Los ytihadistas de Isis prosiguen con la campaña de erradicación de esta religión en Iglesia de Nigeria.

La iglesia, poco antes de ser quemada y, en la imagen posterior, ya en llamas

 

El Estado Islámico (Isis, Daesh) ha difundido esta tarde las imágenes del brutal asesinato de nueve cristianos, cuyas fotografías publican en las redes sociales pero que LA RAZÓN no reproduce, y de la quema de la iglesia en la que se encontraban, en la localidad nigeriana de Damia. La campaña de los yihadistas para acabar con esta religión en África, y en otros lugares del mundo, es uno de los objetivos prioritarios de los terroristas dentro del principio general de “Derribar la Cruz” (de Cristo) que se marcaron en los primeros momentos del Califato, en 2014.

Nigeria es un país especialmente castigado dentro de esta campaña, que incluye no sólo asesinatos y quema de templos, sino secuestros
de clérigos y seminaristas.
 Las autoridades del país se muestran incapaces de frenar la campaña terrorista pese a las denuncias que las autoridades eclesiásticas han formulado en varias ocasiones.

Ser cristiano en algunas zonas en las que opera Daesh se ha convertido poco menos que en una heroicidad y llama la atención que, en pleno sigtlo XXI, alguien pueda ser asesinado o expulsado de su territorio por el mero hecho de profesar una religión. El fanatismo de los yihadistas no tiene límites y es alimentado de forma continua por sus cabecillas a través de publicaciones y redes sociales..

"Fabiola", la historia de una noble romana

La novela del Cardenal Nicholas Wiseman narra la conversión al cristianismo de una ciudadana romana del siglo IV

 

Queremos recomendar la lectura de un clásico del siglo XIX, Fabiola, escrito por el Cardenal Nicholas Wiseman. Se trata de una novela ambientada en el siglo IV, durante la persecución de los cristianos por parte del emperador Diocleciano en Roma.

Fabiola es una joven de una familia noble romana. En apariencia, tiene todo lo que puede desear, inteligencia, belleza, lujos, educación… Sin embargo, está insatisfecha con su vida, siente que le falta algo.

La novela desarrolla la conversión de la joven, que se da gracias al ejemplo de su esclava Syra, su prima Inés y el soldado Sebastián. Así, Fabiola entra en la comunidad cristiana de los primeros siglos, la comunidad cristiana de las catacumbas, que sobrevivió, en parte, gracias al fuerte sentido de comunión que compartían los cristianos.

 

conversión

 

A pesar de ser un clásico del siglo XIX, la novela es de tremenda actualidad, ya que muchos de nosotros podemos vernos identificados con el personaje de Fabiola. A veces, aunque uno tenga todo lo aparentemente necesario, le falta algo. Algo sin lo que el resto de cosas no encajan. Esto fue lo que descubrió Fabiola en el cristianismo, y lo que impulsó su conversión.

Además, el cardenal Wiseman nos ofrece una novela escrita con mucha sensibilidad, de esa que ya no está presente en las novelas actuales. Nos presenta detalladamente la campiña italiana, el país sureño y las ruinas romanas de la persecución.

 

conversa

 

El libro ha sido prologado por Ignacio Peyró, director del Instituto Cervantes de Londres y como él dice en su prólogo del libro:

“Han sido muchos los años en que Fabiola ha estado arrinconada en la trasera de las bibliotecas, olvidada en el cajón de los libros viejos y los viejos devocionarios, como el pecio que queda de otra época con otra educación sentimental.

Lejos de los postulados del arte por el arte y de la exclusión de toda trascendencia, la Fabiola del Cardenal Wiseman aún nos habla de la literatura y la moral, que no es sino otra manera de conjugar la literatura con la vida, sin que aquí o allá se encuentre todavía para el arte otro propósito más alto”.

 

Biografía del autor:

El Cardenal Nicholas Wiseman nació en Sevilla en 1802, pero como era hijo de una pareja anglo-irlandesa estudió en Ushaw College y en el Colegio Inglés de Roma. Se doctoró en teología con distinciones en 1825 y fue ordenado sacerdote al año siguiente.

El papa León XIII le nombró curador de los manuscritos árabes del Vaticano y profesor de lenguas orientales en la Universidad Romana. Su vida académica, sin embargo, se vio interrumpida por la orden del papa de predicar a los residentes ingleses en Roma un curso de conferencias cuyo efecto fue considerable.

En 1840 fue consagrado obispo y volvió a Inglaterra como coadjutor del Obispo Thomas Walsh. Y en el año 1850 fue nombrado cardenal. Estuvo presente en Roma durante la definición del dogma de la Inmaculada Concepción. Falleció en Londres en el año 1865 a los 63 años de edad.

Cristina Die

 

Nuevo proyecto da vida a la Madaba bíblica

Como respuesta a la pandemia, nace esta iniciativa para que los visitantes pueden seguir contemplando las riquezas de Madaba

 

Con muchas personas que no pudieron viajar durante el año pasado, los sitios arqueológicos y turísticos de Oriente Medio se han enfrentado a tiempos extremadamente difíciles. La antigua ciudad bíblica de Madaba, ubicada a 32 kilómetros al sur de Ammán en el centro de Jordania, no es una excepción.

En 2019, la ciudad conocida por sus iglesias antiguas y hermosos mosaicos recibió casi 650,000 visitantes, pero durante el año de la pandemia, la "Ciudad de los Mosaicos" de Jordania se convirtió en una ciudad fantasma.

 

madaba

 

Con el apoyo de One Place, Many Stories. Sin embargo, las ciudades como Madaba que dependen del turismo están encontrando formas nuevas e innovadoras de llamar la atención sobre sus sitios y, con suerte, atraer turistas en el futuro.

El programa, desarrollado con el apoyo de CyArk, una organización sin fines de lucro financiada a través del Fondo de Embajadores para la Preservación Cultural del Departamento de Estado de EE. UU. Ha ayudado a los miembros de la comunidad a crear modelos interactivos en 3D de varios de los sitios históricos de la ciudad.

La más notable es la Iglesia de San Jorge, que alberga el famoso Mapa de Madaba del siglo VI d.C., el mapa más antiguo conocido de Tierra Santa que presenta una impresionante representación en mosaico de Jerusalén.

 

madaba

 

Otros puntos de referencia de Madaba que se han modelado incluyen la Iglesia de Santa María y el Palacio Quemado, que cuentan con mosaicos impresionantes y elaborados del período bizantino. Estos increíbles modelos 3D, junto con visitas virtuales guiadas e historias de miembros de la comunidad local, ahora están disponibles en línea para que cualquiera pueda verlas, completamente gratis.

