En la ciudad costera de Jaffa se encuentra un santuario que conmemora el comienzo de la predicación de San Pedro a los gentiles
El 29 de junio la iglesia de todo el mundo celebró los santos Pedro y Pablo, dos pilares de la cristiandad, que salieron de la tierra de Jesús para anunciar el Evangelio y murieron mártires. Entre los diversos lugares de la Tierra Santa vinculados a la vida de San Pedro, hay uno poco conocido: el santuario de San Pedro en Jaffa.
En este lugar, donde se asentaba una nutrida comunidad de judíos que creían en Jesucristo, la tradición sitúa varios episodios del apostolado de Pedro: la resurrección de Tabita, por obra del santo (Hch 9, 31), la estancia como huésped en casa de Simón el curtidor, donde tuvo la famosa visión del lienzo que bajaba del cielo, lleno de todo tipo de animales, puros e impuros (Hch 10,15).
Desde allí, Pedro, llamado por el centurión Cornelio, fue a Cesarea donde recibió a los primeros paganos en la Iglesia (Hch 10).
En Jaffa, en el santuario custodiado por los franciscanos, la fiesta de San Pedro se celebró con gran alegría el sábado 26 de junio con una misa solemne presidida por el vicario de la Custodia de Tierra Santa, fray Dobromir Jasztal.
“Por motivos pastorales siempre trasladamos la misa pontificia de la fiesta de San Pedro al sábado más cercano al 29 de junio, para permitir la participación de nuestras comunidades”, afirma fray Eduardo Sánchez Vélez, superior del convento.
Con motivo de esta celebración, la iglesia de San Pedro se llenó de fieles pertenecientes a todas las comunidades: la comunidad de expresión judía, la polaca, la hispana, la filipina, la india y la africana. “Es una fiesta especial para nosotros: hace dos mil años San Pedro estuvo aquí.
También el 29 de junio, día de San Pedro y San Pablo, celebramos una misa aquí en la iglesia, en la que participan los feligreses árabes de la iglesia de San Antonio”, continúa el superior del convento.
En el convento de San Pedro actualmente residen siete sacerdotes de varias nacionalidades, que se ocupan de la pastoral de las comunidades cristianas de distintos idiomas en Jaffa y sus alrededores.
El convento franciscano, que se asoma al puerto de Jaffa, tiene una larga historia que empieza en 1252, cuando los frailes menores se establecieron en Jaffa, en un convento con una iglesia grandiosa, construida por Luis IX, rey de Francia, durante la séptima cruzada. Por eso, en la actualidad todavía hay una estatua del rey a la entrada del convento.
“El convento se encuentra en la ciudad vieja de Jaffa, en recuerdo de los episodios bíblicos de los Hechos de los Apóstoles que se sitúan aquí – explica fray Eduardo –. Sin embargo, la propia iglesia no fue construida exactamente sobre los restos de la casa de Simón el curtidor que, en cambio, se encuentra en un terreno que pertenece a una familia armenia.
Esta familia conserva desde hace doscientos años la memoria de ese lugar, en el que hoy se ubica una mezquita, llamada de “Mar Boutros”, que en árabe significa “San Pedro”.
Las únicas excavaciones realizadas de manera parcial alrededor de la iglesia y el convento, únicamente han hallado proyectiles de cañón de época turca. Los documentos oficiales, sin embargo, narran cómo en 1267 los franciscanos fueron expulsados del convento y cómo, solo en 1520, volvieron a tener una sede fija en Jaffa.
En 1654 construyeron una casa para acoger a los peregrinos y en 1830 se reconstruyó el convento. Entre 1888 y 1895, España financió la construcción de un nuevo convento y una nueva iglesia por lo que, a partir de ese momento, el viejo solo se utilizó para albergar a los peregrinos.
Renace una grandiosa basílica romana, a orillas del Mediterráneo
La Autoridad de Antigüedades de Israel (La Haya) ha anunciado que tiene la intención de revelar al público los restos parcialmente reconstruidos de una basílica civil romana de 2.000 años de antigüedad ubicada en el Parque Nacional Ashkelon en el sur del país.
Bordea majestuosamente el mar Mediterráneo: la basílica romana más grande jamás encontrada en Israel fue el corazón de Ashkelon (Ascalona) del siglo I al III d.C. Los restos de este antiguo e importante puerto se encuentran a 20 kilómetros al norte de la que hoy es la Franja de Gaza y 60 kilómetros al sur de Tel Aviv.
La Autoridad de Antigüedades de Israel (La Haya) emitió un comunicado el 31 de mayo anunciando que, por primera vez, los restos de la basílica romana de Ashkelonpronto se mostrarán a los turistas después de un extenso trabajo de conservación y restauración parcial para explicar mejor la historia del sitio y ofrecer una visión realista de cómo podría haber sido el edificio.
Se han realizado nuevas excavaciones desde 2016 como parte de un proyecto de desarrollo del Parque Nacional Ashkelon, informó el periódico Haaretz . Las excavaciones que continuaron hasta hace dos años.
Las proporciones de la basílica eran colosales: se extendía por unos 115 metros de largo y 34 metros de ancho. Para hacer una comparación, un campo de fútbol tiene una longitud que varía entre 90 y 120 metros y un ancho entre 45 y 90 metros. Tal es el tamaño del edificio.
Un gran edificio público
En época romana, la basílica era un gran edificio público en el centro de la ciudad, donde los ciudadanos realizaban sus negocios, reunidos para todo tipo de cuestiones, sociales, legales, administrativas. A veces, allí se podían realizar representaciones teatrales o ceremonias religiosas.
La basílica de Ashkelon se dividió en tres partes: una gran sala y dos partes laterales. Según los arqueólogos, la sala central estaba rodeada por columnas de mármol alineadas, de hasta 13 metros de altura.
En épocas posteriores, las iglesias cristianas se inspiraron en gran medida en esta estructura arquitectónica. Las columnas estaban decoradas en la parte superior con capiteles -se han desenterrado decenas de ellos- elaborados con motivos vegetales y, en algunos casos, con un águila. Símbolo romano por excelencia, el águila confirma el uso general y civil del edificio.
