El 1 de julio en la Basílica de la Agonía, en Getsemaní, se celebró la solemnidad de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, presidida por el custodio de Tierra Santa, Fr. Francesco Patton. En este lugar, Cristo se encomendó a la voluntad del Padre y aceptó beber el cáliz de la Pasión por la salvación de los hombres.
En su homilía, Fr. Francesco Patton recordó un pasaje del himno de Tomás de Aquino que habla del pelícano, imagen de la cultura clásica luego reinterpretada en sentido cristiano. De hecho, el pelícano parece abrir el pecho para alimentar a sus crías con su propia sangre; del mismo modo del costado traspasado de Cristo brota la sangre que da vida a la humanidad.
La suya es vida entregada aun cuando vive escondido y entonces es cuando anuncia el Evangelio y cuando sana. Luego, por supuesto, el don alcanza su punto máximo cuando Jesús se ofrece libremente en la cruz y elige entregarse totalmente en las manos del Padre y vivir la experiencia de morir por nosotros. El don de su sangre es don de su propia vida para salvarnos de la muerte e introducirnos en la vida divina.
Al final de la misa, Fr. José Benito, custodio de la Basílica de la Agonía, agradeció a los presentes su presencia y pidió rezar por los frailes que, del 4 al 15 de julio, participan en el capítulo custodial. Para que renovemos nuestra misión de fe a partir del presente y abracemos con valentía nuestro futuro.