La lección del apóstol Santiago: la gloria está en la Cruz, no en el poder

Hermano de san Juan Evangelista, fue uno de los primeros discípulos del Señor. Dentro del grupo de los Doce, con san Pedro y su hermano, gozó de una especial intimidad con Jesucristo. Su actividad apostólica, iniciada en Judea y Samaría, llegó hasta la península ibérica.

Vuelto a Palestina, murió por orden de Herodes hacia el año 42: el primer mártir del colegio apostólico. Sus restos fueron trasladados a Hispania, a la ciudad que lleva su nombre, siendo su tumba desde hace siglos una de las principales metas de peregrinación religiosa de toda la cristiandad.

santiago de compostela

Intervención de Benedicto XVI en la que el 21 de junio de 2006 presentó la figura de Santiago el Mayor

El apóstol Santiago el Mayor enseña a los cristianos de todos los tiempos que la gloria está en la Cruz de Cristo y no en el poder, constató Benedicto XVI.

El pontífice dedicó su intervención en la audiencia general a recordar la figura del hermano del apóstol Juan, los «hijos del trueno», como les llamaba Jesús, que, a través de su madre pidieron al Señor un lugar de preferencia en su Reino.

Santiago se convertiría en el primero de los apóstoles en «beber del cáliz de la pasión» a través del martirio en Jerusalén, a inicios de los años 40 del siglo I.

La plaza de San Pedro se encontraba bajo un tremendo sol y temperaturas muy elevadas. El Papa, compadecido de los fieles, abrevió su intervención, concentrándose en los dos momentos decisivos de la vida de Jesús que Santiago vivió de cerca junto a Pedro y a Juan: la transfiguración en el monte Tabor y la agonía, en el Huerto de Getsemaní.

Esta última experiencia, explicó Benedicto XVI, «constituyó para él una oportunidad para madurar en la fe, para corregir la interpretación unilateral, triunfalista de la primera: tuvo que atisbar cómo el Mesías, esperado por el pueblo judío como un triunfador, en realidad no sólo estaba rodeado de honor y gloria, sino también de sufrimientos y debilidad».

 

«La gloria de Cristo se realiza precisamente en la Cruz, en la participación en nuestros sufrimientos», añadió.

«Esta maduración de la fe fue llevada a cumplimiento por el Espíritu Santo en Pentecostés», preparando a Santiago para aceptar el martirio a manos del rey Herodes Agripa.

El Papa recordó también las sendas tradiciones en las que se narra el ministerio de Santiago como evangelizador de España, ya sea antes de morir, o después de su muerte, con el traslado de su cuerpo a Compostela.

La intervención del Papa concluyó sacando las lecciones que los cristianos pueden aprender hoy de Santiago: en particular, «la prontitud para acoger la llamada del Señor, incluso cuando nos pide que dejemos la “barca” de nuestras seguridades humanas».

Del hijo de Zebedeo es posible imitar, añadió, «el entusiasmo» para seguir a Jesús «por los caminos que Él nos indica más allá de nuestra presunción ilusoria; la disponibilidad para dar testimonio de Él con valentía y, si es necesario, con el sacrificio supremo de la vida».

«De este modo, Santiago el Mayor se nos presenta como ejemplo elocuente de generosa adhesión a Cristo», concluyó, viendo en su vida terrena «un símbolo de la peregrinación de la vida cristiana, entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios».

 

Y al final, resumiendo todo, podemos decir que el camino no sólo exterior sino sobre todo interior, desde el monte de la Transfiguración hasta el monte de la agonía, simboliza toda la peregrinación de la vida cristiana, entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, como dice el concilio Vaticano II. «Siguiendo a Jesús, como Santiago, sabemos, incluso en las dificultades, que vamos por el buen camino», aseguró

 

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Santiago Apóstol , Patrono de España - 25 de julio

 

Ver texto completo en vatican.va

 

 

¿Quién era Santiago Apóstol?

 

El 25 de julio la Iglesia celebra la fiesta de Santiago Apóstol, figura en torno a la que surge el Camino de Santiago. Es patrón de España, de Galicia y de su caballería, así como de los curtidores, veterinarios, equitadores y de varias ciudades en el mundo que llevan su nombre.

 

El Apóstol Santiago es el hijo mayor de Zebedeo y María Salomé. Hermano de Juan, el Evangelista. Vivian en la ciudad de Betsaida, junto al Mar de Galilea, donde tenían una pequeña empresa de pesca.

El nombre de Santiago proviene de las palabras Sant Iacob, del hebreo Jacob. Durante las batallas los españoles solían gritar «Sant Iacob, ayúdenos» y al decirlo rápido repetitivamente sonaba a Santiago.

Después de presenciar la pesca milagrosa, al oír que Jesús les decía: «Desde ahora seréis pescadores de hombres», Santiago dejó sus redes, a su padre y a su empresa pesquera y se dispuso a seguir a Jesucristo.

Santiago el Mayor fue uno de los doce discípulos. Junto con Pedro y Juan, acompañaron a Jesús en momentos muy importantes de su vida. Tales como la Transfiguración del Señor, la pesca milagrosa y la oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní, entre otros.

Los Hechos de los Apóstoles, relatan que Santiago fue el primer Apóstol martirizado, degollado por orden de Herodes Agripa hacia el año 43 en Jerusalén.

 

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Santiago llegó hasta España a proclamar el Evangelio. La Catedral de Santiago de Compostela es su principal Santuario, donde están las reliquias del Apóstol. Miles de personas peregrinan allí cada año, deseosas de recorrer el Camino de Compostela. A Santiago Apóstol, se le representa vestido de peregrino o como un soldado montado en un caballo blanco en actitud de lucha.

En 1982, cuando San Juan Pablo II visitaba esta Catedral española, hizo un llamado a Europa a reavivar “aquellos valores auténticos” que proclamaba Santiago.

El apóstol Santiago es conocido también por haber preparado el camino para que la Virgen María sea reconocida como «Pilar» de la Iglesia.

El Papa Francisco, en febrero de 2014, al reflexionar sobre los conflictos armados, señaló que Santiago nos da un consejo sencillo: “Acérquense a Dios y Él se acercará a ustedes”.

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La importancia del Apóstol Santiago en España

Pese a que desde el siglo IX los reyes de la reconquista reconocían a Santiago Apóstol como su patrón, no fue hasta el siglo XVII cuando el patronato de España le fue concedido al santo.

El papa Urbano VIII, en 1630 declaro, bajo el reinado de Felipe IV, que Santiago Apóstol fuera reconocido oficialmente como único patrón de España (que desde 1627 compartía con Santa Teresa de Jesús).

Esta decisión se hizo conjuntamente con el reconocimiento por parte de la Iglesia de que sus restos estaban enterrados en Compostela y estableciendo además que la festividad de Santiago Apóstol se celebrara cada 25 de julio.

 

Santiago

«El Camino de Santiago despierta uno de los deseos más profundos del corazón del hombre, el anhelo de purificarse, de mejorar; en fin, el deseo de Dios»

 

Desde 1646, por obra de Felipe IV, está institucionalizado el Voto de Santiago que consistía en una ofrenda por parte de los reyes, príncipes y del arzobispo de Compostela a la Catedral de Santiago cada 25 de julio. Esta ofrenda sigue teniendo lugar a día de hoy, aunque de forma simbólica, en una de las partes de la Misa de la celebración en el Día del Apóstol.