La basílica estaba cubierta por un techo sostenido por columnas. Los pisos y paredes eran de mármol importado por mar desde Asia Menor. Cerca de 200 piezas de mármol que pesan cientos de toneladas fueron descubiertas en el sitio, lo que demuestra el esplendor pasado del edificio.
Los directores de las excavaciones, Rachel Bar Nathan, Saar Ganor y Federico Kobrin, explicaron a Haaretz que "la basílica [fue] descubierta por primera vez en la década de 1920 por el arqueólogo británico John Garstang, quien luego la cubrió". Búsqueda Una práctica común en la conservación.
Se sabe que John Garstang fue el director de antigüedades bajo el mandato británico de Palestina. No hubo más excavaciones en el área durante casi un siglo.
La basílica erigida en dos fases
Según los arqueólogos, los cimientos de la basílica se remontan a Herodes I el Grande (73 a. C. - 4 a. C.). "Una fuente histórica sugiere que su familia era originaria de la ciudad de Ashkelon", dicen los arqueólogos. Esto podría justificar el gran interés del rey por la ciudad. Dado que Herodes era particularmente famoso por su gusto por la arquitectura monumental, el tamaño de la basílica no debería sorprendernos.
Se hacen eco de los escritos del historiador judeo-romano Josefo que claramente menciona los edificios de Herodes en la ciudad de Ashkelon, con listas de fuentes, un baño público, habitaciones con columnas. Una confirmación también proviene de la datación de algunas monedas del período herodiano encontradas debajo de las losas de la estructura.
Pero fue bajo la dinastía romana de los Severi (Septimius Severus reinó sobre el Imperio Romano entre 193 y 235), en los siglos II y III d.C., que el edificio fue renovado. Los arqueólogos indican que "se llevaron al lugar elementos arquitectónicos de mármol y se agregó un pequeño teatro", adyacente a la basílica. El odeón fue descubierto durante excavaciones anteriores en 1985.
También se encontraron varias esculturas de mármol impresionantes en el sitio durante las excavaciones realizadas por los británicos en la década de 1920. Algunos representan deidades paganas, incluida Nike, la diosa griega de la victoria, apoyada por el dios Atlas, un titán condenado a llevar el mundo a la espalda.
También está la deidad egipcia Isis, representada como Tyche, la diosa de la suerte, la prosperidad y el destino de un estado o ciudad. Como es el caso de Ashkelon.
La ciudad fue destruida por un terremoto en el 363 d.C. y la basílica quedó devastada. "Los efectos de las ondas sísmicas son claramente visibles en el piso del edificio, lo que proporciona evidencia tangible de los eventos de ese año en Ashkelon", se lee en el comunicado de La Haya.
Las ruinas de la basílica fueron luego reutilizadas en los períodos abasí y fatimí (siglos VIII-XII d.C.) para otros usos in situ o en diversas construcciones de la región. "Los mejores fueron transportados a Jaffa", dijo el arqueólogo Saar Ganor a Haaretz . "Parte del mármol de la basílica se encuentra en la mezquita Mahmoudiya, la mezquita más grande de Jaffa, construida en el siglo XIX", agregó.
Un proyecto de restauración vasto y complejo
Las excavaciones llevadas a cabo por La Haya son parte de un proyecto conjunto de la Autoridad de Parques y Naturaleza de Israel, la Ciudad de Ashkelon y la Fundación Filantrópica Privada Estadounidense Leon Levy, cuyo objetivo es preservar y restaurar el teatro y la basílica y hacerlos accesibles a los visitantes.
En esta etapa, los arqueólogos están reconstruyendo la mayor parte posible de la basílica romana, utilizando el mármol que aún permanece en el sitio y ya han erigido una columna de más de 10 metros de altura.
Cuando las obras estén terminadas, la columnata debe constar de 15-17 columnas de este tipo, y por primera vez desde el 363 dC la basílica se levantará nuevamente. Además, algunas estatuas se izarán en posición vertical.
El pequeño teatro será restaurado y estará equipado con modernos sillones, un escenario y una serie de paneles explicativos. Los visitantes podrán seguir desde sus asientos el avance de las obras de la basílica, que deberán estar finalizadas en los próximos meses.
"Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino. Entonces los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor! Y él les dijo: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos, y no pongo mi dedo en el lugar de los clavos, y no pongo mi mano en su costado, no creeré. Ocho días después los discípulos estaban en casa de nuevo y Tomás estaba con ellos.
Jesús se acercó, a puerta cerrada, se detuvo en medio de ellos y les dijo: "¡Paz a vosotros! Entonces dijo a Tomás: "Pon tu dedo aquí y mira mis manos; extiende tu mano y métela en mi costado; y ya no seas incrédulo, sino creyente. Tomás respondió: "¡Señor mío y Dios mío! Jesús le dijo: "Porque tú me has visto, tú has creído, bienaventurados los que, aunque no me hayan visto, creerán". (Jn 20. 24 - 29)
El nombre Tomás en arameo significa "mellizo" y el apodo con el que se conocía al apóstol -Dídimo- en griego tiene el mismo significado. No sabemos, sin embargo, si Santo Tomás, quizás un pescador y uno de los primeros en dejarlo todo para seguir a Jesús, tenía un hermano. Venerado como santo por católicos, ortodoxos y coptos, sus restos se encuentran en la iglesia de Ortona dedicada a él.
La historia de Tomás en el Evangelio
Por lo general, cuando hablamos de Santo Tomás, empezamos por el final: desde que, es decir, después de la Resurrección, no está presente en la aparición de Jesús a los apóstoles, no creerá lo que le digan. Pero esto no debe llevar a pensar que Tomás es un creyente tibio o, peor aún, un pecador.
Es sólo un hombre cuya fe profunda, sin embargo, es puesta a prueba por la vida y no la esconde: expresa sus dudas, le hace a Cristo las preguntas que ocupan su corazón. Cuando, por ejemplo, Jesús quiere volver a Betania, donde murió su amigo Lázaro y los discípulos tienen miedo porque en Judea el clima no es nada favorable, es Tomás quien no tiene dudas, hasta el punto de decir: "Vayamos a morir con él".
