Conversión - La novedad del cristianismo

Un cambio tan radical y profundo en la vida de los primeros seguidores del cristianismo, se presenta frente a las concepciones religiosas del mundo antiguo como una insólita novedad, que irrumpe con fuerza dentro de las fronteras del Imperio romano, pero que no se clausura en su interior, si no que tiende a expandirse más allá de esos límites.

 

De todas maneras, llama la atención que los emperadores romanos, tan tolerantes con los cultos extranjeros, se convirtieran durante tres siglos en perseguidores de los cristianos. El cristianismo, aunque nacido en Palestina, tiene matriz internacional; al contrario que los judíos, los cristianos se integran en la ciudad donde viven, no constituyen un “ghetto”.

Posiblemente esta nota de universalidad cristiana fuera percibida como un peligro por quienes ocupaban la primera magistratura del poder político romano. Aparentemente los cristianos no se distinguen del resto de sus conciudadanos. Aceptan toda la cultura circundante, excepto lo que tiene razón de pecado y, qué duda cabe que esa cultura tiene algunas estructuras de pecado, impregnadas de paganismo.

 

Conversión cristianismo primitivo

 

Por ello, el cristiano se ve obligado, tanto en el plano individual, como en el social, ha discriminar aquello en lo que le es lícito participar de aquello que debe evitar. Es decir, su vida resulta paradójica para cualquier observador atento, que la contemplase, como pone de relieve el autor anónimo de la llamada Carta a Diogneto, cuando escribe en el siglo II:

 

Los cristianos no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra, ni por su lengua, ni por sus costumbres. En efecto,...habitan sus propias patrias, pero como extranjeros; participan en todo como los ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña les es patria, y toda patria les es extraña.

Se casan como todos y engendran hijos, pero no abandonan a los nacidos. Ponen mesa común, pero no lecho. Viven en la carne, pero no viven según la carne. Están en la tierra, pero su ciudadanía es la del cielo...Aman a todos, y todos los persiguen. Se les desconoce y, con todo,se les condena. Son llevados a la muerte y, con ello reciben la vida.

Son pobres y enriquecen a muchos...Se les insulta, y ellos bendicen. Se les injuria, y ellos dan honor. Hacen el bien, y son castigados como malvados...Para decirlo con brevedad, lo que es el alma para el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo”.

 

La descripción nos resulta brillante y a la vez realista. Podríamos afirmar que los cristianos de los primeros siglos cumplen en este punto con el precepto de Jesús: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.

Finalmente, cabría concluir que, a pesar de sus exigencias y de los obstáculos acumulados en su camino, el cristianismo consiguió extenderse, como religión mayoritaria, por el mundo greco-romano. Después de haber sido durante cerca de tres siglos una religión ilícita, se convirtió no sólo en una religión autorizada, como el judaísmo, los cultos de Isis, de Cibeles o de Mitra, sino que fuera la religión del emperador y del Imperio.

Durante los primeros siglos de Historia del cristianismo quien se convierte a esta nueva religión no lo tiene fácil, basta que nos fijemos en el contexto social y cultural de la época. Se podría afirmar que los caminos que llevan a la conversión al cristianismo han sido muy variados, tantos como las personas que se incorporan a la nueva religión.

De todas formas, si observamos con atención, nos vamos a encontrar con un común denominador que estará presente en la imensa mayoria de los casos. Nos referimos al encuentro personal que se da entre un cristiano y un futuro converso.

 

by Domingo Ramos y Gabriel Larrauri  –  www.primeroscristianos.com

 

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La fuerza de la conversión como cambio espiritual – Dos ejemplos de los siglos II y III

 

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San Eusebio, obispo de Samosata

Uno de los prelados y principales defensores del catolicismo contra la herejía arriana. Nació en Samosata, obispo de la misma ciudad desde 361 a 380.Asistió al Concilio de Antioquía, compuesto en su mayoría de obispos arrianos; pero Eusebio condenó sus doctrinas y fue defensor de la causa de Melicio, electo patriarca de Antioquía, paladín de la causa católica.

 

Obispo de Samosata (actualmente Samsat) en Siria; se desconoce su fecha de nacimiento; murió en 379 ó 380. La historia no lo menciona antes del año 361, cuando como obispo de Samosata, tomó parte en la consagración de Melecio, el recién elegido patriarca de Antioquía.

Por aquella época la Iglesia de Oriente estaba dividida por el arrianismo y sus herejías asociadas. La mayoría de las sedes episcopales estaban ocupadas por obispos arrianos, y el mismo Melecio fue elegido Patriarca de Antioquía sólo porque los arrianos creyeron que él apoyaba esta herejía.

Tillemont y algunos otros historiadores incluso afirman que en aquella época Eusebio se inclinaba por el arrianismo. Sea cual haya sido la fe de Eusebio previamente, lo cierto es que en el sínodo sostenido en Antioquía en 363 la fórmula nicena, que expresamente menciona el homoousion, fue aceptada, y el documento fue firmado por Eusebio y otros 24 obispos.

Cuando los arrianos descubrieron que Melecio sostenía la doctrina de Nicea, declararon su elección inválida e intentaron obtener de Eusebio las actas sinodales que le habían sido confiadas y que probaban la legitimidad de la elección. El emperador Constancio, que apoyaba a los arrianos, ordenó a Eusebio entregar el documento, pero sin éxito.

Inmediatamente Constancio amenazó a Eusebio con la pérdida de su mano derecha, pero el obispo calmadamente presentó ambas manos al portador del mensaje y le dijo: "Córtalas ambas. No entregaré el documento con el cual se puede probar la injusticia de los arrianos". El Emperador se impresionó por la constancia de Eusebio y dejó el documento en su posesión.

Fue principalmente por los esfuerzos concertados de San Eusebio y San Gregorio Nacianceno que, en 370, San Basilio fue elegido arzobispo de Cesarea de Filipo en Capadocia. De esta época también data la tierna amistad entre San Eusebio y éste último, que es atestiguada por cartas aún existentes escritas por San Basilio al obispo de Samosata.

Eusebio desplegó su mayor actividad durante la persecución del emperador arriano Flavio Valente a los católicos. Disfrazado de oficial militar, visitó las iglesias perseguidas de Siria, Fenicia y Palestina, exhortando a los católicos afligidos a permanecer fieles a su fe, ordenando sacerdotes ortodoxos donde fueran necesarios, y ayudando de muchas otras formas a los obispos católicos en el difícil ejercicio de sus deberes durante estos tiempos difíciles.

Fue a raíz de este incansable celo de Eusebio que San Gregorio Nacianceno lo llamó "columna de la Iglesia", "don de Dios", "regla de la fe", etc., (Migne, P.G., XXI, 57)

Enfurecidos por el gran éxito de Eusebio, los arrianos convencieron al Emperador Valente de desterrarlo a Tracia. Tras la muerte de Valente en 378, se le permitió retornar a su sede. En su recorrido de Tracia a Samosata fue fundamental en el nombramiento de numerosos obispos ortodoxos, entre ellos Acacio de Beroea, Teodoto en Hierápolis, Isidoro en Cirro, y Eulogio en Edessa.

Al llegar a su sede, reasumió su antigua actividad contra los arrianos, tanto en su diócesis como en las iglesias vecinas.

Cuando tomaba parte en la consagración del obispo Maris, en el pequeño pueblo de Dolicha, cerca de Samosata, una mujer arriana le arrojó desde el techo de su casa un ladrillo, el cual lo golpeó en la cabeza y murió a consecuencia de la herida pocos días después, tras de obtener la promesa de sus amigos de que no perseguirían ni castigarían a su atacante. Los griegos lo honran como mártir el 21de junio, los latinos el 22.

