13 de marzo - El Papa Francisco: once años en la sede de Pedro

Francisco

¿Qué ha cambiado y qué no desde que el Papa Francisco fue elegido hace once años?

El Papa Francisco que conocimos hace once años no es el mismo que se presenta hoy con mucha dificultad para caminar. Pero él no es el único que ha cambiado en esta década, en la que la comunicación social y las nuevas tecnologías han revolucionado la sociedad. 

El hecho de no vivir en los apartamentos pontificios o el viajar en coches de baja gama no son meros gestos de galería. Han marcado todo un estándar de comportamiento social que influye en toda la Iglesia. El ejemplo de compartir comida con los pobres o de privilegiar sus visitas a refugios de inmigrantes o enfermos han reforzado una prioridad.

También el hecho de desplazarse a los países más pobres del mundo o lugares de alto riesgo, como Irak o Sudán del Sur, ha cambiado la Iglesia. El continente donde más ha crecido el número de católicos en los últimos años es África, donde el pontífice se ha esforzado por viajar, pese a las dificultades logísticas.

El papa Francisco

En el Vaticano es toda una novedad contar con mujeres en puestos de gobierno. Religiosas y laicas han ocupado con Francisco espacios relevantes, como la francesa Nathalie Becquart, subsecretaria del Sínodo de los Obispos. También la número dos en el Gobierno del Estado Ciudad del Vaticano es una mujer, la religiosa Raffaela Petrini. Son nombramientos que han ido más allá de las palabras, que han roto con tradiciones de siglos y que manifiestan una tendencia que no tiene vuelta atrás.

La gestión económica, poco transparente y dividida en numerosos centros de decisión, se ha centralizado. En la actualidad, cualquier contratación extraordinaria debe superar un concurso público y nadie tiene plena capacidad de decisión sobre los fondos. Una reforma económica forzada por gestiones económicas de dudosa legalidad que actualmente juzgan los Tribunales del Vaticano.

El impulso a la lucha contra los abusos sexuales también ha transformado el modo de gestionar estos delitos en la Iglesia. Los protocolos y las normativas se han hecho más exigentes a todos los niveles. Aún así, el caso de Marko Rupnik ha puesto en evidencia que aún queda terreno por avanzar en cuanto a transparencia y determinación en este terreno.

Otro de los terrenos donde se han dado avances significativos en estos años es en el diálogo con cristianos no católicos y con representantes de otras religiones. El reciente viaje a Sudán del Sur con los líderes de las iglesias anglicana y escocesa es un buen ejemplo. Pero también el hecho de firmar con el gran imán de Al-Azhar, en 2019, el documento sobre la Fraternidad Humana.

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La sinodalidad es otro de los aspectos novedosos de estos últimos años. El Papa promueve una Iglesia con más participación de los fieles, en la que haya espacio para todos. Una apertura que tiene también su lado negativo, con determinadas propuestas, como las del Sínodo Alemán, que el Vaticano juzga que ponen en peligro la unidad de la Iglesia.

Y entre los desafíos de futuro está la descristianización de Europa, un problema que no solo afecta a la Iglesia Católica. El Papa ha impulsado la conexión con los jóvenes, con el objetivo de contrarrestar una sociedad que, en ocasiones, ni se plantea la existencia de Dios.

El consistorio de cardenales del pasado mes de agosto, con más purpurados de África y Asia, refleja también la renovación de una Iglesia Católica más universal que nunca.

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