Tempestades en el mar de Galilea

Las olas en ocasiones pueden sobrepasar hasta los 2 metros de altura

“Subiendo después a una barca, le siguieron sus discípulos. Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. Y se acercaron y le despertaron diciendo: ¡Señor, sálvanos que perecemos! Jesús les respondió: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, increpó a los vientos y al mar, y se produjo una gran bonanza. Los hombres se admiraron y dijeron: ¿Quién es éste que hasta los vientos y el mar le obedecen?" (Mt 8, 23-27).

 

Citaré unas palabras del arqueólogo J. Gonzalez Echegaray sobre las tormentas en el mar de Galilea:

"El hecho de que el lago se encuentre en un entorno montañoso, especialmente por el norte, donde el Hermón con su cima nevada de 2.750 m. es visible desde el agua los días despejados y, sobre todo, la profunda depresión de la superficie de este lago, a más de 200 metros por debajo del no lejano Mar Mediterráneo.

Crea con frecuencia una inestabilidad en el clima, normalmente caluroso y tranquilo, que se traduce en la presencia inesperada de un fuerte viento, que encrespa las olas, las cuales en ocasiones pueden sobrepasar hasta los 2 m. de altura.

Estas tormentas repentinas se producen, sobre todo en verano, a la caída de la tarde con vientos procedentes de Oeste y no suelen durar mucho tiempo, mientras que en invierno lo pueden hacer con los vientos que bajan de los altos del Golán, menos violentos, pero más duraderos.

En el evangelio se describen ambas tormentas, la más violenta y efímera del Oeste al atardecer (Mt 8, 23-27; Mc 4, 35-41; Lc 8, 22-25) y la otra más persistente, ya de noche, aunque la dirección del viento en este caso es dudosa (Mt 14, 24-34; Mc 6, 45-51; Jn 6, 16-21)".

 

También el mismo arqueólogo explicaba el tipo de barca que ulizarían, y que se puede conocer bien tanto por el dibujo de una de ellas en un bello mosaico descubierto en el puerto de Tariquea, como por el inestimable hallazgo de una auténtica barca, cuya datación por el Carbono-14 es de principios del siglo I d. C. , y que fue encontrada entre el fango de la orilla junto al quibutz Ginnosar, a unos dos Kilometros al norte de Tariquea-Mágdala.

El hallazgo se produjo en 1986. "Tenía un mástil para la vela cuadrada, que permitía la navegación por la fuerza del viento, a la que unía el desplazamiento por la fuerza de los remos. En la popa tenía un pequeño puente para guardar los aparejos de pesca y los sacos que servían de lastre.

Estas embarcaciones, de las que según Josefo había unas 200 en el lago, eran plurivalentes, siendo utilizadas tanto para pesca, como para el transporte. Solían llevar también un pequeño esquife o bote auxiliar, del que nos habla el evangelio (Jn 6, 22). Durante la tempestad que amenazó con hundir la nave en que iba Jesús, éste se hallaba dormido en el castillo de popa, recostada su cabeza en uno de los sacos de arena (Mc 4, 38)".

En efecto, en ocasiones peregrinos que han podido navegar en algún barco por el mar de Galilea, me han contado cómo de repente se levantaba el viento y el barco comenzaba a zarandearse. Me decían que les había ayudado mucho a situarse en la repentina tempestad que se levantó mientrás Jesús dormía, el susto de los discípulos, y la impresión de éstos cuando el Señor realizó el milagro increpando a los vientos y al mar.

 

+info:

Galilea en tiempos de Cristo

 

(Un sacerdote en Tierra Santa)

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3.1. La grave crisis del tercer siglo (200-300)

En el siglo tercero Roma sufre una gravísima crisis. Las relaciones entre cristianos e imperio romano se invierten (aun cuando no todos lo perciben).

La gran crisis es así descrita por el historiador griego Herodiano:

«En los 200 años anteriores, no hubo nunca un sucederse tan frecuente de soberanos, ni tantas guerras civiles y guerras contra los pueblos limítrofes, ni tantos movimientos de pueblos. Hubo una cantidad incalculable de asaltos a ciudades en el interior del imperio y en muchos países bárbaros, de terremotos y pestilencias, de reyes y usurpadores.

Algunos de ellos ejercieron el mando largo tiempo, otros tuvieron el poder por brevísimo tiempo. Alguno, proclamado emperador y honrado como tal, duró un solo día y en seguida terminó».

 

El imperio romano se había progresivamente extendido con la conquista de nuevas provincias. Esta continua conquista había permitido la explotación de siempre nuevas vastísimas tierras (Egipto era el granero de Roma, España y la Galia su viñedo y olivar). Roma se había adueñado de nuevas minas (Dacia había sido conquistada por sus minas de oro).

persecucionLas guerras de conquista habían procurado turbas inmensas de esclavos (los prisioneros de guerra), mano de obra gratuita. Hacia mediados del tercer siglo (alrededor del 250) se advirtió que la tranquilidad se había acabado.

Al este se había formado el fuerte imperio de los sasánidas, que acarreó durísimos ataques a los romanos.

En el 260 fue capturado el emperador Valeriano con todo el ejército de 70 mil hombres, y las provincias del este fueron devastadas. La peste asoló a las legiones sobrevivientes y se propagó pavorosamente a lo largo del imperio.

Al norte se había formado otro conglomerado de pueblos fuertes: los godos. Inundaron a Mesia y Dacia.

El emperador Decio y su ejército en el 251 fueron masacrados. Los godos bajaron devastando, desde el norte hasta Esparta, Atenas, Ravena. Los cúmulos de escombros que dejaban eran terribles. Perdieron la vida o fueron hechas esclavas la mayoría de las personas cultas, que no pudieron ser sustituidas.

La vida regresó a un estado primitivo y selvático. La agricultura y el comercio fueron aniquilados.En este tiempo de grave incertidumbre las seguridades garantizadas por el Estado se vienen abajo. Ahora son los gentiles (= paganos) quienes se vuelven «irracionales», y confían no ya en el orden imperial, sino en la protección de las divinidades más misteriosas y raras.

Sobre el Quirinal se levanta un templo a la diosa egipcia Isis, el emperador Heliogábalo impone la adoración del dios Sol, la gente recurre a ritos mágicos para tener lejos la peste. Y sin embargo también en el siglo tercero hay años de terrible persecución contra los cristianos. No ya en nombre de su «irracionalidad» (en un mar de gente que se entrega a ritos mágicos, el cristianismo es ahora el único sistema racional), sino en nombre de la renacida limpieza étnica.

Muchos emperadores (por más que sean bárbaros de nacimiento) ven en el retorno a la unidad centralizada el único camino de salvación. Y decretan la extinción de los cristianos cada vez más numerosos para arrojar fuera de la etnia romana este «cuerpo extraño» que se presenta cada vez más como una etnia nueva, pronta a sustituir la ya declinante del imperio fundado sobre las armas, la rapiña, la violencia.

3.2. Septimio Severo, Maximino el Tracio, Decio y Treboniano Gallo

Con Septimio Severo (193-211), fundador de la dinastía siria, parece anunciarse para el cristianismo una fase de desarrollo sin estorbos. Cristianos ocupan en la corte cargos influyentes. Sólo en su décimo año de reinado (202) el emperador cambia radicalmente de actitud. En el 202 aparece un edicto de Septimio Severo, que conmina graves penas para quien se pase al judaísmo y a la religión cristiana.

septimio severo - persecucion

Septimio Severo (193-211)

El cambio repentino del emperador, solamente se puede comprender pensando que él se dio cuenta de que los cristianos se unían cada vez más estrechamente en una sociedad religiosa universal y organizada, dotada de una fuerte capacidad íntima de oposición que a él, por consideraciones de política estatal, le parecía sospechosa.

Las devastaciones más llamativas las sufrieron la célebre Escuela de Alejandría y las comunidades cristianas de África.  Maximino el Tracio (235-238) tuvo una reacción violenta y cerril contra quien había sido amigo de su predecesor, Alejandro Severo, tolerante hacia los cristianos.

Fue devastada la Iglesia de Roma con la deportación a las minas de Cerdeña de los dos jefes de la comunidad cristiana, el obispo Ponciano y el presbítero Hipólito.Que la actitud hacia los cristianos no ha cambiado en el vulgo, nos lo manifiesta una verdadera caza a los cristianos que se desencadenó en Capadocia cuando se creyó ver en ellos a los culpables de un terremoto.

La revuelta popular nos revela hasta qué punto los cristianos eran todavía considerados «extraños y maléficos» por la gente. (Cf K. Baus, Le origini, p. 282-287).

Bajo el emperador Decio (249-251) se desencadena la primera persecución sistemática contra la Iglesia, con la intención de desarraigarla definitivamente. Decio (que sucede a Filipo el Arabe, muy favorable a los cristianos si no cristiano él mismo) es un senador originario de Panonia, y está muy apegado a las tradiciones romanas.

Sintiendo profundamente la disgregación política y económica del imperio, cree poder restaurar su unidad juntando todas las energías alrededor de los dioses protectores del Estado. Todos los habitantes están obligados a sacrificar a los dioses y reciben, después, certificados. Las comunidades cristianas se ven desconcertadas por la tempestad.

Aquellos que rehúsan el acto de sumisión son arrestados, torturados, ejecutados: así en Roma el papa Fabián, y con él muchos sacerdotes y laicos. En Alejandría hubo una persecución acompañada de saqueos. En Asia los mártires fueron numerosos: los obispos de Pérgamo, Antioquía, Jerusalén.

San CiprianoEl gran estudioso Orígenes fue sometido a una tortura deshumana, y sobrevivió cuatro años (reducido a una larva humana) a los suplicios.

No todos los cristianos soportan la persecución. Muchos aceptan sacrificar. Otros, mediante propinas, obtienen a escondidas los famosos certificados. Entre ellos, según la carta 67 de Cipriano, hay a lo menos dos obispos españoles.

La persecución, que parece herir mortalmente a la Iglesia, termina con la muerte de Decio en combate contra los godos en la llanura de Dobrugia (Rumania). (Cf M. Clèvenot, I Cristiani e il potere, p. 179 s.).

Los siete años sucesivos (250-257) son años de tranquilidad para la Iglesia, turbada solamente en Roma por una breve oleada de persecución cuando el emperador Treboniano Gallo (251-253) hace arrestar al jefe de la comunidad cristiana Cornelio y lo destierra a Centum Cellae (Civitavecchia).