Ya en la Última Cena, cuando Cristo nos dice que preparemos un lugar para todos en la Casa del Padre, Tomás se desorienta, le pregunta al Señor adónde va y cómo se puede conocer ese camino y entonces Jesús le responde: "Yo soy el Camino, la Verdad, la Vida".
La incredulidad del apóstol: uno de nosotros
Y así llegamos al conocido episodio de la incredulidad de Tomás. Toda la comunidad de los apóstoles se estremece por la pérdida de Jesús y la violencia de su muerte, pero Jesús resucitó y se aparece inmediatamente a los suyos para tranquilizarlos.
Tomás no está allí y no cree en la historia de los demás: tal vez por su terquedad innata, tal vez porque lamenta no haber estado presente, pero exige tocar con sus propias manos las heridas de los clavos y las de su costado. Es un hombre, después de todo. Jesús lo satisface, regresando ocho días después.
Tomás le creyó inmediatamente, hasta el punto de que le llamó "Señor mío y Dios mío", como nadie lo había hecho antes. Jesús, finalmente, hace una promesa que es para toda la humanidad, hasta el fin de los tiempos: "Bienaventurados los que, aunque no hayan visto, creen".
Misión hasta los confines de la tierra
Se entiende que Tomás no era muy culto, pero ciertamente lo compensó con el inmenso amor que sentía por Jesús. Según la tradición, le tocó a él evangelizar Siria y luego la ciudad de Edesa, desde donde se trasladó para fundar la primera comunidad cristiana de Babilonia, en Mesopotamia, donde permaneció durante siete años, cuando se embarcó para la India.
Desde Muziris, donde ya existe una próspera comunidad judía que en poco tiempo se hizo cristiana, viajó por todo el país hasta llegar a China, impulsado siempre y sólo por amor al Evangelio. De vuelta en la India, tuvo una muerte de mártir, atravesado por una lanza en la actual Chennai, el 3 de julio del año 72.
El nombre deriva del pasaje evangélico que narra el nacimiento de San Juan Bautista: “El niño crecía y se fortalecía en el espíritu, y vivía en lugares desiertos hasta los días de su manifestación a Israel. (Lc 1,80)”
Lugar de genuina belleza, conserva la riqueza de tradiciones seculares. El rumor del agua corre sin descanso desde la fuente que constituye el centro del asentamiento monástico.
Fr. SERGEY LOKTIONOV, ofm Guardián San Juan en el Desierto
Este ruido proviene de la fuente que se llama Ein Qamis y nos recuerda la historia de un ermitaño, traducida como “fuente del ermitaño”.
En el gran bloque de piedra, una gruta recuerda otros acontecimientos de la vida de San Juan Bautista.
Fr. SERGEY LOKTIONOV, ofm Guardián San Juan en el desierto
"Esta es una gruta natural que con el tiempo se ha alargado. La tradición cuenta que en esta gruta, Santa Isabel se escondió con su hijo Juan, que se convertirá en el Bautista, de la persecución del rey Herodes. Vemos un fresco reciente, de 2004, realizado por frailes de Italia, y representa el momento en que Juan fue ocultado por su madre Isabel."
En la vigilia de la fiesta de San Juan, la campana suena anunciando el inicio de la celebración.
De Jerusalén, de Ein Karem y alrededores llegan fieles para participar en la oración de vísperas presidida por Fr. Dobromir Jasztal, vicario custodial, junto a franciscanos y religiosos de las comunidades locales.
Todos se dirigen en procesión hasta la gruta donde se proclama el Evangelio según San Lucas que narra la misión de Juan Bautista: “Como está escrito en el libro del profeta Isaías. Voz que clama en el desierto: Preparad el camino al Señor, enderezad sus senderos…”
En su reflexión, Fr. Dobromir, vicario custodial de la Custodia de Tierra Santa, subrayó dos aspectos que hacen referencia a la figura de San Juan y su misión.
Fr. DOBROMIR JASZTAL, ofm Vicario Custodial de la Custodia de Tierra Santa
Primero, el lugar, el ambiente en el que desarrolló su misión y la gente de la que se rodeó. Segundo, el contenido del mensaje que dirigió a sus contemporáneos, pero que continúa dirigiéndonos a cada uno de nosotros.
San Juan, en primer lugar, nos invita a la conversión. Nos indica el único camino eficaz para poder hacer sitio al Señor, para poderlo acoger. El segundo aspecto es el que hace referencia al contenido. El mismo Juan se convierte en una voz en el desierto: preparad el camino al Señor.
Esta invitación a preparar el camino al Señor no indica hacer una acción que facilite el paso del Señor junto a nosotros, sino que quiere decir comprometerse espiritualmente, con el corazón, para preparar el lugar donde acoger al Señor, no dejarlo pasar junto a nosotros, sino acogerlo dentro de nosotros, en nuestra vida y en nuestra existencia.
Fr. Dobromir tiene un fuerte vínculo con este lugar, situado lejos de la ciudad. Hoy ya no se considera zona desértica, porque entorno a él hay abundante vegetación. “Quien viene aquí —explica el vicario custodial— puede desprenderse no solo del ruido de la ciudad, sino también de todas las preocupaciones, el peso de la vida diaria, para dedicarse, abrirse a la escucha de la palabra de Dios, a lo que esta palabra quiere comunicarnos a cada uno de nosotros.
En la solemnidad del Santo, el jueves 24 de junio, la misa fue celebrada en la iglesia de la Natividad de San Juan Bautista, en el lugar indicado como la casa de Zacarías. En 1485 los franciscanos descubrieron la capilla de la Natividad del Bautista.
En su homilía, Fr. Dobromir invitó a todos a sumergirse en la profundidad del misterio de su vida y de su misión: “El texto de Isaías nos habla del sentido y de la naturaleza de la misión confiada a aquel que recibe del Señor un nombre, una llamada y una revelación.
Circunstancias que se adaptan a San Juan Bautista. Él es aquel que “traerá la salvación de Dios hasta los confines de la tierra y señalará a aquel que quita los pecados del mundo”.
