A lo largo de toda la historia, los Padres de la Iglesia, sus pastores, sus doctores, han enseñado la misma doctrina sobre la ilegitimidad del aborto.
LA DIDACHE siglo I“El segundo mandamiento de la enseñanza: No asesinarás. No cometerás adulterio. No seducirás a los niños. No cometerás fornicación. No robarás. No practicarás magia. No usarás pociones. No provocarás [un] aborto, ni destruirás a un niño recién nacido” (Didajé 2:1–2 [70 d.C.]).
“El camino de la luz, entonces, es el siguiente. Si alguno desea viajar al lugar señalado, debe ser celoso en sus obras. El conocimiento, por tanto, que se nos da con el fin de caminar de esta manera, es el siguiente. . . . No matarás al niño procurándole el aborto; ni tampoco lo destruirás después de que haya nacido” (Carta de Bernabé 19 [74 d.C.]).
“¿Qué hombre en su sano juicio, por tanto, afirmará, siendo tal nuestro carácter, que somos asesinos? . . . Cuando decimos que aquellas mujeres que usan drogas para provocar el aborto cometen un asesinato y tendrán que dar cuenta a Dios por el aborto, ¿bajo qué principio deberíamos cometer un asesinato?
Porque no corresponde a la misma persona considerar al mismo feto en el vientre como un ser creado, y por tanto objeto del cuidado de Dios, y cuando ha pasado a la vida, matarlo; y no exponer a un niño, porque quienes lo exponen son acusados de asesinato de niños, y por otra parte, cuando ha sido criado para destruirlo” (Súplica a favor de los cristianos 35 [177 d.C.]).
“En nuestro caso, al estar prohibido para siempre el asesinato, no podemos destruir ni siquiera al feto en el útero, mientras que el ser humano todavía obtiene sangre de las otras partes del cuerpo para su sustento. Impedir un nacimiento no es más que matar a un hombre más rápidamente; ni importa si se quita la vida que nace, o se destruye la que está por nacer. Ése es un hombre que va a serlo; ya tienes el fruto en su semilla” (Apología 9:8 [197 d.C.]).
“Entre las herramientas de los cirujanos hay un instrumento determinado, que está formado por un marco flexible bien ajustado para, en primer lugar, abrir el útero y mantenerlo abierto; está además provisto de una cuchilla anular, por medio de la cual se disecan los miembros [del niño] dentro del útero con cuidado ansioso pero inquebrantable; siendo su último apéndice un gancho romo o cubierto, con el que se extrae todo el feto mediante un parto violento.
“Existe también [otro instrumento en forma de] una aguja o púa de cobre, mediante la cual se gestiona la muerte misma en este robo furtivo de la vida: Le dan, por su función infanticida, el nombre de embruosphaktes, [es decir]” el asesino del niño”, que por supuesto estaba vivo. . . “[Los médicos que practicaban abortos] sabían muy bien que se había concebido un ser vivo, y [ellos] se compadecieron de este desdichado estado infantil, que primero tuvo que ser ejecutado para escapar de ser torturado vivo” (El Alma 25 [210 d.C.]).
“Ahora admitimos que la vida comienza con la concepción porque sostenemos que el alma también comienza desde la concepción; la vida comienza en el mismo momento y lugar que el alma” (ibid., 27). “La ley de Moisés, en verdad, castiga con las penas debidas al hombre que causare el aborto [Éx. 21:22–24]” (ibid., 37).
“Hay algunas mujeres [paganas] que, al beber preparados médicos, extinguen en sus entrañas la fuente del futuro varón y cometen así un parricidio antes de dar a luz. Y estas cosas ciertamente proceden de la enseñanza de vuestros [falsos] dioses. . . . A nosotros [los cristianos] no nos es lícito ni ver ni oír hablar de homicidio” (Octavio 30 [226 d.C.]).
“Las mujeres que tenían fama de creyentes comenzaron a tomar drogas para volverse estériles y a atarse fuertemente para expulsar lo que estaba engendrando, ya que, a causa de los parientes y el exceso de riqueza, no querían tener un hijo de un esclavo o por cualquier persona insignificante. ¡Mira, pues, hasta qué gran impiedad ha procedido ese inicuo, al enseñar el adulterio y el asesinato al mismo tiempo! (Refutación de todas las herejías [228 d.C.]).
“En cuanto a las mujeres que fornican y destruyen lo que han concebido, o que se emplean en fabricar drogas para abortar, un decreto anterior las excluía hasta la hora de la muerte, y algunos han consentido. Sin embargo, deseando utilizar una lenidad algo mayor, hemos ordenado que cumplan diez años [de penitencia], según los grados prescritos” (canon 21 [314 d.C.]).
“La que provoque el aborto, pase diez años de penitencia, ya sea que el embrión esté perfectamente formado o no” (Primera Carta Canónica, canon 2 [374 d.C.]).
“Es homicida... ; también lo son los que toman medicinas para provocar el aborto” (ibid., canon 8).
“Por tanto os ruego que huyáis de la fornicación. . . . ¿Por qué sembrar donde la tierra se encarga de destruir el fruto? ¿Dónde hay muchos esfuerzos por abortar? ¿Dónde hay asesinato antes del nacimiento? Porque ni siquiera a la ramera dejarás que siga siendo una simple ramera, sino hazla también asesina. Ves cómo la embriaguez lleva a la prostitución, la prostitución al adulterio, el adulterio al asesinato; o más bien a algo incluso peor que el asesinato. Porque no tengo nombre que darle, ya que no quita lo que nace, sino que impide que nazca.
¿Por qué entonces abusas del don de Dios, y luchas con sus leyes, y sigues lo que es una maldición como si fuera una bendición, y haces de la cámara de la procreación una cámara para el asesinato, y armas a la mujer que fue dada para tener hijos para el matadero? ? Porque para sacar más dinero siendo agradable y objeto de deseo para sus amantes, ni siquiera esto se resiste a hacerlo, amontonando así sobre tu cabeza un gran montón de fuego. Porque incluso si la acción atrevida es de ella, la causa de la misma es tuya” (Homilías sobre Romanos 24 [391 d.C.]).
“Algunos llegan incluso a tomar pociones para asegurar la esterilidad y asesinar así a seres humanos casi antes de su concepción. Algunas, cuando se encuentran encintas a causa de su pecado, utilizan drogas para procurar el aborto, y cuando, como sucede a menudo, mueren con su descendencia, entran al mundo inferior cargadas con la culpa no sólo de adulterio contra Cristo sino también de suicidio y asesinato de niños” (Cartas 22:13 [396 d.C.]).
Desde el ataque se abrió un proceso de investigación para encontrar a los responsables del atentado. Muchos líderes mundiales pidieron al gobierno de Sri Lanka que haga justicia. El papa aprovechó el tercer aniversario de los atentados para hacer este llamamiento público.
FRANCISCO
No quisiera terminar sin hacer un llamamiento a las autoridades de su país. Por favor y por el bien por la justicia, por el bien de tu pueblo, que se aclare de una vez por todas quiénes fueron responsable de estos hechos [los atentados de Semana Santa de 2019]. Esto traerá paz a su conciencia y a la Patria.
Casi 5 años después, la comunidad católica no ha olvidado a las más de 200 personas asesinadas ese día.
CARD. MALCOLM RANJITH
Arzobispo de Colombo, Sri Lanka
Hemos construido un cementerio especial en Kotahena o Nigambo. Tuvimos que comprar un terreno porque el cementerio católico estaba repleto, lleno de cadáveres y no podíamos enterrarlos a todos allí.
También hay un memorial en una de las iglesias que fueron destruidas aquel Domingo de Pascua.
CARD. MALCOLM RANJITH
Arzobispo de Colombo, Sri Lanka
Hay un memorial dentro de la iglesia. Reservamos una zona y escribimos todos los nombres en una lápida de piedra que construimos en la iglesia de San Sebastián.
Muchas personas han acudido a los memoriales para pedir la intercesión de estos hombres y mujeres. El cardenal Ranjith dijo que son ejemplos de los mártires modernos de los que el papa habla a menudo.

