“La realidad estupenda de la Asunción de María manifiesta y confirma la unidad de la persona humana y nos recuerda que estamos llamados a servir y glorificar a Dios con todo nuestro ser, alma y cuerpo”. Papa Francisco
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La Virgen María es llena de gracia. La intensidad y la naturaleza de sus gracias son distintas a lo largo de su vida; una es la gracia en su Concepción, otra en la Encarnación, otra en la Asunción de María a los cielos. En esta última la Virgen María recibe la plenitud de santidad.
La celebración de la Asunción de María es una fiesta antigua que se celebraba en Jerusalén desde el siglo VI en honor de la Madre de Dios recordaba probablemente la consagración de una iglesia en su honor.
Esta fiesta, un siglo después, se extiende a todo el Oriente bajo el nombre de Dormición de Santa María y celebra su tránsito de este mundo y asunción de María al cielo.
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El Papa Pío XII, declaro el dogma de fe la Asunción de María, en 1950. La Virgen María, por un privilegio especial de Dios Omnipotente, no experimentó la corrupción: su cuerpo, glorificado por la Santísima Trinidad, fue unido al alma, y María fue asunta al cielo, donde reina viva y gloriosa, junto a Jesús, para glorificar a Dios e interceder por nosotros.
En el Apocalipsis podemos leer los pasajes que relatan la Asunción de la Virgen María a los cielos:
“Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, la luna a sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas (Ap 12, 1).
Y nosotros, impulsados por la liturgia en la Misa de la vigilia de esta fiesta, aclamamos a Nuestra Señora con estas palabras: Gloriosa dicta sunt de te, Maria, quæ hodie exaltata es super choros angelorum. Bienaventurada eres, María, porque hoy fuiste elevada sobre los coros de los ángeles y, juntamente con Cristo, has alcanzado el triunfo eterno.
La Iglesia pone la mirada a María para contemplar en ella lo que es la Iglesia en su misterio, en su «peregrinación de la fe», y lo que será al final de su marcha, donde le espera, «para la gloria de la Santísima e indivisible Trinidad», «en comunión con todos los santos» aquella a quien venera como la Madre de su Señor y como su propia Madre.
La Asunción de María, Nuestra Señora nos propone la realidad de esa esperanza gozosa. Somos aún peregrinos, pero Nuestra Madre nos ha precedido y nos señala ya el término del sendero: nos repite que es posible llegar y que, si somos fieles, llegaremos. Porque la Santísima Virgen no sólo es nuestro ejemplo: es auxilio de los cristianos. Y ante nuestra petición —Monstra te esse Matrem-, no sabe ni quiere negarse a cuidar de sus hijos con solicitud maternal. Es Cristo que pasa, 177.
María cumplió de forma ejemplar con la voluntad de Dios en su vida y eso es lo que la llevó a llegar a la gloria de Dios. La Asunción de la Virgen es ejemplo para todos los cristianos.
En la Tierra todos queremos llegar a Dios. Esta es nuestra esperanza. La Virgen María ya ha alcanzado esto. Lo que ella ha alcanzado nos anima a nosotros. María tuvo una enorme confianza en Dios y su corazón estaba lleno de Dios.