Sabas es el fundador de la llamada Grande Laura al lado del valle de Cedrón, a las puertas de Jerusalén. Había nacido en Mutalasca, cerca de Cesarea de Capadocia, en el 439, y después de pasar algún tiempo en el monasterio de su pueblo, en el 457 se trasladó al de Jerusalén fundado por Pasarión, pero éste no satisfizo sus aspiraciones.
Y al contrario de muchos monjes que abandonaban su convento para correr a las grandes ciudades a llevar una vida poco edificante, Sabas, deseoso de soledad, durante una permanencia en Alejandría pidió y obtuvo el permiso para retirarse a una gruta, con el compromiso de regresar todos los sábados y domingos a hacer vida común en el monasterio.
Cinco años después, de regreso en Jerusalén, fijó su domicilio en el valle de Cedrón en una gruta solitaria, a donde entraba por una pequeña escalera hecha con lazos. Por lo visto, esa escalera reveló su escondite a otros monjes deseosos como él de soledad, y en poco tiempo, como en un gran panal, esas grutas inhóspitas en la pared rocosa se poblaron de solitarios pero no ociosos habitantes.
Así nació la Grande Laura, esto es, uno de los más originales monasterios de la antigüedad cristiana. Sabas, con mucha paciencia y al mismo tiempo con indiscutible autoridad, gobernó ese creciente ejército de ermitaños organizándolos según las reglas de vida eremítica ya establecidas un siglo antes por San Pacomio. Para que la guía del santo abad tuviera un punto de referencia en la autoridad del obispo, el patriarca de Jerusalén lo ordenó sacerdote en el 491. Sabas, a pesar de su predilección por el total aislamiento del mundo, no rehuyó sus compromisos sacerdotales. Fundó otros monasterios, entre ellos uno en Emaús, y tomó parte activa en la lucha contra la herejía de los monofisitas, llegando al punto de movilizar a todos sus monjes en una expedición para oponerse a la toma de posesión de un obispo hereje, enviado a Jerusalén por el emperador Anastasio.
Ante el emperador de Constantinopla, San Sabas puso en escena una representación de mímicas para demostrar con la evidencia de las imágenes coreográficas la triste condición del pueblo palestino agobiado por pesados impuestos y uno en particular, que perjudicaba a los comerciantes, pero sobre todo al pueblo.
Cuando murió, el 5 de diciembre del 532, toda la región quiso honrarlo con espléndidos funerales. En Roma, en el siglo VII, por obra de los monjes griegos surgieron sobre el monte Aventino un monasterio y una basílica dedicados a su memoria, del que toma el nombre el barrio.
Fue uno de los santos más influyentes y significativos del anacoretismo en Oriente.
Autor: P. Ángel Amo.
Los primeros cristianos no malbarataron sus fuerzas tratando de ganarse el favor o el resguardo de los poderosos
Desde hace unas semanas está suscitando notable interés un debate que han abierto dos filósofos y columnistas, Diego S. Garrocho y Miguel Ángel Quintana Paz y al que se han ido sumando muchas voces. ¿Dónde están los intelectuales cristianos, o dónde están “escondidos” esos intelectuales? Garrocho atestigua de modo difícilmente rebatible que “en la guerra por el relato hoy concurren todas las sensibilidades… están todos, absolutamente todos, en un ejercicio de afinación sinfónica, todos menos la intelectualidad cristiana”.
Quintana Paz coincide con él en que ya nadie esgrime en público el valor filosófico, sapiencial o moral del Evangelio de Juan, el Eclesiastés o las cartas de San Pablo. Lo que él se pregunta —aunque tiene más de aguijón que de pregunta— es si de veras se están empleando los “enormes recursos” con que cuenta la Iglesia en el ámbito de la comunicación y de la educación, de modo que sea posible “ir bien pertrechados a la guerra intelectual”.
Lo primero que habría que tratar de aclarar es a qué nos referimos cuando hablamos del espacio público en el que la voz de la intelectualidad cristiana no se escucha. ¿Cuál es ese ámbito en el que se está librando la batalla cultural? Y no sólo cuál es el tablero de juego, sino también ¿cuáles son sus reglas? Podría ser que los cristianos estén desaparecidos, como se deduce del artículo de Garrocho, o escondidos como piensa Quintana Paz; pero también podría ser que los cristianos estén librando la batalla en otro tablero, o que las reglas convenidas para el juego no les permitan jugar sus bazas.
Todo lo cristiano, o queda absorbido como un elemento más de la racionalidad postilustrada, o queda excluido del todo
Que la plaza de la sociedad contemporánea, al menos en Europa, está caracterizada por la racionalidad postilustrada, resulta algo evidente a todas luces. En qué consiste esta racionalidad ya es otra cuestión. Para no alargarnos, podríamos aducir, por ser muy conocido, lo que dice Alasdair MacIntyre: a la mentalidad postilustrada no le interesa la verdad o el bien, sino las reglas de aprobación o reprobación y los sistemas de poder. Vivimos una época disfrazada de diagnóstico científico y social, pero en lo profundo esencialmente ideológica y anticultural. Quizá es Ratzinger uno de los que mejor lo ha sabido explicar.