En la Basílica del Santo Sepulcro se conservan los lugares en los que Jesús sufrió la Pasión
La tumba donde fue colocado su cuerpo, la Piedra de la Unción, donde fue preparado para ser sepultado y el Calvario, donde el Señor fue crucificado. No se salvó ni su corazón: en este lugar santo el corazón de Jesús latió por última vez.
Fr. FRÉDÉRIC MANNS, ofm Studium Biblicum Franciscanum
"El corazón es el órgano vital más importante del hombre. En la Biblia el corazón no es simplemente el símbolo del amor: el corazón es el que piensa, quien decide, quien escucha. Ben Sirá, el sabio, dijo: “El Señor te ha creado con un corazón para pensar”. El mandamiento más importante es amar al Señor con todo tu corazón." El Evangelista Juan explica detalladamente esta gran prueba de amor y misericordia de Jesús, citando: “Al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua”.
Fr. FRÉDÉRIC MANNS, ofm Studium Biblicum Franciscanum
"También Jesús tiene corazón. Precisamente la fiesta del Sagrado Corazón celebra el amor de Dios por los hombres: “Dios amó tanto al mundo que mandó a su Hijo”. Y del costado de Cristo brotó agua y sangre cuando el soldado traspasó su costado. ¿Qué significa esto? Debemos recordar la escena en el Paraíso cuando Dios creó a Adán dormitando: Dios le abrió el costado extrayéndole una costilla para formar a Eva.
Del costado de Cristo, que está abierto, nace la Iglesia, la nueva Eva que nace. Y ella, a través, de los sacramentos del agua y la sangre regenerará al mundo: esta es una primera interpretación. Una segunda interpretación la deducimos gracias al capítulo 47 del libro de Ezequiel.
Ezequiel ve un nuevo templo bajo el que brotaba agua. Jesús es el nuevo templo y de su costado la fuente de agua viva brota y desemboca en el Mar Muerto haciendo potables las aguas saladas: Habrá algunos pequeños peces. Los pequeños peces son los cristianos que deben vivir en el agua, que deben acordarse del agua de su bautismo. Un pez fuera del agua muere.
Órgano esencial para la vida, muy citado en la Palabra de Dios, puede significar la sed “íntima” del ser humano: pensamiento, recuerdo, sentimiento y decisión.
Fr. FRÉDÉRIC MANNS, ofm Studium Biblicum Franciscanum
"La Biblia cita casi mil veces la palabra ‘corazón’ del hombre y de Dios. El corazón es casi siempre, en un 80%, el símbolo del amor."
Todos ellos, íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos. Se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. (Hechos de los Apóstoles).
Un mismo corazón
Pide a Dios que en la Iglesia Santa, nuestra Madre, los corazones de todos, como en la primitiva cristiandad, sean un mismo corazón, para que hasta el final de los siglos se cumplan de verdad las palabras de la Escritura: “multitudinis autem credentium erat cor unum et anima una —la multitud de los fieles tenía un solo corazón y una sola alma.—Te hablo muy seriamente: que por ti no se lesione esta unidad santa. ¡Llévalo a tu oración! Forja, 632
"Saludad a todos los santos. Todos los santos os saludan. A todos los santos que viven en Efeso. A todos los santos en Cristo Jesús, que están en Filipos." —¿Verdad que es conmovedor ese apelativo —¡santos!— que empleaban los primeros fieles cristianos para denominarse entre sí?
—Aprende a tratar a tus hermanos. Camino, 799
Como los primeros cristianos
Me parece tan bien tu devoción por los primeros cristianos, que haré lo posible por fomentarla, para que ejercites —como ellos—, cada día con más entusiasmo, ese Apostolado eficaz de discreción y de confidencia. Camino, 971
Como los religiosos observantes tienen afán por saber de qué manera vivían los primeros de su orden o congregación, para acomodarse ellos a aquella conducta, así tú —caballero cristiano— procura conocer e imitar la vida de los discípulos de Jesús, que trataron a Pedro y a Pablo y a Juan, y casi fueron testigos de la Muerte y Resurrección del Maestro. Camino, 925
Te está ayudando mucho —me dices— este pensamiento: desde los primeros cristianos, ¿cuántos comerciantes se habrán hecho santos?
Y quieres demostrar que también ahora resulta posible... —El Señor no te abandonará en este empeño. Surco, 490
Vivir a fondo la vocación cristiana
Si se quiere buscar alguna comparación, la manera más fácil de entender el Opus Dei es pensar en la vida de los primeros cristianos. Ellos vivían a fondo su vocación cristiana; buscaban seriamente la perfección a la que estaban llamados por el hecho, sencillo y sublime del Bautismo.
No se distinguían exteriormente de los demás ciudadanos. Los socios del Opus Dei son personas comunes; desarrollan un trabajo corriente; viven en medio del mundo como lo que son: ciudadanos cristianos que quieren responder cumplidamente a las exigencias de su fe. Conversaciones, 24
Lo que a ti te maravilla a mí me parece razonable. —¿Que te ha ido a buscar Dios en el ejercicio de tu profesión?
Así buscó a los primeros: a Pedro, a Andrés, a Juan y a Santiago, junto a las redes: a Mateo, sentado en el banco de los recaudadores...
Y, ¡asómbrate!, a Pablo, en su afán de acabar con la semilla de los cristianos. Camino, 799
Amar a la Iglesia
Hace falta hoy repetir, en voz muy alta, aquellas palabras de San Pedro ante los personajes importantes de Jerusalén: este Jesús es aquella piedra que vosotros desechasteis al edificar, que ha venido a ser la principal piedra del ángulo; fuera de El no hay que buscar la salvación en ningún otro: pues no se ha dado a los hombres otro nombre debajo del cielo, por el cual podamos salvarnos (Act IV, 11-12).
Así hablaba el primer Papa, la roca sobre la que Cristo edificó su Iglesia, llevado de su filial devoción al Señor y de su solicitud hacia el pequeño rebaño que le había sido confiado.