CARD. MALCOLM RANJITH
Arzobispo de Colombo, Sri Lanka
Dieron sus vidas por la fe, porque los atacantes lo hicieron por odio a la fe. Odium fidei, así lo llaman. Odiaban a los cristianos y atacaron a estos inocentes. Los mataron. Para nosotros son mártires porque murieron yendo a la Iglesia, por eso promovemos su causa.
El 21 de abril se cumplen 5 años del atentado. Es el tiempo mínimo que exige el Vaticano para iniciar el proceso de beatificación. Y en Sri Lanka lo tienen claro. En cuanto se cumpla ese aniversario, se pondrán manos a la obra.
FUENTE: www.romereports.com
No creo que haya muchos hombres que tengan una veneración más humilde por el Nuevo Testamento, o una conciencia más profunda de su total suficiencia, que yo". Así de orgulloso profesaba su fe el escritor Charles Dickens en una carta enviada a un clérigo en 1856. No es un secreto, para cualquier lector aficionado o superficial de sus novelas, que exista un trasvase entre la personalidad de Jesucristo y la de los personajes más célebres del escritor británico, aunque solo sea desde el punto de vista moral: es mejor ser pobre y bondadoso con el prójimo, que ser rico y pasar por encima a todo el mundo. De ahí que contemporáneos suyos, como Fiódor Dostoievsky, un autor de prosa mucho más oscura, le tildaran de "gran cristiano", no sabemos si haciendo uso de la ironía o de una seriedad mucho más profunda.
Lo que Dostoievsky seguro no supo en vida es que Dickens había escrito una narración personal sobre el personaje central del Antiguo Testamento, Jesús de Nazaret. Esto es un hecho, ya que el autor británico guardó el manuscrito con celo y pidió a sus familiares más próximos conservarlo en un lugar seguro porque pensaba que, al ser un escritor ya reputado, se pervertiría la esencia de la obra en caso de llegar a lucrarse con el título.
Este manuscrito quedó en manos del hijo de Dickens, sir Henry Fielding Dickens, quien falleció en 1933 tras ser atropellado por una motocicleta. Solo siete semanas después, su viuda corrió a los despachos del rotativo británico Daily Mail a vender tan jugoso archivo por 210.000 dólares. En cuanto fue publicado, supuso un éxito en ventas. ¿Una novela escondida de Dickens? En realidad, un relato universal: La vida de Nuestro Señor, que así se llamaba el texto, se convirtió en la narración más humana que nadie hizo nunca sobre Jesús.
Precisamente porque estaba pensado para leer a sus hijos, el cuento estaba despojado de toda épica religiosa y grandiosidad literaria. Era un relato sencillo que trataba de la vida y obra de Jesús sin más pretensión que hacerla interesante para los niños. Ahora, 91 años después de su publicación en 1934, sale a la luz su versión cinematográfica, esta vez bajo la fórmula del cine de animación. El Rey de Reyes es la nueva producción coreo-norteamericana que ha arrasado en taquilla en Estados Unidos desde su estreno en abril, y que estas navidades llega a España de la mano de A Contracorriente Films.
Con más de 60 millones recaudados desde que se estrenó, El rey de reyes se ha convertido en uno de los films para niños más exitosos de los últimos años (hay que remontarse a 1998, cuando se estrenó para encontrar una película animada de temática similar). Quizá una de las causas sea su estelar reparto (en las voces): Kenneth Branagh hace del propio Dickens, Oscar Isaac de Jesucristo, Mark Hamill como Herodes, Pierce Brosnan como Poncio Pilatos o Uma Thurman como Catherine, la mujer de Dickens. Otro de los posibles secretos de su triunfo en taquilla ha podido ser el reclamo de ser Charles Dickens quien te cuenta la vida de Jesús, lo que sin duda resulta muy original dentro del cine bíblico.
Lo cierto es que la productora, Angel Studios, ya alcanzó una gran fama y notoriedad dentro de las salas norteamericanas en 2023 después de la polémica película interpretada por Jim Caviezel (famoso por su papel en La Pasión de Cristo) que trataba las redes criminales de pedofilia y abuso infantil con toques conspiranoicos. En esta nueva película, en cambio, no veremos ni un solo rastro de crueldad o violencia, más allá de la que exige la propia historia; algo harto difícil al tratarse de una figura como la de Jesús, quien fue condenado a la tortura y a la crucifixión por su propio pueblo tras haber cometido el 'pecado' de postularse como Hijo de Dios.
El Rey de Reyes ha sentado bien a la crítica estadounidense, aunque en algunos medios, como se ha criticado aquello que precisamente Dickens quería evitar: que se usara la imagen de Jesucristo así, como su vida y obra, para vender entradas de cine. Otras resaltan el reto (conseguido) de adaptar al público infantil una historia tan amplia y desmesurada como la Biblia (sí, también se narran momentos del Antiguo Testamento, como la huida del pueblo de Israel de Egipto o la expulsión de Adán y Eva del Paraíso). "Que sea lo suficientemente inteligente para niños y lo suficientemente ligera para adultos", expresó Rob Edwards a este respecto en Screen Rant, el coautor del guion junto con el director, Seong-ho Jang.
"Lejos de honrar a sus padres, Dickens los caricaturizó sin piedad como el egoísta señor Dorrit y la chismosa señora Nickelby"
Pero, ¿cómo vivía por dentro la religión cristiana Charles Dickens como para escribir este relato en su día? Jake Kerridge, periodista de The Telegraph, ahonda en un interesante reportaje sobre la personalidad del autor y en sus novelas para descubrir qué es lo que le ataba a la obra de Jesús. "Dickens no estuvo siempre a la altura de sus ideales cristianos", comenta. "Trató a su esposa Catherine de una forma abominable", muy lejos de la representación que hace Edwards en la película, "y cometió adulterio con Nelly Ternan, una mujer mucho más joven que él".
"Lejos de honrar a sus padres", prosigue Kerridge, "los caricaturizó sin piedad como el egoísta señor Dorrit y la chismosa señora Nickelby. Y su insistencia en la paciencia cristiana, incluso con los malvados, no le impidió llamar a la policía para denunciar a quienes decían palabrotas u orinaban en la calle. Aun así, su cristianismo era muy práctico. Rezaba dos veces al día y, de adulto, asistía al templo con mucha más regularidad que de niño. Durante la mayor parte de su vida practicó el anglicanismo convencional. No le gustaba mucho el catolicismo romano".
Pero dejemos al propio Dickens que exprese por sí mismo qué significaba para él el cristianismo a través de un fragmento extraído de La vida de Nuestro Señor. "Es cristiano hacer el bien siempre, incluso con aquellos que nos hacen mal. Es cristiano amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, y tratar a todas las personas como nos gustaría que nos trataran a nosotros. Es cristiano ser amable, misericordioso y clemente, y resguardar esas cualidades en nuestro corazón, y nunca hacer alarde de ellas ni de nuestras oraciones ni de nuestro amor a Dios, sino siempre manifestar que lo amamos a Él al tratar humildemente de hacer lo correcto en todo".