Cuando la relación de las cosas con la verdad ya no importa (llámese relativismo, postverdad o como se quiera), se acaba imponiendo otra relación: la de las cosas con el poder. Al principio, disimuladamente, bajo una ilusión de libertad, más tarde, con el carácter grosero con el que hoy se impone el pensamiento único. De modo elocuente, en alguno de sus últimos escritos, Ratzinger ya no habla de la “dictadura del relativismo”, sino de la “dictadura del tiempo presente”. Si no hay verdad, las distintas verdades no valen lo mismo; la que vale de verdad es la del poderoso. Por eso, la racionalidad hoy imperante no ha sido capaz de superar a Nietzsche; y por eso también, aludiendo a Erick Peterson, el monoteísmo seguirá siendo un problema político.
Este es, a mi juicio, el tablero de juego. Todo lo cristiano, o queda absorbido como un elemento más de la racionalidad postilustrada, o queda excluido del todo. Viene a la memoria el caso de Porfirio, que es el de un intelectual alineado con el poder. Hizo todo lo que pudo para combatir el cristianismo (entre otras cosas participó en el consilium principis tras el cual Dioclecianodesató su terrible persecución), porque la pretensión cristiana de una verdad universal le resultaba inaceptable.
Era preciso hacer de Jesucristo uno más de entre los dioses del imperio, absorberlo en las reglas marcadas por el helenismo ya entonces decadente, o eliminarlo por completo de la sociedad. Es verdad que han pasado muchos siglos, pero también ahora se exige al cristiano aceptar las reglas de la nueva (ir)racionalidad, en este caso no helénica sino postilustrada, o abandonar el espacio social que ocupa y quedar encerrado en el recinto de lo privado. Estos son el tablero y las reglas del juego, el mundo, aquel del que el Evangelio de Juan dice que Jesús encomendó al Padre: “No pido que los saques del mundo, sino que los guardes del maligno… que los santifiques en la verdad” (Jn 17,15-17).
Y los cristianos, a todo esto, ¿qué dicen? En el siglo XX, la teología católica ha redescubierto el sentido de estos versículos joánicos, leyéndolos a la luz de la llamada universal a la santidad y de una positiva teología del mundo. El cristiano se encuentra ante la misión de transformar las realidades humanas desde dentro para devolverles su genuina orientación hacia Dios. Ahora bien, por seguir con la misma comparación, ¿cuáles son las bazas con las que los cristianos pueden jugar esta partida?
La pregunta quizá no sea entonces dónde están los intelectuales cristianos, qué espacios ocupan, sino qué medios estamos poniendo para que lo sean
La escritora Natalia Sanmartín Fenollera ha apuntado que, en este debate, no contamos únicamente con intelectuales contemporáneos, sino con “siglos de pensamiento donde elegir”. Quien no sabe historia no sabe nada, repetía machaconamente uno de mis maestros. Ciertamente es posible aprender de lo que hicieron en la Antigüedad quienes se defendieron de la intelectualidad asociada con el poder (antes he aludido a Porfirio… pero ejemplos no faltan).
Grandes pensadores como Orígenes o Gregorio de Nisa identificaron muy bien cuáles eran los “enormes recursos” que poseían para la construcción de una cultura cristiana: la absoluta primacía de Dios y la relación con Jesucristo que, como ese fermento en la masa, toma todo lo humano y lo transforma. Los cristianos de los primeros siglos estaban desprovistos de los recursos materiales que Quintana Paz ve imperdonablemente dilapidados.
Y, sin embargo, eran conscientes de poseer la única riqueza estrictamente necesaria para construir una cultura cristiana: la fe que fecunda la inteligencia y la caridad, el amor en vertical hacia Dios, del que nace el amor en horizontal hacia los hermanos. No malbarataron sus fuerzas tratando de ganarse el favor o el resguardo de los poderosos, no buscaron a cualquier precio acomodar sus convicciones a los dogmas de la época.
Los cristianos de los primeros tiempos (como tantísimos otros) jugaron muy bien sus bazas “puertas adentro”, por utilizar la expresión de José María Torralba en su diagnóstico del problema; lograron ser personas de hondísimas convicciones. Poseían una inquebrantable comprensión teológica del mundo y del hombre. Tenían claro que, si el hombre excluye lo trascendente, se ve abocado a hacerse un dios a la medida humana, y esto comporta despreciar al hombre en su más alta capacidad y posibilidad.
Con estos recursos (¿enormes, exiguos?) construyeron puertas afuera una civilización cristiana. Su principal riqueza no estaba en los medios materiales, sino en la altura y profundidad de su ser cristiano. Por eso pudieron, sin despreciar nada de lo humano, mostrar al mundo con eficacia la sabiduría encerrada en la Escritura, la hermosísima coherencia de la fe cristiana y el sentido que todas las cosas humanas adquieren a la luz de Jesucristo.
