Junto con él murieron sus compañeros de armas: Caio, Gálatas, Hermógenes, Aristónico y Rufo. Muchos otros mártires dieron gloria a Dios en su época, entre ellos Santa Filomena y San Jorge.
Según la tradición, en el momento de la conversión, se le acercó el demonio, en forma de un cuervo que le gritaba "cras, cras cras" (En latín significa "Mañana, Mañana, Mañana"). Así trataba de persuadirlo a que dejase su decisión para después ya que el demonio sabe que lo que se deja para mañana hay mucha posibilidad de que se quede sin hacer.
Pero Expedito aplastó al cuervo tentador con prontitud diciendo "¡HODIE, HODIE, HODIE!" (HOY, HOY, HOY). No dejaré nada para mañana, a partir de HOY seré cristiano". Así se convirtió en soldado de Cristo, utilizando desde ese momento su valor y disciplina para el Reino de Dios.
Aunque se desconoce el origen su nombre, aparece en la Martiriología Romana junto a Hermógenes y compañeros. Su nombre es sinónimo con prontitud y se le tiene por gran y pronto intercesor.
A san Expedito se le invoca en problemas urgentes. Debemos saber que lo mas importante es renunciar a la vida de pecado y decidirnos cabalmente por Cristo. Seamos pues inspirados por su prontitud y valor al seguir a Cristo en tan difíciles circunstancias cuando los cristianos eran perseguidos a muerte. Que nosotros también digamos "HOY" a Jesús y aplastemos los engaños del tentador.
También se le venera como protector de jóvenes, estudiantes, enfermos, problemas laborales y de familia, y juicios.
Se alega que el santo aparece como un error de escribano cuando, en el siglo XIX, una caja de reliquias fue enviada a monjas francesas con la anotación: "expedir". Sheppard (1969). Pero esta hipótesis no puede ser cierta ya que Expedito era conocido en el siglo XVIII en Alemania y Sicilia y se le invocaba en casos de urgencia.
En la iconografía, Expedito es representado como un soldado con una cruz en la que esta escrito "Hodie" (Hoy) y la hoja de palma (martirio). A sus pies hay un cuervo y la palabra "cras" (mañana).
Aunque no aparece en el actual calendario litúrgico no deja de ser un santo reconocido por la Iglesia.
Ver en Wikipedia
En un ambiente de alegría y serenidad la Custodia de Tierra Santa consagró, tras un año de restauración, la Iglesia del Al-Mujaydel, junto a Nazaret, despoblada desde 1948. El custodio de Tierra Santa, Fr. Francesco Patton, presidió la misa solemne concelebrada por sacerdotes, con la presencia de fieles, en su mayoría pertenecientes a las familias de los exiliados del pueblo.
Fr. FADI SHALLUFI, ofm Guardián del Convento del Arcángel Gabriel
"Hemos restaurado las piedras tanto del interior del conjunto del antiguo monasterio como de la histórica iglesia. Hemos dispuesto el nuevo altar del Arcángel Gabriel y también el sagrario para el Santísimo Sacramento."
La rehabilitación ha incluido el alicatado de la iglesia, la renovación de la fachada y la reconstrucción de la red eléctrica. El guardián del convento, Fr. Shallufi, está preparando este lugar en medio de la naturaleza para acoger retiros espirituales.
Fr. Francesco Patton, custodio de Tierra Santa, se refirió al agradable ambiente que acompañó la celebración, recordando que Gabriel es el arcángel de las buenas noticias; es él quien anunció a la Virgen María que daría a luz a Jesús, añadiendo cómo la celebración coincide con otras buenas noticias que los ángeles han transmitido con ocasión de la Santa Pascua.
Fr. FRANCESCO PATTON, ofm Custodia de Tierra Santa
"Los ángeles nos han traído en este periodo de pandemia otra buena noticia que nos da esperanza. Como cristianos sabemos que podemos encontrar esperanza cuando acogemos a Jesús, desde la Anunciación a la Resurrección. La jornada de hoy marca también una festividad importante, la de la Divina Misericordia."
Al término de la misa, Fr. Patton entregó a Sami Nassar, exiliado de la aldea, una medalla y un certificado por su generosidad y la de su familia hacia la Iglesia.
SAMI NASSAR Exiliado de la aldea de Al-Mujaydel
"Somos originarios de Al- Mujaydel. Los habitantes fueron exiliados y se trasladaron a Nazaret. Tenemos un vínculo especial con esta iglesia porque se trata del único lugar cristiano que queda en Al-Mujaydel. Hay también una iglesia greco-ortodoxa, pero también ha sido abandonada."
Fr. FADI SHALLUFI, ofm Guardián del Convento del Arcángel Gabriel
"En los diferentes lugares abandonados que no son habitados por cristianos, como Séforis o Ein Karem, los frailes franciscanos estamos presentes y seguimos siendo guardianes y custodios de los santos lugares y de las iglesias, incluido Al-Mujaydel.
Nuestra misión es informar a la comunidad cristiana local de que aquí pueden volver a orar de nuevo, comenzando por los habitantes originarios de Al-Mujaydel. De esta manera la Iglesia, que es la casa de Dios, y este monasterio se pueden repoblar y dar momentos de alegría a todos."
Después de la misa se ofreció un refresco. Los sacerdotes acogieron las felicitaciones y saludaron a los fieles en un clima de fiesta.
Su veneración estaba ya muy viva en el siglo V y su historia se transmite por varias fuentes: las más completas son el Passio de Santa Cecilia y el Martirologio Jeronimiano, traducido más tarde al Martirologio Romano, que se sigue utilizando hoy en día.
La historia comienza con Valeriano, un noble romano nacido en 177, que está casado con Cecilia, también hija de padres patricios de alto rango. Aunque provenía de una familia pagana, Cecilia se hizo discípula de Jesús desde muy joven y, sin darlo a saber, vivió en comunión con Jesús en continua oración y en el ejercicio de las virtudes.
