Benedicto XVI: “¡No tengáis miedo a ser santos!”
Este domingo durante el rezo del Ángelus
CIUDAD DEL VATICANO, lunes 2 de noviembre de 2009 (ZENIT.org).-
Benedicto XVI durante el rezo del Ángelus |
Ofrecemos a continuación el discurso pronunciado por el Papa este domingo durante el rezo del Ángelus, con los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.
******
¡Queridos hermanos y hermanas!
Este domingo coincide con la solemnidad de Todos los Santos, que invita a la Iglesia peregrina sobre la tierra a pregustar la fiesta sin fin de la Comunidad celestial, y a reavivar la esperanza en la vida eterna.
Transcurren este año 14 siglos desde que el Panteón -uno de los más antiguos y célebres monumentos romanos- fue destinado al culto cristiano y dedicado a la Virgen María y a todos los Mártires: “Sancta Maria ad Martyres”.
El templo de todas las divinidades paganas se había así convertido en memorial de los que, como dice el Libro del Apocalipsis, “vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero” (Ap 7,14).
Posteriormente, la celebración de todos los mártires se ha extendido a todos los santos, “una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas” (Ap. 7,9) -como se expresa todavía San Juan.
En este Año Sacerdotal, me gusta recordar con especial veneración a los santos sacerdotes, tanto a los que la Iglesia ha canonizado, proponiéndolos como ejemplo de virtudes espirituales y pastorales, como aquellos -mucho más numerosos- que el Señor conoce. Cada uno de nosotros conserva la grata memoria de alguno de ellos, que nos ha ayudado a crecer en la fe y nos ha hecho sentir la bondad y la cercanía de Dios.
Mañana, nos espera la anual Conmemoración de todos los fieles difuntos. Querría invitar a vivir esta fiesta anual según el auténtico espíritu cristiano, es decir en la luz que procede del Misterio pascual. Cristo ha muerto y resucitado y nos ha abierto el paso a la casa del Padre, el Reino de la vida y de la paz.
Quien sigue a Jesús en esta vida es acogido donde Él nos ha precedido. Por tanto, mientras visitamos los cementerios, recordemos que allí, en las tumbas, reposan sólo los restos mortales de nuestros seres queridos a la espera de la resurrección final. Sus alma -como dice la Escritura- ya “están en las manos de Dios” (Sab 3, 1).
Plaza de San Pedro
|
Por tanto, el modo más propio y eficaz de honrarles es rezar por ellos, ofreciendo actos de fe, de esperanza y de caridad.
En unión al Sacrificio eucarístico, podemos interceder por su salvación eterna, y experimentar la comunión más profunda, a la espera de reencontrarnos juntos, para gozar por siempre del Amor que nos ha creado y redimido.
Queridos amigos, ¡qué bella y consoladora es la comunión de los santos! Es una realidad que infunde una dimensión distinta a toda nuestra vida.
¡Nunca estamos solos! Formamos parte de una “compañía” espiritual en la que reina una profunda solidaridad: el bien de cada uno es para beneficio de todos y, viceversa, la felicidad común se irradia en cada uno.
Es un misterio que, en cierta medida, podemos ya experimentar en este mundo, en la familia, en la amistad, especialmente en la comunidad espiritual de la Iglesia. Nos ayude María Santísima a caminar rápidamente en la vía de la santidad, y se muestre como Madre de misericordia para las almas de los difuntos.
[Después del Ángelus dijo en francés:]
Hoy celebramos a la multitud de los santos que interceden por nosotros ante Dios. En esta multitud, están también todos aquellos y todas aquellas que se han esforzado por cumplir la voluntad divina trabajando por el Reino.
Hoy como ayer Jesús llama a la felicidad a los hombres y mujeres que, en su corazón y en su vida, aceptan la acción de Dios. ¡Que el ejemplo de los santos sea para nosotros un estímulo y que la Virgen María nos guíe por los caminos de la felicidad eterna!
|
|
|
|
|
[En inglés dijo:]
Al honrar a todos los santos y santas que han ido antes que nosotros marcados por el signo de la fe, y que ahora están unidos al Señor en el Cielo, nosotros somos animados a rezar y trabajar con corazones puros como anticipación de la alegría de ver al Señor como realmente es.
[En alemán dijo:]
La fiesta litúrgica de hoy nos muestra que el ser humano está llamado a ser santo. Tenemos que asumir el Amor, que ha sido derramado sobre nuestros corazones por el Espíritu Santo, y así vivir de acuerdo a nuestra vocación de hijos de Dios.
[En español dijo:]
En la solemnidad de Todos los Santos, os invito a contemplar a los mejores hijos de la Iglesia, que nos estimulan con su ejemplo y ayudan con su intercesión a vivir para alabanza de la Trinidad, rechazando lo que es indigno de nuestra condición de cristianos y tendiendo con humildad a la perfección del amor.
Sin complejos ni mediocridades, seguid con alegría las huellas de Cristo, haciéndoos conformes a su imagen y siendo obedientes en todo a la voluntad del Padre. ¡No tengáis miedo a ser santos! Es el mejor servicio que podéis prestar a vuestros hermanos.
[En polaco dijo:]
En la Solemnidad de Todos los Santos, nuestro pensamiento se dirige a los que han alcanzado la gloria del cielo. Ellos nos enseñan la santidad de la vida, del amor a Dios y al prójimo para que nos convirtamos en “sal de la tierra y luz del mundo” (cf. Mt 5, 13-14).
En el espíritu de la comunión de los santos nos detenemos a meditar ante los sepulcros de nuestros seres queridos, encomendando a todos los fieles difuntos a la Divina Misericordia. Dios acepte nuestras oraciones por ellos y nos bendiga.