Un santuario que es un tesoro que hoy muchos pueden admirar, gracias al servicio y dedicación de muchos frailes —especialmente los del Studium Biblicum Franciscanum— que a lo largo de los años han devuelto belleza y espiritualidad a este santo lugar.
Un antiguo peregrino de este lugar decía: “Aquí se respira un clima terapéutico para el alma”. En su homilía, el custodio habló de Moisés como un hombre de Dios que intentaba hacer la voluntad de Dios, una vida que no fue fácil —prosiguió Fr. Patton— porque después de salir de Egipto caminó por el desierto y cuando estaba a punto de entrar en la Tierra Prometida sólo la vio de lejos. Por otro lado —subrayó el custodio— Moisés es un ejemplo de hombre que confía en Dios y hace lo que el Señor le ordena".
Sobre su muerte, que tuvo lugar en esta montaña, según el Deuteronomio, el P. Patton cuenta una hermosa historia de tradición rabínica.
Moisés muere cuando Dios con un beso viene a tomar su alma. Con la muerte de Moisés, también nuestra muerte no es el final de todo, sino un momento de transición de la peregrinación terrena a la vida en Dios, y es hermoso imaginar que el momento de la muerte es el momento en que Dios toma nuestra vida con un beso para devolvérnosla eterna y para siempre. “El monte Nebo es el lugar ideal para mirar hacia Tierra Santa pero también el lugar ideal para reflexionar sobre el sentido último de esa peregrinación que es nuestra vida”.
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