También se consagró a Él, en el secreto de su habitación. Así, el día de su matrimonio con Valeriano, le confió su voto: "Ninguna mano profana puede tocarme porque un ángel me protege", le dijo, "si me respetarás, Él te amará como me ama a mí". Valeriano es un buen hombre y la gracia ya ha lo ha transformado interiormente: acepta a su esposa y su casto matrimonio.
En ese momento un ángel sonriente se le aparece, llevando dos coronas: una de lirios para él, una de rosas para su esposa.
Valeriano fue bautizado por el Papa Urbano I, se convirtió en un celoso cristiano y con su fe y palabras inspiradas también logró convertir a su hermano Tiburcio. Los dos, junto con Cecilia y eludiendo las prohibiciones, salían todas las noches a enterrar a los cristianos mártires y a llevar comida y consuelo a los fieles ocultos.
Una noche, sin embargo, los dos hermanos fueron descubiertos, encarcelados y sentenciados a muerte por el prefecto Almaquio, quien fue particularmente feroz contra los cristianos. Antes de la ejecución, Cecilia fue a visitarlos a la prisión y los animó a enfrentar con fe y tenacidad esa difícil prueba, incluso la extrema del martirio.
Al día siguiente, Máximo, el carcelero que los había detenido, los llevó a un templo y los obligó a hacer sacrificios a los dioses paganos, pero cuando se negaron a obedecer a la ley, los mató. En este punto, sin embargo, Máximo vio los cielos abiertos y los ángeles bajaron para tomar las almas de esos dos cristianos.
El oficial sintió la llamada del Señor a la fe y se convirtió, pero unos días después su destino sería el mismo: el martirio.
En la Roma pagana y fuertemente anticristiana, el entierro de los condenados a muerte, sobre todo si era por motivos religiosos, era muy peligroso: se corría el riesgo de ser considerado cómplice y ser condenado a su vez a la pena capital. Pero Cecilia, cada noche, desafiaba tal peligro.
Lo hace incluso después de la ejecución de su marido y cuñado, que lleva a un lugar llamado Pagus, a cuatro millas de Roma. Hará lo mismo por Máximo, quien será enterrado por separado en el cementerio Pretestato de la Via Appia. Fue el Papa Pascual I quien trasladó a Roma las reliquias de los tres mártires en la basílica dedicada a Santa Cecilia en el Trastevere.
https://www.primeroscristianos.com/santa-cecilia-22-de-noviembre/
Fr. FRANCESCO PATTON, ofm Custodio de Tierra Santa
"Hemos venido a Emaús Al-Qubeibeh, que es una de las posibles ubicaciones del lugar narrado por San Lucas en el capítulo 24. Emaús Al Qubeibeh está a 11 km de Jerusalén, y cuando nuestros arqueólogos del Studium Biblicum Franciscanum fueron confinados aquí como prisioneros, durante la Segunda Guerra Mundial, llevaron a cabo las excavaciones, y las ruinas que encontraron sacaron a la luz una aldea de la época de Jesús."
En el santuario Fr. Francesco Patton, custodio de Tierra Santa, presidió la celebración en la que participaron muchos franciscanos, religiosos y los pocos cristianos locales de Emaús Al Qubeibeh, cuya población es en su mayoría musulmana.
Fr. ARTURO VASATURO, ofm Administrador del Santuario de Emaús
"Nuestra relación con los musulmanes ha sido siempre tranquila, porque los frailes hemos venido para servir. La comunidad musulmana que vive aquí está muy ligada al convento porque en el concento del convento está el término “der”. “Der” es “donde se vive”, por lo que la gente local ve con buenos ojos a aquellos que se consagran al Señor, y todos nuestros trabajadores son habitantes del pueblo. En estos 100 años ha trabajado aquí siempre gente del lugar, por lo que nuestra relación con ellos ha sido siempre buena."
En su homilía Fr. Francesco Patton comentó que “Jesús enseña a los discípulos por medio del Evangelio el misterio de la Pascua”. Y en la celebración bendijo dos nuevas esculturas del santuario.
Basilica de la Manifestacion de Jesus (retablo) Emaus Al Qubeibeh
Fr. FRANCESCO PATTON, ofm Custodio de Tierra Santa
"En el transcurso de la celebración hemos bendecido estos dos bajorrelieves procedente de Ortisei en Val Gardena, al norte de Italia. Son obra del escultor Willy Messner y han sido donadas por una benefactora para recordar dos pasajes fundamentales del Evangelio de Emaús: Jesús que camina con sus discípulos explicándoles las Escrituras —en el bajorrelieve Jesús explica un pasaje de Isaías— y además Jesús que es invitado a cenar y que es reconocido en el gesto de bendecir y partir el pan.
Estas dos esculturas, estos dos bajorrelieves, ayudarán a los peregrinos (en cuanto puedan regresar) a meditar el Evangelio de Emaús y el misterio que recordamos y vivimos en este lugar tan bello y especial."
Según la narración del Evangelio de San Lucas Jesús se sentó a la mes, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y lo sirvió a sus discípulos, quienes en ese gesto lo reconocieron. Este gesto de Jesús fue repetido por Fr. Francesco Patton, que distribuyó panes en memoria de la manifestación de Cristo a Simeón y Cleofás.
¿Qué tipo de piedra selló la tumba de Jesús? ¿Era una piedra redonda (en forma de disco) o una piedra cuadrada (en forma de corcho)?Aunque ambos tipos de piedras de bloqueo están atestiguados en las tumbas de Jerusalén de la época de Jesús, las piedras cuadradas (en forma de corcho) son mucho, mucho más comunes que las redondas (en forma de disco).
