-
Benedicto XVI destacó la importancia de la colaboración entre hombres y mujeres consagrados a Dios, ese miércoles durante la audiencia general celebrada en la plaza de San Pedro, cuya catequesis dedicó a santa Brígida de Suecia (1303-1373).
“La colaboración de consagrados y consagradas, siempre en el respeto de su vocación específica, reviste una gran importancia en el mundo de hoy”, afirmó. El Papa se refirió a la orden religiosa fundada por santa Brígida, dedicada al Santo Salvador y compuesta por monjes y monjas bajo la autoridad de la abadesa. El Pontífice afirmó que el carácter mixto, bajo la dirección de una mujer, de esa orden “no debe sorprendernos”.
Por otra parte, el Papa se refirió a santa Brígida de Suecia como modelo de esposa y de viuda, distinguiendo dos periodos en su vida, separados por el fallecimiento de su marido. Del primer periodo, caracterizado “por su condición de mujer felizmente casada”, el Papa destacó “el compromiso educativo de Brígida respecto a sus hijos”, signo del cual es que la segunda de sus ocho hijos, Karin (Catalina) sea venerada como santa.
Para el Papa, “este primer periodo de la vida de Brígida nos ayuda a apreciar la que hoy podríamos definir una auténtica "espiritualidad conyugal": juntos, los esposos cristianos pueden recorrer un camino de santidad, sostenidos por la gracia del Sacramento del Matrimonio”. Además, añadió, “no pocas veces, precisamente como sucedió en la vida de santa Brígida y de Ulf, es la mujer la que con su sensibilidad religiosa, con la delicadeza y la dulzura consigue hacer recorrer al marido un camino de fe”.
En este punto, el Pontífice tuvo palabras de reconocimiento hacia “tantas mujeres que, día a día, aún hoy, iluminan a sus propias familias con su testimonio de vida cristiana”. Y auspició “que el Espíritu del Señor pueda suscitar también hoy la santidad de los esposos cristianos, para mostrar al mundo la belleza del matrimonio vivido según los valores del Evangelio: el amor, la ternura, la ayuda recíproca, la fecundidad en engendrar y educar hijos, la apertura y la solidaridad hacia el mundo, la participación en la vida de la Iglesia”.
Respecto al segundo periodo de la vida de santa Brígida, el Papa explicó que “renunció a otro matrimonio para profundizar en la unión con el Señor a través de la oración, la penitenciay las obras de caridad”.
La propuso como modelo para las viudas cristianas, recordando que la santa, “a la muerte de su marido, tras haber distribuido sus propios bienes a los pobres, aun sin acceder nunca a la consagración religiosa, se estableció en el monasterio cisterciense de Alvastra”, donde tuvo revelaciones divinas hasta su muerte.
La Iglesia no se ha pronunciado sobre cada una de esas revelaciones, pero ha acogido la autenticidad conjunta de su experiencia interior, recordó el Pontífice. “De hecho, leyendo estas Revelaciones, se nos interpela sobre muchos temas importantes”, dijo, temas como la Pasión de Cristo y la dolorosa maternidad de María.
Benedicto XVI señaló también que santa Brígida estaba convencida de que todo carisma está destinado a edificar a la Iglesia, por lo que muchas de sus revelaciones estaban dirigidas, “en forma de advertencias incluso severas, a los creyentes de su tiempo, incluyendo las autoridades religiosas y políticas, para que viviesen de manera coherente su vida cristiana”.
Finalmente, el Papa se refirió a la santa, copatrona de Europa desde el año 2000, como a una “figura eminente en la historia de Europa” y consideró que ella puede ayudar a que el continente se alimente siempre de sus raíces cristianas y en el ecumenismo.
“Procedente de Escandinavia, santa Brígida atestigua cómo el cristianismo había permeado profundamente la vida de todos los pueblos de este Continente”, afirmó.
Y añadió: “Declarándola copatrona de Europa, el Papa Juan Pablo II auguró que santa Brígida –que vivió en el siglo XIV, cuando la cristiandad occidental aún no había sido herida por la división– pueda interceder eficazmente ante Dios, para obtener la gracia tan esperada de la plena unidad de todos los cristianos”.
A lo largo de los siglos, la iglesia de Santa Sofía fue decorada con exquisitez. Todas las bóvedas y las cúpulas, además de algunas paredes, fueron cubiertas de mosaicos sobre un fondo de oro. Contenían representaciones de la Virgen María, Jesús, los santos, ángeles, y también de emperadores y emperatrices e incluso motivos vegetales y geométricos en un estilo puramente decorativo.