Monseñor Luis Argüello, Secretario de la CEE, ha expresado el deseo de que este debate sirva de revulsivo, de interpelación. La pregunta quizá no sea entonces dónde están los intelectuales cristianos, qué espacios ocupan, sino qué medios estamos poniendo para que lo sean de verdad. Instituciones educativas que, preocupadas por ocupar espacios en los rankings y por su presencia en las agencias de reputación, descuidan su alma.
Diócesis que, por llegar a todas las parroquias esparcidas geográficamente por la España vaciada, olvidan la gran parroquia de la cultura y de la formación intelectual. Programas de enseñanza de la fe y de la teología —a todos los niveles— que acaban reconvertidos en planes de estudios descafeinados, incapaces de poner en vibración la vida espiritual de estudiantes y profesores. Es momento de repensar estas cosas, es tiempo de jugar nuestras bazas, las que son más auténticamente nuestras y que el mundo (en el sentido que le da Juan) no puede arrebatarnos.
La fuerza de una joven que retó a todo un imperio y con su muerte inició una nueva era
Año 288 d.C., en plena persecución de los cristianos, la joven Bárbara es una gran estudiosa de la naturaleza y de la filosofía. Bárbara es hija de uno de los más poderosos gobernadores romanos del momento: Dioscoro.
DVD SANTA BÁRBARA
La fuerza de una joven que retó a todo un imperio y con su muerte inició una nueva era. Año 288 d.C., en plena persecución de los cristianos, la joven Bárbara es una gran estudiosa de la naturaleza y de la filosofía. Bárbara es hija de uno de los más poderosos gobernadores romanos del momento: Dioscoro.Cuando su padre ordena la ejecución de varios cristianos, entre ellos su mejor amiga Juliana, Bárbara comenzará a investigar sobre la vida de Jesús y qué es lo que llevaba a tantos hombres a dar su vida por él. El joven soldado Claudio, se convertirá en su único confidente y protector cuando ella descubre historias asombrosas, y también secretos de familia que siempre le fueron ocultados.
Santa Bárbara no es sólo una historia de Fe, es además una gran historia de amor y también un drama familiar que se convirtió en el símbolo de un choque cultural, cuyos frutos fueron destinados a cambiar el mundo de Occidente... leer más
Director: Carmine Elia
Reparto: Vanessa Hessler, Thomas Trabacchi...
Contenidos extra del DVD SANTA BÁRBARA:
• Ficha técnica
• Ficha artística
• Selección de escenas
• Otros títulos
Doctor de la Iglesia y defensor de la veneración de imágenes y reliquias de los santos
Nació en Damasco, en la segunda mitad del siglo VII, en el seno de una familia cristiana. Gran conocedor de la filosofía, ingresó en el monasterio de San Sabas, próximo a Jerusalén, y fue ordenado sacerdote. Escribió numerosas obras teológicas, sobre todo contra los iconoclastas. Murió a mediados del siglo VIII.
Benedicto XVI presentó a san Juan Damasceno, TEÓLOGO ORIENTAL - A causa de la Encarnación, la materia es vista como morada de Dios
Según Benedicto XVI, el pensamiento cristiano, a diferencia de otras religiones o filosofías no considera que la creación y que la materia, la carne, sean despreciables aunque estén heridas por el pecado, sino que la Encarnación de Dios les ha conferido un gran valor.
Así lo explicó el miércoles 6 de mayo de 2009 durante la Audiencia General a los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, continuando su ciclo de catequesis sobre pensadores cristianos del primer milenio, y que hoy centró en la figura de san Juan Damasceno.
Por segunda vez consecutiva, el Papa ha tomado a un teólogo de la Iglesia oriental (la semana pasada fue al Patriarca Germán de Constantinopla) para hablar sobre la trascendencia que la veneración de las imágenes sagradas, que se apoya en la doctrina de la Encarnación, tiene para la fe cristiana.
De nuevo el pontífice se refirió a la tensión iconoclasta que vivió la Iglesia de Oriente, que afectó también a la vida y al pensamiento de san Juan Damasceno (siglo VIII), uno de los teólogos más grandes de la Iglesia bizantina y al que León XIII proclamó doctor de la Iglesia en 1890.
En el pensamiento de este santo se encuentran "los primeros intentos teológicos importantes de legitimación de la veneración de las imágenes sagradas, uniendo a éstas al misterio de la Encarnación". Al permitir la veneración de las imágenes, el cristianismo ha respondido no sólo al judaísmo, sino también al Islam, que prohíben el uso cultual de la imagen.
Citando al Damasceno, el obispo de Roma explicó que "dado que ahora Dios ha sido visto en la carne y ha vivido entre los hombres, se puede representar lo que es visible en Dios. Yo no venero la materia, sino al creador de la materia, que se ha hecho materia por mí y se ha dignado habitar en la materia y obrar mi salvacióna través de la materia".
"A causa de la Encarnación, la materia aparece como divinizada, es vista como morada de Dios. Se trata de una nueva visión del mundo y de las realidades materiales. Dios se ha hecho carne y la carne se ha convertido realmente en morada de Dios, cuya gloria resplandece en el rostro humano de Cristo", añadió.
