La ciudad de Belén está situada sobre dos colinas rocosas a unos 777 metros sobre el nivel del mar, cerca del Desierto de Judea, al sur de Jerusalén. Su nombre hebreo “Bethlehem” significa “la casa del pan”.
Belén debe su importancia de manera fundamental a dos hechos relevantes:
El primero se relata en el Antiguo Testamento y hace referencia a que se convirtió en la cuna del rey David, elegido por Dios y ungido por el profeta Samuel;
El segundo se debe al cumplimiento de las profecías mesiánicas que anunciaban que el Mesías debía nacer en Belén, donde nació Jesús.
“Pero tú, Belén de Efrata, pequeña entre las familias de Judá, de ti saldrá el que ha de ser jefe en Israel, y cuyo origen es antiguo, inmemorial,… y se afirmará y apacentará con la fortaleza de Yahvé, con la majestad del nombre de su Dios; y habrá seguridad, porque su prestigio se extenderá hasta los confines de la tierra”(Miqueas 5, 2-4).
San Mateo (2,1) y San Lucas (2, 1-20) hablan del nacimiento de Jesús en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes, bajo el imperio de César Augusto; y en un establo "porque no había lugar para ellos en la posada". El Protoevangelio de Santiago dice que fue en una cueva. Así es también como lo presenta San Justino, natural del país, a mediados del siglo II.
Los primeros cristianos nunca olvidaron estos acontecimientos, recordando con veneración el lugar donde nació Jesús. En el año 135, tras el fracaso de una revolución judía contra los romanos, el emperador Adriano construyó sobre la gruta un templo y un bosque sagrados, dedicados al dios pagano Adonis.
El lugar fue visto por San Cirilo de Jerusalén, en el año 348, cubierto de árboles; y San Jerónimo escribía, en el 395: “Belén, que es ahora nuestra,… estuvo bajo la sombra de un bosque de Tammuz; es decir, de Adonis, y en la cueva donde en otro tiempo se oyeron los primeros gemidos de Dios, se lloraba al querido de Venus”.
Anteriormente, Orígenes había dicho: “En Belén, se muestra la cueva en que nació Jesús y, dentro de la cueva, el pesebre en el que fue reclinado, siendo de todos conocido, incluso las gentes ajenas a la fe; en esta cueva- se dice- nació aquel Jesús a quien admiran y adoran los cristianos”.
Más tarde, el emperador Constantino, a instancias de su madre (Santa Elena), construyó en el 326 la Iglesia de la Natividad sobre gruta donde nació Jesús. Tras ser invadido Belén por los persas en el 614, la iglesia construida por Justiniano se salvó milagrosamente del saqueo y la destrucción gracias a un mosaico que representaba a los Reyes Magos vestidos con atuendos persas.
En el año 1099, Tancredo fue enviado por Godofredo de Bouillón para proteger la ciudad de los ataques musulmanes. Un año más tarde, en la noche de Navidad del 1100, fue coronado en la basílica como rey de Jerusalén Balduino I. Entre los años 1165-1169 los cruzados restauraron la basílica, sustituyendo el mosaico del pavimento por un enlosado de mármol blanco, que después fue saqueado por los turcos en el siglo XVI para colocarlo en el pavimento de una de sus mezquitas.
El año 1347 se concedió a los franciscanos la posesión de la Gruta del Nacimiento y el mantenimiento de la basílica, derecho que más tarde adquirieron los ortodoxos griegos (1645-1669); entre 1810 y 1829 los armenios ortodoxos también adquirieron derechos en la basílica, cuya propiedad se dividió entre tres comunidades: la griega ortodoxa, la armenia y la latina.
Al entrar en la Basílica de la Natividad desde la Plaza del Pesebre, uno siente que ha entrado en un mundo diferente. Esta basílica es la misma que mandó construir Justiniano en el 529. Tiene forma de cruz latina con el transepto rematado en ábsides. La nave central se halla flanqueada por 44 columnas rosadas de piedra caliza,distribuidas en cuatro filas.
Los capiteles, de mármol blanco, son de estilo corintio. Sobre ellas todavía pueden encontrarse restos de mosaicos del siglo XII, que representaban a los antepasados de Jesús, así como los siete primeros concilios ecuménicos. En la nave sur puede verse todavía una pila bautismal antigua de piedra rosácea local, forma octogonal y cavidad cruciforme. Es todo lo que queda del antiguo baptisterio por el que pasaban los catecúmenos para ser bautizados.
El techo actual fue construido en el siglo XVII y reparado en 1842; frente a la puerta de entrada, cubriendo el ábside de la nave central, hay un iconostasio griego de madera tallada y que presenta tres cuerpos superpuestos, decorados con escenas de estilo bizantino.
Sin duda, es el lugar más sagrado, razón y centro de la Basílica: el lugar tradicional del nacimiento de Cristo, justo debajo del Altar Mayor de la Basílica.
Se accede a la Capilla por los tramos de unas escaleras desgastadas, que se hallan a ambos lados del gran coro. La gruta es una capilla de reducidas dimensiones, de forma casi rectangular, con un pequeño ábside en el extremo oriental.
En él hay un altar y, debajo de éste, una estrella de plata en mármol blanco marca el lugar del nacimiento de Jesús; la inscripció dice así:
“Hic de Virgine Maria Jesus Christus natus est” (Aquí nació Jesucristo a la Virgen María).
Sobre el altar hay lámparas de aceite de plata suspendidas que permanecen encendidas día y noche.
“Aconteció que por aquellos días salió un decreto de César Augusto, ordenando que se empadronase todo el mundo". Este primer censo se hizo siendo Cirino gobernador de Siria.
Iban todos a inscribirse, cada uno en su ciudad: Subió también José, desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser de la casa y de la familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta.
Y sucedió que mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del parto, y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, pues no habí sitio para ellos en la posada” (Lucas 2, 1-7). El pesebre es venerado en la capillita que se encuentra casi enfrente del altar del Nacimiento. También se venera igualmente en ese lugar el Altar de los Reyes Magos que está junto al del pesebre. En la Gruta el ambiente es de recogimiento y de piedad.
Construida en la Edad Media, está dedicada a la mártir de Alejandría. Hoy en día es la iglesia parroquial de la comunidad católica de rito latino.
Es aquí donde se celebra cada año la misa solemne de la Vigilia de Navidad.
En 1880 fue ampliada hacia el oeste, reduciéndose el tamaño del claustro de estilo cruzado dedicado a San Jerónimo.
Debajo del patio hay una serie de cuevas que conectan a Santa Catalina con la Gruta de la Natividad: una fue la vivienda de San Jerónimo mientras traducía la Biblia al latín y la otra tiene una capilla dedicada a los Niños Inocentes.