La conducta de Galo se debió probablemente a condescendencia para con los humores del pueblo, que atribuía a los cristianos la culpa de la peste que asolaba al imperio. El cristianismo era todavía visto como «superstición» extraña y maléfica (Cf K. Baus, Le origini, p. 292).

 

3.3. Valeriano y las finanzas del Imperio.

En el cuarto año del reinado de Valeriano (257) se originó una imprevista, dura y cruenta persecución de los cristianos. No se trató, sin embargo, de un asunto de religión, sino de dinero. Antela precaria situación del imperio, el consejero imperial (más tarde, usurpador) Macriano indujo a Valeriano a intentar taponarla secuestrando los bienes de los cristianos acaudalados.

Hubo mártires ilustres (desde el obispo Cipriano a papa Sixto II, al diácono Lorenzo). Pero fue tan solo un robo encubierto por motivos ideológicos, que terminó con el trágico fin de Valeriano. En el 259 cayó éste prisionero de los persas con todo su ejército y fue obligado a una vida de esclavo, que lo llevó a la muerte.

Los cuarenta años de paz que siguieron, favorecieron el desarrollo interno y externo de la Iglesia. Varios cristianos subieron a altos cargos del Estado y se mostraron hombres capaces y honestos.

 

3.4. El desastre financiero recae sobre Diocleciano

En el 271 el emperador Aureliano ordenó a los soldados y a los ciudadanos romanos abandonar a los godos la vasta provincia de Dacia y sus minas de oro: la defensa de esas tierras costaba ya demasiada sangre. Puesto que no había más provincias para conquistar y explotar, toda la atención se dirigió al ciudadano común.

Emperador Aureliano

Sobre él se abatieron impuestos, obligaciones, prestaciones (manutención de acueductos, canales, cloacas, caminos, edificios públicos...) cada vez más onerosos. Literalmente ya no se sabía si se trabajaba para sobrevivir o para pagar los impuestos.

En el año 284, después de una brillante carrera militar, fue aclamado emperador Diocleciano, de origen dálmata.

Debido al desastre de las provincias, en lo sucesivo los impuestos serían pagados per cápita y por yugada, es decir, un tanto por cada persona y por cada pedazo de terreno cultivable.

El cobro fue confiado a una burocracia enorme que no se dejaba escapar nada haciendo imposible evadir el fisco, que castigaba de manera deshumana a quien lo hacía y que costaba muchísimo al Estado.

Los impuestos eran tan pesados que quitaban la gana de trabajar. Remedio: Se prohibió abandonar el puesto de trabajo, el pedazo de tierra que se cultivaba, el taller, el uniforme militar.

«Tuvo así inicio -escribe F. Oertel, profesor de historia antigua en la Universidad de Bonn- la feroz tentativa del Estado de exprimir la población hasta la última gota... Bajo Diocleciano se realizó un integral socialismo de Estado: terrorismo de funcionarios, fortísima limitación a la acción individual, progresiva interferencia estatal, gravosa tasación».

 

 

pez.jpg        LAS PERSECUCIONES EN EL SIGLO I

pez.jpg        LAS PERSECUCIONES EN EL SIGLO II

pez.jpg        LAS PERSECUCIONES EN EL SIGLO III

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Juan Pablo I: la verdad sobre su muerte

Juan Pablo I no murió envenenado ni fue asesinado. La investigación realizada por la periodista Stefania Falasca demuestra que falleció a causa de un paro cardíaco. 

 

Antes de la cena, mientras rezaba con el secretario John Magee sintió un fuerte dolor en el pecho. A pesar del malestar no quiso llamar a un médico y esta decisión le costó cara. Horas después, durante la noche, se le paró el corazón.

 

 

STEFANIA FALASCA
Vicepostuladora, Causa canonización Juan Pablo I

“El problema era que el propio Papa no consideraba alarmante este tipo de dolor porque él sufría de reumatismo. El médico me explicó que es un dolor muy parecido por lo que se podía confundir. Por tanto es probable que le haya dicho a su secretario que no se preocupe. Tanto es así que ni las religiosas se alarmaron”.

De esta forma la periodista pretende terminar con los rumores sobre su asesinato. Surgieron a causa de la inesperada muerte del pontífice y la torpe gestión comunicativa del Vaticano. Esta alimentó la desconfianza y la rumorología que hicieron las delicias de la prensa sensacionalista.

 

STEFANIA FALASCA
Vicepostuladora, Causa canonización Juan Pablo I

“No sabían cómo decir al mundo que el Papa que había sido tan querido por la gente se había ido de aquella forma repentina. Evidentemente, si hubieran sido claros y hubieran mantenido la lucidez no se habría ofrecido en bandeja de plata las sucesivas teorías que convirtieron la muerte de Juan Pablo I en un teatro”.

Lo que provocó la riada de teorías conspiratorias fue que el Vaticano no dijo que la persona que descubrió que el pontífice había fallecido era una monja. Esta, preocupada porque el pontífice no salía de su habitación, decidió entrar. Por escrúpulo se dijo que fue su secretario.

 

STEFANIA FALASCA
Vicepostuladora, Causa canonización Juan Pablo I

“Quizás no dijeron que fue una religiosa la primera que vio al Papa porque la mentalidad era de otra época. Hablamos de hace 40 años y esta situación podría provocar cierto estupor en quien se encontró ante el deber de comunicar al mundo la muerte de Juan Pablo I. Se prefirió decir otra cosa”.

También hubo quien dijo que Juan Pablo I fue asesinado por sectores conservadores de la Curia obsesionados con frenar las reformas de un Papa nuevo y liberal.

 

STEFANIA FALASCA
Vicepostuladora, Causa canonización Juan Pablo I

“Estas son etiquetas que no se pueden aplicar a la Iglesia. Son etiquetas provenientes de una lectura política y no es serio aplicarlas a la Iglesia. Luciani fue elegido por unanimidad por una cualidad que es imprescindible para un hombre de Iglesia: ser pastor. Lo que hizo en 34 días de pontificado no fue más que poner en práctica las prioridades del Concilio Vaticano II”.

El proceso de canonización de Juan Pablo I está ayudando a esclarecer los interrogantes que produjo su inesperada muerte. Francisco ya aprobó el decreto de virtudes heroicas, el penúltimo paso hacia la beatificación.

 

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El país declaró su independencia de Reino Unido en 1919

Apartir de ese año la Iglesia católica comenzó su nueva presencia en el país centroasiático.

El presidente ejecutivo internacional de Ayuda a la Iglesia Necesitada, Thomas Heine-Geldern, ha subrayado la difícil situación que se está viviendo en Afganistán durante estas semanas y en particular se ha referido a la pequeña comunidad cristiana que se encuentra en el país: “Sufrirán una opresión aún mayor. Se trata de un enorme retroceso para la libertad religiosa en el país”.

 

La situación es tan límite que la pequeña presencia de la Iglesia católica se ve abocada a la desaparición, como ha afirmado Cáritas Italia: “Los poquísimos sacerdotes, religiosas y religiosos que se encuentran en Kabul se están preparando para un retorno obligado”.

¿Quiénes son los cristianos de Afganistán y qué misión viene desarrollando allí la Iglesia católica? Según recoge el Informe Libertad Religiosa en el Mundo 2021, de ACN, la Iglesia católica está presente en Afganistán en forma de Misión "Sui Iuris" con sede en la embajada italiana de Kabul, donde se encontraba la única iglesia reconocida en el país. Actualmente esta embajada está cerrada. El superior y único sacerdote de esta misión es el misionero barbanita Giovanni Scalese. Los jesuitas están presentes a través del Servicio Jesuita de Refugiados, para sostener proyectos de emergencia para los más desfavorecidos.

 

🔴📢Sacerdotes y religiosos se preparan para abandonar #Afganistán: “es una pequeña pero significativa comunidad”

› La Iglesia católica está presente en el país desde su independencia, hace más de 100 añoshttps://t.co/skPGIAjwHQ

— Ayuda a la Iglesia Necesitada (@AyudaIglesNeces) August 25, 2021

 

Una comunidad pequeña pero volcada con los más pobres

Respecto a las órdenes religiosas, hay tres hermanitas de Jesús dedicadas a la asistencia sanitaria; cinco hermanas de las Misioneras de la Caridad que atienden a niños huérfanos discapacitados, niñas abandonadas, y proporcionan ayuda a 240 familias pobres; y tres hermanas de la comunidad intercongregacional Pro Bambini di Kabul («Por los Niños de Kabul») que cuidan de 40 niños discapacitados. La esperanza de la Iglesia local es que se llegue a un acuerdo de paz y que se evite una guerra civil o que el país se convierta en un refugio de yihadistas. También se espera poder llegar a un acuerdo para que al menos las ONG presentes en el país, entre ellas las organizaciones católicas, puedan continuar su labor.

El Papa Francisco, el pasado 15 de agosto, tras la toma de Kabul por los talibanes pidió: “Os ruego que recéis conmigo al Dios de la paz para que cese el ruido de las armas y se encuentren soluciones en la mesa del diálogo. Sólo así la población martirizada de ese país hombres, mujeres, ancianos y niños podrá regresar a sus hogares y vivir en paz y seguridad con pleno respeto mutuo”. El Santo Padre también destacó que en Afganistán “la comunidad cristiana es una pequeña pero significativa comunidad que en los últimos años ha dado testimonio con su atención a los más pobres y frágiles”

Afganistan

Los cristianos en Afganistán

Se estima que en Afganistán hay entre 10.000 y 12.000 cristianos, la mayoría de ellos protestantes y conversos del Islam, según recoge la ONG International Christian Concern (ICC), “lo que lo convierte en el grupo minoritario religioso más grande del país. Sin embargo, debido a la persecución extrema, la comunidad cristiana permanece en gran parte encerrada y oculta a la vista del público”. Esta ONG afirma que para la Iglesia clandestina de ese país asiático “el regreso de los talibanes al gobierno ha llenado de miedo e incertidumbre a muchos. Si bien los talibanes han anunciado una amnistía general, líderes cristianos temen que los bautizados sigan siendo el objetivo de los combatientes talibanes que patrullan las calles de Kabul y otras ciudades”.