San Juan Damasceno
En este sentido, añadió el Papa, esta doctrina es "de extrema actualidad, considerando la grandísima dignidad que la materia ha recibido en la Encarnación, pudiendo llegar a ser, en la fe, signo y sacramento eficaz del encuentro del hombre con Dios".
De esta misma base procede la veneración en la Iglesia a las reliquias de los santos, algo también propio del cristianismo, explicó el Papa, pues "los santos cristianos, habiendo sido hechos partícipes de la resurrección de Cristo, no pueden ser considerados simplemente como "muertos"", sino "aquellos en quienes Dios ha habitado".
"El optimismo de la contemplación natural, de este ver en la creación visible lo bueno, lo bello y lo verdadero, este optimismo cristiano no es un optimismo ingenuo", añadió, sino que "tiene en cuenta la herida infligida a la naturaleza humana por una libertad de elección querida por Dios y utilizada inapropiadamente por el hombre".
"Vemos, por una parte, la belleza de la creación y por otra, la destrucción causada por la culpa humana. Pero vemos en el Hijo de Dios, que desciende para renovar la naturaleza, el mar del amor de Dios por el hombre", añadió el Papa.
El Papa concluyó pidiendo a los presentes acoger esta doctrina "con los mismos sentimientos de los cristianos de entonces". "Dios quiere descansar en nosotros, quiere renovar la naturaleza también a través de nuestra conversión, quiere hacernos partícipes de su divinidad. Que el Señor nos ayude a hacer estas palabras sustancia de nuestra vida".
Presentamos 8 magníficos videos en los que se puede escuchar a varios expertos en Historia de la Iglesia exponiendo las circunstancias en las que tuvo que abrirse paso la doctrina cristiana en la cultura pagana de los cinco primeros siglos.
Se pretende con esta serie de videos exponer el enfrentamiento del paganismo a la fe cristiana hasta finales del siglo IV, concretamente hasta el momento en que, al ser declarados ilegales los cultos paganos por medio de las leyes promulgadas por el emperador Teodosio en 391-392, la nueva fe quedo considerada como la religión oficial del imperio.
Su perspectiva, sin embargo, es parcial porque trata de presentar la controversia tal como se refleja en los textos literarios de los primeros siglos de nuestra era, concretamente en la obra de tres autores que vivieron a lo largo de los siglos II-IV d. C. (1). No pretendemos, pues, estudiar la historia de las persecuciones, que se desarrolló a otro nivel, sino más bien describir la lucha intelectual, no menos encarnizada, que se desarrolló en el terreno de la cultura.
Aquí no hubo derramamiento de sangre, pero se utilizaron instrumentos dialécticos que no son menos interesantes de analizar, sobre todo si se tiene en cuenta que algunos de ellos se siguen esgrimiendo en la actualidad, a pesar de que hayan desaparecido tiranos, hostilidades abiertas y espectáculos circenses (2).
Lo que aquí nos ocupa es la reacción de los paganos y la obra de los protagonistas de la resistencia a la nueva fe, fundamentalmente Celso, en el s. II, Porfirio en el s. III y el emperador Juliano, en el s. IV, sus respectivas obras y sus objetivos: la descalificación social en el caso del primero, la puesta en entredicho de la coherencia del mensaje en el segundo y la presión política revestida de razones intelectuales en el tercero.
El Emperador Juliano el Apóstata
Los originales de estas obras se han perdido, por razones obvias de heterodoxia, refrendadas por órdenes imperiales de destrucción; por eso, nuestro conocimiento de ellas no sólo es indirecto y fragmentario, sino que además está tamizado por la perspectiva con que las expusieron sus adversarios cristianos, respectivamente Orígenes, San Agustín y Cirilo de Alejandría.
Se puede afirmar que cada vez que el racionalismo, de cualquier tipo que sea, ha pretendido atacar la Revelación cristiana, ha repetido consideraciones que Celso, Porfirio y Juliano esgrimieron ya en los primeros siglos (3).
Todo el esfuerzo de estos autores se ha centrado en mostrar que el Jesús de los evangelios no existió en la realidad, que su mito lo imaginó Pablo de Tarso, que sus palabras, sus milagros, no sólo son inverosímiles, sino perjudiciales y que la vida de los cristianos es funesta para la sociedad. Han intentado mostrar, a través de sus obras, la diversidad y la incompatibilidad del cristianismo con el orden establecido por la religión tradicional, resaltando, con todo el aparato expresivo que ponía a su alcance la retórica (4), las antítesis irreconciliables entre mono / politeísmo, fuerzas de la naturaleza / milagros, vida terrena / eternidad, exclusividad / tolerancia, dogmatismo / eclecticismo que contraponen ambas concepciones de la religión.
Al mismo tiempo han hecho todo lo posible por encontrar figuras o sistemas en los que realmente vale la pena creer, sean personajes mitológicos, como el héroe Hércules y el dios bienhechor de la humanidad Asclepio (Esculapio), hombres extraordinarios como Apolonio de Tirana y Apuleyo, pensadores como Pitágoras y Sócrates, o finalmente sistemas filosóficos, sobre todo el platonismo y el estoicismo, cuyo vivo resplandor, a su parecer, ponía en la sombra la brillante aureola del Dios de Galilea.