Sin embargo, estas decoraciones se modificaron o truncaron a lo largo de la larga historia de esta basílica que se convirtió en mezquita y luego en museo. No obstante, en la actualidad se conservan y protegen algunos mosaicos cristianos que admiran millones de turistas.
De ahí surge, entonces, la cuestión, dado que el lugar vuelve a convertirse en centro de culto musulmán y celebrará los cinco rezos cotidianos. ¿Qué va a suceder con esos mosaicos cristianos cuando el Islam rechaza toda representación humana?
El pasado martes 14 de julio, la autoridad turca para Asuntos Religiosos, Diyanet, ofreció algunas aclaraciones sobre las futuras medidas a este respecto. La administración turca anunció así su intención de ocultar los iconos durante los tiempos dedicados a la oración musulmana. «Los iconos cristianos deberán ser ocultos con cortinas y otros medios apropiados».
También se hizo referencia a técnicas de iluminación para ensombrecer los iconos durante los momentos de oración. Por su parte, Omer Celik, portavoz del partido turco AK Party, precisó que «los mosaicos de la emblemática basílica de Santa Sofía de Estambul serán cubiertos con cortinas o láseres durante las oraciones musulmanas, pero permanecerán visibles a los visitantes durante las horas autorizadas», y añadió además que las visitas pasarán a ser gratuitas.
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La violencia contra los cristianos en la India no se aplaca. Incluso la propagación de la pandemia del coronavirus y el aislamiento impuesto a nivel nacional para contenerla no han logrado aliviar a los cristianos. Según un informe semestral del Foro Cristiano Unido (UCF), una organización cristiana interconfesional de Nueva Delhi, que lucha por los derechos de la minoría cristiana principalmente a través de la protesta – informa UCA News – 121 fueron los brotes de violencia en 15 estados en el primer semestre del año, con la pérdida de dos vidas humanas, y 95 ataques registrados en el país. Las iglesias asaltadas fueron a menudo ocupadas ilegalmente o cerradas.
Michael Williams: Nadie debe ser perseguido por su fe
"Nadie debe ser perseguido a causa de su fe", afirmó Michael Williams, Presidente de la UCF, en un comunicado de prensa publicado este 13 de julio. "Es preocupante ver que estos horribles actos continúan incluso después de una serie de indicaciones de la Corte Suprema al gobierno". "La policía y la administración local, que son responsables del orden público – añadió el líder cristiano – deben actuar rápidamente contra cualquier persona involucrada en la violencia".
La libertad para practicar la fe se ha reducido
La UCF, que junto con la Alianza para la Defensa de la Libertad de la India, la Comisión de Libertad Religiosa de la EFI y la Asociación Jurídica Cristiana, logró reabrir 19 iglesias y conseguir que 28 párrocos fueran liberados bajo fianza o absueltos de cargos falsos, explicó que los incidentes revelaron que la libertad de practicar la fe se había reducido en 15 de los 28 estados de la India y añadió que ningún partido político estaba adoptando una postura firme contra estos actos de violencia.
Falsas acusaciones de conversiones forzadas
Existe una tendencia creciente e incontrolada a no presentar cargos, los primeros informes (FIR), contra los autores de la violencia, hasta el punto de que sólo se han registrado 20 de los 121 incidentes que han ocurrido. El modus operandi es casi siempre el mismo: después de que una multitud, acompañada por la policía local a un servicio de oración, comienza a gritar slogans, golpeando a hombres, mujeres y niños, los pastores son arrestados por la policía bajo falsas acusaciones de conversiones forzadas.
Luchar por los derechos humanos
Desafortunadamente, los datos de la UCF muestran que la violencia contra los cristianos aumenta constantemente. El número de incidentes registrados en 2014 fue menos de 150, casi 200 en 2015, más de 200 en 2016, más de 250 en 2017, y llegó a 300 en 2018. En 2019 se registraron 328 incidentes de violencia. "Esto ya no se trata de la fe", concluyó Michael. “Se trata del derecho constitucional de vivir de manera respetuosa, a llevar una vida pacífica y a dejar que otros la vivan también. La UCF, cuyo principal objetivo es luchar por los derechos humanos, seguirá luchando por ello”.