 

¿Cuándo es el día de Santiago?

Es el día 25 de julio cuando se celebra la Festividad del Apóstol Santiago y el día de Galicia. Esta es una celebración cristiana que tiene lugar en múltiples localidades españolas y puntos de todo el mundo.

Este día celebramos la muerte del Santo, su muerte por martirio, un final que junto a su carácter de discípulo muy próximo a Jesucristo le confiere su nombre de apóstol y de santo. Existen datos y referencias que señalan el año 44 como la fecha del martirio de Santiago, aun que la elección del día 25 de julio no parece basarse en ningún dato histórico.

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¿Por qué se celebra el día de Santiago?

En todo caso, la celebración del día de Santiago es una celebración muy antigua, una fiesta instaurada en Roma aproximadamente hacia el siglo X o XI cuando tenemos noticia de su celebración en la basílica romana de San Pedro.

 

Santiago

 

Además, el día de Santiago se pueden conseguir indulgencias plenarias, es decir, la posibilidad de obtener el perdón de los pecados para los peregrinos o fieles. Para poder ganar el Jubileo, y obtener la indulgencia plenaria, se necesitan cumplir tres condiciones:

 - Visitar la tumba del Apóstol Santiago en la Catedral

- Rezar una oración

- Recibir el Sacramento de la confesión quince días antes o quince días después de visitar la tumba y comulgar

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¿Dónde se festeja el día de Santiago Apóstol?

Hoy día, en pleno siglo XXI, la fiesta del día de Santiago se celebra más que nunca en Galicia en la ciudad de Santiago de Compostela. Representa los aspectos religiosos y de perdón que unen y congregan en los diferentes espacios de la ciudad a peregrinos llegados de todos los rincones del mundo.

Dentro de la celebración actual están los magníficos fuegos artificiales que tienen lugar en la plaza del Obradoiro durante la noche del 24 que en los últimos años ha ido acompañándose de proyecciones y espectáculos audiovisuales sobre las fachadas de la catedral y otros edificios históricos de la plaza.

 

santiago de compostela

 

«…de Santiago podemos aprender muchas cosas:  la prontitud para acoger la llamada del Señor incluso cuando nos pide que dejemos la «barca» de nuestras seguridades humanas, el entusiasmo al seguirlo por los caminos que él nos señala más allá de nuestra presunción ilusoria, la disponibilidad para dar testimonio de él con valentía, si fuera necesario hasta el sacrificio supremo de la vida.

(…) Siguiendo a Jesús como Santiago, sabemos, incluso en medio de las dificultades, que vamos por el buen camino.»
Benedicto XVI, Audiencia General Junio 2006

 

¿Cómo surgió el Camino de Santiago?

El Apóstol Santiago es uno de los santos más importantes del cristianismo. Tras el descubrimiento de su sepulcro alrededor del año 813, donde descansan sus restos, numerosos cristianos del norte de la geografía comenzaron a peregrinar a lo que hoy es Santiago de Compostela para mostrar su devoción.

Esta costumbre se convirtió en tradición, expandiéndose el fenómeno del Camino de Santiago a toda Europa, por lo que la ciudad se convirtió en uno de los centros de peregrinación más importantes de la cristiandad, junto a Roma y Jerusalén.

Además los peregrinos a Compostela podían obtener el perdón general de todos sus pecados, un perdón que podía extenderse a todo el año cuando dicha fiesta coincidía en domingo, es decir, cuando era un Año Santo Compostelano.

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Oración para pedir la intercesión del apóstol el día de Santiago

Dios Todopoderoso y misericordioso,
que escogiste doce apóstoles para evangelizar al mundo entero.
Entre ellos, tres fueron favorecidos de manera especial por Tu Hijo Jesucristo,
quien se dignó a contar con el Apóstol Santiago en este selecto número.

 Que por su intercesión seamos dignos de obtener la gloria del Cielo,
donde Tú vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

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Santiago Apóstol y Nuestra Señora del Pilar

Este santo tiene mucha relación con Zaragoza ya que se sabe que Santiago Apóstol «llegó con sus nuevos discípulos a través de Galicia y de Castilla, hasta Aragón, donde está situada la ciudad de Zaragoza, en las riberas del Ebro.

En la noche del 2 de enero del año 40, Santiago se encontraba con sus discípulos junto al río Ebro cuando «oyó voces de ángeles que cantaban Ave María, Gratia Plena y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de mármol».

La Santísima Virgen, que aún vivía en carne mortal, le pidió al Apóstol que se le construyese allí una iglesia, con el altar en torno al pilar donde estaba de pie y prometió que:

«permanecerá este sitio hasta el fin de los tiempos para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio».

Desapareció la Virgen y quedó ahí el pilar de jade. El Apóstol Santiago y los ocho testigos del prodigio comenzaron inmediatamente a edificar una iglesia en aquel sitio.

La Basílica de la Virgen del Pilar en Zaragoza.

En honor del apóstol, una de las torres del Pilar, la puerta alta de la Plaza, lleva el nombre de Santiago.

Además, Zaragoza es también una de las paradas del Camino de Santiago y cuenta con una iglesia con el nombre del apóstol: la Iglesia de Santiago el Mayor, donde se celebra la Santa Misa del día de Santiago.

 

 

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https://www.primeroscristianos.com/santiago-predica-hispania-espana/

 

 

carfundacion.org

Los ytihadistas de Isis prosiguen con la campaña de erradicación de esta religión en Iglesia de Nigeria.

La iglesia, poco antes de ser quemada y, en la imagen posterior, ya en llamas

 

El Estado Islámico (Isis, Daesh) ha difundido esta tarde las imágenes del brutal asesinato de nueve cristianos, cuyas fotografías publican en las redes sociales pero que LA RAZÓN no reproduce, y de la quema de la iglesia en la que se encontraban, en la localidad nigeriana de Damia. La campaña de los yihadistas para acabar con esta religión en África, y en otros lugares del mundo, es uno de los objetivos prioritarios de los terroristas dentro del principio general de “Derribar la Cruz” (de Cristo) que se marcaron en los primeros momentos del Califato, en 2014.

Nigeria es un país especialmente castigado dentro de esta campaña, que incluye no sólo asesinatos y quema de templos, sino secuestros
de clérigos y seminaristas.
 Las autoridades del país se muestran incapaces de frenar la campaña terrorista pese a las denuncias que las autoridades eclesiásticas han formulado en varias ocasiones.

Ser cristiano en algunas zonas en las que opera Daesh se ha convertido poco menos que en una heroicidad y llama la atención que, en pleno sigtlo XXI, alguien pueda ser asesinado o expulsado de su territorio por el mero hecho de profesar una religión. El fanatismo de los yihadistas no tiene límites y es alimentado de forma continua por sus cabecillas a través de publicaciones y redes sociales..

