Adoración Eucarística Mundial con el Papa

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Ayer a las cinco horas de la tarde, hora local Romana, convocada por el Papa Francisco, la Iglesia Universal se detuvo simultáneamente en adoración Eucarística, con el lema: “Un solo Señor, una sola fe”.

"Un solo Señor, una sola fe". Adoración Eucarística mundial con el Papa

Ayer a las cinco horas de la tarde, hora local Romana, convocada por el Papa Francisco, la Iglesia Universal se detuvo simultáneamente en adoración Eucarística, con el lema: “Un solo Señor, una sola fe”.

En el marco del Año de la Fe, en un evento histórico, que es el primero en la historia de la Iglesia, las catedrales del mundo se sincronizaron con la hora de Roma y estuvieron, durante una hora, en comunión con el Papa en adoración Eucarística. La adhesión a esta iniciativa fue masiva y fue más allá de las catedrales, involucrando a las conferencias episcopales, a las parroquias, a las congregaciones religiosas, sobre todo a los monasterios de clausura y a las asociaciones. Desde las Islas Cook a Reikiavik, pasando por Chile, Burkina Faso, Taiwán, Irak, Bangladesh, Estados Unidos o Filipinas, las diócesis se sincronizaron con la hora de la Diócesis del Papa, que presidió esta adoración del Santísimo en la Basílica de San Pedro.

El mismo Santo Padre Francisco propuso las intenciones de oración:

1- La primera fue: “Por la Iglesia, extendida en todo el mundo y recogida hoy en señal de unidad en la adoración de la Santísima Eucaristía. Que el Señor la haga cada vez más obediente a la escucha de su Palabra para presentarse ante el mundo siempre “más hermosa, sin mancha, ni arruga, sino santa e inmaculada”. Que a través de su fiel anuncio, la Palabra que salva resuene aún como portadora de misericordia y haga que el amor se redoble para dar un sentido pleno al dolor y al sufrimiento, devolviendo alegría y serenidad”.

2- La segunda intención del Papa Francisco fue: “Por aquellos que en los diversos lugares del mundo viven el sufrimiento de nuevas esclavitudes y son víctimas de la guerra, de la trata de personas, del narcotráfico y del trabajo “esclavo”; por los niños y las mujeres que padecen todas las formas de la violencia. ¡Que su grito silencioso de ayuda encuentre a la Iglesia vigilante para que, teniendo la mirada puesta en Cristo crucificado no se olvide de tantos hermanos y hermanas dejados a merced de la violencia!

Por todos aquellos que, además, se encuentran en la precariedad económica, sobre todo los desempleados, los ancianos, los inmigrantes, los que carecen de hogar, los presos y cuantos experimentan la marginación. ¡Que la oración de la Iglesia y su cercanía activa les de consuelo y ayuda en la esperanza y fuerza y audacia en la defensa de la dignidad de la persona!”

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