De él y de los demás Apóstoles, aprendieron los primeros cristianos a amar entrañablemente a la Iglesia. Amar a la Iglesia, 13
Para seguir las huellas de Cristo, el apóstol de hoy no viene a reformar nada, ni mucho menos a desentenderse de la realidad histórica que le rodea... —Le basta actuar como los primeros cristianos, vivificando el ambiente. Surco, 320
La única arma
En los Hechos de los Apóstoles se narra una escena que a mí me encanta, porque recoge un ejemplo claro, actual siempre: "perseveraban todos en la enseñanza de los Apóstoles, y en la comunicación de la fracción del pan, y en la oración".
Es una anotación insistente, en el relato de la vida de los primeros seguidores de Cristo: "todos, animados de un mismo espíritu, perseveraban juntos en oración". Y cuando Pedro es apresado por predicar audazmente la verdad, deciden rezar. "La Iglesia incesantemente elevaba su petición por él."
La oración era entonces, como hoy, la única arma, el medio más poderoso para vencer en las batallas de la lucha interior: "¿hay entre vosotros alguno que está triste? Que se recoja en oración." Y San Pablo resume: "orad sin interrupción", no os canséis nunca de implorar. Amigos de Dios, 242
Su nombre aparece en el Canon Romano. Su fiesta se celebra el 26 de junio
Martirizados en Roma. La passio que narra su gesta les considera hermanos de sangre y de fe, martirizados y sepultados en su casa, sita en el monte Celio, bajo el emperador Juliano el Apóstata en la noche del 26 de junio del año 362. Murieron decapitados la noche del 26 al 27 de junio del año 362.
CULTO Y DEVOCIÓN
Los peregrinos medievales que llegaban a Roma a venerar los sepulcros de los mártires empezaban preguntando por la basílica de los Santos Juan y Pablo en el monte Celio. Era de rigor comenzar por ella el recorrido de los santuarios romanos. Era la única iglesia erigida sobre tumba de mártires dentro del recinto de la ciudad. Los demás mártires habían sido enterrados en las afueras, por aquella ley de las Doce Tablas que prohibía la sepultura en el interior de la ciudad.
"Dios, que había rodeado a Roma con una gloriosa corona de tumbas de mártires cantaba un prefacio antiguo, quiso esconder en las entrañas mismas de la ciudad los miembros victoriosos de los Santos Juan y Pablo." El itinerario-guía, que orientaba a los peregrinos a través de los santos lugares, advertía, además, que la basílica que guardaba tan preciadas reliquias era la propia casa de los mártires, convertida en iglesia después de su martirio".
A pocos metros del Coliseoarrancaba un suave repecho, el Clivus Scauri, que les llevaba rápidamente al espacioso atrio que abría sus pórticos delante de la basílica. Debía de ser muy fuerte la emoción de los peregrinos al poner los pies en la "casa de los mártires".
En torno a la figura de aquellos mártires, y con retazos de procedencia diversa, el tiempo había tejido, ya para el año 500, una leyenda sugestiva. Resulta difícil, hoy, señalar el núcleo de verdad que acaso contenga la leyenda y separar el filón de la escoria que le cubre.
No faltan en ella, ciertamente, incongruencias y contradicciones históricas. Por eso la mayor parte de los críticos se inclinan hoy a negar todo crédito a las actas que nos refieren el martirio de Juan y Pablo. Pero está la voz de los monumentos, que nos cuentan a su manera, con su lenguaje de piedra y de pinturas, la historia de unos mártires que no pueden ser sino los mismos que la leyenda desfiguró.
Según las Actas, Juan y Pablo fueron oficiales del ejército, acaso legionarios de la famosa legión Jovia. Pasaron luego a la corte, como gentiles hombres de cámara al servicio del emperador Constantino y, más tarde, de su hijo Constancio.
La hija de Constantino les dejó en herencia cuantiosas riquezas. Cuando Juliano ocupó el trono imperial e hizo pública su apostasía, los dos oficiales palatinos, fervientes cristianos, abandonaron la corte en señal de protesta y se retiraron a su casa del Celio, en Roma.
VIVIENDA DE LOS SANTOS MÁRTIRES
Conocemos hoy perfectamente las características de la casa a que alude la tradición. Excavaciones realizadas bajo el pavimento de la basílica celimontiana nos han revelado la disposición interior de aquella casa romana y gran parte de su decoración.
Se trataba de un inmueble de vastas proporciones, que ocupaba una superficie de 2.250 metros cuadrados y treinta metros de fachada.
En el monte Celio, famoso en aquel entonces por la suntuosidad de sus edificios, la grandiosa "casa de los mártires" encajaba perfectamente. Encontramos en ella la misma distribución y el mismo gusto por la decoración que distinguían a las casas patricias romanas.
La parte noble del edificio, destinada a habitaciones de los señores y de sus huéspedes, con sus amplias salas lujosamente decoradas con estatuas, revestimiento de mármoles, mosaicos y grandes pinturas murales, contrasta con la estrechez de los dormitorios de los esclavos. Muy espaciosas las salas de baño.
En las bodegas se han desenterrado gran número de ánforas, cántaros y otras, vasijas donde se guardaban las provisiones de la casa. Dos de las ánforas llevan grabado el monograma de Cristo. Trece aposentos conservan todavía, mejor o peor, la decoración antigua. No serán obras de arte, pero denotan un gusto bastante depurado. Los temas mitológicos se combinan con paisajes y motivos ornamentales.
Allí puede contemplarse el cuadro más grande que se conserva de la Roma antigua, pintado al fresco, sin que el color haya perdido todavía su viveza. Representa a Proserpina que vuelve del averno, acompañada de Ceres y de Baco. Una mano cristiana, en el siglo IV, extendió sobre la escena una capa de estuco.
No faltan en la casa de Celio pinturas de inspiración cristiana, que demuestran que sus moradores, en el siglo IV, eran cristianos. En una de las salas, en medio de figuras de apóstoles y escenas alegóricas de vida pastoril, se levanta espléndida la Orante, vestida de dalmática amarilla, con un velo verde sobre la cabeza y los brazos extendidos en actitud de oración.