Madaba, que ya era un asentamiento importante en la Edad del Bronce Medio (c. 2100-1550 a. C.), era una ciudad fronteriza moabita que se menciona dos veces en la Biblia hebrea, primero como una ciudad destruida por los israelitas ( Números 21:30) y luego como parte del territorio asignado a la tribu de Rubén (Josué 13:16). La famosa Piedra Moabita registra que Mesa, rey de Moab, reconquistó la ciudad para los moabitas en el siglo IX a. C.

madaba

 

Bajo el dominio romano y bizantino, la ciudad alcanzó una prominencia aún mayor y se convirtió en un centro de la vida cristiana primitiva, con numerosas iglesias y monasterios, muchos adornados con hermosos pavimentos de mosaicos. Hoy en día, se pueden visitar los restos excavados de muchos de estos sitios, incluidas varias iglesias romanas, salones, un palacio y una calle romana bien conservada.

biblicalarcheology.org

 

libros

Novelas sobre los primeros cristianos

A continuación os presentamos una selección de libros, sobre los primeros cristianos, para leer y disfrutar

 

Quo Vadis?

Sienkiewicz, Henryk
Valdemar Histórica

La novela comienza en el año 63 d.C. en tiempos de Nerón, y en ella seremos testigos del gran incendio de Roma, de las primeras persecuciones a los cristianos y de los grandes festivales del circo romano.

Se nos muestra el mundo pagano en todo su esplendor, con unas magníficas recreaciones de los personajes.

 

 

Vista previa del libro (en inglés): Google Books

 

Ben Hur

Wallace, Lewis
Edhasa

Esta mítica novela ha conseguido sobrevivir al paso de los años gracias a la fuerza de la historia que narra: la vida de Judá Ben Hur.

La intensidad de las escenas, la belleza de los paisajes descritos, así como la gran recreación del lugar que hace Wallace nos lleva a definir esta lectura como una experiencia inolvidable.

 

 

Vista previa del libro: Google Books

 

Fabiola

Cardenal Wiseman
Homo Legens
"Fabiola" - Una conversa de los primeros tiempos 1Es Fabiola la historia maravillosa de la conversión a la fe cristiana de una joven y bella patricia romana que, asombrada y conmovida, se enfrenta con la nueva religión, por la que los que creen en ella sufren toda clase de tormentos sin desmayos ni claudicaciones, deseosos de ganar la vida eterna. Así su prima Inés –más tarde Santa Inés–, así su esclava Syra y tantos de sus amigos.

Maravillada ante ese espectáculo, poco a poco Fabiola se deja ganar por la nueva palabra, renegando de su paganismo y ayudando desde su alta posición social a sus nuevos hermanos en religión.

La larga trama de sus vicisitudes y momentos de gran peligro en medio del magnífico cuadro histórico que constituyen aquellos críticos días de la Roma de principios de siglo IV, cuando el cristianismo iluminó las catacumbas –de las que Wiseman hace un erudito y apurado estudio– con la luz de la fe y con la sangre derramada por sus miles de mártires, que hoy forman el santoral, que recuerdan y veneran con perenne fervor los fieles católicos.

 

Para leer el libro: Google Books

 

 

El Centurión. Un hombre contra un Imperio

Stewart, John
MR Ediciones, 1998
Mientras el corrupto Tiberio permanece en su fortaleza de la isla de Capri, las luchas por la sucesión del trono socavan los cimientos del Imperio.

Calígula, astuto pero inexperto, se enfrenta a las trampas tendidas por Sejano, el prefecto de la guardia pretoriana.

En medio de las intrigas, Lucio Graco tribuno y el centurión Marco Aurelio son enviados a Judea para restablecer el orden.

 

 

Helena

Evelyn Waugh
Edhasa
La emperatriz Helena, madre del emperador  Constantino el Grande, llevó a cabo el histórico peregrinaje a Palestina, encontró la Cruz de Jesús, y construyó un par de iglesias en Belén y Olivet.

Sin embargo, lo que interesa a Evelyn Waugh en esta novela es la interioridad del personaje, sus sentimientos, convicciones y pensamientos.

La vida de Helena coincide además con uno de los momentos más críticos de la historia, el reconocimiento del cristianismo como religión de un Imperio romano devastado por la insensatez, la corrupción y las intrigas, y ése es el ambiente que, espléndidamente recreado, sirve a Waugh de perfecto fondo a su colorista retrato de Helena.

Aunado una minuciosa recreación de la trayectoria de sus protagonistas con una brillante reflexión sobre las contradicciones de la civilización occidental, Waugh nos ofrece la que sin duda es una de sus obras más sólidas y convincentes.

 

 

Yo soy Catio. El gladiador cristiano

Julio César Romano
Palabra
libros veranoEl personaje de Catio, que descubrió el cristianismo como gladiador en medio del coliseo romano, nos muestra cómo fue extendiéndose la semilla de la fe. La semilla del cristianismo puede prender en las almas más insospechadas.

El joven Catio lo encontró en las arenas del coliseo, en medio de espadas, cascos, sangre y sudor.

Una pequeña cruz, entregada por un condenado, le hizo descubrir un mundo nuevo. A partir de ese momento toda su vida cambió.

 

 

 

Fabiola, o la iglesia de las catacumbas  

El título original en inglés, Fabiola or, the Church of the Catacombs es una novela del inglés Nicholas Wiseman, cardenal de la Iglesia católica. Se publicó por vez primera en 1854.  Ha tenido dos adaptaciones al cine: una película muda en 1918 y otra versión sonora en 1949.

Wiseman escribió Fabiola en parte como respuesta al libro vigorosamente anticatólico Hipatia (Hypatia, 1853), de Charles Kingsley.1​2​ La novela se dirigía sobre todo a la minoría católica en Inglaterra, que había salido recientemente de un estatus semi-ilegal (la jerarquía católica en Inglaterra había quedado restablecida sólo en el año 1850).

La historia por lo tanto constantemente enfatiza la estrecha comunidad que formaban los primitivos cristianos, su amor mutuo, su solidaridad y fuerte sentido de comunión. Al mismo tiempo, las referencias directas a la situación que entonces tenían los católicos en Inglaterra son raras, especialmente si se compara la novela con la de John Henry Newman titulada Calista (1855), que fue un encargo como especie de «precuela» de Fabiola.

 

 

Fabiola

 

Aun así, el lenguaje heroico en que se narran los cuentos de los mártires obviamente pretendía fortalecer el valor y la determinación de los católicos en Inglaterra. La parte educativa del libro es también importante: varios capítulos se dedican a digresiones con información histórica sobre el culto y el enterramiento en las catacumbas.

El cine produjo dos versiones del libro: en 1918 en Italia dirigida por Enrico Guazzoni. También, una lujosa versión fílmica franco-italiana en 1949. (Sólo llegó a los Estados Unidos en 1951 en versión doblada y drásticamente cortada). La segunda película se parece poco a lo que se supone que es su fuente. Una tercera versión, tipo peplum, titulada La rivolta degli schiavi se produjo en 1960. Toma más elementos de la novela que la segunda, como la inclusión de santa Inés y san Sebastián, pero se aparta de la novela en muchos puntos.