El 11 de diciembre de 2025, el Papa León XIV ha emitido una significativa Carta Apostólica con motivo del centenario de la fundación del Pontificio Instituto de Arqueología Cristiana (PIAC). Lejos de ser un mero tributo institucional, el documento ofrece una reflexión profunda sobre la misión de la arqueología cristiana, elevándola a la categoría de "memoria viva" y "ministerio de esperanza" en un mundo que, según el Pontífice, tiende peligrosamente a olvidar sus fundamentos y a consumir rápidamente el sentido de la historia. Esta disciplina, insiste el Papa, no es un culto estéril al pasado ni un ejercicio académico aislado, sino una herramienta crucial para la evangelización y la comprensión tangible de la fe.
La Carta Apostólica repasa la admirable trayectoria del PIAC a lo largo de cien años, desde su creación para formar expertos en las huellas materiales del cristianismo primitivo. El Papa León XIV destaca la contribución fundamental del Instituto a la formación de arqueólogos rigurosos que han trabajado incansablemente en catacumbas, basílicas, museos y yacimientos a lo largo y ancho del mundo cristiano. El Pontífice recordó proyectos emblemáticos, como las históricas excavaciones bajo la Basílica de San Pedro y las labores en la Basílica de San Pablo Extramuros, que han permitido a la Iglesia "comprender mejor los testimonios materiales del cristianismo primitivo" y la expansión inicial de la fe. La misión del PIAC es, esencialmente, custodiar y descifrar los restos materiales que son la prueba palpable de que la fe no nació de una idea abstracta, sino de un evento histórico concreto. En la era de la inteligencia artificial y la rápida obsolescencia digital, la custodia de estos artefactos tangibles se vuelve más esencial que nunca para mantener viva la "llama de la conciencia colectiva" en la Iglesia y en la sociedad.

La arqueología, por tanto, se presenta como una disciplina con vocación universal, que ha trascendido fronteras académicas y geográficas, estableciendo un diálogo constante con las culturas locales y con otras ramas del saber. El Papa anima a los académicos a mantener este enfoque interdisciplinario, asegurando que la verdad de la fe cristiana es inseparable de su historia concreta.
León XIV desarrolla un punto teológico central: la arqueología cristiana es la aliada indispensable de la teología. "El cristianismo no nació de una idea, sino de una carne", recuerda el Papa, enfatizando que la fe se basa en "hechos concretos, en rostros, en gestos, en palabras pronunciadas en una lengua, en una época, en un entorno". La labor del arqueólogo, por lo tanto, es "hacer visible el Verbo de la vida, dar testimonio de que Dios se ha encarnado" y que "la salvación ha dejado huellas en la historia". Este es el profundo valor evangelizador de la arqueología, que habla a creyentes y no creyentes. El Pontífice sostiene que no se puede comprender plenamente la teología sin la inteligencia de los lugares y las huellas materiales que dan testimonio de la fe de los primeros siglos. Cada fragmento, cada grabado en las catacumbas, o cada inscripción desgastada, revela "el aliento de una época, el sentido de una fe y el silencio de una oración".
![]()
León XIV describe la arqueología como una "escuela de humildad" y de "ecología espiritual", que educa en el respeto de la materia, la memoria y la historia. El arqueólogo "no descarta nada, sino que conserva. No consume, sino que contempla. No destruye, sino que descifra". Esta mirada paciente y rigurosa es un antídoto contra la prisa y el olvido de la sociedad contemporánea, enseñando una fidelidad creativa en lugar de una imitación mecánica del pasado. Es una sabiduría capaz de discernir lo que el Espíritu Santo ha suscitado a lo largo de los siglos, proporcionando así una base compartida y una "memoria reconciliada".
La arqueología, según el Pontífice, tiene una profunda dimensión pastoral y social, lo que la convierte en un auténtico "ministerio de esperanza". Al devolver la dignidad a los olvidados y sacar a la luz la santidad anónima de tantos fieles, la disciplina narra la historia de la salvación. Los símbolos encontrados en las catacumbas —el Buen Pastor, el pez, el ancla— siempre han hablado de la expectativa cristiana de la vida eterna, infundiendo coraje en tiempos de dificultad. De este modo, la memoria del pasado, iluminada por la fe y purificada por la caridad, se convierte en alimento para la esperanza que tanto necesita el mundo actual, marcado por crisis humanitarias y conflictos.
![]()
Finalmente, León XIV enfatiza la importancia de la **"diplomacia de la cultura"**. El trabajo arqueológico es un "poderoso instrumento de diálogo" capaz de tender puentes entre mundos distantes, culturas diferentes y generaciones, al ser portadores de conocimiento y ciencia. El cristianismo se encuentra sin duda entre las raíces de la sociedad y de las naciones europeas, y el trabajo de los arqueólogos es una respuesta a ese llamamiento a la paz y a la unidad. El Papa concluye exhortando a los profesionales: "Sean incansables en la búsqueda, rigurosos en el análisis, apasionados en la divulgación", para que su labor sea un servicio de amor a la Iglesia y a toda la humanidad, iluminada por la luz del Espíritu Santo.
Por Vatican News, 11 de diciembre de 2025. El Pontífice reivindica el valor evangelizador de la historia material.
Sufrió el martirio durante la persecución de Diocleciano, en la ciudad siciliana de Siracusa, el 13 diciembre de 304. De Santa Lucía no poseemos datos históricamente seguros. Las actas que conservamos de su martirio son apócrifas y en ellas se refleja todo el encanto popular que supo vestir de leyenda la vida de una mártir venerada en toda la Iglesia antigua.
Esta Passio que debió de redactarse en el siglo V ó el VI y de la que tenemos una versión griega y otra latina, pertenece al tipo de leyendas hagiográficas que tienen por finalidad exaltar la grandeza de la virginidad cristiana, conservando siempre un cierto núcleo de verdad histórica.
Según la Passio, Lucía nació en Siracusa de padres ricos y nobles, que lo eran aún más por su fe cristiana. En esta fe educaron a su hija. El padre debió de morir pronto, siendo ella muy niña aún. La madre, Eutiquia, quedó al cuidado de su única hija y cuando alcanzó la edad necesaria la prometió en matrimonio a un joven pagano.

Quiere la leyenda subrayar que Lucía no fue partidaria de este compromiso matrimonial, porque el impulso de la gracia la había llevado a consagrar perpetuamente su virginidad a Jesucristo.
Habiendo enfermado Eutiquia, madre e hija acudieron al sepulcro de la venerada Santa Agueda, en Catania, donde las curaciones milagrosas eran frecuentes, pidiendo con fe la curación. Fue entonces cuando Lucía cayó en una especie de sueño y se le apareció Santa Agueda que con rostro sereno y alegre le dijo: «Lucía, hermana querida, ¿por qué me pides a mí lo que tú misma puedes obtener en favor de tu madre?
Has de saber que por tu fe ha conseguido la curación, y así como Jesucristo ha hecho por mí famosa la ciudad de Catania, igualmente por ti hará célebre la ciudad de Siracusa, porque en tu virginal corazón le has preparado una agradable mansión».
Vuelta en sí Lucía manifestó a su madre la visión que acababa de tener. Eutiquia, conmovida por la curación que había sentido operarse en su cuerpo, aceptó la propuesta que le hizo su hija: entregar a los pobres de Cristo la dote que pensaba darle a ella. De retorno a casa empezaron a distribuir sus riquezas entre los pobres. Esta prodigalidad irritó al joven prometido de Lucía, que la delató ante el juez Pascasio como cristiana.
Llevada ante el tribunal, se confesó cristiana y ni las amenazas ni los halagos pudieron inducirla a llevar a cabo cualquier gesto que pudiera interpretarse como culto a los ídolos. A los razonamientos del juez, Lucía contestaba con otros más brillantes, de tal modo que éste ya exasperado la amenazó diciendo: «Se acabarán tus palabras, cuando pasemos a los tormentos». «A los siervos de Dios, contestó Lucía no les pueden faltar las palabras, pues el Señor Jesucristo les ha dicho:
Cuando seáis llevados ante gobernadores y reyes, no os preocupéis de cómo o qué habéis de decir, porque se os dará en aquel momento lo que habéis de decir; pues no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre quien hablará en vosotros» (Mt 10,18 ss.).

