La gruta de Belén

José tuvo tiempo y modo para arreglar todo bien, incluso el pesebre

 

El Evangelio de Lucas señala que María, después de dar a luz a su hijo, “lo recostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el aposento” (Lc 2,7). El “pesebre”indica que en el sitio donde nació Jesús se guardaba el ganado. Lucas señala también que el niño en el pesebre será la señal para los pastores de que allí ha nacido el Salvador (Lc 2,12.16).

 

La palabra griega que emplea para “aposento” es katályma. Designa la habitación espaciosa de las casas, que podía servir de salón o cuarto de huéspedes. En el Nuevo Testamento se utiliza otras dos veces (Lc 22,11 y Mc 14,14) para indicar la sala donde Jesús celebró la última cena con sus discípulos.

Posiblemente, el evangelista quiera señalar con sus palabras que el lugar no permitía preservar la intimidad del acontecimiento. Justino (Diálogo con Trifón 78) afirma que nació en una cueva y Orígenes (Contra Celso 1,51) y los evangelios apócrifos refieren lo mismo (Protoevangelio de Santiago 20; Evangelio árabe de la infancia 2; Pseudo-Mateo 13).

De todas estas menciones, la más antigua y autorizada documentación de la Gruta - Pesebre de Belén es la del apologista, filósofo y mártir S. Justino de Nablús, que escribía poco después del año 150.

Su testimonio tiene un valor extraordinario, aún cuando no hubiera estado personalmente en Belén en aquel tiempo de ocupación pagana, porque, era palestino de nacimiento, cercano a la época de Cristo, portavoz de la tradición local, profundo conocedor de la lengua griega, comprometido en la lucha contra la clase docta judía (Celso). La mención se encuentra en el Diálogo con Trifón, 78:

"Habiendo nacido entonces el Niño en Belén, porque José no tenía en aquella aldea (kóme) donde alojarse, se alojó en una cierta gruta (spélaio) cercana a la aldea, y entonces, estando ellos allí, María dio a luz a Cristo y lo puso en un Pesebre, donde fue encontrado por los Magos provenientes de Arabia".

 

 

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La forma y la descripción son muy concisas, de estilo clásico, pero es testimonio seguro de la "tradición palestina", quizá también local, donde los judeo-cristianos permanecieron también después de la paganización del año 135.

José y María, dándose cuenta de la situación local y después de haber renunciado por elección y por la fuerza de las circunstancias a la habitación superior (= Katályma) de la casa, se retiraron a una de las "grutas-almacenes" de la habitación, precisamente a aquella que, teniendo el acceso externo independiente y dando al este, estaba destinada y adaptada para el animalito de casa.

En las dilaciones del censo y en espera del alegre suceso, José tuvo tiempo y modo para arreglar todo bien, incluso el pesebre; que no era una simple cueva, sino un sistema de grutas, que, queriendo, podían comunicar con la habitación superior.

 

 

Gruta de la Natividad de Belén

Gruta de la Natividad de Belén

 

 

Por tanto hay trabajo para José: limpieza y arreglos, algún madero para formar un ángulo reservado, primero para María y luego para él, un lugar seco y fresco para conservar las provisiones alimenticias; el agua de la cisterna estaba allí cerca; en suma, un arreglo decente, en una típica gruta palestina, pero junto a una casa, donde quedarse sin problemas aquel par de meses de la "separación ritual" requeridos para la perfecta observancia de la Ley judía.

San José hizo todo este trabajo con habilidad de artesano, propia de él y con la mente fija en el doble Misterio que él, cabeza de familia investido expresamente por el Cielo para tan grave misión, no sólo debía guardar, sino también defender de toda curiosidad humana, con la discreción del justo y el tacto del descendiente real.

 

 

 

+ info:

¿cómo era Belén en tiempos de Jesús?

 

 

 

Diálogos para comprender

Su fiesta se celebra el 26 de diciembre

Esteban fue un hombre extraordinario, lleno de fe y del Espíritu Santo, amado y estimado por todos los miembros de la comunidad cristiana. Su predicación tuvo gran aceptación y las conversiones se multiplicaban. La gente acudía a oírlo, dejaba la sinagoga y se añadía al grupo de los que creían en Jesús. Esteban, cuyo nombre significa “coronado”, es conocido como el “protomártir”, al ser el primer hombre que derramó su sangre por su fe en Jesucristo.

 

Llegó a ser uno de los hombres en los que más se pudieron apoyar los apóstoles  para difundir su mensaje. Según podemos ver en los Hechos de los Apóstoles, la aparición de Esteban y de los otros diáconos en la vida pública de Jerusalén llegó cuando viudas y pobres que no eran israelitas se quejaron porque las ayudas eran destinadas a los propios israelitas antes que a los extranjeros.

En ese momento, los apóstoles argumentaron que ellos no podían hacer frente a esa clase de conflictos porque estarían dejando de lado su misión de difundir el mensaje divino.

 

Esteban

 

 

 

Por ello, dieron la oportunidad de elegir a siete hombres justos que se encargaran de repartir las ayudas entre los pobres. Los mismos ciudadanos eligieron a los siete hombres justos, entre los que se encontraba Esteban. Estos hombres fueron presentados a los apóstoles y ordenados diáconos.

La labor de Esteban empezó a hacerse patente cuando los judíos venidos de otros países entablaban conversaciones con él, no pudiendo resistir la sabiduría que salía de sus palabras, inspiradas por el Espíritu Santo. Los de la sinagoga de los Libertos le llevaron delante del Sanedrín, presentando testigos falsos y acusándole de afirmar que Jesucristo iba a destruir el templo y poner fin a las leyes de Moisés.