No vamos a hacer por tanto una exposición de la fe, sino a través de la crítica a que fue sometida una y otra vez por sus detractores. Si aparece la
Revelación misma, que es el objeto principal de la discusión, lo hace de la mano de sus adversarios, cuyas objeciones, como decimos, continúan siendo utilizadas en la actualidad. En este sentido, la moderna apología de la fe, podría ganar en contundencia y eficacia sólo con esgrimir los argumentos que aportaron entonces los primeros intelectuales cristianos, que por supuesto estaban dotados del mismo bagaje de formación y cultura que sus oponentes paganos. De ahí la perenne actualidad de la literatura patrística (5).
Cuando Orígenes polemiza contra Celso, el argumento decisivo que esgrime es que, con Cristo, no sólo el dios impasible, que gobierna el mundo desde allá arriba, sin ningún contacto posible con la materia carnal y por tanto incapaz de encarnarse, ha superado ese abismo entre el ser supremo y su creación, sino que ha irrumpido definitivamente en la Historia “la Verdad en persona” (6). Esta pretensión es, ni más ni menos, el punto fundamental de la controversia que al cabo de dos milenios tiene planteada la teología cristiana en su diálogo con el mundo moderno.
Algo análogo cabe decir de los otros dos enfrentamientos, salvando las oportunas distancias de época y talante de los respectivos antagonistas. Ante el ataque masivo de Porfirio, la Ciudad de Dios agustiniana presenta el espectáculo grandioso de una humanidad penetrada por la doctrina salvadora de Cristo y a Cirilo, apenas unos decenios tras la muerte de Juliano el Apóstata, le basta con constatar que no queda ni huella de su intento de acabar con los cristianos.
Tanto el punto de partida como los objetivos de los tres polemistas son diferentes. Mientras Celso se enfrenta a una comunidad marginal a la que pretende excluir de la vida social y en cualquier caso mantener aislada, Porfirio se encuentra con una realidad ya introducida por todas partes, con peso social y poseída de un seguro exclusivismo (7), a la que debe prestarse atención y a la que no se puede descalificar, sino intentar asimilar en un sistema filosófico-teológico, ecléctico y universalista.
Juliano, por su parte, protagoniza una maniobra a la desesperada por aniquilar la fuerza arrolladora que está a punto de acabar con la religión tradicional, de la que él se siente apóstol (8) . El proceso desembocará en el triunfo de la Iglesia, que se presenta como la fuerza moral que se apresta a regular, no sólo la cultura, sino la vida pública de los siglos siguientes.
Toda esta polémica no fue estéril sino que contribuyó a que el cristianismo, comenzando por el orbis christianus, que surgirá de ella y perdurará al menos a lo largo de la Edad Media, adquiriera una experiencia que le hizo mantenerse abierto a las cuestiones que se le han presentado en contacto con la cultura de todos los tiempos.
2. La primera oposición sistemática: el "Discurso verdadero", de Celso -
(Giulio Máspero, Universidad de la Santa Cruz)
3. Réplicas cristianas a Celso: el "Contra Celsum" de Orígenes -
(Giulio Maspero, Universidad de la Santa Cruz)
4. La reacción de la cultura griega: Porfirio y la filosofía neoplatónica -
(Miguel Brugarolas, Universidad de Navarra)
5. Réplicas cristianas a la critica pagana en el período posterior a Porfirio -
(Miguel Brugarolas, Universidad de Navarra)
6. Juliano el Apóstata. Su obra el tratado “Contra los galileos” -
(Manuel Mira, Universidad de Navarra)
7. San Agustin y la cultura de su epoca -
(Manuel Mira, Universidad de Navarra)
8. Los Padres de la Iglesia y la nueva evangelizacion -
(Ramiro Pellitero, Universidad de Navarra)
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1 No fueron los únicos, pero sin duda los más relevantes. En efecto, entre los dos primeros se encuentra la obra de HIEROCLES, un gobernador de la provincia de Bitinia y consejero de Diocleciano, cuya crítica —en la que ponía énfasis por rebajar la figura de Jesús a quien muestra inferior a Apolonio de Tiana— nos es conocida a través de LACTANCIO y el historiador EUSEBIO DE CESAREA
2 Sin dejar de tener en cuenta las innegables diferencias entre uno y otro tiempo, no faltan las voces que equiparan la antigüedad tardía, en la que vivieron y publicaron nuestros protagonistas, con la época moderna. Valga aludir, como ejemplo entre otros muchos (generalización de bienes materiales y culturales a todos los niveles), a la confrontación con el mundo islámico, que presenta cierto paralelismo con el enfrentamiento entre cristianos y paganos. 8 Agustín López Kindler
3 Bien se haya tratado de discutir el sentido del texto revelado, como ha hecho una parte de la hermenéutica a partir de F. D. E. Schleiermacher, o bien de poner en tela de juicio la divinidad de Jesucristo, crítica retomada de Celso por H. S. Reimarus con su famosa distinción entre el Jesús de la Historia y el Cristo de la fe.
4 El arte de la palabra domina por encima de todos los demás, incluso de la filosofía, la pedagogía del mundo antiguo, a la que tenían acceso solamente las capas superiores de la sociedad.