"Fabiola", la historia de una noble romana

La novela del Cardenal Nicholas Wiseman narra la conversión al cristianismo de una ciudadana romana del siglo IV

 

Queremos recomendar la lectura de un clásico del siglo XIX, Fabiola, escrito por el Cardenal Nicholas Wiseman. Se trata de una novela ambientada en el siglo IV, durante la persecución de los cristianos por parte del emperador Diocleciano en Roma.

Fabiola es una joven de una familia noble romana. En apariencia, tiene todo lo que puede desear, inteligencia, belleza, lujos, educación… Sin embargo, está insatisfecha con su vida, siente que le falta algo.

La novela desarrolla la conversión de la joven, que se da gracias al ejemplo de su esclava Syra, su prima Inés y el soldado Sebastián. Así, Fabiola entra en la comunidad cristiana de los primeros siglos, la comunidad cristiana de las catacumbas, que sobrevivió, en parte, gracias al fuerte sentido de comunión que compartían los cristianos.

 

conversión

 

A pesar de ser un clásico del siglo XIX, la novela es de tremenda actualidad, ya que muchos de nosotros podemos vernos identificados con el personaje de Fabiola. A veces, aunque uno tenga todo lo aparentemente necesario, le falta algo. Algo sin lo que el resto de cosas no encajan. Esto fue lo que descubrió Fabiola en el cristianismo, y lo que impulsó su conversión.

Además, el cardenal Wiseman nos ofrece una novela escrita con mucha sensibilidad, de esa que ya no está presente en las novelas actuales. Nos presenta detalladamente la campiña italiana, el país sureño y las ruinas romanas de la persecución.

 

conversa

 

El libro ha sido prologado por Ignacio Peyró, director del Instituto Cervantes de Londres y como él dice en su prólogo del libro:

“Han sido muchos los años en que Fabiola ha estado arrinconada en la trasera de las bibliotecas, olvidada en el cajón de los libros viejos y los viejos devocionarios, como el pecio que queda de otra época con otra educación sentimental.

Lejos de los postulados del arte por el arte y de la exclusión de toda trascendencia, la Fabiola del Cardenal Wiseman aún nos habla de la literatura y la moral, que no es sino otra manera de conjugar la literatura con la vida, sin que aquí o allá se encuentre todavía para el arte otro propósito más alto”.

 

Biografía del autor:

El Cardenal Nicholas Wiseman nació en Sevilla en 1802, pero como era hijo de una pareja anglo-irlandesa estudió en Ushaw College y en el Colegio Inglés de Roma. Se doctoró en teología con distinciones en 1825 y fue ordenado sacerdote al año siguiente.

El papa León XIII le nombró curador de los manuscritos árabes del Vaticano y profesor de lenguas orientales en la Universidad Romana. Su vida académica, sin embargo, se vio interrumpida por la orden del papa de predicar a los residentes ingleses en Roma un curso de conferencias cuyo efecto fue considerable.

En 1840 fue consagrado obispo y volvió a Inglaterra como coadjutor del Obispo Thomas Walsh. Y en el año 1850 fue nombrado cardenal. Estuvo presente en Roma durante la definición del dogma de la Inmaculada Concepción. Falleció en Londres en el año 1865 a los 63 años de edad.

Cristina Die

 

Nuevo proyecto da vida a la Madaba bíblica

Como respuesta a la pandemia, nace esta iniciativa para que los visitantes pueden seguir contemplando las riquezas de Madaba

 

Con muchas personas que no pudieron viajar durante el año pasado, los sitios arqueológicos y turísticos de Oriente Medio se han enfrentado a tiempos extremadamente difíciles. La antigua ciudad bíblica de Madaba, ubicada a 32 kilómetros al sur de Ammán en el centro de Jordania, no es una excepción.

En 2019, la ciudad conocida por sus iglesias antiguas y hermosos mosaicos recibió casi 650,000 visitantes, pero durante el año de la pandemia, la "Ciudad de los Mosaicos" de Jordania se convirtió en una ciudad fantasma.

 

madaba

 

Con el apoyo de One Place, Many Stories. Sin embargo, las ciudades como Madaba que dependen del turismo están encontrando formas nuevas e innovadoras de llamar la atención sobre sus sitios y, con suerte, atraer turistas en el futuro.

El programa, desarrollado con el apoyo de CyArk, una organización sin fines de lucro financiada a través del Fondo de Embajadores para la Preservación Cultural del Departamento de Estado de EE. UU. Ha ayudado a los miembros de la comunidad a crear modelos interactivos en 3D de varios de los sitios históricos de la ciudad.

La más notable es la Iglesia de San Jorge, que alberga el famoso Mapa de Madaba del siglo VI d.C., el mapa más antiguo conocido de Tierra Santa que presenta una impresionante representación en mosaico de Jerusalén.

 

madaba

 

Otros puntos de referencia de Madaba que se han modelado incluyen la Iglesia de Santa María y el Palacio Quemado, que cuentan con mosaicos impresionantes y elaborados del período bizantino. Estos increíbles modelos 3D, junto con visitas virtuales guiadas e historias de miembros de la comunidad local, ahora están disponibles en línea para que cualquiera pueda verlas, completamente gratis.

Madaba, que ya era un asentamiento importante en la Edad del Bronce Medio (c. 2100-1550 a. C.), era una ciudad fronteriza moabita que se menciona dos veces en la Biblia hebrea, primero como una ciudad destruida por los israelitas ( Números 21:30) y luego como parte del territorio asignado a la tribu de Rubén (Josué 13:16). La famosa Piedra Moabita registra que Mesa, rey de Moab, reconquistó la ciudad para los moabitas en el siglo IX a. C.

madaba

 

Bajo el dominio romano y bizantino, la ciudad alcanzó una prominencia aún mayor y se convirtió en un centro de la vida cristiana primitiva, con numerosas iglesias y monasterios, muchos adornados con hermosos pavimentos de mosaicos. Hoy en día, se pueden visitar los restos excavados de muchos de estos sitios, incluidas varias iglesias romanas, salones, un palacio y una calle romana bien conservada.

biblicalarcheology.org

 

libros

Novelas sobre los primeros cristianos

A continuación os presentamos una selección de libros, sobre los primeros cristianos, para leer y disfrutar

 

Quo Vadis?

Sienkiewicz, Henryk
Valdemar Histórica

La novela comienza en el año 63 d.C. en tiempos de Nerón, y en ella seremos testigos del gran incendio de Roma, de las primeras persecuciones a los cristianos y de los grandes festivales del circo romano.

Se nos muestra el mundo pagano en todo su esplendor, con unas magníficas recreaciones de los personajes.

 

 

Vista previa del libro (en inglés): Google Books

 

Ben Hur

Wallace, Lewis
Edhasa

Esta mítica novela ha conseguido sobrevivir al paso de los años gracias a la fuerza de la historia que narra: la vida de Judá Ben Hur.

La intensidad de las escenas, la belleza de los paisajes descritos, así como la gran recreación del lugar que hace Wallace nos lleva a definir esta lectura como una experiencia inolvidable.