Esteban pronunció un discurso ante el los miembros del Sanedrín en el que fue repasando la historia del pueblo de Israel, echándoles en cara a los judíos su eterna oposición a los profetas y enviados de Dios, llegando incluso a matar al más importantes de todos ellos, el Redentor Jesucristo. Oyendo esto, los miembros del Sanedrín se enfurecieron. Esteban, lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo exclamando:

“Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre en pie a la derecha de Dios”. En ese momento, los que le escuchaban se taparon los oídos y se lanzaron contra él.

 

Lo sacan entre gritos y empujones fuera de las murallas; los verdugos, tras quitarse sus mantos y dárselos a un joven llamado Saulo, se disponen a lanzar piedras contra el cuerpo del primer mártir cristiano.

 

 

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Esteban se hinca de rodillas y con los ojos hacia el Monte de los Olivos, donde un año o dos antes subió Jesús a los cielos, ruega a Él por los que le van a dar muerte, exclamando cuando siente los primeros golpes:

“Domine Iesu, suscipe spiritum meum, Señor Jesús, recibe mi espíritu”.

 

Cayó su cuerpo bañado en sangre. El perdón de los enemigos, la caridad cristiana que abraza a todos los hombres, el mandato del amor había arraigado bien en el corazón de la Iglesia. El primer mártir cristiano moría perdonando a sus verdugos, tal y como lo había hecho Jesucristo en lo alto de la cruz.

Esta mansedumbre y caridad cristiana es la nota distintiva de la plenitud de San Esteban. Estaba lleno de gracia, sabiduría y de poder sobrenatural, pero sobre todo estaba lleno de amor, tenía un corazón formado en la escuela de Cristo.

El odio contra Esteban y Jesús, recogido en el corazón más grande que allí había presente, el único en que cabía, se iba a convertir en amor. Saulo, el fariseo, será muy pronto Pablo, el siervo de Cristo. La mejor corona de Esteban será la conversión de Saulo, que ahora guarda los vestidos de los verdugos, y que se va a convertir en el Apóstol, en el medio elegido por Dios para dar a conocer la doctrina de su Hijo.

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MARTIRIO SAN ESTEBAN

 

¿Por qué se eligió esta fecha para la conmemoración del nacimiento de Cristo, y no otra?

Investigaciones realizadas a partir del Evangelio de Lucas demuestran con gran probabilidad que Jesús realmente pudo haber nacido el 25 de diciembre.

 

¿Pero Jesús nació verdaderamente el 25 de diciembre?

Una respuesta afirmativa es aquella a la que se puede llegar a través de los estudios del profesor Shemarjahu Talmon, de la Universidad Hebrea de Jerusalén. El docente partió del pasaje del Evangelio de San Lucas (1, 5-13) en el que se cuenta que en la época en la que Herodes era rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías, marido de Isabel.

Lucas dice que “mientras Zacarías oficiaba ante el Señor, en el turno de su clase, según la usanza del servicio sacerdotal, le tocóa suertes entrar en el templo para hacer la ofrenda del incienso” y en ese momento se le apareció un ángel que le predijo el nacimiento de un hijo, que habría de llamar Juan (el Bautista).

 

Se sabe que, en el antiguo Israel, los que pertenecían a la casta sacerdotal se dividían en 24 clases, que se organizaban en un orden inmutable y que debían prestar servicio litúrgico en el templo durante una semana, de sábado a sábado, dos veces al año. La clase de Zacarías, la de Abías, era la octava en el orden oficial.

Con la ayuda del calendario de la comunidad esenia de Qumrân, el profesor Talmon reconstruyó los turnos, el segundo de los cuales caía en septiembre. Las antiguas Iglesias de Oriente celebran, de hecho, la concepción de Juan entre el 23 y el 25 de septiembre.

El evangelista Lucas dice que la anunciación del ángel Gabriel a María sucedió seis meses después de la concepción de Juan (Lc, 1, 26). Las liturgias orientales y occidentales concuerdan en la identificación de esta fecha con el 31 del mes de Adar, que corresponde a nuestro 25 de marzo, fecha en la que la Iglesia celebra el anuncio del ángel y la concepción de Jesús. La fecha del nacimiento, por tanto, debería ser colocada 9 meses después, es decir el 25 de diciembre.

Los estudios del profesor Talmon, sin embargo, no han callado las voces que apoyan la falta de fundamento de esta fecha, considerada contraria al relato evangélico de Lucas, ya que este habla de pastores que pasan la noche al raso, evocando un contexto más primaveral que invernal.

 

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Con respecto a esto, se evocan las normas de pureza típicas del judaísmo, recordando antiguos tratados en los que los rebaños se diferenciaban en tres tipos: los compuestos sólo de ovejas de lana blanca, consideradas puras y que después de pastar volvían a entrar en el redil en el centro de las poblaciones; las compuestas por ovejas de lana en parte blanca y en parte negra, que por la tarde entraban en rediles dispuestos a las afueras de las poblaciones; y las ovejas de lana negra, consideradas impuras, que no podían entrar ni en las ciudades ni en los rediles, debiendo permanecer a la intemperie con sus pastores en cualquier periodo del año.

El Evangelio, recuerda, además, que los pastores hacían turnos de guardia, lo que indicaría una noche larga y fría, apropiado al contexto invernal.

Es la noche la que acoge la Misa más tradicional de Navidad, la de medianoche, que recuerda cómo el papa de Roma solía celebrar tres Eucaristías en esa festividad, la primera de las cuales comenzaba alrededor de la medianoche y se celebraba en la Basílica de Santa María la Mayor, donde según la tradición, se encuentran las reliquias del pesebre en el que fue depositado el Niño Jesús.