5 Por ejemplo, sigue siendo actual el modo cómo Orígenes responde a las cuestiones sobre el origen de la materia —concretamente, el cuerpo humano— y del mal en los capítulos 54-61 y 62- 66 respectivamente del libro IV en su Contra Celsum, o cómo Cirilo de Alejandría defiende la libertad del hombre —Contra Iulianum 5 (cf. J.-P. MIGNE, PG 76, 743C)—, ante el ataque de Juliano (fragmentos 16-17) a un dios que prohíbe a su criatura la ciencia del bien y del mal en el Paraíso y reacciona con la ira y el castigo ante la trasgresión del mandato.
6 ORÍGENES, Contra Celsum VI 47.
7 Es importante aclarar que este concepto se aplica en dos sentidos: en primer lugar, por lo que se refiere a la unicidad de Dios, frente al politeísmo y al cada vez más extendido sincretismo paganos; pero luego, también, al convencimiento de que el cristianismo es la única doctrina de salvación, lo cual lleva consigo un comportamiento en sociedad que, en su búsqueda de nuevos adeptos, excluye a quienes no la comparten.
8 Conviene precisar de una vez por todas que el intento de restauración protagonizado por Juliano presenta rasgos de una verdadera innovación, porque no trata simplemente de renovar el culto oficial a los dioses de Homero y Hesíodo, habitantes estáticos del Olimpo, en los que a esas alturas de la historia apenas se creía, sino de propagar una doctrina de salvación personal en el sentido de los misterios orientales, de acuerdo con la mentalidad de su tiempo. Estamos por tanto ante una adaptación de elementos cristianos a un culto pagano, practicado con una mentalidad propia de la antigüedad tardía.
Los primeros cristianos oraban intensamente
La Iglesia primitiva se movía por el impulso del Espíritu Santo, que había descendido sobre los discípulos y a quien la Iglesia debía su atractivo: «Y perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones» (Hch 2,42). [2623-2625]
Para los primeros cristianos, hacer oraciónera –efectivamente- la tarea más importante que podían realizar. Benedicto XVI lo explicaba con estas palabras: “La oración no es algo accesorio u opcional, sino una cuestión de vida o muerte. Sólo quien reza, es decir, quien se encomienda a Dios con amor filial, puede entrar en la vida eterna, que es Dios mismo” (Ángelus, Segundo Domingo de Cuaresma, 4 de marzo de 2007).
Hemos de aprender de los primeros cristianos a tratar al Señor a través de la oración mental (esos ratos que dedicamos de modo exclusivo a hablarle de las cosas que llevamos en nuestro corazón) y mediante las oraciones vocales.
A continuación señalamos algunos puntos del Catecismo de la Iglesia Católica en los que se refiere a la oración de los apóstoles y de los primeros seguidores de Jesús.
CUARTA PARTE LA ORACIÓN EN LA VIDA CRISTIANA
ARTÍCULO 3 EN EL TIEMPO DE LA IGLESIA
2623El día de Pentecostés, el Espíritu de la promesa se derramó sobre los discípulos, “reunidos en un mismo lugar” (Hch 2, 1), que lo esperaban “perseverando en la oración con un mismo espíritu” (Hch 1, 14). El Espíritu que enseña a la Iglesia y le recuerda todo lo que Jesús dijo (cf Jn 14, 26), será también quien la instruya en la vida de oración.
2624En la primera comunidad de Jerusalén, los creyentes “acudían asiduamente a las enseñanzas de los Apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones” (Hch 2, 42). Esta secuencia de actos es típica de la oración de la Iglesia; fundada sobre la fe apostólica y autentificada por la caridad, se alimenta con la Eucaristía.
I. La bendición y la adoración
2626La bendición expresa el movimiento de fondo de la oración cristiana: es encuentro de Dios con el hombre; en ella, el don de Dios y la acogida del hombre se convocan y se unen. La oración de bendición es la respuesta del hombre a los dones de Dios: porque Dios bendice, el corazón del hombre puede bendecir a su vez a Aquel que es la fuente de toda bendición.
2628La adoración es la primera actitud del hombre que se reconoce criatura ante su Creador. Exalta la grandeza del Señor que nos ha hecho (cf Sal 95, 1-6) y la omnipotencia del Salvador que nos libera del mal. Es la acción de humillar el espíritu ante el “Rey de la gloria” (Sal 14, 9-10) y el silencio respetuoso en presencia de Dios “siempre [...] mayor” (San Agustín, Enarratio in Psalmum 62, 16). La adoración de Dios tres veces santo y soberanamente amable nos llena de humildad y da seguridad a nuestras súplicas.
II. La oración de petición
2631La petición de perdón es el primer movimiento de la oración de petición (cf el publicano: “Oh Dios ten compasión de este pecador” Lc 18, 13). Es el comienzo de una oración justa y pura. La humildad confiada nos devuelve a la luz de la comunión con el Padre y su Hijo Jesucristo, y de los unos con los otros (cf 1 Jn 1, 7-2, 2): entonces “cuanto pidamos lo recibimos de Él” (1 Jn 3, 22). Tanto la celebración de la Eucaristía como la oración personal comienzan con la petición de perdón.