 

Bibliografía: BUTLER, Vidas de los Santos, 21 de junio; BARING-GOULD, Vidas de los Santos, 21 de junio; REYNOLDS en Dict. De Biogr. Crist., II 369-372; Acta SS., junio, V, 204-208; TILLEMONT, Mémoires pour servir á l'histoire ecclésiastique des six premiers siècles (París 1693-1712), VIII, 310-336; LE QUIEN, Oriens Christianus (Paris, 1740), II, 933 sqq.; BEJAN, Acta martyrum et sanctorum in Syriac (Paris, 1890-7), VI, 355 sqq.
Fuente: Ott, Michael. "St. Eusebius." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909. http://www.newadvent.org

 

12 textos sobre la Eucaristía

“Vivid de modo que merezcáis comulgar todos los días”
(SAN AMBROSIO, siglo IV)

 

En la Eucaristía, Dios mismo se nos da como alimento. En la Hostia consagrada están verdaderamente el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. Innumerables santos reflexionaron y predicaron sobre este milagro que se repite a diario en todo el mundo. Seleccionamos veinte frases pronunciadas por diferentes santos sobre la Eucaristía.

 

Desde el principio, la Eucaristía ha tenido un papel central en la vida de los cristianos. Maravilla ver la fe y el cariño con el que tratan a Jesús en el Pan eucarístico.

eucaristia - ultima cenaTienen una fe inquebrantable en que el pan y el vino se convierten, por las palabras de la consagración, en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

En varios textos de los siglos I y II, vemos cómo va evolucionando y construyéndose la liturgia de la Iglesia.

Emociona comprobar cómo seguimos celebrando la misma Misa que se celebraba en el siglo I: lo podemos ver en la descripción del Santo Sacrificio que San Justino, en el año 155, hace al emperador Antonino Pío; o en la “Traditio Apostólica” de San Hipólito de comienzos del siglo III.

Cada día junto al sagrario o en la Misa podemos vernos acompañando a Jesús junto a esos cristianos de los primeros tiempos, que nos animan a cuidarle y a tratarle con todo el cariño del que seamos capaces.

Debemos dar gracias a Jesús por quedarse tan cerca de nosotros en la Eucaristía, ayudándonos a amarle y a tratarle con la misma novedad y reverencia con la que lo hicieron aquellos primeros cristianos.

 

Frases de los primeros escritores cristianos sobre la Eucaristía

 

1.  (La Didaché, en el siglo I, nos enseña a dar gracias a Dios por recibirle en al comunión…)

Después de saciaros, daréis gracias así:
Te damos gracias, Padre santo, por tu santo nombre que hiciste morar en nuestros corazones, y por el conocimiento, la fe y la inmortalidad que nos has dado a conocer por medio de Jesús, tu siervo. A ti la gloria por los siglos.

Tú, Señor omnipotente, creaste todas las cosas por causa de tu nombre, y diste a los hombres alimento y bebida para su disfrute, para que te dieran gracias. Mas a nosotros nos hiciste el don de un alimento y una bebida espiritual y de la vida eterna por medio de tu siervo. Ante todo te damos gracias porque eres poderoso. A ti la gloria por los siglos.  (DIDACHÉ o ENSEÑANZA DE LOS DOCE APÓSTOLES, 9, 1-10, 7)

 

2. (Son impresionantes las palabras que San Ignacio de Antioquía, a finales del siglo I, dedica a la Eucaristía definiéndola como “medicina de inmortalidad”…)

Es medicina de inmortalidad, antídoto para no morir, remedio para vivir en Jesucristo para siempre. (SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Epístola a los Efesios, 90)

 

3. (En el otoño del 112, Plinio –cónsul romano de Bitinia- escribe al emperador porque había descubierto que los cristianos tenían por costumbre reunirse cada domingo. Bitinia estaba llena de cristianos. Este texto nos sitúa en la celebración de una misa dominical a comienzos del siglo II. No habían dejado estas reuniones ni siquiera después del edicto del gobernador que recalcaba la persecución…)

Es una muchedumbre de todas las edades, de todas las condiciones, esparcida en las ciudades, en la aldeas y en el campo. (…) Tienen la costumbre de reunirse en un día fijado, antes de la salida del sol, de cantar un himno a Cristo como a un dios, de comprometerse con juramento a no perpetrar crímenes, a no cometer ni latrocinios ni pillajes ni adulterios, a no faltar a la palabra dada.

Ellos tienen también la costumbre de reunirse para tomar su comida que, no obstante las habladurías, es comida ordinaria e innocua». (PLINIO, Gobernador Romano de Bitinia, Libro X, Carta 96)

 

4. (Emociona comprobar cómo seguimos celebrando la misma Misa que se celebraba en el siglo I: lo podemos ver en la descripción del Santo Sacrificio que San Justino, en el año 155, hace al emperador Antonino Pío…)

El día que se llama día del sol (el Domingo) tiene lugar la reunión en un mismo sitio de todos los que habitan en la ciudad o en el campo. Se leen las Recuerdos de los Apóstoles y los escritos de los Profetas.
Luego, cuando el lector termina, el que preside toma la palabra y hace una invitación y exhortación a que imitemos estos bellos ejemplos.
Seguidamente, nos levantamos todos a una y oramos por nosotros... y por todos los demás dondequiera que estén, a fin de que seamos hallados justos en nuestra vida y nuestras acciones y seamos fieles a los mandamientos para alcanzar la salvación eterna.
Luego se lleva, al que preside, el pan y una copa con vino y agua mezclados.

El que preside los toma y eleva alabanzas y gloria al Padre del universo, por el nombre del Hijo y del Espíritu Santo, y da gracias largamente porque hayamos sido juzgados dignos de estos dones.
Cuando el que preside ha hecho la acción de gracias y el pueblo ha respondido “amén”, los que entre nosotros se llaman diáconos distribuyen a todos los que están presentes el pan y el vino “eucaristizados”. (SAN JUSTINO, Apología I, Carta a Antonino Pío, 67)

 

5.

Si tomas el alimento y la santa bebida de la Eucaristía, como que viene del Sacramento de la Cruz, pues aquel misterioso madero fue figura suya, el que hizo dulces las aguas, del mar, llenará tu alma de verdadera suavidad. (SAN CIPRIANO DE CARTAGO, Libro de la Oración, 35)

 

6. (Son especialmente expresivas las palabras de San Cirilo, obispo de Jerusalén a partir del 348, que para manifestar nuestra unión tan plena con Cristo en la Eucaristía dice que nos hacemos una misma cosa con Él…)

Para que cuando tomes el cuerpo y la sangre de Cristo, te hagas “concorpóreo” y “consanguíneo” suyo (un mismo cuerpo y sangre con Él) ; y así, al distribuirse en nuestros miembros su Cuerpo y su Sangre, nos convertimos en portadores de Cristo (Cristóforos).

De está manera -según la expresión de San Pedro- también nos hacemos partícipes de la naturaleza divina. (SAN CIRILO DE JERUSALÉN, Catequesis Mistagógica, 4, 3)

 

7.

Así como un poco de levadura, según la doctrina del Apóstol, hace fermentar toda la masa, así también el divino cuerpo de Jesucristo, que padeció la muerte, y es el principio de nuestra vida, entra en nuestro cuerpo, nos cambia y nos transforma totalmente en Él.

Porque como que un veneno que se ha derramado por los miembros sanos, los corrompe en poco tiempo, así por contraria razón, cuando el cuerpo inmortal de Jesucristo se ha llegado a mezclar con el del hombre, que en otro tiempo había comido el fruto envenenado, le transforma todo entero en su divina naturaleza. (SAN GREGORIO DE NISA, Sobre el Eclesiástico, 37)

 

 

8.