¿Cómo se selló la tumba de Jesús? Aunque algunas tumbas de Jerusalén de finales del Segundo Templo tenían piedras redondas (en forma de disco), era más común sellar las tumbas con piedras en forma de corcho, como la que se muestra aquí. Las pruebas arqueológicas sugieren que la tumba de Jesús -la tumba de José de Arimatea, que no se utilizó- se selló con una piedra en forma de corcho.
De hecho, de las más de 900 cuevas funerarias del periodo del Segundo Templo en los alrededores de Jerusalén examinadas por el arqueólogo Amos Kloner, sólo se han descubierto cuatro con piedras de bloqueo en forma de disco. Estas cuatro elegantes tumbas de Jerusalén pertenecían a las familias más ricas -incluso reales-, como la tumba de la reina Helena de Adiabene.
¿Fue la tumba de Jesús una de las "cuatro principales" tumbas de Jerusalén del período del Segundo Templo?
Dado que las piedras de bloqueo en forma de disco eran tan raras y que la tumba de Jesús se construyó para una persona corriente -porque en realidad era la tumba prestada, pero no utilizada, de José de Arimatea (Mateo 27:60)-, parece muy poco probable que estuviera equipada con una piedra de bloqueo en forma de disco.
Por lo tanto, la arqueología sugiere que la tumba de Jesús habría tenido una piedra de bloqueo en forma de corcho. ¿Está esto confirmado o impugnado por el texto bíblico? ¿Cómo se selló la tumba de Jesús según el Nuevo Testamento?
En su columna de Biblical Views "A Rolling Stone That Was Hard to Roll" del número de marzo/abril de 2015 de BAR, Urban C. von Wahlde examina los relatos evangélicos para ver cómo se retrata la piedra que selló la tumba de Jesús. Su cuidadoso análisis de la gramática griega revela un detalle del Evangelio de Juan que apoya la idea de que la tumba de Jesús fue efectivamente sellada con una piedra en forma de corcho.
La piedra en forma de disco de la llamada Tumba de la Familia de Herodes, que medía 1,5 metros de altura, podía ser rodada para cubrir la entrada de la tumba o bien para abrirla en un nicho, lo que permitía añadir nuevos enterramientos a la tumba familiar. Esta es una de las cuatro tumbas de Jerusalén del periodo del Segundo Templo con una piedra rodante redonda.
En Marcos 15:46 se lee: "Entonces José compró una tela de lino, y bajando el cuerpo, lo envolvió en la tela de lino y lo puso en un sepulcro que había sido excavado en la roca. Luego hizo rodar una piedra contra la puerta del sepulcro" . El verbo griego utilizado en la última frase de este pasaje es proskulisas. Von Wahlde dice: "Es una combinación de pros (que significa 'hacia') y el participio pasado de kulio (que significa 'rodar o rodar a lo largo')".
Marcos 16:3 describe la escena del domingo de Pascua cuando María Magdalena, María la madre de Santiago y Salomé visitan la tumba de Jesús:
"Se decían unas a otras: "¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?". La palabra griega para "rodar" es apekulisen, que von Wahlde explica que es "una combinación de ap' (que significa 'lejos') y ... sí, kulio (que significa 'rodar')".
Los evangelios de Mateo y Lucas utilizan compuestos similares del verbo kulio. Así, todos estos relatos implican que la piedra que sellaba la tumba de Jesús fue rodada.
¿Pueden rodar las piedras de bloqueo cuadradas (en forma de corcho)?
En su artículo "¿Cerró una piedra rodada la tumba de Jesús?" del número de septiembre/octubre de 1999 de BAR, Amos Kloner añadió "desalojar" o "mover" a la definición del verbo griego kulio. Una piedra de bloqueo cuadrada (con forma de corcho) podría describirse más fácilmente como "desalojada" o "movida" que "rodada". Así, esta definición resuelve cualquier incongruencia entre el texto bíblico y el registro arqueológico. Sin embargo, von Wahlde no está de acuerdo con la definición de Kloner.
En su artículo sobre el tipo de cierre del sepulcro utilizado para la tumba de Jesús, Amos Kloner afirma que el verbo griego kulio significa "rodar", pero también puede significar "desalojar" o "mover". No estoy de acuerdo con esto por dos razones: En primer lugar, al menos yo no encuentro ningún artículo de diccionario (incluyendo el más grande, el Liddle-Scott-Jones) que dé este otro significado. En segundo lugar, como señalé anteriormente, casi todos los casos del verbo en los textos evangélicos son compuestos de kulio, ya sea pros-kulio ("rodar hacia") o apo-kulio ("rodar lejos"). Son verbos de movimiento "hacia" o "lejos de".
No es necesario cambiar la definición de kulio para dar sentido a los relatos evangélicos. Von Wahlde señala:
"Es muy posible que la gente hiciera rodar las piedras 'en forma de corcho' lejos de la tumba. Una vez que se ve el tamaño de una piedra 'tapón', es fácil ver que, sea como sea que se saque la piedra de la entrada, lo más probable es que se ruede el resto del camino".
Aunque ciertamente no habrían rodado con tanta facilidad como las piedras redondas (en forma de disco), las piedras en forma de corcho aún podrían haber sido rodadas.
El Evangelio de Juan presenta una imagen ligeramente diferente a la de los otros relatos evangélicos, con un verbo griego diferente utilizado para describir la piedra que sella la tumba de Jesús. En Juan 20:1 se lee:
"Temprano, el primer día de la semana, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena vino al sepulcro y vio que la piedra había sido removida de la tumba".
La palabra griega para "removido" o "quitado" es hairo, que Von Wahlde define como "quitar". En el Evangelio de Juan no se menciona el hecho de "hacer rodar" la piedra. Von Wahlde sostiene que esta descripción refleja "la práctica funeraria judía con mucha más precisión que cualquiera de los otros evangelios. Él [Juan] nos ha dado un detalle que ninguno de los otros evangelios tiene".
