Presentamos algunas frases del célebre escritor inglés Gilbert Keith Chesterton (1874-1936), en las que manifiesta su admiración por los primeros seguidores de Cristo.
1. Aquel grupo heterogéneo de bárbaros, esclavos, pobres y gentes de poca importancia que empezó a propagar el Evangelio se topó enseguida con la agresividad de sus contemporáneos, que habían asistido, entre la indiferencia y la irrisión, al nacimiento de cientos de religiones extrañas. Y, en aquella hora oscura brilló sobre ellos una luz que nunca se ha oscurecido, un fuego blanco que se aferra a ese grupo como una fosforescencia extraterrenal, haciendo brillar su rastro por los diversos crepúsculos de la historia; ese rayo de luz y ese relámpago por el que el mundo mismo ha golpeado, aislado y coronado a ese grupo; por el que sus propios enemigos le han hecho más ilustre y sus propios críticos le han hecho más inexplicable: el halo del odio alrededor de la Iglesia de Dios”. (G.K. CHESTERTON, “El hombre eterno”, Ediciones Cristiandad, 2006, pag. 212)
2. Nos interesa el hecho histórico, cada vez más admitido por los historiadores, de que esta realidad (La Iglesia) se hizo muy pronto visible a la civilización de la antigüedad y que la Iglesia apareció ya como Iglesia, con todo lo que implica una Iglesia y lo mucho que se tiende a repudiarla. Ciertamente, no se parecía lo más mínimo a los movimientos puramente éticos e idealistas de nuestro tiempo. Tenía una doctrina; tenía una disciplina; tenía sacramentos; tenía grados de iniciación; admitía y expulsaba a gente; afirmaba un dogma con autoridad y rechazaba otro con anatemas. (G. K. Chesterton, “El hombre eterno”, Ediciones Cristiandad, 2006, pag. 277)
3. (Efectivamente, como dice Chesterton, el mensaje cristiano es la llave que trae la verdadera libertad a los hombres…)
De los primitivos cristianos se podía afirmar con toda propiedad que eran portadores de una llave, o lo que ellos llamaban llave. Todo el movimiento cristiano consistió en proclamar que poseían esa llave. No se trataba simplemente de un vago movimiento hacia adelante que podríamos representar mejor con un ariete. No se trataba de algo que arrastraba consigo otros movimientos similares o diferentes, como ocurre con los movimientos sociales modernos. Afirmaba, por el contrario, que había una llave y que ellos la poseían y que ninguna otra llave era semejante a aquélla. Lo que ocurre es que resultó ser la llave que podía abrir la prisión del mundo entero y permitir contemplar la blanca luz diurna de la libertad. (G. K. Chesterton, “El hombre eterno”, Ediciones Cristiandad, 2006, pag. 273)
4. Si buscamos los orígenes de aquellos primitivos cristianos, debemos remontamos hasta Cristo. Es absurdo decir que la fe cristiana apareció en una época sencilla, entendida en el sentido de una época inculta o ingenua. Por otro lado, es igualmente absurdo decir que la fe cristiana fue algo simple, en el sentido de algo vago, infantil o puramente instintivo. (G. K. Chesterton, “El hombre eterno”, Ediciones Cristiandad, 2006, pag. 279)
Del libro:
ORAR CON LOS PRIMEROS CRISTIANOS
Gabriel Larrauri (Ed. Planeta)