Una escalera de piedra ponía en comunicación la planta baja con los pisos superiores. La casa alcanzaba una altura de quince metros. Desde sus amplios ventanales podía gozarse de uno de los espectáculos más maravillosos de Roma. A pocos metros extendía sus grandes arcos de travertino el templo erigido en honor del emperador Claudio.
Más allá, el Coliseo, los templos y edificios públicos del Palatino, del Foro y del Capitolio y las termas de Trajano y de Tito desplegaban al sol sus mármoles fulgurantes. Y, por encima de edificios y murallas, la mirada se perdía en las líneas onduladas de las colinas del Lacio y en los anchurosos horizontes del mar.
HISTORIA DEL MARTIRIO
En aquella casa esperaban pasar Juan y Pablo los últimos años de su vida. Pero bien pronto empezaron a llegar noticias alarmantes de laactitud hostil del nuevo emperador. Su odio se ensañaba particularmente con los que habían servido más de cerca a su predecesor. Era, además, conocida su codicia del dinero. Trataba de apoderarse, por todos los medios, de las riquezas de los cristianos.
En carta a Scévola escribía él mismo con ironía que la admirable ley de los cristianos quiere que sean éstos exonerados de las cosas de aquí abajo, a fin de estar más ágiles para subir al cielo" y que por eso se dedicaba él a facilitarles el viaje despojándoles de sus bienes.
Cuidaba mucho el Apóstata de que los cristianos fueran condenados siempre como enemigos públicos, sin que en la sentencia se reflejaran los motivos verdaderos.
No tardó en llegar a oídos del emperador la noticia de que Juan y Pablo socorrían todos los días en su casa del Celio a una turba de cristianos pobres, a cuenta de las riquezas que habían heredado de la hija de Constantino. Hízoles llamar a la corte repetidas veces con promesas lisonjeras.
Mas ellos se negaron a servir a un emperador renegado que perseguía a los cristianos. Juliano pasó entonces de las promesas a las amenazas. Les conminó con la muerte como a enemigos públicos si en el plazo de diez días no renunciaban a su fe cristiana y volvían a los oficios de la corte.
Juan y Pablo se dispusieron a morir por Cristo. Como primera medida distribuyeron todas sus riquezas entre los pobres y se entregaron a obras de religión y piedad. Pasados los diez días de plazo, a la hora de cenar, se presentó en la casa del Celio Terenciano, capitán de cohorte, con un puñado de soldados.
Dicen las Actas que encontró a nuestros héroes en oración. En nombre del emperador les instó por última vez a adorar una pequeña estatua de Júpiter que traía consigo. Era la estatua que los legionarios de la legión Jovia veneraban en sus cuarteles. Juan y Pablo se negaron resueltamente.
Al filo de la medianoche Terenciano los hizo decapitar en un rincón oscuro de la misma casa. Y, para evitar que fueran luego venerados como mártires, mandó abrir una zanja a toda prisa en el fondo de uno de los corredores, debajo de la escalera principal. Allí ocultaron los cadáveres. Ocurría esto en la noche del 26 al 27 de junio del año 362.
A la mañana siguiente Terenciano hizo correr en Roma la voz de que Juan y Pablo habían salido de la ciudad, desterrados por orden del emperador.
ERECCIÓN DE LA IGLESIA E INICIO DEL CULTO
Exactamente un año más tarde, el mismo día y a la misma hora en que caían al suelo las cabezas de nuestros mártires, moría asesinado en Maronsa, cerca de Bagdad, Juliano el Apóstata.
En Roma un grupo de posesos, entre ellos el hijo único de Terenciano, comenzó a revelar a voz en cuello la muerte de Juan y Pablo. Terenciano se vio obligado a indicar el lugar del enterramiento y los detalles del glorioso martirio.
Las Actas terminan con la historia de la transformación de la "casa de los mártires en iglesia, por obra de los senadores Bizante y Pammaquio".
Bizante es un personaje poco conocido en la historia de Roma. Sería él, probablemente, quien abrió al culto parte de la casa del monte Celio, después de convertir la planta baja en un pequeño santuario. Levantó un tabique frente al lugar de la sepultura, para protegerla de la devoción indiscreta de los visitantes.
Pero dejó abiertas unas pequeñas ventanas o fenestrellae, para que los devotos pudieran contemplar la tumba y tocarla con retazos y otros objetos, que luego conservarían como preciadas reliquias.
Decoró las paredes de aquel sagrado recinto con pinturas alusivas a los mártires. En el puesto de honor mandó pintar la figura de uno de ellos, en actitud de paz, a la entrada del paraíso, y a sus pies, venerándole, dos fieles postrados en tierra.
Entre otras composiciones, dos escenas de martirio llaman poderosamente la atención. Una de ellas nos muestra a tres personajes, dos varones y una mujer, en el momento de ser conducidos a la presencia del juez, bajo la vigilancia de dos guardianes. La otra nos hace asistir a la ejecución de los mártires.
Están los tres personajes de rodillas, los ojos vendados y las manos atadas a la espalda, esperando con la cabeza inclinada el golpe de la espada. El verdugo está detrás de ellos y, junto a él, otro personaje que parece estar presidiendo la escena.
Es ésta una de las más antiguas y más dramáticas escenas de martirio que se conservan.
El pequeño santuario fue muy visitado por los devotos. Algunos dejaron en las paredes sus nombres y sus ruegos grabados con punta de hierro. La afluencia de visitantes fue creciendo y bien pronto aquel santuario resultó insuficiente. Decidióse erigir en aquel mismo lugar un santuario digno de la celebridad de que gozaban ya los santos mártires Juan y Pablo.
ERECCIÓN DE LA BASÍLICA
Costeó las obras el senador Pammaquio, personaje muy conocido en la Roma de fines del siglo IV. Pertenecía a la noble familia de los Furios. Fue amigo de San Jerónimo. Estudiaron juntos en Roma y se profesaron toda la vida mutuo afecto.