Así, tanto el Evangelio de Juan como la arqueología apoyan la interpretación de que la tumba de Jesús habría sido sellada con una piedra de bloqueo en forma de corcho. Para el análisis completo de Urban C. von Wahlde sobre el tipo de piedra que selló la tumba de Jesús según los Evangelios, lea su columna de Biblical Views "A Rolling Stone That Was Hard to Roll" en el número de marzo/abril de 2015 de BAR.
Más tarde, durante los períodos romano tardío y bizantino, las piedras de bloqueo redondas (en forma de disco) se hicieron menos raras. Se han encontrado docenas de tumbas de Jerusalén que datan de estos periodos con piedras en forma de disco, pero a menor escala. Mientras que las cuatro piedras de bloqueo en forma de disco del periodo del Segundo Templo tenían al menos 1,2 m de diámetro, las de periodos posteriores solían tener un diámetro de 1,2 m.
Sin embargo, la fecha y el estilo de estas tumbas las descalifica como candidatas a la tumba de Jesús, ya que la tumba de Jesús pertenecía a un período anterior, el del Segundo Templo, que terminó en el año 70 d.C. con la destrucción romana de Jerusalén.
Las grandes fiestas, juntamente con el reparto de pan y alimentos, eran el medio favorito al que recurrían los emperadores para ganarse al pueblo. En todas las ciudades de cierta importancia se había introducido el anfiteatro, elcirco, así como magníficos centros de diversión. De todo ello han llegado hasta nosotros testimonios abundantes y elocuentes restos en Tréveris, Nimes, Sagunto, Mérida, Itálica, Cartagena y Roma, por citar sólo algunos lugares más significativos.
Para hacerse una idea aproximada de lo que decimos, podemos recordar algunos botones de muestra. Las fiestas y diversiones públicas celebradas por el emperador Tito al inaugurar el gran Coliseo duraron cien días. Trajano celebró el año 106 una serie de festivales que duraron ciento veintitrés días.
La capacidad de los locales destinados a estos espectáculos sobrepasa a la de los modernos estadios. El Coliseo de Roma tenía asientos para 80.000 personas. El gran anfiteatro de la misma ciudad podía acoger a 250.000espectadores.
R. Podemos decir que eran tres los principales: las carreras, las luchas de gladiadores y de animales, y el teatro. Las carrerasno tenían, por su propia naturaleza, una especial significación moral, si bien por el modo en que se desarrollaban podían mostrar, en algunos casos, crueldad y menosprecio de la vida humana.
Esto último, se acentúa sensiblemente en el caso de las luchas de gladiadores, y en el teatro que llevaba consigo una fuerte carga de inmoralidad.
R. Comencemos por decir que una gran parte de los criminales y de los presos de guerra eran destinados a estas luchas sanguinarias. Existían empresas especiales que proporcionaban partidas de gladiadores. De una de ellas escapó el año 74 a. de C. el célebre Espartaco, que tanto dio que hacer al ejército romano.
La lucha comenzaba con una marcha a través de la arena. Luego se iniciaba la lucha cuerpo a cuerpo, o grupos contra grupos. La lucha de gladiadores tenía un morbo atractivo por la sangre humana que se derramaba. Si uno de los contendientes caía gravemente herido, su vida quedaba al arbitrio del público asistente. Si cerrando el puño levantaba el dedo pulgar hacia arriba, era señal de clemencia. Volverlo hacia abajo significaba la muerte del desgraciado.
Con razón, el gran historiador alemán Mommsen, autor de una Historia de Roma, ha podido escribir que estas luchas de gladiadores eran “la manifestación y al mismo tiempo, el fomento de la más crasa desmoralización del mundo antiguo…, un espectáculo de caníbales…, la sombra más negra que pesa sobre Roma”.
R. En apariencia cabría esa forma benévola de entender “las luchas de animales” o venationes. Pero la realidad era muy otra. Consistían en presentar animales feroces en luchas contra hombres, ya fueran gladiadores, o condenados a muerte, y más tarde, cristianos. El espectáculo era feroz y horripilante.
El público romano era exigente y no se contentaba con cualesquiera fieras. Por eso, abundaban los leones y los tigres traídos de África. Antes de sacar las fieras a la arena se las mantenía hambrientas durante dos o tres semanas, con el fin de aumentar su voracidad.
Unas cifras nos sitúan mejor en ese contexto. En los juegos del emperador Severo (222-235), que duraron siete días, fueron sacrificadas 700 fieras. No se contabilizaban las vidas humanas que caían destrozadas por estos animales. Nerón lanzó una vez una división de pretorianos contra 400 osos y 300 leones, entre los que se entabló una de las luchas más bárbaras que presenció el circo romano.
Cuando se trataba de la ejecución, por este medio, de sentencias de muerte, el espectáculo revestía todos los caracteres de lo canibalesco y lo sanguinario. Así fueron sacrificados un buen número de inofensivos cristianos, ante la furia desatada del populacho.
Los “mimos” eran representaciones de actores que, sin pronunciar palabras, expresaban danzando mímicamente con un acompañamiento musical lo que el coro cantaba. Los temas solían estar tomados de los relatos mitológicos, especialmente los que tenían contenido sensual o erótico.
Los grandes dramas clásicos sólo se representaban en contadas ocasiones. Lo más corriente eran las comedias y, dada la corrupción del público que frecuentaba el teatro, se acostumbraba a representar adulterios con escenas picantes y escandalosas. Incluso, cuando el cristianismo estuvo más extendido en los siglos III y IV, se ridiculizaban aspectos de la vida sacramental cristiana, como el bautismo.
R. Evidentemente, la reacción no podía ser otra que el rechazo. En unos casos, por el intrínseco desacuerdo entre la crueldad que estaba presente en espectáculos, como las luchas de gladiadores o de fieras, y la doctrina cristiana.