En el último informe de la organización cristiana protestante Puertas Abiertas, se alerta de que Afganistán ya era el segundo país del mundo donde los cristianos sufren una mayor persecución, siendo superado en la lista sólo por la brutal dictadura comunista de Corea del Norte. Puertas Abiertas, a través de su estudio, señala: “Es imposible vivir abiertamente como cristiano en Afganistán. Dejar el Islam se considera vergonzoso y los conversos cristianos enfrentan graves consecuencias si descubren su nueva fe. O tienen que huir del país o los matarán. Si la familia de un cristiano descubre que se ha convertido, su familia, clan o tribu tiene que salvar su “honor” repudiando al creyente o incluso matándolo”.

Afganistán es considerado en el Informe Libertad Religiosa de ACN uno de los países que más ataca a la libertad religiosa. La sharia o ley islámica es la fuente del derecho, la educación islámica es obligatoria y la apostasía o la blasfemia estaban penadas con condena a muerte. Todo esto venía recogido ya en la constitución afgana.

Afganistan

La historia de la Iglesia Católica en Afganistán

La tradición recoge que el apóstol Tomás pasó por el actual Afganistán en su viaje evangelizador hacia la India. Si hubo una primera presencia cristiana en el territorio en los primeros siglos del cristianismo, esta fue eliminada por el avance del Islam y los numerosos imperios que controlaron la región como los persas, selyúcidas y otomanos.

Afganistán declaró su independencia de Reino Unido en 1919, a partir de ese año la Iglesia católica comenzó su nueva presencia en el país centroasiático. El nuevo rey Amanullah, para complacer a los diplomáticos occidentales presentes en ese país y que pedían asistencia religiosa católica, se puso en contacto en primer lugar con el gobierno italiano y luego con la Santa Sede. El monarca permitió la construcción en 1921 de la única iglesia del país, confiada por el Papa Pío XI a los misioneros barbanitas en 1932.

Cáritas, el servicio socio-caritativo de la Iglesia Católica, está presente en Afganistán desde 1990. Los jesuitas mantienen su misión de apoyo a refugiados y personas más desfavorecidas, a través del Servicio Jesuita de Refugiados, presentes en el país desde 2002. Las Misioneras de la Caridad desarrollan su labor en Kabul desde 2006 a favor de niños huérfanos y discapacitados.

cope.es

 

Se descubre una iglesia bizantina en Abu Gosh, cerca de Jerusalén

Las autoridades arqueológicas de Israel anunciaron este miércoles el descubrimiento de una iglesia bizantina de 1.500 años de antigüedad que atendía a los viajeros que se dirigían a Jerusalén, informaron fuentes oficiales.

El hallazgo fue hecho cerca de la localidad árabe de Abu Gosh durante las excavaciones de ampliación de la autopista 1, que conecta Jerusalén con la ciudad de Tel Aviv, informó la portavocía de la Autoridad de Antigüedades de Israel (AAI).
Según los expertos, se trata de una iglesia que formaba parte de un complejo de una estación de carretera para los viajeros que se desplazaban entre Jerusalén y la costa mediterránea.
Está situada cerca de una fuente de agua conocida en árabe como Ein Naqa, cerca de la actual localidad de Bet Neqofa, y la iglesia tiene una longitud de 16 metros, una capilla lateral de 6,5 por 3,5 metros con un suelo de mosaico blanco, un baptisterio con forma de árbol de cuatro hojas en su esquina nororiental y paredes que en su tiempo estuvieron decoradas con frescos.
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Abu gosh - iglesia
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En uno de los cuartos adyacentes al templo cristiano se han encontrado grandes cantidades de azulejos de cerámica y en el lugar han aparecido lámparas de aceite, monedas, vasos de cristal, fragmentos de mármol y conchas de madreperlas.
Annette Nagar, directora de la excavación, señaló que el complejo fue construido al lado de la calzada que llevaba a Jerusalén, probablemente en el periodo romano.
“Esta estación de carretera dejó de ser utilizada a finales del periodo bizantino, si bien la carretera que había construida a su lado fue renovada y continuó usándose hasta los tiempos modernos”, precisó Nagar en la nota.
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unsacerdoteentierrasanta.blogspot.com.es

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"Los cristianos fueron los primeros en ofrecerse para ayudar a los enfermos, mientras que otros muchos huían"

 

CAYETANA JOHNSON (Mineápolis, 1965) Arqueóloga, excava en Israel desde 1996. Es profesora de hebreo, arameo y literatura rabínica en la Universidad Eclesiástica de San Dámaso en Madrid. Hablamos con ella de las pandemias de la antigüedad.

 

¿Ha habido en la antigüedad pandemias similares a la que estamos viviendo hoy en día?
Sí, ha habido situaciones muy graves desde el punto de vista sanitario.  Y gracias al testimonio de personas que pusieron por escrito lo que estaban  viendo y viviendo, podemos saber las causas, los síntomas, los efectos...
Ya desde la antigüedad se distinguían tres tipos de plagas: la bubónica, que atacaba el sistema linfático y los pulmones y creaba bubones a lo largo del cuerpo; la  septicémica, una infección vírica que se producía por contacto con algún animal infectado y en la que el virus atacaba a través del torrente sanguíneo, y la neumónica, que también se desencadenaba por haber estado en contacto con animales contaminados, que afectaba al sistema respiratorio y que se contagiaba a través  de la tos y por vía aérea.

 

¿Y cuál fue la gran epidemia que azotó a Europa?
La  plaga Antonina, que tuvo lugar en el imperio romano, entre los años 165 y 190. Se la conoce por ese nombre porque tuvo lugar en tiempos de los llamados 'cinco emperadores buenos' (Nerva, Trajano, Adriano, Antonino Pio y Marco Aurelio), todos ellos pertenecientes a la dinastía Antonina.
Esa plaga creó una devastación profunda, le pilló de lleno a Marco Aurelio, que sufrió la enfermedad, y está considerada  como la primera gran pandemia internacionalizada, porque afectó a buena parte del imperio romano, que entonces tenía una extensión amplísima .
Le debemos a Galeno, médico, casi todo lo que sabemos de ella. Galeno fue sobre el terreno observando a los pacientes, cómo se les trataba, sus síntomas...

 

siglo II - protocolo epidemia

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¿Y qué síntomas provocaba esa epidemia Antonina?
Brotes o sarpullidos en la piel, una faringitis muy severa que dificultaba que los enfermos pudiesen tragar, una fuerte sensación de sed, tos, vómitos y diarreas negras, lo indicaba un sangrado intestinal.

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¿Y se sabe cómo llegó a Roma?
Se cree que llegó a través de la ruta de la seda, de los soldados romanos que estaban estacionados en Oriente Próximo: se infectaron y, al regresar a sus casas en otras partes del imperio, fueron transmitiéndola. En esa época, obviamente, no había la misma higiene que hay ahora.
Además, en esa época empezó a detectarse que las ratas que había en los barcos eran transmisoras de enfermedades.  Esa epidemia provocó una auténtica debacle en el imperio romano, porque se extendió de una manera salvaje y afectó al conjunto del imperio. En ese momento la religión emergente, el cristianismo, estaba cobrando fuerza.
Y Marco Aurelio, un emperador ilustradísimo y generoso en el Gobierno, ordenó  una persecución contra los cristianos, a los que  utilizó como chivo expiatorio.

 

¿Siempre se busca un culpable cuando hay una epidemia grave?
Sí. Es algo recurrente en todas las sociedades y llega hasta hoy.  Pero en el caso de Marco Aurelio, el señalar a los cristianos se volvió en su contra, porque los cristianos ya en el mundo romano dieron muestras de ayudar a los demás, de volcarse con quien más necesitado estaba.
Durante la plaga Antonina, fueron de hecho los cristianos los primeros en ofrecerse a ayudar a los enfermos, mientras que muchos huían. Gran parte de la población romana se opuso por eso a la persecución de los cristianos.  Además, en la plaga Antonina empezó a haber conciencia de la importancia del distanciamiento social...

 

¿Me está diciendo que en el siglo II  ya había distanciamiento social?
Sí, ya había ciertos protocolos de distanciamiento, de separación. En la película "Ben Hur" se ve por ejemplo una zona específica donde viven los leprosos, a las afueras de Jerusalén, y ese era un patrón común.
Entonces ya se sabía que determinadas enfermedades eran muy contagiosas, y para evitar su propagación se aislaba a quienes la padecían. Así mismo, en esa época ya se percataron que había personas que se inmunizaban: que después de haber superado la enfermedad  no volvían a  contraerla.

 

¿Y qué otras medidas se adoptaban para tratar de frenar el avance de esa plaga?
En aquellos lugares donde había una gran concentración de personas se quemaban barrios enteros para tratar de hacer desaparecer con fuego al 'bicho' causante de la plaga.
Y también se hacían enterramientos específicos para los que morían a causa de la epidemia. En 2014 en la antigua Tebas, en Egipto, se detectó un enterramiento distinto de los habituales, un enterramiento colectivo en el que los cadáveres habían sido cubiertos con cal, y se relaciona con  una plaga.

 

¿Con cuántas vidas acabó la plaga Antonina?
Se estima que acabó con hasta el 50% de la población en su conjunto, con unos cinco millones de personas.  Fue devastadora y, según algunos, supuso el comienzo del fin del imperio romano.  Además, después de la plaga Antonina vinieron otras plagas y eso fue debilitando cada vez más al imperio romano.
Porque las plagas no sólo causaban fallecimientos masivos, empezando por el de soldados, fundamentales para mantener las fronteras,  sino que también paralizaban la economía: se cortaban todas las vías de comercio, muchos campos de cultivo eran abandonados...
La escasez de soldados fue tal que el imperio romano recluto a gladiadores y liberó a muchos esclavos para que se unieran al Ejército. Pero, aun así, empezó a haber incursiones de tribus germanas.  Además, esa pandemia tuvo un nuevo  brote en el siglo III.

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¿Una segunda oleada?
Sí.  Se la conoce como plaga de Cipriano porque Cipriano, obispo de Cartago, fue testigo de ella y dejó constancia de la misma. Parece ser que se originó en el lejano Oriente y que, a través de la  ruta de la seda, llegó a  Alejandría y de ahí,  por la navegación en el Mediterráneo,  a Roma. Se cree que en esa pandemia llegaron a morir hasta  5. 000 personas al día.

 

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¿Sabes quién era Santa Mónica?

Su Fiesta se celebra el 27 de agosto

Mónica, la madre de San Agustín, nació en Tagaste (África del Norte) a unos 100 km de la ciudad de Cartago en el año 331, de familia cristiana. Es un modelo acabado de esposa y madre cristiana. Sus virtudes ejemplares, su sufrimiento y su oración, consiguieron primero la conversión de su marido, y después la de sus hijos, en particular de san Agustín, que nos ha dejado en sus Confesiones el mejor elogio de su madre. Santa Mónica murió en Ostia, junto a Roma, el año 387, muy poco después de la conversión de san Agustín.

