En plena persecución, Teófilo se atreve a llamar menesterosos y ciegos voluntarios a los escritores ateos, y les dice:
“Comenzad por curar los ojos de vuestra alma cambiando de conducta y entonces veréis más claras las cosas invisibles. Vuestra estupidez, como en otros tiempos la mía, disminuirá entonces y Dios os dará la misma gracia que me concedió a mí: la de revelarse a vosotros”.
Nacido a orillas del Éufrates y educado en el helenismo recibió ya de adulto el Bautismo y luego fue elegido sexto obispo de Antioquía. Vivió en la segunda mitad del s. II.
De los diversos escritos de Teófilo sólo se conservan los 3 libros de su obra apologética Ad Autolycum redactada algo después del a. 180. En ella se propone responder a la objeción de que los cristianos adoran a un Dios invisible. También existen en la naturaleza, arguye Teófilo, diversas fuerzas invisibles que actúan.
Para conocer a Dios es necesaria la pureza del alma, así como se necesita la vista de los ojos para contemplar el sol. Repite que el cristianismo no es nuevo, pues se funda en Moisés, anterior a la Guerra de Troya. Además, ¡qué diferencia tan grande media entre el origen del mundo narrado por el Génesis y el fingido por las fábulas mitológicas!
En el libro II Teófilo conserva 84 versos de los Oráculos Sibilinos , por otra parte desconocidos y que él cita con honor para exhortar a la adoración de un solo Dios.
Teófilo está bajo el influjo del platonismo y del estoicismo. Él es el primero que usa la palabra «Trinidad» (Trias) a propósito de Dios. Esa Tríade consta del Dios (Padre), del Verbo y de la Sabiduría.
Usando conceptos de origen estoico, Teófilo formula un intento de explicación teológica de la Trinidad, compartido luego por otros P. del siglo III, según el cual el Padre concibió el Verbo ínsito (endiathetón) antes de la creación del mundo; pero en el momento de crearlo profirió su Verbo (prophorikós). Este Verbo de Dios es el que hablaba con Adán en el paraíso.
Siguiendo a San Justino y de acuerdo con S. Ireneo, también enseña que la inmortalidad (v.) no es una cualidad natural del alma humana, la cual fue creada indiferente para la inmortalidad o mortalidad, capaz de lo uno y de lo otro, alternativa que decidirán sus obras.
Se han perdido las obras de T. contra Marción, contra Hermógenes, sus Comentarios al Evangelio y a los Proverbios de Salomón, reseñados por Eusebio y S. Jerónimo.