Podemos decir que la simple presencia les podría hacer copartícipes de los hechos que tenían lugar en la arena del circo o del anfiteatro. En otras ocasiones, los propios cristianos eran los protagonistas forzados, al ser martirizados al filo de la espada o de las garras de una fiera.
En el caso del teatro sucedía también algo parecido, dado que su inmoralidad era bien patente, y chocaba abiertamente con la vivencia de la fe cristiana. Otro tanto, se podía afirmar en relación con las obras teatrales que satirizaban el cristianismo.
Como ya hemos indicado anteriormente, la mera asistencia podía entenderse como complacencia ante semejantes espectáculos. De ahí que la autoridades eclesiásticas desaconsejaran vivamente asistir a tales representaciones teatrales.
Tertuliano, que escribe entre los siglos II y III, aún cuando tenga una cierta tendencia a la exageración, es muy rotundo a la hora de enjuiciar negativamente estos espectáculos, por el peligro de contaminación idolátrica que suponían.
En este sentido escribe:
“Todo en los espectáculos paganos es idolatría: sus orígenes que recuerdan a algún dios; sus nombres, tomados igualmente de los dioses…en el teatro, el reino de Venus y de Liber; en los juegos el recuerdo de dioses epónimos de dichos juegos; en los combates de gladiadores, los antiguos sacrificios de los que tales combates son una transformación; el anfiteatro, consagrado con más ceremonias que el Capitolio, es un pandemonio donde Marte y Diana ocupan el primer puesto…
Los paganos, por lo demás, no se llaman a engaño: la primera señal por la que reconocen a un nuevo cristiano, es que ya no asiste a los espectáculos; si vuelve a ellos, es un desertor” (De idol., XII-XXIV).
En resumen, podríamos aducir otros testimonios cristianos de esa época, pero con lo dicho nos parece más que suficiente para poner de relieve el contraste que ofrece el aspecto lúdico del paganismo romano con los primeros cristianos, que no compartían esas manifestaciones de crueldad.
A mayor abundamiento, nuestros primeros hermanos en la fe, no sólo sufrieron en su propia carne la violencia y la crueldad de los juegos, sino también el escarnio y la burla de las representaciones teatrales, que los presentaban como objeto de sus diversiones.
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Este edificio de piedra de dos plantas situado en la cima del monte Sión (abajo) es uno de los lugares más intrigantes de Jerusalén. Tradicionalmente se le llama Cenáculo (del latín coenaculum, "comedor") y se encuentra justo fuera de las actuales murallas de la Ciudad Vieja, al sur .
El piso inferior del edificio se asocia desde la Edad Media con la Tumba de David, el supuesto lugar de enterramiento del rey bíblico David, mientras que el piso superior se cree tradicionalmente que es el lugar de la Última Cena de Jesús.
La mampostería del muro oriental del Cenáculo demuestra claramente su historia "en capas": desde el periodo del Segundo Templo, pasando por los periodos bizantino y cruzado, hasta el periodo otomano.
A pesar de haber sufrido numerosas catástrofes naturales y provocadas por el hombre, y de haber sido reclamado y ocupado sucesivamente por fieles de las tres religiones monoteístas, el Cenáculo de la Última Cena sigue en pie como testimonio de una sacralidad largamente compartida en la Ciudad Eterna. Ha sido iglesia, mezquita y sinagoga.
Sin embargo, no ha sido hasta hace poco tiempo que la ubicación de la Última Cena de Jesús y la identidad de este edificio en particular se cuestionaron y se convirtieron en objeto de debate académico. David Christian Clausen, profesor adjunto de Estudios Religiosos en la Universidad de Carolina del Norte en Charlotte, examina las evidencias de las diversas afirmaciones sobre el lugar histórico del Cenáculo en Biblical Archaeology Review.
Lamentablemente, nunca se ha intentado realizar una excavación arqueológica en el supuesto lugar de la Última Cena de Jesús y la Tumba de David en el Monte Sión, o en sus alrededores, para evaluar el desarrollo, la relación o incluso la antigüedad de las estructuras construidas.
Sólo se han realizado sondeos limitados y sondeos no invasivos en diferentes momentos de la historia, normalmente en relación con nuevas construcciones o renovaciones en el lugar.
En su último libro, Clausen examina todas las pruebas históricas existentes e intenta dar sentido a lo que nos dicen los limitados datos arqueológicos cuando se interpretan junto con las representaciones artísticas contemporáneas, las fuentes literarias, los relatos de los peregrinos occidentales y las diversas tradiciones transmitidas a lo largo de los tiempos.
Al desentrañar la compleja historia, Clausen aborda dos conjuntos de cuestiones: En primer lugar, ¿cuándo se construyó el edificio que hoy llamamos Cenáculo y cuáles fueron sus funciones a lo largo de los siglos? En segundo lugar, ¿dónde están los lugares reales de la Última Cena de Jesús y de la Tumba de David?
La presunta Tumba de David se conmemora en el Cenáculo del Monte Sión con este cenotafio. El nicho visible detrás del cenotafio es considerado por algunos como una prueba de que el espacio fue una sinagoga en la antigüedad.
Los textos bíblicos sitúan la Tumba de David en la Ciudad de David, el antiguo asentamiento con vistas al Valle del Cedrón (1 Reyes 2:10 y Nehemías 3:14-16). Al parecer, hasta la Edad Media no se empezó a asociar expresamente el lugar de enterramiento del rey David con el monte Sión.
Sin embargo, la ubicación incierta de la Sión bíblica en comparación con el Monte Sión de hoy en día se suma al rompecabezas. ¿Podemos identificar con seguridad el Sión bíblico con la colina occidental que ahora llamamos Monte Sión?