Mónica de Tagaste, la madre de Agustín de Hipona, forma parte de un grupo de mujeres del siglo IV, con quienes la Iglesia universal estará siempre en deuda. Ellas influyeron de forma decisiva en algunos de los personajes más importantes de este tiempo. Por ejemplo, en Capadocia, región de la actual Turquía, san Basilio el Grande llama a su abuela, Macrina la Vieja, nodriza espiritual. Y santa Macrina la Joven fue para su hermano menor, san Gregorio de Nisa, una verdadera directora espiritual.

Cerca de esta gran familia resplandeció otra, iluminada por la virtud de una nueva mujer, santa Nonna, que consiguió construir con los suyos un verdadero hogar de santidad. Convirtió a su marido, san Gregorio, y dio a la Iglesia tres hijos, inscritos también ellos en el santoral. El mayor de ellos es san Gregorio Nacianceno.

Y en Antioquía de Siria también fue otra mujer quien guió en su educación al gran san Juan Crisóstomo, su madre Antusa, viuda desde muy joven.

Como todas estas santas mujeres, Mónica fue la artífice de la vida cristiana de su casa. Ella plantó y regó para que Dios hiciera crecer a una de las figuras más excelsas y prolíficas de la Iglesia universal y de la cultura humana, san Agustín.

santa monica

Primeros años

Ante todo, es de notar que todo cuanto sabemos de santa Mónica noslo ha transmitido san Agustín en las Confesiones, en los Diálogos y en algunos otros lugares de sus escritos.

1. La familia

Mónica nace en Tagaste, en la actual Argelia, el año 331, ya que murió el 387 a la edad de 56 años.

Las noticias que tenemos de su familia son muy escasas. Sólo sabemos que tuvo otras hermanas; del resto no conocemos ni el número de los miembros que la componían, ni el nombre de ninguno de ellos.

Lo que sí podemos afirmar es que su familia era de clase media; no la llamaríamos rica, pero tenía criados y algunas posesiones. En aquella época el tener servidumbre no era un privilegio de la clase opulenta; la encontramos también, muy comúnmente, entre los más o menos acomodados.

El ambiente religioso familiar en el que nace y se cría Mónica era de recias convicciones cristianas. Agustín nos lo presenta con estas escuetas palabras: Nació en una casa creyente, miembro sano de tu Iglesia. En su boca estas palabras tienen un significado especial. Con ellas indica que la familia de su madre hacía tiempo que dejó el paganismo (creyente), y que se había mantenido alejada del cisma donatista (miembro sano). Aunque más tarde descubrirá que la ciudad de Tagaste había pertenecido al partido de Donato en los primeros momentos del cisma.

El llamado partido de Donato o donatismo apareció en África hacia el año 305 como reacción ante las defecciones habidas durante la última gran persecución (años 303-305). Pretendía que la Iglesia sólo estuviera formada de santos, y que los pecadores no tuviesen cabida en ella.

Era como el fariseo de la parábola (cf. Lc 18, 9-14), que comienza presentando a un Dios juez, continúa por poner en duda su misericordia y, en el fondo, termina por negar el poder del mismo Dios para perdonar.

Las consecuencias fueron desastrosas para la cristiandad africana por la división y la persecución sangrienta que desató la secta contra los católicos. Al final, en el año 411 se consiguió la reunificación, tarea en la que tuvo un puesto principal san Agustín.

 

2. Educación

Durante su infancia y adolescencia Mónica fue confiada a una anciana criada, que de joven había sido aya de su padre; ahora se le encomendaba la educación de las pequeñas de la casa. Aquella mujer supo guiar sus primeros años con severidad pero con tacto; Agustín nos la presenta diciendo que era enérgica al castigar cuando era necesario, y muy prudente en la formación.

Como botón de muestra narra a continuación uno de los ejercicios que la anciana sirvienta exigía a Mónica y a sus hermanas: fuera de las comidas no les permitía beber nada: Ahora -decía- os contentáis con beber agua, porque no tenéis vino al alcance de la mano; pero una vez que os caséis y seáis amas de llaves de bodegas y despensas, le haréis ascos al agua, pero prevalecerá la costumbre de beber.

Aquel ejercicio era duro, pero sabio. Mónica no tuvo que esperar a casarse para experimentarlo. Al poco tiempo, sus padres le encomendaron la tarea de preparar todos los días el vino para la comida; y al ir a la bodega para sacarlo de la cuba, empezó a beber: primero, por curiosidad, mojando apenas los labios, para terminar tomandose muy a gusto un vaso casi entero.

Quien le hizo abrir los ojos a aquel vicio en ciernes fue otra criada, la que diariamente la acompañaba y encubría con malicia su acción. Un día que riñeron, la sirvienta se desquitó llamándola borrachina, y -dice san Agustín-: fue para ella como una bofetada. Comprendió el peligro de esa costumbre y al instante la deploró y la erradicó de su conducta.

Esta reacción drástica descubre el carácter decidido de Mónica. Su amor propio no le deja amedrentarse, ni su nobleza de espíritu le permite refugiarse en mecanismos de defensa con los que excusarse y seguir por el camino facilón. Siempre la veremos pronta a afrontar las situaciones más dispares y a responder de forma sobria y definitiva; será mujer de una sola palabra.

En cuanto a la formación intelectual, Mónica no pasó del grado primario. En Roma capital las mujeres podían acceder con facilidad a la cultura; sin embargo, en las provincias no tenían esta suerte. Aquí estaban destinadas al matrimonio y al trabajo del hogar. Mónica se dedicará a estas tareas con toda el alma, llegando a ser una auténtica maestra de la vida matrimonial y familiar.

 

Una esposa cristiana

Cuando llegó a la edad del matrimonio, fue entregada a un hombre al que sirvió como a señor.

Mónica se casó con un pagano de Tagaste, Patricio. Desconocemos la edad exacta que tenía en ese momento; pero sería una muchacha joven, de unos 20 años. Tampoco nos han llegado noticias de su noviazgo, aunque en esto tendría bastante que ver el paterfamilias (el cabeza de familia), como era lo acostumbrado en aquel tiempo; éste trataba con el novio o con la familia del novio las condiciones para la boda.

Las uniones mixtas entre paganos y cristianos no eran nada raras. La Iglesia nunca las había prohibido, aunque recelaba de ellas por los peligros que suponían para la fe.

La experiencia, sin embargo, también enseñaba que, si por influjo del cónyuge pagano había deserciones de la Iglesia, se daban, igualmente, muchos casos en que el hogar se convertía en un fecundo terreno de misión. El matrimonio de Mónica y Patricio va a ser uno de los grandes ejemplos de esto último.

Desde este momento Mónica se dedicó a dirigir su casa. Ella, como toda mujer romana, tenía la misión de cuidar de todo lo de ella: hacer las compras necesarias, preocuparse de la buena marcha de todas las actividades, vigilar a los criados y, sobre todo, hilar con huso y rueca, sus instrumentos de trabajo más representativos; en fin, tenía la responsabilidad de la vida interna de su hogar.

 Su casa, un lugar de paz

La nueva casa de Mónica era bastante distinta de la paterna. Aquí no encontró la atmósfera cristiana respirada hasta entonces; y, además, se topó con una suegra un tanto suspicaz y unas criadas chismosas. San Agustín dice que: Al principio, su suegra se irritaba contra ella por los chismes de las malas criadas.

Pero Mónica no se arredró. Sabía que era su casa y su vida, así que con toda paciencia puso en juego el arma más eficaz, la caridad, respondiendo al mal con el bien (cf. Rm 12, 21).

La suegra pronto se convenció de lo infundadas que eran las habladurías de las criadas, y reaccionó con dureza: le pidió a su hijo que les diera un escarmiento. Patricio; las azotó, y desde ese momento las dos vivieron en perfecta armonía.

Esta grandeza de alma, que muestra aquí Mónica, es el fundamento para construir la casa de paz que fue su hogar. Su hijo Agustín habla con admiración en las Confesiones de esta virtud de su madre, sobre todo porque era bastante rara entre los africanos; y llegará, incluso, a desatar una verdadera campaña pastoral contra el espíritu de rencor y venganza que con tanta facilidad afloraba en la vida de sus fieles.

La casa de Mónica fue también un lugar de paz para cuantos la frecuentaban. Con las amigas mantuvo siempre un clima de confianza sincera; para ellas fue el paño de lágrimasen que todas se desahogaban, y la mano amiga en la que encontraban el apoyo del consejo y el ejemplo.

Tenían éstas el vicio ancestral del comadreo. Mónica, por el contrario, era sumamente delicada: en tales comentarios nunca entraba, no les daba pábulo ni los aireaba cuando los escuchaba de las demás. Lo que hacía con su conversación era, más bien, esforzarse por reconciliarlas, poniendo de manifiesto lo bueno de cada una: Mi madre -dice san Agustín- no contaba de la otra nada que no sirviera para reconciliar a ambas.

Así es como vivió esa huella de Dios que es el espíritu pacificador de las bienaventuranzas (cf. Mt 5, 9): Tú, Señor, le habías regalado también este hermoso don: siempre que le era posible, se las ingeniaba para poner enjuego sus dotes pacificadoras entre cualquier tipo de personas que estuviesen en discordia.

Este hermoso don, regalo de lo alto, Mónica lo fue adquiriendo con la escucha atenta del Maestro interior: se lo habías enseñado tú, íntimo maestro suyo, en la escuela de su corazón. Porque Dios, cuando es acogido en esa intimidad del alma, comunica la ciencia de la vida y regala los dones más preciosos.

Una madre cristiana

Crió a sus hijos, pariéndoles tantas veces cuantas les veía apartarse de ti.

En su misión de esposa cristiana Mónica destaca como pocas mujeres. Pero donde realmente su figura aparece eminente es en el capítulo de madre, de madre cristiana.

Patricio y ella tuvieron, no sabemos en qué orden, tres hijos: Navigio, una hija cuyo nombre desconocemos y Agustín.
Su educación, como en toda familia romana, corrió a cargo de la madre. Agustín apenas da noticias sobre la relación de Mónica con los otros hijos. Sólo nos ha transmitido el testimonio citado: Crió a sus hijos, pariéndoles tantas veces cuantas les veía apartarse de ti. Es un testimonio que, aunque poco concreto, nos deja entrever la total dedicación a sus hijos, y resume lo que hizo en particular con san Agustín. Esto último es lo que la ha hecho famosa, y lo único que podemos recordar.