¿Cuál es la obligación propia y particular de los que comen el pan y reciben la bebida de Dios? Es la de conservar continuamente la memoria del que murió y resucitó por ellos. ¿A qué más les obliga esta memoria? a no vivir ya para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos. (SAN BASILIO MAGNO, Regla 80, 58)

 

9.

Jesucristo es mi comida, Jesucristo es mi bebida. La carne de un Dios es mi comida, la sangre de un Dios es mi bebida. En otro tiempo bajó del cielo el pan que llamó el Profeta pan de Ángeles: mas aquel no era el verdadero pan, sólo era sombra del que había de venir. El Pan Eterno me tenía reservado este verdadero pan que viene del cielo, y este es el pan de vida.

Aquel, pues, que come la vida, no podrá morir, porque ¿cómo había de morir el que tiene por alimento la misma vida? (SAN AMBROSIO, Comentario al Salmo 118, 69)

 

10.

No nos concedió solamente el verle sino tocarle también, y comerle, e hincar los dientes en su carne y unirnos a Él de la manera mas íntima. (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilía sobre el Evangelio de San Juan, 46)

 

11.

Así como cuando uno junta dos trozos de cera y los derrite por medio del fuego, de los dos se forma una sola cosa, así también, por la participación del Cuerpo de Cristo y de su preciosa Sangre, Él se une a nosotros y nosotros nos unimos a Él. (SAN CIRILO DE ALEJANDRIA, Comentario al Evangelio de San Juan, 10)

 

12.  A principios del s. IV, el culto cristiano estaba todavía prohibido por las autoridades imperiales. Algunos cristianos del Norte de África, que se sentían en la obligación de celebrar el día del Señor, desafiaron la prohibición.

Fueron martirizados mientras declaraban que no les era posible vivir sin la Eucaristía, alimento del Señor: sine dominico non possumus (Acta SS. Saturnini, Dativi el aliorum plurimorum martyrum in Africa. 7.9.10) Que estos mártires de Abitinia, junto con muchos santos y beatos que han hecho de la Eucaristía el centro de su vida, intercedan por nosotros y nos enseñen la fidelidad al encuentro con Cristo resucitado.

Nosotros tampoco podemos vivir sin participar en el Sacramento de nuestra salvación y deseamos ser iuxta dominicam viventes, es decir, llevar a la vida lo que celebramos en el día del Señor. En efecto, este es el día de nuestra liberación definitiva. ¿Qué tiene de extraño que deseemos vivir cada día según la novedad introducida por Cristo con el misterio de la Eucaristía? (BENEDICTO XVI, Sacramentum Caritatis, 95)

 

 

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https://www.primeroscristianos.com/la-celebracion-de-la-eucaristia-en-la-iglesia-primitiva-1/

 

Del libro:

ORAR CON LOS PRIMEROS CRISTIANOS

Gabriel Larrauri  (Ed. Planeta)

 

Ver en Wikipedia

 

Una comunidad cristiana a la que San Pablo escribió una de sus cartas

El yacimiento no excavado de Colosas se encuentra cerca de la actual ciudad de Honaz, en la base del monte Cadmo (en la actual Turquía). Se encuentra cerca de los sitios de Laodicea y Hierápolis, también mencionados en la Biblia.

 

Colosas sólo aparece una vez en la Biblia: Colosenses 1:2. La iglesia de Colosas recibió una carta con el nombre del apóstol Pablo. Sin embargo, no hay ninguna indicación en el Nuevo Testamento de que Pablo haya visitado esta ciudad. De hecho, en Colosenses 2:1 da a entender que los miembros de esta iglesia y los de la cercana Laodicea nunca lo habían visto "cara a cara".

 

Colosas

 

 

Trainor explica que puede haber otra referencia a esta comunidad y su iglesia en otra parte del Nuevo Testamento:

Algunos eruditos... conjeturan que Colosas fue el lugar donde se recibió la carta de Pablo a Filemón y que muy probablemente estuvo implicada en el Libro del Apocalipsis. Su escritor, el vidente Juan, se dirige a siete "iglesias", incluida Laodicea (Apocalipsis 3:14-22).

Las aguas tibias de Laodicea, su producción de oro y textiles, y sus productos medicinales se convierten en metáforas de la fidelidad y el compromiso religioso de los laodicenses, que el escritor del Apocalipsis les insta a renovar. Los colosenses, por asociación y proximidad a Laodicea, se habrían sentido igualmente alentados.

 

Las cerámicas recogidas en la superficie de Colosas muestran que estuvo ocupada de forma intermitente desde el 3500 a.C. hasta el 1100 d.C. (desde el Calcolítico hasta el periodo bizantino e islámico). Una inscripción hitita del siglo XVII a.C. podría hacer referencia al lugar, llamándolo Huwalušija.

colosas

La primera aparición concreta de Colosas en un documento histórico data del siglo V a.C., cuando Heródoto la menciona como una "gran ciudad" visitada por el rey persa Jerjes en su campaña militar a Grecia.

Desde el periodo persa hasta el bizantino, fue una ciudad grande e importante.

Durante el periodo bizantino, incluso fue sede metropolitana (una archidiócesis) y tuvo una de las mayores iglesias de Oriente Próximo: la iglesia de San Miguel, llamada así por el arcángel Miguel.

Conocido por curar a los enfermos, San Miguel era una figura especialmente importante en Colosas.

La leyenda dice que salvó a la ciudad a petición del sacerdote Arquipo, que aparece en Colosenses 4:17. Trainor explica la leyenda:

Arquipo solicita la intervención divina para rescatar a la población cristiana de Colosas de una invasión pagana que pretendía desviar las aguas del río Lico para inundar y matar a los habitantes de la ciudad. Miguel interviene, clava su lanza en la tierra, desvía las aguas bajo tierra, salva al pueblo y crea el abismo que aparece en la topografía cercana a Colosas.

Esta historia se convirtió en un tema iconográfico popular en toda Asia Menor y Oriente Medio.

colosas

La leyenda etiológica explica varias características topográficas del paisaje que rodea a Colosas, el movimiento del agua del río Lico bajo tierra y sus propiedades curativas, el significado del nombre dado a Chonos/Honaz (que significa "hundimiento" o "embudo"), el supuesto traslado de Colosas y el mayor edificio eclesiástico de Asia Menor que lleva el nombre de San Miguel.

 

¿Dónde está la colosal Iglesia de San Miguel?

A pesar de su importancia, su ubicación se ha perdido. Una tradición sitúa la iglesia al noreste de Colosas, cerca del río Lico, y otra la sitúa al sureste del Tell en la actual Honaz. Tal vez las futuras excavaciones revelen su ubicación.

Colosas
Aunque la Iglesia de San Miguel fue una de las iglesias bizantinas más grandes del Cercano Oriente, su ubicación se ha perdido para nosotros. Este fragmento de columna al noreste de Colosas cerca del río Lycus puede marcar su ubicación. Foto: Cortesía de Michael Trainor

 

Esperamos que en este lugar, de una importancia colosal, se excave pronto.

 

biblicalarcheology.org

 

EL CRISTIANISMO PRIMITIVO

Los cristianos formaron comunidades locales—iglesias— bajo la autoridad pastoral de un obispo. El obispo de Roma —sucesor del Apóstol Pedro— ejercía el Primado sobre todas las iglesias. La Eucaristía era centro de la vida cristiana. El rechazo del Gnosticismo fue la gran victoria doctrinal de la Iglesia primitiva.

 

La expansión del Cristianismo en el mundo antiguo se acomodó a las estructuras y modos de vida propios de la sociedad romana.

vida cristianismo primitivoExaminadas ya la progresiva realización del principio de universalidad cristiana y las relaciones entre la Iglesia y el Imperio pagano, procede ahora exponer los principales aspectos de la vida interna de las cristiandades: su composición social y jerárquica, el gobierno pastoral, la doctrina, la disciplina, el culto litúrgico, etc.