Nuevamente volvió a interrogar Pascasio: « ¿Acaso está en ti el Espíritu Santo?», y la santa le contestó: «Los que viven piadosa y castamente son templos del Espíritu Santo».
«Pues yo te haré llevar a un lugar infame para que el Espíritu Santo te deje», fue la respuesta del juez.
A estas amenazadoras palabras, Lucía contestó: «Si ordenas que sea violada por la fuerza, mi castidad será honrada con doble corona».
Quizá en este breve diálogo se dé el núcleo histórico que luego adornó la leyenda. En las actas auténticas que poseemos de otros mártires no suele faltar este diálogo entre el juez y el reo, que era recogido por los taquígrafos oficiales.
La Passio continúa refiriendo cómo el juez mandó a los soldados que llevaran a Lucía a un lupanar; pero una fuerza especial la mantenía en su sitio, sin que pudieran moverla de allí. Luego fue revestida de pez y materias inflamables, prendiéndola fuego; pero éste no dañó su cuerpo virginal. Exasperado Pascasio ante la resistencia de la joven y viendo que no conseguía su propósito, ordenó traspasar su garganta con una espada. El cuerpo de Lucía fue enterrado en Siracusa y bien pronto su sepulcro llegó a ser meta de peregrinaciones y lugar de prodigios.
¿Qué fue de las reliquias de Lucía? Este es otro de los problemas planteados en torno a la mártir siracusana. Desgraciadamente vemos que la tradición, más que aportar luz y suplir la falta de datos seguros, dificulta aún más el problema, dando dos versiones distintas acerca de su destino a través de los siglos.

Una de éstas afirma que las reliquias de Lucía estuvieron en Siracusa hasta el s. VIII.; de allí fueron trasladadas a Corfino, en los Abruzos, y por concesión de Otón I pasaron a Metz.
En 1042 un brazo de Lucía llegó al monasterio de Luitboug por donación del emperador Enrique III. Para la otra versión, el traslado fue en 822 a Constantinopla y luego a Venecia, tras la ocupación de aquélla por los cruzados. Colocadas en el monasterio de San Jorge, pasarían luego a la iglesia dedicada a la santa.
El más antiguo testimonio es la inscripción auténtica de fines del siglo IV en la catacumba de SAN Giovanni de Siracusa. Dice así: «Euskia... murió en la fiesta de mi Santa Lucía...». El Sacramentarium Gelasianum y el Gregorianum señalan su fiesta el 13 de diciembre. En igual fecha la conmemora el Martyrologium Hieronymianum.
En el siglo VI existía en Roma un monasterio, además del de Siracusa, consagrado a su memoria. Honorio I (625-638) le consagró una iglesia. Su nombre con el de Santa Águeda fue introducido en el canon de la misa, quizá por San Gregorio Magno.
La iconografía representa a Lucía llevando en un platillo sus propios ojos. No hay ningún dato histórico o legendario que fundamente este hecho. Quizá surgió por su nombre, que significa luz o luminosidad y los ojos serían el símbolo de la luz. Por la misma razón debió de ser invocada en las enfermedades de los ojos y considerada como protectora de la vista. Su fiesta se celebra el 13 de Diciembre.
FIDEL G. CUÉLLAR. (G.E.R.)
BIBL.: Anallecta Bollandiana, XXIII,492; A. LECLERCQ, en DACL IX, 2616-2618 y XV,1840-1855; C. GAETANI, Memorie intorno al martirio e culto di S. Lucia, Siracusa 1879; H. DELEHAYE, Les origines du culte des martyrs, 2 ed. Bruselas 1933, 310; G. SimoNELLI, Vita di S. Lucia, Caserta 1893; A. DUFOURCQ, Étude sur les Gesta martyrum romains, II, París 1907, 188 ss.; G. GOYAU, Sainte Lucie, 1921; V. L. KENNEDY, The saints of the canon of the Mass, Roma 1938, 169-173; A. AMORE, M. C. CELLETTI, Lucia di Siracusa, en Bibl. Sanct. 8,241-257.
Dr. HAGAY DVIR
Jefe de Desarrollo Turístico - Autoridad de Naturaleza y Parques de Israel
Visitar este lugar y admirar este descubrimiento es de suma importancia. Por primera vez, podemos hablar de la actividad marítima de Jesús en el Mar de Galilea, y no solo de sus obras en tierra. Estamos acostumbrados a visitar los lugares donde realizó milagros, pero aquí tenemos una oportunidad única y valiosa para experimentar verdaderamente su presencia y actividad en el mar.
Jesús dejó Nazaret y se estableció en Cafarnaúm, convirtiéndolo en el centro de su misión. Allí llamó a sus discípulos, pescadores, y desde este lugar salió a encontrarse con la gente de la región, antes de regresar. Podemos imaginar y leer en los Evangelios los pasajes en los que Jesús sube y baja de la barca, camina sobre el agua y realiza muchos otros milagros en el mar. Es como si pudiéramos verlo con nuestros propios ojos y tocarlo con nuestras propias manos.
Dr. HAGAY DVIR
Jefe de Desarrollo Turístico - Autoridad de Naturaleza y Parques de Israel
Imaginamos a Jesús regresando de Kursi, tras cruzar el Mar de Galilea, o después de predicar en la zona de Tabgha, y volviendo a casa al anochecer, mientras miles de fieles —personas que buscan sanación, oración y consejo— lo esperan en este mismo lugar, deseosos de escucharlo y tocarlo.
El descenso del nivel del lago facilitó el descubrimiento del muelle, ya descrito décadas atrás por el investigador Mandel Loon, quien lo había cartografiado. A diferencia de los muelles modernos, que son continuos y lineales, el romano estaba construido en celdas, con nichos que servían de amarre para las embarcaciones.

Dr. HAGAY DVIR
Jefe de Desarrollo Turístico - Autoridad de Naturaleza y Parques de Israel
Por ejemplo, podemos observar una hilera de grandes piedras que formaban un borde del muelle y, a unos tres o cuatro metros de distancia, una segunda hilera que marcaba el lado opuesto. Entre estos dos bordes había una cavidad o amarre, con capacidad para dos barcas.
Fr. EUGENIO ALLIATA,
Arqueólogo
Según la información que tenemos, la barca podría haber albergado a Jesús y a sus apóstoles, es decir, al menos doce personas. Se encontró una barca similar cerca del Kibutz Ginosar: una barca cuya forma y tamaño podrían corresponder a la utilizada por Jesús.
En base a este hallazgo, la barca medía aproximadamente 8,20 metros de eslora y estaba equipada con una vela y remos. En la histórica ciudad de Magdala, se encontró un mosaico del siglo I d.C que representa una barca de pesca de la época, actualmente expuesto en el Museo de Tierra Santa.
El puerto de Cafarnaum contaba con numerosos amarres. Una piedra piramidal, situada al final del muelle, aún se conserva. Servía como señal de entrada, permitiendo que las embarcaciones accedieran al puerto con seguridad sin riesgo de sufrir daños.