Mónica, catequista de Agustín

Nada más nacer Agustín, su madre tomó sobre sí la tarea de darle una educación lo más esmerada posible. Esto la convirtió en la gran catequista de su infancia, y le exigió numerosos sacrificios y renuncias por la formación intelectual de su hijo.

Lo primero que hizo con él fue llevarlo a la iglesia e inscribirlo en el catecumenado; y luego lo instruyó haciéndole mamar, junto con la leche, el nombre de Jesucristo: Señor, este nombre de mi Salvador, de tu Hijo, lo había mamado piadosamente mi tierno corazón con la leche de mi madre, lo había mamado por tu misericordia y lo tenía profundamente grabado.

Esta catequesis fue rica y eficaz. Su padre, pagano entonces, no pudo separarlo de la fe que Mónica le transmitía. Después, en el tiempo que vivió alejado de la Iglesia, Agustín buscará por todas partes ese nombre aprendido de pequeño, de tal forma que confesará: cuanto estaba escrito sin este nombre, por muy verídico, elegante y erudito que fuese, no me atraía del todo.

A nosotros nos puede parecer extraño que no bautizase a su hijo inmediatamente. La práctica común de aquel tiempo era retrasar el bautismo hasta que se pudiese responder de la propia fe y vida con plena consciencia. Con todo, Agustín estuvo a punto de recibirlo a los seis años, porque cayó gravemente enfermo y lo pidió con insistencia. Su madre hizo todos los preparativos para un bautismo in extremis; pero, al mejorar de repente, se volvió al cauce normal.

Mónica, muy sagaz ella en las cosas de la vida, conocía lo mudable que es el corazón del hombre, y lo ingenuos que son los fervores infantiles. No tuvo que esperar mucho para sufrir el primer sobresalto. Cuando Patricio le habló orgulloso de la virilidad del hijo, que contaba ya quince años, ella -nos cuenta san Agustín- muy preocupada me aconsejó en privado que no fornicase, y, sobretodo, que no adulterase.

Se barruntaba la lucha larga y difícil de su hijo con la continencia. Ahora bien, no echó mano de métodos represivos, pues sabía que, de hacerlo, el ambiente le ganaría la partida. Además, lo importante para ella era que Agustín abrazase la fe con la madurez requerida para vivir todas sus exigencias.

En aquel tiempo el sacramento de la penitencia sólo se podía recibir una sola vez después del bautismo; esto exigía, por tanto, una preparación responsable para entrar en este camino.

Por otra parte, ella y Patricio tenían cifradas sus esperanzas en la carrera del hijo, y no escatimaron sacrificios para que la culminara con todos los honores. Personalmente, Mónica, a diferencia de su esposo, tenía la seguridad de quelos estudios le acercarían al conocimiento de Dios.

Este fue otro motivo para no truncárselos con un matrimonio prematuro, que, en cambio, le habría ayudado a ser casto. En esto fue clarividente, como se demostró más tarde. Y, una vez muerto Patricio, redobló sus esfuerzos para que Agustín pudiese concluir los estudios superiores en la capital, Cartago, a pesar de la difícil situación económica en que quedaron.

La relación con su esposo

La relación con Patricio fue difícil, pero ejemplar. Mónica vivió en una sociedad típicamente machista. En el mundo romano las mujeres habían alcanzado el reconocimiento de un cierto respeto y dignidad, pero no eran nada infrecuentes los abusos y malos tratos por parte de los maridos.

A ella le tocó en suerte un hombre violento. Patricio tenía un carácter muy voluble; era sumamente cariñoso, pero igualmente colérico -dice su hijo-. Por esto tuvo que ejercitar con él una paciencia y una prudencia heroicas: Había aprendido a no oponerse a su marido en los momentos de ira con los hechos, y ni siquiera con la menor palabra. Aprovechaba el momento oportuno, cuando lo veía ya tranquilo y sosegado, y le explicaba lo que había hecho, si por casualidad se había enfadado más de lo justo.

Sostener este pulso todos los días sólo puede hacerlo quien haya asumido su vida como una misión apostólica y esté sostenido por los dones del Espíritu. A primera vista parecería que fue esclava de las veleidades de su esposo; pero, en realidad, su matrimonio prueba lo que ya había dicho san Pablo, que la fuerza se manifiesta en la debilidad (cf. 2 Co 12, 9).

De esta fuerza bien se podía gloriar Mónica. Pues a pesar del carácter violento de Patricio, jamás sufrió la menor agresión física de su parte. Las amigas no salían de su asombro. Sus maridos eran más pacíficos que él y, sin embargo, las maltrataban a menudo; así lo demostraban con frecuencia las marcas de los golpes, que no siempre podían ocultar.

Entonces ella, con la suavidad de la broma, les advertía seriamente sobre los malos resultados de la soberbia. Había que transigir para implantar la paz en casa, ayudar a los maridos a reconocer la verdad de las cosas y, así, vivir un cariño cada vez más profundo. Muchas de ellas la tomaron como maestra y consejera; los resultados no tardaron en experimentarlos. El secreto de Mónica estaba en haber hecho del servicio el lema de su vida y la ocupación de cada momento.

Pero habría sido una victoria pírrica si sólo hubiera conseguido de su esposo este fruto. Demasiado cara sería la sujeción de toda una vida por evitar únicamente alguna paliza. El objetivo real de Mónica era mucho más ambicioso. Ella lo que quería era la conversión de Patricio.

Sus virtudes jugaron en ello un papel fundamental; la hacían agradable a los ojos de su marido, el cual, poco a poco, las fue valorando: Se esforzó en ganarle para ti, hablándole de ti con el lenguaje de las buenas costumbres. Con ellas la ibas embelleciendo y haciéndola respetuosamente amable y admirable a los ojos del marido.

Y en esta empresa misionera no sólo tuvo que soportar el mal genio del marido; también hubo de pasar por alto una injuria más dolorosa, la infidelidad: De tal modo toleró los ultrajes a la fidelidad conyugal, que jamás tuvo con él sobre este punto la menor riña, pues esperaba que tu misericordia vendría sobre él y, creyendo en ti, se haría casto.

Aquí demuestra Mónica un fino sentido teológico. En un ambiente en que el adulterio era casi una forma social, sería perder el tiempo exigir la castidad conyugal si ésta no estaba sostenida y alimentada por una fe auténtica.

Seguramente pensará en esto san Agustín cuando, más tarde, desenvaine contra los adúlteros todas sus armas retóricas y teológicas, reclamando en este campo de la fidelidad mayores obligaciones al hombre que a la mujer. Esta intuición de Mónica sobre la dinámica de la vidacristiana se manifestará en más de una ocasión.

Es la riqueza y solidez de su fe lo que le permite soportar estas humillaciones por el bien del marido.

Este esfuerzo tampoco fue en vano. Patricio empezó a prepararse para el bautismo cuando Agustín contaba 15 ó 16 años; y bautizado murió el año 371, cuando su hijo tenía 17. Ella había triunfado de la única forma posible, con el verdadero amor. Él terminó rendido a sus pies, amándola, admirándola y aceptando su fe. Ella tenía entonces 40 años.

Esta vida ejemplar continuó después de la muerte de Patricio. Ahora la viuda Mónica dedicará su atención y esfuerzo a sus hijos y a su Dios. Se convierte así en seguidora de la enseñanza de san Pablo, como destaca su hijo al referirse a la viudez de su madre: Había sido mujer de un solo hombre, había rendido a sus padres los debidos respetos, había gobernado su casa piadosamente y contaba con el testimonio de las buenas obras.

Es lo que el Apóstol exigía en su primera carta a Timoteo (5, 4.9-10), para formar parte del grupo de las viudas. Con todo esto Mónica rubrica su entrega a Dios.

El calvario de una madre cristiana

El verdadero calvario de Mónica comenzó, sin embargo, al terminar Agustín sus estudios y volver de Cartago a su pueblo, Tagaste. Se encontró con que su hijo, al que había inculcado con tanto amor el nombre de Jesucristo, volvía maniqueo, se había hecho miembro de una secta que combatía el cristianismo.

Por este motivo lo lloró más que si lo hubiese recibido muerto: Mi madre, fiel sierva tuya, me lloraba ante ti mucho más de lo que las demás madres lloran la muerte corporal de sus hijos, porque con la fe y el espíritu que había recibido de ti veía mi muerte. Se negó en redondo a admitirlo en casa.

Pero pronto cambió de actitud. No lo hizo porque la ternura maternal le hiciese claudicar de sus convicciones; lo que la empujó a abrirle sus puertas fue un sueño que tuvo y le dio la certeza de su conversión. Agustín sabía muy bien que las decisiones de su madre eran inquebrantables, como fundadas en la oración y en lo que de ella recibía.

Por eso, cuando relata este episodio, comenta admirado: Tú la escuchaste. Porque si no, ¿cómo explicar aquel sueño con que la consolaste hasta el punto de readmitirme a vivir y compartir su mesa y hogar, cosa que en principio me había negado, horrorizada ante las blasfemias de mi error?

El sueño en cuestión fue el siguiente. Se vio, desconsolada por la situación de su hijo, sobre una regla de madera, símbolo de la fe cristiana. La acompañaba un joven resplandeciente. Éste, al saber el porqué de su dolor, le hizo ver cómo donde estaba ella se encontraba también Agustín. Lo vio compartiendo la misma fe que ella tenía y esto lo tomó como una premonición de lo alto que le serenó el espíritu.

Cuando le contó el sueño a su hijo, éste, un poco en son de chanza, intentó enredarla interpretándolo a su favor. Pero ella, con el ingenio que la caracterizaba, le respondió, refiriéndose a las palabras del joven: No me dijo: “donde él está, allí estás tú”; sino: “donde tú estás, allí está él”.

Desde este momento Mónica no parará hasta ver a su hijo convertido. Fueron años de muchas lágrimas y de intensa oración. Y, aunque aquel sueño le había devuelto la esperanza, ella no perdía la menor ocasión para conseguir el cambio de su hijo; de modo particular recurría a todos los que pensaba podrían sacarle de sus errores.