Los eruditos modernos sostienen en general que la Sión bíblica estaba situada en la colina al este del actual monte Sión, en el lugar donde se encontraba la antigua ciudad jebusea de David; también están de acuerdo en su mayoría en que el monte Sión no se identificó con la colina occidental hasta el cambio de era. Por lo tanto, es muy poco probable que el Cenáculo tenga algo que ver con la tumba real de David.
El lugar donde tuvo lugar la Última Cena de Jesús, tal y como se narra en los Evangelios, es aún más intrincado. A diferencia del sepulcro de David, la ubicación del cenáculo de la Última Cena no se especifica en la Biblia.
Tampoco está clara la ubicación de otros acontecimientos asociados al mismo edificio, como las apariciones de Jesús resucitado (Lucas 24:36; Juan 20:19-29), la selección de Matías como duodécimo apóstol (Hechos 1:26), el primer Pentecostés tras el Domingo de Resurrección (Hechos 2:1-14) y el entierro del hermano de Jesús, Santiago.
Y las fuentes literarias, como el peregrino anónimo de Burdeos y Egeria que asocian el lugar de la Última Cena de Jesús con el Monte Sión, se remontan sólo al siglo IV de nuestra era.
Como supuesto lugar de congregación y culto de los primeros cristianos en Jerusalén, el Cenáculo del Monte Sión sería la primera iglesia cristiana de la historia.5 Entonces, ¿las iglesias posteriores en el lugar del Cenáculo actual honraron la ubicación del Cenáculo original? ¿La basílica bizantina de Hagia Sion ("Santa Sión") -edificada en el 379-381 d.C. y demolida en el 1009 d.C.- se construyó para incorporar la casa donde tuvo lugar la Última Cena de Jesús?
Llamada "la madre de todas las iglesias", la Hagia Sion podría haberlo sido, pero los mosaicos de Jerusalén del siglo VI de Santa María la Mayor de Roma y la iglesia de San Jorge de Madaba (Jordania), que son las dos representaciones artísticas más antiguas de la basílica, no apoyan esta opinión, sino que muestran una estructura autónoma que se levanta al sur de la iglesia de la Santa Sión.
Este mapa en mosaico de Jerusalén del siglo VI, procedente de la Iglesia de San Jorge en Madaba (Jordania), muestra la gran basílica bizantina del Monte Sión con un pequeño edificio al lado (rodeado), que podría ser el edificio tradicionalmente identificado como el "Cenáculo" de la Última Cena de Jesús y la Tumba de David.
A continuación, ¿cuál es la relación de las primeras etapas arquitectónicas del Cenáculo con la Iglesia de la Virgen María del periodo de las Cruzadas y con la moderna Abadía de la Dormición y la Basílica de la Asunción (o de la Dormición), construidas a principios del siglo XX sobre el extremo occidental de la Hagia Sion de la época bizantina?
Pero, fundamentalmente: ¿Los orígenes del cenáculo se remontan realmente a la época de Jesús? Sin nuevas pruebas fehacientes -como las de las excavaciones- es imposible saberlo con certeza. ¿Tuvieron lugar en el mismo lugar otros acontecimientos bíblicos tradicionalmente asociados a este edificio? Puede que nunca lo sepamos.
Algunos estudiosos, como Amit Reem, de la Autoridad de Antigüedades de Israel, sostienen que las estructuras detectadas bajo el Cenáculo no son más que restos de una iglesia bizantina de finales del siglo IV, la basílica de la Santa Sión. Clausen, sin embargo, afirma que los elementos más antiguos del Cenáculo sí son anteriores al periodo bizantino.
Los menologios griegos dan noticia de su condición episcopal cuando lo incluyen en las listas de obispos, mencionando su óbito alrededor del año 180. También Eusebio de Cesarea nos relata algo de su actividad al recogerlo en la Historia Eclesiástica como uno de los grandes hombres que contribuyeron a extender por el mundo el Evangelio.
Pertenece a las primeras generaciones de cristianos. Es uno de los primitivos eslabones de la larga cadena que sólo tendrá fin cuando acabe el tiempo.
Por el momento en que vivió, resulta que con él entramos en contacto con la antiquísima etapa en que la Iglesia está aún, como aprendiendo a andar, dando sus primeros pasos; su expresión en palabras sólo se siente en la tierra como un balbuceo y la gente que conoce y sigue a Cristo son poco más que un puñado de hombres y mujeres echados al mundo, como a voleo, por la mano del sembrador y desparramados por el orbe.
Dionisio fue un obispo que destaca por su celo apostólico y se aprecia en él la preocupación ordinaria de un hombre de gobierno. Rebasa los límites geográficos del terruño en donde viven sus fieles y se vuelca allá donde hay una necesidad que él puede aliviar o encauzar. En su vida resuena el eco paulino de sentir la preocupación por todas las iglesias.
Aún la organización eclesiástica -distinta de la de hoy- no entiende de intromisiones; la acción pastoral es aceptada como buena en cualquier terreno en donde hay cristianos. Posiblemente el obispo Dionisio pensaba que si se puede hacer el bien, es pecado no hacerlo. Todas las energías se aprovechan, porque son pocos los brazos, es extenso el campo de labranza... y corto el tiempo.
Siendo la labor tan amplia, el estilo que impera es prestar atención espiritual a los fieles cristianos donde quiera que se encuentren sin sentirse coartado por el espacio; la jurisdicción territorial vino después. Él se siente responsable de todos porque todos sirven al mismo Señor y tienen el mismo Dueño.
Los discípulos -pocos para lo que es el mundo- se tratan mucho entre ellos, todo lo que pueden; traen y llevan noticias de unos y de otros; todos se encuentran inquietos, ocupados por la suerte del "misterio" y dispuestos siempre a darlo a conocer.