 

 

Vista previa del libro: Google Books

 

Fabiola

Cardenal Wiseman
Homo Legens
"Fabiola" - Una conversa de los primeros tiempos 1Es Fabiola la historia maravillosa de la conversión a la fe cristiana de una joven y bella patricia romana que, asombrada y conmovida, se enfrenta con la nueva religión, por la que los que creen en ella sufren toda clase de tormentos sin desmayos ni claudicaciones, deseosos de ganar la vida eterna. Así su prima Inés –más tarde Santa Inés–, así su esclava Syra y tantos de sus amigos.

Maravillada ante ese espectáculo, poco a poco Fabiola se deja ganar por la nueva palabra, renegando de su paganismo y ayudando desde su alta posición social a sus nuevos hermanos en religión.

La larga trama de sus vicisitudes y momentos de gran peligro en medio del magnífico cuadro histórico que constituyen aquellos críticos días de la Roma de principios de siglo IV, cuando el cristianismo iluminó las catacumbas –de las que Wiseman hace un erudito y apurado estudio– con la luz de la fe y con la sangre derramada por sus miles de mártires, que hoy forman el santoral, que recuerdan y veneran con perenne fervor los fieles católicos.

 

Para leer el libro: Google Books

 

 

El Centurión. Un hombre contra un Imperio

Stewart, John
MR Ediciones, 1998
Mientras el corrupto Tiberio permanece en su fortaleza de la isla de Capri, las luchas por la sucesión del trono socavan los cimientos del Imperio.

Calígula, astuto pero inexperto, se enfrenta a las trampas tendidas por Sejano, el prefecto de la guardia pretoriana.

En medio de las intrigas, Lucio Graco tribuno y el centurión Marco Aurelio son enviados a Judea para restablecer el orden.

 

 

Helena

Evelyn Waugh
Edhasa
La emperatriz Helena, madre del emperador  Constantino el Grande, llevó a cabo el histórico peregrinaje a Palestina, encontró la Cruz de Jesús, y construyó un par de iglesias en Belén y Olivet.

Sin embargo, lo que interesa a Evelyn Waugh en esta novela es la interioridad del personaje, sus sentimientos, convicciones y pensamientos.

La vida de Helena coincide además con uno de los momentos más críticos de la historia, el reconocimiento del cristianismo como religión de un Imperio romano devastado por la insensatez, la corrupción y las intrigas, y ése es el ambiente que, espléndidamente recreado, sirve a Waugh de perfecto fondo a su colorista retrato de Helena.

Aunado una minuciosa recreación de la trayectoria de sus protagonistas con una brillante reflexión sobre las contradicciones de la civilización occidental, Waugh nos ofrece la que sin duda es una de sus obras más sólidas y convincentes.

 

 

Yo soy Catio. El gladiador cristiano

Julio César Romano
Palabra
libros veranoEl personaje de Catio, que descubrió el cristianismo como gladiador en medio del coliseo romano, nos muestra cómo fue extendiéndose la semilla de la fe. La semilla del cristianismo puede prender en las almas más insospechadas.

El joven Catio lo encontró en las arenas del coliseo, en medio de espadas, cascos, sangre y sudor.

Una pequeña cruz, entregada por un condenado, le hizo descubrir un mundo nuevo. A partir de ese momento toda su vida cambió.

 

 

 

Fabiola, o la iglesia de las catacumbas  

El título original en inglés, Fabiola or, the Church of the Catacombs es una novela del inglés Nicholas Wiseman, cardenal de la Iglesia católica. Se publicó por vez primera en 1854.  Ha tenido dos adaptaciones al cine: una película muda en 1918 y otra versión sonora en 1949.

Wiseman escribió Fabiola en parte como respuesta al libro vigorosamente anticatólico Hipatia (Hypatia, 1853), de Charles Kingsley.1​2​ La novela se dirigía sobre todo a la minoría católica en Inglaterra, que había salido recientemente de un estatus semi-ilegal (la jerarquía católica en Inglaterra había quedado restablecida sólo en el año 1850).

La historia por lo tanto constantemente enfatiza la estrecha comunidad que formaban los primitivos cristianos, su amor mutuo, su solidaridad y fuerte sentido de comunión. Al mismo tiempo, las referencias directas a la situación que entonces tenían los católicos en Inglaterra son raras, especialmente si se compara la novela con la de John Henry Newman titulada Calista (1855), que fue un encargo como especie de «precuela» de Fabiola.

 

 

Fabiola

 

Aun así, el lenguaje heroico en que se narran los cuentos de los mártires obviamente pretendía fortalecer el valor y la determinación de los católicos en Inglaterra. La parte educativa del libro es también importante: varios capítulos se dedican a digresiones con información histórica sobre el culto y el enterramiento en las catacumbas.

El cine produjo dos versiones del libro: en 1918 en Italia dirigida por Enrico Guazzoni. También, una lujosa versión fílmica franco-italiana en 1949. (Sólo llegó a los Estados Unidos en 1951 en versión doblada y drásticamente cortada). La segunda película se parece poco a lo que se supone que es su fuente. Una tercera versión, tipo peplum, titulada La rivolta degli schiavi se produjo en 1960. Toma más elementos de la novela que la segunda, como la inclusión de santa Inés y san Sebastián, pero se aparta de la novela en muchos puntos.

 

 

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Fabiola

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Cardenal Wiseman
Homo Legens
Es Fabiola la historia maravillosa de la conversión a la fe cristiana de una joven y bella patricia romana que, asombrada y conmovida, se enfrenta con lanueva religión, por la que los que creen en ella sufren toda clase de tormentos sin desmayos ni claudicaciones, deseosos de ganar la vida eterna.

Así su prima Inés –más tarde Santa Inés–, así su esclava Syra y tantos de sus amigos. Maravillada ante ese espectáculo, poco a poco Fabiola se deja ganar por la nueva palabra, renegando de su paganismo y ayudando desde su alta posición social a sus nuevos hermanos en religión.

La larga trama de sus vicisitudes y momentos de gran peligro en medio del magnífico cuadro histórico que constituyen aquellos críticos días de la Roma de principios de siglo IV, cuando el cristianismo iluminó las catacumbas –de las que Wiseman hace un erudito y apurado estudio– con la luz de la fe y con la sangre derramada por sus miles de mártires, que hoy forman el santoral, que recuerdan y veneran con perenne fervor los fieles católicos.

 

 

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https://www.primeroscristianos.com/fabiola-conversa-primeros-tiempos/

 

 

¿Sabes quiénes eran los Mártires Escilitanos?

El día 17 de julio del año 180, al comienzo del reinado de Cómmodo, el desdichado hijo y sucesor de Marco Aurelio, fueron ejecutados en Cartago un grupo de mártires procedentes de Scili, pequeña población de Numidia, en el Africa proconsular romana.

Eran gente humilde, doce en total, de los cuales cinco eran mujeres. Serían probablemente artesanos o trabajadores del campo, sin que tengamos de ellos más noticias que las escuetas que nos han transmitido las actas de su martirio. Todo hace suponer que fueran parientes entre sí, o tal vez matrimonios, pero no tenemos referencia exacta de tales extremos.

El documento de su martirio es de los más emocionantes de la antigüedad cristiana, que nos recuerda en su misma sencillez a los Evangelios. Resulta milagroso que haya podido conservarse, pues durante la persecución de Diocleciano fueron sistemáticamente destruidos los archivos cristianos y perecieron muchísimas de las actas auténticas de martirio. Estas a que nos referimos contienen el proceso proconsular estenográfico, tomado verbalmente por los notarios imperiales. Se trata de un texto irrecusable, que todo él rebosa verdad.