El Pontífice celebraba, además, la misa para la comunidad griega de Roma en la iglesia de Santa Anastasia, quizás en recuerdo de la anastasis, la resurrección; era la celebración que hoy en el Misal figura como la Misa de la Aurora. La tercera misa era, finalmente, la que nosotros llamamos “diurna” que el Papa celebraba en San Pedro, que se encontraba fuera de las murallas romanas, para quien vivía a las afueras, esencialmente la población rural.

 

+ info:  Nació Jesús el 25 de diciembre?

 + info:  El color de las ovejas de Belén

 

 

 

EL BUEY Y LA MULA

Estos animales  sabían intuitivamente que el universo acababa de ser restaurado, sabían que la creación entera había sido renovada. Habían reconocido en ese Niño a su Señor.

 

En los belenes populares, como en todas las representaciones iconográficas que a lo largo de los siglos se han hecho de la Navidad, nunca faltan el buey y la mula (o un asno, dependiendo de las latitudes), entibiando con sus hálitos a ese Niño que acaba de nacer en un pesebre.

Sin embargo, el buey y la mula no aparecen por ninguna parte en la narración evangélica del Nacimiento, que está llena de rasgos asombrosos de observación y de frases incidentales que contribuyen a completar un cuadro de gran patetismo: «Estando [María] allí [en Belén], se cumplieron los días de su parto, y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales y lo reclinó en un pesebre; porque no había para ellos lugar en la posada».

Pero la tradición ha querido incorporar a tan conmovedora escena una mula y un buey; y en la propia insistencia de la tradición, que se remonta a los primeros siglos del cristianismo, tiene que haber algún significado, pues no se colarían de matute dos bichos tan grandes en un sitio tan pequeño si nadie les hubiese dado vela en el natalicio.

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¡Pues anda que no le hubiese resultado fácil a Lucas añadir que un ángel brindaba calor al niño, envolviéndolo con sus alas! Por otro lado, no parece del todo claro que en Belén hiciese frío aquella noche (por mucho frío que haga, al menos en el hemisferio boreal, en la noche elegida para rememorarla), pues a renglón seguido se nos anuncia que «había en la región unos pastores que pernoctaban al raso y de noche se turnaban velando sobre su rebaño»; de donde se desprende que la noche era grata y serena, si acaso con un poco de relente del que los pastores se defenderían apretujando sus cuerpos a los de las ovejas que custodiaban, pues de lo contrario se habrían recogido en la majada.

Conque, hemos de concluir, el Niño que acaba de nacer en el pesebre disfruta de una noche medianamente apacible; y con los pañales con que su Madre lo ha enfajado puede que le baste (y aun le sobre, conociendo la propensión de las madres a abrigar en exceso a sus hijos recién nacidos) para no sufrir el relente.

Y, además, por el lugar revolotean los ángeles, que si tienen tiempo para el trajín de andar anunciando el acontecimiento a los pastores, mucho más lo tendrían para hacerle de estufas o edredones nórdicos al Niño.

El buey y la mula parecen, pues, convidados superfluos, incluso intempestivos, según el principio de economía narrativa que debe presidir un buen relato; y por eso los evangelistas no los mencionan, estuviesen o no participando de tan gozosa escena.

Pero la tradición iconográfica nunca ha dejado de incluir el buey y la mula en el reparto; para lo que se han buscado todo tipo de explicaciones teológicas, poéticas o meramente peregrinas. Así, por ejemplo, algunos Santos Padres interpretan que el buey y la mula representan la unidad del Antiguo y del Nuevo Testamento, o a la iglesia de los judíos y de los gentiles.

Y, según una leyenda muy extendida, se afirma que San José llevaba el buey para pagar el tributo al César; y que la mula había servido de cabalgadura a María, puesto que de Nazaret a Belén hay cuatro días de camino a pie, que no parecen muy recomendables para una mujer encinta y con los apremios del parto.

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Pero, como algún comentarista bíblico ha observado, no resulta verosímil que a un hombre que llega conduciendo un buey y a una mujer que viene subida en una mula se les niegue sitio en la posada; pues tan pobres no debían de ser. Seguro que la mula fue prestada; y el tributo que José pagara al César en el empadronamiento, siendo un carpintero más bien menesteroso, no creo que fuese tan magnífico.

Hay un versículo en Isaías que viene como de molde para explicar la presencia de estos dos humildes animales en el pesebre de Belén: «Conoce el buey a su dueño y el asno el pesebre de su amo, pero Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento».

Buey y asno (o buey y mula, en los países de nuestra cultura) representarían así ese conocimiento intuitivo de las cosas naturales que sólo los animales tienen, esa suerte de sexto sentido que les hace recogerse ante la inminencia de una tormenta, mientras a los hombres los pilla el chaparrón desprevenidos.

Y eso simbolizan esas dos figuras que seguimos colocando en nuestros belenes: lo que había ocurrido en aquel pesebre, a las afueras de Belén, había pasado inadvertido al común de los hombres; pero los animales lo presagiaban en el aire: sabían intuitivamente que el universo acababa de ser restaurado, sabían que la creación entera había sido renovada. Habían reconocido en ese Niño a su Señor.

por Juan Manuel de Prada en XLSEMANAL

La mula y el buey

"Nosotros somos buey y asno frente a lo eterno, buey y asno cuyos ojos se abren en la nochebuena de forma que, en el pesebre, reconocen a su Señor".


Autor: Cardenal Joseph Ratzinger

I.

El especial calor humano que tanto nos conmueve en la fiesta de navidad y que incluso en los corazones de la cristiandad ha sobrepujado a la pascua, se desarrolló por primera vez en la edad media, y aquí fue Francisco de Asís el que, partiendo de su profundo amor al hombre Jesús, hacia el Dios-con-nosotros, contribuyó a introducir esta novedad. 