Dr. HAGAY DVIR
Jefe de Desarrollo Turístico - Autoridad de Naturaleza y Parques de Israel
Es lógico pensar que estos amarres, de uso constante para quienes entraban y salían del muelle, también incluían un lugar específico para la barca de Jesús. Por lo tanto,
La importancia del descubrimiento del puerto de Cafarnaum radica en la conexión entre los textos del Nuevo Testamento y la realidad arqueológica, una conexión que ayuda a revivir y fortalecer la fe cristiana, ofreciendo la oportunidad de contemplar un aspecto fascinante de su historia.
EL ÁRBOL DE NAVIDAD
SU ORIGEN Y SENTIDO CRISTIANO
“En las próximas semanas el árbol de Navidad será motivo de alegría […] Su forma en punta, su color verde y las luces de sus ramas son símbolos de vida. Además, nos remiten al misterio de la Nochebuena. Cristo, el Hijo de Dios, trae al mundo oscuro, frío y no redimido, al que viene a nacer, una nueva esperanza y un nuevo esplendor.
Si el hombre se deja tocar e iluminar por el esplendor de la verdad viva que es Cristo, experimentará una paz interior en su corazón y será constructor de paz en una sociedad que tiene mucha nostalgia de reconciliación y redención” (Benedicto XVI, Audiencia, 12 de diciembre de 2008).
Muchas de las leyendas y antiguas tradiciones que hacen referencia al árbol de Navidad se remontan a tiempos muy antiguos, pero la documentación histórica acerca del árbol tal y como lo conocemos y decoramos hoy en día, sólo apareció en los últimos siglos.
No hay duda, sin embargo, que estas leyendas y tradiciones muestran la convergencia de muchas costumbres, algunas de ellas nacidas fuera de la cultura cristiana y otras de origen estrictamente cristiano. Vamos a considerar aquí algunas que podrían ser precursoras del árbol de Navidad.

Desde tiempos muy antiguos, los pueblos primitivos introducían en sus chozas las plantas de hojas perennes y flores, viendo en ellas un significado mágico o religioso.
Los griegos y los romanos decoraban sus casas con hiedra. Los celtas y los escandinavos preferían el muérdago y muchas otras plantas de hoja perenne (como el acebo, el rusco, el laurel y las ramas de pino o de abeto) pues pensaban que tenían poderes mágicos o medicinales para las enfermedades.
En la cultura de los celtas, el árbol era considerado un elemento sagrado. Se sabe de árboles adornados y venerados por los druidas de centro-Europa, cuyas creencias giraban en torno a la sacralización de diversos elementos y fuerzas de la naturaleza.
Se celebraba el cumpleaños de Frey (dios del Sol y la fertilidad) adornando un árbol perenne, cerca de la fecha de la Navidad cristiana. El árbol tenía el nombre de Divino Idrasil (Árbol del Universo): en cuya copa se hallaba el cielo, Asgard (la morada de los dioses) y el Valhalla (el palacio de Odín), mientras que en las raíces profundas se encontraba el Helheim (reino de los muertos).
Una interesante tradición -en parte historia, en parte leyenda-, popular en Alemania, afirma que el árbol de Navidad se remonta al siglo VIII.
San Bonifacio (675-754) era un obispo inglés que marchó a la Germania en el siglo VIII (concretamente a Hesse), para predicar la fe cristiana.

Después de un duro período de predicación del Evangelio, aparentemente con cierto éxito, Bonifacio fue a Roma para entrevistarse con el papa Gregorio II (715-731).
A su regreso a Alemania, en la Navidad del año 723, se sintió profundamente dolido al comprobar que los alemanes habían vuelto a su antigua idolatría y se preparaban para celebrar el solsticio de invierno sacrificando a un hombre joven en el sagrado roble de Odín. Encendido por una ira santa, como Moisés ante el becerro de oro, el obispo Bonifacio tomó un hacha y se atrevió a cortar el roble sagrado. Hasta aquí lo que está documentado históricamente.
El resto pertenece a la leyenda que cuenta cómo, en el primer golpe del hacha, una fuerte ráfaga de viento derribó al instante el árbol. El pueblo sorprendido, reconoció con temor la mano de Dios en este evento y preguntó humildemente a Bonifacio cómo debían celebrar la Navidad.
El Obispo, continúa la leyenda, se fijó en un pequeño abeto que milagrosamente había permanecido intacto junto a los restos y ramas rotas del roble caído. Lo vio como símbolo perenne del amor perenne de Dios, y lo adornó con manzanas (que simbolizaban las tentaciones) y velas (que representaban la luz de Cristo que viene a iluminar el mundo).
También ofrecen pistas importante sobre el origen del árbol de Navidad, tal como lo conocemos, las obras de teatro medievales que representaban los misterios y pasajes de la Biblia.
En concreto el árbol del Bien y del Mal en el Paraíso Terrenal. Su propósito era enseñar la religión a los feligreses, que en su mayoría eran analfabetos. Para difundir y mantener viva la fe y dar a conocer las Sagradas Escrituras, la predicación era esencial, pero no suficiente.

Se pensó que las obras teatrales completaran esa predicación y pronto se hicieron populares en toda Europa. En la Nochebuena, el 24 de diciembre, se representaba -con grandísimo éxito popular- el episodio del pecado original de Adán y Eva. El árbol del Paraíso terrenal era el centro del escenario.
El árbol debería haber sido un manzano, pero no habría sido adecuado en invierno. Se ponía un abeto en el escenario con algunas manzanas en sus ramas, y obleas preparadas con galletas trituradas en moldes especiales, así como dulces y regalos para los niños. Incluso cuando se abandonaron estas obras teatrales religiosas, el árbol del Paraíso siguió estando asociado a la Navidad.
La opinión más generalizada entre los expertos es que el árbol de Navidad, tal como lo conocemos hoy, decorado e iluminado con luces, deriva de este árbol del Paraíso. Como su lugar de nacimiento se sugiere la orilla izquierda del Rhin, y concretamente la Alsacia.
Uno de los primeros testimonios de esto son los registros de la ciudad de Schlettstadt (1521), en los que fue establecida una especial protección para los bosques en los días previos a la Navidad; los guardabosques eran los responsables de castigar a cualquiera que cortara un árbol para decorar su casa .
Los árboles han tenido a lo largo de la historia un significado muy especial: en todas las culturas poseen aspectos simbólicos de carácter antropológico, místico o poético.
La idea extendida de los aspectos benéficos de los árboles para el hombre ha dado lugar a distintas leyendas y lo ha relacionado con sentidos mágicos y rituales.

En varias culturas el árbol representa el medio y la unión del cielo y la tierra: ahonda sus raíces en la tierra y se levanta hacia el cielo; por ello en ciertas religiones, sobre todo orientales, el árbol es signo de encuentro con lo sagrado, punto de encuentro entre el ser humano y la divinidad.
Otros significados ampliamente extendidos sobre los atributos mágicos del árbol concernían a la fecundidad, al crecimiento, a la sabiduría y a la longevidad.
El árbol de Navidad recuerda, como hemos visto, al árbol del Paraíso de cuyos frutos comieron Adán y Eva, y de donde vino el pecado original; y por lo tanto recuerda a Jesucristo que ha venido a ser el Mesías prometido para la reconciliación. Pero también representa el árbol de la Vida o la vida eterna, por ser de hoja perenne.
En palabras de Juan Pablo II: “En invierno, el abeto siempre verde se convierte en signo de la vida que no muere […] El mensaje del árbol de Navidad es, por tanto, que la vida es ‘siempre verde’ si se hace don, no tanto de cosas materiales, sino de sí mismo: en la amistad y en el afecto sincero, en la ayuda fraterna y en el perdón, en el tiempo compartido y en la escucha recíproca” (Juan Pablo II, Audiencia, 19 de diciembre de 2004).
La forma triangular del árbol (por ser generalmente una conífera), simboliza a la Santísima Trinidad. A las oraciones que se realizan durante el Adviento se les atribuye por un color determinado, y cada uno simboliza un tipo:
• El azul, para las oraciones de reconciliación.
• El plateado, para las de agradecimiento.
• El dorado, para las de alabanza.
• El rojo, para las de petición.
• Estos colores, junto con el verde del árbol mismo, tal vez sean los más tradicionales para los adornos navideños.

