Los campos deportivos de la University Santo Tomas de Manila se quedaron pequeños para acoger el encuentro del Papa con miles de jóvenes.
Leandro le contó que muchos dedican más tiempo a Internet y las redes sociales que a construir relaciones auténticas. Rikky trabaja en proyectos de voluntariado para ayudar a los pobres, y preguntó qué más pueden hacer.
"En nuestros tiempos modernos, de alguna forma perdemos el significado del amor. Querido Papa, ¿cómo podemos amar de verdad?”
"¿Qué más podemos hacer los jóvenes? ¿Cómo podemos los jóvenes llevar misericordia y compasión?”
Pero a Francisco le conmovió sobre todo el testimonio de estos dos chicos de la calle, Jun y Gyzelle.
"He abandonado mi casa y mi familia porque no podían mandarme a escuela. Me alimentaba con lo que encontraba en la basura”.
"¿Porqué Dios permite que pase esto, si los niños no tienen la culpa? ¿Y por qué nos ayudan tan pocas personas?”
"Presten ustedes atención. Ella hoy ha hecho la única pregunta que no tiene respuesta. Y no le alcanzaron las palabras, necesitó decirlas con lágrimas”. "Los invito a que cada uno se pregunte: ¿yo aprendí a llorar? ¿A llorar cuando veo un niño con hambre, un niño drogado en la calle, un niño que no tiene casa, un niño abandonado, un niño abusado, un niño usado por la sociedad como esclavo? ¿O mi llanto es el llanto caprichoso de quien llora porque querría algo más?”
Francisco desafió a estos jóvenes y les pidió que estudien "la asignatura más importante de la universidad y de la vida”, que consiste en aprender a amar. Les recordó que lo más difícil es dejarse querer por los demás.
"Rikky, gracias por lo que haces tú y tus compañeros. Pero te voy a hacer una pregunta. Tú y tus compañeros vais a ayudar. ¿Pero dejas que te den algo a ti? Contesta en tu corazón”.
El Papa les dio una mala noticia. Les dijo que Kristel, una joven de 27 años, falleció ayer en un accidente a causa del mal tiempo en Tacloban mientras trabajaba para preparar la Misa del Papa. Les contó que ya se ha reunido con su padre y que su madre llegará en estas horas a Manila y rezaron juntos por ella.
La lluvia y el viento acompañaron estos últimos días del viaje del Papa. Ni a la gente ni a Francisco pareció importarles. Enfundado en un impermeable amarillo, les saludó como si nada desde el papamóvil.