San Paulino de Nola y San Agustín alabaron en sendas cartas la fe y piedad de Pammaquio. Solía éste acudir al Senado en hábito de monje. Se hizo célebre, sobre todo, por sus obras de caridad. Distribuyó íntegramente entre los pobres la herencia que le dejara su mujer Paulina. Fundó en Ostia el famoso xenodochium, abierto a los peregrinos que llegaban a Roma por mar.
La basílica que levantó en el Celio hizo también honor a su munificencia. Fueron abatidos los tabiques interiores de los dos pisos superiores. Se rellenó de escombros toda la planta baja, a excepción del locus martyrii.
Y sobre veinticuatro columnas de granito negro apoyaron la espaciosa nave, bañada en la cálida luz que tamizaban setenta ventanas convenientemente distribuidas. Los itinerarios medievales la señalaban como "basílica grande y muy hermosa".
La Misa - Interesante relato de San Justino Mártir en el año 155
En los Hechos de los Apóstoles encontramos evidencia de que las primeras comunidades cristianas celebraban la Eucaristía, a este respecto resulta muy interesante el relato que nos hace San Justino Mártir para el año 155 y que veremos en un momento…
Cabe señalar que en un comienzo a la Eucaristía se le conocía como la “Fracción del Pan”, nombre que permaneció en uso mientras la Eucaristía se celebraba en el marco de una comida. También se le llamaba la “Cena del Señor”. Dentro de ese marco, dice San Pablo, no se ha de rechazar ningún alimento que se coma con acción de gracias, pues queda santificado por la palabra de Dios y por la oración.
La Eucaristía supone participar de la Mesa del Señor, pero con un acento marcado en la acción de gracias: “A este alimento lo llamamos Eucaristía”, dice San Justino en su Primera Apología. Ya para ese entonces, la Eucaristía se había separado de la cena y se había trasladado a la mañana. Esto lo encontramos por primera vez a mediados del Siglo II, pero luego se impone en toda la Iglesia.
Sabemos que las primeras comunidades eran perseguidas y acusadas de realizar sacrificios humanos en su culto a Dios. Se conserva una carta que San Justino le envió al emperador romano Antonio Pío para el año 155 en la que el santo explicaba, en un lenguaje que el “César” pudiera comprender, cómo era exactamente eso que hacían los cristianos en aquellas extrañas reuniones dominicales:
“El día que se llama día del sol tiene lugar la reunión en un mismo sitio de todos los que habitan en la ciudad o en el campo. (se celebraba en domingo)
Se leen las memorias de los Apóstoles y los escritos de los profetas, tanto tiempo como es posible. Cuando el lector ha terminado, el que preside toma la palabra para incitar y exhortar a la imitación de tan bellas cosas. (Liturgia de la Palabra, con todo y homilía)
Luego nos levantamos todos juntos y oramos por nosotros… y por todos los demás donde quiera que estén a fin de que seamos hallados justos en nuestra vida y nuestras acciones y seamos fieles a los mandamientos para alcanzar así la salvación eterna. (Oración de los Fieles)
Cuando termina esta oración nos besamos unos a otros. (Rito de la Paz)
Luego se lleva al que preside a los hermanos pan y una copa de agua y de vino mezclados. (Presentación de las Ofrendas)
El presidente los toma y eleva alabanza y gloria al Padre del universo, por el nombre del Hijo y del Espíritu Santo y da gracias (en griego: eucharistian) largamente porque hayamos sido juzgados dignos de estos dones. (Liturgia de la Eucaristía)
Cuando terminan las oraciones y las acciones de gracias todo el pueblo presente pronuncia una aclamación diciendo: Amén. Cuando el que preside ha hecho la acción de gracias y el pueblo le ha respondido, los que entre nosotros se llaman diáconos distribuyen a todos los que están presentes pan, vino y agua “eucaristizados” y los llevan a los ausentes.” (la Comunión)
Este relato de San Justino Mártir está recogido en su tratado conocido como Primera Apología (Apología 1, 65-67) y cuya dedicatoria reza: “Al emperador Antonino Pío y a los hijos adoptivos Marco Aurelio y Lucio Vero, al senado y al pueblo romano dirijo esta alocución y súplica en defensa de los hombres de toda estirpe, injustamente odiados y perseguidos”.
A continuación el texto completo de Apología 1, 65-67 de San Justino Mártir
“Después de ser lavado de ese modo, y adherirse a nosotros quien ha creído, le llevamos a los que se llaman hermanos, para rezar juntos por nosotros mismos, por el que acaba de ser iluminado, y por los demás esparcidos en todo el mundo. Suplicamos que, puesto que hemos conocido la verdad, seamos en nuestras obras hombres de buena conducta, cumplidores de los mandamientos, y así alcancemos la salvación eterna.
Terminadas las oraciones, nos damos el ósculo de la paz. Luego, se ofrece pan y un vaso de agua y vino a quien hace cabeza, que los toma, y da alabanza y gloria al Padre del universo, en nombre de su Hijo y por el Espíritu Santo. Después pronuncia una larga acción de gracias por habernos concedido los dones que de Él nos vienen.
Y cuando ha terminado las oraciones y la acción de gracias, todo el pueblo presente aclama diciendo: Amén, que en hebreo quiere decir así sea. Cuando el primero ha dado gracias y todo el pueblo ha aclamado, los que llamamos diáconos dan a cada asistente parte del pan y del vino con agua sobre los que se pronunció la acción de gracias, y también lo llevan a los ausentes.
A este alimento lo llamamos Eucaristía. A nadie le es lícito participar si no cree que nuestras enseñanzas son verdaderas, ha sido lavado en el baño de la remisión de los pecados y la regeneración, y vive conforme a lo que Cristo nos enseñó.
Porque no los tomamos como pan o bebida comunes, sino que, así como Jesucristo, Nuestro Salvador, se encarnó por virtud del Verbo de Dios para nuestra salvación, del mismo modo nos han enseñado que esta comida – de la cual se alimentan nuestra carne y nuestra sangre – es la Carne y la Sangre del mismo Jesús encarnado, pues en esos alimentos se ha realizado el prodigio mediante la oración que contiene las palabras del mismo Cristo.