Entre éstos se topó con un obispo, a quien asediaba sin descanso para que hablase con él. El buen clérigo no le daba gran importancia al asunto; también él había sido discípulo de los maniqueos, y de forma natural y espontánea los había abandonado. Pero tanto le importunó Mónica, que, ya cansado, la despidió: Anda, vete y que vivas muchos años. Es imposible que se pierda el hijo de esas lágrimas. Ella tomó esta exclamación como un anuncio divino.

Con todo, Mónica quería estar siempre al lado de Agustín. Este marchó pronto a enseñar a Cartago, y allí lo siguió ella. Aquí, en la capital del África, fue donde sufrió la experiencia más dolorosa de su vida. Debido a las incomodidades que encontraba en su trabajo, Agustín había decidido marcharse a Roma.

Mónica quería acompañarlo a toda costa, pero él hacía lo imposible por dejarla en su tierra. Al final Agustín recurrió al engaño: le dijo que iba al puerto a despedir a un amigo y a pasar con él un rato antes de zarpar. Ella no se fiaba del todo, pero accedió a esperarle allí cerca, en la capilla de san Cipriano, el gran obispo africano.

En aquel lugar pasó la noche rezando y llorando. Al amanecer y descubrir que el barco había salido, se quedó desconsolada. Lo llamó de todo, desde mentiroso a mal hijo. Pero no dejó de rezar intensamente por él.

Si Agustín creía que unas cuantas millas podían vencer la tenacidad de su madre, estaba muy equivocado. Al cabo de un año, o poco más, Mónica se embarcó para Italia. Es difícil imaginarse el atrevimiento que un viaje así suponía en aquel tiempo: una mujer sola, de unos 55 años, que nunca ha salido de su tierra, se aventura a cruzar el mar en un barquichuelo de aquellos, a merced de los elementos y de los no infrecuentes piratas.

De hecho, dificultades no faltaron: cuenta Agustín que el viaje estuvo salpicado de tempestades, y que su madre no se amilanó; al contrario, era precisamente ella quien daba ánimo a los marineros. Como en otras ocasiones, había recibido en la oración la seguridad de que llegarían a buen puerto.

 

La conversión de Agustín

Encontró a Agustín en Milán. Ya había abandonado la secta maniquea. Con todo, ella no echó las campanas al vuelo, porque esperaba la plenitud de su conversión Lo que sí hizo fue intensificar, una vez más, la oración por su hijo. Y, desde luego, poner manos a la obra.

Pensó que Agustín sentaría cabeza si se casaba. Porque, es de saber que, desde sus tiempos de estudiante en Cartago, él vivía con una mujer, con la que tenía un niño. Esta unión no podía formalizarse en matrimonio, por ser ella de condición social más baja -así eran las normas y la mentalidad del tiempo-.

Por este motivo, Mónica se afanó en buscarle un buen partido, y le instó a despedir a la compañera. Él así lo hizo, y los dos se separaron con profundo dolor. La novia elegida contaba sólo diez años, y por ello debían esperar dos más para que la ley permitiera la boda.

Mónica se quedó satisfecha creyendo tenerlo todo bien atado. Por una vez no contaba con los proyectos sorprendentes de Dios, que colocan a Agustín en el camino de su crisis definitiva. En ese momento su hijo decide no sólo bautizarse, sino incluso abandonar los planes de matrimonio y hacerse monje.

No por eso Mónica se sintió desconcertada; al contrario, reaccionó con una explosión de júbilo: saltaba de gozo, cantaba victoria y te bendecía… porque, respecto a mí, le habías concedido mucho más de lo que no dejaba de pedirte con gemidos lastimeros y llorosos… Ya me tenía en aquella regla de fe sobre la que hacía tanto tiempo me habías mostrado a ella.

Mónica, que había esperado con tanta constancia, al final es recompensada. Ha alcanzado lo que se había propuesto. Es el año 386.

Una maestra cristiana

Con nosotros también se hallaba mi madre. Yo ya había observado con mucha atención su ingenio y entusiasmo por las cosas divinas. Empero, en una conversación que tuvimos… se me descubrió tanto su espíritu, que nadie me parecía más apto que ella para el cultivo de la sana filosofía.

Dios le concedió a nuestra santa un año más de vida; casi doce meses de saboreo del fruto cultivado con tantos trabajos y regado con tantas lágrimas. En este tiempo tenía que cuidar y acompañar al grupo que, con su hijo, estaba dando los primeros pasos en la vida cristiana. Con ellos fue a Casiciaco, finca de un amigo de Agustín, que se encontraba en la provincia de Milán.

Se retiraron a ese lugar para prepararse al bautismo. Ella se encargaba de llevar la casa, estaba pendiente de cada uno como una madre y a todos los atendía como si fuese su sierva. Allí hizo patente su inteligencia intuitiva, desarrollada en las cosas de Dios.

Filósofa; cristiana

La conversación a la que alude san Agustín en el texto que introduce este capítulo, se encuentra en su obra Sobre la vida feliz. En ella participa Mónica más de lo que podíamos imaginar, con puntualizaciones atinadísimas. Por ejemplo, pregunta Agustín a los amigos si la ciencia es el alimento del alma. Inmediatamente salta su madre: Desde luego que sí; ¿de qué otra cosa se va a alimentar el alma si no es del conocimiento y ciencia de las cosas?.

Poco después surge otra cuestión: si será o no feliz el que posea todo cuanto quiera. Vuelve ella a intervenir sentenciando: Si desea bienes y los tiene, sí; pero si desea males, aunque los alcance, será un desgraciado. Su hijo; quedó estupefacto ante esta respuesta; para aprenderla, él había necesitado estudiar a Cicerón.

No pudo menos de felicitarla con el mayor de los elogios: Madre, has conquistado el mismísimo castillo de la filosofía. Para, a renglón seguido, comentar: Creíamos hallarnos sentados junto a un insigne varón; yo me preguntaba en qué divina fuente abrevaba mi madre aquellas verdades.

Sigue la tertulia, y Mónica tiene otras intervenciones afortunadas, que todos aplauden. Hace, en primer lugar, una aplicación concreta de su explicación del hombre feliz. Comenta después cómo, a su juicio, son unos insensatos los pensadores que no creen posible conocer la verdad. En fin, intenta, incluso, definir lo que es la felicidad.

Recuerda un verso del obispo Ambrosio, que decía: ¡Oh Trinidad! Protege a quienes te invocan. Y explica que, para ella, la felicidad consiste en tener a Dios mediante la fe, la esperanza y la caridad: Esta es, sin duda, la vida feliz, porque es la vida perfecta, y a ella, según creemos, podemos ser guiados pronto en alas de una fe firme, una gozosa esperanza y una ardiente caridad.

Después de oír todas estas enseñanzas, Agustín, rendido ante tal sabiduría, se declara discípulo ferviente de su madre. Solemnemente, le confiere el título de “filósofa”, título que ella no acepta, por lo que su hijo debe explicar: “filosofía” significa “amor a la sabiduría”; auténtico filósofo es el que ama la sabiduría: tú la amas mucho más que me amas a mí, y en su amor has progresado tanto que ya no te conmueven las desgracias ni tienes miedo a la muerte. Ahí está, como todos reconocen, la ciudadela más alta de la filosofía.

 

 

El camino de la santidad

1. La liturgia

La divina fuente por la que Agustín se preguntaba estaba en la participación diaria de la liturgia. En ella abrevaba su madre; allí escuchaba la Sagrada Escritura, a la que después respondía en su vida.

A diario tomaba parte en la Eucaristía. Además, todos los días iba a la iglesia otras dos veces, para la oración de la mañana y la de la tarde sin faltar jamás, no para entretenerse en vanas conversaciones y chismorreosde viejas, sino para escuchar tus palabras y hacerte ella oír sus oraciones. No pedía oro, ni plata, ni otros bienes. Ella rezaba siempre por la conversión de su hijo; su vida era una intercesión ininterrumpida.

Este camino fue el que a Mónica le hizo ascender poco a poco hacia Dios. No nació santa; ni lo era a los 38 años, como reconoce Agustín: había comenzado ya a huir del centro de Babilonia, pero en lo demás progresaba de forma muy lenta. Le faltaba todavía alcanzar la purificación de las pequeñas cosas, hacer de Dios el único objeto del alma.

2. La oración

El diálogo con Dios llegó a serle connatural. Por eso no deben extrañarnos sus visiones: la de la regla, o la que le dio seguridad en la tormenta durante su viaje aItalia. Estos fenómenos ella los vivía como lo más normal, pero con plena lucidez, sin dejarse llevar por sus sueños e ilusiones.

Agustín lo comprobó cuando le preparaba el matrimonio. Animada por él, Mónica no dejaba de pedir a Dios una visión sobre el futuro de su hijo en ese estado; sin embargo, no obtuvo ninguna respuesta de lo alto. Sí que hizo castillos en el aire, fruto de sus cavilaciones; pero, para ella, la diferencia era clara: Decía que la diferencia entre tus revelaciones y los sueños de su alma, era capaz de distinguirla por una especie de saborcillo o deje que no podía explicar con palabras.

La eficacia de la oración es otro elemento que descubre Agustín a través de su madre. La constancia de Mónica y la fe con que oraba fueron para su hijo una escuela viva de espiritualidad. De forma detallada Agustín reconoce el influjo de la oración en su conversión. Lo hace cuando narra esos acontecimientos en las Confesiones y en sus primeros escritos, los Diálogos.

Pero, donde cobra un relieve muy significativo, es en uno de sus últimos libros, cuando él ya era anciano. En El don de la perseverancia, obra de alta teología, usa el ejemplo de las oraciones de su madre por su salvación como prueba clara de su doctrina sobre la gracia: ¿No recordáis que al narrar mi conversión manifesté bien claramente que lo que evitó mi perdición fueron las ardientes súplicas y cotidianas lágrimas de mi buena madre?

Por lo demás, para Mónica la oración era algo sagrado, que pedía respeto, seriedad y devoción. A este propósito, no deja de ser simpática aquella escena de Casiciaco. Uno del grupo, de nombre Licencio, tuvo un día la ocurrencia de ponerse a cantar un salmo mientras hacía sus necesidades corporales. Con ello se ganó una buena reprimenda de Mónica, que lo consideraba indecoroso. Él, joven y un poco fresco, le respondió algo burlón: Entonces, ¿qué? Si un enemigo me encierra en el baño, ¿ya no escuchará Dios mi voz?

3. El ayuno

Esta vida de oración, Mónica la acompañaba con el ayuno. Ayunaba como pide el evangelio: sin nadie darse cuenta cf. Mt 6, 16-18). Su método consistía en hacer lo que la Iglesia pedía y como lo pedía; con una obediencia plenamente filial.