 

 

Su primer biógrafo, Tomás de Celano, nos cuenta en su segunda biografía lo siguiente: «Más que ninguna otra fiesta celebraba él la navidad con una alegría indescriptible. Él afirmaba que ésta era la fiesta de las fiestas, pues en ese día Dios se hizo un niño pequeño y se alimentó de leche del pecho de su madre, lo mismo que los demás niños.

Francisco abrazaba -¡y con qué delicadeza y devoción!- las imágenes que representaban al niño Jesús y lleno de afecto y de compasión, como los niños, susurraba palabras de cariño. El nombre de Jesús era en sus labios dulce como la miel».[3]

De tales sentimientos procedió la famosa celebración de la navidad en Greccio (año 1223), a la cual le pudieron animar e incitar su visita a la tierra santa y al pesebre que se halla en Santa María la Mayor en Roma; pero lo que sin duda influyó más en él fue el deseo de más cercanía, de más realidad.

Y le movió asimismo a ello el deseo de hacer presente a Belén, de experimentar directamente la alegría del nacimiento del niño Jesús y de comunicar esa alegría a sus amigos.

De esa noche del pesebre nos habla Celano en la primera biografía, de tal manera que conmovió cada vez más a los hombres y, al mismo tiempo, contribuyó decisivamente a que pudiera desarrollarse y extenderse esta hermosísima costumbre de la navidad: la de montar «belenes» o «nacimientos». (…)


II.

En la cueva de Greccio, por indicación de Francisco, se pusieron aquella noche un buey y un asno [7]. Efectivamente, él había dicho:

Desearía provocar el recuerdo del niño Jesús con toda la realidad posible, tal como nació en Belén y expresar todas las penas y molestias que tuvo que sufrir en su niñez. Desearía contemplar con mis ojos corporales cómo era aquello de estar recostado en un pesebre y dormir sobre las pajas entre un buey y un asno.[8] 

 

 

 

Desde entonces, un buey y un asno forman parte de la representación del pesebre o nacimiento. ¿Pero de dónde proceden propiamente estos animales? Los relatos de la navidad del nuevo testamento no nos narran nada acerca de esto.

Pero, si profundizamos esta cuestión, topamos con un hecho que es importante para todas las costumbres navideñas y sobre todo para la piedad navideña y pascual de la iglesia en la liturgia y al mismo tiempo en los usos populares. 

El buey y el asno no son simples productos de la fantasía; se han convertido, por la fe de la iglesia, en la unidad del antiguo y nuevo testamento, en los acompañantes del acontecimiento navideño. En efecto, en Isaias/01/03 se dice concretamente: «Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo, pero Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento».(…)

En las representaciones medievales de la navidad, no deja de causar extrañeza hasta qué punto ambas bestias tienen rostros casi humanos, y hasta qué punto se postran y se inclinan ante el misterio del Niño como si entendieran y estuvieran adorando

Pero esto era lógico, puesto que ambos animales eran como los símbolos proféticos tras los cuales se oculta el misterio de la iglesia, nuestro misterio, puesto que nosotros somos buey y asno frente a lo eterno, buey y asnos cuyos ojos se abren en la nochebuena de forma que, en el pesebre, reconocen a su Señor.

III.

¿Pero le reconocemos realmente? Cuando nosotros ponemos el buey y el asno en el portal, deben venirnos a la memoria aquellas palabras de Isaías, las cuales no son sólo evangelio -promesa de un conocimiento que nos ha de llegar- sino también juicio por nuestra ceguera actual. El buey y el asno conocen, pero «Israel no tiene conocimiento, mi pueblo no tiene inteligencia». 

¿Quién es hoy el buey y el asno, quién «mi pueblo», que está sin inteligencia? ¿En qué se conoce al buey y al asno y en qué a «mi pueblo»? ¿Por qué se da el fenómeno de que la irracionalidad conoce y la razón sehalla ciega?

Para encontrar una respuesta, debemos volvernos nuevamente, con los padres de la iglesia, a la primera navidad. ¿Quién es el que no conoció? ¿Y quién conoció? ¿Y por qué ocurrió así. 

Ahora bien, el que no conoció fue Herodes, el cual tampoco comprende nada cuando se le anuncia el nacimiento del Niño. Sólo sabe de su afán de dominio y de su ambición de mando y de la manía persecutoria correspondiente y, por ello, se hallaba profundamente cegado (Mt 2,3).

El que no conoció fue también «todo Jerusalén con él» (Ibid.). Quienes no conocieron fueron los hombres vestidos lujosamente, las gentes importantes (Mt 11,8). Los que no conocieron fueron los señores sabihondos, los entendidos en Biblia, los especialistas en la interpretación de la sagrada Escritura, los cuales conocían con exactitud los pasajes de la Biblia, y, sin embargo, no entendían una palabra (Mt 2,6).

 

 

Los que le conocieron como el «buey y el asno» fueron: los pastores, los magos, María y José. ¿Podía ser de otra manera? En el establo donde él se encuentra no se ve gente fina, allí están como en su casa el buey y el asno. 

¿Pero qué es lo que ocurre con nosotros? ¿Nos hallamos tan alejados del establo porque somos demasiado finos y demasiado sesudos para ello? ¿No nos enredamos también nosotros en sabihondas interpretaciones de la Biblia, en pruebas de la autenticidad o inautenticidad, de forma que nos hemos hecho ciegos para el Niño y no percibimos ya nada de él?

¿No estamos demasiado en «Jerusalén», en el palacio, encasillados en nosotros mismos, en nuestra propia gloria, en nuestras manías persecutorias para que podamos oír en seguida la voz de los ángeles, acudir al pesebre y ponernos a adorar? 

Así en esta noche nos contemplan los rostros del buey y del asno que nos interrogan: mi pueblo carece de inteligencia, ¿no comprendes tú la voz de tu Señor? Cuando nosotros colocamos las figuras que nos son familiares en el pesebre, debemos pedir a Dios que otorgue a nuestros corazones aquella simplicidad o sencillez que sabe descubrir en el niño al Señor, tal como lo hizo, en tiempos, Francisco en Greccio.