Los Apóstoles – en sus comentarios, que se llaman Evangelios – nos transmitieron que así se lo ordenó Jesús cuando, tomó el pan y, dando gracias, dijo: Haced esto en conmemoración mía; esto es mi Cuerpo. Y de la misma manera, tomando el cáliz dio gracias y dijo: ésta es mi Sangre. Y sólo a ellos lo entregó (…)
Nosotros, en cambio, después de esta iniciación, recordamos estas cosas constantemente entre nosotros. Los que tenemos, socorremos a todos los necesitados y nos asistimos siempre los unos a los otros. Por todo lo que comemos, bendecimos siempre al Hacedor del universo a través de su Hijo Jesucristo y por el Espíritu Santo.
El día que se llama del sol, se celebra una reunión de todos los que viven en las ciudades o en los campos, y se leen los recuerdos de los Apóstoles o los escritos de los profetas, mientras hay tiempo. Cuando el lector termina, el que hace cabeza nos exhorta con su palabra y nos invita a imitar aquellos ejemplos.
Después nos levantamos todos a una, y elevamos nuestras oraciones. Al terminarlas, se ofrece el pan y el vino con agua como ya dijimos, y el que preside, según sus fuerzas, también eleva sus preces y acciones degracias, y todo el pueblo exclama: Amén. Entonces viene la distribución y participación de los alimentos consagrados por la acción de gracias y su envío a los ausentes por medio de los diáconos.
Los que tienen y quieren, dan libremente lo que les parece bien; lo que se recoge se entrega al que hace cabeza para que socorra con ello a huérfanos y viudas, a los que están necesitados por enfermedad u otra causa, a los encarcelados, a los forasteros que están de paso: en resumen, se le constituye en proveedor para quien se halle en la necesidad.
Celebramos esta reunión general el día del sol, por ser el primero, en que Dios, transformando las tinieblas y la materia, hizo el mundo; y también porque es el día en que Jesucristo, Nuestro Salvador, resucitó de entre los muertos; pues hay que saber que le entregaron en el día anterior al de Saturno, y en el siguiente—que es el día del sol—, apareciéndose a sus Apóstoles y discípulos, nos enseñó esta misma doctrina que exponemos a vuestro examen.”
SUPERACIÓN DE OBSTÁCULOS PROCEDENTES DEL MUNDO PAGANO
LA CONVERSIÓN AL CRISTIANISMO
La idea de conversión, en el sentido que actualmente le damos a esta palabra, ha sido durante bastante tiempo, quizás hasta el advenimiento del cristianismo, algo absolutamente extraño a la cultura religiosa del mundo greco-romano en la Antigüedad.
Durante los primeros siglos de Historia del cristianismo quien se convierte a esta nueva religión no lo tiene fácil, basta que nos fijemos en el contexto social y cultural de la época.
Se entiende bien que el cristiano encuentre dificultades no pequeñas para vivir su fe, puesto que la conversión no sólo comporta la renuncia a una religión de sus antepasados, sino también a unas realidades sociales que pueden entrar en colisión hasta con los lazos familiares. Contra los cristianos se exhiben toda suerte de calumnias y rumores infamantes. Es inútil que los apologistas cristianos refuten tales calumnias.
Se podría afirmar que los caminos que llevan a la conversión al cristianismo han sido muy variados, tantos como las personas que se incorporan a la nueva religión. De todas formas, nos vamos a encontrar con un común denominador que estará presente en la imensa mayoria de los casos. Nos referimos al encuentro personal que se da entre un cristiano y un futuro converso.
Por otra parte, este dato no puede extrañarnos, porque eso fue lo hizo Cristo cuando llamó a los primeros discípulos. Este modo de proceder individual se encuentra ya en los orígenes de la Iglesia. Todo creyente se convierte enseguida en un apóstol.
En los siguientes posts vamos a desarrollar estas ideas acerca de la conversión al cristianismo en los primeros siglos:
Los usos medicinales del incienso pueden ayudar a explicar los dones de los magos
Desde los primeros días del cristianismo, los eruditos y teólogos bíblicos han ofrecido diversas interpretaciones del significado y la importancia del oro, el incienso y la mirra que los magos presentaron a Jesús niño, según el Evangelio de Mateo (2:11).
Estos algunos estudiosos, eran obsequios estándar para honrar a un rey o deidad en el mundo antiguo: oro como metal precioso, incienso como perfume o incienso y mirra como aceite de unción. De hecho, estos mismos tres elementos aparentemente se encontraban entre los obsequios registrados en inscripciones antiguas, que el rey Seleuco II Callinicus ofreció al dios Apolo en el templo de Mileto en 243 a. C.
El libro de Isaías, al describir la gloriosa restauración de Jerusalén, habla de naciones y reyes que vendrán y “traerán oro e incienso y proclamarán la alabanza del Señor” (Isaías 60: 6).
Aunque el evangelio de Mateo no incluye los nombres o el número de los magos, muchos creen que el número de dones es lo que llevó a la tradición de los tres Reyes Magos.
Los dones tradicionales de los magos (oro, incienso y mirra) pueden haber tenido un valor tanto simbólico como práctico. Los investigadores creen que el autor del evangelio de Mateo conocía los usos medicinales del incienso.
Además del honor y el estatus que implica el valor de los dones de los magos, los eruditos creen que estos tres fueron elegidos por su simbolismo espiritual especial sobre el mismo Jesús: el oro representa su realeza, el incienso un símbolo de su función sacerdotal y la mirra prefigurando su muerte y embalsamamiento.
Otros han sugerido que los dones de los magos eran un poco más prácticos, incluso de naturaleza medicinal. Investigadores de la Universidad de Cardiff han demostrado que el incienso tiene un ingrediente activo que puede ayudar a aliviar la artritis al inhibir la inflamación que descompone el tejido del cartílago y causa dolor por artritis.
El nuevo estudio valida los usos tradicionales del incienso como remedio herbal para tratar la artritis en comunidades del norte de África y la Península Arábiga, donde crecen los árboles que producen esta aromática resina. ¿Sabían los magos “de Oriente” de las propiedades curativas del incienso cuando se lo llevaron al niño Jesús?