 

 

fabiola.jpg

Fabiola

carro
Cardenal Wiseman
Homo Legens
Es Fabiola la historia maravillosa de la conversión a la fe cristiana de una joven y bella patricia romana que, asombrada y conmovida, se enfrenta con lanueva religión, por la que los que creen en ella sufren toda clase de tormentos sin desmayos ni claudicaciones, deseosos de ganar la vida eterna.

Así su prima Inés –más tarde Santa Inés–, así su esclava Syra y tantos de sus amigos. Maravillada ante ese espectáculo, poco a poco Fabiola se deja ganar por la nueva palabra, renegando de su paganismo y ayudando desde su alta posición social a sus nuevos hermanos en religión.

La larga trama de sus vicisitudes y momentos de gran peligro en medio del magnífico cuadro histórico que constituyen aquellos críticos días de la Roma de principios de siglo IV, cuando el cristianismo iluminó las catacumbas –de las que Wiseman hace un erudito y apurado estudio– con la luz de la fe y con la sangre derramada por sus miles de mártires, que hoy forman el santoral, que recuerdan y veneran con perenne fervor los fieles católicos.

 

 

+ info -

https://www.primeroscristianos.com/fabiola-conversa-primeros-tiempos/

 

 

¿Sabes quiénes eran los Mártires Escilitanos?

El día 17 de julio del año 180, al comienzo del reinado de Cómmodo, el desdichado hijo y sucesor de Marco Aurelio, fueron ejecutados en Cartago un grupo de mártires procedentes de Scili, pequeña población de Numidia, en el Africa proconsular romana.

Eran gente humilde, doce en total, de los cuales cinco eran mujeres. Serían probablemente artesanos o trabajadores del campo, sin que tengamos de ellos más noticias que las escuetas que nos han transmitido las actas de su martirio. Todo hace suponer que fueran parientes entre sí, o tal vez matrimonios, pero no tenemos referencia exacta de tales extremos.

El documento de su martirio es de los más emocionantes de la antigüedad cristiana, que nos recuerda en su misma sencillez a los Evangelios. Resulta milagroso que haya podido conservarse, pues durante la persecución de Diocleciano fueron sistemáticamente destruidos los archivos cristianos y perecieron muchísimas de las actas auténticas de martirio. Estas a que nos referimos contienen el proceso proconsular estenográfico, tomado verbalmente por los notarios imperiales. Se trata de un texto irrecusable, que todo él rebosa verdad.

Procesos semejantes debieron de hacerse muchísimos. Las persecuciones sufrieron grandes alternativas, desde Nerón a Diocleciano. Unas veces arreciaban, otras aflojaban, permitiendo épocas de respiro, en que podía organizarse la vida religiosa con cierta seguridad.

La legislación romana era un tanto ambigua en lo referente al cristianismo, y por este tiempo se regulaba por el rescripto de Trajano, que prohibía buscar a los cristianos —conquirendi non sunt—, pero obligaba a las autoridades a formarles proceso cuando se presentaba contra ellos una denuncia suscrita en regla, dado que las delaciones anónimas no habían de ser tomadas en consideración. Ya se comprende que en una situación tan precaria, sujeta además a los rumores y calumnias que corrían entre el populacho sobre supuestos crímenes y costumbres nefandas de los cristianos, la vida de éstos estaba pendiente de un hilo, que con suma facilidad se quebraba cuando el procónsul o gobernador de provincias se dejaba exceder en su celo o compartía la inquina del vulgo contra ellos.

Porque lo extraño del caso es que, reconociendo en principio la legislación la honradez de los cristianos, al prohibir que se les buscase —"a los criminales se les busca y persigue", argüía con lógica Tertuliano— en cambio, si eran delatados por tales, se les condenaba a pena de muerte, aunque obtendrían sentencia absolutoria si apostataban de su fe.

De esta forma los procesos contra los cristianos revestían unas características peculiarísimas, que no tenían parangón con otros delitos que fueran llevados a los tribunales. La sola confesión del reo, sin más necesidad de testigos, era motivo suficiente de condenación, salvo que se retractase de su "crimen". Esto daba lugar a un forcejeo entre el presidente del tribunal y el cristiano, no carente de emoción, que en el caso que nos ocupa es destacadísimo, pues hasta se llega a conceder a los cristianos un plazo para que piensen y recapaciten, lo cual se hace constar asimismo en la sentencia.

Mártires Escilitanos

Restos de los Santos Mártires Escilitanos | Martirio de los Santos Mártires Escilitanos


La terquedad del cristiano de mantenerse firme en su fe, que no cedía ante la tortura ni ante la muerte, debía ser incomprensible para el juez pagano
. A algunos de éstos se les ve naturalmente honrados, y que proceden con disgusto en tan enojosos procesos, en los que, finalmente, eran ellos los vencidos y los mártires los campeones. Por lo general se quedaron en lo exterior, sin comprender toda la grandeza de los mártires, como el mismo Marco Aurelio, que, siendo un alma noble, de ética tan elevada que su pluma puede parecernos cristiana, persiguió duramente a los fieles tomando a fanatismo su desprecio de la vida.

Pero también hubo almas mejor dispuestas que llegaron a la verdad del cristianismo a través de la entereza de los propios mártires, superando los prejuicios y leyendas que corrían acerca de su baja moralidad. La comparación era bien patente: "así no morían los criminales", que además tenían ganada la libertad con un sencillo gesto de echar unos granos de incienso ante la estatua del emperador o formular por escrito o verbalmente una retractación.

Tales procesos, siendo públicos, se prestaban también a una "propaganda" de la nueva religión. El mártir era etimológicamente "el que daba fe", el que confesaba en público su doctrina y el que a menudo la rubricaba con su sangre, con lo que el testimonio resultaba del todo excepcional.

Los fieles no desaprovechaban la ocasión. Así hacían, junto con la confesión de su fe, una exposición de la misma, justificando sus creencias y la imposibilidad de retractarse de ellas. A las llamadas a la cordura de los jueces paganos contestan siempre que no pueden obedecer. Ellos acatan las leyes del Imperio, pagan los tributos, son ciudadanos respetuosos con las autoridades constituidas; pero no pueden acatar la religiónoficial, que comportaba el culto al emperador y a la diosa Roma, o sea, la divinización del Estado. Esto constituía su "crimen", que lo era de lesa majestad y estaba castigado con pena de muerte.

Sin embargo, como los cristianos en su vida ordinaria no eran peligrosos se les dejaba en paz, siempre que no mediase delación formal o que los tumultos del populacho, tantas veces provocados por los judíos, no aconsejasen una táctica de rigor. En general, la política del Imperio para con el cristianismo fue contemporizadora, recordándonos en algunos aspectos la de ciertos Gobiernos anticomunistas de nuestros días.