Por ejemplo, en Milán encontró una tradición distinta a la suya: en África ayunaban los sábados, mientras que en Milán no. Su reacción fue sencilla. Por medio de Agustín, le preguntó al obispo Ambrosio cómo actuar. La respuesta fue que se acomodara a la práctica de cada lugar. Ella, sin más, aceptó el uso milanés.

Lo mismo sucedió con otra vieja costumbre africana: la de ofrecer alimentos en las tumbas de los mártires, y comerlos allí. Nada más enterarse de que Ambrosio lo tenía prohibido, lo acató con tal devoción y obediencia, que yo mismo me admiré -escribe su hijo- al ver la facilidad con que condenaba su propio uso, en lugar de criticar aquella disposición.

El amor y obediencia que profesaba a la Iglesia aparecen iluminados en el cariño con que trataba a sus ministros, y en las atenciones que tenía con los monjes. Pero por encima de todos, por el que nutrió una especial devoción fue por san Ambrosio, a quien consideraba artífice de la salvación de su hijo. Así que, cuando el Obispo de Milán se encerró en una de sus iglesias para impedir que fuese entregada a los arrianos, allí estuvo ella, en primera fila, con su celo encendido y alimentándose de la oración.

Todo esto Ambrosio lo apreció y correspondió como se merecía: El la amaba al ver su vida de piedad… Siempre que Ambrosio me veía -recuerda Agustín-, prorrumpía en alabanzas suyas, felicitándome por tener una madre como ella. Y esa era la opinión común: Todos cuantos la conocían te alababan, honraban y amaban mucho en ella; advertían tu presencia en su corazón por los frutos de su vida santa.

4. La limosna

Como era de suponer, tampoco podía faltar la limosna en la vida espiritual de Mónica. La acabamos de ver renunciando a las comidas en las tumbas de los mártires. Pues bien, lo que así ahorraba lo entregaba a los pobres: En lugar del canastillo, lleno de frutos terrenos, aprendió a llevar a los sepulcros de los mártires el pecho lleno de buenos deseos, y a dar a los pobres lo que podía. No es que hasta este momento no repartiese limosnas; las daba, y con frecuencia. En Milán lo que hace es incrementarlas.

Su vida fue, por tanto, una continua cuaresma en oración, ayunos y limosnas; una cuaresma que la purificó para un encuentro pleno con Cristo resucitado.

 

Últimos momentos

Mónica vivió llena de júbilo la vigilia pascual del año 387. Aquella noche recibieron el bautismo su hijo y su nieto, junto con Alipio, el amigo de Agustín. Inmediatamente después, todos se apresuraron a volver al África. Para ello se trasladaron a Ostia, el puerto de Roma, y allí quedaron a la espera del primer barco que zarpase.

A Mónica le restan pocos días de vida, pero todos de un sabor celestial. Un día, en la posada, Agustín y ella se encontraban asomados a una ventana que daba al jardín. En este escenario bucólico, iniciaron una conversación de lo por venir. El espíritu de ambos estaba hambriento de Dios.

Y como en un canto alternado, en escala ascendente, comenzaron a degustar todos los seres, admirándolo todo, y sin sentir saciedad en nada, hasta llegar a tocar un poco la región de la Sabiduría que ni fue ni será, sino sólo es. Es lo que se conoce como «el éxtasis de Ostia».

Al llegar a esas alturas de iluminación divina, Mónica recibió la última premonición: Hijo, por lo que a mí se refiere, nada me deleita ya en esta vida. No sé qué hago en ella, ni por qué estoy aquí, muerta a toda esperanza de esta vida.

Sólo había una cosa por la que deseaba vivir un poco más, y era verte cristiano católico antes de morir. Con creces me ha concedido esto mi Dios, puesto que te veo siervo suyo, despreciada la felicidad terrena. ¿Qué hago, pues, aquí?

La respuesta no se hizo esperar. Apenas pasados cinco días, cayó enferma de gravedad. Viéndose morir, se preocupó únicamente de pedir oraciones por su alma: Sólo os pido que dondequiera que estéis, os acordéis de mí ante el altar del Señor. Respecto a su cuerpo, le traía sin cuidado dónde lo enterraran; estaba segura de que Cristo lo resucitaría igualmente: Para Dios no hay distancias. No hay miedo de que el día del fin del mundo no sepa dónde estoy para resucitarme.

Así murió Mónica, después de nueve días de enfermedad, rodeada de sus seres queridos, feliz porque Dios le había demostrado que no abandona a quienes confían en Él. Era el verano del 387. Tenía 56 años. No hubo plañideras; ni siquiera a su nieto, que era todavía un niño, le permitieron llorar. Mónica no moría totalmente, dice su hijo Agustín, porque su vida y su fe eran garantía del futuro que a todos nos aguarda junto a Dios.

Fue sepultada allí mismo, en Ostia, a las puertas de Roma. En los primeros años del siglo V, Anicio Auquenio Basso hizo esculpir sobre su tumba la siguiente inscripción:

Aquí dejó las cenizas
tu castísima madre,
¡oh Agustín!,
nueva lumbre a tusméritos.
Tú, sacerdote fiel a las celestes prerrogativas de la paz,
educas las costumbres
de los pueblos a ti confiados.
Gloria suma te encorona,
como alabanza de tus obras,
la virtuosísima madre,
a causa del hijo más venturosa.

 

Como expresan estos versos, Mónica ha quedado íntimamente ligada a su hijo, Agustín Con todo, hemos visto a una mujer de cuerpo entero, con personalidad propia, que imprimió su huella de santidad allí por donde pasó. En su casa y en su círculo; en su esposo y en sus hijos, especialmente en Agustín, a quien enseñó el camino de la gloria eterna.

En todos los que la conocieron penetró la imagen de Dios a través de sus palabras y obras. Por este motivo la Iglesia la venera como modelo eintercesora de todas las esposas y madres cristianas que tienen en Dios fija su mirada.

La festividad de santa Mónica se ha celebrado siempre el 4 de mayo. La última reforma la trasladó al día 27 de agosto, víspera de la fiesta de san Agustín. Sin embargo, la familia agustiniana sigue recordándola en la fecha tradicional.

En 1430 sus reliquias fueron trasladadas a la iglesia romana de san Trifón, hoy dedicada a san Agustín. Allí reposan hasta que se cumpla su última esperanza, la resurrección.

 

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¿Quién fue San Agustín de Hipona?

 

 

ver en Wikipedia

Alrededor del mar de Galilea para revivir los milagros de Cristo

Una de las experiencias que más impactan al peregrino que viaja a Tierra Santa es evocar los años de predicación de Cristo en los mismos lugares donde Él lo hizo.

 

Estas ubicaciones naturales no han cambiado tanto con los siglos como quizá sí lo han hecho las ciudades de Jerusalén, Belén o Nazaret.

Para el visitante resulta fácil imaginar a Jesús capeando el temporal en el mar de Galilea, en un día de lluvia como este, o pescando.

Precisamente así se conserva esta barca, extraída con sumo cuidado del lago. Está datada en el siglo I y sus restos se mantuvieron desde entonces gracias al barro que la preservó del deterioro.

 

 

Esta nave permite hacerse una clara idea de cómo eran las embarcaciones en las que Cristo surcaba las aguas de este lugar en compañía de sus discípulos.

La barca fue descubierta en 1986, un año de especial sequía. Para evitar que la madera se desintegrara al contacto con el oxígeno, fue sometida a un complejo proceso de conservación.

Sin perder de vista el mar de Galilea, otro conmovedor escenario de la peregrinación es el monte de las Bienaventuranzas.

Muchas personas aquí se emocionan hasta las lágrimas al pensar que en este lugar Cristo pronunció el Sermón de la Montaña.

 

Galilea, Genesaret

“Es muy conmovedor ver donde Jesús caminó y ver los lugares donde los cristianos han sufrido e incluso dado la vida por su causa”.

“Para mí es como un milagro estar aquí y caminar por donde Jesús caminó. Y reflexionar aquí sobre lo que nos dijo me hace estar más cerca de Él”.

“Mi padre está en casa muy enfermo y aquí siento la presencia del Señor me está consolando siguiendo aquí sus huellas. Me siento muy consolada”.

 

Después de rememorar las Bienaventuranzas, continuando por este recorrido en torno al lago, otro de los puntos claves del camino es el santuario de la Tabgha, el lugar donde Cristo obró el milagro de la multiplicación de los panes y los peces.

Estos mosaicos bizantinos del siglo V hablan de este prodigio. En la cesta solo hay 4 panes representados a pesar de que las Escrituras hablan de la multiplicación de 5. Es así porque el quinto pan, es el pan de vida, el propio Cristo.

 

Mar de Galilea - Genesaret

 

La oración sale de forma espontánea en este lugar, tanto en actitud de recogimiento como en forma de canción tal y como hace este grupo de peregrinos de Pekín.

La última etapa de este camino es el río Jordán, que comparte aguas con el lago Tiberíades. Aquí los peregrinos pueden recibir el bautismo en el mismo lugar donde el propio Cristo lo recibió.

Un río donde, a pesar de los siglos, muchos todavía pueden abandonar la pesada carga que les oprime para retomar un camino que creían perdido.

 

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https://www.primeroscristianos.com/genesaret-mar-de-galilea/

 

Romereports

 

Avala la teoría sobre la utilización de ese métodos para la eliminación de enemigos por parte del Imperio Romano en Gran Bretaña

El hallazgo de la Universidad de Leicester

Son seis figuras esculpidas en alto relieve en un pequeño mango de bronce de poco más de 10 centímetros de largo que podría datar del siglo II o III de nuestra era. En el extremo superior, un hombre lucha con un león. Con el torso desnudo y sin armas, con sus propias manos, intenta apartar a la fiera.

 

Debajo, se ve a cuatro jóvenes desnudos, entrelazados con gestos protectores y ojos aterrorizados, presumiblemente a la espera de correr la misma suerte. Los arqueólogos creen haber hallado un fuerte indicio de que en la ciudad de Leicester de la época romana los enemigos eran lanzados en espectáculos públicos a ser devorados por leones. Algo sobre lo que hasta ahora no existen pruebas contundentes.

El hallazgo de ese mango de llave romana fue realizado por los Servicios Arqueológicos de la Universidad de Leicester (ULAS, por sus siglas en inglés) en 2017, pero el trabajo de investigación e interpretación fue realizado en el King’s Colege de Londres y publicado el pasado 9 de agosto en la revista Britannia.

