De origen persa, se dedicaba al comercio, en medio de un ambiente familiar muy cristiano
Precisamente, viaja Roma en clave de peregrinación junto a su esposa, llamada Marta, y sus dos hijos. Allí visitarán el sepulcro de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, columnas de la Iglesia, cuando gobernaba Claudio II.
Este espíritu de piedad se traducía en sus muchas obras de caridad, entre las que destacaba la visita a los cristianos encarcelados, a punto de sufrir el martirio, confortándoles y orando con ellos para pedir la ayuda del Cielo.
Pero la Luz de la Fe que no puede quedar oculta, tampoco permaneció escondida para los romanos que, pronto descubrieron en Mario y su familia, la condición de seguidores de Cristo.
Después de detenerlos por orden del propio emperador, les invitan a abandonar la Fe. Pero ellos se mantienen incólumes en el Señor Jesús, por lo que les entregaron al prefecto Musciano con la intención de que les atormentase y después les diese muerte.
Así torturan a Mario y los hijos delante de Marta, mutilándoles y abrasándoles con hachas encendidas. Sin embargo, todos sintieron la fortaleza del Espíritu, por lo que son conducidos hasta la Vía Cornelia, donde murieron decapitados, cuando era el año 272.