El árbol de Navidad y los regalos propios de estas fechas, son un modo de recordar que del árbol de la Cruz proceden todos los bienes… Por eso tiene un sentido cristiano la tradición de poner bajo el árbol los regalos de Navidad para los niños:
“Generalmente, en el árbol decorado y a sus pies se colocan los regalos de Navidad. El símbolo se hace elocuente también desde el punto de vista típicamente cristiano: recuerda al ‘árbol de la vida’ (Cf. Génesis 2, 9), representación de Cristo, supremo don de Dios a la humanidad” (Juan Pablo II, Ídem).
Los adornos más tradicionales del árbol de Navidad son:
• Estrella: colocada generalmente en la punta del árbol, representa la fe que debe guiar la vida del cristiano, recordando a la estrella que guió a los Magos hasta Belén.
• Bolas: en un principio San Bonifacio adornó el árbol con manzanas, representando con ellas las tentaciones. Hoy día, se acostumbra a colocar bolas o esferas, que simbolizan los dones de Dios a los hombres.
• Lazos: Tradicionalmente los lazos representan la unión de las familias y personas queridas alrededor de dones que se desea dar y recibir.
• Luces: en un principio velas, representan la luz de Cristo.
Como nos dice Benedicto XVI “al encender las luces del Nacimiento y del árbol de Navidad en nuestras casas, ¡que nuestro ánimo se abra a la verdadera luz espiritual traída a todos los hombres y mujeres de buena voluntad! …
Frente a una cultura consumista que tiende a ignorar los símbolos cristianos de las fiestas navideñas, preparémonos para celebrar con alegría el nacimiento del Salvador, transmitiendo a las nuevas generaciones los valores de las tradiciones que forman parte del patrimonio de nuestra fe y cultura”. (Benedicto XVI, 21 de diciembre de 2005).
Ver en Wikipedia
Cuando su padre ordena la ejecución de varios cristianos, entre ellos su mejor amiga Juliana, Bárbara comenzará a investigar sobre la vida de Jesús y qué es lo que llevaba a tantos hombres a dar su vida por él.
El joven soldado Claudio, se convertirá en su único confidente y protector cuando ella descubre historias asombrosas, y también secretos de familia que siempre le fueron ocultados.
Santa Bárbara no es sólo una historia de Fe, es además una gran historia de amor y también un drama familiar que se convirtió en el símbolo de un choque cultural, cuyos frutos fueron destinados a cambiar el mundo de Occidente.
Director: Carmine Elia
Reparto: Vanessa Hessler, Thomas Trabacchi.

Siglo IV. Bárbara es hija de Dióscoro un importante político romano, que gobierna con mano dura en los tiempos de la persecución contra los cristianos. Bárbara se acercará a los cristianos cuando una esclava cristiana amiga suya, Juliana, sea ejecutada por su fe.
Correcta biografía dramática de Santa Bárbara. Se trata de una producción italiana de Lux Vide, con actores no demasiado conocidos, pero con un guión interesante, bien narrado, aunque la puesta en escena televisiva resulte limitada. Protagoniza la bella actriz italiana Vanessa Hessler.

Vanessa Hessler se hace enseguida con el papel de Santa Bárbara, de quien se dice que su padre la encerró en una torre porque tal era su hermosura que temía que los hombres la sedujeran si podían admirarla.
El film nos presenta a la joven en el año 288 d.C., en plena persecución de los cristianos. Es una gran estudiosa de la naturaleza y de la filosofía, hija del gobernador romano Dioscoro, interpretado por Massimo Wertmuller.
La trama se centra en las relaciones de Santa Barbara y su padre con el cruel prefecto Marciano y con el soldado Claudio. La chica está escandalizada ante el trato que se da a los cristianos, entre ellos su mejor amiga, Juliana, que antes de ser martirizada le confiesa su fe cristiana. Descubre luego que también lo era su madre, quien se había convertido poco antes de morir, siendo Bárbara pequeña.
Eso despierta en ella el interés por el cristianismo, hasta la conversión que la llevará al martirio. Santa Bárbara es una historia de fe, un drama familiar y también una escenificación de un momento decisivo de la historia: el tránsito de la Roma de las persecuciones a la que un cuarto de siglo después, con el edicto de Milán, garantizará la libertad de la Iglesia en todo el Imperio.
Los arqueólogos Mordechai Aviam, del Colegio Académico Kinneret, y el Dr. Steven Notley, director académico del proyecto, han descubierto una iglesia bizantina del siglo V que contiene un mosaico con una inscripción griega que menciona la preeminencia de San Pedro: «Jefe y líder de los apóstoles celestiales y portador de las llaves del cielo».
Dr. STEVEN NOTLEY
Director académico del Proyecto de Investigación Arqueológica
Esta es la evidencia arqueológica más antigua que respalda la creencia de que Pedro era el líder de los apóstoles. La única razón por la que el nombre de Pedro aparece en esta iglesia es porque en el Evangelio de Juan se menciona que Pedro era originario de Betsaida.
San Willibaldo, quien peregrinó desde Cafarnaúm a Kursi en el siglo VIII, escribió que en su camino llegó a un lugar llamado Betsaida, donde había una iglesia construida sobre la casa de los santos Pedro y Andrés.
Prof. MORDECHAI AVIAM
Arqueólogo - Colegio Académico Kinneret
Encontramos esta iglesia. Es la iglesia que visitó Willibaldo. Tras el descubrimiento de la inscripción que menciona el título de Pedro, «el que porta las llaves del cielo», podemos afirmar con certeza que esta es la iglesia que visitó Willibaldo, donde pasó la noche en el monasterio.
Las excavaciones arqueológicas han revelado muros bajo la iglesia, los más antiguos de los cuales datan del siglo I dC, la época de San Pedro.
Prof. MORDECHAI AVIAM
Arqueólogo - Colegio Académico Kinneret
En el siglo IV dC se añadió otro muro perimetral, y creo que esta es la primera vez que los primeros cristianos consagraron esta casa como hogar de Pedro y Andrés. Luego, en el siglo V dC, se construyó aquí la gran iglesia, dentro de cuyo presbiterio nos encontramos ahora.
El Dr. Steven Notley afirma que el origen del nombre "El-Araj" (el paralítico) proviene de la confusión, en algunos manuscritos antiguos, entre los nombres de Betesda, donde Jesús sanó a un paralítico, y Betsaida, debido a la similitud entre ambos.
Otro criterio para identificar la Betsaida bíblica es que se trataba de un pueblo judío de pescadores.
Prof. MORDECHAI AVIAM
Arqueólogo - Colegio Académico Kinneret
Hemos encontrado pruebas claras de la existencia de un típico pueblo judío en este lugar, como herramientas de piedra resistentes a las impurezas, muy comunes en los siglos I y II dC, e incluso monedas asmoneas utilizadas por los judíos.
Dr. HAGAY DVIR
Responsable de Desarrollo Turístico - Autoridad de Parques y Naturaleza de Israel
Aquí se pueden observar las curvas del río Jordán, y esta es esencialmente la zona de su desembocadura. La proximidad del yacimiento al río y al mar refuerza la historia que se desarrolla ante nuestros ojos: la de una gran aldea judía de pescadores.
Se han descubierto numerosos pesos de pesca, herramientas de cerámica, piedras de mosaico y monedas que datan del período romano, del siglo I al III dC, así como los restos de unas antiguas termas romanas. El historiador Josefo escribe que el rey Filipo elevó el estatus de Betsaida de aldea a ciudad, o «polis», debido a su gran población, y la nombró Julia en el siglo I dC.

