Marcelo nació y vivió en León durante la segunda mitad del siglo III. Era centurión de la Legio VII Gemina Pía Félix. Se casó con Santa Nonia con la cual tuvo doce hijos murió porque mientras se celebraban las fiestas por el nacimiento del emperador Valerio en el año 298, San Marcelo afirmó en publico que era cristiano y tirando su espada al suelo y el sarminento de vid (símbolo de su rango militar) afirmo que solo iba a adorar al Dios del Cielo y de la Tierra.
Marcelo fue centurión romano, pero dejó sus galones para servir a Dios. En una fiesta en celebración del emperador, arrojó sus insignias militares y se confesó católico y servidor de Cristo. Fue condenado a morir decapitado
Pero a san Marcelo no se le recuerda por ser un solícito padre de familia sino por su lealtad a Cristo. Cuando todos los demás se habían entregado a los sacrificios a los dioses y estaban de celebración, Marcelo decidió despojarse de su condición de militar para servir al único Señor verdadero.
La historia de Marcelo se sitúa el 28 de julio del año 298, fiesta de cumpleaños del emperador. Los soldados se divierten. Se suceden los sacrificios en honor del señor emperador y Marcelo, «centurión ordinario, como si se hubiese vuelto loco, se quitó espontáneamente el cinto militar y arrojó la espada y el bastón de centurión delante de las tropas de nuestros señores», asegura el gobernador Fortunato.
Marcelo ya no podía seguir sirviendo a ningún gobernador, ni a ningún césar. Marcelo, arrojando la espada, daba así testimonio de su fe asegurando que a partir de ahora solo serviría a Dios como cristiano.
El gobernador sintió el desplante como una afrenta y le comunicó el desquite al viceprefecto Agricolano. Fuel él quien juzgó al centurión y le condenó a morir decapitado por su traición. San Marcelo murió mártir, olvidado por sus compañeros pero ganado para la gloria de los altares.