2632La petición cristiana está centrada en el deseo y en la búsqueda del Reino que viene, conforme a las enseñanzas de Jesús (cf Mt 6, 10. 33; Lc 11, 2. 13). Hay una jerarquía en las peticiones: primero el Reino, a continuación lo que es necesario para acogerlo y para cooperar a su venida.
Esta cooperación con la misión de Cristo y del Espíritu Santo, que es ahora la de la Iglesia, es objeto de la oración de la comunidad apostólica (cf Hch 6, 6; 13, 3). Es la oración de Pablo, el apóstol por excelencia, que nos revela cómo la solicitud divina por todas las Iglesias debe animar la oración cristiana (cf Rm 10, 1; Ef 1, 16-23; Flp 1, 9-11; Col 1, 3-6; 4, 3-4. 12). Al orar, todo bautizado trabaja en la Venida del Reino.
2633Cuando se participa así en el amor salvador de Dios, se comprende que toda necesidad pueda convertirse en objeto de petición. Cristo, que ha asumido todo para rescatar todo, es glorificado por las peticiones que ofrecemos al Padre en su Nombre (cf Jn 14, 13). Con esta seguridad, Santiago (cf St 1, 5-8) y Pablo nos exhortan a orar en toda ocasión (cf Ef 5, 20; Flp 4, 6-7; Col 3, 16-17; 1 Ts 5, 17-18).
III. La oración de intercesión
2634La intercesión es una oración de petición que nos conforma muy de cerca con la oración de Jesús. Él es el único intercesor ante el Padre en favor de todos los hombres, de los pecadores en particular (cf Rm 8, 34; 1 Jn 2, 1; 1 Tm 2. 5-8). Es capaz de “salvar perfectamente a los que por Él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor” (Hb 7, 25). El propio Espíritu Santo “intercede por nosotros [...] y su intercesión a favor de los santos es según Dios” (Rm 8, 26-27).
2636Las primeras comunidades cristianas vivieron intensamente esta forma de participación (cf Hch 12, 5; 20, 36; 21, 5; 2 Co 9, 14). El apóstol Pablo les hace participar así en su ministerio del Evangelio (cf Ef 6, 18-20; Col 4, 3-4; 1 Ts 5, 25); él intercede también por las comunidades (cf 2 Ts 1, 11; Col 1, 3; Flp 1, 3-4). La intercesión de los cristianos no conoce fronteras: “por todos los hombres, por [...] todos los constituidos en autoridad” (1 Tm 2, 1), por los perseguidores (cf Rm 12, 14), por la salvación de los que rechazan el Evangelio (cf Rm 10, 1).
IV. La oración de acción de gracias
2637La acción de gracias caracteriza la oración de la Iglesia que, al celebrar la Eucaristía, manifiesta y se convierte cada vez más en lo que ella es. En efecto, en la obra de salvación, Cristo libera a la creación del pecado y de la muerte para consagrarla de nuevo y devolverla al Padre, para su gloria. La acción de gracias de los miembros del Cuerpo participa de la de su Cabeza.
2638Al igual que en la oración de petición, todo acontecimiento y toda necesidad pueden convertirse en ofrenda de acción de gracias. Las cartas de san Pablo comienzan y terminan frecuentemente con una acción de gracias, y el Señor Jesús siempre está presente en ella. “En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros” (1 Ts 5, 18). “Sed perseverantes en la oración, velando en ella con acción de gracias” (Col 4, 2).
V. La oración de alabanza
2639La alabanza es la forma de orar que reconoce de la manera más directa que Dios es Dios. Le canta por Él mismo, le da gloria no por lo que hace, sino por lo que Él es. Participa en la bienaventuranza de los corazones puros que le aman en la fe antes de verle en la gloria.
Mediante ella, el Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios (cf. Rm 8, 16), da testimonio del Hijo único en quien somos adoptados y por quien glorificamos al Padre. La alabanza integra las otras formas de oración y las lleva hacia Aquel que es su fuente y su término: “un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y por el cual somos nosotros” (1 Co 8, 6).
2640 San Lucas menciona con frecuencia en su Evangelio la admiración y la alabanza ante las maravillas de Cristo, y las subraya también respecto a las acciones del Espíritu Santo que son los Hechos de los Apóstoles: la comunidad de Jerusalén (cf Hch 2, 47), el tullido curado por Pedro y Juan (cf Hch 3, 9), la muchedumbre que glorificaba a Dios por ello (cf Hch 4, 21), y los gentiles de Pisidia que “se alegraron y se pusieron a glorificar la Palabra del Señor” (Hch 13, 48).
2643La Eucaristía contiene y expresa todas las formas de oración: es la “ofrenda pura” de todo el Cuerpo de Cristo a la gloria de su Nombre (cf Ml 1, 11); es, según las tradiciones de Oriente y de Occidente, “el sacrificio de alabanza”.