Al evocar el martirio de los doce cristianos de Scili quisiéramos rendir un homenaje a otros muchísimos mártires anónimos de entonces. El cristianismo había penetrado ya profundamente en todas las capas sociales, había alcanzado no sólo las ciudades mejor comunicadas, adonde llegarían primero los predicadores evangélicos, sino también los municipios, y los "pagos" o aldeas. En Africa el centro de irradiación debió ser Cartago, puerto comercial de primer orden. Este grupo compacto de cristianos de Scili, bien instruidos en su fe, bien seguros de su religión, no serían improvisados; constituirían una comunidad cristiana con culto normal, con adoctrinamiento metódico, donde se leían entre los fieles, las epístolas de Pablo, "varón justo".


Como estos núcleos los había ya a finales del siglo II por todo el Imperio y eventualmente habían de pagar su tributo de sangre. Los de Scili son un caso en que han llegado a nosotros noticias ciertas del martirio de un grupo importante. ¿Cuántos otros fueron también víctimas de la persecución? Dios lo sabe, en cuya presencia no hay héroes anónimos; pero, así como las naciones levantan monumentos a los "soldados desconocidos", al traer aquí las actas del martirio de los fieles escilitanos honramos a todos aquellos cuyos nombres ignoramos y a los que en conjunto invocamos en las letanías diciendo: "Todos los santos mártires, rogad por nosotros".

Dicen así, copiadas literalmente, las tales actas:

"En Cartago, siendo cónsules Claudiano por primera vez y Presente por segunda, el día 16 de las calendas de agosto comparecieron en la sala del tribunal Esperato, Nartzalo, Cittino, Donata, Secunda, Vestia.

El procónsul Saturnino dijo: "Aún estáis a tiempo de lograr el perdón de nuestro señor el emperador si es que entráis en cordura".

Esperato dijo: "Nunca hemos hecho ningún mal ni hemos perpetrado delito; jamás hemos maldecido y aun hemos dado gracias del mal recibido. Ya ves, pues, que honramos a nuestro emperador".

El procónsul Saturnino dijo: "También nosotros somos religiosos, y nuestra religión es bien sencilla, y juramos por el genio de nuestro señorel emperador, y rogamos por su salud, lo cual también vosotros deberíais hacer".

Esperato dijo. "Si tranquilamente prestas oídos te expondré el misterio de la sencillez".

Saturnino dijo: "Dado lo mal que empiezas a despotricar contra nuestros dioses, no esperes te preste oídos, lo que debéis hacer es jurar por el genio de nuestro señor el emperador".

Esperato dijo: "Yo no conozco como máximo el imperio de este siglo, sino que más bien sirvo a aquel Señor a quien no ha visto ni puede ver con sus ojos hombre ninguno. No he cometido hurto; si algo compro, también pago los impuestos, y eso porque reconozco a mi Señor y al Emperador de los reyes y de todas las naciones".

El procónsul Saturnino dijo dirigiéndose a los demás: "Dejad de tener las creencias de éste".

Esperato dijo: "Las creencias son malas cuando incitan al falso testimonio o a cometer homicidios ".

Saturnino, el procónsul, dijo: "Mirad, dejad este género de locura".

Cittino dijo: "No tenemos miedo si no es a Nuestro Señor que está en los cielos".

Donata dijo: "El honor a César como a César, pero el temor sólo a Dios".

Vestía dijo: "Soy cristiana".

Secunda dijo: "Yo también lo soy y quiero seguir siéndolo".

El procónsul Saturnino dijo a Esperato: "Y ¿tú continúas en ser cristiano".

Esperato dijo: "Soy cristiano".

Y todos reafirmaron lo que él.

Saturnino dijo: "¿Queréis un plazo para reflexionar?".

Esperato dijo: "En asunto tan justo no ha lugar a deliberación".

El procónsul Saturnino dijo: "¿Qué traéis en ese estuche?".

Esperato dijo: "Unos libros y las cartas de Pablo, varón justo".

El procónsul Saturnino dijo. "Os doy un plazo de treinta días para que reflexionéis".

Esperato respondió de nuevo: "Soy cristiano".

Y lo mismo respondieron los demás.

Entonces el procónsul Saturnino leyó el decreto en la tablilla: "Esperato, Nartzalo, Cittino, Donata, Vestia y Secunda, y los demás que han confesado haber vivido como cristianos, a causa de que, habiendo sido invitados a seguir el uso de Roma, lo han rehusado obstinadamente, se determina que sufran la pena de espada".

Esperato dijo: "Demos gracias a Dios".

Y Nartzalo: "Hoy ya mártires estaremos en el cielo. Gracias a Dios".

El procónsul Saturnino mandó anunciar por pregón: "Esperato, Nartzalo, Cittino, Veturio, Félix, Aquilino, Letancio, Genara, Generosa, Vestia, Donata, Secunda sean conducidos al suplicio".

Todos dijeron: "Gracias a Dios".

Así terminan las actas del martirio, con ese "Deo gratias" unánime de los doce mártires, como si la Iectura de la sentencia provocara en ellos parte un suspiro de alivio, parte un grito de triunfo.

Una mano cristiana añadió a los protocolos oficiales esta coletilla: "Así todos juntos fueron coronados del martirio y reinan con el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos".

Realmente, no necesita apostillas tan bello documento. El procónsul Saturnino, el primero que desencadenó en Africa la gran persecución, según Tertuliano, pudo aprender laconismo y entereza de aquellos humildes cristianos que tuvo en su tribunal. Hablan con mesura, sin fanfarronería, pero con dignidad. Conservan todas las viejas virtudes romanas, que eran orgullo de este gran pueblo, pero sublimadas con la nueva religión. ¡Qué noble la frase de Secunda: "¡Lo que soy, eso quiero ser"! Hay en la breve y rotunda afirmación de esta mujer una firmeza inconmovible. Por eso les sobraron a todos los treinta días de plazo. "En causa tan justa no había lugar a deliberación".

Al responder con tal aplomo y seguridad aquellos sencillos aldeanos, sin sentirse cortados ante la pompa de la sala del tribunal del procónsul, nos parece percibir la profecía de Cristo: "Cuando os lleven a juicio no andéis pensando las palabras que debáis decir; mi Padre os pondrá en los labios las palabras que no podrán replicar vuestros adversarios".

Sí, es el procónsul el derrotado a pesar de dictar sentencia condenatoria. Sólo ante el triunfo pronunciamos frases de agradecimiento, y los mártires de Scili dijeron todos a una: "Gracias a Dios".

Las reliquias de estos mártires fueron conservadas en una espléndida basílica que posteriormente se levantó en su honor, en Cartago, y donde algunas veces predicó San Agustín. Después fueron transportadas a Lyón y en el siglo IX a Arlés, donde se supone que reposan actualmente.

 

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Pasión de los santos escilitanos

 

Los Mártires Escilitanos

Eran doce cristianos de Scili, pequeña población de Numidia, en el Africa proconsular romana

Su fiesta se celebra el 17 de julio

El día 17 de julio del año 180, al comienzo del reinado de Cómodo, el desdichado hijo y sucesor de Marco Aurelio, fueron ejecutados en Cartago un grupo de mártires procedentes de Scili, pequeña población de Numidia, en el Africa proconsular romana.