Prof. MORDECHAI AVIAM
Arqueólogo - Colegio Académico Kinneret
También hemos encontrado viviendas en otras zonas, un barrio entero que data de los siglos I, II y III dC. Creemos que se trata efectivamente de Betsaida. Hoy podemos afirmarlo con una confianza sólida, aunque no absoluta, pero sin duda bien fundada.
Según Fr. Eugenio Alliata, arqueólogo de la Custodia de Tierra Santa, esto implica la necesidad de localizar edificios administrativos o una sinagoga. Sin embargo, añade:
Fr. EUGENIO ALLIATA, ofm
Arqueólogo - Custodia de Tierra Santa
Quizás los encuentren, ya que las excavaciones aún continúan. Para nosotros, los cristianos, el descubrimiento de la iglesia con la inscripción que menciona a San Pedro es muy importante, porque representa no solo la memoria de la casa de Pedro y su vínculo con Cafarnaúm, sino también otra memoria: el lugar de donde provenía el apóstol Pedro, Betsaida.
Dr. HAGAY DVIR
Responsable de Desarrollo Turístico - Autoridad de Parques y Naturaleza de Israel
La Autoridad de Parques y Naturaleza de Israel acondicionará el lugar para que cientos de miles de peregrinos de todo el mundo puedan venir a admirar los hallazgos arqueológicos y el sitio en sí.
El primer viaje apostólico internacional de Su Santidad, el Papa León XIV, a Turquía y el Líbano, que se extendió desde el 27 de noviembre hasta el 2 de diciembre, ha concluido dejando una profunda huella en una de las regiones más heridas y conflictivas del planeta. Lejos de ser una mera visita protocolaria, la peregrinación del Pontífice se centró en la esencia del Evangelio: llevar consuelo, tejer puentes de diálogo y plantar semillas de paz en territorios donde la fe cristiana es minoritaria y la violencia una constante amenaza.
Desde Ankara hasta Estambul, pasando por la histórica Nicea (İznik), y culminando en los encuentros emotivos de Beirut, León XIV demostró una valentía pastoral que le ha valido el respeto tanto de líderes políticos como de comunidades religiosas. El viaje, que conmemoró el 1700º aniversario del Primer Concilio de Nicea, tuvo una fuerte connotación ecuménica y se configuró como una continuación del sueño de paz de sus predecesores, especialmente del Papa Francisco. Sin embargo, del torrente de discursos, homilías y gestos, emergen tres pilares fundamentales que resumen el espíritu y la intención de esta histórica gira apostólica.
El mensaje más recurrente y poético de León XIV fue la necesidad imperante de cultivar la esperanza, aun cuando el panorama parece desolador. En Estambul, ante una diminuta comunidad católica —apenas un 0,04% de la población total de Turquía—, el Pontífice recordó que la Iglesia, aunque pequeña, debe ser «fecunda» y capaz de percibir los «brotes que desafían el desierto». Este concepto resonó con especial fuerza en el Líbano, un país asfixiado por la crisis económica, la inestabilidad política y las cicatrices de la explosión del puerto en 2020.
Durante la multitudinaria Santa Misa celebrada en el Beirut Waterfront, que congregó a 150.000 fieles, el Papa comparó el Reino de Jesús con un «pequeño retoño que surge de un tronco que parece muerto». Con esta poderosa metáfora, instó al pueblo libanés a «educar la mirada» para descubrir las «pequeñas luces que brillan en lo hondo de la noche». El Pontífice no ofreció soluciones políticas inmediatas, sino un cambio de perspectiva espiritual: es una invitación a la resiliencia, a no ceder a la lógica de la violencia o la resignación, y a reconocer que, incluso en los territorios más heridos, existen semillas de reconstrucción y renacimiento. El mensaje es claro: la fe es la lente que permite ver la acción de Dios en una historia aparentemente perdida.
La dimensión ecuménica y de diálogo interreligioso fue fundamental, especialmente en Turquía, cuna de los primeros concilios. La peregrinación a İznik (Nicea) para el aniversario del Concilio fue un gesto de alto valor simbólico, reafirmando el compromiso de la Iglesia Católica con la comunión y la unidad de los cristianos. León XIV y el Patriarca Ecuménico Bartolomé firmaron una Declaración Conjunta que instaba a superar las divisiones históricas y a ofrecer un testimonio unido en medio de un mundo fragmentado. Este encuentro demostró que la fuerza de la Iglesia en Oriente Medio, aunque minoritaria, reside en su capacidad de hablar con una sola voz.
Asimismo, el Papa tendió puentes hacia el mundo musulmán. Su visita a la Mezquita Azul en Estambul, aunque marcada por la decisión de no realizar una oración pública —a diferencia de sus predecesores—, fue un acto de profundo «recogimiento y respeto» y un gesto de escucha. En sus discursos, el Santo Padre pidió que Turquía actúe como un «factor de estabilidad y acercamiento entre los pueblos» en la región. En el Líbano, que se autodefine como un país de convivencia, urgió a las comunidades religiosas y civiles a trabajar juntas para que los jóvenes no se vean forzados a emigrar, sino que encuentren un futuro nuevo basado en la justicia y la fraternidad. El Pontífice llamó a superar la indiferencia, la codicia y la xenofobia, e insistió en que la paz exige un esfuerzo conjunto.
El tercer eje del mensaje papal fue un urgente llamado a la conversión personal y política, insistiendo en que la paz es imposible sin un cambio radical en los corazones. En su homilía final en Beirut, ante la gran multitud de fieles, León XIV fue directo y contundente, dirigiendo un llamamiento a las autoridades políticas y sociales, tanto locales como internacionales: “Necesitamos cambiar de rumbo. Necesitamos educar nuestros corazones para la paz. ¡Escuchen el clamor de sus pueblos que invocan la paz!”.
Este llamado a la paz se articuló con una fuerte denuncia del camino de la «hostilidad mutua y la destrucción». El Papa señaló que la inercia, la desesperación y la queja no son opciones viables. La paz, en palabras de León XIV, es un camino que exige «valentía, perseverancia» y un compromiso activo con la construcción de un mundo más justo. La conversión, por lo tanto, no es solo un acto religioso, sino un requisito indispensable para la estabilidad social. Al visitar la tumba de San Chárbel Maklūf, en el Monasterio de San Maroun en Annaya, el Papa elevó una oración pidiendo la «conversión de los corazones» para sí mismo, para la Iglesia y para el mundo. Este gesto simbolizó que la renovación, tanto de la Iglesia como de la sociedad, comienza con la santidad y la humildad personales.
En resumen, el viaje de León XIV a Oriente Medio no ha sido solo una peregrinación a lugares sagrados, sino una poderosa inyección de esperanza en una región que clama por justicia y estabilidad. Los tres mensajes —la esperanza, la unidad a través del diálogo y la urgencia de la conversión— constituyen la hoja de ruta que el Pontífice deja para una Iglesia que debe ser, como él mismo dijo, profecía de paz para todo el Levante. El compromiso de León XIV con Oriente Medio parece ser solo el inicio, y su liderazgo promete seguir priorizando a las comunidades cristianas minoritarias y el diálogo en las fronteras geopolíticas y espirituales.
De esta manera proclamaba como dogma de fe de forma definitiva lo que la tradición popular había sostenido desde los comienzos de la Iglesia.
En la Sagrada Escritura encontramos algunas referencias (aunque no directas) a la Virgen. El primer pasaje escriturístico que contiene la promesa de la redención menciona también a la Madre del Redentor: “Yo pondré enemistad entre ti y la mujer y su estirpe; ella aplastará tu cabeza cuando tú aceches para morderle su talón” (Génesis 3:15).
Por otra parte en el evangelio de San Lucas, el saludo del ángel Gabriel (Cfr. Lucas 1:28) “Dios te salve, llena de gracia” , “chaire kecharitomene”, indica una alabanza a la abundancia de gracia, un sobrenatural estado del alma agradable a Dios, que encuentra explicación sólo en la Inmaculada Concepción de María. También se han visto referencias a la Virgen María en el libro de los Proverbios, el Eclesiático y el Cantar de los Cantares (Cfr. Cant. 4:7).