La Roma clásica promovió por doquier, con deliberado propósito, la difusión de la vida urbana: municipios y colonias surgieron en gran número por todas las provincias de un Imperio para el cual urbanización era sinónimo de romanización.

El Cristianismo nació en este contexto histórico y las ciudades  fueron sede de las primeras comunidades, que constituyeron en ellas iglesias locales. Las comunidades cristianas estaban rodeadas de un entorno pagano hostil, que favorecía su cohesión interna y la solidaridad entre sus miembros.

Pero esas iglesias no fueron núcleos perdidos y aislados: la comunión y la comunicación entre ellas era real y todas tenían un vivo sentido de hallarse integradas en una misma Iglesia universal, la única Iglesia fundada por Jesucristo.

Jerarquía y unidad de la Iglesia Primitiva

Muchas iglesias del siglo I fueron fundadas por los Apóstoles y, mientras éstos vivieron, permanecieron bajo su autoridad superior, dirigidas por un «colegio» de presbíteros que ordenaba su vida litúrgica y disciplinar. Este régimen puede atestiguarse especialmente en las iglesias «paulinas», fundadas por el Apóstol de las Gentes.

Pero a medida que los Apóstoles desaparecieron, se generalizó en todas partes el episcopado local monárquico, que ya se había introducido desde un primer momento en otras iglesias particulares. El obispo era el jefe de la iglesia, pastor de los fieles y, en cuanto sucesor de los Apóstoles, poseía la plenitud del sacerdocio y la potestad necesaria para el gobierno de la comunidad.

La clave de la unidad de las iglesias dispersas por el orbe, que las integraba en una sola Iglesia universal, fue la institu­ción del Primado romano. Cristo, Fundador de la Iglesia —tal como se recordó en otro lugar—, escogió al Apóstol Pedro como la roca firme sobre la que habría de asentarse la Iglesia. Pero el Primado conferido por Cristo a Pedro no era, de nin­gún modo, una institución efímera y circunstancial, destinada a extinguirse con la vida del Apóstol. Era una institución per­manente, prenda de la perennidad de la Iglesia y válida hasta el fin de los tiempos.

Pedro fue el primer obispo de Roma, y sus sucesores en la Cátedra romana fueron también sucesores en la prerrogativa del Primado, que confirió a la Iglesia la constitución jerárquica, querida para siempre por Jesucristo. La Iglesia romana fue, por tanto —y para todos los tiempos—, centro de unidad de la Iglesia universal.

 

El ejercicio del Primado

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El ejercicio del Primado romano ha estado lógicamente condicionado, a lo largo de los siglos, por las circunstancias históricas. En épocas de persecución o de difíciles comunicaciones entre los pueblos, aquel ejercicio fue menos fácil e intenso que en otros momentos más propicios.

Pero la historia permite documentar, desde la primera hora, tanto el reconocimiento por las demás iglesias de la preeminencia que correspondía a la Iglesia romana, como la conciencia que los obispos de Roma tenían de su Primacía sobre la Iglesia universal.

A principios del siglo II, San Ignacio, obispo de Antioquía, escribía que la Iglesia romana es la Iglesia «puesta a la cabeza de la caridad», atribuyéndole así un derecho de supremacía eclesiástica universal. Para San Ireneo de Lyon, en su tratado «Contra las herejías» (a. 185), la Iglesia de Roma gozaba de una singular preeminencia y era criterio seguro para el cono­cimiento de la verdadera doctrina de la fe.

De la conciencia que tenían los obispos de Roma de poseer el Primado sobre la Iglesia universal ha quedado un testimonio insigne, que se remonta al siglo I. A raíz de un grave problema interno, surgido en el seno de la comunidad cristiana de Corinto, el papa Clemente I intervino de modo autoritario.

La carta escrita por el Papa, prescribiendo aquello que procedía hacer y exigiendo obediencia a sus mandatos, constituye una clara prueba de la conciencia que tenía de su potestad primacial; y no es menos significativa la respetuosa y dócil acogida dispensada por la iglesia de Corinto a la intervención pontificia.

Proceso de conversión

«Los cristianos no nacen, se hacen», escribió Tertuliano a finales del siglo II. Estas palabras pudieron significar, entre otras cosas, que, en su tiempo, la gran mayoría de los fieles no eran —como serían a partir del siglo IV— hijos de padres cristianos, sino personas nacidas en la gentilidad, venidas a la Iglesia en virtud de una conversión a la fe de Jesucristo. El bautismo —sacramento de incorporación a la Iglesia— constituía entonces el coronamiento de un dilatado proceso de iniciación cristiana.

Este proceso, comenzado por la conversión, proseguía a lo largo del «catecumenado», un tiempo de prueba y de instrucción catequética, instituido de modo regular desde finales del siglo II. La vida litúrgica de los cristianos tenía su centro en el Sacrificio Eucarístico, que se ofrecía por lo menos el día del domingo, bien en una vivienda cristiana —sede de alguna «iglesia doméstica»—, o bien en los lugares destinados al culto, que comenzaron a existir desde el siglo III.

La diversidad cultural entre los cristianos

Las antiguas comunidades cristianas estaban constituidas por toda suerte de personas, sin distinción de clase o condición. Desde los tiempos apostólicos, la Iglesia estuvo abierta a judíos y gentiles, pobres y ricos, libres y esclavos.

Es cierto que la mayoría de los cristianos de los primeros siglos fueron gentes de humilde condición, y un intelectual pagano hostil al Cristianismo, Celso, se mofaba con desprecio de los tejedores, zapateros, lavanderas y otras gentes sin cultura, propagadores del Evangelio en todos los ambientes.

Pero es un hecho indudable que, desde el siglo I, personalidades de la aristocracia romana abrazaron el Cristianismo. Este hecho, dos siglos más tarde, revestía tal amplitud que uno de los edictos persecutorios del emperador Valeriano estuvo dirigido especialmente contra los senadores, caballeros y funcionarios imperiales que fueran cristianos.

 

Estructura de las comunidades paleocristianas

La estructura interna de las comunidades cristianas era jerárquica. El obispo —jefe de la iglesia local— estaba asistido por el clero, cuyos grados superiores —los órdenes de los presbíteros y los diáconos— eran, como el episcopado, de institución divina.

Coliseo Romano
Coliseo romano

Clérigos menores, asignados a determinadas funciones eclesiásticas, aparecieron en el curso de estos siglos. Los fieles que integraban el Pueblo de Dios eran en su inmensa mayoría cristianos corrientes, pero los había también que se distinguían por una u otra razón.

En la edad apostólica hubo numerosos carismáticos, cristianos que para servicio de la Iglesia recibieron dones extraordinarios del Espíritu Santo.

Los carismáticos cumplieron una importante función en la Iglesia primitiva, pero constituían un fenómeno transitorio que se extinguió prácticamente en el primer siglo de la Era cristiana.

Mientras duró la época de las persecuciones, gozaron de un especial prestigio los «confesores de la fe», llamados así porque habían «confesado» su fe como los mártires, aunque sobrevivieran a sus prisiones y tormentos.

Todavía procede señalar otros fieles cristianos, cuya vida o ministerios les conferían una particular condición en el seno de las iglesias: las viudas, que desde los tiempos apostólicos formaban un «orden» y atendían a ministerios con mujeres; y los ascetas y las vírgenes, que abrazaban el celibato «por amor del Reino de los Cielos» y constituían —en palabras de San Cipriano— «la porción más gloriosa del rebaño de Cristo».

