“Es un mal persistente perseguir a un hombre que pertenece a la gracia de Dios”, dijo el mártir San Cipriano de Cartago. "Es una calamidad sin remedio odiar a los felices".
Desde los primeros años, los principales gobernantes del Imperio romano que intentaron destruir el cristianismo con persecuciones sangrientas contra los seguidores de Jesús.
El teólogo suizo Hans Urs von Balthasar señala que “desde el principio se vio el cristianismo como una revolución total y altamente peligrosa”; en parte porque la jerarquía romana consideraba su creencia politeísta como necesaria para mantener el orden público.
Kevin Di Camillo, profesor de literatura inglesa en la Universidad de Niágara, escribió la lista de los 10 gobernantes romanos en un artículo para el National Catholic Register:
Según el autor, Nerón es “el primero, el peor y el más conocido de los césares psicópatas”.
Este emperador del Imperio romano comenzó una persecución generalizada de cristianos.
El martirologio jeronimiano es el primero en conmemorar el martirio de más de 900 personas en tiempos de Nerón con fecha 29 de junio, el mismo día de San Pedro y San Pablo.
“Si bien es cierto que el reinado de Nerón comenzó lo suficientemente bien y logró hacer una gran cantidad de construcciones, también comenzó las matanzas en toda regla de los creyentes en Cristo y llevó a cabo atrocidades que incluso nuestras hastiadas sensibilidades posmodernas se estremecen”, indica Di Camillo.
Este emperador no solo persiguió cristianos, sino que se le atribuye la demolición del amado Templo de Jerusalén en el año 70 d. C.
“Su gobierno de una década vio a Roma dejar sus huellas tanto en Baviera como en Gran Bretaña. Vespasiano era único en el sentido de que había sido senador y soldado, por lo que quizás no sea de extrañar que fuera maquiavélico antes de que hubiera un término para ello. Vio la formación de su dinastía, cuyo principal legado fue el lunático Domiciano”, dijo el autor.
Di Camillo señala que todos los escritores importantes de la época, “desde Plinio hasta Suetonio, afirman que Domiciano, que terminó gobernando más tiempo que casi cualquier otro gobernante romano en ese período, era un tirano”.
“San Juan el Apóstol y Evangelista estaría de acuerdo, ya que fue sumergido en una tina de aceite hirviendo en el 95 d.C. por orden explícita de este emperador. Sin embargo, como nos dice Butler's, el aceite actuó solo como un baño refrescante, y Domiciano hizo que San Juan, el discípulo amado, fuera exiliado a la isla de Patmos, donde escribió el Libro del Apocalipsis bajo inspiración”, continuó.
“Según el antiguo escritor Plinio, Trajano era, en el mejor de los casos, un monarca, al menos un autócrata y, en el peor, un tirano”, señala Di Camillo.
El autor describe a este emperador como “equitativo en el trato con el Senado romano durante su vida”, pero “a pesar de toda la publicidad de ser uno de los ‘buenos césares’, continuó la persecución de los cristianos sin cesar y, en buena medida, expandió el Imperio romano más que cualquier otro gobernante desde César Augusto por conquista militar”.
“También era fanático de las sangrientas demostraciones de horror de los juegos de gladiadores”, acotó.
Como Trajano, era de ascendencia española (y quizás primo de Trajano) y famoso por su muro en el norte de Gran Bretaña.
Di Camilo recordó que Adriano mantuvo la política de Trajano sobre los cristianos: “no hubo una caza activa de casa en casa, pero aquellos que desobedecieron las normas del sistema de creencias politeísta romano fueron perseguidos”, dijo.
“Un poeta-guerrero, llevó la lucha a Gran Bretaña (de ahí el muro), África, y ordenó otra brutal demolición de los judíos palestinos”, añadió el autor.
Di Camillo indicó que este emperador “se hizo famoso en su tiempo por ser un filósofo-guerrero estoico” y “en nuestro tiempo por la interpretación que hizo Richard Harris de él en la película Gladiador del 2000”.
