Esta película ofrece lo que su título promete: la historia del nacimiento de Jesús, desde la Anunciación a María a la huida a Egipto de la Sagrada Familia.
El film arranca con la matanza de niños inocentes a manos de Herodes, para pasar, por medio de un flashback, a los antecedentes de dicho episodio. Así, nos encontramos a un magos de Oriente haciendo sus estudios astronómicos, a Zacarías recibiendo un mensaje del ángel Gabriel sobre su descendencia (Lc 1, 5-25), a María en Nazareth llevando una vida discreta y obediente o a Herodes nervioso por las profecías que hablan del nacimiento de un Rey (Mt 2, 1-6). Estas tramas comienzan a desarrollarse y a entreverarse para coincidir en el punto álgido del nacimiento de Jesús.
{source}
{/source}
El film arranca con la matanza de niños inocentes a manos de Herodes, para pasar, por medio de un flashback, a los antecedentes de dicho episodio. Así, nos encontramos a un magos de Oriente haciendo sus estudios astronómicos, a Zacarías recibiendo un mensaje del ángel Gabriel sobre su descendencia (Lc 1, 5-25), a María en Nazareth llevando una vida discreta y obediente o a Herodes nervioso por las profecías que hablan del nacimiento de un Rey (Mt 2, 1-6). Estas tramas comienzan a desarrollarse y a entreverarse para coincidir en el punto álgido del nacimiento de Jesús.
La directora, Catherine Hardwicke, se estrena en un género que está en las antípodas de sus anteriores películas, de marcado carácter social y juvenil: Thirteen (2003) -sobre el mundo de la adolescencia y crisis familiares- y LosAmos de Dogtown (2005) -la historia de unos chavales de los setenta que dominan el skateboard-. En Natividad Hardwicke se limita a visualizar y poner en escena los relatos evangélicos relativos a la Encarnación, con algunas licencias inevitables en el guión. Guión, por cierto, de Mike Rich, responsable de escribir las entrañables y educativas películas Me llaman Radio (2003) o Descubriendo a Forrester (2000). La envolvente banda sonora es del consagrado Mychael Danna (Pequeña Miss Sunshine, Capote) con una partitura que evoca la magistral de La pasión de Cristo de Gibson.
María está interpretada por Keisha Castle-Hughes, nominada al Oscar por Whale Rider (2002). Nos brinda un look lejano a la iconografía clásica de estampa, y ofrece el rostro de una joven de dieciséis años, hermosa, pero no según patrones convencionales, y con rasgos étnicos nada europeos o anglosajones. El guión muestra a una chica con los problemas de su edad y en su cultura: una gran sumisión a su familia, obediencia a veces sacrificada, noviazgo apalabrado por sus padres, coqueteos de sus amigas con los chicos del pueblo… El personaje está interpretado con mucha sobriedad, quizá demasiada en ciertos momentos, y da lugar a una María que a veces parece meditativa, a veces preocupada y temerosa, e incluso triste en alguna ocasión. Pero su mirada es siempre pura, luminosa e inocente. Quizá le faltan ciertas pinceladas de mujer orante que siempre han custodiado la tradición y teología católicas.
El casi desconocido actor Oscar Isaac encarna al joven San José, y lo hace con fuerza y mucha simpatía, también desde un esquema opuesto al de hombre viejo y apocado. Sin duda es uno de los personajes con más aciertos y registros dramáticos del film y protagoniza alguna escena “apócrifa” muy hermosa, como la del rescate de María de la corriente del río.
Mención especial merecen los personajes de Herodes -magistralmente caracterizado e inquietantemente interpretado por el gran Ciarán Hinds (Munich, El fantasma de la Opera)-, y los tres Reyes Magos que aportan un punto de humor a la historia. Más clásico es San Gabriel, que aunque sin las alas tradicionales, viste una túnica blanca y luminosa. Pero lejos del rubio platino de Fra Angelico, se trata de un ángel moreno y de rasgos africanos (el actor es sudanés).
Es interesante cómo se plantea el embarazo virginal de María, ya que después de un matrimonio “impuesto”, ella se marcha a visitar a su prima Isabel sin comunicar la revelación que le ha hecho el ángel. Cuando regresa, se le nota el vientre abultado, y sin mediar palabra, José entiende que ha habido una grave infidelidad. Él y la familia de María se indignan con ella, que explica sencillamente la verdad dejando a los demás plena libertad de creerla o no. San José llora amargamente yanuncia que no le va a acusar, en una de las escenas más emotivas del film. Una vez que el carpintero conoce la verdad, su ternura y cuidado de María son delicados y conmovedores.
El magisterio nos habla de que María fue virgen antes, durante y después del parto. Esto cinematográficamente podía presentar muchos problemas, que la directora resuelve con gran elegancia. En primer lugar, nos muestra anteriormente el parto de Isabel, bastante ruidoso y aparatoso. Por contraste, el parto de María, aunque no exento de dolor es tremendamente comedido, y el niño nace con rapidez, incruentamente y es atendido de inmediato por sus padres. No se ve sangre ni aparatosidad, y la puesta en escena está más cerca de un hogareño portal de Belén que de un desagradable espectáculo hiperrealista. En realidad, todo lo que sucede en ese aprisco está bastante pegado a la iconografía navideña tradicional. El final de la película es la proclamación del Magníficat con el fondo de una melodía tradicional de villancico.
Otras tramas de interés son los vínculos entre Herodes y los romanos, y Herodes y su hijo, siempre en clave de poder; la relación de autoridad moral que tiene Isabel respecto a su prima pequeña; o los sufrimientos de San Joaquín y Santa Ana ante los avatares de su hija adolescente.
Es muy tentador comparar este film con La Pasión de Mel Gibson, tanto por su temática como por su proximidad en el tiempo. Sin embargo esa comparación está abocada al fracaso. Mel Gibson quería hacer “cine de autor”, que no es el caso de Catherine Hardwicke que está más cerca del género bíblico que de una aproximación muy personal. Además, Gibson trabajó mucho el film en el plano teológico, mientras que el guión de Mike Rich se refiere más al cine histórico sin más. Por otra parte, el director australiano optó por una estética expresionista, hiperbólica, y Natividad es un film “blanco”, sin excesos, muy familiar y pudorosa, sin exhibicionismos. Por tanto, se dirige a un público distinto, más tradicional.
La película es muy correcta, está cuidada y es muy digna. Como no podía ser menos, es opinable y no gustará a todos de igual forma. Sin duda es un film valiente al retomar temáticas que muchos, equivocadamente, consideran periclitadas. Por todo ello, Nativity es una buena y recomendable película.
Juan Orellana
Director del Departamento de Cine
de la Conferencia Episcopal Española