Entonces nos podría ocurrir lo que nos cuenta Celano, con unas palabras muy similares a las de san Lucas acerca de los pastores de la primera nochebuena (Lc 2,20), sobre los que participaron en la celebración de Greccio: todos regresaban a sus casas llenos de alegría. [10] 

 

("El rostro de Dios", Ediciones Sigueme, Salamanca 1983, 19-25)

Notas

[1] Ignacio de Antioquía, Carta a los magnesios, 3,1.

[2] B. Reicke, Jatresfeier und Zeitenwende im Judentam und ChristentUm der Antike: TThQ 150 (1970) 321- 334. Las perspectivas de este articulo que echa por tierra el consenso habido hasta ahora de los investigadores sobre el origen dela navidad y de la epifanía, parece que apenas han conseguido acceso en el campo de la ciencia litúrgica.

[3] II Cel 151, 199.

[4] I Cel 30, 84.

[5] I Cel 30, 86.

[6] Cf. J. Ratzinger, El Dios de Jesucristo, Salamanca 1981.

[7] En España y en los países de nuestra cultura, decimos «el buey y la mula» en vez de «el buey y el asno». Esto hay que tenerlo en cuenta muy particularmente en las alusiones que se hacen a la Biblia, que no se ajustan a la «mula», sino al «asno» y en lo que dirá más adelante Mons. Albino luego Juan Pablo I (N. del T.)

[8] I Cel 30, 84.

[9] J. Ziegler.

[10] I Ce130, 86.

Belén

Película sobre la Navidad contada por los animales del pesebre

La historia de la estrella de Belén ha llegado a los cines de EE.UU justo a tiempo para las próximas fiestas navideñas. Narrada de una curiosa manera, desde la perspectiva de los animales del Nacimiento, esta película familiar muestra el lado cómico de la primera Navidad.

 

 

 

 

PATRICIA HEATON
Vaca, “Se armó el Belén”

“Nunca ha habido una película sobre la historia de la Natividad, en Navidad, y es una locura, porque se celebra desde hace 2,000 años y se hacen películas desde hace más de cien años. Ya era hora”.

 

GINA RODRÍGUEZ
María, “Se armó el Belén”

“La historia de la Natividad ha sido contada tantas veces, que es difícil verla bajo una nueva luz. Creo que con 'La Estrella de Belén' lo hemos conseguido. Parte de la perspectiva de los animales, esto alivia el peso de la historia original para que los jóvenes puedan conocerla de un modo más ligero”.

La película juega en la extravagancia de los animales, y no le falta la profundidad y dramatismo de lo que vivieron María y José.

 

ZACHARY LEVI
José, “Se armó el Belén”

“Realmente los momentos vulnerables, los momentos humanos de José fueron los que más atesoro. Recuerdo haberlos leído y hasta haber empezado a llorar en la sesión de grabación porque realmente lo sentía. Sentí la crudeza y la vulnerabilidad de esos momentos y estoy realmente agradecido de que hayamos logrado capturar eso”.

La versión original de la película cuenta con estrellas como Kelly Clarkson, Oprah Winfrey, Tyler Perry y Tracy Morgan, quienes han apoyado el proyecto para participar de alguna forma en la mayor historia jamás contada.

 

pelicula navidad

 

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ORÍGENES DE LA NAVIDAD

 

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¿Cuáles son los orígenes de la celebración de la Navidad?

Hasta el siglo III no tenemos noticias sobre el día del nacimiento de Jesús. Los primeros testimonios de Padres y escritores eclesiásticos señalan diversas fechas. El primer testimonio indirecto de que la natividad de Cristo fuese el 25 de diciembre lo ofrece Sexto Julio Africano el año 221.

 

La difusión de la celebración

litúrgica de la Navidad fue rápida.

En la segunda mitad del siglo IV

se va extendiendo por todo

el mundo cristiano:

por el norte de Africa (año 360),

por España (año 384).

En el siglo V la Navidad es

una fiesta casi universal.

 

 

SOBRE LOS ORÍGENES DE LA CELEBRACIÓN DE LA NAVIDAD

Los cristianos de la primera generación, es decir, aquellos que escucharon directamente la predicación de los Apóstoles, conocían bien y meditaban con frecuencia la vida de Jesús. Especialmente los momentos decisivos: su pasión, muerte redentora y resurrección gloriosa.

También recordaban sus milagros, sus parábolas y muchos detalles de su predicación. Era lo que habían oído contar a aquellos que habían seguido al Maestro durante su vida pública, que habían sido testigos directos de todos aquellos acontecimientos. Acerca de su infancia sólo conocían algunos detalles que tal vez narrara el propio Jesús o su Madre, aunque la mayor parte de ellos María los conservaba en su corazón.

Cuando se escriben los evangelios sólo se deja constancia en ellos de lo más significativo acerca del nacimiento de Jesús. Desde perspectivas diferentes, Mateo y Lucas recuerdan los mismos hechos esenciales: que Jesús nació en Belén de Judá, de la Virgen María, desposada con  José, pero sin que Ella hubiese conocido varón. Además, hacia el final de los relatos sobre la infancia de Jesús, ambos señalan que después fueron a vivir a Nazaret.

Mateo subraya que Jesús es el Mesías descendiente de David, el Salvador en el que se han cumplido las promesas de Dios al antiguo pueblo de Israel. Por eso, como la pertenencia de Jesús al linaje de David viene dada por ser hijo legal de José, Mateo narra los hechos fijándose especialmente en el cometido del Santo Patriarca.