Eran gente humilde, doce en total, de los cuales cinco eran mujeres. Serían probablemente artesanos o trabajadores del campo, sin que tengamos de ellos más noticias que las escuetas que nos han transmitido las actas de su martirio. Todo hace suponer que fueran parientes entre sí, o tal vez matrimonios, pero no tenemos referencia exacta de tales extremos.

 

martires escilitanos

 

El documento de su martirio es de los más emocionantes de la antigüedad cristiana, que nos recuerda en su misma sencillez a los Evangelios. Resulta milagroso que haya podido conservarse, pues durante la persecución de Diocleciano fueron sistemáticamente destruidos los archivos cristianos y perecieron muchísimas de las actas auténticas de martirio.

Estas a que nos referimos contienen el proceso proconsular estenográfico, tomado verbalmente por los notarios imperiales. Se trata de un texto irrecusable, que todo él rebosa verdad.

Procesos semejantes debieron de hacerse muchísimos. Las persecuciones sufrieron grandes alternativas, desde Nerón a Diocleciano. Unas veces arreciaban, otras aflojaban, permitiendo épocas de respiro, en que podía organizarse la vida religiosa con cierta seguridad.

La legislación romana era un tanto ambigua en lo referente al cristianismo, y por este tiempo se regulaba por el rescripto de Trajano, que prohibía buscar a los cristianos —conquirendi non sunt—, pero obligaba a las autoridades a formarles proceso cuando se presentaba contra ellos una denuncia suscrita en regla, dado que las delaciones anónimas no habían de ser tomadas en consideración.

Ya se comprende que en una situación tan precaria, sujeta además a los rumores y calumnias que corrían entre el populacho sobre supuestos crímenes y costumbres nefandas de los cristianos, la vida de éstos estaba pendiente de un hilo, que con suma facilidad se quebraba cuando el procónsul o gobernador de provincias se dejaba exceder en su celo o compartía la inquina del vulgo contra ellos.

Porque lo extraño del caso es que, reconociendo en principio la legislación la honradez de los cristianos, al prohibir que se les buscase —"a los criminales se les busca y persigue", argüía con lógica Tertuliano— en cambio, si eran delatados por tales, se les condenaba a pena de muerte, aunque obtendrían sentencia absolutoria si apostataban de su fe.

De esta forma los procesos contra los cristianos revestían unas características peculiarísimas, que no tenían parangón con otros delitos que fueran llevados a los tribunales. La sola confesión del reo, sin más necesidad de testigos, era motivo suficiente de condenación, salvo que se retractase de su "crimen".

Esto daba lugar a un forcejeo entre el presidente del tribunal y el cristiano, no carente de emoción, que en el caso que nos ocupa es destacadísimo, pues hasta se llega a conceder a los cristianos un plazo para que piensen y recapaciten, lo cual se hace constar asimismo en la sentencia.

La terquedad del cristiano de mantenerse firme en su fe, que no cedía ante la tortura ni ante la muerte, debía ser incomprensible para el juez pagano. A algunos de éstos se les ve naturalmente honrados, y que proceden con disgusto en tan enojosos procesos, en los que, finalmente, eran ellos los vencidos y los mártires los campeones.

Por lo general se quedaron en lo exterior, sin comprender toda la grandeza de los mártires, como el mismo Marco Aurelio, que, siendo un alma noble, de ética tan elevada que su pluma puede parecernos cristiana, persiguió duramente a los fieles tomando a fanatismo su desprecio de la vida.

Pero también hubo almas mejor dispuestas que llegaron a la verdad del cristianismo a través de la entereza de los propios mártires, superando los prejuicios yleyendas que corrían acerca de su baja moralidad. La comparación era bien patente: "así no morían los criminales", que además tenían ganada la libertad con un sencillo gesto de echar unos granos de incienso ante la estatua del emperador o formular por escrito o verbalmente una retractación.

Tales procesos, siendo públicos, se prestaban también a una "propaganda" de la nueva religión. El mártir era etimológicamente "el que daba fe", el que confesaba en público su doctrina y el que a menudo la rubricaba con su sangre, con lo que el testimonio resultaba del todo excepcional.

Los fieles no desaprovechaban la ocasión. Así hacían, junto con la confesión de su fe, una exposición de la misma, justificando sus creencias y la imposibilidad de retractarse de ellas. A las llamadas a la cordura de losjueces paganos contestan siempre que no pueden obedecer.

Ellos acatan las leyes del Imperio, pagan los tributos, son ciudadanos respetuosos con las autoridades constituidas; pero no pueden acatar la religión oficial, que comportaba el culto al emperador y a la diosa Roma, o sea, la divinización del Estado. Esto constituía su "crimen", que lo era de lesa majestad y estaba castigado con pena de muerte.

Sin embargo, como los cristianos en su vida ordinaria no eran peligrosos se les dejaba en paz, siempre que no mediase delación formal o que los tumultos del populacho, tantas veces provocados por los judíos, no aconsejasen una táctica de rigor. En general, la política del Imperio para con el cristianismo fue contemporizadora, recordándonos en algunos aspectos la de ciertos Gobiernos anticomunistas de nuestros días.

Al evocar el martirio de los doce cristianos de Scili quisiéramos rendir un homenaje a otros muchísimos mártires anónimos de entonces. El cristianismo había penetrado ya profundamente en todas las capas sociales, había alcanzado no sólo las ciudades mejor comunicadas, adonde llegarían primero los predicadores evangélicos, sino también los municipios, y los "pagos" o aldeas.

En Africa el centro de irradiación debió ser Cartago, puerto comercial de primer orden. Este grupo compacto de cristianos de Scili, bien instruidos en su fe, bien seguros de su religión, no serían improvisados; constituirían una comunidad cristiana con culto normal, con adoctrinamiento metódico, donde se leían entre los fieles, las epístolas de Pablo, "varón justo".

Como estos núcleos los había ya a finales del siglo II por todo el Imperio y eventualmente habían de pagar su tributo de sangre. Los de Scili son un caso en que han llegado a nosotros noticias ciertas del martirio de un grupo importante. ¿Cuántos otros fueron también víctimas de la persecución?

Dios lo sabe, en cuya presencia no hay héroes anónimos; pero, así como las naciones levantan monumentos a los "soldados desconocidos", al traer aquí las actas del martirio de los fieles escilitanos honramos a todos aquellos cuyos nombres ignoramos y a los que en conjunto invocamos en las letanías diciendo: "Todos los santos mártires, rogad por nosotros".

Acta del Martirio

Dicen así, copiadas literalmente, las tales actas:

 

"En Cartago, siendo cónsules Claudiano por primera vez y Presente por segunda, el día 16 de las calendas de agosto comparecieron en la sala del tribunal Esperato, Nartzalo, Cittino, Donata, Secunda, Vestia.