 

Apología del cristianismo primitivo

Los primeros cristianos sufrieron la dura prueba externa de las persecuciones; internamente, la Iglesia hubo de afrontar otra prueba no menos importante: la defensa de la verdad frente a corrientes ideológicas que trataron de desvirtuar los dogmas fundamentales de la fe cristiana.

Las antiguas herejías —que así se llamó a esas corrientes de ideas— pueden dividirse en tres distintos grupos. De una parte, existió un Judeo-cristianismo herético, negador de la divinidad de Jesucristo y de la eficacia redentora de su Muerte, para el cual la misión mesiánica de Jesús habría sido la de llevar el Judaismo a su perfección, por la plena observancia de la Ley.

Catacumba romana

Catacumba romana

Un segundo grupo de herejías —de más tardía aparición— se caracterizó por su fanático rigorismo moral, estimulado por la creencia en un inminente fin de los tiempos. En el siglo II, la más conocida de estas herejías fue el Montanismo, aunque en el África latina, de principios del siglo IV, el extremismo rigorista sería todavía uno de los componentes del Donatísmo.

Pero la mayor amenaza que hubo de afrontar la Iglesia cristiana durante la edad de los mártires fue, sin duda, la herejía gnóstica. El Gnosticismo era una gran corriente ideológica tendente al sincretismo religioso, muy de moda en los siglos finales de la Antigüedad. El Gnosticismo —que constituía una verdadera escuela intelectual— se presentaba como una sabiduría superior, al alcance sólo de una minoría de «iniciados».

Ante el Cristianismo su propósito fue desvirtuar las verdades de la fe, presentando las doctrinas gnósticas como la expresión de la tradición cristiana más sublime, que Cristo habría reservado para sus discípulos más íntimos. El representante más notable del Gnosticismo cristiano fue Marción. La Iglesia reaccionó con entereza y los Padres Apostólicos demostraron la absoluta incompatibilidad existente entre Cristianismo y Gnosticismo.

Fuente: José Orlandis (Historia de la Iglesia, 2001)

 

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San Efrén de Siria

Efrén: "fructífero" (que da mucho fruto)

(306-373)
Diácono, Doctor de la Iglesia, escritor eclesiástico. Llamado "el arpa del Espíritu Santo".

 

San Efrén alcanzó gran fama como maestro, orador, poeta, comentarista y defensor de la fe. Es el único de los Padres sirios a quien se honra como Doctor de la Iglesia Universal, desde 1920. En Siria, tanto los católicos como los separados de la Iglesia lo llaman "Arpa del Espíritu Santo" y todos han enriquecido sus liturgias respectivas con sus homilías y sus himnos.

 

A pesar de que no era un hombre de mucho estudio formal, estaba empapado en las Sagradas Escrituras y tenía gran conocimiento de los misterios de la fe.

San Basilio le describe como "un interlocutor que conoce todo lo que es verdad" ; San Jerónimo, al recopilar los nombres de los grandes escritores cristianos, le menciona con estos términos:

"Efrén, diácono de la iglesia de Edessa, escribió muchas obras en sirio y llegó a tener tanta fama, que en algunas iglesias se leen en público sus escritos, después de las Sagradas Escrituras. Yo leí en la lengua griega un libro suyo sobre el Espíritu Santo; a pesar de que sólo era una traducción, reconocí en la obra el genio sublime del hombre". (Edessa, hoy llamada Urfa o Sanliurfa, está en Turquía)

 

San Efrén narra que en un sueño vio que de su lengua nacía una mata de uvas, la cual se extendía por muchas regiones, llevando a todas sus racimos. Este sueño llegó a ser profético por la gran propagación de sus obras.

A San Efrén debemos, en gran parte, la introducción de los cánticos sagrados en los oficios y servicios públicos de la Iglesia, como una importante característica del culto y un medio de instrucción.

 

Su Vida

Efrén nació alrededor del año 306, en la población de Nísibis (hoy llamada Nusaybin, en Turquía), región dominada por Roma. No se sabe por cierto si sus padres eran Cristianos.  El reconoce que de joven no le daba mucha importancia a la religión hasta que llegaron las pruebas. A la edad de dieciocho años recibió el bautismo y, permaneció junto al famoso obispo de Nisibis, San Jacobo, con quien, se afirma, asistió al Concilio de Nicea, en 325.

Tras la muerte de San Jacobo, Efrén mantuvo estrechas relaciones con los tres jerarcas que le sucedieron.

Efrén se hallaba en Nisibis las tres veces en que los persas pusieron sitio a la ciudad, puesto que en algunos de los himnos que escribió, hay descripciones sobre los peligros de la población, las defensas de la ciudad y la derrota final del enemigo en el año 350.

Si bien los persas no pudieron tomar a Nisibis por los ataques directos, consiguieron entrar sin lucha a la ciudad trece años después, cuando Nisibis se les entregó como parte del precio de la paz que pagó el emperador Joviano, después de la derrota y la muerte de Juliano. La entrada de los persas hizo huir a los cristianos, y Efrén se refugió en una caverna abierta entre las rocas de un alto acantilado que dominaba la ciudad de Edessa.

Ahí vivió con absoluta austeridad, sin más alimento que un poco de pan de centeno y algunas legumbres; y fue en aquella soledad inviolable donde escribió la mayor parte de sus obras espirituales.

Era un asceta y se le notaba en su apariencia. Según dicen las crónicas era de corta estatura, medio calvo y lampiño, tenía la piel apergaminada, dura, seca y morena como el barro cocido; vestía con andrajos remendados, y todos los parches habían llegado a ser del mismo color de tierra; lloraba mucho y jamás reía.

Si bien la solitaria cueva era su morada y su centro de operaciones, no vivía recluido en ella y con frecuencia bajaba a la ciudad para ocuparse de todos los asuntos que afectaban a la Iglesia.

A Edessa la llamaba "la ciudad bendita" y en ella ejerció gran influencia. Predicaba a menudo y, al referirse al tema de la segunda venida de Cristo y el juicio final, usaba una elocuencia tan vigorosa, que los gemidos y lamentos de su auditorio ahogaban sus palabras.

Algunos biógrafos nos dan una idea muy poco inspiradora de San Efrén, como si rechazara la alegría y a la amabilidad.  El obispo lo nombró director de la escuela de canto religioso de su ciudad, y allí formó muchos maestros de canto para que fueran a darle solemnidad a las fiestas religiosas de diversas parroquias.

 

Allí estuvo por 13 años (del 350 al 363)

No hay en sus obras el influjo de las controversias trinitarias de la época.  Esto posiblemente se debe a que no conocía el griego.  Mas bien se dedicó a defender la doctrina antigua por medio de la poesía.  Bardesanes y otros utilizaban las canciones y la música populares para propagar falsas doctrinas.  Efrén comprendió la importancia de estos medios y valoró mucho los cánticos sagrados como un complemento del culto público.

Se propuso imitar las tácticas del enemigo y, sin duda, gracias a su prestigio personal, pero sobre todo el mérito grande de sus propias composiciones, las que hizo cantar en las iglesias por un coro de voces femeninas, consiguió suplantar los himnos gnósticos por sus propios himnos.

No llegó a ser diácono sino a edad avanzada. Su humildad le obligaba a rehusar la ordenación y, el hecho de que a veces se le designe como a San Efrén el Diácono, apoya la afirmación de algunos de sus biógrafos en el sentido de que nunca obtuvo una dignidad eclesiástica más alta. Por otra parte, en sus escritos hay pasajes que parecen indicar que era sacerdote.

Alrededor del año 370, emprendió un viaje desde Edessa a Cesarea, en la Capadocia, con el propósito de visitar a San Basilio, de quien tanto y tan bien había oído hablar. San Efrén menciona aquella entrevista, lo mismo que San Gregorio de Nissa, el hermano de San Basilio, quien escribió un encomio del venerable sirio.