Procesos semejantes debieron de hacerse muchísimos. Las persecuciones sufrieron grandes alternativas, desde Nerón a Diocleciano. Unas veces arreciaban, otras aflojaban, permitiendo épocas de respiro, en que podía organizarse la vida religiosa con cierta seguridad.

La legislación romana era un tanto ambigua en lo referente al cristianismo, y por este tiempo se regulaba por el rescripto de Trajano, que prohibía buscar a los cristianos —conquirendi non sunt—, pero obligaba a las autoridades a formarles proceso cuando se presentaba contra ellos una denuncia suscrita en regla, dado que las delaciones anónimas no habían de ser tomadas en consideración. Ya se comprende que en una situación tan precaria, sujeta además a los rumores y calumnias que corrían entre el populacho sobre supuestos crímenes y costumbres nefandas de los cristianos, la vida de éstos estaba pendiente de un hilo, que con suma facilidad se quebraba cuando el procónsul o gobernador de provincias se dejaba exceder en su celo o compartía la inquina del vulgo contra ellos.

Porque lo extraño del caso es que, reconociendo en principio la legislación la honradez de los cristianos, al prohibir que se les buscase —"a los criminales se les busca y persigue", argüía con lógica Tertuliano— en cambio, si eran delatados por tales, se les condenaba a pena de muerte, aunque obtendrían sentencia absolutoria si apostataban de su fe.

De esta forma los procesos contra los cristianos revestían unas características peculiarísimas, que no tenían parangón con otros delitos que fueran llevados a los tribunales. La sola confesión del reo, sin más necesidad de testigos, era motivo suficiente de condenación, salvo que se retractase de su "crimen". Esto daba lugar a un forcejeo entre el presidente del tribunal y el cristiano, no carente de emoción, que en el caso que nos ocupa es destacadísimo, pues hasta se llega a conceder a los cristianos un plazo para que piensen y recapaciten, lo cual se hace constar asimismo en la sentencia.

Mártires Escilitanos

Restos de los Santos Mártires Escilitanos | Martirio de los Santos Mártires Escilitanos


La terquedad del cristiano de mantenerse firme en su fe, que no cedía ante la tortura ni ante la muerte, debía ser incomprensible para el juez pagano
. A algunos de éstos se les ve naturalmente honrados, y que proceden con disgusto en tan enojosos procesos, en los que, finalmente, eran ellos los vencidos y los mártires los campeones. Por lo general se quedaron en lo exterior, sin comprender toda la grandeza de los mártires, como el mismo Marco Aurelio, que, siendo un alma noble, de ética tan elevada que su pluma puede parecernos cristiana, persiguió duramente a los fieles tomando a fanatismo su desprecio de la vida.

Pero también hubo almas mejor dispuestas que llegaron a la verdad del cristianismo a través de la entereza de los propios mártires, superando los prejuicios y leyendas que corrían acerca de su baja moralidad. La comparación era bien patente: "así no morían los criminales", que además tenían ganada la libertad con un sencillo gesto de echar unos granos de incienso ante la estatua del emperador o formular por escrito o verbalmente una retractación.

Tales procesos, siendo públicos, se prestaban también a una "propaganda" de la nueva religión. El mártir era etimológicamente "el que daba fe", el que confesaba en público su doctrina y el que a menudo la rubricaba con su sangre, con lo que el testimonio resultaba del todo excepcional.

Los fieles no desaprovechaban la ocasión. Así hacían, junto con la confesión de su fe, una exposición de la misma, justificando sus creencias y la imposibilidad de retractarse de ellas. A las llamadas a la cordura de los jueces paganos contestan siempre que no pueden obedecer. Ellos acatan las leyes del Imperio, pagan los tributos, son ciudadanos respetuosos con las autoridades constituidas; pero no pueden acatar la religiónoficial, que comportaba el culto al emperador y a la diosa Roma, o sea, la divinización del Estado. Esto constituía su "crimen", que lo era de lesa majestad y estaba castigado con pena de muerte.

Sin embargo, como los cristianos en su vida ordinaria no eran peligrosos se les dejaba en paz, siempre que no mediase delación formal o que los tumultos del populacho, tantas veces provocados por los judíos, no aconsejasen una táctica de rigor. En general, la política del Imperio para con el cristianismo fue contemporizadora, recordándonos en algunos aspectos la de ciertos Gobiernos anticomunistas de nuestros días.

Al evocar el martirio de los doce cristianos de Scili quisiéramos rendir un homenaje a otros muchísimos mártires anónimos de entonces. El cristianismo había penetrado ya profundamente en todas las capas sociales, había alcanzado no sólo las ciudades mejor comunicadas, adonde llegarían primero los predicadores evangélicos, sino también los municipios, y los "pagos" o aldeas. En Africa el centro de irradiación debió ser Cartago, puerto comercial de primer orden. Este grupo compacto de cristianos de Scili, bien instruidos en su fe, bien seguros de su religión, no serían improvisados; constituirían una comunidad cristiana con culto normal, con adoctrinamiento metódico, donde se leían entre los fieles, las epístolas de Pablo, "varón justo".


Como estos núcleos los había ya a finales del siglo II por todo el Imperio y eventualmente habían de pagar su tributo de sangre. Los de Scili son un caso en que han llegado a nosotros noticias ciertas del martirio de un grupo importante. ¿Cuántos otros fueron también víctimas de la persecución? Dios lo sabe, en cuya presencia no hay héroes anónimos; pero, así como las naciones levantan monumentos a los "soldados desconocidos", al traer aquí las actas del martirio de los fieles escilitanos honramos a todos aquellos cuyos nombres ignoramos y a los que en conjunto invocamos en las letanías diciendo: "Todos los santos mártires, rogad por nosotros".

Dicen así, copiadas literalmente, las tales actas:

"En Cartago, siendo cónsules Claudiano por primera vez y Presente por segunda, el día 16 de las calendas de agosto comparecieron en la sala del tribunal Esperato, Nartzalo, Cittino, Donata, Secunda, Vestia.

El procónsul Saturnino dijo: "Aún estáis a tiempo de lograr el perdón de nuestro señor el emperador si es que entráis en cordura".

Esperato dijo: "Nunca hemos hecho ningún mal ni hemos perpetrado delito; jamás hemos maldecido y aun hemos dado gracias del mal recibido. Ya ves, pues, que honramos a nuestro emperador".

El procónsul Saturnino dijo: "También nosotros somos religiosos, y nuestra religión es bien sencilla, y juramos por el genio de nuestro señorel emperador, y rogamos por su salud, lo cual también vosotros deberíais hacer".

Esperato dijo. "Si tranquilamente prestas oídos te expondré el misterio de la sencillez".

Saturnino dijo: "Dado lo mal que empiezas a despotricar contra nuestros dioses, no esperes te preste oídos, lo que debéis hacer es jurar por el genio de nuestro señor el emperador".