Respecto de la impecabilidad de María, los antiguos Padres son muy cautelosos, aunque insisten en dos puntos sobre todo: la absoluta pureza de María y su posición como segunda Eva (Cfr. 1 Cor 15:22).
Esta celebrada comparación entre Eva, por algún tiempo inmaculada e incorrupta -no sujeta al pecado original- y la Santísima Virgen es desarrollado por varios Padres de la Iglesia: San Justino, San Ireneo de Lyon, Tertuliano, San Cirilo de Jerusalén y Sedulio entre otros.
Los escritos patrísticos sobre la absoluta pureza de María son muy abundantes: Orígenes la llama «digna de Dios, inmaculada del inmaculado, la más completa santidad, perfecta justicia, ni engañada por la persuasión de la serpiente, ni infectada con su venenoso aliento».
San Ambrosio dice que «es incorrupta, una virgen inmune por la gracia de toda mancha de pecado».
San Agustín declara que todos los justos han conocido verdaderamente el pecado «excepto la Santa Virgen María, de quien, por el honor del Señor, yo no pondría en cuestión nada en lo que concierne al pecado».
Los Padres sirios nunca se cansaron de ensalzar la impecabilidad de María.
San Efrén describe la excelencia de la gracia y santidad de María:
«La Santísima Señora, Madre de Dios, la única pura en alma y cuerpo, la única que excede toda perfección de pureza, única morada de todas las gracias del más Santo Espíritu [..], mi Señora santísima, purísima, sin corrupción, la solamente inmaculada».
La antigua fiesta de la Concepción de María (Concepción de Santa Ana), que tuvo su origen en los monasterios de Palestina a final del siglo VII, y la moderna fiesta de la Inmaculada Concepción no son idénticas en su origen, aunque la fiesta de la Concepción de Santa Ana se convirtió con el paso del tiempo en la de la Inmaculada Concepción.
Para determinar el origen de esta fiesta debemos tener en cuenta los documentos genuinos que poseemos. El más antiguo es el canon de la fiesta, compuesto por San Andrés de Creta, quien escribió su himno litúrgico en la segunda mitad del siglo VII.
En la Iglesia Oriental la solemnidad emergió de comunidades monásticas, entró en las catedrales, fue glorificada por los predicadores y poetas, y eventualmente fue fijada fiesta en el calendario de Basilio II, con la aprobación de la Iglesia y del Estado.

En la Iglesia Occidental la fiesta aparece cuando en el Oriente su desarrollo se había detenido.
El tímido comienzo de la nueva fiesta en algunos monasterios anglosajones en el siglo XI, en parte ahogada por la conquista de los normandos, vino seguido de su recepción en algunos cabildos y diócesis del clero anglo-normando.
El definitivo y fiable conocimiento de la fiesta en Occidente vino desde Inglaterra; se encuentra en el calendario de Old Minster, Winchester, datado hacia el año 1030, y en otro calendario de New Minster, Winchester, escrito entre 1035 y 1056.
Esto demuestra que la fiesta era reconocida por la autoridad y observada por los monjes sajones con considerable solemnidad.
Después de la invasión normanda en 1066, el recién llegado clero normando abolió la fiesta en algunos monasterios de Inglaterra donde había sido establecida por los monjes anglosajones.
Pero hacia fines del siglo XI, a través de los esfuerzos de Anselmo el Joven, fue retomada en numerosos establecimientos anglo-normandos.
Durante la Edad Media la Fiesta de la Concepción de María fue comúnmente llamada la «Fiesta de la nación normanda», lo cual manifiesta que era celebrada en Normandía con gran esplendor y que se extendió por toda la Europa Occidental.
Por un Decreto de 28 de Febrero de 1476, Sixto IV adoptó por fin la fiesta para toda la Iglesia Latina y otorgó una indulgencia a todos cuantos asistieran a los Oficios Divinos de la solemnidad.
Para poner fin a toda ulterior cavilación, Alejandro VII promulgó el 8 deDiciembre de 1661 la famosa constitución «Sollicitudo omnium Ecclesiarum» en la que declaró que la inmunidad de María del pecado original en el primer momento de la creación de su alma y su infusión en el cuerpo eran objeto de fe.
Desde el tiempo de Alejandro VII hasta antes de la definición final, no hubo dudas por parte de los teólogos de que el privilegio estaba entre las verdades reveladas por Dios. Finalmente Pío IX, rodeado por una espléndida multitud de cardenales y obispos, promulgó el dogma el 8 de Diciembre de 1854.
Fuente: FREDERICK G. HOLWECK
Ver en Wikipedia
El reciente viaje apostólico del Papa León XIV a Nicea (actual İznik, Turquía), conmemorando el 1700 aniversario del primer Concilio Ecuménico (325 d.C.), ha puesto de relieve un punto de encuentro fascinante entre la historia de la Iglesia primitiva y el folclore moderno. La figura histórica central en este vínculo es San Nicolás de Bari, obispo de Mira, cuya reputación como santo patrón y benefactor se ha transformado globalmente en el personaje icónico y secular de Papá Noel. Este viaje papal no solo recuerda los orígenes doctrinales de la cristiandad, sino también la humanidad de los líderes que forjaron esos cimientos. Nicea, cuna de una definición fundamental de la fe, es también el escenario de una de las leyendas más vívidas de la vida de San Nicolás.
El Concilio de Nicea, convocado por el emperador Constantino el Grande, fue un hito ineludible. Su objetivo primordial fue unificar la doctrina frente a la amenaza del arrianismo, una enseñanza teológica que negaba la divinidad de Jesús, afirmando que había sido creado por Dios Padre y, por lo tanto, no era coeterno ni consustancial a Él. Cerca de 300 obispos, entre ellos San Nicolás, se reunieron para debatir y finalmente promulgar el Credo Niceno, una declaración de fe que permanece esencial en la liturgia de la mayoría de las iglesias cristianas. Este credo establece de manera inequívoca que Jesús es "Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, consustancial al Padre".
En este ambiente de intensa controversia doctrinal, la leyenda del obispo Nicolás cobra vida. La tradición cuenta que, incapaz de contener su indignación ante las diatribas heréticas de Arrio, San Nicolás se levantó y le propinó una sonora bofetada o "tortazo" en medio de la asamblea. Aunque los registros históricos oficiales del Concilio no documentan este incidente, la leyenda ha perdurado a lo largo de los siglos, cimentando la imagen de San Nicolás no solo como un hombre de caridad, sino también como un feroz defensor de la ortodoxia cristiana. Este acto, más allá de su veracidad histórica, refleja la pasión con la que los líderes de la Iglesia primitiva defendían lo que consideraban la verdad fundamental de su fe.

La fama de San Nicolás como benefactor no se debe a su temperamento en los concilios, sino a sus innumerables actos de caridad. Obispo de Mira (en la actual Turquía), su vida está salpicada de historias de generosidad discreta. El milagro más célebre relata cómo salvó a tres hermanas de ser vendidas a la prostitución por su padre empobrecido. El santo, sin querer ser visto, arrojó bolsas de oro por la ventana de la casa durante tres noches consecutivas, proveyendo así la dote necesaria para que las jóvenes pudieran casarse. Es por esta razón que es venerado como patrón de los niños, de los marineros y, en general, de los necesitados. Sus reliquias fueron trasladadas posteriormente a Bari, Italia, donde hoy son objeto de gran veneración, lo que le otorga el título de San Nicolás de Bari.
La figura moderna de Papá Noel es una evolución cultural directa de San Nicolás. En países europeos, la celebración de San Nicolás el 6 de diciembre es un momento para el intercambio de regalos, con figuras como Sinterklaas en Holanda o San Nicolás en Bélgica. Cuando los colonos holandeses llevaron la tradición a América, la figura se adaptó al inglés como Santa Claus. Con el tiempo y la influencia de la literatura y la publicidad del siglo XIX, especialmente en Estados Unidos, la imagen del obispo se transformó en el hombre alegre y barbudo que reparte regalos en la Nochebuena, montado en un trineo tirado por renos. A pesar del cambio de vestimenta (del ropaje obispal al distintivo traje rojo y blanco), el núcleo de la tradición permanece: la generosidad anónima y la entrega de alegría, reflejando la caridad de San Nicolás.