San José - navidad

 

Por su parte,  Lucas, centrándose en la Virgen —que representa también a la humanidad fiel a Dios—, enseña que el Niño que nace en Belén es el Salvador prometido, el Mesías y Señor, que ha venido al mundo para salvar a todos los hombres.

En el siglo II el deseo de saber más sobre el nacimiento de Jesús y su infancia hizo que algunas personas piadosas, pero sin una información histórica precisa, inventaran relatos fantásticos y llenos de imaginación. Se conocen algunos a través de los evangelios apócrifos. Uno de los relatos más desarrollados sobre el nacimiento de Jesús contenido en los apócrifos es el que se presenta en el llamado Protoevangelio de Santiago, según otros manuscritos, Natividad de María, escrito a mediados del siglo II.

En las primeras generaciones de cristianos la fiesta por excelencia era la Pascua, conmemoración de la Resurrección del Señor. Todos sabían bien en qué fechas había sido crucificado Jesús y cuándo había resucitado: en los díascentrales de la celebración de la fiesta judía de la Pascua, en torno al día 15 de Nisán, es decir, el día de luna llena del primer mes de primavera.

Sin embargo, posiblemente no conocían con la misma certeza el momento de su nacimiento. No formaba parte de las costumbres de los primeros cristianos la celebración del cumpleaños, y no se había instituido una fiesta particular para conmemorar el cumpleaños de Jesús.

¿POR QUÉ SE CELEBRA EL 25 DE DICIEMBRE?

Hasta el siglo III no tenemos noticias sobre el día del nacimiento de Jesús. Los primeros testimonios de Padres y escritores eclesiásticos señalan diversas fechas. El primer testimonio indirecto de que la natividad de Cristo fuese el 25 de diciembre lo ofrece Sexto Julio Africano el año 221.

La primera referencia directa de su celebración es la del calendario litúrgico filocaliano del año 354 (MGH, IX,I, 13-196): VIII kal. Ian. natus Christus in Betleem Iudeae (“el 25 de diciembre nació Cristo en Belén de Judea”). A partir del siglo IV los testimonios de este día como fecha del nacimiento de Cristo son comunes en la tradición occidental, mientras que en la oriental prevalece la fecha del 6 de enero.

 

Gruta de la Natividad de Belén

 

Una explicación bastante difundida es que los cristianos optaron por ese día porque, a partir del año 274, el 25 de diciembre se celebraba en Roma el dies natalis Solis invicti, el día del nacimiento del Sol invicto, la victoria de la luz sobre la noche más larga del año.

Esta explicación se apoya en que la liturgia de Navidad y los Padres de la época establecen un paralelismo entre el nacimiento de Jesucristo y expresiones bíblicas como «sol de justicia» (Ma 4,2) y «luz del mundo» (Jn 1,4ss.).

Sin embargo, no hay pruebas de que esto fuera así y parece difícil imaginarse que los cristianos de aquel entonces quisieran adaptar fiestas paganas al calendario litúrgico, especialmente cuando acababan de experimentar la persecución.

Otra explicación más plausible hace depender la fecha del nacimiento de Jesús de la fecha de su encarnación, que a su vez se relacionaba con la fecha de su muerte.

En un tratado anónimo sobre solsticios y equinoccios se afirma que “nuestro Señor fue concebido el 8 de las kalendas de Abril en el mes de marzo (25 de marzo), que es el día de la pasión del Señor y de su concepción, pues fue concebido el mismo día que murió” (B. Botte, Les Origenes de la Noël et de l’Epiphanie, Louvain 1932, l. 230-33).

En la tradición oriental, apoyándose en otro calendario, la pasión y la encarnación del Señor se celebraban el 6 de abril, fecha que concuerda con la celebración de la Navidad el 6 de enero.

navidad

La relación entre pasión y encarnación es una idea que está en consonancia con la mentalidad antigua y medieval, que admiraba la perfección del universo como un todo, donde las grandes intervenciones de Dios estaban vinculadas entre sí.

Se trata de una concepción que también encuentra sus raíces en el judaísmo, donde creación y salvación se relacionaban con el mes de Nisán. El arte cristiano ha reflejado esta misma idea a lo largo de la historia al pintar en la Anunciación de la Virgen al niño Jesús descendiendo del cielo con una cruz.

Así pues, es posible que los cristianos vincularan la redención obrada por Cristo con su concepción, y ésta determinara la fecha del nacimiento. “Lo más decisivo fue la relación existente entre la creación y la cruz, entre la creación y la concepción de Cristo” (J. Ratzinger, El espíritu de la liturgia, 131).

La difusión de la celebración litúrgica de la Navidad fue rápida. En la segunda mitad del siglo IV se va extendiendo por todo el mundo cristiano:por el norte de Africa (año 360), por Constantinopla (año 380), por España (año 384) o por Antioquía (año 386). En el siglo V la Navidad es una fiesta casi universal.

 

 

 

 

by FRANCISCO VARO, www.primeroscristianos.com
Profesor de Sagrada Escritura en la
Facultad Teología de la
Universidad de Navarra.

 

 

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¿Por qué se celebra el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre?

 

 

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Un amuleto de casi 2000 años revoluciona la historia de la extensión del cristianismo en Europa

 

En un descubrimiento arqueológico sin precedentes, un pequeño amuleto de plata de apenas 3,5 centímetros ha revolucionado la comprensión histórica del cristianismo en el norte de los Alpes. Este hallazgo, conocido como la Inscripción de Plata de Fráncfort, contiene una fina lámina enrollada con 18 líneas grabadas en latín, cuya interpretación está transformando los paradigmas establecidos sobre la expansión del cristianismo durante el final del Imperio Romano.

 

Investigadores del Centro de Leibniz de Arqueología (LEZA por sus siglas en alemán) encontraron un colgante de 1.800 años de antigüedad en una tumba en las afueras de Frankfurt, Alemania, que puede revolucionar la historia de la expansión del cristianismo en Europa.