Esperato dijo: "Yo no conozco como máximo el imperio de este siglo, sino que más bien sirvo a aquel Señor a quien no ha visto ni puede ver con sus ojos hombre ninguno. No he cometido hurto; si algo compro, también pago los impuestos, y eso porque reconozco a mi Señor y al Emperador de los reyes y de todas las naciones".

El procónsul Saturnino dijo dirigiéndose a los demás: "Dejad de tener las creencias de éste".

Esperato dijo: "Las creencias son malas cuando incitan al falso testimonio o a cometer homicidios ".

Saturnino, el procónsul, dijo: "Mirad, dejad este género de locura".

Cittino dijo: "No tenemos miedo si no es a Nuestro Señor que está en los cielos".

Donata dijo: "El honor a César como a César, pero el temor sólo a Dios".

Vestía dijo: "Soy cristiana".

Secunda dijo: "Yo también lo soy y quiero seguir siéndolo".

El procónsul Saturnino dijo a Esperato: "Y ¿tú continúas en ser cristiano".

Esperato dijo: "Soy cristiano".

Y todos reafirmaron lo que él.

Saturnino dijo: "¿Queréis un plazo para reflexionar?".

Esperato dijo: "En asunto tan justo no ha lugar a deliberación".

El procónsul Saturnino dijo: "¿Qué traéis en ese estuche?".

Esperato dijo: "Unos libros y las cartas de Pablo, varón justo".

El procónsul Saturnino dijo. "Os doy un plazo de treinta días para que reflexionéis".

Esperato respondió de nuevo: "Soy cristiano".

Y lo mismo respondieron los demás.

Entonces el procónsul Saturnino leyó el decreto en la tablilla: "Esperato, Nartzalo, Cittino, Donata, Vestia y Secunda, y los demás que han confesado haber vivido como cristianos, a causa de que, habiendo sido invitados a seguir el uso de Roma, lo han rehusado obstinadamente, se determina que sufran la pena de espada".

Esperato dijo: "Demos gracias a Dios".

Y Nartzalo: "Hoy ya mártires estaremos en el cielo. Gracias a Dios".

El procónsul Saturnino mandó anunciar por pregón: "Esperato, Nartzalo, Cittino, Veturio, Félix, Aquilino, Letancio, Genara, Generosa, Vestia, Donata, Secunda sean conducidos al suplicio".

Todos dijeron: "Gracias a Dios".

Así terminan las actas del martirio, con ese "Deo gratias" unánime de los doce mártires, como si la Iectura de la sentencia provocara en ellos parte un suspiro de alivio, parte un grito de triunfo.

Una mano cristiana añadió a los protocolos oficiales esta coletilla: "Así todos juntos fueron coronados del martirio y reinan con el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos".

Realmente, no necesita apostillas tan bello documento. El procónsul Saturnino, el primero que desencadenó en Africa la gran persecución, según Tertuliano, pudo aprender laconismo y entereza de aquellos humildes cristianos que tuvo en su tribunal. Hablan con mesura, sin fanfarronería, pero con dignidad. Conservan todas las viejas virtudes romanas, que eran orgullo de este gran pueblo, pero sublimadas con la nueva religión. ¡Qué noble la frase de Secunda: "¡Lo que soy, eso quiero ser"! Hay en la breve y rotunda afirmación de esta mujer una firmeza inconmovible. Por eso les sobraron a todos los treinta días de plazo. "En causa tan justa no había lugar a deliberación".

Al responder con tal aplomo y seguridad aquellos sencillos aldeanos, sin sentirse cortados ante la pompa de la sala del tribunal del procónsul, nos parece percibir la profecía de Cristo: "Cuando os lleven a juicio no andéis pensando las palabras que debáis decir; mi Padre os pondrá en los labios las palabras que no podrán replicar vuestros adversarios".

Sí, es el procónsul el derrotado a pesar de dictar sentencia condenatoria. Sólo ante el triunfo pronunciamos frases de agradecimiento, y los mártires de Scili dijeron todos a una: "Gracias a Dios".

Las reliquias de estos mártires fueron conservadas en una espléndida basílica que posteriormente se levantó en su honor, en Cartago, y donde algunas veces predicó San Agustín. Después fueron transportadas a Lyón y en el siglo IX a Arlés, donde se supone que reposan actualmente.

 

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Pasión de los santos escilitanos

 

Los Mártires Escilitanos

Eran doce cristianos de Scili, pequeña población de Numidia, en el Africa proconsular romana

Su fiesta se celebra el 17 de julio

El día 17 de julio del año 180, al comienzo del reinado de Cómodo, el desdichado hijo y sucesor de Marco Aurelio, fueron ejecutados en Cartago un grupo de mártires procedentes de Scili, pequeña población de Numidia, en el Africa proconsular romana.

Eran gente humilde, doce en total, de los cuales cinco eran mujeres. Serían probablemente artesanos o trabajadores del campo, sin que tengamos de ellos más noticias que las escuetas que nos han transmitido las actas de su martirio. Todo hace suponer que fueran parientes entre sí, o tal vez matrimonios, pero no tenemos referencia exacta de tales extremos.

 

martires escilitanos

 

El documento de su martirio es de los más emocionantes de la antigüedad cristiana, que nos recuerda en su misma sencillez a los Evangelios. Resulta milagroso que haya podido conservarse, pues durante la persecución de Diocleciano fueron sistemáticamente destruidos los archivos cristianos y perecieron muchísimas de las actas auténticas de martirio.

Estas a que nos referimos contienen el proceso proconsular estenográfico, tomado verbalmente por los notarios imperiales. Se trata de un texto irrecusable, que todo él rebosa verdad.

Procesos semejantes debieron de hacerse muchísimos. Las persecuciones sufrieron grandes alternativas, desde Nerón a Diocleciano. Unas veces arreciaban, otras aflojaban, permitiendo épocas de respiro, en que podía organizarse la vida religiosa con cierta seguridad.

La legislación romana era un tanto ambigua en lo referente al cristianismo, y por este tiempo se regulaba por el rescripto de Trajano, que prohibía buscar a los cristianos —conquirendi non sunt—, pero obligaba a las autoridades a formarles proceso cuando se presentaba contra ellos una denuncia suscrita en regla, dado que las delaciones anónimas no habían de ser tomadas en consideración.

Ya se comprende que en una situación tan precaria, sujeta además a los rumores y calumnias que corrían entre el populacho sobre supuestos crímenes y costumbres nefandas de los cristianos, la vida de éstos estaba pendiente de un hilo, que con suma facilidad se quebraba cuando el procónsul o gobernador de provincias se dejaba exceder en su celo o compartía la inquina del vulgo contra ellos.

Porque lo extraño del caso es que, reconociendo en principio la legislación la honradez de los cristianos, al prohibir que se les buscase —"a los criminales se les busca y persigue", argüía con lógica Tertuliano— en cambio, si eran delatados por tales, se les condenaba a pena de muerte, aunque obtendrían sentencia absolutoria si apostataban de su fe.

De esta forma los procesos contra los cristianos revestían unas características peculiarísimas, que no tenían parangón con otros delitos que fueran llevados a los tribunales. La sola confesión del reo, sin más necesidad de testigos, era motivo suficiente de condenación, salvo que se retractase de su "crimen".