El procónsul Saturnino dijo: "Aún estáis a tiempo de lograr el perdón de nuestro señor el emperador si es que entráis en cordura".

Esperato dijo: "Nunca hemos hecho ningún mal ni hemos perpetrado delito; jamás hemos maldecido y aun hemos dado gracias del mal recibido. Ya ves, pues, que honramos a nuestro emperador".

El procónsul Saturnino dijo: "También nosotros somos religiosos, y nuestra religión es bien sencilla, y juramos por el genio de nuestro señor el emperador, y rogamos por su salud, lo cual también vosotros deberíais hacer".

Esperato dijo. "Si tranquilamente prestas oídos te expondré el misterio de la sencillez".

Saturnino dijo: "Dado lo mal que empiezas a despotricar contra nuestros dioses, no esperes te preste oídos, lo que debéis hacer es jurar por el genio de nuestro señor el emperador".

Esperato dijo: "Yo no conozco como máximo el imperio de este siglo, sino que más bien sirvo a aquel Señor a quien no ha visto ni puede ver con sus ojos hombre ninguno. No he cometido hurto; si algo compro, también pago los impuestos, y eso porque reconozco a mi Señor y al Emperador de los reyes y de todas las naciones".

El procónsul Saturnino dijo dirigiéndose a los demás: "Dejad de tener las creencias de éste".

Esperato dijo: "Las creencias son malas cuando incitan al falso testimonio o a cometer homicidios ".

Saturnino, el procónsul, dijo: "Mirad, dejad este género de locura".

Cittino dijo: "No tenemos miedo si no es a Nuestro Señor que está en los cielos".

Donata dijo: "El honor a César como a César, pero el temor sólo a Dios".

Vestía dijo: "Soy cristiana".

Secunda dijo: "Yo también lo soy y quiero seguir siéndolo".

El procónsul Saturnino dijo a Esperato: "Y ¿tú continúas en ser cristiano".

Esperato dijo: "Soy cristiano".

Y todos reafirmaron lo que él.

Saturnino dijo: "¿Queréis un plazo para reflexionar?".

Esperato dijo: "En asunto tan justo no ha lugar a deliberación".

El procónsul Saturnino dijo: "¿Qué traéis en ese estuche?".

Esperato dijo: "Unos libros y las cartas de Pablo, varón justo".

El procónsul Saturnino dijo. "Os doy un plazo de treinta días para que reflexionéis".

Esperato respondió de nuevo: "Soy cristiano".

Y lo mismo respondieron los demás.

Entonces el procónsul Saturnino leyó el decreto en la tablilla: "Esperato, Nartzalo, Cittino, Donata, Vestia y Secunda, y los demás que han confesado haber vivido como cristianos, a causa de que, habiendo sido invitados a seguir el uso de Roma, lo han rehusado obstinadamente, se determina que sufran la pena de espada".

Esperato dijo: "Demos gracias a Dios".

Y Nartzalo: "Hoy ya mártires estaremos en el cielo. Gracias a Dios".

El procónsul Saturnino mandó anunciar por pregón: "Esperato, Nartzalo, Cittino, Veturio, Félix, Aquilino, Letancio, Genara, Generosa, Vestia, Donata, Secunda sean conducidos al suplicio".

Todos dijeron: "Gracias a Dios".

Así terminan las actas del martirio, con ese "Deo gratias" unánime de los doce mártires, como si la Iectura de la sentencia provocara en ellos parte un suspiro de alivio, parte un grito de triunfo.

Una mano cristiana añadió a los protocolos oficiales esta coletilla: "Así todos juntos fueron coronados del martirio y reinan con el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos".

Realmente, no necesita apostillas tan bello documento. El procónsul Saturnino, el primero que desencadenó en Africa la gran persecución, según Tertuliano, pudo aprender laconismo y entereza de aquellos humildes cristianos que tuvo en su tribunal. Hablan con mesura, sin fanfarronería, pero con dignidad. Conservan todas las viejas virtudes romanas, que eran orgullo de este gran pueblo, pero sublimadas con la nueva religión. ¡Qué noble la frase de Secunda: "¡Lo que soy, eso quiero ser"! Hay en la breve y rotunda afirmación de esta mujer una firmeza inconmovible. Por eso les sobraron a todos los treinta días de plazo. "En causa tan justa no había lugar a deliberación".

Al responder con tal aplomo y seguridad aquellos sencillos aldeanos, sin sentirse cortados ante la pompa de la sala del tribunal del procónsul, nos parece percibir la profecía de Cristo: "Cuando os lleven a juicio no andéis pensando las palabras que debáis decir; mi Padre os pondrá en los labios las palabrasque no podrán replicar vuestros adversarios".

Sí, es el procónsul el derrotado a pesar de dictar sentencia condenatoria. Sólo ante el triunfo pronunciamos frases de agradecimiento, y los mártires de Scili dijeron todos a una: "Gracias a Dios".

Las reliquias de estos mártires fueron conservadas en una espléndida basílica que posteriormente se levantó en su honor, en Cartago, y donde algunas veces predicó San Agustín. Después fueron transportadas a Lyón y en el siglo IX a Arlés, donde se supone que reposan actualmente.

 

 

LEER LAS ACTAS DE LOS MÁRTIRES

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https://www.primeroscristianos.com/acta-martirio-santos-escilitanos-180/

 

Pasión de los santos escilitanos

Pasión de los santos escilitanos

En Scillium, pequeña localidad de Africa, año 180

 

Scillium, también conocida como Escilio,1​ es una antigua ciudad no identificada de Numidia, en el África romana, cercana a Cartago.

La primera de las pasiones vinculadas al norte de África es la Passio sanctorum Scillitanorum, que recoge el relato de la Pasión de un total de doce mártires cristianos en Scillium, el 17 de julio del 180, por negarse a rechazar el cristianismo y a jurar por el genius del emperador.​ En ella se recogen el acta proconsular del proceso y del martirio.

Los estudiosos consideran que se trata de una pasión original y primitiva, aunque se teoriza tanto que se trate actas auténticas sin intervención de redactor externo como la posible existencia de un redactor testigo del juicio, por elementos y frases ajenas al estilo de las actas proconsulares oficiales.

 

Siendo cónsules Presente, por segunda vez, y Claudiano, dieciséis días antes de las calendas de agosto, en Cartago, llevados al despacho oficial, Esperato, Nartzalo y Citino, Donata, Segunda y Vestia, el procónsul Saturnino les dijo:

- Podéis alcanzar el perdón de nuestro señor, el emperador, con solo que volváis a buen discurso.

Esperato dijo:

- Jamás hemos hecho mal a nadie; jamás hemos cometido una iniquidad, jamás hablamos mal de nadie, sino que hemos dado gracias del mal recibido; por lo cual obedecemos a nuestro Emperador.