El objeto fue hallado en 2018. Desde entonces, el equipo del LEZA dedicó años a su análisis.

 

amuleto cristiano

El amuleto en el lugar del hallazgo. Crédito: Stadt Frankfurt am Main

 

 

 

Lo que llamó la atención del objeto fue un pergamino metálico que encontraron en su interior, cuyo significado da nuevas pistas sobre la historia del cristianismo en el mundo.

El colgante, de unos 3,5 centímetros de largo, fue encontrado en la tumba de un hombre que habría muerto entre los años 230 y 270 d. C. Lo que despertó el interés de los investigadores fue una lámina de plata enrollada en su interior, que contenía una inscripción apenas legible debido al desgaste del tiempo y a que había sido cuidadosamente plegada para su conservación.

El texto que contiene representa la evidencia más antigua conocida del cristianismo al norte de los Alpes, y data entre el 230 y el 270 d.C.

 

 

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La lámina con la inscripción, desenrollada digitalmente. Crédito: Leibniz-Institut für Archäologie in Mainz (LEIZA)

 

Un desafío científico

Ivan Calandra, director de la plataforma de imágenes de LEZA, explicó que interpretar la lámina resultó complejo. Para descifrarla, los expertos usaron complejas tomografías computarizadas que permitieron crear un modelo en 3D que “desenrolló” virtualmente la frágil lámina.

Markus Scholz, profesor del Instituto de Ciencias Arqueológicas de Frankfurt, analizó la inscripción y descubrió que estaba escrita en latín, algo inusual para este tipo de amuletos, que solían llevar textos en griego o hebreo.

 

 

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Un contenido asombroso

Lo que hace que este amuleto sea importante es que invoca exclusivamente a Jesucristo y al Dios cristiano”, señaló Tina Rassalle, arqueóloga y miembro del equipo investigador, en una entrevista con LiveScience.

El cristianismo todavía se estaba extendiendo por Europa en la fecha del objeto desde sus orígenes históricos en Israel. Descrito como “puramente cristiano”, el texto latino se refiere al Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, así como a Tito, discípulo del apóstol Pablo y uno de los primeros misioneros cristianos y líder de la iglesia.

Según Scholz, el hallazgo es significativo porque en los primeros siglos del Imperio Romano practicar el cristianismo era un acto peligroso. Por ejemplo, el emperador Nerón persiguió a los cristianos durante el siglo I d. C., y muchos fueron ejecutados o forzados a luchar en el coliseo.

Estas condiciones llevaron a que algunos practicaran su fe en secreto, como en las catacumbas de Roma. En este contexto, portar un amuleto con una inscripción cristiana en latín implicaba un riesgo considerable.

Además, el pergamino de plata contiene el registro más antiguo conocido de frases centrales del cristianismo, el “Santo, santo, santo”, que previamente solo se había documentado a partir del siglo IV. Este hallazgo añade una nueva dimensión al conocimiento sobre las prácticas religiosas de los primeros cristianos en el Imperio Romano.

 

 

 

 

 

¿Qué fue la matanza de los inocentes?, ¿es histórica?

“Herodes se irritó mucho y mandó matar a todos los niños que había en Belén y toda su comarca, de dos años para abajo, con arreglo al tiempo que cuidadosamente había averiguado de losMagos” (Mt 2,16).

 

La matanza de los inocentes pertenece, como el episodio de la estrella de los Magos, al evangelio de la infancia de San Mateo. Los Magos habían preguntado por el rey de los judíos (Mt 2,1) y Herodes —que se sabía rey de los judíos— inventa una estratagema para averiguar quién puede ser aquel que él considera un posible usurpador, pidiendo a los Magos que le informen a su regreso.

Cuando se entera de que se han vuelto por otro camino, “se irritó mucho y mandó matar a todos los niños que había en Belén y toda su comarca, de dos años para abajo, con arreglo al tiempo que cuidadosamente había averiguado de los Magos” (Mt 2,16).

 

 

inocentes

 

 

El pasaje evoca otros episodios del Antiguo Testamento: también el Faraón había mandado matar a todos los recién nacidos de los hebreos, según cuenta el libro del Éxodo, pero se salvó Moisés, precisamente el que liberó después al pueblo (Ex 1,8-2,10).

San Mateo dice también en el pasaje que con el martirio de estos niños se cumple un oráculo de Jeremías (Jr 31,15): el pueblo de Israel fue al destierro, pero de ahí lo sacó el Señor que, en un nuevo éxodo, lo llevó a la tierra prometiéndole una nueva alianza (Jr 31,31). Por tanto, el sentido del pasaje parece claro: por mucho que se empeñen los fuertes de la tierra, no pueden oponerse a los planes de Dios para salvar a los hombres.

En este contexto se debe examinar la historicidad del martirio de los niños inocentes, del que sólo tenemos esta noticia que nos da San Mateo. En la lógica de la investigación histórica moderna, se dice que «testis unus testis nullus», un solo testimonio no sirve. Sin embargo, es fácil pensar que la matanza de los niños en Belén, una aldea de pocos habitantes, no fue muy numerosa y por eso no pasó a los anales.

 

Lo que sí es cierto es que la crueldad que manifiesta es coherente con las brutalidades que Flavio Josefo nos cuenta de Herodes: hizo ahogar a su cuñado Aristóbulo cuando éste alcanzó gran popularidad (Antigüedades Judías, 15 & 54-56), asesinó a su suegro Hircano II (15, & 174-178), a otro cuñado, Costobar (15 & 247-251), a su mujer Marianne (15, & 222-239); en los últimos años de su vida, hizo asesinar a sus hijos Alejandro y Aristóbulo (16 &130-135), y cinco días antes de su propia muerte, a otro hijo, Antipatro (17 & 145); finalmente, ordenó que, ante su muerte, fueran ejecutados unos notables del reino para que las gentes de Judea, lo quisieran o no, lloraran la muerte de Herodes (17 &173-175).