Las dificultades para el contacto son muchas, lentas y hasta peligrosas algunas veces, pero por las vías van los carros y por los mares los veleros; lo que sirve a los hombres para la guerra, las conquistas, la cultura o el dinero, el cristiano lo usa —como uno más— para extender también el Reino.
Se saben familia numerosa esparcida por el universo; tienen intereses, dificultades, proyectos y anhelos comunes ¡lógico que se sientan unidos en un entorno adverso en tantas ocasiones!
Y en este sentido tuvo mucho que ver Corinto, —junto al istmo y al golfo del mismo nombre— que en este tiempo es la ciudad más rica y próspera de Grecia, aunque no llega al prestigio intelectual de Atenas. Corinto es la sede de Dionisio; fue, no hace mucho, aquella iglesia que fundó Pablo con la predicación de los primeros tiempos y que luego atendió, vigiló sus pasos, guió su vida y alentó su caminar.
Tiene una situación privilegiada: es una ciudad con dos puertos, un importante nudo de comunicaciones en donde se mezcla el sabio griego con el comerciante latino y el rico oriental; allí viven hermanadas la grandeza y el vicio, la avaricia, la trampa, la insidia y el desconcierto; todas las razas tienen sitio y también los colores y los esclavos y los dueños. El barullo de los mercados es trajín en los puertos.
Hay intercambio de culturas, de pensamiento. Entre los miles que van vienen, de vez en cuando un cristiano se acerca, contacta, trae noticias y lleva nuevas a otro sitio del Imperio. ¡Cómo aprovechó Dionisio sus posibilidades! Porque resalta su condición de escritor.
Que se tengan noticias, mandó cartas a los cristianos Lacedemonios, instruyéndoles en la fe y exhortándoles a la concordia y la paz; a los Atenienses, estimulándoles para que no decaiga su fe; a los cristianos de Nicomedia para impugnar muy eruditamente la herejía de Marción; a la iglesia de Creta a la que da pistas para que sus cristianos aprendan a descubrir la estrategia que emplean los herejes cuando difunden el error.
En la carta que mandó al Ponto expone a los bautizados enseñanzas sobre las Sagradas Escrituras, les aclara la doctrina sobre la castidad y la grandeza del matrimonio; también los anima para que sean generosos con aquellos pecadores que, arrepentidos, quieran volver desde el pecado.
Igualmente escribió carta a los fieles de Roma en tiempos del papa Sotero; en ella, elogia los notables gestos de caridad que tienen los romanos con los pobres y testifica su personal veneración a los Vicarios de Cristo.
La vida de este obispo griego —incansable articulista— terminó en el último tercio del siglo II.
Sin moverse de Corinto, ejerció un fecundo apostolado epistolar que no conoció fronteras; el papel, la pluma y el mar Mediterráneo fueron sus cómplices generosos en la difusión de la fe.
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Víctor viene de Mauritania y como él también sus compañeros: Narbore y Félix. Moros, fueron llamados al ejército imperial de Maximiano que los destinó a Milán. Estamos en el paso del siglo III al IV.
Sigue, sin embargo, una gran purga dentro del ejército: los cristianos no son bien vistos, y los tres son convertidos de la primera hora. Son fieles al emperador, le obedecen en su vida civil y militar, pero no quieren tener que elegir entre él y Dios.
Víctor es arrestado por su objeción de conciencia. Durante diversos días es recluído en una celda sin comer ni beber, hasta que lo llevan al hipódromo del circo - la actual Porta Ticinese - delante del propio emperador y de su consejero Anulino. Pero también delante de ellos se mantiene firme en su negativa a hacer sacrificios a los ídolos.
Llevado de nuevo a la prisión de Porta Romana, sufre terribles torturas, que el Señor le ayuda a soportar privándole del dolor. Narbore y Félix, también son encarcelados por negarse a abjurar y fueron llevados a Lodi para ser martirizados.
Un día, aprovechando la distracción de su carcelero, Víctor consigue escapar y refugiarse en un establo cerca de lo que ahora es Porta Vercellina. Pero su huida no dura mucho: una vez descubierto, es llevado por los soldados a un bosque y decapitado. Según la tradición, su cuerpo insepulto e incorrupto, vigilado por dos nobles bestias, fue recuperado por el obispo San Materno que le dio un digno entierro.
Sabemos muchas cosas sobre la vida de este Santo gracias a los escritos que nos ha transmitido San Ambrosio: se comprende, por lo tanto, la gran veneración en la iglesia ambrosiana por esta figura originaria de África. Fue el Santo Obispo de Milán quien le dedicó una suntuosa tumba, incluso con mosaicos dorados, incorporada más tarde a la Basílica de San Ambrosio.
En 1576 San Carlos Borromeo hizo un solemne reconocimiento de las reliquias del Santo, hasta entonces dispersas en varias partes de la ciudad, y las reunió. Sabemos que ya desde aquel entonces era venerado como el santo patrono de los exiliados y prisioneros.
Hacia el año 57, San Pablo escribe a los Corintios: «Porque os transmití en primer lugar lo mismo que yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas, y después a los doce» (1 Co 15,3-5).
Una vez pasado el sábado, al amanecer el primer día de la semana, algunas mujeres se dirigieron al sepulcro. Eran conscientes de las dificultades con las que se iban a encontrar al llegar para poder entrar, pero no se acobardaron y siguieron su camino.
Al llegar tuvieron la fortuna de ser las primeras en contemplar el prodigio. En efecto, San Marcos cuenta que mientras iban andando “se decían unas a otras: ¿Quién nos quitará la piedra de entrada al sepulcro? Y al mirar vieron que la piedra estaba quitada; era ciertamente muy grande.
Entrando en el sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca, y se quedaron asustadas. El les dice: No tengáis miedo; buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado. Ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar donde lo colocaron” (Mc 16, 3-6).