Una de las crónicas declara que San Efrén extendió su viaje y que visitó Egipto, donde permaneció varios años, pero semejante declaración no está apoyada por alguna autoridad y no concuerda con los datos cronológicos de su vida, ampliamente reconocidos.

 

Hombre de caridad

La última vez que tomó parte en los asuntos públicos fue en el invierno, entre los años 372 y 373, poco antes de su muerte.           Había hambre en toda la comarca y San Efrén se hallaba profundamente apenado por los sufrimientos de los pobres.

Los ricos de la ciudad se negaban a abrir sus graneros y sus bolsas, porque consideraban que no se podía confiar en nadie para hacer una justa distribución de los alimentos y las limosnas; entonces, el santo ofreció sus servicios y fueron aceptados.

Para satisfacción de todos, administró considerables cantidades de dinero y de abastecimientos que le fueron confiadas, además de organizar un eficaz servicio de socorro que incluía la provisión de 300 camillas para transportar a los enfermos.  Supo escuchar así la voz del Señor:   "Estuve enfermo y me fuiste a visitar: tuve hambre y me diste de comer. Ven al banquete preparado desde el comienzo de los siglos".   (Mt. 25, 40).

Terminada su misión en Edessa, regresó a su cueva y sólo vivió treinta días más. Las "Crónicas" de Edessa y las máximas autoridades en la materia, señalan el año de 373 como el de su muerte, pero algunos autores afirman que vivió hasta el 378 o el 379.

 

Escritor prolífico

Entre las obras suyas que han llegado hasta nosotros, algunas están escritas en el sirio original y otras son traducciones al griego, al latín y al armenio. Se las puede agrupar como obras de exégesis, de polémica, de doctrina y de poesía, pero todas, a excepción de los comentarios, están en verso. Sozomeno afirma que San Efrén escribió treinta millares de lineas.

Sus poemas más interesantes son los "Himnos Nisibianos" (carmina Nisibena), de los que se conservan setenta y dos de un total de setenta y siete, así como los cánticos para las estaciones, que todavía se entonan en las iglesias sirias. Sus comentarios comprenden todo el Antiguo Testamento y muchas partes del Nuevo. Sobre los Evangelios no utilizó más que la única versión que circulaba por entonces en Siria, la llamada Diatessaron, la que, en la actualidad no existe más que en su traducción al armenio.

A pesar de que es poquísimo lo que sabemos sobre la vida de San Efrén, no poco es lo que nos ayudan sus escritos a formarnos una idea sobre el hombre que fue. Lo que más impresiona al lector es el espíritu realista y cordialmente humano con que discurre sobre los grandes misterios de la Redención.  Se diría que se anticipa a esa actitud de emocionada devoción ante los sufrimientos físicos del Salvador, que no llegó a manifestarse en el occidente antes de la época de San Francisco de Asís.

 

 

Muestra de las obras de San Efrén

Títulos de la Vírgen Santísima

Fue un gran amante de la Virgen María y en sus escritos vemos la profunda veneración que ya se le tenía en el siglo IV. San Efrén compuso, ya en el año 333, una lista en verso de los más bellos títulos que los cristianos otorgaban a la Stma. Virgen:

"Señora Nuestra Santísima, Madre de Dios, llena de gracia: Tú eres la gloria de nuestra naturaleza humana, por donde nos llegan los regalos de Dios.

Eres el ser más poderoso que existe, después de la Santísima Trinidad; la Mediadora de todos nosotros ante el mediador que es Cristo; Tú eres el puente misterioso que une la tierra con el cielo, eres la llave que nos abre las puertas del Paraíso; nuestra Abogada, nuestra Intercesora. Tú eres la Madre de Aquel que es el ser más misericordioso y más bueno. Haz que nuestra alma llegue a ser digna de estar un día a la derecha de tu Único Hijo, Jesucristo. Amén!!"   Maternidad de María en los primeros siglos.

 

Sobre el aposento donde tuvo lugar la Ultima Cena.

¡Oh tú, lugar bendito, estrecho aposento en el que cupo el mundo!  Lo que tú contuviste, no obstante estar cercado por límites estrechos, llegó a colmar el universo. ¡Bendito sea el mísero lugar en que con mano santa el pan fue roto! ¡Dentro de ti, las uvas que maduraron en la viña de María, fueron exprimidas en el cáliz de la salvación!

¡Oh, lugar santo! Ningún hombre ha visto ni verá jamás las cosas que tú viste. En ti, el Señor se hizo verdadero altar, sacerdote, pan y cáliz de salvación. Sólo El bastaba para todo y, sin embargo, nadie era bastante para El. El Altar y cordero fue, víctima y sacrificador, sacerdote y alimento . . .

 

Descripción de Jesucristo siendo azotado.

Tras el vehemente vocerío contra Pilatos, el Todopoderoso fue azotado como el más vil de los criminales. ¡Qué gran conmoción y cuanto horror hubo a la vista del tormento!

Los cielos y la tierra enmudecieron de asombro al contemplar Su cuerpo surcado por el látigo de fuego, ¡El mismo desgarrado por los azotes! Al contemplarlo a El, que había tendido sobre la tierra el velo de los cielos, que había afirmado el fundamento de los montes, que había levantado a la tierra fuera de las aguas, que lanzaba desde las nubes el rayo cegador y fulminante, al contemplarlo ahora golpeado por infames verdugos, con las manos atadas a un pilar de piedra que Su palabra había creado.

¡Y ellos, todavía, desgarraban sus miembros y le ultrajaban con burlas! ¡Un hombre, al que El había formado, levantaba el látigo!  ¡El, que sustenta a todas las criaturas con su poder, sometió su espalda a los azotes; El, que es el brazo derecho del Padre, consintió en extender sus brazos en torno al pilar.

El pilar de ignominia fue abrazado por El, que sostiene los cielos y la tierra con todo su esplendor.  Los perros salvajes ladraron al Señor que con su trueno sacude las montañas y mostraron los agudos dientes al Hijo de la Gloria.

 

El  "Testamento de San Efrén"

Este documento nos revela el carácter del santo escritor.  A pesar de que, posiblemente, haya sufrido alteraciones y agregados en fechas posteriores, no hay duda de que en gran parte, como afirma Rubens Duval, considerado como una autoridad en la materia, es auténtico, sobre todo los pasajes que reproducimos aquí.  San Efrén hace un llamado a sus amigos y discípulos, en tono emocionado y de profunda humildad:

No me embalsaméis con aromáticas especies, porque no son honras para mí.  Tampoco uséis incienso ni perfumes; el honor no me corresponde a mí.  Quemad el incienso ante el altar santo: A mí, dadme sólo el murmullo de las preces. Dad vuestro incienso a Dios, y a mí cantadme himnos.

En vez de perfumes y de especias, dadme un recuerdo en vuestras oraciones . . .  Mi fin ha sido decretado y no puedo quedarme. Dadme provisiones para mi larga jornada: vuestras plegarias, vuestros salmos y sacrificios. Contad hasta completar los treinta días y entonces, hermanos haced recuerdo de mí, ya que, en verdad, no hay más auxilio para el muerto sino el de los sacrificios que le ofrecen los vivos.

Benedicto XV lo declaró doctor de la Iglesia.

 

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San Efrén - 9 de Junio

 

Butler, Vida de los Santos.
Salesman, Vida de los Santos, II.

15 de junio

Vida de San Vito de Lucania

 

San Vito fue, durante mucho tiempo, invocado contra el llamado baile de San Vito (hoy, corea de Sydenham), una enfermedad nerviosa. La catedral de Praga está dedicada a este santo.

