Dentro de pocos días el Papa Francisco estará nuevamente en Apulia. En Bari recibirá a los patriarcas de las Iglesias cristianas del Medio Oriente, y, con ellos, en la cripta de la Basílica de San Nicolás, venerará las reliquias que emanan mirra. Después de pasar por el malecón de la ciudad para un encuentro de oración en la “Rotonda”, el Obispo de Roma y los Dignatarios ortodoxos volverán a la basílica para reflexionar y dialogar «a puerta cerrada».
Una cita importante, etapa de un camino ecuménico y también de participación de los sufrimientos y de las necesidades de paz de las comunidades del Medio Oriente. Todo bajo el signo de Nicolás, obispo de Myra en el siglo VI, llamado también el Taumaturgo. Lo que se espera es que, en nombre de santo, desde la ciudad de Bari, encrucijada de pueblos y laboratorio de diálogo (recuérdense, por ejemplo, el Centro Ecuménico Salvador Maná, el Instituto Teológico y muchas otras iniciativas), además de ventana hacia el Oriente (la ciudad es verdaderamente un punto de encuentro entre los católicos y los ortodoxos, pues llegan peregrinajes desde el este y aquí son aprobados los documentos relacionados con la unidad de la Iglesia; en ella también tiene sede la representación ante Italia del Patriarcado de Moscú, ciudad hacia la que parte desde Bari un vuelo a la semana), se puedan poner en marcha procesos con consecuencias también a nivel geopolítico y diplomático, sobre todo por la martirizada zona del Cercano Oriente, en donde es incierto el futuro para el cristianismo.
San Nicolás y Bari son, verdaderamente, una mancuerna inseparable. Lo son desde que llegaron a sus costas, según la tradición en 1087, las reliquias del obispo de Myra, llevadas por un puñado de ciudadanos para afirmar una nueva identidad en su ciudad, que fue puerto normando y longobardo. Desde entonces el santo y la ciudad viven en simbiosis, la comunidad local se ha creado una fuerte identidad y la ha convertido en «caput civitatum Apuliae», en el nombre del santo. La Basílica dedicada a San Nicolás ha asumido en los últimos tiempos los rasgos de un puesto de vanguardia para la comunión.
También han contribuido a esto siglos de peregrinajes a su sepulcro, y, en épocas más cercanas, décadas de estudios y análisis rigurosos, cada vez más concentrados en la figura histórica y en el significado de un culto extendido y celebrado principalmente en el mundo ortodoxo (en el que Nicolás se encuentra por debajo de la Virgen María, Madre de Dios, y no teme ni siquiera a “rivales” como Sergio, Teodoro o Demetrio, etc.). También a esto a colaborado su “memoria obligatoria” (solamente desde hace un año) en nuestro calendario litúrgico, mientras se espera que se le proclame patrón del ecumenismo católico-ortodoxo. Visitas ilustres también han afianzado este carácter ecuménico de la ciudad. Empezando por la que hizo, a poco tiempo de concluido el Concilio, en 1969, el metropolitano de Leningrado Nikodim, cuyo secretario era el actual patriarca de Moscú y de todas las Rusias Kirill, quien también visitó Bari en 2004 y en 2006, cuando era el responsable del Departamento de las relaciones exteriores del patriarca Alesio II. Muchas veces han estado también en Bari el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, el metropolita Hilarion (actual encargado de las relaciones exteriores del patriarcado de Moscú), el metropolita Yuvenalij de Krutizk y Kolomenskoe, el metropolita Feodosiy de Tambov y Raskazovo, además de otras personalidades ortodoxas.
Todas estos viajes han sido para rezar y alabar en común al Santo de Myra, con el deseo de establecer relaciones de amistad y promover la mediación incluso lejos de Apulia. Con estas visitas se propuso la ciudad de Bari como sede natural para los deseados encuentros en Italia entre los Pontífices y el patriarca de Moscú, para encuentros culturales, exposiciones de íconos y coediciones, para intercambio de regalos (como el que hasta hace pocos años era inimaginable de primer peregrinaje del 21 de mayo al 28 de julio de 2017 de una pequeña reliquia del cuerpo de San Nicolás a Moscú y San Petersburgo, en donde fue venerada por más de dos millones de fieles).