Un primer hecho real desde el punto de vista histórico es que el cadáver de Jesús, al amanecer el tercer día tras su muerte en cruz, ya no estaba en el sepulcro donde lo habían dejado. Había desaparecido.
Una noticia como esa corrió veloz de puerta en puerta, de casa en casa, y de tienda en tienda por las callejas de Jerusalén que estaban abarrotadas de gentes desplazadas a la ciudad santa para celebrar la Pascua. Comerciantes, soldados, viajeros y curiosos iban intentando conocer más detalles. El cuerpo de Jesús de Nazaret, que había sido crucificado y murió a la vista de todos los que entraban en la ciudad, una vez bajado de la cruz, había quedado en el sepulcro. Pero al amanecer el tercer día, la losa que sellaba la sepultura había sido abierta. Dentro no había cadáver alguno.
El revuelo de comentarios en torno a la desaparición del cadáver, que comenzó entonces a correr, llegó tan lejos que fue necesaria una llamada oficial al orden por parte de las autoridades romanas. En Nazaret se ha encontrado una inscripción del siglo I dC. que es testimonio elocuente de lo alto que llegaron los rumores levantado por el suceso.
La losa de piedra de mármol con la inscripción se encuentre en el Cabinet des Médailles de París formando parte de la colección Froehner. La inscripción está en griego, y en su encabezamiento lleva las palabras «Diátagma Kaísaros» (Decreto del César, es decir, ordenanza imperial). El texto completo dice así:
"Ordenanza imperial. Sabido es que los sepulcros y las tumbas, que han sido hechos en consideración a la religión de los antepasados, o de los hijos, o de los parientes, deben permanecer inmutables a perpetuidad. Si, pues, alguno es convicto de haberlos destruido, de haber, no importa de qué manera, exhumado cadáveres enterrados, o de haber, con mala intención, transportado el cuerpo a otros lugares, haciendo injuria a los muertos, o de haber quitado las inscripciones o las piedras de la tumba, ordeno que ése sea llevado a juicio, como si quien se dirige contra la religiosidad de los hombres lo hiciera contra los mismos dioses.
Así, pues, lo primero es preciso honrar a los muertos. Que no sea en absoluto a nadie permitido cambiarlos de sitio, si no quiere el convicto por violación de sepultura sufrir la pena capital."
Para la autoridad imperial no cabía otra explicación que un robo, lo que ya de por sí suponía un gran delito puesto que se trataba de la profanación de una sepultura, pero es que, además, en este caso, el suceso había encrespado mucho los ánimos.
La resurrección de Jesús causó un fuerte impacto en sus discípulos. Los Apóstoles dieron testimonio de lo que habían visto y oído. Hacia el año 57 San Pablo escribe a los Corintios: «Porque os transmití en primer lugar lo mismo que yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas, y después a los doce» (1 Co 15,3-5).
Cuando, actualmente, uno se acerca a esos hechos para buscar lo más objetivamente posible la verdad de lo que sucedió, puede surgir una pregunta: ¿de dónde procede la afirmación de que Jesús ha resucitado? ¿Es una manipulación de la realidad que ha tenido un eco extraordinario en la historia humana, o es un hecho real que sigue resultando tan sorprendente e inesperable ahora como resultaba entonces para sus aturdidos discípulos?
A esas cuestiones sólo es posible buscar una solución razonable investigando cuáles podían ser las creencias de aquellos hombres sobre la vida después de la muerte, para valorar si la idea de una resurrección como la que narraban es una ocurrencia lógica en sus esquemas mentales.
De entrada, en el mundo griego hay referencias a una vida tras la muerte, pero con unas características singulares. El Hades, motivo recurrente ya desde los poemas homéricos, es el domicilio de la muerte, un mundo de sombras que es como un vago recuerdo de la morada de los vivientes. Pero Homero jamás imaginó que en la realidadfuese posible un regreso desde el Hades.
Platón, desde una perspectiva diversa había especulado acerca de la reencarnación, pero no pensó como algo real en una revitalización del propio cuerpo, una vez muerto. Es decir, aunque se hablaba a veces de vida tras la muerte, nunca venía a la mente la idea de resurrección, es decir, de un regreso a la vida corporal en el mundo presente por parte de individuo alguno.
En el judaísmo la situación es en parte distinta y en parte común. El sheol del que habla el Antiguo Testamento y otros textos judíos antiguos no es muy distinto del Hades homérico. Allí la gente está como dormida. Pero, a diferencia de la concepción griega, hay puertas abiertas a la esperanza.
El Señor es el único Dios, tanto de los vivos como de los muertos, con poder tanto en el mundo de arriba como en el sheol. Es posible un triunfo sobre la muerte. En la tradición judía, aunque se manifiestan unas creencias en cierta resurrección, al menos por parte de algunos.
También se espera la llegada del Mesías, pero ambos acontecimientos no aparecen ligados. Para cualquier judío contemporáneo de Jesús se trata, al menos de entrada, de dos cuestiones teológicas que se mueven en ámbitos muy diversos. Se confía en que el Mesías derrotará a los enemigos del Señor, restablecerá en todo su esplendor y pureza el culto del templo, establecerá el dominio del Señor sobre el mundo, pero nunca se piensa que resucitará después de su muerte: es algo que no pasaba de ordinario por la imaginación de un judío piadoso e instruido.
Robar su cuerpo e inventar el bulo de que había resucitado con ese cuerpo, como argumento para mostrar que era el Mesías, resulta impensable. En el día de Pentecostés, según refieren los Hechos de los Apóstoles, Pedro afirma que «Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte», y en consecuencia concluye: «Sepa con seguridad toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús, a quien vosotros crucificasteis» (Hch 2,36).
La explicación de tales afirmaciones es que los Apóstoles habían contemplado algo que jamás habrían imaginado y que, a pesar de su perplejidad y de las burlas que con razón suponían que iba a suscitar, se veían en el deber de testimoniar.
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