 

Hijo de un pagano siciliano, tuvo como preceptores a los cristianos Santa Crescencia y San Modesto, que le bautizaron a escondidas de su padre. Intentó, sin éxito, convertir al hijo del gobernador Valeriano. Estuvo encarcelado durante siete años a causa de su fe cristiana.

Murió mártirizado en 303 junto a Santa Crescencia y San Modesto durante las persecuciones de Diocleciano. Su cuerpo se conserva en la Iglesia Colegiata de Omegna, guardado en una urna es sacado en una procesión solemne el último sábado de agosto

El culto a estos tres santos se remonta a tiempos muy antiguos; sus nombres aparecen en el llamado martirologio de San Jerónimo o Hieronymianum. Dieron su vida por la fe en la provincia romana de Lucania, en el sur de Italia.

 

San Vito - Catedral de Praga

Catedral de san Vito - Praga

La veneración a San Vito se extendió tanto por Alemania, que su nombre se incluyó entre los Catorce Santos Protectores y se le consideró como patrono especial de los epilépticos y de los afectados por esa enfermedad nerviosa llamada ‘Baile de San Vito’ (el nombre actual de esta enfermedad es corea de Sydenham), tal vez por eso se le tiene también por protector de los bailarines y actores.

Asimismo, se le invocaba contra el peligro de las tormentas, contra el exceso de sueño, mordeduras de serpientes y contra todo daño que las bestias pueden hacer a los hombres. A menudo se le representa acompañado de alguna fiera.

San Vito, Modesto y Crescencia, a los que se le atribuían poderes sobrenaturales, murieron por negarse rotundamente a rendir sacrificio a los dioses. Fueron sometidos a diversas torturas de las que salieron ilesos. Los mártires murieron en Lucania, agotados por sus sufrimientos.

 

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Tabgha - El primado de Pedro

 

Al final del tiempo pascual los franciscanos se dirigen en peregrinación a Tabga, donde se encuentra la iglesia del Primado. El Evangelio que leemos en la liturgia explica que “era la tercera vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos, después de resucitar de entre los muertos”.

 

La brisa de la tarde, el sonido de las olas del agua del lago y poder contemplar este espléndido escenario hacen todavía más fascinante la narración bíblica.

“«Venid a comer». Así se dirige Jesús a Pedro y a sus compañeros de pesca mientras tiraban en la orilla las redes con 153 grandes peces. Es un gesto de fraternidad que Jesús cumple. Es un gesto de amor.” Así comienza la homilía de Fr. Francesco Patton, custodio de Tierra Santa, quien presidió la celebración junto a Fr. Dobromir Jazstal, vicario custodial, a Fr. Tymoteusz, superior de la comunidad de Tabgha y la comunidad de frailes de Galilea, además de algunos religiosos.

De este lugar deriva y desciende lo que normalmente llamamos “el primado de Pedro”, es decir, su papel dentro de la Iglesia. Es además un primado en el amor que consiste en nutrir y guiar a los hermanos, como Jesús nutrió y guió a sus discípulos.

Al final de la celebración, todos se dirigieron en procesión hasta la iglesia de la Mensa Christi, un breve recorrido pero lleno de significado, y que permite sentir de nuevo el eco de las palabras de Jesús, como se proclama en el Evangelio según San Juan: “Pedro, ¿me amas? Apacienta mis ovejas”.

 

 

"Este es un lugar extraordinario, porque es el lugar, según el evangelista Juan, de la tercera aparición de Jesús, que es también la última. Lo hermoso y sorprendente de la narración es que mientras los apóstoles estiran, Pedro estira esta red con 153 grandes peces, en realidad Jesús sobre la roca que veneramos en el santuario como la Mensa Christi, la mesa del Señor, Jesús ya había puesto pescado a la brasa, como si ya hubiese pescado, ya tiene el pan listo para compartir con sus discípulos." Fr. FRANCESCO PATTON, ofm
Custodio de Tierra Santa

El custodio subraya y define como “extraordinario el coloquio entre Jesús y Pedro, en el cual por tres veces le pregunta: ¿Me amas?”.

"Y a la tercera Jesús pregunta a Pedro: ¿me quieres? Esta vez Jesús cambia el verbo: No le pregunta si le ama, con un amor completamente gratuito. Le pregunta: ¿Quieres ser mi amigo? Y Pedro, algo entristecido, porque recuerda que lo negó por tres veces, responde: “Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te quiero”.

Y Jesús le dice por tercera vez: “Apacienta mis ovejas”, es decir, alimenta a mis ovejas”. Este es el primado que Jesús confía a Pedro, que es fruto de una relación de amor." Fr. FRANCESCO PATTON, ofm
Custodio de Tierra Santa

 

Este fin de semana de Pentecostés será de oración por la paz en Jerusalén, por Tierra Santa y por el mundo entero.

"Será una jornada de oración por la paz, gracias a Dios anoche se firmó una tregua, y podemos decir que desde el punto de vista del conflicto armado la situación es mucho mejor. Pero sin duda debemos rezar e invocar la efusión del Espíritu, y que descienda fuertemente porque una tregua es algo muy frágil.

Una tregua no es la paz, simplemente es una pausa que dos combatientes hacen, entre un combate y otro. Mientras que lo que debemos pedir al Espíritu Santo es un recorrido, un camino de paz auténtico. Debemos pedir con el papa Francisco la capacidad de llegar a la reconciliación y al perdón."
Fr. FRANCESCO PATTON, ofm Custodio de Tierra Santa

"Creo que debemos invocar con fuerza al espíritu no solo por Jerusalén, por Tierra Santa, sino por todo el mundo, porque desgraciadamente los conflictos, incluso los olvidados, son sin duda muchos."

 

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Tabgha - Iglesia de la Multiplicación

 

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Fin del ciclo de rosarios en santuarios marianos

Las cinco peticiones, "nudos", del Papa a la Virgen, tras clausurar la iniciativa que ha impulsado durante todo el mes de mayo

Ante una reproducción del icono de la Virgen que Desata los Nudos, a la que tiene una gran devoción, el Papa Francisco clausuró desde los Jardines Vaticanos el maratón del Rosario que, desde el 1 de mayo, se ha rezado en diferentes santuarios de todo el mundo para pedir por el fin de la pandemia de coronavirus.

Durante el transcurso de la ceremonia, el Papa pidió que “continuemos pidiendo al Señor que proteja al mundo entero de la pandemia y a todos, sin exclusiones, se les dé la posibilidad de protegerse mediante la vacunación”.

La ceremonia dio comienzo con la entrada del icono mariano en los jardines en una procesión solemne presidida por Bertram Johannes Meier, el obispo de Augsburgo, que es la ciudad donde se custodia el icono original.

 

nudo

En la procesión participaron también niños que recibieron recientemente la Primera Comunión en la parroquia de Santa María de la Grotticella de Viterbo, jóvenes que se acaban de confirmar en la parroquia de Santo Domingo de Guzmán, un grupo de scouts de Roma, familias y religiosos en representación del pueblo de Dios. Custodiaba la procesión una representación de la Guardia Suiza y de la Gendarmería Vaticana que rindieron honores a la Virgen.

Los misterios del Rosario se rezaron por cinco intenciones, “cinco nudos a desatar”:

1.- El primer nudo a desatar son “las relaciones heridas, la soledad y la indiferencia, que se han profundizado en este tiempo”.

2.- El segundo nudo que se ha pedido a la Virgen que desate es el del “desempleo, con especial atención al desempleo juvenil, al femenino, al de los padres y madres de familia, por quienes buscan trabajo y por aquellos que intentan proteger a sus empleados”.