Un papel importante lo ha tenido en este recorrido monseñor Enrico Nicodemo, que fue durante veinte años, de 1953 a 1973, arzobispo de Bari. En 1957 fue él, mientras comunicaba la vuelta de los huesos de San Nicolás a su urna después de una restauración, quien afirmó: «San Nicolás no es el santo de Myra o de Bari, de Oriente o de Occidente, sino que es el Santo de toda la Cristiandad». Él fue quien definió su basílica «un punto de encuentro del Oriente con el Occidente, una fuerza potente de recíproco llamado». Durante el Pontificado de Pío XII, en 1966, la Santa Sede consintió por primera vez con un hecho inédito la apertura en una iglesia latina de una capilla oriental con todo e iconostasis para la celebración de la liturgia (dos años más tarde fue fundado un Instituto de Teología Ecuménica). Un lugar que, en la Basílica de San Nicolás de Bari, fue creado en la cripta, y hoy es meta de cada vez más fieles ortodoxos que no solo lo visitan por devoción (como el beso a la tumba del santo), sino también para las liturgias, y son a veces tantos que menudo se celebran incluso en el altar mayor de la basílica.
Como sea, los fieles de las diferentes Iglesias ortodoxas «hermanas» (la rusa, la rumana, la georgiana, la etíope, la eritrea y la griega) tienen sus espacios en la ciudad, obviamente según la propia presencia y la propia historia. Dos ejemplos: la iglesia rusa dedicada a San Nicolás se encuentra en el barrio Carrassi: un imponente edificio presente desde los años veinte del siglo pasado, que fue cedido a las autoridades locales en 1937 y restituido a Rusia en 2009 (con la entrega simbólica de la llave de la Iglesia por parte del entonces presidente italiano Giorgio Napolitano al presidente Dmitrij Medvedev). También dedicada a San Nicolás, la iglesia de la comunidad greco-ortodoxa, que pertenecía a la Iglesia católica con el nombre de Sagrado Corazón, donada hace dos años, el 5 de diciembre de 2016.
Es decir, Bari es la ciudad del Santo que antiguos himnos orientales definen «regla de fidelidad», «imagen de mansedumbre», «maestro de continencia», del Santo indicado como «obispo de la confianza y de la rectitud», presente también en la épica eslava antigua como un viejo al lado de los desheredados en las ciudades y en los campos. En la actualidad, gracias a su Basílica pontificia (elevada a este rango por Pablo VI) su perfil de «capital del ecumenismo» sigue reforzándose.
Tuvieron también un papel importante el Papa que vino del este, San Juan Pablo II, que fue como peregrino a Bari el 26 de febrero de 1984, y sus sucesor Benedicto XVI, que viajó para participar en la conclusión del Congreso Eucarístico nacional el 29 de mayo de 2005. El Papa Wojtyla, en particular, por los 900 años del traslado de las reliquias del santo de Myra a Bari, en 1989, promulgó una constitución apostólica, insistiendo en la «específica vocación» de la Iglesia de Bari y de Apulia en la «promoción de actividades ecuménicas».
Esta vez, la actividad ecuménica se refuerza con una etapa de comunión que no deja de denunciar la tragedia humanitaria que se está viviendo desde hace demasiado tiempo en el escenario del Medio Oriente. Así, el ecumenismo se llena de nuevos valores. Ya no solo se trata del ecumenismo de la historia y de la actualidad, el de los teólogos y de los mártires, el de la paz y el del reconocimiento de Cristo en los últimos, el del pueblo, de las reliquias, de la devoción, sino un ecumenismo total que dirige su mirada hacia todas partes. Esta vez decidió fijarse en la tierra que vivió la primera evangelización y la más reciente persecución. En la indiferencia internacional.