El procónsul Saturnino dijo:

- También nosotros somos religiosos y nuestra religión es sencilla. Juramos por el genio de nuestro señor, el emperador, y hacemos oración por su salud, cosas que también debéis hacer vosotros.

Esperato dijo:

- Si quisieras prestarme tranquilamente oído, yo te explicaría el misterio de la sencillez.

Saturnino dijo:

- En esa iniciación que consiste en vilipendiar nuestra religión, yo no te puedo prestar oídos; más bien, jurad por el genio de nuestro señor, el emperador.

Esperato dijo:

- Yo no conozco el Imperio de este mundo, sino que sirvo a aquel Dios a quien ningún hombre vio ni puede ver con estos ojos de carne. Por lo demás, yo no he hurtado jamás: si algún comercio ejercito, pago puntualmente los impuestos, pues conozco a mi Señor, Rey de reyes y Emperador de todas las naciones.

El procónsul Saturnino dijo a los demás:

- Dejaos de semejante persuasión.

Esperato dijo:

- Mala persuasión es la de cometer un homicidio y la de levantar un falso testimonio.

El procónsul Saturnino dijo:

- No queráis tener parte en esta locura.

Citino dijo:

- Nosotros no tenemos a quien temer, sino a nuestro Señor que está en los cielos.

Donata dijo:

- Nosotros tributamos honor al César como a César; mas temer, sólo tememos a Dios.

Vestia dijo:

- Soy cristiana.

Segunda dijo:

- Lo que soy, eso quiero ser.

Saturnino procónsul dijo a Esperato:

- ¿Sigues siendo cristiano?

Esperato dijo:

- Soy cristiano.

Y todos lo repitieron a una con él.

El procónsul Saturnino dijo:

- ¿No queréis un plazo para deliberar?

Esperato dijo:

- En cosa tan justa, huelga toda deliberación.

Restos de los Santos Mártires Escilitanos | Martirio de los Santos Mártires Escilitanos

El procónsul Saturnino dijo:

- ¿Qué lleváis en esa caja?

Esperato dijo:

- Unos libros y las cartas de Pablo, varón justo.

El procónsul Saturnino dijo:

- Os concedo un plazo de treinta días, para que reflexionéis.

Esperato dijo de nuevo:

- Soy cristiano.

Y todos asintieron con él.

El procónsul Saturnino leyó de la tablilla la sentencia:
Esperato, Nartzalo, Citino, Donata, Vestia, Segunda y los demás que han declarado vivir conforme a la religión cristiana, puesto que habiéndoseles ofrecido facilidad de volver a la costumbre romana se han negado obstinadamente, sentencio que sean pasados a espada.

Esperato dijo:

- Damos gracias a Dios.

Nartzalo dijo:

- Hoy estaremos como mártires en el cielo. ¡Gracias a Dios!

El procónsul Saturnino dio orden al heraldo que pregonara:

- Esperato, Nartzalo, Citino, Veturio, Félix, Aquilino, Letancio, Jenaro, Generosa, Vestia, Donata, Segunda, están condenados al último suplico.

Todos, a una voz, dijeron:

- ¡Gracias a Dios!

Y en seguida fueron degollados por el nombre de Cristo.

(BAC 75, 352-355)

 

 

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Santos Mártires Escilitanos - 17 de julio

Pasión de los santos escilitanos

El santuario de San Pedro en Jaffa

En la ciudad costera de Jaffa se encuentra un santuario que conmemora el comienzo de la predicación de San Pedro a los gentiles

El 29 de junio la iglesia de todo el mundo celebró los santos Pedro y Pablo, dos pilares de la cristiandad, que salieron de la tierra de Jesús para anunciar el Evangelio y murieron mártires. Entre los diversos lugares de la Tierra Santa vinculados a la vida de San Pedro, hay uno poco conocido: el santuario de San Pedro en Jaffa.

jaffa

 

En este lugar, donde se asentaba una nutrida comunidad de judíos que creían en Jesucristo, la tradición sitúa varios episodios del apostolado de Pedro: la resurrección de Tabita, por obra del santo (Hch 9, 31), la estancia como huésped en casa de Simón el curtidor, donde tuvo la famosa visión del lienzo que bajaba del cielo, lleno de todo tipo de animales, puros e impuros (Hch 10,15).

Desde allí, Pedro, llamado por el centurión Cornelio, fue a Cesarea donde recibió a los primeros paganos en la Iglesia (Hch 10).

 

 

En Jaffa, en el santuario custodiado por los franciscanos, la fiesta de San Pedro se celebró con gran alegría el sábado 26 de junio con una misa solemne presidida por el vicario de la Custodia de Tierra Santa, fray Dobromir Jasztal.

“Por motivos pastorales siempre trasladamos la misa pontificia de la fiesta de San Pedro al sábado más cercano al 29 de junio, para permitir la participación de nuestras comunidades”, afirma fray Eduardo Sánchez Vélez, superior del convento.

 

Con motivo de esta celebración, la iglesia de San Pedro se llenó de fieles pertenecientes a todas las comunidades: la comunidad de expresión judía, la polaca, la hispana, la filipina, la india y la africana. “Es una fiesta especial para nosotros: hace dos mil años San Pedro estuvo aquí.

También el 29 de junio, día de San Pedro y San Pablo, celebramos una misa aquí en la iglesia, en la que participan los feligreses árabes de la iglesia de San Antonio”, continúa el superior del convento.

En el convento de San Pedro actualmente residen siete sacerdotes de varias nacionalidades, que se ocupan de la pastoral de las comunidades cristianas de distintos idiomas en Jaffa y sus alrededores.

El convento franciscano, que se asoma al puerto de Jaffa, tiene una larga historia que empieza en 1252, cuando los frailes menores se establecieron en Jaffa, en un convento con una iglesia grandiosa, construida por Luis IX, rey de Francia, durante la séptima cruzada. Por eso, en la actualidad todavía hay una estatua del rey a la entrada del convento.

“El convento se encuentra en la ciudad vieja de Jaffa, en recuerdo de los episodios bíblicos de los Hechos de los Apóstoles que se sitúan aquí – explica fray Eduardo –. Sin embargo, la propia iglesia no fue construida exactamente sobre los restos de la casa de Simón el curtidor que, en cambio, se encuentra en un terreno que pertenece a una familia armenia.

Esta familia conserva desde hace doscientos años la memoria de ese lugar, en el que hoy se ubica una mezquita, llamada de “Mar Boutros”, que en árabe significa “San Pedro”.

jaffa

 

 

Las únicas excavaciones realizadas de manera parcial alrededor de la iglesia y el convento, únicamente han hallado proyectiles de cañón de época turca. Los documentos oficiales, sin embargo, narran cómo en 1267 los franciscanos fueron expulsados del convento y cómo, solo en 1520, volvieron a tener una sede fija en Jaffa.

