Ordenado de sacerdote, empezó a luchar con su palabra fogosa contra la herejía pelagiana, que esparció un cierto Timoteo en las Galias. En 420 el papa San Celestino le ordenó obispo regionario con encargo de pasar a predicar la fe a Inglaterra y combatir la herejía de Pelagio. Acompañóle el diácono Paladio y San Lupo, obispo de Troyes.
Los jefes de la secta aceptaron una conferencia con los dos enviados del papa en Verulamio: en ella quedaron confundidos los corifeos de la secta ante un gentío inmenso que presenció las disputas. Vuelto a Auxerre, se le eligió por prelado de aquella ciudad. En 448 volvió a Inglaterra en compañía de Severo, obispo de Tréveris.
Esta vez permaneció poco tiempo en la isla, pero fueron también ruidosas las conversiones de herejes que obró con su predicación y sus milagros. Negoció las paces entre los invasores germanos y el emperador Valentiniano en 448, yéndose a entrevistar con él a Ravena. Murió en su ciudad de Auxerre en 450.