Esto daba lugar a un forcejeo entre el presidente del tribunal y el cristiano, no carente de emoción, que en el caso que nos ocupa es destacadísimo, pues hasta se llega a conceder a los cristianos un plazo para que piensen y recapaciten, lo cual se hace constar asimismo en la sentencia.

La terquedad del cristiano de mantenerse firme en su fe, que no cedía ante la tortura ni ante la muerte, debía ser incomprensible para el juez pagano. A algunos de éstos se les ve naturalmente honrados, y que proceden con disgusto en tan enojosos procesos, en los que, finalmente, eran ellos los vencidos y los mártires los campeones.

Por lo general se quedaron en lo exterior, sin comprender toda la grandeza de los mártires, como el mismo Marco Aurelio, que, siendo un alma noble, de ética tan elevada que su pluma puede parecernos cristiana, persiguió duramente a los fieles tomando a fanatismo su desprecio de la vida.

Pero también hubo almas mejor dispuestas que llegaron a la verdad del cristianismo a través de la entereza de los propios mártires, superando los prejuicios yleyendas que corrían acerca de su baja moralidad. La comparación era bien patente: "así no morían los criminales", que además tenían ganada la libertad con un sencillo gesto de echar unos granos de incienso ante la estatua del emperador o formular por escrito o verbalmente una retractación.

Tales procesos, siendo públicos, se prestaban también a una "propaganda" de la nueva religión. El mártir era etimológicamente "el que daba fe", el que confesaba en público su doctrina y el que a menudo la rubricaba con su sangre, con lo que el testimonio resultaba del todo excepcional.

Los fieles no desaprovechaban la ocasión. Así hacían, junto con la confesión de su fe, una exposición de la misma, justificando sus creencias y la imposibilidad de retractarse de ellas. A las llamadas a la cordura de losjueces paganos contestan siempre que no pueden obedecer.

Ellos acatan las leyes del Imperio, pagan los tributos, son ciudadanos respetuosos con las autoridades constituidas; pero no pueden acatar la religión oficial, que comportaba el culto al emperador y a la diosa Roma, o sea, la divinización del Estado. Esto constituía su "crimen", que lo era de lesa majestad y estaba castigado con pena de muerte.

Sin embargo, como los cristianos en su vida ordinaria no eran peligrosos se les dejaba en paz, siempre que no mediase delación formal o que los tumultos del populacho, tantas veces provocados por los judíos, no aconsejasen una táctica de rigor. En general, la política del Imperio para con el cristianismo fue contemporizadora, recordándonos en algunos aspectos la de ciertos Gobiernos anticomunistas de nuestros días.

Al evocar el martirio de los doce cristianos de Scili quisiéramos rendir un homenaje a otros muchísimos mártires anónimos de entonces. El cristianismo había penetrado ya profundamente en todas las capas sociales, había alcanzado no sólo las ciudades mejor comunicadas, adonde llegarían primero los predicadores evangélicos, sino también los municipios, y los "pagos" o aldeas.

En Africa el centro de irradiación debió ser Cartago, puerto comercial de primer orden. Este grupo compacto de cristianos de Scili, bien instruidos en su fe, bien seguros de su religión, no serían improvisados; constituirían una comunidad cristiana con culto normal, con adoctrinamiento metódico, donde se leían entre los fieles, las epístolas de Pablo, "varón justo".

Como estos núcleos los había ya a finales del siglo II por todo el Imperio y eventualmente habían de pagar su tributo de sangre. Los de Scili son un caso en que han llegado a nosotros noticias ciertas del martirio de un grupo importante. ¿Cuántos otros fueron también víctimas de la persecución?

Dios lo sabe, en cuya presencia no hay héroes anónimos; pero, así como las naciones levantan monumentos a los "soldados desconocidos", al traer aquí las actas del martirio de los fieles escilitanos honramos a todos aquellos cuyos nombres ignoramos y a los que en conjunto invocamos en las letanías diciendo: "Todos los santos mártires, rogad por nosotros".

Acta del Martirio

Dicen así, copiadas literalmente, las tales actas:

 

"En Cartago, siendo cónsules Claudiano por primera vez y Presente por segunda, el día 16 de las calendas de agosto comparecieron en la sala del tribunal Esperato, Nartzalo, Cittino, Donata, Secunda, Vestia.

El procónsul Saturnino dijo: "Aún estáis a tiempo de lograr el perdón de nuestro señor el emperador si es que entráis en cordura".

Esperato dijo: "Nunca hemos hecho ningún mal ni hemos perpetrado delito; jamás hemos maldecido y aun hemos dado gracias del mal recibido. Ya ves, pues, que honramos a nuestro emperador".

El procónsul Saturnino dijo: "También nosotros somos religiosos, y nuestra religión es bien sencilla, y juramos por el genio de nuestro señor el emperador, y rogamos por su salud, lo cual también vosotros deberíais hacer".

Esperato dijo. "Si tranquilamente prestas oídos te expondré el misterio de la sencillez".

Saturnino dijo: "Dado lo mal que empiezas a despotricar contra nuestros dioses, no esperes te preste oídos, lo que debéis hacer es jurar por el genio de nuestro señor el emperador".

Esperato dijo: "Yo no conozco como máximo el imperio de este siglo, sino que más bien sirvo a aquel Señor a quien no ha visto ni puede ver con sus ojos hombre ninguno. No he cometido hurto; si algo compro, también pago los impuestos, y eso porque reconozco a mi Señor y al Emperador de los reyes y de todas las naciones".

El procónsul Saturnino dijo dirigiéndose a los demás: "Dejad de tener las creencias de éste".

Esperato dijo: "Las creencias son malas cuando incitan al falso testimonio o a cometer homicidios ".

Saturnino, el procónsul, dijo: "Mirad, dejad este género de locura".

Cittino dijo: "No tenemos miedo si no es a Nuestro Señor que está en los cielos".

Donata dijo: "El honor a César como a César, pero el temor sólo a Dios".

Vestía dijo: "Soy cristiana".

Secunda dijo: "Yo también lo soy y quiero seguir siéndolo".

El procónsul Saturnino dijo a Esperato: "Y ¿tú continúas en ser cristiano".

Esperato dijo: "Soy cristiano".

Y todos reafirmaron lo que él.

Saturnino dijo: "¿Queréis un plazo para reflexionar?".

Esperato dijo: "En asunto tan justo no ha lugar a deliberación".

El procónsul Saturnino dijo: "¿Qué traéis en ese estuche?".

Esperato dijo: "Unos libros y las cartas de Pablo, varón justo".

El procónsul Saturnino dijo. "Os doy un plazo de treinta días para que reflexionéis".

Esperato respondió de nuevo: "Soy cristiano".

Y lo mismo respondieron los demás.

Entonces el procónsul Saturnino leyó el decreto en la tablilla: "Esperato, Nartzalo, Cittino, Donata, Vestia y Secunda, y los demás que han confesado haber vivido como cristianos, a causa de que, habiendo sido invitados a seguir el uso de Roma, lo han rehusado obstinadamente, se determina que sufran la pena de espada".

Esperato dijo: "Demos gracias a Dios".