“Sin duda la persecución cristiana aumentó durante su reinado, aunque algunos historiadores se apresuran a señalar que esto no se puede remontar directamente al emperador mismo”, continuó.
“Es bueno recordar que la persecución cristiana durante esta época no fue tan centralizada como pensamos: fue esporádica y se basó más en varios estados y provincias que en la propia Roma”, señala un profesor de historia.
Para Di Camillo, “Marco Aurelio, a pesar de todas sus muchas conquistas militares, la brillantez filosófica y la centralización de Roma no hicieron nada para prevenir la persecución de los cristianos y quizás mucho para fomentarla”.
“Con Maximino el Tracio, estamos sobre bases más seguras de asesinatos cristianos por parte del estado romano centralizado, particularmente en la persona del emperador”, explica el autor.
Como señala el Obispo Eusebio de Cesarea en sus relatos de la historia del cristianismo primitivo, “en la persecución de 235 Maximino envió a los santos Hipólito y al Papa San Ponciano al exilio, donde se reconciliaron y murieron en la Isla de Cerdeña”.
Di Camillo recuerda que en el año 250 Decio “decidió que todos los cristianos tenían que rendir homenaje a los dioses romanos o morirían”, hecho histórico conocido como “La persecución deciana”, ya que vino directamente del propio emperador.
“Esta persecución le quitó la vida a nada menos que al Papa San Fabián. La persecución llegó a prohibir el culto cristiano en el imperio. Afortunadamente, Decio murió un año después de la entrada en vigor de su edicto”, comentó Di Camillo.
El autor aseguró que “Valeriano fue un hombre cuyo reinado (y reino de terror) se salió de control”, pues “como Decio antes que él, continuó la matanza de cristianos, incluidos grandes santos como Lorenzo el Diácono, Denis de París, Cipriano y el Papa Sixto II”.
Sin embargo, “estuvo continuamente en guerra con los persas, quienes terminaron capturando al emperador, que murió en su cautiverio, lo que envió ondas de choque a todo el imperio y fue un presagio de que el propio Imperio estaba comenzando a mostrar signos de podredumbre”, añadió.
Para Di Camillo, Diocleciano “fue peor que Decio”, ya que provocó la “Gran persecución” que llevó la matanza de cristianos a todas las áreas del vasto imperio romano.
“En un refrescante cambio de ritmo, Diocleciano, quien creó tantos primeros mártires/santos por su pura sed de sangre, en realidad se retiró de su cargo hacia el final de su vida. Sin embargo, el daño ya estaba hecho y su linchamiento contra los cristianos fue uno de los peores de todos los tiempos”, agregó.
Éstos van unidos, ya que el primero gobernó en Occidente y el segundo en Oriente. Ambos continuaron un reinado de terror que incluyó, como mínimo, la destrucción de las iglesias cristianas, así como la destrucción de los propios cristianos. Sin embargo, la historia cristiana ha sido más amable con Constancio por que (a) estaba "casado" con Santa Elena, quien encontró la Cruz Verdadera en Tierra Santa, y (b) fue el padre de Constantino el Grande (272-337), cuyo Edicto de Milán en 313 estableció la "tolerancia" del cristianismo y, según la leyenda, fue bautizado por San Eusebio de Nicomedia.
Su padre, sin embargo, no era, como algunos han sostenido, un "cristiano encubierto" y, lo que es peor, Galerio compensó la desconfianza de Constancio en el cristianismo con persecuciones sin cuartel.
Vale la pena señalar que esta lista está incompleta en varios niveles. Por un lado, la transición de un emperador a otro casi nunca fue una transición fluida de poder en la Roma precristiana. Por otro lado, a menudo había varios combatientes en competencia por el trono, a veces durante años. Finalmente, estaba la “tetrarquía”, donde había cuatro gobernantes simultáneamente.
Pero estos son los hombres que, para bien o para mal, gobernaron el imperio romano mientras hacía todo lo posible por sofocar la "herejía" del cristianismo. Todos podemos alegrarnos de que finalmente, por la gracia de Dios, fracasaron, y el cristianismo pasó de ser una secta perseguida a la religión estatal a fines del siglo IV.