La Asamblea sinodal ha tenido presente siempre la imagen de la primera comunidad cristiana

NUNCA HAY QUE RESIGNARSE A LA FALTA DE PAZ, A PESAR DE LAS DIFICULTADES

 

En la clausura del Sínodo de los obispos para Oriente Medio.

 

CIUDAD DEL VATICANO, domingo 24 de octubre de 2010 (ZENIT.org).-

 

Nunca hay que resignarse a la falta de paz, a pesar de las dificultades, es el mensaje que Benedicto XVI lanzó hoy durante la clausura del Sínodo de los obispos para Oriente Medio.

Esta Asamblea culminó hoy con la celebración de una Misa solemne en la Basílica de San Pedro, ante el Altar de la Confesión. El Papa concelebró con 177 Padres sinodales y 69 colaboradores.

Durante la homilía, el Pontífice quiso lanzar un ulterior mensaje de apoyo a los cristianos de Oriente Medio, “que se encuentran en situaciones difíciles, a veces muy duras, tanto por los problemas materiales como por el desánimo, el estado de tensión y, a veces, el miedo”.

Sin embargo, Benedicto XVI subrayó la importancia de que los cristianos de esta región asuman un papel protagonista en la búsqueda de la paz, superando el miedo y las dificultades.

Estos cristianos, subrayó, “aunque poco numerosos, ellos son portadores de la Buena Nueva del amor de Dios por el hombre, amor que se reveló precisamente en Tierra Santa en la persona de Jesucristo”.

“Esta Palabra de salvación, reforzada con la gracia de los Sacramentos, resuena con particular eficacia en los lugares en los que, por la divina Providencia, fue escrita, y es la única Palabra capaz de romper el círculo vicioso de la venganza, del odio, de la violencia”.

El Papa exhortó a los cristianos de Oriente Medio a “purificar el corazón”, en paz “con Dios y con el prójimo”, para que puedan “nacer propósitos e iniciativas de paz a nivel local, nacional e internacional”.

“A esta obra, a cuya realización está llamada toda la comunidad internacional, los cristianos, ciudadanos de pleno derecho, pueden y deben dar su contribución con el espíritu de las bienaventuranzas, convirtiéndose así en constructores de paz y en apóstoles de reconciliación para el beneficio de toda la sociedad”.

El Papa subrayó la importancia de tener esperanza en que el conflicto que afecta la región podrá resolverse, a pesar de que “desde hace demasiado tiempo en Oriente Medio perduran los conflictos, las guerras, la violencia, el terrorismo”.

“La paz, que es don de Dios, también es el resultado de los esfuerzos de los hombres de buena voluntad, de las instituciones nacionales e internacionales, y en particular de los Estados más implicados en la búsqueda de la solución de los conflictos”.

 

“Nunca debemos resignarnos a la falta de paz”, exclamó el Papa.

  “La paz es posible. La paz es urgente. La paz es la condición indispensable para una vida digna de la persona humana y de la sociedad. La paz es también el mejor remedio para evitar la emigración de Oriente Medio”, insistió.

Otra contribución que los cristianos pueden aportar a la sociedad “es la promoción de una auténtica libertad religiosa y de conciencia, uno de los derechos fundamentales de la persona humana que cada Estado debería respetar siempre”.

Actualmente, subrayó el Papa, “en numeroso países de Oriente Medio existe la libertad de culto, pero no pocas veces el espacio de la libertad religiosa es muy limitado”.

“Ampliar este espacio de libertad es una exigencia para garantizar a todos los que pertenecen a las distintas comunidades religiosas la verdadera libertad de vivir y profesar su fe”.

Ante esto, insistió en la importancia del diálogo con los musulmanes, diálogo “cuya urgencia y utilidad ha sido ratificada por los Padres sinodales”.

En este sentido, insistió en la importancia de rezar por la paz en Tierra Santa y en Oriente Medio, “esforzándonos para que este don de Dios ofrecido a los hombres de buena voluntad se difunda por el mundo entero”.

“La Palabra de Dios hoy nos ofrece también una luz de esperanza consoladora, allí donde presenta la oración, personificada, que no desiste hasta que el Altísimo le atiende, juzga a los justos y les hace justicia”.

El grito del pobre y del oprimido “encuentra inmediato eco en Dios, que quiere intervenir para abrir una vía de salida, para restituir un futuro de liberad, un horizonte de esperanza”, concluyó.

 

 


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