Y Nartzalo: "Hoy ya mártires estaremos en el cielo. Gracias a Dios".

El procónsul Saturnino mandó anunciar por pregón: "Esperato, Nartzalo, Cittino, Veturio, Félix, Aquilino, Letancio, Genara, Generosa, Vestia, Donata, Secunda sean conducidos al suplicio".

Todos dijeron: "Gracias a Dios".

Así terminan las actas del martirio, con ese "Deo gratias" unánime de los doce mártires, como si la Iectura de la sentencia provocara en ellos parte un suspiro de alivio, parte un grito de triunfo.

Una mano cristiana añadió a los protocolos oficiales esta coletilla: "Así todos juntos fueron coronados del martirio y reinan con el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos".

Realmente, no necesita apostillas tan bello documento. El procónsul Saturnino, el primero que desencadenó en Africa la gran persecución, según Tertuliano, pudo aprender laconismo y entereza de aquellos humildes cristianos que tuvo en su tribunal. Hablan con mesura, sin fanfarronería, pero con dignidad. Conservan todas las viejas virtudes romanas, que eran orgullo de este gran pueblo, pero sublimadas con la nueva religión. ¡Qué noble la frase de Secunda: "¡Lo que soy, eso quiero ser"! Hay en la breve y rotunda afirmación de esta mujer una firmeza inconmovible. Por eso les sobraron a todos los treinta días de plazo. "En causa tan justa no había lugar a deliberación".

Al responder con tal aplomo y seguridad aquellos sencillos aldeanos, sin sentirse cortados ante la pompa de la sala del tribunal del procónsul, nos parece percibir la profecía de Cristo: "Cuando os lleven a juicio no andéis pensando las palabras que debáis decir; mi Padre os pondrá en los labios las palabrasque no podrán replicar vuestros adversarios".

Sí, es el procónsul el derrotado a pesar de dictar sentencia condenatoria. Sólo ante el triunfo pronunciamos frases de agradecimiento, y los mártires de Scili dijeron todos a una: "Gracias a Dios".

Las reliquias de estos mártires fueron conservadas en una espléndida basílica que posteriormente se levantó en su honor, en Cartago, y donde algunas veces predicó San Agustín. Después fueron transportadas a Lyón y en el siglo IX a Arlés, donde se supone que reposan actualmente.

 

 

LEER LAS ACTAS DE LOS MÁRTIRES

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https://www.primeroscristianos.com/acta-martirio-santos-escilitanos-180/

 

Pasión de los santos escilitanos

Pasión de los santos escilitanos

En Scillium, pequeña localidad de Africa, año 180

 

Scillium, también conocida como Escilio,1​ es una antigua ciudad no identificada de Numidia, en el África romana, cercana a Cartago.

La primera de las pasiones vinculadas al norte de África es la Passio sanctorum Scillitanorum, que recoge el relato de la Pasión de un total de doce mártires cristianos en Scillium, el 17 de julio del 180, por negarse a rechazar el cristianismo y a jurar por el genius del emperador.​ En ella se recogen el acta proconsular del proceso y del martirio.

Los estudiosos consideran que se trata de una pasión original y primitiva, aunque se teoriza tanto que se trate actas auténticas sin intervención de redactor externo como la posible existencia de un redactor testigo del juicio, por elementos y frases ajenas al estilo de las actas proconsulares oficiales.

 

Siendo cónsules Presente, por segunda vez, y Claudiano, dieciséis días antes de las calendas de agosto, en Cartago, llevados al despacho oficial, Esperato, Nartzalo y Citino, Donata, Segunda y Vestia, el procónsul Saturnino les dijo:

- Podéis alcanzar el perdón de nuestro señor, el emperador, con solo que volváis a buen discurso.

Esperato dijo:

- Jamás hemos hecho mal a nadie; jamás hemos cometido una iniquidad, jamás hablamos mal de nadie, sino que hemos dado gracias del mal recibido; por lo cual obedecemos a nuestro Emperador.

El procónsul Saturnino dijo:

- También nosotros somos religiosos y nuestra religión es sencilla. Juramos por el genio de nuestro señor, el emperador, y hacemos oración por su salud, cosas que también debéis hacer vosotros.

Esperato dijo:

- Si quisieras prestarme tranquilamente oído, yo te explicaría el misterio de la sencillez.

Saturnino dijo:

- En esa iniciación que consiste en vilipendiar nuestra religión, yo no te puedo prestar oídos; más bien, jurad por el genio de nuestro señor, el emperador.

Esperato dijo:

- Yo no conozco el Imperio de este mundo, sino que sirvo a aquel Dios a quien ningún hombre vio ni puede ver con estos ojos de carne. Por lo demás, yo no he hurtado jamás: si algún comercio ejercito, pago puntualmente los impuestos, pues conozco a mi Señor, Rey de reyes y Emperador de todas las naciones.

El procónsul Saturnino dijo a los demás:

- Dejaos de semejante persuasión.

Esperato dijo:

- Mala persuasión es la de cometer un homicidio y la de levantar un falso testimonio.

El procónsul Saturnino dijo:

- No queráis tener parte en esta locura.

Citino dijo:

- Nosotros no tenemos a quien temer, sino a nuestro Señor que está en los cielos.

Donata dijo:

- Nosotros tributamos honor al César como a César; mas temer, sólo tememos a Dios.

Vestia dijo:

- Soy cristiana.

Segunda dijo:

- Lo que soy, eso quiero ser.

Saturnino procónsul dijo a Esperato:

- ¿Sigues siendo cristiano?

Esperato dijo:

- Soy cristiano.

Y todos lo repitieron a una con él.

El procónsul Saturnino dijo:

- ¿No queréis un plazo para deliberar?

Esperato dijo:

- En cosa tan justa, huelga toda deliberación.

Restos de los Santos Mártires Escilitanos | Martirio de los Santos Mártires Escilitanos

El procónsul Saturnino dijo:

- ¿Qué lleváis en esa caja?

Esperato dijo:

- Unos libros y las cartas de Pablo, varón justo.

El procónsul Saturnino dijo:

- Os concedo un plazo de treinta días, para que reflexionéis.

Esperato dijo de nuevo:

- Soy cristiano.

Y todos asintieron con él.

El procónsul Saturnino leyó de la tablilla la sentencia:
Esperato, Nartzalo, Citino, Donata, Vestia, Segunda y los demás que han declarado vivir conforme a la religión cristiana, puesto que habiéndoseles ofrecido facilidad de volver a la costumbre romana se han negado obstinadamente, sentencio que sean pasados a espada.

Esperato dijo:

- Damos gracias a Dios.

Nartzalo dijo:

- Hoy estaremos como mártires en el cielo. ¡Gracias a Dios!

El procónsul Saturnino dio orden al heraldo que pregonara:

- Esperato, Nartzalo, Citino, Veturio, Félix, Aquilino, Letancio, Jenaro, Generosa, Vestia, Donata, Segunda, están condenados al último suplico.

Todos, a una voz, dijeron:

- ¡Gracias a Dios!

Y en seguida fueron degollados por el nombre de Cristo.

(BAC 75, 352-355)

 

 

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Santos Mártires Escilitanos - 17 de julio

Pasión de los santos escilitanos

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