Hoy, los cristianos blancos son una minoría y los demás a menudo no tienen el poder de defenderse.
El último informe de Open Doors International describe la ramificada persecución de una comunidad religiosa que el año pasado fue descrita por el embajador israelí ante la ONU, Ron Prosor, como «los judíos del tercer milenio». Prosor hablaba contra los países musulmanes, que efectivamente ocupan 8 de los primeros diez lugares en la lista negra. Pero, según el instituto Pew, los lugares en donde los cristianos representan el 70% de las víctimas del odio religioso (en dos años el número de muertos se ha cuadruplicado, pasando de 1201 en 2012 a 4344 en 2014) no son solo los de la Media Luna. En posición privilegiada por décimo tercer año consecutivo está Corea del Norte, con sus más de 50 mil cristianos encerrados en campos de concentración.
Aunque le gane Pyongyang, el Medio Oriente, tierra de los primeros cristianos, ha visto disminuir su número desde hace medio siglo. El Center for American Progress calcula que en Egipto, Siria y Líbano se concentran entre 7 y 15 millones (el 5 % de la región). Pero si los coptos egipcios (el 10%) se han refugiado entre los brazos del presidente Sisi (sobre todo después de la ejecución de 21 coptos por los yihadistas libios), los demás están haciendo el equipaje. El millón y medio de cristianos iraquíes del año 2000 se ha reducido a la tercera parte (el 40% de los huéspedes iraquíes de los campos para refugiados están bautizados), mientras en Siria los asesinos del Califato destrozan como bestias lo poco que queda de una comunidad que hace tiempo se sentía muy protegida en la zona (y que ahora extraña a Assad). Es cierto, se habla de la situación hoy en día. Pero cuando pasan las “noticias de última hora”, los cristianos del Medio Oriente tienden a volver a ese punto ciego de nuestra visión del mundo, como tuvo a bien decir el intelectual francés y amigo del Che Guevara, Règis Debray: «demasiado» cristianos para los tercermundistas y «demasiado» exóticos para el Occidental.
Las raíces de la nueva persecución de los cristianos son siempre más económicas o étnicas que religiosas. Además, el islam, con El Corán en mano, reserva un sitio privilegiado a los cristianos, a los judíos y a las gentes del Libro. Sin embargo, incluso lejos del Medio Oriente, los países musulmanes son los que le hacen la vida imposible a sus “hermanos mayores”. Como Maldivas, paraíso de turistas en el que la cruz no debe ser mostrada. Como Irán, Arabia Saudita, Libia. Como la Nigeria aterrorizada por Boko Haram. Como Paquistán, en donde los cristianos son apenas el 2% y se sienten aterrados (incluso a nivel jurídico, por las condenas según la ley de la blasfemia, como en el caso de Asia Bibi, que está en la cárcel desde hace 5 años). Pero, a decir verdad, Paquistán tiene atentados todos los días y no solo contra las Iglesias.
El problema en muchos de estos países es la prohibición del proselitismo, por lo que si los católicos adoptan un perfil invisible incluso los más aguerridos grupos evangélicos o neocatecumenales tratan de no desafiar a las autoridades.
Podría parecer una paradoja, pero desde hace algunos años los cristianos martirizados en nombre de Alá cuentan, por lo menos, con una atencón mediática que otros no tienen. Además de los campos de concentración norcoreanos, en los que se castiga la devoción a cualquier dios que no sea Kim Il-sung, o en las paupérrimas aldeas de la Orissa hindú, los cristianos también son asesinados en México y en Colombia, en donde los asesinos incluso ostentan pesadas cruces de oro pero no toleran el lladado a la legalidad de los sacerdotes que están más cerca de los pobres. La China comunista está experimentando una leve apertura hacia el “culto del mal”, pero sigue teniendo una posición de relieve en la lista de los peores países para los cristianos.