Los mosaicos originales cubrían 2000 m2 de la basílica de la Basílica de Natividad de Belén, pero el tiempo, la humedad, las guerras y la falta de mantenimiento los han hecho desaparecer poco a poco. De esta inmensa crónica en teselas, que cuenta episodios del Antiguo y del Nuevo Testamento, no quedan más que unos 125 m2.
Después de su restauración, los visitantes han quedado impactados por el resplandor de los colores y el brillo de los dorados. Hay que decir que los mosaicos no se restauraban desde el siglo XV, debido a conflictos entre las Iglesias católica, griega, ortodoxa y armenia, que gestionan el edificio. Era casi imposible distinguir la iconografía en el mosaico cubierto en su totalidad de una capa negra y espesa de hollín.
Esta gran obra de restauración ha permitido hacer otros descubrimientos sorprendentes. Bajo los mosaicos, sobre las columnas, los restauradores han logrado rescatar pinturas de la misma época. Entre 1127 y finales del siglo XII, los peregrinos ricos pagaban al os artistas para que representaran en la iglesia a los santos de sus familias o de sus regiones.
Alto lugar del cristianismo, la basílica fue construida en el supuesto lugar de la gruta donde María habría dado a luz a Jesús. Esta iglesia protegida por la UNESCO recibe cada año a más de 2 millones de peregrinos.