 

artesana
El mango fue desenterrado de una antigua casa de épocas del Imperio Romano (Universidad de Leicester (ULAS)

 

El arqueólogo Gavin Speed, que lideró el equipo de excavación de la Universidad de Leicester, aseguró que no se había encontrado nada parecido “en ningún lugar del Imperio Romano”. La manija fue hallada debajo de una casa romana, en Great Central Street de esa ciudad del centro de Inglaterra.

“Cuando se encontró, parecía un objeto de bronce indistinguible, pero después de que limpiamos cuidadosamente el suelo de manera notable, revelamos varias caras pequeñas mirándonos, fue absolutamente asombroso”, relató Speed.

Los expertos consideran que tanto el hombre que está a punto de ser devorado por un león como los cuatro jóvenes situados por debajo son “bárbaros”, como se denominaba en la antigua Roma a todo aquel que vivía fuera de sus fronteras. La escena, consideraron, aporta elementos para ratificar que también en suelo británico se utilizó la ejecución con animales salvajes durante espectáculos públicos, una práctica que se denominaba damnatio ad bestias.

En el artículo publicado por los científicos británicos, que aporta las fotos de la pequeña reliquia, se resalta que “las figuras del mango están fundidas en alto relieve y forman dos grupos. Hacia la punta, un macho humano adulto, medio desnudo y con los ojos muy abiertos, lidia con un león macho; debajo, cuatro jóvenes desnudos se disponen alrededor de la base del asa, mirando hacia afuera pero abrazándose protectoramente”.

La figura superior, de barba y gran melena, solo vestida de la cintura para abajo y calzando sandalias descansa sus pies sobre las figuras situadas debajo. “La vestimenta y los rasgos faciales identifican claramente a la figura como un bárbaro, aunque no de un tipo étnico fácilmente reconocible”, dijeron los autores del trabajo.

“En el mango de la llave, el estado de miedo de las figuras juveniles, anticipando una muerte violenta, está señalado por sus gestos y poses enredadas”, sugirieron. Los expertos interpretaron que el miedo que muestra el rostro de los imberbes se ve plasmado en sus miradas y también en las poses retorcidas. Esto “hace eco del énfasis de las narrativas del martirio cristiano en los momentos antes de un encuentro con animales cuando el terror esperado de las víctimas contribuyó tanto a la satisfacción de la multitud como el asesinato en sí”, subrayaron.

 

“Es uno de los hallazgos más emocionantes que hemos tenido de la Leicester romana", dijo uno de los investigadores (Universidad de Leicester (ULAS)

Además, “las miradas hacia afuera de las figuras realzan el patetismo de la escena, conectándose con el espectador” de la función que evoca.

 

El coautor del trabajo, el arqueólogo John Pearce, del King’s College, aseguró que se trata de un ”objeto único” que “nos da nuestra representación más detallada de esta forma de ejecución encontrada en la Gran Bretaña romana”. “Como primer descubrimiento de este tipo, ilumina el carácter brutal de la autoridad romana en esta provincia” del imperio.

Esta nueva evidencia del pasado romano de Leicester se encontró junto con calles romanas, pisos de mosaicos y un teatro romano.

Nick Cooper de la ULAS consideró que la manija habría sido fabricada a propósito en Leicester para una casa muy importante. La casa donde se encontró está ubicada junto al teatro romano recién descubierto.

 

“Es uno de los hallazgos más emocionantes que hemos tenido de la Leicester romana", dijo uno de los investigadores (Universidad de Leicester (ULAS)

Para los autores del trabajo, los detalles que muestra el mango sobre escenas de damnatio ad bestias “sugieren un encargo ejecutado con conocimientos específicos del espectáculo romano” por parte del autor de la artesanía.

 

 

“No es imposible que la creación de la manija se inspiró directamente en un espectáculo ubicado en Gran Bretaña, incluso quizás en el adyacente teatro” de Leicester, especularon.

“Es uno de los hallazgos más emocionantes que hemos tenido de la Leicester romana y tiene una gran historia que contar sobre la vida” de esa ciudad que fue dominada por el Imperio Romano desde aproximadamente el año 50 d.C. El pequeño mango es una “posible evidencia que brinda de actividades que podrían haber tenido lugar en el teatro, o posiblemente en un anfiteatro que aún no lo hemos descubierto “, agregó Cooper.

“Dentro de un pequeño asa, de unos 10 cm de largo, tienes una historia que evoluciona allí sobre la práctica del derecho romano en la que los criminales y prisioneros de guerra son condenados a ser asesinados por bestias”, reflexionó. “Eso fue un poco peor que ser condenados a las minas, que es la otra forma en que los prisioneros a menudo encontraban su fin”.

 

artesana

 

 

La damnatio ad bestias (condena a las fieras) fue practicada como pena capital por la antigua Roma. El condenado era lanzado en un anfiteatro junto con alguna fiera, que podía ser un león, pero también fueron utilizados otros animales salvajes. Se trató de una ejecución puesta en práctica en el siglo II a.C. y era, a la vez, un espectáculo que el emperador brindaba a las clases bajas. Las penas fueron aplicadas a los “bárbaros”, pero también a criminales, esclavos fugitivos y a los primeros cristianos.

La víctima en ocasiones era atada a un poste y un soldado azuzaba a la bestia para que lo atacase. Según registros históricos, además de leones se utilizaban otros animales como osos, tigres, leopardos, panteras negras y toros.

Este tipo de ejecuciones se realizaban especialmente en el Anfiteatro Flavio, o Coliseo de Roma, pero también se extendieron a otras provincias romanas. En los últimos años los científicos británicos comenzaron a hallar algunos indicios sobre la práctica también en la isla de Inglaterra. Fue prohibida en el año 681.

La manija de bronce será exhibida públicamente en el Museo Jewry Wall de Leicester, que actualmente se está remodelando y reabrirá en 2023.

 

 

 

Zaqueo, la conversión del recaudador de impuestos

Personaje del Evangelio que aparece tan sólo en Lc 19,1-10. El nombre se explica como una abreviación de Zekaryá (Zacarías), o por la raíz hebraica zkh, y significa algo como «el puro», explicación más fácil, pero que extraña aplicada a un «jefe de publicanos».

 

Esto era, en efecto, Zaqueo y aun en los labios de Cristo era peyorativa la dicción «publicano» (Mt 18,17; 21,32 s.; cfr. Le 3,12). Como «jefe de publicanos» o recaudadores parece que Zaqueo había obtenido de la administración romana el derecho de recaudación en la zona de Jericó (v.) y lo ejercía mediante subalternos. Era Zaqueo «hijo de Abraham», es decir, no pagano.

 

Encuentro con Jesús

Zaqueo aparece en el Nuevo Testamento, en el Evangelio de Lucas, 19, 1–10, cuando Jesucristo entra en Jericó. Era un publicano, jefe de recaudadores y muy rico. Los recaudadores trabajaban para los romanos y además pedían más dinero del que los romanos exigían haciéndose de esta manera ricos fácilmente, por lo que eran doblemente odiados.

Zaqueo era bajo de estatura y por ese motivo, cuando Jesús entró en la ciudad de Jericó, todo el mundo se agolpó para verlo y él se quedó atrás y no llegaba a verlo. Entonces se adelantó y subió a una especie de higuera, un sicomoro (Ficus sycomorus), ya que iba a pasar delante de ella. Cuando Jesús llegó a aquel sitio, le dijo:

Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa.

Higuera de Zaqueo en Jericó.

 

Ante esto el pueblo murmuró que se iba a hospedar en casa de un pecador. Zaqueo replica que dará a los pobres la mitad de lo que tiene, y si defraudó a alguien anteriormente le dará el cuádruple. Jesús responde que la salvación ha llegado a su casa porque él también es hijo de Abraham.

El Hijo del hombre ha venido a buscar lo que el estaba perdido.

 

La historia

En conexión con su oficio anota Le que Zaqueo era rico; y Zaqueo admite la posibilidad de haber causado a alguien una exacción que le impone restitución. Parece indicar esto que había incurrido en la codicia frecuente en los recaudadores (Lc 3,12 s.), aparte el colaboracionismo con la potencia pagana ocupante (Roma), que para un judío implicaba una infracción política y religiosa.

Por eso la gente «refunfuñaban cuando jesús se dirige con familiaridad a Zaqueo -que se había subido a un árbol para ver a Jesús porque era pequeño-, y se da por invitado para alojarse en su casa, la casa de un «pecador».

 

Zaqueo

 

Zaqueo, gozoso de la visita, decide dar la mitad de sus bienes a los pobres y restituir triplicada la cantidad defraudada, cuando la Ley (Num 5,7) exigía restituir lo defraudado más un quinto de su valor. La lección evangélica es que con jesús va la «salvación» y con ella Zaqueo, pecador y perdido, vuelve a la ley divina y a la comunión espiritual de Israel.

Tradiciones conservadas en las Const. Apost. (VII,46: PG 1,1048 s.) y Recogn. (III,65 ss.: PG 1,1310 ss.) dicen que Zaqueo fue ordenado por San Pedro, a quien había seguido, como obispo de Cesarea de Palestina. Una tradición oriental supone que lo hayan matado en el Hauran, Siria. Otra tradición lo hace misionero de la zona de Quercy, Francia (fiesta, 23 agosto).

“Miremos hoy a Zaqueo en el árbol –decía el Papa Francisco-: su gesto es un gesto ridículo, pero es un gesto de salvación. Y yo te digo a ti: si tienes un peso en tu conciencia, si tienes vergüenza por tantas cosas que has cometido, detente un poco, no te asustes.

Piensa que alguien te espera porque nunca dejó de recordarte; y este alguien es tu Padre, es Dios quien te espera. Trépate, como hizo Zaqueo, sube al árbol del deseo de ser perdonado; yo te aseguro que no quedarás decepcionado. Jesús es misericordioso y jamás se cansa de perdonar" Papa Francisco, Ángelus 3 de noviembre de 2013.

 

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Zaqueo - Una vocación inesperada e insólita

 

M. MIGUÉNS ANGUEIRA. (GER)

BIBL.: A. M. COCAGNAC, Zachée, 1'Église et la maison des pécheurs, «Assemblées du Seigneur» 91 (1964) 39-51; P. ROUILLARD, Zachée, descend vite, «La Vie Spirituelle» CXXV,514 (1965), 300s

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