La actividad de estos Santos Cosme y Damian no se redujo sólo a curar el cuerpo. En el ejercicio de su profesión tendían también al bien de las almas con el ejemplo y con la palabra. Logran convertir al cristianismo a muchos paganos. Es célebre el episodio de la curación de una mujer hemorroísa, llamada Palladia, quien por gratitud ofrece tres huevos a estos hermanos.
Después de su claro rechazo, implora a Damián que acepte ese pequeño don en nombre de Cristo. Damián, para no ofender a la mujer, acepta los huevos. Pero esto provoca la ira de Cosme que pide públicamente, después de su muerte, no ser sepultado junto a su hermano.
Su suplicio lo relata la Leyenda dorada, según la cual los dos hermanos primero son echados al fuego, del que salen ilesos. Después son condenados a la lapidación, pero las piedras vuelven hacia atrás. Sucesivamente, las flechas lanzadas por los arqueros hieren a los verdugos. En fin, son decapitados.
En el cuadro del Beato Angélico, la representación de la sepultura de los dos Santos se basa sobre lo que cuenta la Leyenda dorada. Según esta narración, el dromedario que transportaba los restos de San Damián comienza improvisamente a hablar con voz humana y pronuncia estas palabras:
“Nolite eos separare a sepoltura, quia non sunt separati merito” (Que no sean separados en la sepultura porque no son diferentes en el mérito).
La Iglesia recuerda a los Santos Cosme y Damián el 26 de septiembre. Su culto se ha extendido en Italia desde Oriente, sobre todo en Roma y en la Región de Apulia.
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