 

 

 

 

Vicente Balaguer
Bibliografía: A. Puig, Jesús. Una biografía, Destino, Barcelona 2005; S. Muñoz Iglesias, Los evangelios de la infancia. IV, BAC, Madrid 1990; J. Danielou, Los evangelios de la infancia, Herder, Barcelona 1969.

 

El primer belén

En el pequeño pueblo italiano de Greccio, hace 800 años, Francisco de Asís decidió celebrar la Navidad recreando el nacimiento, lo que se convertiría en una de las tradiciones más arraigadas del cristianismo para esta festividad.

 

En el año 1223, el fundador de la orden de los franciscanos pidió permiso al entonces papa Honorio II para que le dejara celebrar el nacimiento de Jesús de manera que "exaltara la devoción de los fieles", según el relato del teólogo san Buenaventura, quien escribió sobre la vida de Francisco de Asís.

Con el aval del pontífice, cuenta, "hizo preparar un pesebre con el heno correspondiente y mandó traer al lugar un buey y un asno" a una cueva que se encontraba cerca de la ermita (capilla) de la localidad de Greccio, un pequeño pueblo de la región italiana de Lacio.

Allí, en medio del pesebre montado con ayuda de los pobladores, Francisco de Asís celebró la fiesta del nacimiento de Jesús con una tradición que año a año se recrea en el pueblo.

"No sabemos si en la época de Francisco se representaba realmente a María y José, o si solo se imaginaba la presencia de esas figuras. Lo que sí sabemos es que las escenas posteriores empezaron a incorporar dioramas y actores reales, y que el elenco de personajes se fue ampliando gradualmente más allá de María, José y el dulce niño Jesús, hasta incluir a veces a todo un pueblo", explica una reseña de The Smithsonian al respecto.

Un ciudadano de Greccio, vestido de san Francisco, actúa el 24 de diciembre de 2007 en una reconstrucción del primer pesebre de Jesús que organizó del santo italiano, en el año 1223. (Crédito: Paolo Tosti/AFP/Getty Images)

¿Cómo se inspiró Francisco de Asís para la creación del primer pesebre viviente?

El relato del nacimiento de Jesús está narrado en dos evangelios de la Biblia: el de Lucas y el de Mateo. Según el texto atribuido a Lucas, cuando María estaba embarazada, ella y José salieron desde Nazaret a Belén para empadronarse, en virtud de un decreto del entonces emperador.

"Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada", cuenta el relato bíblico, y agrega después la llegada de pastores a venerarlo.

El evangelio de Mateo suma a la escena un elemento que con el tiempo también se ha vuelto característico de los belenes: los "Magos de Oriente", conocidos como los Reyes Magos, que llegaron al lugar del nacimiento con regalos para el "rey de los judíos".

primer belen san francisco

¿Cómo se le ocurrió a Francisco de Asís hacer una representación viviente de esta escena? El papa Francisco, que eligió su nombre en honor al santo italiano, abordó la cuestión en una carta apostólica de 2019 que menciona el viaje de su homónimo a Tierra Santa, que tuvo lugar entre 1219 y 1220.

"Después de su viaje a Tierra Santa, aquellas grutas [italianas] le recordaban de manera especial el paisaje de Belén", cuenta. Además, dijo, es posible que quedara impresionado por los mosaicos que representaban la escena del nacimiento en la Basílica de Santa María la Mayor, en Roma. "Francisco no desea crear una bella obra de arte, sino, a través del belén, provocar estupor ante la extrema humildad del Señor, ante las penalidades que sufrió [...] en la pobre gruta de Belén", agregó el pontífice en una audiencia el pasado 20 de diciembre.

En esa iglesia había desde el siglo V representaciones del nacimiento y allí había llevado el papa Sixto III fragmentos de lo que se consideraba el pesebre de Jesús, la "santa cuna".

Un agregado que no estaba en el relato bíblico: el buey y el asno

Sin embargo, los relatos bíblicos no mencionaban la presencia de animales, tal como explica la profesora de Historia de la Universidad de Georgetawn, Vanessa Corcoran.

Los animales empiezan a aparecer en los textos religiosos en el entorno del siglo VII, dice.

"Una serie de relatos de los primeros cristianos —entre ellos el conocido como Evangelio de la Infancia de Mateo— que sirvieron de base a la devoción religiosa popular, intentaron llenar el vacío existente entre la infancia de Cristo y el comienzo de su ministerio. Este texto fue el primero en mencionar la presencia de animales en el nacimiento de Jesús", explica.

El texto, según su recuento, dice que María entró al establo con su bebé y "el buey y el asno le adoraron".

La descripción fue citada posteriormente en textos medievales y finalmente quedó firme en la tradición.

 

primer belen  s francisco

De Greccio a toda la cristiandad: la popularización de los belenes

La idea de Francisco de Asís tuvo arraigo y las representaciones comenzaron a extenderse por toda Italia, reseña la agencia de noticias católica ACI Prensa.

En Nápoles, en los siglos XIV y XV, se crearon las primeras figuras que representaron la natividad. Una persona clave en esta etapa fue san Cayetano de Thiene, que en 1534 creó un gran pesebre con figuras de madera vestidas con atuendos de la época, que se instaló en el oratorio de la iglesia napolitana Santa Maria de la Stalletta.

La tradición se extendió a palacios, casas señoriales y otras residencias privadas durante la época del Barroco y entró en España de la mano de Carlos III. En el siglo XIX, la fabricación en serie de las figuras permitió que la costumbre se abriera paso en los hogares.

 

 

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