En 1654 construyeron una casa para acoger a los peregrinos y en 1830 se reconstruyó el convento. Entre 1888 y 1895, España financió la construcción de un nuevo convento y una nueva iglesia por lo que, a partir de ese momento, el viejo solo se utilizó para albergar a los peregrinos.

 

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Jaffa, Tierra Santa - Uno de los puertos más antiguos del mundo

 

custodia.org

Renace una grandiosa basílica romana, a orillas del Mediterráneo

La Autoridad de Antigüedades de Israel (La Haya) ha anunciado que tiene la intención de revelar al público los restos parcialmente reconstruidos de una basílica civil romana de 2.000 años de antigüedad ubicada en el Parque Nacional Ashkelon en el sur del país.

Bordea majestuosamente el mar Mediterráneo: la basílica romana más grande jamás encontrada en Israel fue el corazón de Ashkelon (Ascalona) del siglo I al III d.C. Los restos de este antiguo e importante puerto se encuentran a 20 kilómetros al norte de la que hoy es la Franja de Gaza y 60 kilómetros al sur de Tel Aviv.

La Autoridad de Antigüedades de Israel (La Haya) emitió un comunicado el 31 de mayo anunciando que, por primera vez, los restos de la basílica romana de Ashkelonpronto se mostrarán a los turistas después de un extenso trabajo de conservación y restauración parcial para explicar mejor la historia del sitio y ofrecer una visión realista de cómo podría haber sido el edificio.

 

 

Se han realizado nuevas excavaciones desde 2016 como parte de un proyecto de desarrollo del Parque Nacional Ashkelon, informó el periódico Haaretz . Las excavaciones que continuaron hasta hace dos años.

Las proporciones de la basílica eran colosales: se extendía por unos 115 metros de largo y 34 metros de ancho. Para hacer una comparación, un campo de fútbol tiene una longitud que varía entre 90 y 120 metros y un ancho entre 45 y 90 metros. Tal es el tamaño del edificio.

Un gran edificio público

En época romana, la basílica era un gran edificio público en el centro de la ciudad, donde los ciudadanos realizaban sus negocios, reunidos para todo tipo de cuestiones, sociales, legales, administrativas. A veces, allí se podían realizar representaciones teatrales o ceremonias religiosas.

La basílica de Ashkelon se dividió en tres partes: una gran sala y dos partes laterales. Según los arqueólogos, la sala central estaba rodeada por columnas de mármol alineadas, de hasta 13 metros de altura.

En épocas posteriores, las iglesias cristianas se inspiraron en gran medida en esta estructura arquitectónica. Las columnas estaban decoradas en la parte superior con capiteles -se han desenterrado decenas de ellos- elaborados con motivos vegetales y, en algunos casos, con un águila. Símbolo romano por excelencia, el águila confirma el uso general y civil del edificio.

basílica

 

La basílica estaba cubierta por un techo sostenido por columnas. Los pisos y paredes eran de mármol importado por mar desde Asia Menor. Cerca de 200 piezas de mármol que pesan cientos de toneladas fueron descubiertas en el sitio, lo que demuestra el esplendor pasado del edificio.

Los directores de las excavaciones, Rachel Bar Nathan, Saar Ganor y Federico Kobrin, explicaron a Haaretz que "la basílica [fue] descubierta por primera vez en la década de 1920 por el arqueólogo británico John Garstang, quien luego la cubrió". Búsqueda Una práctica común en la conservación.

Se sabe que John Garstang fue el director de antigüedades bajo el mandato británico de Palestina. No hubo más excavaciones en el área durante casi un siglo.

La basílica erigida en dos fases

Según los arqueólogos, los cimientos de la basílica se remontan a Herodes I el Grande (73 a. C. - 4 a. C.). "Una fuente histórica sugiere que su familia era originaria de la ciudad de Ashkelon", dicen los arqueólogos. Esto podría justificar el gran interés del rey por la ciudad. Dado que Herodes era particularmente famoso por su gusto por la arquitectura monumental, el tamaño de la basílica no debería sorprendernos.

Se hacen eco de los escritos del historiador judeo-romano Josefo que claramente menciona los edificios de Herodes en la ciudad de Ashkelon, con listas de fuentes, un baño público, habitaciones con columnas. Una confirmación también proviene de la datación de algunas monedas del período herodiano encontradas debajo de las losas de la estructura.

 

basílica

 

 

Pero fue bajo la dinastía romana de los Severi (Septimius Severus reinó sobre el Imperio Romano entre 193 y 235), en los siglos II y III d.C., que el edificio fue renovado. Los arqueólogos indican que "se llevaron al lugar elementos arquitectónicos de mármol y se agregó un pequeño teatro", adyacente a la basílica. El odeón fue descubierto durante excavaciones anteriores en 1985.

También se encontraron varias esculturas de mármol impresionantes en el sitio durante las excavaciones realizadas por los británicos en la década de 1920. Algunos representan deidades paganas, incluida Nike, la diosa griega de la victoria, apoyada por el dios Atlas, un titán condenado a llevar el mundo a la espalda.

También está la deidad egipcia Isis, representada como Tyche, la diosa de la suerte, la prosperidad y el destino de un estado o ciudad. Como es el caso de Ashkelon.

 

La ciudad fue destruida por un terremoto en el 363 d.C. y la basílica quedó devastada. "Los efectos de las ondas sísmicas son claramente visibles en el piso del edificio, lo que proporciona evidencia tangible de los eventos de ese año en Ashkelon", se lee en el comunicado de La Haya.

Las ruinas de la basílica fueron luego reutilizadas en los períodos abasí y fatimí (siglos VIII-XII d.C.) para otros usos in situ o en diversas construcciones de la región. "Los mejores fueron transportados a Jaffa", dijo el arqueólogo Saar Ganor a Haaretz . "Parte del mármol de la basílica se encuentra en la mezquita Mahmoudiya, la mezquita más grande de Jaffa, construida en el siglo XIX", agregó.

 

Un proyecto de restauración vasto y complejo

Las excavaciones llevadas a cabo por La Haya son parte de un proyecto conjunto de la Autoridad de Parques y Naturaleza de Israel, la Ciudad de Ashkelon y la Fundación Filantrópica Privada Estadounidense Leon Levy, cuyo objetivo es preservar y restaurar el teatro y la basílica y hacerlos accesibles a los visitantes.

En esta etapa, los arqueólogos están reconstruyendo la mayor parte posible de la basílica romana, utilizando el mármol que aún permanece en el sitio y ya han erigido una columna de más de 10 metros de altura.

 

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Cuando las obras estén terminadas, la columnata debe constar de 15-17 columnas de este tipo, y por primera vez desde el 363 dC la basílica se levantará nuevamente. Además, algunas estatuas se izarán en posición vertical.

El pequeño teatro será restaurado y estará equipado con modernos sillones, un escenario y una serie de paneles explicativos. Los visitantes podrán seguir desde sus asientos el avance de las obras de la basílica, que deberán estar finalizadas en los próximos meses.

 

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