3.- El tercer misterio se ofreció para desatar el nudo del “drama de la violencia, en particular la que se origina en la familia, en el hogar dentro de la casa, por las mujeres y por las tensiones sociales generadas por la incertidumbre de la crisis”.

4.- El cuarto misterio se ofreció “por el progreso humano, para que la investigación científica que está llamada a apoyar, ponga en común los descubrimientos para que sean accesibles a todos, especialmente a los más débiles y pobres”.

5.- El quinto misterio se rezó por “la pastoral, para que las iglesias locales, las parroquias, los oratorios, los centros de pastoral y de evangelización puedan recuperar el entusiasmo y tengan nuevo impulso en toda la vida pastoral y para que los jóvenes puedan casarse y construir una familia y un futuro”.

En el rezo del Rosario participaron, alternándose en cada misterio, jóvenes de Acción Católica, familias de recién casados o en espera de un niño, y una familia de personas sordas donde ha nacido una vocación religiosa.

Tanto la procesión de entrada como el rezo del Rosario estuvo animado por el coro de la Diócesis de Roma.

La maratón del Rosario para pedir por el fin de la pandemia de coronavirus fue una iniciativa del propio Papa Francisco. El Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización se encargó de organizarla y promoverla, involucrando a treinta santuarios marianos de todo el mundo que, por turnos, han guiado cada día durante el mes de mayo el rezo de la oración mariana.

La maratón la inauguró el mismo Pontífice desde la Capilla Gregoriana de la Basílica de San Pedro del Vaticano.

El Santuario de Nuestra Señora de Częstochowa (Polonia), la Basílica de la Anunciación (Nazaret), el Santuario de Nuestra Señora de Aparecida (Brasil), el Santuario de Nuestra Señora de Luján (Argentina), la Santa Casa de Loreto (Italia), el Santuario de la Inmaculada Concepción (Estados Unidos), el Santuario de Nuestra Señora de Lourdes (Francia), el Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre (Cuba), el Santuario de la Virgen de Nagasaki (Japón), el Monasterio de Nuestra Señora de Montserrat (España), la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe (México), entre otros santuarios y basílicas, participaron en la iniciativa.

 

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Al finalizar la celebración, el Papa Francisco procedió a coronar el icono de la Virgen Desatanudos que, finalmente, se venerará en el Vaticano.

Por último, el Papa rezó la siguiente oración a la Virgen:

“Oh, María. Tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. Nosotros nos encomendamos a ti, salud de los enfermos, que junto a la Cruz quedaste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe. Tú, que sabes desatar los nudos de nuestra existencia y conoces los deseos de nuestro corazón, acude en nuestra ayuda. Estamos seguros de que, como en Caná de Galilea, harás que pueda volver la alegría y la fiesta a nuestras casas después de este momento de prueba. Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a cumplir la voluntad del Padre y hacer aquello que nos pedirá Jesús que ha tomado nuestros sufrimientos y ha cargado nuestros dolores para conducirnos, por medio de la Cruz, a la gloria de la resurrección. Amén”.

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SAN GERMÁN, OBISPO DE PARÍS

 

Germán nació en el año 469 en Autun, en la región de la Borgoña (Francia). Se hizo monje y llegó a Abad del monasterio de San Sinforiano, cercano a su ciudad. En el año 554 es nombrado obispo de París. Este ascenso no alteró sus austeridades y siguió viviendo con la misma simplicidad y frugalidad que cuando era monje. En su mesa no faltaban nunca los más desfavorecidos y atendía en todo lo que podía a los pobres.

 

Su testimonio hizo que el rey de París, Childebert, abandonase su ambición, y se entregase enteramente a la piedad, reformando toda su corte. Este rey, entregó a nuestro santo, tierras en las que se construyó una iglesia y un monasterio. El sucesor de este rey también abandonó su vida licenciosa por la acción de Germán.

Sin embargo, a la muerte de ese rey, París se dividió en tres partes, tantas como sucesores, y eran continuas las luchas entre unas y otras. Germán hizo todo lo que pudo para preservar la paz, pero eran demasiado enquistados los resentimientos. No obstante, el no dejó su actividad, que cumplía con asombroso vigor, hasta su muerte con 80 años en mayo del 576

 

Vida

Gran parte de su vida la conocemos por el testimonio de su colega el obispo Fortunato que asegura estuvo adornado del don de milagros.

Nació Germán en la Borgoña, en Autun, del matrimonio que formaban Eleuterio y Eusebia en el último tercio del siglo V. No tuvo buena suerte en los primeros años de su vida carente del cariño de los suyos y hasta estuvo con el peligro de morir primero por el intento de aborto por parte de su madre y luego por las manipulaciones de su tía, la madre del primo Estratidio con quien estudiaba en Avalon, que intentó envenenarle por celos.

Un pariente de Lazy -con quien vive durante 15 años- es el que compensa los mimos que no tuvo Germán en la niñez. Allí sí que encuentra amor y un ambiente de trabajo lleno de buen humor y de piedad propicio para el desarrollo integral del muchacho que ya despunta en cualidades por encima de lo común para su edad.

Con los obispos tuvo suerte. Agripin, el de Autun, lo ordena sacerdote solucionándole las dificultades y venciendo la resistencia de Germán para recibir tan alto ministerio en la Iglesia; luego, Nectario, su sucesor, lo nombra abad del monasterio de san Sinforiano, en los arrabales de la ciudad. Modelo de abad que marca el tono sobrenatural de la casa caminando por delante con el ejemplo en la vida de oración, la observancia de la disciplina, el espíritu penitente y la caridad.

Es allí donde comienza a manifestarse en Germán el don de milagros, según el relato de Fortunato. Por lo que cuenta su biógrafo, se había propuesto el santo abad que ningún pobre que se acercara al convento a pedir se fuera sin comida; un día reparte el pan reservado para los monjes porque ya no había más; cuando brota la murmuración y la queja entre los frailes que veían peligrar su pitanza, llegan al convento dos cargas de pan y, al día siguiente, dos carros llenos de comida para las necesidades del monasterio.

También se narra el milagro de haber apagado con una roción de agua bendita el fuego del pajar lleno de heno que amenazaba con arruinar el monasterio.

 

San Germán de París

Abadía de Saint Germain des Prés , París

 

Otro más -y curioso- es cuando un obispo, celoso por las cosas buenas que se hablan de Germán, lo manda poner en la cárcel por no se sabe qué motivo; las puertas se le abrieron al estilo de lo que pasó al principio de la cristiandad con el apóstol, pero Germán no se marchó antes de que el mismo obispo fuera a darle la libertad; con este episodio cambió el obispo sus celos por admiración.

El rey Childeberto usa su autoridad en el 554 para que sea nombrado obispo de París a la muerte de Eusebio y, además, lo nombra limosnero mayor. También curó al rey cuando estaba enfermo en el castillo de Celles, cerca de Melun, donde se juntan el Yona y el Sena, con la sola imposición de las manos.

Como su vida fue larga, hubo ocasión de intervenir varias veces en los acontecimientos de la familia real. Alguno fue doloroso porque un hombre de bien no puede transigir con la verdad; a Cariberto, rey de París -el hijo de Clotario y, por tanto, nieto de Childeberto-, tuvo que excomulgarlo por sus devaneos con mujeres a las que va uniendo su vida, después de repudiar a la legítima Ingoberta.

El buen obispo parisino murió octogenario, el 28 de mayo del 576. Se enterró en la tumba que se había mandado preparar en san Sinfroniano. El abad Lanfrido traslada más tarde sus restos, estando presentes el rey Pipino y su hijo Carlos, a san Vicente que después de la invasión de los normandos se llamó ya san Germán. Hoy reposan allí mismo -y se veneran- en una urna de plata que mandó hacer a los orfebres el abad Guillermo, en el año 1408.

 

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