4 características de la vida de los primeros cristianos
Video de RomeReports
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¿Es esta la casa de Nazaret donde se crió Jesús? Los hallazgos que así lo sugieren
Un arqueólogo británico y su equipo, que llevan más de una década trabajando en Nazaret, reavivan la teoría sobre esta estructura del siglo I
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Un equipo de arqueólogos trabajando en la ciudad de Nazaret, en Israel, ha identificado los vestigios de una vivienda bastante bien conservada del siglo I. Los expertos consideran que podría ser la casa donde Jesús pasó su infancia. La estructura, que se apoyó en una cueva natural, tenía varias dependencias, una escalera excavada en la roca e incluso una azotea; y el estudio de su excelente artesanía interior sugiere que tuvo que ser obra de un hombre docto en estas labores, como José, según los investigadores.
“No he dicho que esta fuera ciertamente la ‘casa de Jesús’, sólo que probablemente era la estructura que los cristianos del siglo IV, a más tardar, creían que era esa casa, y que no hay ninguna razón arqueológica por la que esa identificación sea necesariamente imposible” manifiesta el investigador Ken Dark.
El hallazgo del sitio no es nuevo. Las ruinas se descubrieron en 1880 bajo el convento de las Hermanas de Nazaret. Ya en ese momento se lanzaron las primeras hipótesis sobre si podría ser la casa de Jesús, pero la mayoría de los expertos las han rechazado a lo largo del siglo XX. Sin embargo, el investigador británico Ken Dark, profesor de Arqueología e Historia en la Universidad de Reading, que lleva trabajando en el sitio con su equipo desde 2006, ha reavivado la teoría con nuevas evidencias.
En 2015, basándose en análisis preliminares, Dark ya publicó un artículo en la revista Biblical Archaeology Review sugiriendo que esa podría haber sido la casa de Jesús, José y María. Ahora ha dado a conocer nuevos resultados en el libro The Sisters of Nazareth convent: A Roman-period, Byzantine and Crusader site in central Nazareth, que confirman que esta estructura es del siglo I y que no se podría hacer esta identificación bíblica-arqueológica con ningún otro sitio de la ciudad, según informa The Times.
El experto explica en su obra la compleja secuencia de ocupación del sitio. La vivienda inicial, en la que se han hallado fragmentos de cerámica y de vasija de piedra caliza -esto refuerza la teoría de que ahí vivió una familia y que pudo ser judía por los materiales de estos objetos-, se abandonó en algún momento del siglo I. El sitio empezó a utilizarse durante época romana como cantera y lugar de enterramiento. A finales del siglo IV, cuando el cristianismo se convirtió en la religión oficial del Imperio, se construyó una pequeña iglesia-cueva adyacente decorada con mosaicos.
La vida en la zona
Las investigaciones de Dark y su equipo han desvelado también que sobre la estructura del siglo I y la posterior iglesia se levantó en el siglo V, en época bizantina, otro edificio religioso, el de mayor tamaño de Nazaret, y que podría ser su catedral. El investigador ha señalado que los vestigios de esta iglesia encajan con una descripción del siglo VII que habla de un templo erigido sobre la casa de Jesús y que se había convertido en un importante lugar de peregrinación. Es la única iglesia en la región, junto con la de San Pedro en Cafarnaúm, construida sobre estructuras del siglo I.
El espacio cristiano fue arrasado por los ejércitos musulmanes durante la época de las cruzadas y reconstruido a finales del siglo XII principios del XIII. Los arqueólogos han descubierto un nivel de materiales quemados que confirman estos acontecimientos. Dark, consciente de que es imposible afirmar al 100% que esa casa fue en la que se crio Jesús, se ha mostrado no obstante optimista: "Todas las razones para dudar que podría ser se han ido. Esto es algo emocionante".
Las excavaciones en varios sitios cercanos a Jerusalén también han desvelado pistas sobre cómo era la vida en ese sitio en la época de Jesús. Roma tomó el control de Israel durante el siglo I a.C., pero Dark y su equipo han encontrado evidencias de que, a pesar de la creciente influencia romana, las personas que vivían en Nazaret y sus alrededores rechazaban su cultura.
Los arqueólogos han examinado un valle cerca de la localidad llamado Nahal Zippori, y concluyeron que las personas que vivían en el lado norte del valle, cerca de la ciudad romana de Séforis, estaban más dispuestas a abrazar la cultura romana que las del sur, más cerca de Nazaret, quienes parecen haberla rechazado. "Esto sugiere que el área de Nazaret era inusual por la fuerza de su sentimiento anti romano y/o la fuerza de su identidad judía", ha explicado Dark.
San Pedro, Obispo de Alejandría, decapitado por orden de Galerio, 310.
Trabajó mucho para alentar a los fieles en los años difíciles de la última persecución. El mismo tuvo que huir de su Iglesia, andando errante por Siria y Palestina.
Congregó sínodos para establecer la manera de recibir en la comunión a los caídos, y condenó al obispo de Sicópolis, Melecio, que había quemado incienso a los ídolos. Murió con el presentimiento de las tempestades que su sacerdote Arrio, que no le dió poco que hacer con su carácter levantisco, iba a desencadenar en la Iglesia.